El Juego del Dado Parte 5: Un nuevo jugador. Experiencias
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Naniano.
Lo que conté en el relato anterior (Parte 4) ocurrió antes de la mudanza, es decir cuando aún vivíamos en la casa donde di con mi peli porno favorita y donde arrancó mi deseo sexual y mis escarceos con mi hermano. En definitiva: follaba al mismo tiempo con mi hermano y con CTR. Por supuesto nunca pasó nada entre los tres, solamente coincidió en el tiempo. Me repartía. Sí que hubo parones con los dos, y definitivamente aproveché el que tuvo lugar en nuestra nueva casa para volcarme más con CTR, pero siempre fui deambulando de uno a otro, a veces incluso llegando a follar con los dos en el mismo día.
Ahora bien, lo que contaré en este nuevo escrito ya se ubica después de la mudanza, aunque haya alguna anécdota que sucedió durante…En cualquier caso, todo arrancó con mi hermano, para pasar a CTR y poder disfrutar de los dos, como digo, a menudo a la vez, durante mucho tiempo.
Mientras mi nueva casa estaba en construcción mi calentura no se detuvo, ni mucho menos. Ya os puse al corriente anteriormente de que cualquier sitio nos venía bien para entregarnos al vicio, no necesitábamos ni que estuviera techado, el aire libre siempre nos venía bien y muchas ocasiones no prescindíamos ni de nuestra ropa. De este modo, un día mi familia y yo estábamos en la obra de la casa. CTR siempre con nosotros. En un momento dado, ellos se quedaron en la parte de abajo, en el garaje, y CTR, mi hermano y yo nos pusimos a jugar. Es casi seguro que toda la intención de aquel juego era ponernos a follar como locos. El caso es que CTR y yo tardamos poco en subir y dejar a mi hermano en la parte baja, contándole cualquier cuento, cualquier excusa para poder jugar tranquilos y que él también se quedara tranquilo. En cuanto estuvimos solos nuestros cuerpos se encontraron de la manera que siempre íbamos a pasar a la acción desde aquellos días hasta las últimas veces que nos vimos. Yo me ponía siempre muy nervioso, pero de tan cachondo que estaba no podía controlar ir acercándome poco a poco a CTR, ni tampoco quería. Había veces que cuando me daba cuenta ya estábamos pegados, con nuestros paquetes duros rozándose, tocándonos el culo por encima del pantalón, bajando nuestras manos por la entrepierna del otro. Otras veces, CTR se ponía más cachondo que yo y cuando notaba que yo estaba remoloneando deseoso de ser follado, me atrapaba con fuerza y me pegaba a él con más ímpetu todavía. Sin duda yo prefería aquel método pero obviamente y por desgracia, era el menos habitual. Otras veces también yo jugaba a arrimarle el culo a la polla tanto como me daba la gana, rozándome con él hasta que se ponía bruto e incontrolable. Era muy divertido.
Una cosa que me fascinaba también y que tenía que ver con que a veces ni nos desnudáramos para ponernos al lío, era el uso del chándal. Cuando llevábamos esta prenda era todavía mucho más fácil excitarme porque sabía que nuestros empalmes a través de lo fino de esa prenda eran mucho más sensibles y para cuando no podíamos quitarnos la ropa o simplemente para ponernos a tono en los preliminares, iba genial aunque era complicado disimular nuestras pollas duras con esa tela e incluso a veces, por lo menos en mi caso, alargábamos tanto el momento de desenfundar que acababa mojando calzoncillos y pantalones, lo cual resultaba todavía más difícil de esconder. Aquel día, en la casa en construcción, CTR y yo íbamos en chándal. Recuerdo que acabamos metiéndonos en lo que después sería la despensa de la cocina y mientras mi hermano nos llamaba desde abajo, habíamos cerrado la puerta para estar más cómodos, nosotros nos entreteníamos rozando nuestros calentones aprovechando lo fino de nuestros pantalones. Pero al principio la cosa no pasaba a mayores, como ese mismo día que de frotar nuestras vergas no pasamos (he de decir que, no sé CTR, pero yo siempre terminaba aquellos días tan húmedo que el calzoncillo estaba más para tirar que para lavar y usar de nuevo. Por supuesto, la paja era obligada, ya en solitario y aunque fuese al final del día) probablemente ni nos corrimos, y lo cierto es que tardamos mucho, y para mi gusto eran escasas, las ocasiones en las que pudimos estar tranquilos y desnudos por completo. Cuando estábamos ante aquellas oportunidades no las desaprovechábamos, obviamente.
Me viene a la memoria una de esas raras ocasiones, sucedida en casa de mi amigo después de un encuentro furtivo, interrumpido e inconcluso. Aquel día todo pintaba para que pudiéramos regocijarnos como nunca, más tranquilos que nunca. Y así fue. Nos habríamos puesto calientes porque sí, sin recurrir a nada más que a nuestras pelotas y nuestro afán por descargar, si acaso CTR sacaría el par de calendarios pero ni siquiera eso era preciso. Estábamos solos y no necesitábamos nada más. Fuimos a su cuarto y decidí de inmediato que aquel polvo sería en la cama, nada de tirarnos en el suelo o de hacerlo de pie. Me desnudé yo primero y le pedí a él que hiciera lo mismo. Él siempre se quedaba con los pantalones y la ropa interior por los tobillos, con los zapatos puestos por si éramos molestados y teníamos que vestirnos rápido y era algo que a mí no me gustaba, por mucho que tuviera toda la lógica del mundo. En esos instantes yo era dominado por mi polla y todo lo que deseaba era follar y ser follado. Cuanta menos ropa hubiera de por medio mejor. Al final conseguí convencer a CTR para que se desnudara y os puedo asegurar que disfruté como nunca, los dos en bolas pegados, calientes, frotándonos hasta que estuvimos salpicados de lefa. Yo de la suya, él de la mía. Fue memorable. Si no fue el primer polvo que echamos desnudos y en paz al cien por cien, fue de los primeros, eso lo tengo claro. Una pasada.
Y llegó la mudanza y a pesar de todo no cambió demasiado mi juego secreto. Vivíamos lejos pero tuvimos la suerte de encontrar un atajo que nos acercaba pero tampoco cambió mucho nuestras rutinas, como digo, si acaso las modificó para seguir iguales en esencia. Es decir: continuamos haciendo el guarro por todos los rincones. Seguimos dándole al tema en el garaje de la casa de mi abuela, en la habitación de juegos y hasta en el patio, sin más manta que en cielo, y con ropa, eso sí, y aún nos sobraba imaginación y ganas de corrernos para inventarnos más sitios, como en aquel cobertizo destartalado donde nos dio por meternos un día para comprobar si se podía follar. Confírmanos que sí que se podía un tanto apretados pero bastante tranquilos y casi siempre desnudos. Recuerdo perfectamente la imagen de mí mismo con el culo al aire y CTR dándome bien por detrás. A decir verdad, esa imagen es un poco el resumen de aquellos años y de aquel juego con mi amigo. Supongo que no sería sincero del todo si no confesara que a esa postura le siguen de cerca otras como el misionero, sobre todo ésta. Y seguiría sin ser honesto sin aclarar que las mamadas le acompañan también. Porque con mi hermano aún era terreno por explorar, pese a que ya habíamos tenido algún intento de llevarlas a la práctica, pero con CTR desde el mismo origen de nuestros juegos calientes las practicamos, aunque al principio más regular que bien y en mi caso sin disfrutarlas demasiado por las recibidas y por las hechas. Todo eso iba a cambiar.
La mudanza nos llevó a descubrir todo un mundo del que disfrutar y donde poder llevar a cabo nuestras fantasías eróticas. Formaron parte esencial de todo aquello el porno y los domingos por la tarde, es decir la tranquilidad y la soledad en mi casa. Supongo que tardé poco en ir a por CTR alguno de aquellos domingos, valiéndome del atajo para reducir la distancia que nos separaba, para ver cómo era follar en aquella nueva casa. Me acuerdo bien de ir hasta su casa y soportar las chapas de su madre hasta que nos íbamos. Yo me inventaba cualquier excusa tonta para ir a llamarlo, ver una peli o que me ayudara en algo o dar una vuelta, pero la verdad era mucho más dura, húmeda y me apretaba sin parar la ropa interior. Recuerdo también ir hacia mi casa tan tranquilos y a la vez nerviosos que era casi imposible sostener nuestra excitación, porque CTR me conocía y sabía de sobra para qué iba hasta su casa, y recuerdo que a veces él se paraba a mear y yo ya me imaginaba su polla dura en mi boca, en mi culo, pegada a la mía, escurriendo leche sin parar. En esos casos yo le observaba sin que él se inmutara, hasta parecía disfrutar de aquello. Otras veces, ya por el camino íbamos tonteando, toqueteándonos los paquetes, por ejemplo. El camino del atajo se estrechaba mucho en un momento dado y ahí aprovechaba yo para, yendo delante de él, pararme de golpe y que se chocara conmigo para de aquella forma ir rompiendo el hielo, para empezar a tocarnos poco a poco, discretamente. Aunque otras veces no éramos precisamente discretos, ya que yo hacía aquello de cortarle el paso de repente pero poniéndole el culo, agachándome incluso, y algunas veces CTR respondía dándome un par de pollazos antes de apartarme del camino y obligarme a seguir caminando.
Pero lo realmente jugoso nos esperaba en casa. La mayor parte de las veces esperamos a subir al salón y una vez allí, después de mis remoloneos, de pasar varias veces por delante de él, de tocarle un poco al pasar, nos lanzábamos, nos juntábamos y daba comienzo el festival de nabos y lefa. Pero también había ocasiones en las que de pura impaciencia, de tan cachondos como estábamos, yo abría la puerta, entrábamos y en las mismas escaleras le ofrecía mi culo y allí mismo follábamos sin parar. Otras veces, también en las escaleras, yo me sentaba y le pedía a CTR que se acercara hasta que podía echarle mano a la bragueta, se la bajaba y me ponía a chupársela sin tapujos. Para cuando nuestros huevos nos dejaban llegar hasta el salón, la rutina a seguir siempre era la misma. Nos abalanzábamos el uno hacia el otro, nos metíamos mano, nos desnudábamos y nos poníamos al lío. Yo casi siempre esperaba a estar desnudos para poner alguna peli porno pero también las usaba para calentar a CTR que flipaba con la cantidad de guarreo que tenía. Esto me está costando escribirlo porque me sigue excitando de tal manera…en fin, que recuerdo un buen polvo en la televisión, a CTR sentado en un sillón con su polla dura, con los pantalones por los tobillos y yo a esa misma altura comiéndole bien el rabo. Allí mismo, yo solía ponerme de pie, girarme para darle la espalda y sentarme sobre su verga, para mover el culo sin parar sobre ella, adelante y atrás, arriba y abajo. Él me tocaba las pelotas o me pajeaba pero a menudo yo no necesitaba ni que me tocara, me entregaba a darle placer a él y aquello me bastaba. Resultaba un poco más complicado de llevar a cabo pero como no poníamos reparo en hacer todo tipo de posturas, también me ponía encima de él pero de frente, dando lugar a que a veces me la chupara él a mí también. Pero a mí con frotarle la polla con mi culo, verlo cachondo, aferrado a mis nalgas, era lo que en verdad me motivaba, hasta volverme loco. Imaginad como me ponía cuando CTR se ponía de pie y yo me apoyaba sobre el sillón para que me embistiera por detrás. El sillón sufrió nuestras acometidas, ciertamente, también le dimos uso a las camas, incluso la de mis padres sufrió algún que otro revolcón, pero nuestro sitio favorito para follar era el suelo, donde con colocar una manta nos bastaba, siempre a mano del mando distancia con el que buscar y seleccionar alguna escena especialmente cerda para verla o para detenerla y disfrutarla más. Como nos tirábamos en el suelo justo delante de la tele, la teníamos a pocos centímetros de nosotros, o lo que es lo mismo, teníamos a poca distancia a gente guarreando tanto como nosotros dos.
Como ya adelanté, de esa época, y de todas, de lo más caliente era cuando me ponía a 4 patas para CTR. Daba igual que fuera de pie, y es que pasé una fase que casi me molaba así más que en una cama o en el suelo, pero era lo de menos, como ya digo. Lo de ponerme como un animal, totalmente desnudo, con mi polla dura al aire, con los huevos colgado, con el culo en pompa esperando a ser atacado por otro animal, éste cargado con una barra de carne dura y goteante, ser galopado bien fuerte por detrás, sentir las acometidas de CTR, notar como colocaba su verga entre la raja de mi culo y como la frotaba hacia adelante y hacia atrás…era lo máximo.
Pero aún había algo mejor: estar follando en cualquier otra postura, o estar mamándonos, y oír de su boca: ponte así. Yo miraba a la tele y descubría que en la porno estaban follando a lo perrito y me moría de morbo. Me encantaba que me lo pidiese. Date la vuelta, decía también a veces, y yo me mojaba como un loco cuando me lo decía casi con un susurro de tan cachondo como estaba él también. Durante aquellas posturas yo siempre estaba tan caliente que a menudo le agarraba la verga y la apretaba contra mi ojete dispuesto a que me lo petara, pero como en realidad no teníamos interés en que sucediera y como todo era fruto del calentón, ni me folló nunca ni nos preocupamos por no conseguirlo, nos conformamos con lo que hacíamos y así lo seguimos practicando.
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