EL MESERO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Tenía yo 38 años y acompañé en una salida a una pareja de amigos gays. Después de pasear largo rato los tres, conversando amigablemente, fuimos a comer a un restaurante parrilla cercano a la costa norte del Río de la Plata.
El sector de mesas donde nos ubicamos era atendido por un mesero muy joven, sencillo en sus formas pero bien parecido. Fue muy atento con nosotros, pero me dí cuenta que al notar la condición gay de mis amigos se puso extremadamente conversador y atento con nosotros, a cada momento venía a nuestra mesa a verificar que estuvieramos bien atendidos, aprovechando para darnos conversación.
Así las cosas, terminó la comida y la sobremesa y nos despedimos de nuestro atento mesero, dejándole una buena propina. Al retirarnos, observé que el simpático y viril jovencito nos miraba con atención, siempre sonriéndonos. Debo reconocer que me gustó y mucho. No era muy alto, el cabello algo crespo, guapo de cara y bajo el uniforme se le notaba un cuerpito delgado pero fibroso y marcado.
LLevé a mis amigos en mi auto hasta su casa y al regresar a la mía, me dejé vencer por la tentación. El chico me había gustado y había demostrado con insistencia su interés en trabar relación con nosotros al percibir nuestra condición. Decidí entonces volver a pasar por el restaurante.
Llegué, estacioné el auto y al entrar al local me dirijí al mismo sector donde habíamos estado con mis amigos. Había pocos comensales ya. El joven mesero, al verme regresar, me sonrió con asombro y noté que le brillaron los ojitos.
Otra vez por acá?? me dijo muy simpáticamente. Sí, le respondí, me sentí muy bien atendido y me gustó mucho, quería volver a verte….
Mi declaración fue recibida con mucho entusiasmo por el jovencito, me trajo un trago que le pedí y se puso a conversar conmigo, mientras iba y venía en sus tareas. Dijo tener 20 años. Entre otras cosas, le pregunté que horario cumplía y me contó que terminaba su turno a las 23 horas, y que después quedaba libre. Sin vacilar, le dije que me gustaría verlo después de su salida, así hablábamos más tranquilos. Arreglamos que yo lo esperaría en mi auto, a algunos metros de allí. Así lo hice.
A las 23.15 en punto, mientras yo esperaba dentro de mi auto escuchando música, apareció el joven con su mochila. Vamos a dar una vuelta, le dije, y aceptó contento.
Aproveché el breve paseo en auto para decirle que me había agradado mucho, que por esa razón había vuelto, y que me gustaba estar en ese momento con él.
Terminamos el recorrido en un lugar cercano a la costa, desde donde se puede ver el rio, sitio que algunas parejas elijen para tener algo de intimidad en sus autos. Pero en ese momento no había gente allí. Estacionamos y nos quedamos hablando de cosas personales. Allí fue que me confesó que no tenia 20 años, tenía 18, y que yo le había caído bien y le había gustado. Bajamos a caminar juntos unos pasos. Se mostraba muy cálido y sobreactuaba su virilidad mientras que, nervioso, se pasaba la mano por el pelo. La situación era muy obvia. Le propuse que nos sentáramos dentro del auto, soplaba un viento algo frio.
Exprofeso, con la excusa de revisar las cubiertas del auto, me demoré unos pocos minutos en entrar. Cuando lo hice, observé que el mocito se había abierto completamente la camisa, mostrando su pecho bien marcado. Enseguida, desabrochó su pantalón y sacó todo su bulto, hermosos huevos, una verga muy dura, todo coronado por un bosque oscuro de pendejos. La verga le latía de tan erecta.
Me senté y cerré la puerta del auto. Con mucha tranquilidad comencé a acariciarle el pelo enmarañado, mientras reclinaba su asiento. Le puse toda mi lengua en su boca, mientras le acariciaba el pecho. Respondió con intensidad, usando mucho su lengua. Con mi boca le recorrí el pecho y seguí bajando hasta lamerle los pendejos, mamarle fuertemente los huevos y chuparle su verga. Me detuve solamente para volver a succionarle sus pezones y volver a llevar mi boca a su verga, que ya soltaba mucho líquido preseminal.
Meneaba su cadera enloquecidamente entre gemidos, mientras yo amasaba su pija con mi lengua, sin dejar que la saque de mi boca con sus movimientos. En un momento sentí como los músculos de su verga bombeaban leche, que me llenó la boca por completo. Leche abundante, espesa, caliente, de macho joven.
El machito quedó agotado, pero seguí con mi estimulación, con boca y manos, provocándole dos eyaculaciones más, que mamé con desesperación.
Después de algunas palabras simpáticas, lo acerqué hasta su casa con la promesa de volver a pasar por el restaurante otro dia. Pero lamentablemente nunca lo hice y de ese macho solamente me quedó este lindo recuerdo que ahora comparto con ustedes.
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