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Gays, Incestos en Familia

El joven y el niño V

Relatos de un amor prohibido y del inicio sexual de un niño .
Me enteré que alguien estaba subiendo mis relatos en otro sitio. Pido a esa persona contactarse conmigo, aunque me haya dado los créditos necesito dar mi aprobación explícita para eso.

#

En el mes de septiembre Fran hizo un viaje con su curso por ser el último año. Fueron a un lugar a unos 500 kilómetros, uno muy lindo que todavía no visité. El viaje iban a ser unos cuatro o cinco días, días donde mi novio no iba a estar conmigo. Obvio sabía que no lo podría acompañar y recuerdo que como siempre me pasaba, y me costó despedirme de él aunque me consolé pensando que Sebas tampoco iba a tener a Maxi esos días.

Los últimos dos días, mi mundo se me volvió más frágil. No era sólo que él no estaba: era que, sin su presencia, todo parecía desmoronarse en cadena, como si todo conspirara en mi contra y él fuera el que mantenía mi mundo unido. Primero rompí un vaso de vidrio y mi tía me retó como pocas veces, con muchos insultos además de hacerme limpiar todo; yo esperaba y estaba acostumbrado, como siempre, a que Fran llegara y asumiera la culpa aunque no lo hubiera hecho para calmar las cosas, porque no era la primera vez que rompía algo. Pero esa vez no estaba.

Apenas unas horas después volví a recibir castigo: tenía que ordenar mis juguetes pero me recontra olvidé y a los dos minutos de prometer que lo iba a hacer seguí jugando como si nada y dos horas después seguían en el mismo lugar. Mi tía, que había vuelto de comprar cosas, al ver un desastre en la sala me retó y gritó más que la vez anterior, acompañando sus reclamos con estirones de cabello que dolían muchísimo. Siempre lo que más odié fueron los estirones de cabello fuertes que me daban, hasta el día de hoy. Los odio más que a cintarazos o lo que sea así que quedé muy rensetido. Si Fran hubiera estado, me habría recordado que tenía que ordenar mis cosas y esto no habría pasado.

En la escuela al día siguiente no mejoró nada. Una compañera que gustaba de mí quería que yo sea su novio y cuando le dije que no, que no me gustaba, me llamó “gay” en voz alta. Me dolió muchísimo, porque en mi pecho había una verdad que todavía no tenía cómo decir: yo no era gay pero sí tenía un novio, y esa palabra me quemaba y me avergonzaba a la vez. Tejer novio era de gays, pero yo no era gay intenté consolarme. Sentí cómo me subía un calor al pecho, una mezcla de rabia y miedo, porque para ese momento yo ya entendía lo que era un gay, pero pensaba que eran chicos vestidos de chica, no lo relacionaba tanto con una orientación sexual en sí. Pero al mismo tiempo, los gays tenían novia y yo SÍ tenía un novio. Y de pronto era como si todo mi secreto (tener novio, no ser gay) se reflejara en la frente para que todos lo leyeran.

Después, con Sebas, hicimos una tontería de niños —una guerra de lápices, simulando que cada lápiz era un cañón— y la profesora nos regañó porque terminamos con TODOS nuestros lápices esparcidos en el suelo. La profe nos sacó al pasillo y nos dijo seria que si lo repetíamos, nos iba a anotar. A Sebas no le importó tanto, pero a mí me cayó como un balde de agua helada. Yo siempre era “el bueno”, el intachable, el que nunca daba problemas. Que me amenazaran con una mancha en esa imagen y que mis padres se enteraran me golpeó fuerte. Era como si estuviera acumulando castigos y broncas de todos lados… y todo porque Fran no estaba.

No sé porqué pero la profe le escribió a mi tía contándole eso que había pasado (raro, porque pasaban cosas peores y nadie hacía nada) así que otra vez ligué, esta vez con un cinturonazo. No dolió tanto como los que daban mis padres, pero hirió mi orgullo. Mi tía dijo cosas como que yo necesitaba más mano dura o que «ese Fran me consentía demasiado y ahora era un desobediente» y cosas así. Sentí que todos se aprovechaban de la ausencia de mi chico. ¿Ahora también hablaban mal de él y cuestionaban la forma en que me trataba?

Esa noche hubo una tormenta muy fuerte y la casa quedó a oscuras: se cortó la luz y la oscuridad mezclada con truenos me daba pánico todavía. La luz solía cortarse, pero yo siempre estaba acompañado de alguno de mis primos así que no pasaba nada, pero esa noche Fran estaba de viaje y Hugo no iba a poder volver por la tormenta, así que solo, en la oscuridad del cuarto de Fran comencé a planterme el hecho de moverme a otra pieza. Primero abrí la cortina, pero no entraba suficiente luz y se proyectaban demasiadas sombras raras así que decidí irme de ahí. Pensé en ir con mi tía, pero como me había pegado estaba enojado y molesto con ella y no quise ir a su cama para nada. Me sentí solo, asustado y con la urgencia de no dormir en ese silencio absoluto. Pensé en Fran, en que si él estuviera no estaría así, pero no estaba. Pensé en ir a la cama de David, pero él nunca me defendía ni nada. ¿Valdría la pena ir con él? Un trueno fuerte retumbó por toda la casa, así que, en una decisión miedosa y de niño, terminé yendo con David porque era la mejor alternativa a la oscuridad y la tormenta.

Me dirigí a su cuarto lo más rápido que pude y entré abruptamente.

—¿David, puedo dormir con vos? —le dije con un dejo de miedo en la voz.

David dijo que sí así que me metí en su cama de una.

—¿Tenés miedo vos? —dijo él en la oscuridad.

Pensé en que decirle pero no había tantas excusas.

—Sí.

David se levantó y abrió un poco la cortina. Entró un poco de luz blanquecina, suficiente para dibujar su silueta cuando volvió hacia mí. Estaba en ropa interior, como yo, porque el calor se mezclaba con la humedad pegajosa de la tormenta.

David mientras tanto vino para tomar su lugar en la cama, y yo decidí abrazarlo como hacía con Fran o Hugo. Él iba a cumplir su función, pensé en mi mente. Sentí su piel, más cálida y más morena que la de cualquiera en casa, muy similar a la de Maxi. Era distinta al contacto sólido de Fran: David era más delgado, su cuerpo tenía firmeza, pero no era pura fuerza sino esa contextura de adolescente que hacía ejercicio y todavía estaba en crecimiento, marcado por delgado, no por musculoso.

Por un instante todo estaba bien. Yo estaba tranquilo, aferrado a él, convencido de que en ese abrazo se podía dormir seguro y feliz de que me dejara abrazarlo así de fácil.

Y entonces, mientras yo seguía con mis brazos enredados en su torso y su cuello, sentí que se bajaba el bóxer. Al principio pensé que era por el calor, que quería estar más cómodo. Pero de pronto sentí una erección presionando contra mi cintura al mismo tiempo que él tomó mi mano y la guió hacia abajo, hacia su pene.

Me resistí porque yo quería dormir, no hacer eso, así que se lo comuniqué.

—Hacés lo que yo quiero o te vas de acá —me respondió de forma fría y tajante.

Sin ganas de moverme de ahí acepté tocarlo, a fin de cuentas, iba a ser como masturbar a Fran y ya.

Dejé que guiara mi mano hacia su erección, y empecé a masturbarlo de forma lenta y deliberada, casi como provocándolo.

Su pene era tan duro como el de Fran y del mismo tamaño (unos 16 centímetros) aunque creo que no tan grueso, pero yo no miré hacia abajo, no quería ver nada, pero fui sintiendo como mi mano se volvía húmeda por el precum y de los gruñidos y gemidos llenos de placer que David hacía. Por suerte no decía nada. Mejor que estuviera callado.

Yo también tenía una erección siendo sinceros. Era excitante en cierta forma hacerle estas cosas a mi primo aún si no quería o lo apreciaba mucho y creo que él notó mi excitación pero no hizo nada al respecto por puto. Odio admitirlo pero él me interesaba, de una forma idiota e inocente, yo quería conocerlo mejor, tocarlo pero que sea mutuo aunque no me dio oportunidad así que seguí en lo mío.

Seguimos así varios minutos, bien pegados uno al otro, hasta que eyaculó sin previo aviso, cosa que me molestó porque sus fluidos me mancharon el brazo y mi ropa interior.

Ahora que ya había terminado la cosa, me di la vuelta para dormir, ya sin abrazar al idiota ese, pero en como 5 minutos lo tuve de rodillas a mi lado con otra erección igual de dura que la anterior, pidiéndome que volviera a tocarlo.

Recuerdo que estaba tan cansado, con algo de miedo y dolido por lo feo de esos días sin Fran que acepté sin resistirme. Volví a tocarlo. Esta vez estaba menos convencido, con la cabeza revuelta y paralizado por sensaciones que me abrumaban y que no entendía. Tardó más que la vez anterior en venirse y lo hizo sobre mi pecho.

Volví a darme la vuelta tras eso, ahora dispuesto a dormir de una vez por todas, consolándome con el hecho de que Fran ya llegaba al día siguiente.

No sé cuanto tiempo pasó, pero me volvió a pedir que lo tocara. Era un calentón de mierda.

—Porfa, no quiero. Tengo sueño. Por favor —imploré.

Intenté levantarme de la cama pero no hubo caso. Ya tenía la mente embotada y al final volví a masturbarlo.

Pensé por un breve momento en meterme su pene duro a la boca y chuparselo como desquiciado hasta ahogarme, pero me horroricé de pensar eso: esas cosas eran solo para Fran, mi novio. O besar en la boca, eso solo con él.

Además, si hubiera hecho eso David capaz hubiera hecho demasiadas preguntas y me habría sacado la verdad de Fran o se hubiera asqueado porque eso no encajaba en su débil molde de su propia sexualidad (el único motivo por el que jamás intentó penetrarme o follarme la boca fue porque eso sería demasiado gay para su pobre cabecita obstinada en ser heterosexual).

Al final David me volteó sin piedad y terminó frotándose contra mis nalgas. Me aplastaba y no me gustó así que intenté salir de abajo suyo entre quejidos, pero no logré nada. Me golpeó el hombro así que terminé por quedarme quieto sin esperanzas. Hasta dormité.

El resto de la noche se volvió difuso en mi memoria. Ya no fue agradable. Ya no fue placentero.

No fue algo consensuado a partir de esa tercera vez: fue coerción, órdenes, golpes para despertarme cuando me dormía de puro agotamiento o dejaba de moverme. Al principio mi cuerpo y mi mente buscaban resistir, luego funcionaron en modo supervivencia: me dormía del cansancio, él me despertaba, volvía a lo mismo. Fueron muchas veces: tantas que perdí la cuenta, pero probablemente como 8 en total. No sé como pudo hacerlo tantas veces, pero como era re pajero y virgen no me sorprende. Hasta usó mis pies para satisfacerse. No hay nada heroico en eso que sufrí, sólo una sensación profunda de desamparo. Me decía a mí mismo cosas para poder aguantar: que si mantenía la calma quizás terminaría pronto, que era mejor eso que la oscuridad sola, que Fran volvía pronto. Sentí culpa por haber ido y por no haberme ido de ahí, aunque en el fondo sé que fui un niño tomando opciones malas porque no había alternativas seguras.

La madrugada se volvió difusa: recuerdos de sueño roto, cachetadas que me levantaban con los ojos llenos de lágrimas si le replicaba, el olor de la casa, del sudor que impregnaba todo, del semen, el ruido de la lluvia que empezaba a golpear las tejas. No me acuerdo de la última vez pero habrán sido las 5 o las 6 de la mañana.

—Ni una palabra de esto a nadie —me susurró cuando terminó—. O les digo a todos que…

Ya no escuché la última parte. Dormía.

No fuimos a la escuela porque llovía muy fuerte y no había forma de ir así que dormí profundamente hasta casi el mediodía y por lo menos David no me molestó.

Sentía mi cuerpo todo sucio así que me limpié y me bañé demasiado bien apenas me levanté, frotando todo mi cuerpo sacando cualquier resto de semen que tuviera.

Esa tarde, volví a pelearme con David, esta vez por el control de la tele. Nos agarramos a los golpes con toda nuestra fuerza pero obviamente la cosa no me favoreció. Terminé con varios moretones a la altura de las costillas y en mi brazo, pero logré arañarle la mejilla derecha y morderle la muñeca izquierda, dejándolo marcado.

A pesar de perder, terminé satisfecho con el resultado: mi propia forma de venganza contra él.

Después de eso, me dediqué a esperar a Fran. No sabía exactamente cuando volvería excepto que sería al finalizar la tarde, así que la espera fue eterna. La lluvia no paraba del todo, el cielo estaba gris, y yo no hacía más que dar vueltas por la casa y asomarme a la calle cada pocos minutos. El reloj parecía trabado. El corazón, en cambio, no dejaba de correr. Lo necesitaba, lo extrañaba, lo adoraba. Nada me salía sin él; todo me iba mal.

Y cuando apareció, cuando por fin lo vi llegar —cargando su bolso y su mochila—, corrí hacia él como un desesperado, entre lágrimas, pronunciando su nombre. No me importó lo mojado del pasto, ni estar descalzo, ni que pudiera haber besado chicas mientras estaba fuera, ni nada más. Me lancé a sus brazos abiertos y me pegué a él con todas las fuerzas de un niño que había vivido una noche eterna.

—Bueno, bueno, parece que alguien me extrañó muchísimo —dijo mi preciado novio mientras yo enterraba mi cabeza en su hombro y sollozaba de felicidad pura.

Dejó su bolso en el suelo sin importar que se mojara y me levantó en sus brazos mientras besaba mi cuello.

—Ey corazón, ya vine. ¿Estás bien?

—Te extrañé mucho —le dije bajito.

—Yo también precioso. ¡Ay!, bajate que ya pesás mucho.

Me bajé y el volvió a recoger su bolso, ambos entramos en casa juntos.

Una vez dentro fui a lavarme la cara y después regresé bien sonriente, feliz porque ya tenía a mi protector de vuelta en casa. Fran estaba muy excitado y emocionado. Había sido la primera vez que había viajado tan lejos y sin su familia así que no paraba de contar cosas, de hablarme a mí, a David, a mi tía. Hizo toda una descripción de sus actividades y cosas que pasaron, nos dio un souvenir del lugar a cada uno y se la pasó hablando por como una hora mientras desempacaba. Lo escuché, feliz por él, pero envidioso porque a él le había ido tan bien sin mí mientras a mí la vida se me fue para el culo sin él.

Igual pronto Fran se dio cuenta de que yo estaba triste, de que mis lágrimas al verlo no habían sido por nada, así que cuando estuvimos solos me comenzó a preguntar que pasó.

Le conté lo de la escuela, le dije que me pegado mi tía, y sobre todo le conté entre lágrimas que David me había lastimado y le mostré los moretones. No le conté sobre el infierno que había atravesado la noche anterior. Tuve miedo: de que Fran le hiciera algo malo a David, que David le hiciera algo a Fran, que mi tía se enterara o de que mis padres supieran algo. El miedo me hizo callar y preferí solo hablar de mi pelea con David, y con esa versión mi novio se indignó y salió a encarar a su hermano menor. No sé si le pegó, pero conversaron buen rato. Si le hubiera dicho la verdad completa, no tengo duda de que lo hubiera matado. Y yo no pude decirla. El alivio de estar en sus brazos fue enorme, pero también vino con una culpa silenciosa: dormir pegado a él esa noche fue una mezcla de consuelo y desesperación. Lo necesitaba tanto que él casi no me reconocía.

—Mmm, ¿y desde cuando andás tan pegadito a mí? —me dijo después de que lo hubiera abrazado por trigésima vez en la noche.

—Te quiero mucho Fran y no me gusta que te vayas sin mí.

Rio suavemente y me pasó la mano por el cabello.

—Solo fue una vez—dijo mientras pensaba en silencio un momento—. ¿Sabés qué? Cuando seas grande, voy a hacer que viajes todo lo que quieras. Viajar es lindo.

—¿Pero no podés viajar vos conmigo?

—No siempre voy a poder estar con vos. Hay veces que uno tiene que trabajar o estudiar. Pero vos, chiquito… —dijo pellizcando mi nariz—. Vos vas a viajar mucho. Lo sé.

Lo abracé todavía más fuerte lo que causó que él riera otra vez. Le daba gracia verme tan pegado a su piel y desesperado por él, se sentía halagado por eso. Le gustaba que sea así, por lo que no sospechó nada raro, no hizo más preguntas de las necesarias ni nada de eso.

Si hubiera preguntado más, yo soltaba lo de David. Se lo decía. Pero no culpo a Fran por no haber insistido: ya tenía sus propios problemas con los que lidiar y yo nunca quise ser uno más.

Dormí superpegado y abrazado a él, como si mi cuerpo necesitara aferrarse a algo real para convencerse de que el miedo no me iba a tragar, pero sabiendo que a su lado estaba seguro y que no me iba a dañar. Ya no.

Pero el sueño no tardó en jugarme una mala pasada.

Soñé algo feo, algo que ya no recuerdo. Pero estoy seguro que era con Lucas, mi primer violador, el que más odié. Me desperté sobresaltado, con el corazón latiéndome en la garganta, los ojos llenos de lágrimas y un nudo en la panza que me ahogaba. Había gritado sin querer, porque lo sentí en mi garganta ardiendo.

Fran abrió los ojos de golpe y se incorporó un poco, sorprendido, todavía medio dormido.

—¿Qué pasa Eze? —murmuró, con la voz ronca de sueño.

Yo me encogí, temblando, incapaz de hablar al principio. Las lágrimas me corrían y solo pude soltar un sollozo ahogado.

—Tengo… tengo miedo —logré decir al fin, escondiendo la cara contra su pecho desnudo.

Él no dudó: me rodeó con su brazo fuerte y me apretó contra sí, con un gesto firme y seguro. Su otra mano me acarició la espalda con movimientos lentos, como si quisiera borrar el temblor de mi cuerpo.

—Shhh… tranquilo, estoy acá —susurró, inclinándose a besarme el pelo—. No pasa nada, no voy a dejar que nada te haga daño.

Yo lloraba bajito, respirando a trompicones.

—No quiero soñar más, Fran… no quiero.

Él me apretó un poco más fuerte, como si con la fuerza de su abrazo pudiera espantar la pesadilla.

—Entonces no soñamos más. Nos quedamos despiertos si hace falta. Yo te cuido.

Me hizo reír un poquito entre lágrimas, porque lo decía en serio y a la vez era con ese tono que usaba para sacarme una sonrisa. Me levantó la cara con una mano y me miró fijamente, con esa expresión que siempre me hacía sentir seguro.

—Escuchá —me dijo bajito—. Mientras yo esté con vos, nadie te va a hacer daño. Ni ahora, ni nunca. Los monstruos no pueden conmigo. Y tampoco pueden con vos, porque sos muy valiente.

Asentí sin poder responder. Me acomodé otra vez contra su pecho, y él me arropó con la manta hasta cubrirnos a los dos. Se quedó despierto un rato, dándome palmaditas suaves en la espalda, hasta que notó que mi respiración se iba calmando.

—Así… bien… tranquilo. Eso, mi valiente —susurró, dándome un besito en la frente—. Dormí, que yo estoy despierto por los dos. Yo te cuido.

No sé en qué momento me venció el sueño, pero esta vez caí en un descanso profundo, tibio. Al día siguiente me levanté distinto: liviano, feliz, casi radiante. Lo de David, los retos, todo lo malo de esos días se había borrado. Lo único que quedaba era la certeza de que Fran me había sostenido y salvado, como siempre hacía. Que vestido con su armadura brillante hecha de sueños, palabras bonitas y abrazos, había vuelto a derrotar a los monstruos que plagaban mis sueños.

54 Lecturas/11 noviembre, 2025/0 Comentarios/por Eze019
Etiquetas: gay, gays, hermano, heterosexual, primos, recuerdos, semen, viaje
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