El joven y el toro.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por luisjose1985ab.
TORO
Cuando se es joven no se piensa mucho, ingenuo, estúpido y desmedido, a mi edad no puedo imaginar como pude ser tan… tal vez hayan sido las hormonas las que pudieron haber destruido mi fama de niño bueno y colocar en boca de todos a mi familia.
A mis 24 años la vida del campo es lo mío, como las generaciones pasadas de mi familia seguía trabajando para que el ganado y la siembra de la hacienda siguieran en pie.
Desde que tengo memoria ya cumplía alguna función dentro de las hectáreas de la hacienda y sumado a la escuela, así transcurría mi vida en mi pueblo querido.
Mi gran secreto que a pocos se lo había confesado, es que más de una vez he tenido algo que ver con algunos trabajadores de mi padre y es que siempre me han excitado los hombres aunque eso podría convertirse en un infierno en mi familia, las mentes en los pueblos son menos abiertas y eso me ha obligado a tener una doble vida.
Perdí la virginidad a los 15 años en el establo con José, uno de los hombres de confianza de mi papá que para aquel entonces tenía 32 años.
Un día estaba echándole comida a las gallinas cuando lo vi pasar hacia la parte de atrás del establo y sin más saco su verga y empezó a mear.
Lo observe por unas ranuras y quede impresionado con una verga enorme oscurísima y ese líquido potente que salía de ella.
Ahora comprendo que son cosas de la adolescencia, empiezas a sentir esa picazón y pierdes la cabeza.
Seguí observando a ese hombre de espalda ancha y unos brazos fuertes que le había dado el campo y sin querer se me paro… el corazón.
Se meneo su verga un par de veces y se incorporo.
Yo no sabía qué hacer conmigo mismo, sentí algo que me dominaba pero a la vez ese miedo de que me hubiese visto.
Esa noches transcurrieron entre pajas y más pajas.
Los días pasaban y cada vez que veía a José, me parecía más interesante aunque llevaba años trabajando con mi familia nunca lo había visto de esa forma.
De niño siempre le gustaba juguetear conmigo como todos los trabajadores de mi padre pero esa etapa había quedado atrás.
Un día comencé a perseguirlo, la curiosidad me estaba matando.
Quería volver a verle la verga cuando meara y eso me tomo bastante tiempo.
No sabía que me estaba pasando.
Siempre me escondía entre el monte, las plantaciones o las casuchas de los animales donde estaba José para poder repetir ese momento que tantas veces me provocaban pajas una y otra vez pero era más difícil de lo que yo podía.
Un día por casualidad estaba comiendo en las plantaciones de maíz sentado en una piedra grande un pedazo de pan con queso que le había robado a mi abuela que se hacían aquí mismo.
Había sentido un ruido pero no había visto que era, inmediatamente corrí a esconderme ya que podía ser mi abuela o mi mamá, gatee entre las plantas y quede asombrado.
Pude ver a Claudia, la hija de doña Josefa la cocinera, acostada boca arriba y con las piernas abiertas y entre ellas José mostrándome sus nalgas y sus enormes bolas que bailaban junto a un pedazo de verga.
Para mí eso fue el cielo, la excitación me domino y en segundos ya sentía mi verga dura.
Acostado en el suelo, saque mi verga y sin importar que alguien me viera, comencé a masturbarme con frenesí, segundos después un chorro de liquido espeso salía disparado regando las plantas.
Quede en el suelo casi muerto esta situación me estaba sobrepasando.
Para ese entonces no sabía cómo era el sexo, no existía esa facilidad con el porno y lo más cerca, eran las fiestas con las burras que le gustaban a mis amigos y aunque estuve en varias no me atreví aunque admito que fueron morbosas.
Seguí observándolos, Claudia gemía como loca pero José le tapaba la boca con una mano, su ritmo cada vez era más feroz parecía un animal, un toro enfurecido.
Yo seguí excitado y volví a reiniciar otra paja, José se había quitado la camisa y ahora podía ver sus músculos llenos de sudor lo que me estaba excitando mucho más.
No se cuanto tiempo había pasado pero José había sacado su enorme verga llena de liquido y empezó a soltar chorros de leche que cayeron en el cuerpo de Claudia, otras en el suelo lleno de hojas y sus ropas.
-Esta es la última vez José-Dijo Claudia con la respiración agitada-Tu sabes que estoy comprometida.
-No seas así, tú sabes que aquel pendejo no te va a dar lo que yo te doy.
-Aquel pendejo como tú lo llamas me va a sacar de este pueblo, siempre fuimos claros.
Esto es un pasatiempo.
Se arreglaron la ropa y aunque habían tenido una buena faena la situación se había puesto tensa, Claudia se fue por un lado y José paso a mi lado, casi me descubre.
Yo espere un momento y luego fui a acostarme donde habían estado cogiendo como animales, con mi verga aun afuera volví a la marcha y con los ojos cerrados termine de nuevo bañándome en mi propia leche.
Esa noche en mi cama me masturbe 2 veces más, imaginaba esa verga parada balanceándose y luego levantada, sentía que podía tocarla y masturbarla.
Una vez que llegue a mi último éxtasis me entro el remordimiento.
Como podía ser posible que estando la Claudia con esas tetotas y ese culazo no la había tomado en cuenta solo veía a ese moreno que me tenia loco y no entendía la razón.
Desde ese día mi trato con José empezó a ser diferente, no podía dejar de verlo, me intimidaba y no sabía qué hacer.
Yo seguía persiguiéndolo de vez en cuando tratando que mis responsabilidades no se alejaran de él.
Pasaron meses sin nada nuevo pero una mañana lo seguí a una parte alejada del establo, hacia el rio.
Mis dotes de espionaje estaban activos hasta que unas gallinas me delataron.
-¿Quién está ahí?-Pregunto el moreno volteando hacia donde yo estaba-Salga que lo escuche-Empuño el machete y se dirigió hacia donde yo estaba.
-No me haga nada señor José, soy yo Toñito-Salí asustado de mi escondite.
-¿Qué haces tú por aquí Toñito?-Dijo José relajando su cara y guardando su machete.
-Es que… yo… iba al río.
-Yo también, la calor esta brava.
Llegamos al río, de inmediato el señor José se quito la camisa y empezó a brincar entre las rocas yo lo seguía.
Cada vez nos adentrábamos más a los terrenos vírgenes de la hacienda.
Llegamos a una parte donde las rocas estaban más grandes y el agua más profunda, aunque la corriente no era tan fuerte.
José se quitó todo y salto al rio como un niño.
-¿Qué esperas? Lánzate Toñito el agua esta buena.
-No de seguro esta fría-Me excuse sabiendo que el agua del rio siempre era fría.
-No seas señorita, vente carajo-Gritó José con una sonrisa en sus labios.
-Pero es que…
-No es la primera vez que te bañas conmigo.
Me quite la ropa y mi verga estaba morcillona, corrí hasta la orilla y me lance rápido para disimular.
-¿Cómo has crecido Toñito? Antier eras solo un carajito.
Guarde silencio, mientras lo miraba a la cara y luego por pena miraba hacia los arboles.
Sabes que estoy algo preocupado por ti, por eso estamos aquí he notado que me estas persiguiendo.
Yo quería ahogarme en el rio en ese momento, no encontraba donde meter la cara y el miedo se afinco en mi estomago.
-¿Qué dirá mi papá?-Pensé.
Lagrimas empezaron a correrme por mis cachetes y estoy casi seguro que me puse rojo.
-No, tranquilo no llores.
A mí también me gustan los hombres y mucho más las mujeres.
-Mentira, a mi no me gustan.
-Claro que si desde hace tiempo atrás, me andadas persiguiendo para verme el guevo.
-Es que yo…
-No digas nada… conmigo estas seguro pero debes a aprender a disimular.
Nadie se puede enterar y eso que hiciste conmigo te pudo meter en algún problema grave.
Yo estaba sorprendido nunca hubiese pensado que José, ese macho con esposa y todo me estuviese diciendo eso.
Lo bese por impulso, un breve beso pero lo hice.
–No debí hacerlo-Inmediatamente pensé.
El silencio se hizo, José me quedo mirando al igual que yo a él, sentí miedo.
-No me gustan los besos entre hombres muchacho pero me excitan otras cosas-Dijo José con su cara serena.
-Lo siento.
-Tranquilo, mi esposa no me da na´ ni tampoco mis otras novias-Confesó-Tócame para que veas como ando estos días Toñito.
Puso su mano en mi brazo y fue bajando hasta llegar a mi mano, agarrándola y poniéndola en ese pedazo de carne bajo el agua que ya estaba duro.
Yo no sabía que hacer, mi corazón estaba acelerado y aunque estaba en blanco en ese momento empecé a tocar sus bolas y a pajear su verga.
Sus manos callosas y fuertes empezaron a tocar mi pecho y luego mis nalgas.
Una sensación extraña me invadió, una corriente recorria mi cuerpo y aunque resultaba placentero ese nuevo contacto de su cuerpo con el mío me pareció demasiado.
José cruzo sus manos por mi espalda dejándome totalmente pegado a su cuerpo.
Nuestras vergas empezaron a endurecerse y nuestros cuerpos a tocarse de una forma que nunca había sentido.
Ese macho amasaba mis nalgas, haciéndome a veces levantarme un poco quedando su verga por debajo de mis bolas.
Cada caricia, ese calor era algo nuevo para mi y por ende excitante a tal punto que estaba dispuesto a hacer lo que ese macho propusiera.
Una piedra que sobresalía del nivel del río fue donde el moreno me ubico para dejarme más alto y hacerme la primera mamada de mi vida.
-Nunca he hecho esto toñito pero como sé que es tu primera vez, quiero que disfrutes.
Se metió mi verga de uno solo haciéndome gemir, se la trago casi entera y yo me sentía desfallecer de placer, se ahogo pero continuo con el trabajo.
Subía y bajaba, acariciaba mis bolas y hasta en algunos momentos acariciaba con un dedo la puerta de mi culo.
Yo estaba que reventaba de placer, el chapoteo del agua se hacía más audible por la mamada que me estaba haciendo ese macho.
Estaba extasiado y no podía aguantar más, era imposible.
El sexo nunca es como lo imaginamos, todas estas sensaciones me sobrepasaban y simplemente te dejas hacer.
Dejando toda mi verga en su boca no se la saco hasta que el último mililitro de leche no saliera de mi verga.
Se hundió en el agua y quede sentado en la piedra, extasiado y todavía loco por ese hombre de metro ochenta y ese cuerpo enorme.
Vino de nuevo hacia mí, como un muñeco me bajo de la piedra y agarrándome una mano, me la puso en su verga que era muy larga y venosa.
Yo lo empecé a masturbar al comienzo muy lento y cuando me adapte empecé a hacerlo lo más rápido posible.
Su cara denotaba que estaba gozando, llevábamos unos minutos así cuando agarrándome de los muslos me cargo hasta la orilla y en una piedra que hacía las veces de piso se agacho dejándome encima de él.
Me atrajo hacia él con sus brazos enormes que le había proporcionado el trabajo de campo y juntando nuestras caras nos besamos aunque fue algo incomodo.
Yo no sabía besar y él estaba algo paralizado.
Un momento despues José se le notaba otra cara, esa que más tarde comprendí que era sobre estar excitado.
Sentía su larguísima verga en mis nalgas, el levantaba su cadera para que su glande se paseara por ella.
Yo parecía un juguete delante de aquel macho que me tenía aprisionado para su búsqueda de placer, sentí su glande en la puerta de mi culo y como después no se movían hacia los lados sino que quería penetrarme en serio.
Yo estaba asustado, mis nervios me empezaron a dominar de nuevo aunque mi verga empezaba a elevarse de nuevo.
Sentía como un líquido mojaba mi puerta trasera, cada vez sentía más presión y el dolor a continuación.
-No por favor, me duele-Le decía casi al oído.
-Quédate tranquilo, después te gustara lo que pasa es que eres virgen-Dijo José fuera de si.
-No no no, me duele mucho-Yo casi lloraba pero José seguía presionando.
-Que apretado estas carajo, uff, este culo esta como me gustan.
-AAAYYY NOOO SUELTAME-Apenas pude decir ya estaba llorando.
-Está bien Toñito-desistió José que tenia la respiración acelerada-Si te la meto no podrás ni caminar y nos meteremos en un peo, mejor mámamela.
Él me había soltado, sentía todavía como mi culo se abría un poco y aunque no me había penetrado me dolía.
Aprovechando que ese macho estaba boca arriba, me situé entre sus piernas y observe esa verga, la agarre con mi mano y no era tan gruesa pero de largo era otra cosa.
Apreté su verga desde la base midiéndosela, fueron 3 veces o sea 12 dedos y algo más.
Con mi mano en su base fui en busca de esa verga con mi boca, tenía un sabor salado que tragaba sin reparos aunque casi no podía meterla en mi boca, ni siquiera llegaba a la mitad.
El tomo mi cabeza con su mano y trato de meterla más adentro pero mis ganas de vomitar eran demasiado fuertes además que no podía respirar.
Insistió una y otra vez, en meter su verga completa en mi boca y yo me dejaba hacer, mientras tanto con una de mis manos me hacia una paja.
Mis babas bañaban sus bolas y parte de sus piernas.
José abrió sus piernas poniendo el paisaje aun mejor.
Sus bolas se veían enormes y su verga más larga aun.
-Méteme un dedo-Dijo desesperado el moreno.
Aprovechando mis babas lo hice, metía mi dedo completo y su expresión fue de un placer mayor.
Me metí su verga en mi boca de nuevo dándole placer junto a ese dedo que salía y entraba.
-Así Toñito, que rico lo estás haciendo.
Empecé a tocar sus paredes anales con mis dedos y José no pudo más.
Su anillo anal apretó mi dedo, no sabiendo lo que se avecinaba empecé a sentir como empezaron a salir espesos chorros de leches que cayeron en mi boca y luego bañaron su propia verga ya que no podía tragarlos.
Aprovechando el éxtasis del momento empecé a masturbarme de nuevo y apunte mi verga a su abdomen, bañándolo de mi leche.
La imagen de José en el piso y yo echándole mi leche encima todavía la recuerdo como si fuese ayer, su cara de ido y esa corriente que me envolvió cuando yo estaba acabando de nuevo.
Quedamos unos minutos en el suelo abrazados, sin hablar y casi somnolientos hasta que interrumpimos todo para volver al río y quitarnos toda nuestra leche que se había secado.
Volvimos a la parte central de la hacienda cada quien por su lado, nos huimos en la hacienda pero esa noche caí como muerto luego de una paja recordando lo que había pasado.
CONTINUARÁ
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Masajes prostático para todos.
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