El lechero 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por roy93h.
Me tenían desnudo en la casa, y mientras entraban lo que tenían en su auto, cada vez que alguno de ellos pasaba al lado mío, me acariciaban la cola, me daban palmaditas o me abrazaban y me daban unos besos que me hacían poner cada vez más caliente. Después que habían entrado todo, el más joven buscó algo en un bolso que traía, hasta que lo encontró y dijo: – ¡Acá está lo que buscaba!¡Tomá y ponétela para ver cómo te queda! – dijo, alcanzándome una pequeña bombacha de mujer de color rosado con florcitas en el elástico. Me la puse y me moví por la habitación, contoneándome como si fuera una nena, pues así me sentía. – ¡Qué hermosura! – dijo Pedro, pues así se llamaba, mientras me abrazaba por detrás apretándome con fuerza contra él, besando mi cuello y haciéndome sentir entre mis nalgas su dura verga. – ¡No aguanto más! – dijo, y alzándome en el aire, me llevó rumbo al dormitorio mientras los demás festejaban. – ¡Dale con todo, Pedrito, mirá que vale la pena! – le decía el padre. – ¡Sí Pedro! ¡Es todo tuyo ahora!- dijo mi negro. Sus manos no dejaban de recorrer todo mi cuerpo; su boca me besaba los hombros y el cuello, y torciendo mi cabeza, busqué su boca y se me prendió como desesperado.
Al llegar al lado de la cama, me soltó un momento y se sacó toda la ropa. Cuando me di vuelta para verlo, no podía creer lo que veía: una tremenda verga como de 26 cm, dura, gruesa y llena de venas. – ¡Qué grande!…dije, asustado por aquello.- ¿Cómo hago para aguantar todo eso?- pensé. Me abrazó de nuevo y comenzó a besarme otra vez., con su dura verga presionando contra mi estómago. Me apretaba con fuerza las nalgas, y poco a poco me bajó la bombachita que él mismo me había dado. Se agachó un poco y me pasó la verga por entre las piernas…parecía que estaba subido arriba de un palo grueso y caliente…¡qué sensación hermosa!. Pasé una de mis manos hacia detrás y le agarré el grueso miembro, que sobresalía como 10 cm. Con sus dedos entre mis nalgas, comenzó a jugar con mi culito, y poco a poco fue haciéndome entrar un dedo, moviéndolo adentro y afuera, haciéndolo girar.
Cuando entró todo el dedo dio un gemido mientras decía: – ¡Qué hermoso culito tenés, guacho divino! y comenzó a meterme un dedo más. Aquello me dolía pero me gustaba una enormidad; estaba que me derretía. Movía mis caderas atrás y adelante ayudando a entrar el otro dedo. Cuando hubieron entrado los dos dedos, me levantó en el aire para seguir besándome. Me bajó luego y me hizo agachar delante de él, poniendo su grueso tronco frente a mi boca.- ¡Chupámela un poquito, nena divina! – dijo. – ¡Nunca lo he hecho!- le dije.- ¡Yo te enseño, no hay problemas! – me contesto. – ¡Abrí esa boquita divina! – me dijo. Yo miraba aquel monstruo y pensaba que no me iba a caber ni la cabeza, de tan grande que era. Besé varias veces la punta, que estaba toda mojada, y abrí la boca todo lo que pude, y con mucho esfuerzo logré hacer entrar casi toda la cabeza, pero no podía más. Entonces me tomó por la nuca y empezó a empujar su verga para adentro de mi boca…parecía que se me iba a desencajar la mandíbula, pero de a poco iba entrando cada vez más, hasta que llegó hasta el fondo y me hizo dar una arcada cuando llegó allí. Casi no podía respirar y las lágrimas corrían por mi cara, y era una arcada atrás de otra, y aunque yo hacía fuerza para atrás para sacarla, no podía hacerlo por la manera como me tenía agarrado. El jugo biliar llenaba mi boca y caía sobre mi pecho.
Comenzó a moverse tanto, que parecía que estaba cojiendo mi boca. De pronto me la sacó, haciendo que al fin pudiera respirar. Aquel tremendo pedazo estaba empapado en mis propios jugos. Me hizo dar la vuelta e hizo que me arrodillara en el piso con mi cuerpo encima de la cama, de espaldas a él, quedando así como si estuviera en cuatro patas. Siento que abre mis nalgas y vuelve a meterme dos dedos en el culo, moviéndolos para adentro y para afuera, hasta que sentí que algo caliente entraba en mi cuerpo y que sus labios se apretaban contra mis nalgas…era su lengua que me había penetrado. ¡Qué delicia!- le dije.- ¡Nunca había hecho esto! ¡No pares! ¡Más fuerte! – le decía yo entre quejidos. Estaba como en las nubes; aquello era sublime. Me retorcía del placer que me estaba dando. Lo tomé de la nuca y lo apreté contra mis nalgas.- ¡Ay Pedro, qué locura!- decía yo jadeando cada vez que me metía la lengua bien adentro. Hasta que se separó y me tomó de las caderas, poniendo la cabeza de su caliente verga frente a mi culito, y haciéndola correr para arriba y para abajo, jugando con mi culo, haciéndome desearla. – ¡Metémela de una vez, por favor!- le dije casi gritando. Estaba dispuesto a todo; no me importaba que me fuera a romper más aún el culo. Comenzó a empujar suavemente y aquella gorda cabeza empezó a penetrarme, a abrirse paso-¡Dios mío!- grité – ¡Me duele!- pero él no dejó de empujar.
– ¡Despacito, Pedro, despacito!…¡Ayyy!…Sentí que empezó a entrar en mi cuerpo.
– ¡Qué divina cola que tenés!…¡Qué lindo te va entrando, nena preciosa!- me decía.
– ¡Ay Pedro, me vas a matar!
– ¡No, mi bebé!…¡Te la voy a poner despacito, no tengas miedo!¡Aquí va otro pedacito! Dijo dando un nuevo empujón con sus caderas. Yo estaba prendido de las sábanas y con los dientes apretados, sintiendo cómo me iba entrando aquella tremenda verga. Sentí cómo me entró otro pedazo, abriéndose paso por mi esfínter, llenándome todo el culo.
– ¡Ohhh, Pedro, qué grande!…¡No me va a caber toda!…
– ¡Claro que te va a entrar toda, si tenés una colita hermosa, guachito divino! Te la voy a dejar quieta un poquito para que te acostumbrés – dijo, quedándose inmóvil. Yo sentía como un fuego en mis entrañas, y poco a poco, mi culito se fue adaptando a la verga que tenía metida adentro mío. Muy pronto cesó el dolor dejando paso a una linda sensación, entonces moví mis caderas suavemente, haciendo entrar un poco más a la caliente y dura pija. Me estaba empezando a gustar a pesar del tamaño. Al notar esto, Pedro se quedó quieto, dejándome moverme sólo.
– ¡Nena divina, te está gustando mi verga!
– ¡Sí, Pedrito, está buenísima! -contesté sin dejar de moverme
– ¡No aguanto más! – dijo, y tomándome de los hombros por debajo de mis brazos, arremetió con todo, haciéndome arquear y dar un grito. Me faltó el aire y quedé con la boca abierta, con los ojos que parecía que se me iban a saltar, cuando sentí que aquella barra caliente y dura se metía hasta el fondo de mi culo…No entraba más ya…
– ¡Ay, bruto! – le dije. ¡Me duele!…No me escuchó y siguió empujando. Cuando notó que ya no entraba más, se quedó quieto un momento. La notaba por mi estómago, lo menos. Me besaba la espalda y el cuello. Me acariciaba por todo el cuerpo, y cuando notó que me aflojaba, comenzó a moverse en forma suave al principio, comenzando después a darme bomba con más rapidez. Me dio duro como cinco minutos, jadeando y diciendo cosas que no se entendían. Yo era un solo grito al principio, y gemidos luego, porque aquello era cada vez más placentero para mí. Llevé mis manos atrás para abrir mis nalgas, y noté que un pedazo de verga quedaba afuera aún, pero ya no iba a entrar porque cuando me la metía, me tocaba en el fondo de mi culo y no cabía más. Comenzó a jadear aún más, y dando un fuerte grito, comenzó a acabarse bien adentro de mi cuerpo.
– ¡No puedo más! ¡Este culo es demasiado! ¡Me acabo, me acabo!- gritaba.
– ¡Si Pedrito, acabate todo, dale! – le decía yo, contento porque aquello iba a durar poco, pero un poco desilusionado a la vez por el mismo motivo. Sentía sus chorros calientes en mis tripas, cinco, seis, siete, ocho…No cabía tanta leche, y empezó a salir de mi culo, corriendo por mis piernas.
– ¡Ahhh, qué hermosura!… ¡Qué polvo!… ¡Qué ganas de cogerte que tenía!…¡No pude aguantarme más!…¡Es el culo más sabroso que me he comido! – decía entre jadeos.
– ¡Y yo la verga más grande que he tenido metida! – le contesté – aunque la de tu tío también es grande y me gusta con locura, porque él es mi hombre, mi macho. Fue el primero y lo quiero como a nadie, y si estoy ahora cogiendo con vos, es porque él me lo pidió, pero siempre seré suya y de nadie más, aunque me haya gustado mucho el polvo que me echaste – le dije.
– ¡Es bueno saber eso! – dijo mi hombre, que había entrado al cuarto tal vez en pleno polvo y ni me había enterado al estar ensartado de esa manera.
– Qué hembrillo que sos!…Había que verte moviendo tu culo y gozando como estabas recién. Mirá cómo me puse – dijo- subiendo a la cama por el otro lado y mostrándome su verga bien dura. La tomé en mis manos, la acaricié y la llevé a la boca, besándola y comenzando a hacerla entrar.
– Veo que te enseñaron algo nuevo – dijo – ¡Qué rico que lo hacés! ¡No pares que está muy bueno! – En tanto Pedro aún seguía duro dentro de mí, y comenzó a moverse de nuevo, tomándome de las caderas firmemente.
– ¡Mmmmmmgggggfffff! – sólo pude decir, al tener la boca llena con la dura verga de mi hombre, que también comenzó a moverse…Pero eso será otra historia, porque esto ya va muy largo, y hay toda una noche y otro día entero, en los que yo lo pasé desnudo y disfrutando con las cogidas de los tres hermosos negros.
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