El Mototaxista II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Nos tomamos de la mano y nos fuimos al cuarto, ya estábamos mas tranquilos, ya el éxtasis del sexo había pasado momentáneamente. El quería acostarse, quería meterse debajo de las sabanas y perderse en una experiencia de una vez. Yo no podía dejar que eso pasara: lo tomé por la cintura, lo besé y así desnudo como estaba lo puse al frente del bombillo. Quería ver su cuerpo, quería ver como era.
Ahí estaba él, desnudo ante mi, de perfil, la luz pasaba a través de su cuerpo y yo podía detallar cada parte de ese hermoso muchacho. Primero vi su pecho: macizo, fuerte, sereno. Su barriga (la que había tocado en la moto) de la misma forma, nada de "cuadritos" de gym, no. El cuerpo de un hombre que tiene músculos por su trabajo. Y ahí vi sus "vellos" eran los mismos de las bolas, sencillamente una pelusa de maíz que crecía por todas partes. Lo acosté en la cama y él se dejaba, ya no decía nada, sencillamente se "dejaba".. Empecé por pasar mi lengua por sus piernas (a trasluz pude ver como los poros se dilataban y los vellos emergían y se hacían huequitos) el solo hacía ruidos guturales. Se dejaba.
Mi lengua empezó a subir por sus piernas y sentía como se erizaba la piel, como las "cosquillas" de mi barba sobre su piel hacían que no reaccionara. Vi como que cuando mi boca se dirigía hacia su entrepierna, él alzó la pierna y me dejó a disposición ese hermoso culito. Entendí el mensaje. Lo voltee, le empece a pasar la lengua desde el cuello hacía abajo, pero no solo era mi lengua, era mi barba. Los duros y gruesos pelos de mi barba le raspaban la espalda y él se arqueaba, el gemía, el me decía: no pares.
De ahí bajé y bajé, pase por las nalgas. UFFFFFF que cosa tan rica, eran unos pelitos diminutos y ricos. El arqueo el cuerpo, subió las nalgas, quería que le mamara el culo, quería que metiera la lengua ahí, pero no. Seguí bajando, seguí por el muslo, seguí hasta la parte de atras de la rodilla. Ahí posé mi lengua, ahí pasé mi chiva, ahí mordí intermitentemente. Ahí él empezó a gritar nuevamente, ahí el me decía: ¿QUE COÑO ME HACES? ahí él empezó a temblar y a decir cosas inconexas, ahí yo supe que era mío. Ahí no aguantó mas y me tomó de la cara y me mordió los labios, me metió la lengua como un tirabuzón, ahí he dijo. COJEME.
Sentados como estábamos después de que se volteara a besarme le dije que me lo ensalivara, él saco saliva de su boca y fue a untarme, le dije que no, que con la boca. Sonrió un poco y bajó a llenarme el pene de saliva, yo alcé su cara y lo besé y lo atraje hacia mi. Le hice que subiera las piernas sobre las mías y mi pene toco su culito, el alzó el cuerpo instintivamente (pienso que recordaba la primera estocada) para después bajarlo. Él mismo empezó a meter mi guevo en su culito. Él mismo fue apretando el culito contra mi pene y mi mástil empezó a entrar. Ahora si pude sentir los pliegues del esfinter abrirse, sentí como poco a poco la cabezota de mi pene entraba y como se dilataba ese culito. Nada era apurado. Él empujaba y aflojaba. Él manejaba su cojida. Él fue empujando hasta que mi mata de pelos toco sus nalgas y lanzó un gritico rico diciendo: YA PAPIIIIIIIIIIIII.
Papiiiii; así me dijo cuando ya dentro de lo mas profundo de su ser lo besé. Ahí perdió el control y se subió sobre mi y empezó a cabalgar. Subía y bajaba con frenesí, ya no era el chico que había cojido, ahora él quería ser cojido. Sus embestidas eran tremendas. Subía, bajaba, me besaba, me mordía y cuando pensó que ya no podía mas le dí una fuerte y sonora nalgada, abrió los ojos y se detuvo. No se lo esperaba y antes que reaccionara, fuueron dos, tres nalgadas fuertes, duras, con ganas. Mi cara se puso seria ya no era placer lo que quería darle, era autoridad y así descargué cinco o seis fuertes nalgadas. Él hundió su culo en mi pene y la leche de su pene cayó en mis labios. Había acabado sin tocarse el pene.
Al ver que lo había hecho acabar sin tocarse (el máximo triunfo de un activo) saque mi guevo y se lo puse en la boca. No le di tiempo a pensar y descargué la mayor cantidad de leche que hubiese descargado en años en sus labios, en la cara, en su pelo. El abrió los ojos, vio mi pene y saco la lengua para saborear lo que le había dado como regalo. Al ver eso bajé hasta su ombligo lleno de leche, la tome en mis labios y con nuestras leches juntas nos fundimos en un apasionado beso.
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