El lado más oscuro, primeras experiencias.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por amantesecreto.
Mediaban los primeros meses del año 2012, estaba decidido aquel día, las ganas que me invadían hasta las entrañas por experimentar experiencias nuevas, no me daban tregua ni paso a retroceder, solo deseaba aquello que no podía decir ni contar a nadie, solo vivenciarlo y guardarlo en mi cuerpo y memoria como uno de mis mayores secretos.
Ser homosexual en una sociedad tan pacata como lo es la chilena es más difícil de lo que en apariencia parece, es vivir con los prejuicios del qué dirán, el temor a ser tachado en la calle o recibir insultos nunca bien merecidos.
Pero, sin embargo, se puede vivir con ello o sino, al menos aprender a convivir con sus sombras.
A los veintiún años perdí la virginidad en un motel cercano al metro Santa Ana en Santiago.
Quizás no fue todo lo romántico que hubiese pensado, pero lo necesitaba.
Tuve dudas, miedos, aun así después de una búsqueda por internet di con su número, lo llamé y su voz grave al otro lado del teléfono me ponía la temperatura a mil, quedamos de juntarnos y si bien la primera impresión no fue lo que esperaba, ya estaba ahí.
Él tenía veinte años más que yo, era moreno y tenía dos hijos de mi edad.
Le dije que era virgen, así que fue más lento y precavido conmigo, me desvistió y ambos quedamos desnudos.
Me hizo bajar a su entrepierna y que le besara y chupara sus testículos, redondos y peludos como duraznos que deleitaban mi paladar, luego él besó lentamente mis tetillas, las succionaba y me abrazaba fuertemente.
Cautivo entre sus brazos me recorría lentamente cada punta de mi cuerpo, me agarraba fuertemente las nalgas y sus manos se posaban en mis orificios.
Mi ano se dilataba entre sus dedos, primero suavemente uno se adentraba por él, luego dos que perforaban hondamente mis zonas erógenas.
Tras probar los primeros deleites del sexo, me puso boca debajo de espaldas hacia él, me besó lentamente la espalda, recorriéndome de punta a cabo hasta mis glúteos vírgenes, luego sus manos se posaron en él para besarlos intensamente.
Su lengua se adentraba por mis partes bajas, haciéndome llegar al clímax.
Después de ese intenso placer que me producía, untó sus dedos con saliva y los introdujo nuevamente en mi ano, para dilatarme y empezar la penetración.
La primera vez el dolor me hizo decaer, pero después de unos minutos cedí y lo comencé a disfrutar, cada vez más dentro de mí y más duro.
Cambiamos de posición, me puso frente a él, piernas arriba de su cuello y su pelvis se vaiveneaba entre mis caderas cada vez más rápido.
A continuación formamos una encrucijada entre nuestras piernas, brazo y sexos, a lo que acariciaba el rostro de quien me desvirgó.
Me susurraba al oído lo tierno que era, que disfrutaba ser mi amante y quién me hiciera perder la virginidad.
Nuestro encuentro de aquella noche terminó enjabonados en la ducha, masajeándonos hasta el último rubor que pudiese quedar de nuestros cuerpos desnudos.
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