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Gays

El Juego del “Sexo sin Amor”

Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ValarMorghulis.
Esto es más una catarsis emocional, que un relato erótico.

¿Nombres? Ok, me llamo Edric. Tengo 28 años, vivo en México y todos a mi alrededor saben que soy homosexual y me siento realizado y feliz. Este relato trata de mi “primera vez”. Ya a los 19 años era un lío de dudas, me excitaban los chicos, pero quería tener una familia… y eso solo se logra con chicas, ¿no? Estudiaba el 3er año de la carrera de medicina en un prestigioso hospital de la ciudad de México y entre mis múltiples obligaciones estaba en interrogar a los pobres pacientes de urgencias con mis historias clínicas (un médico aprende así, viendo pacientes).

En una de mis visitas a urgencias, mientras interrogaba un paciente, levanto la vista y me encuentro con los ojos verdes más penetrantes que he visto. Renly estaba en el 5to año de la carrera de medicina, estaba en sus guardias y tenía la obligación de enseñar a los estudiantes, así como el derecho de reprenderlos. Al verme, sonrió (casi me hago pipí), sentí el rostro caliente y aparté la mirada.
– ¿Quién eres?
– (Dios, ¡¿a que hora se acercó?!) Edric, estoy interrogando al paciente doctor.
– Estudiante entonces, pues te haré preguntas sobre el diagnóstico. Y no hagas trampa viendo el expediente, sabré si lo hiciste.
– Si… doctor.

Tenía la garganta seca, taquicardia, sudoración profusa, palidez. WTF! Lo seguía viendo todos los días, y todos los días sentía como su mirada me decía “Te gusto, lo se” Y así era, maldita sea, y mi erección cada vez que lo veía lo confirmaba. Digo, ¿Quién no se va a excitar con un hombre moreno de 23 años, delgado, inteligente, con ojos verdes y para colmo… médico?
Un buen día, sin siquiera planearlo, cuando lo saludé rocé la palma de su mano con mi dedo índice. Por un segundo abrió los ojos, atónito, luego sonrió y me guiñó un ojo. No lo podía creer, me le había insinuado a un hombre guapo y el me correspondió. ¿Y ahora que? Fácil, si ya lo tenía en la mano, me lo debía llevar a la boca.
– Doctor, ¿hoy tiene guardia?
– Si Edric, por?
– ¿Podría quedarme con usted?
– (su mirada de: se a lo que te refieres) Claro, pero hay una cirugía, si quieres puedes entrar.
– Gracias, encantado.

Y las horas pasaban lentamente, entre pendientes y pacientes enfermos. Cuando llegó la hora de la cirugía ya era la media noche y las esperanzas de encontrármelo solo y al menos robarle un beso se iban desvaneciendo. Llegué al vestidor, que estaba desierto y me cambié, vestido de azul sólo tuve que seguir el ruido de los monitores para dar con el quirófano donde estaba todos en la cirugía. Mi papel era simple: mira, no toques, no hables y ni se te ocurra respirar sin cubrebocas. Cuando terminó la cirugía, salieron los médicos de más alto rango una vez que se aseguraron que todo estaba bien, y el interno y el estudiante debían devolver al paciente a la sala de recuperación.
Solos al fin, conversamos de la cirugía, las materias, de “mis guardias de chocolate”, de “mis ojeras de bebe médico”, etc. Dejamos al paciente en compañía de las enfermeras y nos dirigimos al vestidor a cambiarnos, estaba desierto, y con razón, eran las 3 de la madrugada.
– Me da gusto que te hayas quedado – me dijo mientras me tomaba de la mano y me perdía en su mirada – realmente me da mucho gusto…

Me besó, sus labios jugaron con los mios un corto tiempo, me sentía ajeno a mi mismo, no sabía donde poner las manos, la cabeza me daba vueltas… tonto. Fue entonces cuando me guió hacia su entre pierna, no me había percatado que tenía una erección y por fuera de la pijama quirúrgica se veía que tenía una verga grande. Se bajó el pantalón y la ví, un mástil de 20 cm gruesa y circuncidada. Nunca había hecho sexo oral, pero tampoco quiso decir que no le echara ganas. Me la llevé a la boca, el clima frío de la madrugada con el calor de mi boca en su miembro daba una sensación exquisita, chupaba su cabeza y trataba de meterme toda su verga a mi boca pero me provocaba arcadas, inexperto al fin y al cabo. La lamía más y más rápido, subía y bajaba con mi boca ese pene tan anatómicamente perfecto, finalmente sus testículos se tensaron y el soltó un gemido y tuvo el orgasmo en mi boca. Uno, dos, tres disparos de líquido seminal, que en mi éxtasis lo deglutí todo.
– ¿Tiemblas de frío o de que te veniste? – le dije.
– … wow.
Me levantó y me abrazó, sus manos rozaron mis nalgas y me dijo:
– Se mío.
A pesar de que me acababa de refrescar la boca, la sentí seca. Nunca había hecho un oral y mucho menos me habían penetrado, pero alcancé a decir:
– ¿aqui?
– No, claro que no, ven.

Nos encerramos en el baño, en la calentura no me había puesto a pensar que alguien podía entrar al vestidor y vernos, lo cual sería el fin de nuestras carreras. Ya ahí, me abrazaba y me besaba el cuello mientras me apretaba fuertemente las nalgas. – que rico estas, tienes muy buen trasero – me decía – es tuyo, cógeme – estábamos locos, nos movíamos frenéticamente como si no nos alcanzaran las manos para poseernos. Me bajó la pijama quirúrgica y sobaba mi trasero apasionadamente, mientras me arrimaba su verga, erecta una vez más. Subí su camisa y le lamí los pezones, me empujo nuevamente hacia abajo e inicié a mamársela otra vez, bien dura y mojada me subió y me puso contra la pared (Dios, que no duela tanto como dicen), dolió peor. Como todo un experto, dio con mi ano y apretó, sentí como mi esfínter se dilató en un instante con una ráfaga de dolor, apreté los dientes y como pude contuve el grito (seguimos en el vestidor recuerdan?). Notó mi dolor y sacó su verga.
– Tranquilo, ya paso lo peor, ahora te va a gustar.
Una vez más se puso contra la pared y volvió a poner su verga en mi culo, esta vez entró más fácilmente, lentamente sentí como mi esfínter envolvía su verga y se relajaba, su verga se sentía cálida dentro de mi y entraba más y más.
– Wey, te la estas comiendo toda – me besa la espalda.
– Cógeme, por favor, cógeme.

Empezó a meter y sacar su verga, nuestros cuerpos cálidos exhalaban vapor con cada respiración, pero ambos sudábamos. Empecé a masturbarme mientras el continuaba bombeándome el culo cada vez más rápido, era una sensación de dolor punzante leve con una sensación eléctrica por las piernas y el abdomen que me volvía loco.
– Que rico culo tienes – seguía diciendo.
– Es tuyo, soy tuyo, tómame!
Tomó mi pene con una de sus manos y sin dejar de culearme me masturbaba. Estábamos fuera de sí cuando el orgasmo nos encontró a los dos al mismo tiempo. Sentí como su fierro se clavaba más profundo, como queriendo llegar a las amígdalas, mientras mi ano convulsionaba intentando estrangular ese enorme pene mientras yo tenía mi propio orgasmo. Lentamente volvimos a la realidad.
– Hace frío, no? – Me dijo.
¡¿Que?! Acabamos de coger, acabo de perder mi virginidad y tu hablas de… Clima?
– Mucho – alcancé a articular.
– Bueno, vámonos, no nos vayan a estar esperando.

Después de ese día, para mi era todo confusión. Yo esperaba que hubiera algo más entre nosotros, al menos que me tomara otra vez, pero no. Tres semanas después cambiamos de servicio y a pesar de que le mandaba mensajes el nunca los respondía. Fue así como alguien me explicó el “Juego del Sexo sin Amor”.
– Si te sientes triste, es tu culpa. Así es el juego. “Te vienes y te vas”. Sin sentimientos, solo un “Te ví y luego ni me acuerdo”
Años después, volví a encontrarme con esos ojos verdes, pero eso ya se los contaré después.

1548 Lecturas/1 octubre, 2018/0 Comentarios/por sexosintabues
Etiquetas: culo, oral, orgasmo, sexo, verga
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