EL MUCHACHO DEL HABANO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por casimiro.
EL MUCHACHO DEL HABANO
Aquel domingo había ido solo con 7 u 8 años a casa de mi abuela paterna. Hacia las 5 de la tarde volví a mi casa. Las calles estaban no estaban muy concurridas a esa primera hora de la tarde y hacía muy bien días. ¡De pronto!, apareció él. Lo vi con su andar seguro y pausado. Era un muchacho de unos 15 ó 16 años lo más, con un largo habano entre sus labios sensuales y carnosos. Iba vestido con una americana negra y pantalón de pana marrón, camisa desabrochada, alto y moreno, con pelo laerguito y un cierto aspecto agitanado que me atraía. Me admiré que a su edad, ya se fumara un habano después de comer como los mayores y con mucha seguridad.
En aquellos momentos me entraron ganas de fumar. Sin cortarme ni un pelo, me fuí a dónde estaba él y le dije: -"¡Hola!, qué suerte poder fumar un puro a tu edad!. ¿Tienes un cigarro?" con mi vocecita de niño inocente, con pantaloncitos cortos y polla cosquillosa, pidiéndome guerra. Recuerdo que adivinaba debajo de su pantalón, un hermoso y recogido paquete jugoso como una granada. Me sonrió el muy tunante con picardía y de su bolsillo sacó un paquete de tabaco y me ofreció un cigarrillo y fuego de su mechero de gasolina. Yo no dejaba de mirar sus atributos con ojitos de apetito libidinoso. Me apetecía mucho mamársela y tocársela así tan recogidito. Eché unas bocanadas de humo como fumador experto.
Creo que adivinó mis deseos o tal vez viendo la oportunidad del momento, me sonrió y me preguntó si iba solo o si tenía prisa. Le dije que estaba solo y no tenía ninguna prisa ni iba a ningún lugar concreto y que si estaba libre podíamos ir a los jarnines solitarios que ya conocía. Le llevé al mismo sitio que había estado con el marinero. Él se dejó llevar.
Al llegar al lugar preciso, le pedí que me dejara chupar su habano. Me lo pasó y le dí unas cuantas caladas con mucho placer. Nos sentamos en el suelo debajo de un arbol y le pregunté si le gustaba pajearse por las noches. Me dijo que sí y si me apetecía que nos pajeáramos juntos. Dije que sí muy contento. Tenía una larga y gran polla y ya tenía pelos en sus huevos. Nuestras manos empezaron a engordar nuestras pollas con fruición y deleóte. Le pregunté si sabía "jugar a chata" y me dijo que no y qué era esto.
Entonces se lo expliqué y me puse sobre él, bajando y subiendo cadenciosamente nuestros cuerpos excitados. Le pregunté si le gustaba y me contestó que sí, que siguiera haciendo aquel rico vaivén entre su hueco. Me contó que también tenía sus juegos con sus primitos y con su hermano pequeño de 5 años y que le daba por el culo un tío suyo desde los 7 años y que era muy posesivo. Me preguntó si ya me habían roto el culo y le dije que aún no, que mi tío esperaba a que me hiciera mayor. José Luis era de los nuestros. Me gustaban sus labios gruesos, besables, carnosos y sonrosados.
Me encantó pasar la tarde sobre él y mamársela horas y horas, compartiendo su habano o sus cigarrillos. En su casa le dejaban fumar desde los 10 años sin problemas. De hecho, fumaban todos, a veces hasta los más pequeños en días de fiesta.
Lástima que estó fue el sueño de una tarde caliente.
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