El morocho que tanto deseaba
Después de tantos años se me dio lo que deseaba. Un macho, petiso y pijudo.
Mi nombre es Daniel. Estoy casado con una mujer, y tengo hijos. Tengo 40 años, soy atlético, deportista, y muy masculino.
Desde siempre quise tener sexo con un tipo morocho, de piel trigueña, masculino, petiso y pijudo.
Y se me dió.
En una pagina de encuentros, vi la descripción de lo que buscaba: masculino, sólo activo, 1.70 mts., pelo corto.
Mostraba una foto que no decía nada. Le mandé un mensaje pero no me daba bola. Luego de insistir me dijo que no era casado, y por eso no respondía mis mensajes (porque eso es lo que yo buscaba).
Me aclaró que era solamente activo, que le gustaba que le chupen mucho la pija, y que si le pasaba mi telefono me enviaba un video de lo que le gustaba. Le di mi telefono y me envió un video de un tipo comiéndose una verga que le producía arcadas.
Y ahí nomás le pedí una video llamada. Qué lindo tipo. Morocho, musculoso, petiso, de tez trigueña, serio, con un bulto considerable.
Me llamo Manuel, me dijo.
Quedamos para vernos al día siguiente. Le pedí que usara ropa deportiva de algodón. «Voy a ver qué me pongo, no sé»… como diciendo «acá vos no decidís»
Ese día me estuve dilatando el orto, poniendo algunas cremas. Quería disfrutar del morocho. Quería tenerla adentro. Me ardía el culo de solo pensarlo.
Y llegó el día. Vivía a varios kilometros, pero no me importaba.
Estuve ayunando unas 6 horas, porque quera atragantarme con la verga de este tipo. Me mandé un enema, porque sabía que me iba a coger. Me bañé y me perfumé.
Estaba muy nervioso. Mientras me dirigía a su casa le iba mandando mensajes diciéndole las ganas que tenía de estar con él.
«No veo la hora de tener tu verga en mis manos, tocarla y después tragármela toda, hasta el fondo»
«Uy, sí, eso me gusta», me decía. «Te la voy a dar toda».
«Quiero que me agarres de la cabeza y me la mandes a guardar»
«Uh negro, te voy a llenar la boca de pija!», me contestaba
Llegué al edificio, toqué timbre, y bajó del ascensor un machito hermoso. Masculino a más no poder. No se había puesto la ropa que le pedí…
Me saludó como si nos conociéramos de siempre y me invitó a pasar.
En el ascensor subió una vecina, con la que habló un poco. Era muy varonil.
Cuando la vecina se bajó, Manuel me miró, se sonrió, se agarró el paquete con la mano, se acercó, me tomó de la cabeza con la otra mano, me llevó hacia él y me chantó un beso corto. En ese momento me di cuenta que él mandaba.
Entramos al departamento, muy lindo e iluminado. Dejé mis cosas sobre un mostrador. Y sin darme tiempo a nada Manuel me agarrò nuevamente de la cabeza, me llevó hacia él, me pegó una buena apretada y me comenzó a besar. Y yo me dejé…
Nos sacamos solamente las remeras. Lo toqué por todos lados. Tenía una piel suave, que me llamaba la atención. Le toqué los brazos, las manos, que por cierto eran muy lindas, con dedos gordos y venosas, la cola perfecta que tenía, la cabeza, el cuello. Qué piel que tenia!!. Se la lambí toda. Toda. Las axilas, los brazos, los dedos, el cuello, la espalda. Que lindo hombre. El se dejaba chupar. Se dejaba tocar. No decía nada. Yo estaba en la gloria. Cuando para él fue suficiente, me llevó a la habitación, me dejó ahí y se fue.
Al instante volvió totalmente en pelotas. Qué hermosa pija! No lo podía creer! Cómo podía un tipo con esa cintura tan pequeña tener semejante pija. Gorda, larga, recta. De película.
Obvio que se dio cuenta…
«Qué hermosa pija!», le dije. Y lo miré a los ojos. Ahí estaba, sonriendo, sabiendo que era cierto.
«Es toda para vos», me dijo.
Y me arrodillé. Le puse mis manos en su cola dura, abrí la boca, y lo dejé entrar. Yo quería disfrutar esa cabeza que no se veia completa por el prepucio. Pero Manuel no me dejó. Enseguida hizo un movimiento pélvico y me la metió en la boca, hasta que hizo tope. Y sin perder tiempo comenzó a meterla y sacarla. Literalmente me cogía la boca. Me daba arcadas, pero a él no le importaba. El seguía. Yo babeaba por todos lados. Quise mantenerla un poco quieta en el fondo de mi boca, lo traje de sus gluteos hacia mi… para qué!!, sin perder tiempo me agarró de la cabeza y me dio un pijazo que me hizo largar una bocanada de saliva desde el estómago que me llenó la boca. Me saqué la pija de la boca y me fui a escupir al baño. Qué hijo de puta! no me dejaba ni respirar con la pija esa. Y volví a buscar esa verga y ese macho. Porque este sí que tenía actitud. Este sí que quería placer sin importar cómo me sintiera yo.
Nuevamente me arrodillé, lo miré, me sonrió. «Abrí la boca», me dijo. Yo obediente lo hice. Y otra vez me la mandó hasta el fondo.
Cómo me gustaba este tipo. Que macho hermoso. Dominante. Me cogía la boca, yo trataba de que me entrara toda, y obviamente, él me «ayudaba» con ese empujón de pelvis que me generaba la arcada que terminaba escupiendo en el baño con sabor a vómito.
Y se repetìa la escena una y otra vez.
Y la pija parecía que le crecía cada vez que volvía. Y él no hablaba. Sólo me miraba y me sonreía.
En un momento le agarré la pija con la mano, como para que me dejara hacer un poco, y le chupé bien chupada la cabeza. Qué linda pija. Una cabeza hermosa, suave.
El tipo no tenía olor. Nada. Impecable. No le chorreaba la pija. Solo estaba embadurnada de mi saliva.
Se acostó en la cama boca arriba y me llamó. «Vení». Eso fue todo. Y fue suficiente para entender que le iba a seguir chupando la pija.
Y seguía el juego. El me cogía la boca. Yo quería que me entrara toda, hasta el fondo, y justo en ese momento, como si me leyera la mente, me daba un pijazo, me apretaba la cabeza contra su abdomen y me retenía ahí, hasta que yo salía porque el vómito me llenaba el poco espacio que me quedaba en la boca.
Un sueño hecho realidad.
Cada tanto hacía un sonido: «Uff», que se correlacionaba con su caderazo que hacía que tragara su verga.
El era quien gozaba. El me usaba para su placer. Yo le estaba dando placer a un macho de verdad. Jugaba conmigo. Me tenía a su merced.
Se levantó de la cama, dio la vuelta y se acostó para hacer un 69.
Primero de costado. Ahí pude disfrutar esa pija. Se la chupé como quería. Me encantaba que el prepucio era largo, de piel suave. Se lo mordisqueaba, se lo chupaba, le metía la lengua entre el prepucio y el glande. Y mientras tanto el me chupaba la pija. Y lo hacía bien.
Luego me puso de espaldas a la cama y el se subió encima mio, siempre haciendo el 69. «Acá me ahoga el hijo de puta», pensé. Me va a meter la pija bien adentro y no me la va a sacar. Me voy a vomitar todo… Y así fue. Qué terrible hijo de puta. Mientras él me chupaba el orto, la pija, me metía un dedo en el culo, y me volvía a chupar el orto, me metía la pija bien adentro de la boca y la dejaba ahí. Realmente no podía respirar. Trataba de tragarla, me la quería comer toda. Y él se daba cuenta, porque más adentro me la metía. Y el vómito, escaso y principalmente de saliva, se venía a mi boca. Pero como ya había ido tantas veces al baño a escupir, en una de ellas me habìa traído una toalla. Así que escupía en la toalla y otra vez él, no yo, me metía la pija en la boca.
El tipo no paraba nunca. Me cogía la boca todo el tiempo. Me la metía a más no poder, y me hacía vomitar. Y yo me dejaba…
En un momento le vi el ojete. Qué perfecto ojete. Limpito, sin pelos. Me dejó pensando. Pero enseguida Manuel me sacó de donde estaba mi imaginación porque nuevamente me atragantó con su pija. Que linda pija tenía el morocho. Qué linda cola. Y que bien me cogía la boca.
No sé el tiempo que estuvimos así. Yo creo que una hora. El tipo no paraba más.
Sin decir palabras, dejó de hacer lo que estaba haciendo, se acomodó entre mis piernas, me las levantó, se puso un forro y me la empezó a meter.
Al principio me dolió. «Otra vez no», me dije. «No puede ser, con todo lo que me preparé».
Manuel me la estaba metiendo. Yo estaba sufriendo. Intenté acomodarme un poco, lo poco que él me dejaba, porque me tenía sostenido de las piernas, pero con eso fue suficiente. Para cuando me di cuenta Manuel ya me estaba cogiendo. Me estaba cogiendo!!!!
Qué felicidad. Después de tantos años esperando, el tipo que tanto deseaba, me estaba cogiendo y no me dolía.
Yo aprovechaba y lo tocaba. Lo miraba. Quería saber qué estaba sintiendo. El estaba todo sudado, lógico, si me cogía como caballo. No paraba nunca. Era un mete y saca continuo. Yo lo miraba a los ojos, él me miraba. No me decía nada.
«Cómo me gustás. Sos un macho hermoso. Un macho pijudo que me está rompiendo el orto». Pero no decía nada.
Y en ese momento me di cuenta que se había pasado la «magia». Ya había conseguido lo que quería. Que un macho me cogiera y no me doliera.
Ahora solamente quería verlo acabar. Verle la cara de placer cuando terminara adentro mío. No sentía nada. Yo tenía la pija dura. Nunca se me bajó. Pero hacía un esfuerzo para disfrutar de la cogida.
Manuel me soltó las piernas, me agarró la pija, y mientras me cogía me masturbaba. «No», le dije, «no quiero acabar». Y la verdad es que tener una pija en el culo y la mano de otro haciéndome una paja, mamita, quién aguanta?
Y me hizo acabar.
Y ahí, todo se acabó. Literalmente. Manuel me la sacó. Yo no sabía si él había acabado. Pensé que sí, que por eso me masturbaba.
Nos levantamos, él se sacó el forro y se fue al baño, nos cambiamos y me ofreció unas empanadas para comer.
Cuando volvía a mi casa, estaba contento por la experiencia, pero me dio una desilución importante. ¿Qué esperaba yo que fuera la cogida? ¿Si me hubiera dolido me hubiera gustado más? ¿Eso es que te coja un buen macho?
Es que esperaba que me denigrara un poco? Que me hablara mientras me cogía? Que me dijera que esa pija enorme me la estaba metiendo toda en el culo? Que yo era su puto?
Entonces me quedé pensando.
Pensando que eso era todo. Que haber imaginado tanto que me rompiera el culo el tipo que yo quería iba a ser otra cosa.
Pensando que fantasear tanto, que leer relatos e imaginarse las cosas, que mirar porno, hace que luego la realidad sepa a poco…
Pensando en que la próxima vez, me lo quería coger yo a él.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!