El Ladrón lV
… mi determinación por ver su verga era firme, por lo que estiré mi mano hacia su bóxer. Esa vez no me detuvo y cuando se lo quité, su verga saltó al aire. Estoy seguro que la había visto cuando era niño, pero habían pasado tantos años y a mis 22 ya no me acordaba….
Hola! Por fin he completado la cuarta parte de mi relato «El Ladrón». Espero que lo disfruten tanto como lo hice yo al escribirlo. Gracias por leerme.
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La mañana siguiente, me desperté nervioso con la idea de comenzar mi nuevo trabajo. Durante todo el día no pude concentrarme. Pensaba en el uniforme y en lo que había pasado con Alan. Unas horas antes del inicio de mi jornada laboral me bañé, me puse un pantalón y una camisa y metí el uniforme en una mochila. En eso recibí un mensaje de Alan.
“Suerte en el trabajo, pórtate bien.”
No le contesté y tomé mi transporte al trabajo. Cuando llegué, me recibió la misma señorita, pero esta ocasión me llevó directamente a la oficina del director. Él todavía no llegaba, así que simplemente me senté en mi escritorio a esperarlo. Pasados unos minutos, alguien abrió la puerta y vi que era el director, venía vestido de traje y traía un maletín en la mano.
—Buenos días, no te veo en tu uniforme.—me dijo con una voz fuerte.
—Buenos días señor, creo que ha habido un error con mi uniforme…
La mirada que me dirigió el director hizo que me callara al instante.
—No ha habido ningún error. Y espero que te lo pongas de ya, porque no voy a tolerar estas conductas.
Estaba atónito, no sabía que hacer y de puro miedo asentí con la cabeza y tomé el uniforme en mis manos.
—¿Dónde hay un baño?—pregunté.
—El baño está por allá, pero quiero que te cambies aquí.— me contestó.
Asentí con la cabeza y empecé a desvestirme. Primero me puse el crop top y después la falda. Intenté cubrir la jaula de castidad, sin embargo como traía bóxer este alcanzaba a sobresalir de la falda.
—Quítate eso, cuando uses el uniforme no quiero que traigas ropa interior.—me ordenó el director.
Yo hice como me indicó y estaba que me moría de vergüenza. Estoy seguro que me puse rojo como un tomate, porque el se rió.
—Pero mira nada más, parece ironía que seas penosa.
Yo no dije nada y dejé que siguiera hablando.
—Acércate y levanta esa falda. Espero que obedezcas porque no te conviene perder este trabajo.
Hice como me indicó. Me acerqué a él y me levanté la falda. Mi pene en su jaula y mi culo quedaron completamente expuestos. Vi que me miraba y no pude evitar comenzar a excitarme. Él tomó lo que parecía como una pluma y se me acercó. Con ello movió la jaula de mi pene un poco y no pude evitar estremecerme.
—Vaya, apenas si te tocan y ya estás toda caliente. Veo potencial en ti. Regresa a tu lugar y ponte a trabajar en los documentos. Si necesito algo más te voy a hablar Diana. Y por favor, siéntate con las piernas cerradas.
Hice lo que me indicó, me senté y empecé a trabajar nervioso. Jamás me había imaginado que esto sucedería en mi trabajo, mucho menos en mi primer día. Pero tenía que cuidar este trabajo si quería un día lograr irme a vivir con Alan. El resto de día pasó casi sin complicaciones. Capturaba cosas en la computadora, organizaba documentos y de vez en cuando miraba al director que parecía que no se acordaba de mi existencia.
Faltaban pocas horas para terminar la jornada y estaba seguro que el día seguiría sin ningún otro incidente pero de pronto escuché la voz del director.
—Diana, ven acá. — aún no me acostumbraba a ese nombre, pero sabiendo que no había nadie más, me acerqué a él un poco nervioso.
El director estaba sentado en una silla al lado de su escritorio y me acerqué a él.
— Estoy cansado, dame un masaje en los pies y no hables—dijo a la mismo tiempo que extendía su pies hacia mí.
Me puse en cuclillas y comencé a quitarle los zapatos. Me llegó un olor como a humedad, pero no era del todo desagradable. Con mis manos comencé a darle un masaje, primero en un pie y luego en el otro. Él me miraba y exhalaba de relajación, yo me emocioné de estar haciendo bien trabajo. Cuando terminé de masajearlo escuché que me decía.
—Ahora límpialos.
Yo lo miré como esperando a que me diera una toalla o algo pero no me decía nada.
—Qué esperas, usa tu lengua. — dijo.
Me quedé atónito, ¿mi lengua? Pero vi su mirada y recordé: mi deber es complacer y además necesito el trabajo.
Con eso en mente, le quité los calcetines y comencé a limpiarlos con mi lengua. Fuera de la humedad del sudor solo percibiía un sabor salado y el olor a humedad que llegaba a mi nariz.
—También entre los dedos.
Comencé a limpiar entre los dedos y sin duda alguna me tragué uno o dos hebras de tela, pero después de un rato ya no me sentía tan apenado y limpiaba con más ánimo. Cuando creí que estaban limpios dejé de lamerlos y lo miré.
—Bien, ahora acuéstate, levanta la falta y abre las piernas en mi dirección.
Me acosté y me coloqué como me indicó. Después sentí que uno de sus pies empezaba a ejercer presión sobre mi pene y jaula de castidad y con el otro intentaba usar sus dedos e introducirlos en mi ano. Mi respiración comenzó a acelerarse, y la excitación que sentía aumentó. El director comenzó a reírse.
—Tener una maricona como tú va a ser más divertido de lo que pensé. Ve nada más como estás.—me dijo mientras seguía explorando mi cuerpo con sus pies.
Encontró un punto clave y comencé a gemir, además la presión que sentía en mi jaula me indicaba que si el director no paraba pronto, iba a por correrme. Estaba a punto de suplicar que parara, cuando para mi suerte se detuvo.
—Bueno eso es todo por hoy Diana. Te falta mucho por aprender pero sigue con tu actitud de servicio y llegarás lejos. Nos vemos mañana. — me dijo.
Se puso sus zapatos tomó su maletín y abandonó la oficina. Yo me paré de dónde estaba, me cambié la ropa y me fui a la casa.
Cuando llegué, mis papás estaban cenando y me senté con ellos. Después escuché que mi papá preguntaba.
—¿Qué tal tu primer día de trabajo hijo?
—Todo bien papá. Me gustó mucho.—le contesté.
—Me da gusto, estás en el camino correcto para convertirte en un hombre hecho y derecho.
Casi me ahogo cuando escuché esto y solo le sonreí. Terminamos de cenar sin más diálogo y me retiré a mi habitación a descansar.
Los siguientes dos días en la oficina fueron iguales que el primero, una revisión a la llegada y la rutina de descanso del director al final de la jornada. En el tercero ya le había tomado el ritmo y empezaba a disfrutar la situación. El viernes sin embargo, algunas cosas cambiaron.
Me encontraba en mi escritorio cuando escuché al director gritar.
—¿Por qué no tengo un maldito porta lápices en mi escritorio?.
Yo lo miré de reojo no queriendo llamar su atención, pero no pude evitar reírme un poco de su enojo sobre un porta lápices, pero para mi mala suerte se dio cuenta y me miró.
—Diana, ven para acá.
Me dirigí hacia él con miedo y le dije.
—¿Quiere que le pida uno?
Él me sonrió.
—Creo que no hará falta. Ven para acá y ponte a gatas, en paralelo al escritorio y con la mirada hacia la pared.
Yo hice lo que me dijo, pero mi mente estaba trabajando a mil por horas pensando en qué idea se le habría formado ahora en la cabeza al director.
—Reírte de tus superiores no es un buen comportamiento Diana. Tendrás que reparar tu comportamiento. — dijo el director y sentí que me levantaba la falta. Pensé que me daría una nalgada pero en lugar de eso sentí que introducía algo en mi ano.
Mi cuerpo de manera automática vinculó la sensación con placer y me comencé a excitar.
—Creo que he encontrado el espacio perfecto para guardar mis lápices.—dijo entre risas mientras metía otro objeto, seguramente una lapicera o algo así en mi ano. Me estremecí de la excitación y sentí que mi verga empezaba a escurrir presumen desde su jaula.
—Eres toda una perra eh. Te quiero castigar y en lugar de eso empieza a escurrir tu clítoris. Solo uno más.
Introdujo otro objeto este un poco más grueso y se me escapó un gemido.
—Eres la asistente más zorra que he tenido, ya no tengo duda. Bueno, así quédate una rato.
Como no quería decir nada me quedé así un rato en el que el director sacaba y metía los lápices dentro de mi constantemente. Después de lo que pareció una eternidad se escuchó que alguien llamaba a la puerta y el director le indicaba que pasara. Mi primer instinto fue quitarme las cosas del culo y pararme, pero él me detuvo con su mano.
Quien entró al cuarto era el encargado del departamento de finanzas, quien me dirigió una mirada, sonrió al verme en esa posición y después se dirigió al director.
—Buen día señor, vengo a informarle que la señorita Arlin no podrá apoyarnos mañana para asesorar a nuestro cliente prospecto para la inversión. Es importante que se encuentre un reemplazo.
—Entendido, yo me encargo de eso.—contestó el director.
El encargado de finanzas se despidió y salió de la oficina. El director soltó un suspiro y sentí como me sacaba las cosas de mi culo.
—Levántate. Quiero que te tomes el resto del día. Estás de suerte, se te asignará el trabajo de Arlin el día de mañana. Quiero que llegues más temprano porque te vamos a preparar para recibir al cliente. Tu deber es lograr que firme ese contrato. Si lo logras tendrás un bono y te daremos la plaza sin más tiempo de prueba. ¿Entendiste?.— me dijo.
Era mucha información que procesar, pero con solo saber que tendría el puesto asegurado y que además recibiría un bono, ya estaba emocionado. Me levanté y le contesté.
—Sí director, le prometo que daré lo mejor de mí.
Abandoné la oficina y me fui a mi casa a descansar para estar listo el siguiente día.
Al siguiente día en la mañana le mandé un mensaje a Alan diciendo que no podría pasar ese fin de semana con él porque tenía trabajo, pero le informé que si todo salía bien, tendría un bono y el puesto garantizado. Él me felicitó y me dijo que diera lo mejor de mí.
Me bañé y me preparé para irme muy temprano. Mi mamá había salido y mi papá estaba aún dormido así que no hubo ningún problema. Además ya estaban acostumbrados a que pasara los fines de semana con mis “amigos”.
Cuando llegué a la oficina me recibió un chica que me invitó a que pasara a una habitación que nunca había visto antes.
—La ropa que vas a utilizar hoy está colgada en el perchero de allá. Después de que te la pongas me avisas para continuar con el resto de la preparación.—me informó.
—Gracias.—le contesté.
Me dirigí a dónde dijo que estaba la ropa y vi que en un montón había un corpiño, unas bragas blancas y colgando del perchero había un vestido corto y sin mangas de un color crema, elaborado con una tela muy sedosa. Me moriría de vergüenza de asesorar a un cliente de la empresa así, pero no me quedaba de otra así que me cambié.
La ropa estaba justo a mi medida y cuando me miré en el espejo me gustó y excitó mucho como me veía. Después de eso regresé para avisar a la señorita que estaba listo para el resto de la preparación.
La joven me pidió que me sentara frente a un espejo. Hice lo que me indicó y vi que comenzó a maquillarme, me pintó los labios, los ojos y puso otras cosas que no reconocí. Finalmente me colocó una peluca de cabello chino y con tonos cobrizos y me pidió que mirara el resultado. No reconocía la persona que me miraba en el espejo. El vestido que traía se me pegaba en las partes correctas y me hacía ver con más cintura, mis labios que siempre habían sido gruesos ahora vislumbraban más con el pinta labios rojo y la combinación de la peluca y el resto de maquillaje ocultaban cualquier rastro de masculinidad. Me veía como toda una mujer.
La chica me puso un poco de perfume y me dijo.
—Bueno, creo que ya está todo listo. Ahora solo queda acompañarte a la oficina y esperar a que el cliente llegue. Recuerda darle toda la información de la inversión y los procesos, pero sobre todo de convencerlo de invertir con nosotros.
Yo estaba bastante sorprendido como para decir algo, así que solo asentí y dejé que me llevara a la oficina. Me indicó que me sentará a esperar un rato.
Estaba bastante nervioso, porque no sabía mucho de ventas y mucho menos de cómo convencer para que invirtieran, pero tenía que dar lo mejor de mí por ese bono. Pasó un buen rato y escuché la voz del director y de otra persona, yo estaba de espaldas a la puerta así que no podía ver quién venía con él. Cuando estaban más cerca pude escuchar que el director decía.
—Le agradezco mucho que viniera señor Uribe, lo acompaño para que una de nuestras asesoras le dé toda la información correspondiente a la inversión.
—Muchas gracias, estoy seguro que este solo es el inicio de un buen trato de negocios entre nosotros. — contestó la otra voz.
De pronto, el escuchar el apellido y la voz de esa persona hizo que se me helara la sangre, no podía ser.
—Señor Uribe, quiero presentarle a la señorita Diana, es ella quien estará resolviendo todas sus dudas referentes a la inversión con usted. —escuché que decía el director.
Era muy tarde para poder escapar, así que me volteé e hice mi mayor esfuerzo para evitar que se notara el pánico en mi rostro. La persona que se encontraba con el director era mi propio padre.
—Mucho gusto señorita, es un placer conocerla. — me dijo mi papá mientras se me acercaba y me daba un beso en la mejilla.
No dio ningún indicio de reconocerme y eso representó un gran alivio para mi. Mi papá era un señor en sus cuarenta, un poco más alto que yo, con un poco de peso extra pero sin llegar a ser gordo y unos brazos fuertes y gruesos producto de muchos año de ir al gimnasio, tenía el cabello adelgazado con el tiempo, y era corto y oscuro.
Con la voz más diferente que pude hacer le respondí.
—El gusto es mío señor Uribe. Espero poder ayudarle en el proceso de inversión para que se quede con nosotros.
Él me sonrió y en eso el director dijo.
—Bueno, los dejo en la oficina para que resuelvan dudas y yo estaré al pendiente para cualquier cosa.
Salió de la oficina y yo en mi mente seguía en estado de pánico porque no quería ser descubierto. Nos sentamos ambos en la mesa y antes de que dijera nada, comencé a hablarle del método de las inversiones. Mi padre solo asentía a todo lo que decía y respondía que no cuando le preguntaba si tenía alguna pregunta. En uno de esos momentos sentí que estaba mirando todo mi cuerpo y que su mano se encontraba muy cerca de mi pierna.
El vio que me estaba dando cuenta y se despegó de mi, y se recargó sobre sus silla extendiendo las piernas. No lo pude evitar y mi mirada se posó sobre su verga que se estaba empezando a poner dura. Me maldije porque esto no debería estar pasando, al menos no para mí que sabía que era mi papá.
En ese instante el director regresó a la oficina y preguntó.
—¿Cómo va todo?
Antes de que pudiera decir nada, mi padre se adelantó y dijo.
—Diana es una excelente asesora. Desafortunadamente tengo que irme, pero me gustaría saber si puedo tomar prestada a la señorita una rato para que me siga explicando los proceso de inversión.
El director sonrió y dijo.
—Claro que sí, estoy seguro que Diana estará encantada de acompañarle señor Uribe.
Empecé a entrar en pánico una vez más, pero una mirada del director bastó para que no dijera nada.
—Bueno, entonces nos vamos retirando. — dijo mi padre mientras se levantaba y yo junto con él.
Él se fue por delante y yo iba justo detrás de él. Bajamos al estacionamiento y vi que ya nos arcábamos a su coche, lo reconocía claramente. Cuando estuvimos cerca él me jaló del brazo y me pegó contra la puerta del copiloto. Se puso enfrente de mí y comenzó a besarme el cuello.
—Eres muy linda y no pude evitar notar mirándome en la oficina. —mi dijo mi papá.
Miles de alarmas se encendieron en mi mente. Esto no debería estar sucediendo, como era posible que mi padre me dijera esto. Claro que él aún no sabía que estaba hablando con su propio hijo, y de solo pensarlo mi cuerpo me traicionó y me comencé a excitar. Sentí que él comenzaba a meter su mano debajo de mi vestido y cuando llegó a mi entrepierna sentí como se topaba con mi jaula de castidad.
El semblante en su rostro cambió por completo y se despegó de mi.
—Súbete al carro, por favor.
Me puse nervioso al ver el cambio de actitud tan repentino pero hice lo que me dijo.
Cuando estuvimos dentro del carro los dos, me miró seriamente y me dijo.
—Ya vi lo que eres.
Esas palabras me asustaron, estaba seguro que había descubierto que era yo su hijo y que el castigo que vendría sería horrible. Pero no me dio tiempo a decir nada cuando continuó hablando.
—No me gustan las mariconas, pero eres joven y muy linda. Además sé que necesitas que firme el contrato de esa inversión y creo que los dos podríamos ayudarnos mutuamente. Tu familia no sabe de esto, ¿verdad?
Por un momento me sentí aliviado de sus palabras porque eso significaba que no había descubierto quién era yo.
—No, no saben—. le contesté timidamente.
—Maricona y tímida pero suficientemente mala para esconder eso de su familia. Eso me gusta. — contestó y con una sonrisa acercó su mano a mis piernas y me levantó la falta. Traía puestas las bragas pero a través de ellas se alcanzaba a distinguir la jaula de castidad y aún peor un mancha de líquido preseminal.
Sentí como me ponía rojo de la vergüenza.
—No te preocupes, que a mi también me tienes muy cachondo. Te voy a llevar a otro lugar para que podamos seguir hablando de la inversión—. Me dijo y no pude evitar voltear a mirar su verga que claramente se veía dura, un pensamiento que me pareció inoportuno porque además estaba a punto de llevarme a su casa, es decir mi casa.
No esperó mi respuesta y arrancó el carro. Comencé a pensar qué hacer, pues sabía que tenía un gran riesgo en caso de que tomara una decisión equivocada, pues por un lado podría ser descubierto y por otro estaba la posibilidad de que no lograra que firmara el contrato de la inversión.
Mis pensamientos se vieron interrumpido cuando comencé a sentir su mano acariciando mi pierna. Mi mente se vio invadida con imágenes de todo lo que había experimentado con Alan y de forma automática, extendí mi mano y como por inercia la coloqué sobre el pene de mi padre. A través de la tela de su pantalón pude sentir que se ponía dura y lo miré. Iba concentrado en el camino mientras manejaba, pero vi como en un instante desviaba la mirada y me sonreía.
Retiré la mano avergonzado a la vez que él la retiraba de mi pierna y no dije nada durante el resto del trayecto. Cuando el carro se detuvo me percaté que el lugar a dónde habíamos llegado era mi propia casa. De todos los lugares que esperaba que me llevara, jamás imaginé que me traería aquí.
—Hemos llegado preciosa—. Dijo mientras me miraba y veía cómo se bajaba del coche.
Yo estaba estupefacto así que no di ninguna señal de tener intención de bajarme. Él se acercó a mi puerta y la abrió.
—Vamos no seas tímida. — me dijo mientras me daba la mano. Sin decir nada se la tomé y dejé que me llevara a la casa. Ahora no solo tenía que esconder quién era sino tampoco dejar ver que conocía muy bien este lugar.
—¿Vives solo?—le pregunté, tratando de sacar un tema de conversación mientras atravesábamos la puerta y llegábamos a la sala.
Él se sentó en el sofá y me indicó que hiciera lo mismo.
—No, vivo con mi esposa y mi hijo. Ella está en el trabajo y bueno mi hijo no pasa mucho tiempo en la casa últimamente. — me contestó.
Primero el descubrir que mi papá era el cliente de la empresa, después saber que engañaba a mi mamá y finalmente que llevaba a alguien más a la casa me tenía en un estado de shock que no me dejaba pensar claro, pero mi necesidad de saber más me llevó a preguntarle.
— ¿Y no pasas tiempo con tu esposa? —. Claramente la pregunta tenía como intención saber por qué me había traído a la casa y aún más por qué me había coqueteado hace rato.
Pude ver en su rostro que no le gustó mi pregunta, pero sorprendentemente me respondió.
—Mi esposa no es la misma de antes. Ha olvidad su responsabilidad hacia mí como su esposo y ya no se preocupa por servirme como debe. Le doy todo y no sabe cómo agradecérmelo propiamente — contestó y al escuchar eso pude notar en su tono de voz la decepción.
No pude evitar sentir empatía por él, a la par que enojo y celos hacia mi madre por hacerle esto a mi papá.
—Siento mucho que tengas que pasar por eso, no te lo mereces.—le dije.
Él me miró, se me acercó y con una mano en mi pierna me dijo.
—Sabía que tú me comprenderías, puedo ver en ti tu interés por ayudar a otros.
No supe si fue el nerviosismo de la cercanía, la necesidad de mantener el trabajo, los celos o alguna otra extraña lo que me llevó a hacer algo que jamás en mi vida me imaginé que sucedería. Bajo mi propia iniciativa me acerqué a su rostro y comencé a besarlo. Él no se hizo esperar y me regresó el beso de forma intensa mientras que con una mano me agarraba de la nuca y con la otra agarraba mi pierna.
Sus besos eran intensos y estaban llenos de ansia, podía sentir su lengua luchando por entrar. La intensidad con la que me agarraba y la necesidad que me había surgido por querer complacerlo me estaban excitando y con una de mis manos comencé a sobar su verga. Podía sentir qué estaba durísima y yo a su vez sentía la mía en su jaula queriendo escapar pero sin lograrlo. Mi padre dejó de besarme en la boca para comenzar a morderme ligeramente el cuello. Con mis manos intenté quitarle la camisa, pero me detuvo.
—Vamos arriba. — me dijo y me tomó de la mano para llevarme al lugar.
Todos mis miedos de hace rato se disiparon y mi único pensamiento en ese momento era en complacer a mi papá.
Llegamos al cuarto de mis padres, y mientras observaba no pude pensar evitar que este fue el lugar dónde perdí mi virginidad con Alan y que ahora sería el lugar donde mi propio padre me cogería sin saber quién era yo realmente.
La fuerza con la que me jaló del brazo mi padre irrumpió mis pensamientos, y en un momento me encontraba parado y al siguiente estaba boca arriba sobre la cama.
—Nunca habíaa estado con una maricona como tú, pero me tienes muy cachondo y de verdad espero que no me decepciones—. Me dijo mi padre mientras que veía como se quitaba la camisa. Vi su cuerpo sonido, con sus brazos que eran lo suficientemente gruesos y una mata de vellos cubría su pecho.
—Sube las piernas y ábrelas.— me dijo.
Estaba boca arriba con las piernas colgando de la cama, pero me quité los zapatos, hice lo que me indicó y subí el resto de mis piernas y las abrí. Miré como se me acercaba y me terminaba de levantar la falda del vestido hasta la cintura. Quedé al descubierto de la cintura para abajo, solo con las bragas puestas y en dirección al él.
—Vamos a ver que tenemos aquí—. Dijo y me con sus manos me quitó las bragas de un jalón.
Quedé completamente expuesto, abierto de piernas, con mi verga en la jaula de castidad. Él me miró y escuché que se reía.
—Si no fuera por esto, no sabría lo que eres. Jamás había visto una puta como tú, pero ahora que te miro creo que me vas a servir más que cualquier otra mujer.
Seguido de esto me tomo de las piernas, las abrió más y me levantó un poco. Vi cómo se agachaba y me comenzaba a comer el culo.
De todo lo que imaginé que pasaría, jamás pensé que mi padre comenzaría comiéndome el culo. Y lo hacía tan bien que comencé a gemir en un instante. Lo hacía con una intensidad que me mantenía al borde, me dieron una ganas enormes de tocarme, pero me acordé que Alan me había ordenado que ya no hiciera eso. Me contuve, pero sentía mis bolas y mi verga queriendo liberarse. Sentía su lengua en mi, la fuerza con la que me invadía y en ocasiones hasta pequeños mordiscos que me hacían ver estrellas. No pude evitar en pensar cómo mi madre podía desperdiciar un hombre así.
Estuvo un buen rato así, manteniéndome al borde. Finalmente sentí que se despegaba de mí y se subía a la cama. Se puso encima de mí y comenzó a besarme en el cuello, me bajó los tirantes del vestido y me ayudó a quitármelo. Mis movimientos fueron un poco torpes, pero al final pude deshacerme de la prenda y quedé completamente desnudo frente a él. Mi padre todavía traía el pantalón puesto, yo no me hice esperar y lo comencé a desabrochar, primero el cinturón y luego el pantalón. Él se lo terminó de sacar hasta quedar en ropa interior.
Podía ver su verga marcada, y las ansias por ver aquella verga liberada me carcomía, pero antes de que pudiera hacer nada sentí como se agachaba hacia mi nuevamente y comenzaba a besarme y morderme ligeramente los pezones mientras me acariciaba la cintura y el abdomen. Su manos eran gruesas y ásperas. Se despegó de mí y con ambas manos comenzó a sobar la zona de mis pechos.
—Hay mucho potencial en tu cuerpo, en particular no puedo evitar imaginar lo hermosa que te verías con unos lindos pechos—me dijo con una mirada lujuriosa.
Yo no supe que responder a eso, pero mi determinación por ver su verga era firme, por lo que estiré mi mano a su bóxer. Esa vez no me detuvo y cuando se lo quité, su verga saltó al aire. Estoy seguro que la había visto cuando era niño, pero habían pasado tantos años y a mis 22 ya no me acordaba como era. Lo primero que me llegó fue el olor, era un olor demasiado fuerte, a orina, sudor y algo más, era de un tamaño razonable, pero lo más impresionante era su grosor, era bastante ancha y además estaba sin circuncidar, por lo que el prepucio escondía la cabeza. Estaba cubierta de una gran cantidad de vellos y su huevos se alcanzaban a mirar cargados de leche.
—¿Te gusta?—me preguntó.
—Me encanta— contesté.
—Me da gusto. Tendrás que perdonar el olor, mi esposa antes era la encargada de limpiarla pero pues ya sabes cómo es la situación. Sin embargo, puedes verlo como un regalo y si descubres la cabeza, encontrarás una agradable sorpresa— me dijo con una sonrisa en el rostro.
Tan solo la mención del descuido de mi madre me hizo enojar y a su vez me dio mas motivación. Él estaba hincado sobre mí, así que me moví de manera que él quedara acostado y yo encima con mi mirada hacia su verga parada. Acerqué mi rostro a ella intentando ignorar el fuerte olor y con una mano comencé a recorrer el prepucio que la cubría. El olor que salió fue mucho más fuerte y me llevé una sorpresa al ver que había una cantidad abundante de esmegma. Más que excitación sentí asco en ese momento, pero no podía evitar pensar en que el hombre frente a mi se merecía un buen trato y le dije.
—Tu esposa es una tonta por desperdiciar algo así.
Acto seguido comencé a lamer su verga y limpiar todo el esmegmas que la cubría. Escuché su respiración acelerarse y con eso comencé a chupar su verga propiamente. Quise tomarla con mis manos pero él me lo impidió.
—Sin manos, nena— me dijo.
Intenté hacer como me dijo, pero la verdad era que no tenía mucha práctica así y mis movimientos eran muy torpes. Él me tomaba de la cabeza y me dirigía, las arcadas no tardaron en llegar pero yo me dejaba guiar. No pasó mucho rato cuando me dijo.
—Suficiente. Te quiero en cuatro.
Me despegué de él y me coloqué en la posición que me dijo. Se colocó detrás de mi y se repegó contra mí, podía sentir su verga rozar mi culo, y sus vellos del pecho en mi espalda. Me introdujo 2 dedos en la boca y dijo.
—Chupa bien.
Yo sabía que seguía, así que intenté lubricar sus dedos lo mejor que pude. Sentí como comenzaba a meterlos en mi culo para dilatarlo un poco.
—Todavía estás bastante cerrada. Eso explica tu falta de experiencia, pero también me gustas más así. — me dijo mientras seguía jugando con sus dedos en mi culo. Yo sentía como cada vez que introducía sus dedos se me escapaba un gemido y además mi ano se cerraba sobre sus dedos.
En un momento ya no me estaba dilatando sino que comenzaba a meter y sacar sus dedos de mi culo. Mi excitación aumentó y en consecuencia mis gemidos también.
—Mira como lo disfrutas, eres toda una putita. ¿Quieres verga de verdad?—me dijo mi papá.
—Sí, dame verga por favor—contesté con voz suplicante.
—Si te la doy ¿vas a ser una buen hembrita para mí? Promételo.
—Sí sí, lo prometo. Solo quiero complacerte. — le dije.
Mis palabras parecieron ser suficientes, pues pude sentir como mi padre se posicionaba, y me tomaba de la cintura. Estaba esperando la sensación lenta de su verga entrar en mi culo, pero en lugar de ello sentó como el aire se me escapaba y el dolor recorría mi cuerpo. Me la había metido de una y a diferencia de la de Alan, al ser más ancha la de mi padre, el dolor fue algo que no había experimentado. Sentí unas lágrimas escaparse de mis ojos, y el placer que me llegaba después del dolor parecía no querer llegar.
—Mi esposa la aguanta de una, así que tú también resiste como una buena hembra—me dijo mi padre.
El dolor me impidió responderle, mi respiración sentía muy agitada y aunque intentara escaparme ya había aprendido que no había manera. Comenzó a meterla y sacarla lentamente y yo solo cerraba los ojos y me mordía el labio aguantando el dolor, mientras escuchaba los bufidos de mi padre.
—Ufff, que apretada estás.
Comenzó a acelerar sus embestidas y la sensación de dolor comenzó a disminuir, pasó a ser un sentimiento de incomodidad y poco a poco comencé a excitarme y sentir placer. Sus bufidos se mezclaron con mis gemidos y me encontré a mi mismo empujando mi culo hacia su verga. Mi padre comenzó a dar fuertes nalgadas y su actitud se volvió más agresiva.
—Pinche maricona, seguro todo el tiempo has de andar en celo. ¿Te encanta estar así verdad?
Yo no podía hablar con la combinación de sensaciones que estaba experimentando, así que solo gemí.
—Vamos perra, cabalga a tu semental. —Me nalgueó muy fuerte y su comentario me excitó mucho. Giré la cabeza para mirarlo.
Ahí estaba mi padre, cogiendo a su hijo vestido de nena sin tener ni la menor idea y yo ensartado y gimiendo con sus comentarios, feliz de ser su perra.
—¿Quieres un beso?— me dijo.
Yo gemí y asentí con la cabeza.
—Bueno si no puedes usar la boca para hablar úsala para algo más—dijo y acto seguido escuché como escupía. Su mano apareció de pronto en frente de mi con el escupitajo.—Vamos no vayas a desperdiciar un beso.
Me aguanté el sentimiento de humillación y lamí la saliva de su mano. Cuando la hube limpiado me introdujo sus dedos en la boca de manera que quedé ensartado con su verga por el culo y mi boca con sus dedos.
—No es otra verga pero te mantendrá ocupada. No quiero que dejes de chuparlos — me dijo. Yo comencé a chupar los dedos como su fueran una verga mientras el seguía con sus embestidas. Estuvimos un rato así y después me sacó por completo la verga.
Me volteó de manera que quedé mirando boca arriba, me abrió las piernas y posicionó su verga en dirección a mi culo. En esta ocasión entró más fácil y así con sus dos manos abriéndome ambas piernas y su verga bien ensartada continuó penetrándome. Yo seguí gimiendo y empecé a sentir como empezaba a salir semen de mi jaula de castidad, pero sin la sensación de orgasmo. Él se dio cuenta y aumentó la velocidad de sus embestidas.
—No me gusta que te hayas adelantado perra, pero ya aprenderás.
Yo seguía gimiendo y mi cuerpo se meneaba con la fuerza de sus embestidas, escuché como sus bufidos aumentaban de intensidad. De pronto sentí su verga crecer de tamaño dentro de mí y sentí el chorro de semen salir disparado en mi interior. Sentí su peso relajarse, sacó su verga rápidamente, cerro mis piernas y me las flexionó.
—Aprieta bien nena, que no se salga ni una gota. —me dijo.
Yo hice lo que me dije y apreté lo más que pude para mantener su semen dentro de mí. Después de un rato dejé ir y fue poco lo que salió de mi. Mi papá me sonrió satisfecho y dijo.
—Si no fueras maricona, seguro terminabas preñada, aunque quién sabe con lo puta que eres.
En ese momento me llegó de golpe la realidad de que acababa de ser cogido por mi padre, vestido de mujer, en su propia cama y de qué lo había disfrutado.
—Gracias— le dije.
—Bueno, al menos sabes agradecer— me contestó mientras se paraba de la cama —. Tengo que salir, así que tomaré un baño y me iré, la casa está abierta, puedes irte cuando gustes. Espero vernos pronto nuevamente.
—Lo mismo digo yo— le contesté.
Acto seguido vi que se dirigía al baño y yo queriendo evitar cualquier otro momento vergonzoso, o aún peor quedar al descubierto decidí dormir un rato.
Cuando me desperté mi padre ya no estaba en la casa, así que me quité la peluca, el maquillaje y me metí a bañar. Al salir escondí todo en una caja al fondo del clóset, me puse mi ropa normal y me quedé en mi cuarto.
Pensando en lo sucedido me acordé que no había hablado con Alan en todo el día, encendí mi celular y vi que tenía mensajes sin leer de él y del director de la empresa. Abrí primero los de la empresa:
“Felicidades, el cliente ha firmado el contrato. Buen trabajo.”
Al menos eso había salido bien, me dije a mí mismo. Después abrí el mensaje del Alan. Eran unas fotos que estaba esperando a que se descargaran y un mensaje que leía. “Espero explicaciones de esto”.
Cuando se terminaron de descargar las fotos vi que eran fotos de mí en el estacionamiento con mi padre, con su mano bajo la falda del vestido que traía puesto y justo antes de que me obligara a entrar al coche.
Continuará…
Ya quiero leer la parte 5!!!!!!