El jubilado me sedujo en el campo
Caminando por el campo, me encuentro un jubilado que sabe llevarme a su terreno. Con su manera de proceder me hipnotiza y acaba montándome como a una hembra..
La vida, a veces, afortunadamente, te sorprende. Llevo toda la vida teniendo fantasías en las que mantengo relaciones sexuales con hombres. En estas fantasías, me gusta sentirme pasivo (e incluso algo sumiso y un punto femenino). Mi personaje, en esas fantasías, contrasta con la personalidad del hombre que está conmigo: masculino, viril, vicioso, dominante, machista, muy activo y nada vergonzoso.
Por desgracia, no sé el por qué, nunca he dado el paso: nunca he quedado con un hombre. Me da mucha vergüenza y miedo. No se….es algo casi irracional, cojo cómo un miedo escénico que me paraliza y bloquea, y nunca he conseguido dar el paso. Soy sensible y muy vergonzoso, eso no ayuda.
Vivo en un pueblo que se encuentra a unos 70 km de una gran ciudad (Barcelona). Es una gran suerte poder vivir fuera de la ciudad. El entorno te ayuda a desconectar y a vivir más tranquilo.
Una de las actividades que te permite vivir en un sitio así es ir a caminar. Lo hago menos de lo que debería, pero de vez en cuando, salgo a caminar por el campo. Hay gente, sin embargo, que parece que se pasa el día paseando: siempre te los encuentras aunque tus salidas sean poco frecuentes, y con horarios y trayectos dispares.
Estaba pasando una época en la que cada fin de semana salía. Era verano, y me resultaba más apetecible salir a caminar (a pesar del calor). A veces salía muy temprano por la mañana, y en otras ocasiones, salía al atardecer. Se dio la circunstancia de que si salí 10 veces, vi al mismo señor caminando 7. Ya lo había visto otras veces (antes de esta última periodo de salida), pero con tanta frecuencia como esta última no.
Tenía pinta de ser el típico Sr. mayor obsesionado con salir a caminar. Se le veía muy en forma. La gente de esa edad (parecía tener entre 60 y 70), en algunas ocasiones, no tiene demasiado cuidado con la vestimenta: siempre llevaba los mismos pantalones cortos marrones (de medio muslo) tipo safari/coronel tapioca (se notaban ya gastados). Llevaba botas igual de gastadas y usadas de la marca Quechua. Los calcetines no siempre eran del mismo color, pero siempre eran algo largos. De arriba, que yo recuerde, nunca llevaba nada; siempre iba a pecho descubierto. Estaba muy bronceado. No estaba gordo, más bien lo contrario. Eso sí, la edad no perdona, y a pesar de su delgadez y su excelente estado físico, se notaba que no era joven (su cuerpo ya no se veía fibroso, sus carnes en alguna parte se veían algo caídas, arrugas inoportunas…) . Debía haber sido un hombre peludo porque todavía algo de bello corporal. Su bello era mayoritariamente blanco y al contraste con el bronceado, le daba un aspecto viril. Todavía tenía cabello. Su cabello era entre gris y blanco. Aunque no estaba calvo, se notaba una pérdida de densidad notable. No tenía aspecto de pasar frecuentemente por el peluquero. Su cabello estaba algo pasado de longitud y desordenado (sobre todo la parte del flequillo, que se levantaba con facilidad). Eso sí, como la gran mayoría de los hombres de esa generación, con la cara perfectamente afeitada. Siempre que lo vi caminando, siempre blandía un palo o vara de pastor.
La característica que más definía a este hombre, era el rictus serio que tenia. Siempre caminaba rápido y concentrado (como en tensión). Debía salir mucho a caminar y se notaba en forma.
Cuando me encontraba con él, saludaba (sin demasiadas ganas, pero saludaba).
Hubo un día en el que el calor apretaba de forma notable. Aunque era al atardecer, el bochorno era notable, y el sol todavía picaba. Al lado del camino había un conjunto de arboles que conformaban un pequeño bosque. Decidí ir bajo ellos para descansar. Me senté en el tronco de un árbol que alguien había talado y dejado allí. Al poco de estar allí, apareció de nuevo aquel Señor caminando con su vara (increíble, allí estaba de nuevo). Me vio, y noté que desaceleró la marcha. La piel le brillaba, supongo que del calor y del esfuerzo realizado. Una patina de sudor cubría su torso moreno. Con el brillo, parecía más moreno todavía. Desacelero y se le notó dubitativo, finalmente se dirigió a dónde yo estaba. Mientras venía, de vez en cuando, levantaba la cabeza y me miraba. Lo observe mientras venía hacía mi con el rictus serio (cómo siempre). Me pareció extraño que viniera a dónde yo estaba (siempre había sido parco en palabras).
Lo primero que dijo fue: – Que calor hace hoy, joder !
Yo con amabilidad le dije que sí. Que era un día muy caluroso que hasta a mi me había pillado desprevenido.
Después dijo: – El sol todavía quema.
Una vez dicho esto me pregunto: – No tendrás algo de agua ?
Ahora que pienso, este señor siempre iba a pelo, sin mochila ni botella de agua. Supuse que le había sorprendido la dureza climatológica del día y sentía la necesidad de beber.
Yo siempre llevo dos botellas de agua de medio litro y le ofrecí una. De una atacada, a pesar de estar caliente, se bebió la mitad. Bebió con mucha avidez. Le dije que se la podía acabar. No insistió, con la misma urgencia, se bebió el resto. Debía estar apurado.
Me devolvió la botella vacía. Sin que yo le hubiera preguntado nada me dijo: – Me cago en las putas pastillas de la diabetes ! Desde que las he empezado a tomar no hago más que mear.
Interpreté que hacía poco que se las tomaba y que ese era el motivo de su estado de deshidratación.
Sin más, se acerco a un árbol cercano a dónde yo me encontraba y dejando su palo apoyado en unos arbustos, se dispuso a hacer aquello que era más que evidente; ponerse a orinar. Se bajó la bragueta y hurgando dentro del pantalón se sacó el miembro. Casi de inmediatamente, un chorro caudaloso salió chocando con el suelo.
La verdad es que ese hombre no debía ser excesivamente vergonzoso. Que le hubiera costado apartarse un poco para orinar. Se puso a no más de 5 metros, de perfil a mear la base de un árbol. Lo seguí con la mirada, sin intenciones morbosas. Cómo mínimo se podría haber puesto de espalda. Hay que ser animalito, pensé yo.
Intente dirigir mi mirada a otro sitio. Pero el ruido del chorro al tocar el suelo y la imagen de perfil de ese hombre meando me resultaron imnóticas. Era difícil valorar el tamaño de su miembro (así de perfil, con la polla saliendo del pantalón). Si que era cierto que le colgaba de forma flácida una longitud considerable por fuera del pantalón. Él la cogía cómo de la base manteniéndola en posición horizontal, pero a partir de dónde la sujetaba caía para abajo unos 8 centímetros. Sin exageraciones, pero no parecía tenerla pequeña. Los que si puede precisar desde mi posición, es que la tenia descapullada: se delineaba de forma exacta el perfil de su glande (de buen tamaño también).
En un momento dado el ladeo la cabeza y pudo ver que lo miraba mientras miccionaba.
No se podía negar: tenía ganas de orinar, estuvo un rato interminable expulsando un sostenido y caudaloso chorro de orina.
La situación se me antojó tensa. El silencio solo se cortaba por el ruido de su chorro chocando contra el suelo.
En varias ocasiones fue mirándome y observando mientras mingitaba. Siempre me enganchaba mirándole.
En un momento dado, la cantidad de orina empezó a disminuir. Disminuyo hasta el momento en el que solo ya caían unas gotas. Finalmente, se la meneo para desprender las últimas gotas de orina. Zarandeó con insistencia su badajo hasta que quedó satisfecho. Giro su cabeza hacía dónde estaba yo y me volvió a enganchar mirándolo (que casualidad…). Después de dirigir su mirada hacia mí, miro hacía varias direcciones como oteando el horizonte (cómo si quisiese saber si había alguien alrededor).
Al hacerlo él, no sé muy bien porque (cómo reflejo o por curiosidad), yo también comprobé si venía alguien. No había nadie por allí.
Mientras todavía reconocía visualmente los alrededores, introdujo lentamente su miembro dentro del pantalón. Era todo algo extraño. Dejó de mirar en todas direcciones y clavo la mirada en mí. Se dirigió hacia mí. Yo me puse algo nervioso; no entendía lo que estaba sucediendo. Camino hasta dónde yo estaba sentado y se colocó frente a mí. El me miraba desde arriba y yo sentado lo miraba desde abajo. Eso situación/posición me hacía sentir, no sé cómo decirlo, empequeñecido. Baje algo la mirada y pude ver que no se había subido la bragueta. Se podía ver cómo asomaba el nacimiento de su polla junto a sus vellos púbicos. Me quede entre helado y bloqueado. En ese mismo momento fui consciente de que él podía tener alguna motivación sexual. Hasta ese momento, no lo había visto venir.
Me extendió su mano cómo para que yo le diera la mía. No sé muy bien el porqué (supongo que estaba nervioso y me salió cómo acto reflejo) pero se la di. Para que me entendáis: me sentí cómo una damisela a la cual sacan a bailar. Con tono serio pero sereno me dijo: – Ven !
Me levanté y él se puso a caminar hacia el interior del pequeño bosque dónde nos encontrábamos. El caminaba con paso seguro y yo iba detrás siguiéndolo cogido de su mano. No sabía lo que hacía, estaba cómo bloqueado y lo seguía cómo un corderito.
Es una hipótesis que ahora me hago: creo que no me revelé y huí en el mismo momento que percibí sus intenciones, porqué sentí una extraña forma de amabilidad y caballerosidad en su manera de proceder. Me hizo sentir cómo a una señorita seducida y deseada. Creo que eso fue lo que me hizo seguirlo. Sin ser consciente, este hombre, había tocado la tecla exacta para desbloquearme (no se…todo sucedió tan repentino). Fue serpenteando por entre el bosque. Caminaba sorteando la vegetación como con urgencia y de forma nerviosa, con rapidez. Yo lo seguía, cogido de su mano, conducido por él como si fuera un niño. Llegó a una zona del bosque dónde empezó a aligerar la marcha. Empezó entonces a mirar en todas las direcciones. Supuse que debió ver algo que le gustó, porque se paró. Imagino que había encontrado el nivel de invisibilidad que buscaba. Aunque yo estaba muy sobrepasado por todo lo que sucedía, si que pude percibir que dónde nos habíamos parado, era un lugar muy aislado y tupido. No tuve tiempo de pensar mucho (afortunadamente), después de hacer una última revisión del entorno, él se fue acercando hasta ponerse en frente de mí. Todavía él tenía mi mano cogida. Aunque estaba totalmente bloqueado y desbordado por la situación, pensé en lo extraño que era el hecho de que tuviera sujetara mi mano. No sé cómo explicarlo; me daba tranquilidad y a la vez me hacía sentir deseado. Aunque, ese gesto de sujetarme la mano, no cuadraba demasiado con las características que ese hombre transmitía: serio, rudo, primitivo…
Se acercó a mí mirándome fijamente y, sorprendentemente, extendió su otra mano libre para que le entregara yo la mía libre también. Se la di. Inmediatamente después de dársela, se acercó pasando sus dos brazos por detrás de mí. Me abrazó colocando sus manos por la zona de mis riñones (justo encima de mi culo). Cómo sus manos llevaban sujetas las mías, me quede como maniatado y ofrecido. Me sentía cómo si me hubiera esposado. En esa posición, se acerco a mí lentamente y me dio un piquito en los labios. Eso tampoco me lo esperaba. No parecía ese perfil de hombre al que le gustan esas cosas. Este hombre era una continúa caja de sorpresas. Me fue dando delicados y suaves piquitos en los labios hasta que en uno de esos piquitos noté la humedad de su lengua pasando fugazmente por entre mis labios. Era increíble cómo este hombre iba haciendo avances con determinación pero con cautela. Eso hacía que yo no quisiera huir o me bloqueara. Me tenía cómo medio anestesiado. Todo lo que hacía me mantenía subyugado.
Sus besos cada vez eran más invasivos. Su lengua cada vez se introducía más en mi boca acariciando interiormente mis labios. Ese contacto me daba placer, me excitaba, me hacía vibrar y me aflojaba. De manera casi involuntaria, con el deseo y la excitación que sentía, mi boca se fue abriendo. Era ya yo el que deseaba más contacto íntimo y húmedo durante nuestro beso. Supongo que él lo notó, porque no tardó ni medio segundo en introducir por completo su lengua dentro de la mía. Fue un momento delicioso cuando nuestras dos lenguas se pusieron en contacto. Inmediatamente, yo empecé a respirar fuerte y a casi gemir. Me metía su lengua en mi boca de forma pasional y cómo lleno de necesidad de contactar con la mía. Enseguida quede atrapado por lo sexual de la situación y por el sabor de su boca. Ya no pensaba en nada más que en disfrutar de su boca y en el contacto de nuestras húmedas lenguas. Ya era yo también quien metía mi lengua dentro de su cavidad bucal buscando más humedad y contacto. Los dos gemíamos ostensiblemente. La posición en la que él me mantenía creo que ayudaba a la erótica de la situación (mis manos apresadas en mi zona lumbar por las suyas). Supongo que debido a la excitación que sentía, cada vez apretaba más fuerte mis manos y cada vez me empujaba más hacia él. Yo sentía que sus manos empujaba mi culo y que nuestros vientre cada vez estaban más enganchados.
Notaba el calor de su torso desnudo en contacto con el mío. Su cuerpo despedía mucho calor. También desprendía olor. No es fácil explicar; su cuerpo desprendía olor, un olor a cuerpo pero que no resultaba ofensivo (todo lo contrario). Era un olor a cuerpo de hombre que lleva unas horas sin ducharse (sin oler a sudor ni nada que se le parezca). Era un efluvio muy particular, creo que muy suyo, cómo muy viril: un aroma que me gustaba y me excitaba. De vez en cuando también percibía el olor dulzón de su after shave.
En un momento dado, libero mis manos. Lo hizo para poder meter sus dos manos por dentro de mi pantalón y poder tener acceso a mis glúteos. Las palmas de sus manos empezarón a acariciar mis nalgas. Alternaba las caricias con poderosos estrujamientos en mis glúteos que me provocaban un desconocido placer. Apretaba y amasaba tan fuerte mis nalgas que, de alguna forma, ese desplazamiento llega a mover las paredes de mi esfínter; produciéndome unas punzas de placer en mi agujerito (estaba descubriendo cosas que en mi vida había conocido y que desconocía que pudiera experimentar). Me gustaban mucho sus caricias, pero anhelaba desesperadamente sus apretones para sentir de nuevo ese placer indescriptible que sentía en mi interior a través de mi esfínter. Juro que sentía como si mi culito se mojara y si abriese con esas caricias que realizaba en mis nalgas y que resonaban en mi agujerito. Arrancaba de mi un gemido cada vez que asía y apretaba mis nalgas. A medida que lo iba haciendo, aumentaba mi hipersensibilidad en la zona anal hasta el punto que, cuando lo hacía, yo empezaba a temblar y a contraerme de placer.
Él lo notó. Dejó de besar y chupar mi cuello (que era lo que hacía en ese momento). Supongo que quiso saber que pasaba y se incorporó un poco para coger perspectiva y poder observar mis reacciones. Me miró y me sentí cohibido y algo avergonzado. Apretó mis nalgas con fuerza a la vez que me las abría. Uufff !!! Esa combinación me mató. A pesar de la vergüenza que sentía por sentirme observado no pude evitar pegar un respingo y empezar a temblar y gemir estentóreamente. Él no dejaba de hacerlo y yo me retorcía de placer. Él me miraba con cara de sorpresa. Yo intentaba evitar su mirada. Supongo que le sorprendió mi sensibilidad anal.
Se volvió a acercar más a mí, a la vez que introducía una de sus manos entre mis nalgas. Solo sentir eso me produce como un escalofrío y un respingo. Yo también estoy sorprendido con el nivel de hipersensibilidad alcanzado. Noto como su mano se aplana dentro de mis nalgas para poder colocar su dedo índice sobre mi agujero. Tan pronto noto ese ligero contacto tengo cómo una convulsión y empiezo a temblar. Me siento mareado y entorno los ojos. Él empieza a acariciar mi esfínter y yo empiezo a respirar entrecortadamente y a gimotear. Tiemblo mucho y mi cuerpo se descontrola. Para poder aguantar el placer tan intenso que siento y que hace que mi cuerpo se mueva sin control, casi involuntariamente, me abrazo a mi hombre. Rodeo su cuello con mis brazos y pongo mi cara al lado de la suya. Me cabeza descansa sobre mis propios brazos (que rodean su cuello) con los ojos cerrados, tratando de controlar mis convulsiones. En esa posición entierro mi cara en su cuello y siento su viril fragancia a hombre. Me siento congestionado y cómo en una nube. Estoy fuera de mí.
El no deja de acariciar mi culito y mi placer va en aumento. La verdad es que no se mi ano autolubrica o es que con la excitación estoy sudando; pero noto mucha humedad en toda la zona dónde ese hombre me está acariciando. Él también lo debe notar porque, poco a poco, noto como empuja su yema del dedo índice contra mi esfínter mientras me acaricia. Yo cada vez noto más punzadas de placer en mi ano y más gozo en todo mi cuerpo. No puedo dejar de moverme y removerme. Estoy tan enajenado que dejo de sentir vergüenza. Es tanto el descontrol de mi cuerpo debido al placer que necesito sujetarme con más fuerza a ese hombre. Me agarro a él abrazándolo con cada vez con más fuerza. Es tanto el placer que siento, que no puedo atenderlo a él. A duras penas puedo aguantar las oleadas de placer que me vienen sin caerme al suelo. Abrazado a él sintiendo su calor y su olor, me hacen sentir cómo protegido y en un lugar en que quiero estar.
Finalmente, en uno de los intentos, este hombre consigue ingresar la punta de su dedo dentro de mi esfínter. La excitación que llevo, me hace sentir que mi agujero está mojado y abierto. Siento que he sido yo el que ha provocado y causado la profanación de mi culito. Era imposible que durante sus caricias pudiera evitar que su dedo entrase. Prueba de lo que digo es que, su dedo ingresa totalmente dentro de mí, recién ha traspasado su primera falange. No sé si él me lo ha metido o yo se lo he succionado.
Una nueva oleada de placer desconocida me invade. Es tal el deleite que siento que se me hace hasta insoportable de aguantar. He perdido toda compostura y autocontrol. Ingreso con más fuerza mi cara en su cuello. Lo abrazo desesperadamente mientras no dejo de gimotear.
El mantiene el dedo ingresado en mi interior sin apenas moverlo. Lo tiene todo metido dentro y repetidamente hace fuerza con el cómo para meterlo más todavía. No sé que toca en mi interior que todavía consigue arrancar de mi más placer. Cómo ya he perdido todo tipo de vergüenza y pudor, instintivamente, cuando los temblores, los movimientos descontrolados de mi cuerpo y la debilidad de mis piernas me lo permiten; voy separando mis piernas (supongo que para dar más espacio a su manos para que introduzca más su dedo dentro de mí).
Cómo en el resto de ocasiones, el se percata de mis intenciones. Es entonces cuando supongo que él decide, con todo merecimiento y justicia, apuntarse a la fiesta. Saca el dedo de mi culito (dejándome con una sensación de vacío y añoranza instantánea). Me abraza con fuerza y me levanta. De forma instintiva paso mis piernas por detrás de él abrazándolo. Me lleva con mucho ímpetu, fuerza y decisión a unos metros dónde nos encontramos. Yo no sé que quiere hacer y a dónde me lleva (continuo abrazado a él cómo un Koala con mi cara escondida en su cuello). Me siento de nuevo como un niño o cómo una señorita indefensa.
Recorrido esos pocos metros noto que afloja su abrazo. Yo dejo de abrazarlo con mis piernas y bajándolas vuelvo a apoyarlas en el suelo.
Deja de abrazarme y lleva sus manos a mis brazos (que están enroscados a su cuello). Noto que quiere liberarse de mi abrazo. Yo me desperezo (estaba tan a gusto abrazado a él sintiendo su olor). Me separo poco a poco de él, siguiendo sus indicaciones (no sé con qué intención). Lo primero que noto cuando dejo de abrazarlo es que mis piernas tiemblan y a duras penas sujetan mi peso. Lo segundo que noto es una profunda fotofobia: he estado todo el rato con los ojos cerrados. Supongo que ha sentido un acto reflejo llevado por el insoportable placer estaba sintiendo.
Estábamos recién separando nuestros cuerpos y yo ya encontraba a faltar el sentirme abrazado a él.
Yo empezaba poco a poco a “despertarme” y recuperar la visión. Lo vi a él de nuevo oteando los alrededores. Supongo que no vio nada porque, ni corto ni perezoso se bajo y sacó sus pantalones. Durante el inicio de la bajada de sus pantalones, su polla salto como un resorte. Me quedé muy sorprendido. Su tamaño era notable. Digo tamaño porque, sus dimensiones eran considerables a nivel de longitud cómo de grosor. No miraba al cielo, pero sí que apuntaba algo más alto que la horizontal. Dado al tamaño y al peso que debía tener aquel trozo de carne, era digno de admirar que venciera con tanto poderío las leyes de la gravedad. Resumiendo aquel Sr. mayor, estaba satisfactoriamente bien dotado.
Yo estaba un poco superado por las circunstancias. La excitación y el placer que había experimentado segundos atrás, me habían dejado con una más que notable debilidad física y mental. Estaba aturdido, confundido y falto de toda voluntad. Estaba totalmente en manos de ese hombre. Yo era incapaz de tomar ninguna decisión o/e iniciativa.
Fui consciente y admiré con satisfacción las bondades de su miembro, pero mi estado de confusión y letargo me impedían tomar ninguna iniciativa. En otras circunstancias muy diferentes a las actuales me hubiera encantado saborear y oler aquella bendición de la naturaleza que tenía ese hombre en la entrepierna.
Se saco el pantalón corto como pudo (con algo de dificultad) y quedo solo vestido con sus calcetines y sus botas.
Cogiéndome por la cintura me condujo empujándome hacia un árbol. Me costaba caminar y me flaqueaban las piernas. Agradecí que me guiara. Me dejó en frente del árbol y él se colocó detrás de mí. Buscó con sus manos las mías y cogiéndolas me las llevó al árbol para que me apoyase. Me dejo con las manos apoyadas en el árbol a la altura de mi cabeza. Aprovechó ese instante para besar fugazmente mi cuello.
Aún detrás de mí, me bajo los pantalones. Yo me dejaba hacer apoyado contra el árbol. A pesar de mi estado de confusión, empezaba a intuir cuáles eran sus intenciones. Se agacho para ayudarme a sacar el pantalón de cada uno de las piernas. Ese ejercicio me costó horrores: sujetar mi peso con un sola pierna cuando debía sacar la otra por el agujero de la pernera del pantalón, supuso para mí un gran esfuerzo. Solo pude hacerlo porque él me ayudaba y porque estaba apoyado en el árbol. Una vez sacado el pantalón, certifiqué que me quería 100% desnudo: me sujeto fuertemente por la cintura y empezó a subirme el jersey. Yo alejé las manos del árbol para ayudarle a llevar a cabo su propósito. Me lo sacó con destreza y yo volví a apoyar mis manos en el tronco.
Él, entonces su puso de nuevo detrás de mí. En esta ocasión, enganchado a mí cuerpo. Lo primero que noté es su caliente cilindro introduciéndose por entre mis piernas (creo que no fue voluntario, si no debido a nuestras pequeña diferencia en las alturas). Yo era un poco más alto que él y además tengo unas piernas largas. Al notar su caliente miembro empotrado entre mis piernas y el pliegue que forma el final de estas, cerré mis piernas para notar más el contacto. Notaba cómo la parte superior de su pene fregaba mi zona perineal. Él, entonces, me abrazo, estando él detrás, asiéndome a la altura de mi estómago. Se apretó a mi todo lo que pudo. Su pubis se acerco más todavía, haciendo avanzar más su polla. Yo notaba cómo sé habría camino y ocupaba todo el ancho de mi pierna has chocar con mis testículos. Era impresionante sentir todo aquel ardiente cilindro de carne separándome las piernas con su grosor. Eso me excitó de nuevo.
El empezó de nuevo a besar y a lamer mi cuello y mis orejas. Yo no pude evitar girar mi cabeza para ofrecer mi boca y buscar la suya. Nos besamos y juntamos nuestras lenguas. En esa posición más forzada, el morreo se vuelve más pornográfico y sucio. Creo que eso nos calentó a los dos. Cuanto más nos calentaba. más buscábamos con desesperación nuestras bocas y nuestras lenguas. Él empezó entonces a mover su pubis hacia delante y hacia atrás. Buscaba fregar su polla con mis piernas como un perrillo. Eso me excito y me dio algo de ternura: él también merecía desahogarse. Sentí cómo la necesidad de satisfacerlo y darle placer. No sé dónde saqué el atrevimiento (supongo que nació de ese deseo repentino de darle placer al hombre que me estaba haciendo descubrir una faceta de mi sexualidad que desconocía). Le estaba agradecido y deseaba darle placer y sentir cómo era yo quien se lo daba. Quise indicarle que podía penetrarme. Intenté separarme de él y él lo capto aflojando su abrazo. Entonces recoloqué mis piernas. Las fui separando a la vez que el me iba dando el espacio necesario para que lo hiciera. A esas alturas, él, de nuevo, captó mis intenciones. Su manera de expresar su aceptación fue acariciando de nuevo mis nalgas con sus manos. Me sentí alagado y deseado con sus caricias. Abrí mis piernas y encorvé mi espalda para ofrecerle mi culito. Con una mano acariciaba mis nalgas y con la otra, de nuevo empezó a juguetear con mi agujerito. De nuevo volví a comprobar lo sensible que era esa parte de mi cuerpo a sus caricias. Empecé otra vez a sentir punzadas de placer que nacían en mi esfínter y que recorrían todo mi cuerpo. De vez en cuando sacaba su traviesa mano para ensalivar sus dedos, para después volver a acariciarme. Ya estaba yo de nuevo gimoteando cómo una nena y moviendo el culo nerviosamente debido al placer insoportable que sentía. Era como si mi cuerpo no pudiera aguantar tanto placer y eso me llevara a moverme y convulsionarme (buscando y alejando la caricia). La verdad es que debía ser un espectáculo difícil de describir ver mi culito inquieto moviéndose sin parar. Me metió un dedo con facilidad. Yo resoplé cómo un búfalo cuando note que su dedo se escurría dentro de mi húmedo esfínter. El empezó de nuevo a dejar el dedo dentro y, en ocasiones intentar introducirlo todavía más. Yo volvía a sentir un placer imposible de describir. Tocaba en un sitio que me producía una descarga de placer muy intenso que recorría todo mi cuerpo. Me venían oleadas de placer acompañados de sofocos que me dejaban en un estado de desmayo gozoso. En ese estado comatoso, quedaba a la espera de saber a dónde me podía llevar la siguiente descarga de placer. De nuevo mis piernas temblaban y mi respiración era muy entrecortada. Gimoteaba sin parar y parecía que lloriquease.
Me saca el dedo. Al cabo de un instante pasa su mano de nuevo por mi culito pero con algo húmedo y viscoso (por fuerza a de ser saliva). Sus dos manos separan mis nalgas.
Noto la presencia de algo caliente y húmedo en la entrada de mi culito. Imagino que también se ha ensalivado el miembro.
Así, manteniendo separadas las nalgas, empiezo a notar la presión de su prepucio en la entrada de mi culito. En ese momento, despertando parcialmente de mi estado de letargo, soy consciente de la dificultad de la empresa que se va a librar a partir de ahora. ¿Cómo va entrar todo ese pollón en mi virgen culito?
Eso que debería preocuparme, realmente no me preocupa. Estoy borracho de placer y no me preocupa en absoluto lo que pueda o no suceder. Es más, presiento que todo el placer sentido en mi sensible culito ha hecho que esté preparado para la batalla que se iba a librar.
En parte estaba en lo cierto; con relativa facilidad, el glande de mi amante se desliza dentro de mí. Percibo con placer y orgullo el momento en el que el prepucio de la polla de mi amigo traspasa la frontera de mi esfínter. Noto esa húmeda profanación.
Mi hombre, viendo que ya tiene apuntalada su polla, suelta mis nalgas y coloca sus manos a cada lado de mi cintura. Al soltar mis nalgas, lo primero percibo es el grosor de su miembro al quedar embutido entre ellas. Me resulta agradable notar sus manos asiendo mi cintura.
Avanza un poquito más, he ingresa algo más de su polla dentro de mí. Cada vez que hace un avance, da un tiempo para que mi culito se aclimate. Empiezo a tomar consciencia de la dificultad de ingresar ese pollón dentro de mí. No siento dolor, todo lo contrario, es placentero sentir como su miembro se va introduciendo en mi interior (noto la fricción de su polla en las paredes de mi esfínter). No siento dolor, pero sí que empiezo a notar que las paredes de mi ano se van tensando aún cuando ese hombre, todavía no ha ingresado ni una tercera parte de su miembro. Esa tensión/presión en mi ano hace que me tenga que esforzar en facilitar su entrada. Tengo concentrar mi atención en aflojar mi culito para favorecer la entrada de ese obús. Siento que estoy haciendo un esfuerzo para facilitar la penetración. Es una situación de tensión sexual, deseada, pero que exige un esfuerzo y conlleva un cansancio.
A este hombre le debo agradecer la paciencia. Se estaba comportando cómo un caballero. A pesar de su aspecto introvertido y huraño, en todo momento, se había comportado de forma impecable. No solo había sido comprensivo y atento, si no que, con su manera de hacer, había propiciado que hubiera yo llegado a dónde había llegado. Aunque mi cotidianidad es heterosexual, desde que tengo uso de razón, siempre había fantaseado con tener relaciones sexuales con un hombre 100% activo, tomando yo un papel 100% pasivo. Soy tímido y muy vergonzoso, y estaba seguro que nunca iba a conocer o experimentar esta otra forma de sexualidad. Este señor, no sé muy bien de qué forma, me había llevado a dónde ahora me encontraba.
Yo resoplaba por el esfuerzo. De hecho estaba empezando a sudar (hasta entonces, a pesar del calor, debido a mi estado de casi desfallecimiento gozoso, recuerdo haber tenido más frío que calor). Mi amante, sin prisa pero sin pausa, iba poco a poco ingresando su polla dentro de mí. En serio, notaba que mi anillo estaba tensado al máximo. No sabía si podría aguantar ese nivel de presión en las paredes de mi esfínter. Eso sí; a pesar de la dificultad y la tensión que conllevaba el ingreso de la polla de ese hombre, la sensación era placentera. Sentía placer a través de me culito, por muy tensionado que éste estuviera. Sentía de nuevo un hormigueo en la zona de mi agujerito y un calor que se transmitía hacia todo mi cuerpo. Lo que era increíble e indescriptible era, a medida que ese hombre empotraba su falo dentro de mí, la sensación de sentirme lleno. Sentía como embutía su polla dentro de mis intestinos y eso, además de producirme placer, también me hacía sentir pleno. Es difícil de explicar: además de sentir un íntimo y profundo placer, también sentía algo de orgullo y mucho agradecimiento.
Poco a poco iba entrando y llenándome por completo. La situación era también excitante, sexual y totalmente pornográfica. Yo con el culo en pompa, totalmente ofrecido y siendo desflorado por aquel macho. En ese momento, un fugaz pensamiento pasó por mi cabeza: deseaba que aquel hombre me preñase con su semen. Quería que dejara todo su esperma dentro de mí.
No sé qué longitud de polla tenía ya dentro de mí, lo que sí sé es que tocó con su polla un punto dentro de mi recto que me envió una descarga de placer. A partir de ahí, a cada avance, la descarga de placer era más intensa. Empecé a boquear y a gemir ostensiblemente.
Aunque no lo veía, el debía estar muy excitado porque al oír mis gemidos, con un golpe de cintura, me clavo de golpe todo lo que quedaba de polla (suficiente paciencia había demostrado hasta entonces). Note el contacto de su bajo vientre en mi culito. No me hizo daño, todo lo contrario, me sentí lleno y realizado.
El hizo un amago de sacar la polla (debió sacar unos 5 cm) y lentamente volvió a introducir la parte que había sacado. Yo sentí un calambre de placer que recorrió de nuevo todo mi cuerpo. Gimoteé de nuevo y sufrí un estertor que me dejo una debilidad en las piernas. Volvía de nuevo a sentirme en una nebulosa y en un estado de abandono.
El volvió a sacar unos centímetros de su polla, volviendo a ingresarlos con lentitud dentro de mí. De mi boca salió un: – Oohhhhh !!
Era imposible sentir más gusto.
Entonces él, ya no hizo ninguna pausa. Empezó a sacar y a meter su polla con continuidad. Eso fue para mí devastador. Las punzadas y descargas de placer se iban repitiendo una tras otra llevándome a un estado de éxtasis. Volvía a sentir que no podía aguantar tanto placer. De nuevo me sentía húmeda íntimamente. Las piernas a duras penas me mantenían de pie.
Él se percato y enderezándome, me volvió a abrazar por detrás. Me tenía fuertemente sujeto por la cintura mientras iba empujando y clavando su polla sin contemplaciones dentro de mí. Mis brazos colgaban y con los empellones que me estaba dando, se zarandeaban. Me sentía como un trapo. Cada vez me agarraba y me abrazaba más fuerte. Era cómo un monigote en sus manos. El también gemía y emitía rugidos casi guturales. Cada vez iba más rápido. Me estaba sometiendo a una follada salvaje. Estaba totalmente fuera de sí. Había sido muy correcto y comedido hasta entonces, pero ahora se había enajenado. Tanto deseo acumulado le había sacado el instinto animal. No paraba de rugir cómo un salvaje.
Os podéis imaginar cómo estaba yo; a cada estocada de su polla, una descarga de placer. A cada descarga de placer, mi estado de desmayo gozoso aumentaba. Empezaba a notar una especie de calor infinito que se adueñaba de todo mi cuerpo. Era la primera vez que sentía esto. Tenía la impresión que llegaría un momento en el que no podría aguantar tanto placer y que estallaría. Así fue: en uno de sus empellones, mi cuerpo no aguantó más, y colapse de placer. No se puede describir, por más que lo intente. El punto de inicio fue mi culito, pero la devastación del placer explotó en mi cabeza y después en todo mi cuerpo. Creo que me desmayé. Me desmadejé. Mi hombre tuvo que sujetarme. Mi tronco se inclino para adelante y mis piernas no hacían ninguna fuerza.
En esa posición de casi desmayo, mi hombre me tenía sujeto por sus brazos. Tuvo que abrazarme más fuerte para evitar que cayera al suelo. Sujeto así, el continuó empalándome sin contemplaciones. En esa posición, su penetración todavía era más profunda. Rugía como un animal. Aunque mi estado era de semiinconsciencia notaba como mi culo estaba lleno de él y cómo él me practicaba salvajemente el coito. Por cómo me tenía sujeto, no podía separarse. Pero notaba que eran sus brazos los que secuencialmente me empujaban hacia él. También notaba los golpes de su cadera.
De repente, me medio despertó un rugido salvaje. Noté como un golpe dentro de mi recto. Como si algo en mi interior me hubiera golpeado las paredes de mi intestino. Cómo si su polla me hubiera dado una patada. Notaba que su pene se movía dentro de mí (os lo juro). Mi hombre no paraba de rugir. Su polla de no dejaba de tener convulsiones y moverse exageradamente dentro de mí. Empecé a notar que algo ardía en mi interior. Era evidente que se estaba corriendo salvajemente. No pude evitar decirle: – Córrete cariño, córrete !!
Madre mía; no sé cuantos chorros de semen me inyectó, solo sé que su polla no paraba de contraerse y de darme patadas. Os puedo asegurar que me inundó de esperma. Me dejó satisfech@ y preñad@.
Espero que os haya gustado esta historia, Aprovecho este canal par comentar (confesar) una cosa. Creo que, mi principal motivación para escribir relatos, es la de contactar con hombres mayores, exclusivamente activos. Quiero decir con ello que: me encantaría encontrar un hombre mayor con el que poder escribirme para explicarnos nuestros deseos, secretos y confidencias de tipo sexual. Me encantaría tener un amigo que fuera masculino, dominante, viril, fogoso y exclusivamente activo (al 100%). Este hombre ha de ser paciente y no le ha de dar pereza escribir. Nunca he estado antes con un hombre a pesar de llevar años fantaseando con ello (tengo mucho deseo acumulado). Me gustaría que fuera de la zona de Cataluña/España (quién sabe lo que el futuro nos puede deparar). Yo, me siento exclusivamente pasivo.
Si queréis contactar conmigo mi email es: [email protected]
Como sigue?
Excelente relato.. como sigue??
Felicidades, excelente relato! Me gustó mucho y ya te escribí a tu mail para intercambiar fantasías e historias. Ya voy a ver con otros ojos a los jubilados y a la gente del campo.