“EL MECÁNICO”
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por HornyBoy95.
***
Cuando entre a preparatoria mi madre decidió que era tiempo de que tuviera mi propio automóvil puesto que ella no podría llevarme al colegio e ir a su trabajo ya que entraba a la misma hora que yo.
Me dijo que no iba a ser uno de agencia (en ese momento no contábamos con el dinero suficiente para costearlo) yo acepte sin pensarlo dos veces, finalmente me dijo que probablemente podría ir el fin se semana a ver si algún auto me convencía.
Aquella fue, a mi parecer, la semana más larga de mi vida, contaba los días para que llegara el fin semana, parecía que los días no avanzaban.
Estaba totalmente impaciente y mi madre parecía haberse olvidado de lo que me había dicho ya que no volvió a comentar el tema hasta el viernes cuando llegué del colegio.
— Está bien, yo le comento— decía mi madre mientras hablaba por teléfono.
Yo no dije nada simplemente subí a mi habitación, al cabo de unos minutos baje nuevamente hasta la cocina.
— ¡Hola ma’!
— ¡Oh! No te he oído entrar, estaba al teléfono con…
— ¿Con quién?— hubo unos segundos de silencio, por un momento llegué a creer que se trataba de mi padre.
— Con…— continuó mi madre—.
Miguel.
— ¿Quién es Miguel?— el nombre me sonaba familiar pero no lograba recordar.
— Miguel, el mecánico, él ha reparado mi auto varias veces.
— Ah, y ¿qué onda con él?— dije mientras habría la nevera y tomaba una lata de Coca-Cola.
— Bueno pues él es quien me ha dicho que tiene un automóvil que puede interesarte.
— ¿¡De verdad!?— por poco me ahogo con la gran cantidad de soda que tenía en la boca.
— ¡Sí!
— ¿¡Cuando puedo ir a verlo!?— la emoción se apoderó de mi completamente.
— Dijo que mañana.
No podía creerlo, estaba tan emocionado que esa noche no pude dormir.
Cuando amaneció me levante rápidamente y de di una ducha.
Bajé y encontré a mi madre en la cocina.
Me dijo que tendría que salir por un compromiso muy importante de su trabajo, por un momento creí que ya no querría que fuese a ver el automóvil, pero toco cambió cuando me dijo que minutos antes había hablado con Miguel y le comentó que era preferible que fuera a conocer el auto por la tarde cuando ya hubiera cerrado el taller para así poder explicarme mejor las especificaciones del vehículo sin interrupciones ya que tenía demasiado trabajo aquel día.
— Dice que vayas como a las cinco.
— Está bien— respondí con cierto desánimo.
Mi madre se subió a su auto y se fue no sin antes recordarme que volvería tarde.
En las horas que faltaban para ir al taller de Miguel terminé mi tarea que tenía aún pendiente.
Tan pronto sonó la alarma que indicaba que eran las 5:00 p.
m.
salí camino del taller.
Aquella tarde era especialmente calurosa.
Al llegar al establecimiento toqué el timbre y unos segundos después pude oír como alguien se aproximaba, la puerta se abrió y frente a mi apareció un hombre alto como de 1.
80 m, de brazos fuertes, piel blanca; cabello oscuro, corto y un poco ondulado, sus ojos eran color aceituna y sus labios eran finos.
Me quedé sin habla por un instante pero luego Miguel rompió aquel incomodo silencio.
— Tú debes ser Ernesto, ¿cierto?— su voz no era tan grave como me la imaginaba pero aun así logro encantarme.
— Sí, soy yo— dije al fin—.
Mi madre me comentó lo del auto y quise venir.
— Qué bueno que vienes a esta hora, ya he terminado de trabajar y ya puedo enseñarte mejor el auto, pero pasa— se hizo a un lado y yo entre por fin a aquel taller, era muy amplio y estaba un poco oscuro, de pronto una luz se encendió y pude ver el auto.
— Es un Nissan Versa— dijo Miguel cuando paso a mi lado dirigiéndose hacia el vehículo, yo fui detrás de él—.
Está prácticamente nuevo, es sólo que es dueño necesita el dinero, por eso están en venta.
Pasó un rato explicándome un montón de cosas sobre el auto, yo no entendí la mayoría de lo que dijo, lo que me importaba era que funcionara correctamente.
— Quieres probarlo— pregunto Miguel.
— ¿Ahora?
— Por supuesto— tan pronto dijo esto ambos nos subimos al vehículo.
Abrió la gran cortina metálica del frente del taller y salimos.
El recorrido duró unos treinta minutos y apenas si dirigimos palabra, estaba tan encantado con el auto que por momentos olvidaba que iba acompañado.
— Manejas muy bien— comentó Miguel cuando llegamos nuevamente al taller.
— Gracias— me sentí algo sonrojado.
— Se nota que estás listo para tener tu propio auto— Miguel sonrió y yo le sonreí, nuevamente hubo un pequeño silencio que él rompió—.
¿Quieres pasar a tomar algo? Hace demasiado bochorno.
Yo simplemente asentí.
Seguí a Miguel hasta una puerta que daba paso a una habitación pequeña que estaba llena de refacciones para autos, después abrió otra puerta que dirigía a una escalera que subía a la segunda planta que cumplía la función de casa de Miguel y su familia (su esposa y una hija de 6 años).
— Es una casa enorme— dije cuando estuvimos en la cocina.
— Por mi trabajo necesito mucho espacio— comentó desde la nevera.
Se dirigió a la mesa con una lata de Coca-Cola en una mano y en la otra una lata de cerveza.
— ¿Coca está bien o quieres una cerveza?— dijo con una amplia sonrisa.
— Así está bien
— Entonces, ¿Qué tal el auto? ¿Te gustó?
— Claro, me encanto.
— Con ese carro vas a impresionar a todas las chicas de tu escuela— dijo con una sonrisa algo pícara—.
Todas van a querer que les des un paseo.
Yo simplemente sonreí algo apenado.
Seguimos platicando durante algunos minutos, en la charla surgieron algunos temas como deportes (supe que su deporte favorito era el básquetbol), incluso hablamos de nuestra vida personal, me dijo que su esposa se encontraba fuera de la cuidad.
— ¿Por qué tuvo que salir su esposa?
— Mi suegra se enfermó y quiso que ella la cuidara—dio un gran trago a su bebida.
— Ah, ya entiendo.
— Ya tengo una semana viviendo solo, no es nada fácil.
— Sí, me lo imagino
— ¿Te importa si me quito la playera?— por un segundo me quedé sin habla—.
Es que hace demasiado calor.
— Para nada.
Se levantó de su asiento y con un movimiento hábil retiró aquella playera roja que tenía algunas manchas de grasa de automóvil, su cuerpo no era el de un súper modelo, pero tampoco estaba del todo descuidado, se veía que se preocupaba por su imagen, sus brazos se veían mejor aun cuando no llevaba la playera puesta, me encantó; su pecho estaba ligeramente cubierto de vellos que a mi parecer lo hacía ver mucho más atractivo y varonil, en su abdomen y alrededor de su ombligo había una mayor cantidad de vellos que bajaban y se escondían bajo sus pantalones.
Su ropa interior se asomaba ligeramente alimentando mi lujuria y dejando volar mi imaginación, pero me contuve, un hombre como él jamás pensaría siquiera en intentar algo conmigo, además tenía esposa, así que traté de alejar aquellos pensamientos de mi mente.
Pero nada me había preparado para lo que pasaría después.
Una vez que se había quitado la camisa tomó asiento nuevamente, por un momento estuve en silencio no sabía que hacer o cómo actuar; pero como ya se hacía costumbre entre nosotros fue Miguel quien tomó la iniciativa.
Empezó a acariciar su entrepierna de manera casi descarada, parecía que eso le excitaba demasiado pues su falo comenzó a macarse y a destacarse en su pantalón.
— ¿Te gusta, verdad?— dijo mientras se dirigía hacia mi lentamente.
Asentí con algo de temor, él ya estaba frente a mí y seguía acariciando su bulto que estaba casi a la altura de mi rostro, sostuvo mi mano y la dirigió directo a su entrepierna, empecé a acariciar su verga se sentía demasiado dura, no quería parar ahora que sabía que él quería coger.
— Vamos a mi recamara— me levantó y lo seguí hasta una amplia habitación que era la que compartía con su esposa.
Con un movimiento casi brusco me aventó a la cama, ya ahí me ordenó quitarme la playera y los pantalones, obedecí sin decir palabra.
Cuando quedé en bóxer Miguel se acercó a mí, sin decir palabra supe que quería que le quitara los pantalones y así lo hice.
Primero le retiré el cinturón, después desabotoné el pantalón y lentamente bajé la cremallera, despacio fui bajando su pantalón hasta las rodillas dejándolo solamente en ropa interior; un bóxer azul marino de la marca Fruit of the Loom era la única prenda que separaba su verga de mi boca.
Acerqué mi rostro al bulto de su bóxer y su olor a hombre me embriagó, no sabría describirlo pero me encantó, besé su bulto con desesperación, mientras con mis manos acariciaba sus nalgas, yo estaba con mi pene totalmente erecto y liberando mucho precum.
— Acuéstate— dijo apartándome de su bulto.
Me acosté boca abajo, pude sentir a Miguel cuando subía a la cama y se acomodaba sobre mí, sentí su verga dura en mi culo, empezó a moverse lentamente como si estuviera cogiéndome, ambos seguíamos en bóxers, pero aun así logró excitarme lo suficiente como para que mi ano empezara a lubricar, lo sentía cada vez que su gran verga se acomodaba entre mis nalgas, estaba mojado listo para recibir su pito; pero no quería apresurar las cosas, quería que fuera él quien me lo pidiera, quería que se excitara al punto que rogara por meterme su verga.
Sentía su respiración en mi nuca, incluso sentí que un par de veces sus labios rozaron mi espalda.
Estaba en el cielo.
Poco a poco fue aumentando la fuerza con la que me embestía al igual que sus caricias, aquellos simples roces de sus labios en mi espalda se habían convertido en ligeras mordidas dirigidas principalmente a mi cuello.
— Chúpamela— dijo suavemente en mi oído y después mordió levemente el lóbulo.
— Ponte cómodo.
Miguel se recostó en la cama con las manos entrelazadas tras la nuca, en cuanto quedó bocarriba pude notar que su bóxer estaba con una gran mancha de humedad provocada por su precum, ver aquello me excitó de sobremanera.
Acerqué mi rostro a su bulto y comencé a dar ligeras mordidas y al mismo tiempo lamía su verga sobre la tela de su ropa interior, él observaba fijamente cada uno de mis movimientos con ojos de lujuria, después de un rato fui retirando lentamente su bóxer y por fin pude ver aquella hermosa verga de macho: veinte centímetros de largo, su vello púbico parecía que recientemente lo había recortado, a lo largo del pene se marcaban varias venas lo que hacía que se viera más viril, sus huevos eran de un tamaño mediano con tan solo algunos vellos púbicos, se veían llenos de esperma que yo estaba dispuesto a sacar.
Al ver glande completamente mojado fue ahí donde decidí concentrar mi trabajo, primero metí casi por completo toda su verga a mi boca, el sabor ligeramente salado de su precum me volvió loco, Miguel se mantenía en silencio solamente observando, aceleré un poco el ritmo de mi mamada y al mismo tiempo jugaba con sus bolas e intentaba meter uno de mis dedos entre sus nalgas que se encontraban llenas de vellos lo cual me prendió mucho más, cuando su verga estuvo completamente ensalivada paré por un momento y la saqué de mi boca, la besé por todo lo largo hasta llegar a sus huevos los cuales lamí con pasión, después regresé a su pene esta vez concentrándome en su glande, lo lamía lentamente mientras Miguel cerraba los ojos, su respiración aumentaba gradualmente, lo estaba disfrutando, ambos lo estábamos.
— Sigue así putito— dejo soltar un leve gemido.
— Sí papi— acaricié su pecho y sus bolas.
Sus músculos comenzaron a tensarse poco a poco al tiempo que yo seguía mamándole la verga por completo, era obvio estaba a punto de venirse y estaba dispuesto a recibir su lechita en mi boca.
— Espera— la voz de Miguel parecía agitada—.
Si sigues así voy a terminar muy rápido y todavía quiero darte verga por el culo.
Rápidamente y con cierta brusquedad me tumbó bocabajo en la cama y con rapidez me quitó mi bóxer.
Con agilidad logro someterme, como un felino que devora a su presa, me encantaba ser su presa.
Sentí el peso de su cuerpo sobre mí y la tibieza de su falo entre mis nalgas; en ese momento estaba en el paraíso, todo él era prefecto, su cuerpo, sus ojos, su verga, todo; no podía resistirme.
Empezó a hacer movimientos pélvicos, lo mojado que ya estaba mi ano combinado con su precum hicieron la mezcla perfecta, podía sentir cada centímetro de su pene deslizarse entre mis nalgas, sus labios recorrían mi espalda y se detenían a instantes en mi cuello.
Después de unos minutos más de aquel éxtasis pude sentir como acomodaba su falo justo en la entrada de mi culo y empezaba a abrirse paso hacia mi interior, fue muy delicado al penetrarme, supongo que pensó que aún era virgen, sentir cada centímetro de su verga dentro de mí y sus testículos chocando con mis nalgas ha sido una de las experiencias más excitantes de mi vida.
La velocidad con la que me penetraba iba aumentando al igual que mis gemidos, cambiamos de posición; ahora yo estaba sobre él lo que me permitió llevar el control de la penetración, tras unos minutos cambiamos de posición nuevamente, puso mis piernas sobre sus hombros y continuó haciéndome suyo, se acercó a mi rostro y empezó a besar y morder levemente mi cuello mientras yo arañaba su ancha espalda.
— Voy a terminar— susurró.
— Termina adentro.
Siguió unos minutos más penetrándome, sentí sus músculos tensarse al igual que los míos, lo abracé con fuerza, eyaculé; Miguel continuó por unos segundos más, su verga se hinchó más en mi interior, su respiración se agitó y pude sentir como cinco descargas de semen inundaban mi interior, se dejó caer sobre mí y después de unos segundos sacó su pene, me acomodé en su pecho y comencé a juguetear con sus vellos, él me abrasó.
Su verga estaba ya flácida pero aun así tenía un buen tamaño y grosor.
— No había cogido así con mi esposa, ya me hacía falta un culito donde descargar mi leche, ella siempre quiere con condón.
— Cuando quieras aquí me tienes— bajé mi mano para acariciar su verga y Miguel comenzó a acariciar mis nalgas.
Se levantó y recogió sus bóxers del piso, se los puso y se dirigió al baño.
Cuando regresó noté que estaba nuevamente erecto, comencé a darle sexo oral hasta que terminó por eyacular en mi boca.
Estuvimos desnudos por al menos una hora más, nos metimos a la regadera juntos dispuestos a darnos una buena ducha pero en cambio me cogió nuevamente.
Cuando salimos de la regadera me puse mi ropa rápidamente, bajé las escaleras dispuesto a irme ya, cuando estaba en la puerta principal Miguel bajó rápidamente vestido solamente con unos bóxers color naranja.
— Dime cuando nos veremos otra vez.
— Cuando quieras— puse mi mano sobre su bulto.
Salí, había oscurecido.
Con caminar apresurado me dirigí a mi hogar, al llegar me percaté de que mi madre aún no se encontraba en casa lo cual me llenó de alivio.
Cuando llegó mi madre, aproximadamente 30 minutos después de mí, lo primero que me preguntó fue sobre el auto, a lo que yo simplemente respondí: “me encantó”.
Al día siguiente mi madre quiso que fuéramos a ver el auto y seguimos yendo por aproximadamente una semana más.
Miguel aprovechaba cualquier descuido de mi mamá para acariciar mis nalgas, algunas otra veces yo pedía permiso para usar el sanitario y Miguel mi amablemente me acompañaba ya ahí solos le daba una mamada rápida y él descargaba toda su lechita en mi garganta.
Después de eso la esposa de Miguel regreso, los encuentros ya no eran en su casa sino en un hotel a las afueras de la cuidad, cada uno era más apasionado que el anterior, incluso me comentó que ya no tenía sexo con su esposa, procurábamos ser lo más discretos con nuestros encuentros para no levantar ninguna sospecha; pero su esposa intuía que algo sucedía.
Para no arriesgarnos ser descubiertos pusimos un alto a nuestros encuentros.
A veces paso frente al taller solo para observarlo, me gusta verlo sudado hasta algo sucio de las manos y su ropa, me excita.
FIN
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