El maestro de Karate
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sirpepe.
El maestro de Karate
Me llamo Seth. Mis padres me pusieron así por su obsesión sobre el antiguo Egipto. Tengo dos hermanos. Isis de doce años y Ramsés de quince. Yo soy el mayor.
Hace poco, unos tres meses, mis papas se enojaron con migo hasta el punto de casi abofetearme. Dicen que es porque descuido mis deberes y sospechan que fumo a escondidas. (Lo bueno es que solo son sospechas)
Hace aún más poco tiempo, tuve un problema en la escuela, tanto que termine en dirección y llamaron a mis padres. La directora les recomendó que me metieran a clases extra escolares, para que no desperdiciara mi tiempo en tonterías, futbol, yoga, natación, cualquier cosa con la que hiciera ejercicio y aprendiera a seguir órdenes. Menudas babosadas del sistema escolar.
Lo bueno es que mis padres me dejaron decidir en que me inscribiría. Despues de días de pensarlo me decidí por un arte marcial: Karate, para ser precisos. Esto para partirle la cara a cualquiera que se me metiera en frente y me la hiciera de "emoción"
Habia algo en lo que no estaba de acuerdo: El uniforme. Siempre fui enemigo de los uniformes, siempre, desde la escuela primaria hasta hoy en día. Los uniformes te atrapan, te hacen sentir alguien que no eres, me hacían sentir como un robot al servicio de un solo ideal. Pura basura. Pero bueno, al final no tuve más remedio que comprarme el susodicho uniforme.
El primer día de clases no fue la gran cosa. Como era de esperarse yo era el alumno más grande de la clase, tanto de edad como de estatura. Lo bueno es que el Dojo (gimnasio) era muy nuevo y todos éramos cinta blanca.
Cuando entro el profesor, vestido con su karategui blanco y su cinta negra grito una orden:
-¡Seisa!- Y vi que los niños se sentaban en una pose medio incomoda, yo los imite.
El profesor era un hombre adulto, fornido y de piel morena clara, su cabello negro estaba recortado "con la numero dos" lo cual acentuaba sus fracciones masculinas, de rostro cuadrado con una barba y bigote de esos que se ven rasposos.
-Usted.- Dijo señalándome.- De pie.- Yo obedecí y me pare.
-¿Cuál es su nombre?
-Me llamo Set señor.
-Sensei, no señor, sensei.- Me corrigió con una voz firme.
-Sensei.- Asentí poniéndome lo más firme que pude. Cabeza en alto, hombros atrás, pecho salido y pies juntos.
-¿Hace cuánto que no te cortas el pelo?- Me pregunto algo disgustado mientras tomaba un mechón de mi cabello negro, que literalmente, unos milímetros mas y me cubre los ojos. No le respondí, me limite a callar y mantenerme en firmes.
-Siéntate.-Me indico a la vez que me daba una nalgada de juego que hizo que me incomodara, aunque no sé por qué, si no tenía nada de qué avergonzarme. Tenía un buen trasero heredado de mi madre.
La clase duraba dos horas, dos horas de carrilla: Lagartijas, sentadillas, abdominales, técnica, lagartijas, sentadillas, abdominales, técnica. Así todos los días por un mes. Ya me estaba empezando a aburrir, ¿cuando empezaban los golpes? Yo quería golpes.
Una semana despues segundo mes, el sensei nos dijo que empezaría a enseñarnos a golpear y patear, puesto que ya era tiempo que hiciéramos combate. Al fin. No está de más decir que para ese entonces solo quedábamos seis en la clase, de los veinte, esto por las carrillas del sensei y la desesperación de los alumnos por acción. Me mantuve firme.
Primero comenzamos con golpes, sukis, así se les llama a los golpes en karate, también varias defensas como senkodsudachis, shuto uke, age uke, entre otras (Mi léxico en japonés, no es el mejor) Nos comenzó a enseñar técnica de pateo, mai gueri, maguachi gueri, yoko gueri, uchiro gueri, entre otras (¡Que nombres tan raros y difíciles de escribir!) Me volví el mejor de la clase despues del sensei, tanto así, que me usaba para dar ejemplos. Un día de esos que me enseñaba a tirar una maguachi gueri vio que tenía dificultad en cuanto al equilibrio, así que fue y me ayudo.
-Tira la patada.- Me ordeno, yo lo hice y el sensei la detuvo en el aire con su mano firme. Como era de esperarse casi me caigo por mi equilibrio de borracho.
-Equilíbrate.- Me dijo en sensei, yo lo intente, y lo logre por así decirlo, pero era obvio que estaba en una posición toda chueca.
-Espalda recta.- Me dijo el sensei mientras que empujaba mi pecho con su mano enderezándome.
-Está bien que estés nalgón, y que quieras presumir pero no saques las nalgas.- Me dijo mientras que con su mano empujaba mis nalgas intentando enderezarme. Al sentir su fuerte tacto en mis cachetes me sonroje y escondí la mirada.
-Ya te dije que no tengas pena, tienes unas muy buenas posaderas aquí.- Me decía mientras que me estrujaba una nalga con toda su mano, con su dedo índice muy cerca de mi tesoro prohibido. Yo sol sonreí junto con él.
Algo extraño comenzó a nacer entre mi sensei y yo, no estoy seguro si era el mítico ser al que todos llamaban amor, o solo quería experimentar. Espero que solo fuera la segunda opción, ya que siempre me he considerado heterosexual. Incluso hasta hoy en día. Pero para ya no darles detalles menores, me brincare un par de meses de la historia, hasta los días, los días que en verdad marcaron mi vida…
En espera de un torneo próximo, el sensei, se esmeraba más y más en enseñarnos técnicas de combate y Katas. Tanto era su esmero que habia veces que se quedaba hasta tarde para enseñarnos más cosas. Como yo era el único a quien su mama no venía por él, yo era el que más veces me quedaba hasta tarde.
Fue una de esas tardes cuando el sensei me dio una carilla tan fuerte y pesada que pensé que no soportaría, pero por suerte lo logre, eso sí, el sudor en mi cuerpo hacia que el peso de mi blanco uniforme pesara más de lo debido.
-Puedes quitarte la camisola si tienes calor.- Me dijo el sensei, al ver como sudaba a ríos por todo mi cuerpo.
– Descuida, eres hombre, ¿qué te vería, las tetas?.- Dijo luego se soltó a carcajadas y me estrujo el pecho. Yo reí con el
Accedí y me quite la camisola quedando solo con mi pantalón blanco. Así continúe haciendo ejercicio por un rato. A pesar de ya sentirme menos pesado y más fresco, el sudor corría a chorros por mi cuerpo. Era muy molesto, y más aún cuando me caía en los ojos.
– ¡Firmes!- Escuche gritar al sensei despues de que me diera un par de segundos de descanso.
– ¡Os sensei!- Le respondí de inmediato (si maestro) poniéndome en chi sen tai (posición natural)
-Veo que el ejercicio te sienta bien. Mira esto- Me decía mientras que con su rasposa mano recogía una gota de sudor que resbalaba en mi pecho, justo sobre la punta de mi pezón rosa.
– No llevas ni un año y ya sudas como un verdadero guerrero. Solo te hace falta ser más filoso y serás el mejor luchador de artes marciales de la ciudad.- Cabe decir que dichas palabras me halagaron bastante, pero yo no movía ni un musculo.
-Gracias sensei.- Fue todo lo que dije.
– Vuelve aquí mañana temprano. Ya sé que no tenemos clase, pero quiero hacerte una prueba para saber si ya estás listo.
– Os sensei.- Dije, luego me despedí del maestro con la típica reverencia de todo practicante de karate.
A la mañana siguiente llegue temprano al dojo. La puerta estaba abierta y al parecer no habia nadie.
-Sensei…- Dije mientras buscaba con la vista a mi maestro, pero nada.
Al ver que no habia nadie me fui al área en donde tenían los espejos y comencé a hacer estiramientos. Al terminar me dedique un poco a auto dedicarme algunas palabras como: "Eres todo un papi, mira que cara tienes guapo" y algunas cosas más vulgares frente al espejo. De pronto y sin que me lo esperara, un cojín de golpeo fue lanzado fuertemente hacia mi cabeza haciéndome caer. Al mirar que habia pasado vi a mi maestro, en guardia, con su mirada serena y poderosa viéndome directamente a los ojos.
-Hora de tu examen.- Fue lo que dijo. Luego se abalanzó sobre mí con una velocidad impresionante amenazando con romperme la nariz de un puñetazo que logre evadir. Aun así, el maestro lanzo una feroz patada hacia mi abdomen que termino por sofocarme. Mi maestro aprovecho esta oportunidad y se lanzó sobre mí nuevamente. Me cargo como trapo y me lanzo de forma increíble hacia el área acolchada de combate en el centro de la habitación.
-Como lo suponía, aun eres débil.- Fue lo que dijo, luego me lanzo un puñetazo que logre bloquear con mi antebrazo, y de inmediato contraataque con un golpe a palma abierta sobre su rostro haciéndolo retroceder algunos pasos.
-Estoy listo para mi examen sensei.- Le dije con firmeza mientras me quitaba la camisola del karategi. Despues de una reverencia de respeto, me puse en guardia.
Ataque al sensei con todo lo que sabía: golpes, patadas, agarres, de todo. Pero, a pesar de lograr haber encestado un par de golpes y patadas, mis habilidades en combate eran muy reducidas en comparación con las del sensei. Tanto así, que en un intento por derribarlo, el me bloqueo con fuerza de los brazos, yo por mi parte me agarre de los suyos. Así, en esta posición, ambos a tan solo unos centímetros del rostro de cada uno, nos miramos a los ojos por un buen rato, sin dejar de hacer presión para ver quien ganaba. Sentía la fuerza de sus bíceps aprisionados en mis manos, y yo sentía como sus manos masculinas aprisionaban los míos. Sus ojos azules penetraban en mis ojos café oscuro. Así, hasta que de un rápido movimiento se soltó de mí y coloco sus fuertes brazos en mi cintura descubierta. Luego me intento derribar, y yo intente zafarme. Tal fue la lucha que en una de esas tomo el pantalón de mi karategi, y yo, con la intención de librarme de su agarre, jalonee hacia atrás mi pierna con tal fuerza, que gran parte de la tela de mi pantalón termino en su mano.
Termino por romperme el pantalón, de forma que los harapos que yo tenía puestos se convirtieron en estorbosas telas. Me quite el pantalón y me quede solo con mi trusa blanca. La cual, a causa del sudor, se transparentaba un poco de la retaguardia.
No pude evitar ver su cara al verme casi, desnudo, prácticamente ya estaba desnudo, ya que el sudor de mi cuerpo había humedecido la tela de mi ropa interior a tal punto que se notaban varios puntos de mis zonas prohibidas: La raja de mis nalgas la cual era la más notoria, y una leve parte de mi vello púbico (ya que esa parte estaba muy húmeda)
-¿Va a pelear, o me va a pintar en un cuadro sensei?- Le dije a mi maestro en guardia y sonriente. El solo me miro y se puso en guardia. La pelea continuo.
Me brincare un poco de detalles menores, no sin antes darles un pequeño resumen de lo que sucedió en la pelea: Mi pene se notaba, una de mis bolas se salió por un momento por un lado del calzón, mi ropa interior se bajó a tal punto que mi raya y mis pelos quedaron al aire libre, entre otras cosas como agarres, rozones y miradas cruzadas.
Casi al final de la pelea, decidí que era tiempo de demostrarle al sensei lo que podía hacer. Y que mejor manera que usar "mis atributos físicos" en su contra. Sabía que el sensei era gay, lo sabía por la forma en la que veía mi bulto, mis nalgas, y por la dulce forma que me hablaba casi al oído algunas veces. Usaría ese gusto por mí en su contra. Encontré su debilidad.
Sin que se lo esperara y sin titubear me quite el calzón, quedando en bolas frente a él. Le lancé el calzón y él lo atrapo con ambas manos, sonrojándose sin decir palabra.
-Huélalo.- Le dije mientras me cruzaba de brazos, intentado denotar mi masculinidad.
– Le apuesto a que le fascinara el olor.
El sensei, titubeante cerró los ojos y se acercó mi calzón a la nariz, inhalando profundamente todos sus aromas. Aproveche el momento en que estaba vulnerable y me lancé sobre él. Salte y en el aire, le enceste una tremenda patada en la mejilla que termino por depositarlo en el suelo de forma sonora.
Se incorporó como pudo, luego me sonrió, yo le correspondí, y ambos hicimos la típica reverencia de karate. Luego el sensei poso ambas manos sobre mis hombros y me dijo.
-Eres todo un guerrero Set.- Luego me acerco a él, y sin previo aviso, y para mi sorpresa, vi a mi sensei besándome.
Sus labios gruesos aprisionaban mis labios rosados. Al principio no sabía qué hacer, pero luego cedi ante mis impulsos y le acompañe en el beso. Luego me tendió en el acolchonado suelo en donde me beso apasionadamente.
Paso por todo mi cuerpo, se podría decir que no hubo lugar que sus labios no besaran. Cuando vio mi erección me puso boca abajo y continuo con su trabajo.
Abrió un poco mis nalgas y apareció ante sus ojos mi agujero virgen.
-Es suyo, si quiere.- Le dije a mi sensei suavemente, casi parecía ser un susurro. Luego el sensei comenzó a lubricar mi extradita con su saliva y mi propio sudor corporal.
Tomaba sudor de todas las partes de mi cuerpo para usarlo como lubricante para mi culito virgen: pecho, cuello, axilas, cabello, piernas y entrepierna.
-Tienes un hermoso remolino aquí.- Me decía mientras me abría las nalgas para apreciar más de cerca mi entradita.- El culo más perfecto y precioso del mundo.- Me dijo, luego me beso mi asterisco haciendo que mi cuerpo se electrificara y mi placer surgiera con forma de un gemido de placer.
-Vamos a explorar esta cueva de las maravillas ¿te parece?- Me decía mientras que con su índice me sobaba mi culo.
Sentí un pinchazo de dolor cuando mi ano comenzó a ceder el paso al dedo invasor.
-¡Por Dios, Set, lo tienes bien, pero bien apretado, todavía ni llega a la mitad y parece que ya no hay más pasada! Que rico culito tienes chico.- Me dijo muy impresionado luego que me besara una nalga. Yo no podía creer que fuera tan difícil ser maricon, digo, ¿cómo le hacen para meterse cuanta cosa? Y uno muriéndose por medio…no, un cuarto de dedo.
Ya va a la mitad, ya mero, híjole creo que se te va a romper algo si le sigo.- Lo escuche decir mientras me sobaba cariñosamente mis nalgas. Yo, reuní todo el valor que pude, apreté mis dientes y mis parpados con fuerza y me lancé firmemente hacia atrás. ¡BUM! El dedo entro de golpe. Mi boca se abrió intentando articular un sonido que logre callar, abrí los ojos y me calme.
-Válgame Set, sí que eres rudo, jeje.- Me decía el sensei mientras movía su dedo suavemente dentro de mí y me palmeaba suavemente.
Despues de un tiempo de dilatación anal el sensei saco su dedo de mi culo que se cerró nuevamente, dejando tan impenetrable como antes.
-Bueno, parece que tu colita no quiere entender por las buenas, ¿qué te parece si le damos algo más grande?- Me preguntaba el sensei recargado sobre mi espalda a mi oído, mientras jugaba con uno de mis pezones.
-Os sensei.- Le conteste firmemente con la voz más ruda que pude. Me acomode mejor e inclusive levante más mi trasero, dejando a la vista del sensei un agujerito cerrado esperando ser desvirgado.
De repente sentí algo muy duro y a la vez suave y húmedo posado entre mis nalgas. Era su pene, su enorme pene. Esa monstruosa herramienta de varón iba a desvirgarme.
-Se fuerte chico, se fuerte.- Lo escuche decir mientras sentía a su monstruo rondando en mi entrada, luego comenzaría a hacer presión.
Forzaba mi entrada al máximo, pero logro entrar la cabeza, y cuando entro, sentí como si me hubieran llenado los intestinos de hierro hirviente, un excitante hierro hirviente. Pero la emoción me duro poco ya que el sensei, de un fuerte y doloroso movimiento, me incrusto su estaca hasta que no pudo más. Ya no era más un chico de culo virgen.
Cuando entro toda abrí los ojos y note que estaban llorosos, sentí que algo en mí se habia desgarrado y me dolía al punto de hacerme llorar. Pero contuve las lágrimas y empecé a moverme. En cada movimiento sentía que me moría, pero a la vez, sentía un placer enorme y eléctrico. Mientras esto pasaba, el sensei recorría mi cuerpo con sus rasposas manos, pasando sus yemas por mis pezones, sus palmas en mi viene, sus dedos jaloneando algunos de los pocos pelitos que tenía en mis axilas, apretando mis bíceps, sujetando mis bolas como si fueran de cristal, o aprisionando mi erección solo para bombearla un par de veces haciéndome soltar gritos de placer y mucho líquido pre seminal.
-Eres hermoso Set, tan masculino, tan fuerte, tan apretado…- Me decía el sensei al oído mientras desgarraba mi culo con su hombría.
Su pene soltaba tanto liquido pre seminal que ya se lograba escuchar un "split, splat" en cada envestida. Sus jugos llegaban a mis bolas y luego bajan en forma de finas hebras al mismo tiempo que mi pene soltaba también su pre semen.
De pronto sentí como si hubieran tocado un botón dentro de mí, una zona orgásmica que terminaría por hacerme explotar.
-Me corro sensei, me corro.- Grite a todo pulmón, luego el sensei puso su palma bajo mi pene esperando la descarga. Sin siquiera tocarme, logre disparar más leche que nunca, jamás habia sentido algo así. Todos mis jugos cayeron en la mano del sensei quien despues los saborearía con su lengua, dejando los restos embarrados en mis nalgas.
-Mi turno.- Dijo el sensei, y con una serie de poderosas y rápidas embestidas sentí como el fuego de su semen me quemaba por dentro.
Así nos quedamos un rato hasta que sentí como la polla del sensei salía por sí sola, llevándose tras de sí un hilillo de semen. Cuando el sensei saco su verga me ordeno que echara fuera de mí sus mecos, yo muy obediente así lo hice.
Puje con fuerza dejando salir flatulencias y restos de semen sucio. El sensei lo atrapaba con la lengua a penas salía.
Una vez todo afuera, el sensei me beso compartiendo con migo todo el semen que mi culo habia tragado.
-Ya estás listo para el torneo.- Me dijo cuando terminamos de besarnos.
Hoy en día ya no voy al karate, nos mudamos de ciudad por causa del empleo de mi papa, y ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme del sensei. Hoy en día tengo una novia a la que amo con todo mi corazón, me va bien en la escuela, me corte el cabello, y deja atrás el terrible vicio que es fumar. Eso sí, el sensei siempre estará en mi memoria, y más aún en los momentos a solas con una buena paja.
FIN
Muchas gracias por leer todo el relato, obviamente ficticio, y espero que haya sido de su agrado. En esta ocasión, intente hacer mi primer relato "sucio" entre dos hombres "muy masculinos" Espero haber logrado mi objetivo. Espero sus comentarios.
Con amor: Sir. Pepe
Art-Pepe
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