El juego del «gusanito»
Dos inocentes hermanitos son invitados a jugar en peculiar juego.
Les presento una nueva serie basada en las experiencias de Jorgito, y su hermana Laura. Experiencias que iniciaron desde sus tiernas edades de 4 y 6 añitos con varios hombres que compartieron en inocentes juegos que fueron evolucionando al paso del tiempo.
Jorgito y Laurita, eran, en el 2002, dos niños inocentes, tiernos y juguetones. Eran de piel blanca, más ella, de pelo castaño.
Su mamá, Janeth, era una madre soltera, una mujer hermosa, con un cuerpo antojable que rondaba los veintitantos años. Sus hijos, hermanastros entre sí, habían heredado sin duda su belleza.
Con mucho esfuerzo, pues trabajaba en un mercado, había pegado a construir una pequeña casa en una popular colonia, razón por la cual debía levantarse temprano para ir a abrir su puesto, correr algunas calles para despertar y dar de desayunar a sus dos hijos, y volver a su trabajo, dejando solos a sus dos pequeños.
En un mismo cuarto, dormían los tres en la misma cama, que tenía un televisor sobre una humilde mesa. En la misma pieza había ella acondicionado una pequeña cocina, comedor y cuarto de baño.
Cuando tuvo un poco de dinero, decidió ampliar la casa y contrató para ello a don Raúl, hombre cincuentón de pelo y bigotes grises, un poco pasado de peso.
Y aquí empiezan, precisamente, los inicios sexuales de Jorgito y Laura.
Como Janeth estaba ocupada casi toda la mañana en el mercado, los niños se quedaban solos en casa. Jorgito se ponía a Jugar con la arena y ladrillos y a “ ayudar a don Raúl “ mientras su hermanita veía TV y hacía su tarea, pues asistían por las tardes a la escuela, ella a la primaria y él al jardín de niños.
Pero, mejor dejemos que sea Jorgito quién nos cuente, con sus palabras, el lindo juego que jugaban ellos con don Raúl:
“Recuerdo que en varias ocasiones don Raúl me decía que tenía ganas de ir al baño o tomar un vaso de agua y entraba a la casa, cerraba la puerta y tardaba buen rato en salir.
Hasta que, en una ocasión, hizo lo mismo de cada mañana y entró al cuarto donde estaba mi hermanita Laura, pero dejó sin cerrar la puerta y minutos después me dieron ganas de hacer popó y me dirigí al cuarto, abrí un poco la puerta y escuché que don Raúl le decía a Laura:
–Ya es hora de jugar al “gusanito”
Y ella, sin decir palabra, gateando alrededor de la cama, fue y se acomodó de espaldas donde estaba don Jorge y él, tomándola de la cintura, le dijo:
–Muévete, para que el gusanito se despierte, anda…así, qué rico, muévete como Niurka…mmmmh, el gusanito ya se está despertando, pégate a él y muévete rico…. Así …¿Verdad que se siente rico, Laurita, te gusta mi gusanito?
Y ella decía que sí. Mi hermana estaba en pijama y don Raúl vestido. Así que, creyendo que era un juego, entré y me pasé al baño, don Raúl se quedó quieto y me dijo que no estaban haciendo nada, que sólo estaban jugando al gusanito.
Cuando salí del baño, ellos seguían jugando y yo le pedí, inocentemente a don Raúl me dejara jugar con ellos, pero él me respondió que no, que aún estaba muy chiquito para jugar a eso, que me saliera y me pusiera a jugar afuera y yo lo obedecí.
Así pasó muchas veces mas. A veces me dejaba entrar al cuarto y ver caricaturas en la tele, mientras él jugaba con mi hermana. En cierta vez, estaban los dos pegados como siempre, con ropa, y mi hermana moviéndose y yo sin despegar la vista de ellos.
Don Raúl entonces le dijo a mi hermanita:
–Creo que Jorgito también quiere sentir el gusanito, ¿verdad, Jorgito?
Y yo moví mi cabeza asintiendo y él le dijo a mi hermana que me dejara sentir el gusanito y ella aceptó. Me subí a la cama e imitando a ella, me puse en cuatro y me pegué a él.
–¡Mira qué lindo! ¿También te gusta el gusanito? Muévete.. así…así…¡uffff qué rico se siente!
Y yo hacía lo que el me decía.
A partir de ese día, en ocasiones me invitaba a jugar al gusanito, aunque la preferida era mi hermana. Cuando duraba tiempo sin jugar conmigo, se me pegaba con ropa y me decía que su gusanito también se ponía contento conmigo.
A veces los interrumpía y él se molestaba y sacaba del cuarto. En una ocasión me dio dinero y me dijo que me daba un refresco, unas papas y dulces, pero que lo dejara estar a solas con mi hermana para jugar más a gusto con ella (por ese tiempo empezaron a jugar al gusanito parcialmente desnudos, creo y no quería que los viera)
Semanas después, para cierto trabajo, tuvo que contratar a un chalán o ayudante, Arturo, de 14 años, a quien le encargaba me cuidara mientras él jugaba con mi hermanita. Un día, creo que al chalán le entró la curiosidad de ver qué hacía don Raúl y fue al cuarto, y yo atrás de él. Al abrir la puerta los vimos, a ella con el pants y los calzoncillos abajo y a él con su pene de fuera, frotándose en mi hermanita. Don Raúl se enojó bastante y nos regañó, más a Arturo y amenazó con correrlo si volvía a hacerlo y no me cuidaba bien
Arturo era un joven adolescente medio inocente. Nunca me propuso algo y tiempo después don Raúl lo despidió y siguió trabajando sólo.
Creo que don Raúl se venía en mi hermanita o tal vez trató de penetrarla, o ella algo le contó a mamá. El caso es que ya no la dejaba en casa, la encargaba con una tía o se la llevaba al mercado.
Don Jorge se puso como loco, aunque en ese tiempo el trabajo avanzó bastante, pues andaba apurado y como muy desesperado y le pregunté por qué se enojaba tanto. Y me dijo:
–Mira, Jorgito, a todos los hombres nos gusta jugar con nuestro gusanito, todos tenemos uno, tú también pero está chiquito. Tu hermanita jugaba muy bien conmigo y con mi gusanito. ¿Quieres sentirlo? ¿Quieres sentir mi gusanito?
–Pero, ¿cual gusanito tenemos nosotros?
–Ahorita lo vas a ver, Jorgito
Y se desabrochó el cierre de su pantalón y sacó su pene, recuerdo a mí se me hizo muy grande, estaba gordo y chueco hacia la izquierda.
Me subió en un bote de pintura, bajó mi pantaloncito y trucitas y comenzó a tallarme entre las nalgas. Yo estaba feliz pues sentía una especie de cosquillitas y me daba gusto ya no verlo enojado.
Comenzó a gustarle mucho jugar conmigo. Recuerdo que una vez mi tía mandó a mi hermana a algo y al no hallarnos, nos buscó en la construcción y nos sorprendió jugando al gusanito. Él, sin dejar de jugar conmigo, la regañó y corrió.
Nunca se corrió en mí, supongo para que mi mamá no sospechara nada. Cuando iba a terminar, se separaba de mí y echaba lo que salía de su gusanito en unos pedazos de papel y los tiraba a la basura.
Tiempo después el trabajo terminó y dejamos de ver a don Raúl. Él nos trataba bien, nos compraba cosas y nos decía cosas lindas, creo para que no dijéramos nada. Mi hermana y yo lo recordamos con cariño, aunque nos quedamos sin jugar al gusanito, hasta que…”
C O N T I N U A R Á
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