El nalgoncito de 11 años que hizo viajar!
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Fravega.
Todo comenzó un día en el que no me tocó trabajar, soy ingeniero y, la verdad, vivo metido en la oficina. Con mis 30 años de edad, he logrado una maravillosa familia que, por mis horarios extendidos, mi mujer decidió que “la cosa no iba más”. Por lo que hace unos meses que estaba solo cuando se “desencadenaron” los hechos.
Como dije, estaba en mi día libre, pensando, sentado en el sofá. Cuando vi un álbum familiar, delante de mi, en el suelo, debajo del mueble donde posaba el televisor.
Me bajé del sofá, y me dirigí “gateando” por la sala, hacia el televisor. Metí mi mano debajo del mueble, y logré agarrar el álbum. No recordaba la última vez que lo había visto, decidí regresar al sofá a revisar las fotos.
En ese día, no estaba en un buen momento. La soledad me estaba “comiendo” la cabeza. Por lo que, para rematar la situación, qué mejor que un álbum familiar para recordar buenos tiempos?!…
Entonces, ahí estaba yo, abriendo un viejo álbum de fotos. Pero no eran fotos de mis hijos ni de mi matrimonio, eran fotos mías, de cuando era niño y vivía con mis padres. Tampoco era tan chico en las fotos, había fotos mías de entre los 8 y 13 años. En la mayoría estaba en reuniones familiares, y con mis padres.
Pero pude observar fotos mías en calzones, más precisamente, en slips. Algunos calzones de color blanco, otros azules, y otros con dibujos de dragón ball. No pude evitar la erección, imaginando a ese “pequeño yo” caminando todos los días en slip por la casa, cuando observé una foto de cuando tenía 11 años. Es que estaba parado, frente al espejo, en el baño, y mi mamá me tomó la fotografía desde atrás. En la foto se me veía desde los pies hasta la cabeza, de espalda, sólo vestido con un slip blanco bastante apretado. Dejando ver mi cuerpo lampiño, de piel dorada por el sol, pelo castaño claro, y unas piernas con unas nalgas redondas y “carnosas”, que invitaban a cualquiera a “que las muerdan con los dientes”.
Yo no recordaba haber sido tan “nalgoncito” de chico, al verme así, se me despertó el morbo de la nada. Mi erección fue automática, al verme en esa pose. Me imaginaba todo lo que me hubiera gustado que me hagan, me imaginaba qué haría yo si tuviera un hijo así… La perversión se apoderó de mi mente, pero no todo era sexo. También me daba nostalgia, me daba ternura. La vida del adulto es complicada, por las obligaciones, el trabajo, los deberes diarios, las decepciones en el amor… “Si, definitivamente sería genial volver a ser niño y no preocuparme por nada”. Pensé.
Por mi mente comencé a recordar momentos importantes, como “mi primera paja” que fue a los 11 años, no recordaba si fue antes o después de la foto. Y trataba de recordar ese momento. Recordaba que, el día en que me masturbé por primera vez, había regresado a la casa después de haber estado todo el día en la escuela, donde unos compañeros hablaban de las “pajas” y me sentía ajeno a la charla, por eso había decidido pajearne de una vez por todas.
Salía de la escuela a las 12:30 horas, a mi casa llegaba cerca de las 13:15 horas. Vivía a unas 15 manzanas del colegio. Ése día, en particular, dio la casualidad de que en casa no había nadie. Mis padres trabajaban y mi abuela, quien me cuidaba, no se encontraba (después me enteraría de que fue a la peluquería).
Era un día de mucho frío, pero no me importó nada, entré a la casa, dejé mi mochila al lado de la puerta y corrí ,subiendo las escaleras, hasta mi habitación. Allí, cerré la puerta, puse una silla delante, y me desprendí de toda la ropa de la escuela. Primero el chaleco azul marino primero, luego la playera blanca, luego el pantalón de tela, también azul. Quedando sólo en slip, y me imaginaba a ese nene de la foto, que ya no recordaba bien en mi mente, tocándose su penecito lampiño, tirado en la cama, con una mano haciéndose, torpemente, su primera paja con su mano derecha, y con la izquierda tocándose todo su cuerpo para estimular su erección.
Recordé cuando sentí “que me iba a orinar”, después de unos minutos pajeándome, mis músculos se contrajeron, atiné a bajarme con la mano izquierda el slip hasta las rodillas, e inmediatamente, un líquido blanquecino y transparente, se disparó directo a mi mentón, mi pecho, abdomen, y un hilo del mismo caía desde la punta de mi penecito lampiño ,de unos 12 cm a esa edad, directo sobre mi suave pubis. Sentía ese líquido tibio sobre mi cuerpo. Con mis manos lo tocaba y desparramaba sobre mi, agarré un poco con mis dedos y me lo llevé a la boca. No lograba recordar el sabor, realmente deseaba volver a revivir ese momento, sentir todo lo que sentí en ese día.
Recordaba que no había terminado ahí. Luego de “eyacular”, me dirigí a bañarme. En la regadera, con el placer de estar en pleno invierno bajo una lluvia calentita, volví a masturbarme debajo de la misma. Ésta vez, la paja duró poco, y con poco semen.
Fueron mis primeras dos pajas, y fueron consecutivas, en el mismo día. Y todavía me quedaba una tercera, es que con once años, a meses de cumplir los doce, había descubierto un nuevo placer. Una nueva adicción que duraría hasta los 17 años.
Había terminado de bañarme, me sequé con la toalla. Salí del baño con la misma enrollada alrededor de mi cintura, y recorrí la casa revisando para ver si mi abuela ya había regresado. Pero seguía sólo, por lo que decidí ver la televisión, sentado sólo con la toalla, en la cocina. Pero mi mente no dejaba de pensar en lo que acababa de vivir, no pude evitar que mi penecito se erecte y, recuerdo, que me había pajeado ahí mismo. Había dejado la toalla sobre la mesa de la cocina, y sentado en una silla frente a la televisión, me comencé a masturbar una tercera vez. Ésta vez no pude terminar, ya que me dolía el pene. Además estaba cansado, y me fui a dormir a mi habitación, completamente desnudo. Boca abajo, con la cara en la almohada, y la puerta del cuarto abierta… Recuerdo que desperté tapado con la manta de mi cama y la puerta cerrada, no recuerdo si me tapé yo o no. “Puede ser que haya sido mi abuela”… Pensé.
Y mientras imaginaba y recordaba todo, me hice una paja sentado en el sofá, mientras no dejaba de ver esas preciosas nalgas y piernas que tenía de chico. Por mi mente comencé a tratar de rememorar ese día, recordé que en la escuela había hecho una tarea sobre las plantas. En ese momento me vino a la mente la imagen de unas “carpetas y cuadernos” que tenía guardados en el “altillo”, en cajas que nunca abrí desde que me mudé a la nueva casa.
Me dirigí hacia allá, abrí el altillo, y ahí estaban las cajas, “como esperándome”, delante de la puerta, en medio del paso. Las abrí, encontré una carpeta que decía “6to A”… Era esa, pues a los 11 años estaba en sexto grado de primaria. La agarré, y bajé de nuevo al sofá, donde la abrí y comencé a revisar cada hoja. Todo me traía recuerdos, me sorprendía que mi cabeza recordaba algunos detalles…
Encontré el trabajo de Ciencias Naturales, sobre “las plantas”, el que recordaba que había hecho ese día, el de mi primera paja. La situación me excitó, tener en mis manos algo que escribí cuando era niño, cuando todavía era ese nene culón… Miré la fecha del trabajo, era 19 de Julio de 1997. No podía creer el tiempo que había pasado, y cómo había cambiado yo. Ahora era un hombre de 30 años, esclavo de mi trabajo como ingeniero. “Un cuerpo fofo”, con un poco de barriga, mi pelo sigue siendo castaño, pero no tan claro, ni tan abundante como solía ser. Mi piel es pálida, ya que poco sol llega a mi oficina.
Decidí aprovechar que, todavía, era de día. Salí a caminar por la ciudad, encontré un callejón con arquitectura gótica. Me llamó la atención todo lo que vendían las tiendas de ahí, pero más me llamó la atención una tienda pequeña, que pasaba casi inadvertida.
La misma tenía una puerta negra, con la leyenda “Vive tu sueño”… No sé lo que me impulsó, pero decidí entrar para ver de qué se trataba.
Resultó que la tienda, por dentro, era muy lúgubre. Había un escritorio y, lo que parecía era, un ataúd de metal. Bastante futurista, con una pantalla táctil que decía “off”. Decidí acercarme al escritorio y tocar una campanita que había sobre el mismo. Del otro lado de una puerta que daba al fondo de la tienda, la voz de una mujer me dijo “ahí voy!”… Al minuto, se abrió la puerta y de ella salió una mujer de unos 67 años, de pelo oscuro y anteojos muy grandes. Vestía un vestido largo y blanco…
Yo- “Hola! Me gustaría saber de qué se trata el negocio… Afuera dice “vive tu sueño”. Dije un poco expectante por la situación.
Mujer- “Hola! Bienvenido, soy budista.. Me dedico a un arte que se basa en ‘la meditación’, sólo que he desarrollado una técnica que puede lograr transportar materia viva a un ‘espacio tiempo’ que se define por medio del ‘mayor deseo’ de quién es transportado”. Me dijo, como creyéndose que lo que decía tenía sentido.
Si bien me parecía una estupidez lo que me dijo aquella señora, me parecía una buena oportunidad para “variar” un poco la rutina…
Yo- “Emmm… Bien… Coménteme un poco más…”. Le dije con cara de “siiii, cómo no!”.
Mujer- “Bueno, la persona que quiere viajar a otro ‘espacio tiempo’ debe recostarse dentro del sarcófago metálico, y concentrarse en el lugar donde quiere aparecer… Cuando el sistema ‘capta’ el deseo espiritual de su mente, inmediatamente es catapultado físico y mentalmente a ese ‘espacio tiempo’ que tanto desea… Pero eso si, es muy importante que recuerde que tiene 2 horas para regresar al preciso lugar en el que fue dejado por la máquina, para regresar aquí nuevamente. De lo contrario, quedará atrapado en ese mundo que, dicho sea de paso, es idéntico al mundo que usted recuerda, pero no es el mismo tiempo… Ya que ‘todo es relativo, nada es absoluto’…”. Me dijo seria y confiada en que decía algo lógico.
Yo- “De acuerdo… Me gustaría probar, cuánto me cuesta el viaje?…” pregunté decidido, aunque conteniendo la risa.
Mujer- “Por ahora no hablemos de dinero, usted decidirá el valor cuando regrese”.
Yo- “Me parece justo… Primero debo entrar al sarcófago, verdad?”. Le dije dejando mi sobretodo sobre el respaldo de la silla, al lado del escritorio.
Mujer- “Así es, una vez recostado dentro, debe concentrarse en dónde quiere aparecer. La máquina capta sus ondas espirituales y hace el cálculo con eso. El viaje puede tardar de 10 minutos a dos horas en comenzar”.
Era todo muy loco, en mi mente estaba seguro que estaba siendo víctima de una suerte de “timo”. Pero con intentar, no perdía mucho. Además me sentía a gusto con la situación, quería despejar la mente.
Así que esperé que la mujer abra el sarcófago de metal, me recoste dentro, la mujer me deseó suerte, y que recuerde todo lo que me dijo…. Luego cerró el artefacto, dentro estaba, increíblemente, muy cómodo. Se escuchaba un sonido similar al que se escucha cuando te meten dentro de un resonador magnético.
Decidí cerrar los ojos y recordar todo lo que me pasó en la mañana. Recordaba la foto mía, de cuando era niño, recordaba mi primera paja, recordaba la clase de ciencias naturales, la fecha del trabajo práctico, recordaba cuando me quedé dormido después de hacerme la tercera paja consecutiva… Quería estar ahí, quería verme ahí tirado, dormido completamente desnudo, con el culito al aire y la puerta de mi habitación abierta, y en que no había nadie en casa… Pero pensaba en dónde podría aparecer, no quería despertarme, es decir, a “yo cuando niño”… Entonces pensé en aparecer en el baño, ese mismo en el que mi mamá me había tomado la foto, esa foto que me despertó una excitación inusual, me excitaba ver mi cuerpo de niño.
Cuando sentí que me estaba por quedar dormido, de pronto me sentí incómodo. Sentía que estaba recostado en un lugar frío e incómodo, así que abrí los ojos. Me encontraba en una bañera, recostado dentro. No lo podía creer. Era yo, seguía siendo el mismo, vestido como estaba, con un pantalón vaquero, color negro, camisa blanca… Tal Cual me había recostado en el sarcófago. Me senté en la bañera, me sentía un poco mareado. Comencé a ver a mi alrededor, definitivamente estaba en el baño de la casa donde había crecido.
Salí de la bañera, me miré en el espejo, sólo hacer eso mi pene se puso duro, pues estaba parado en el mismo lugar donde me tomaron la foto a los 11 años.
Con cuidado, salí del baño, miraba para todos lados recordando aquellos espacios olvidados. Me dirigí a la cocina, me aseguré de que no haya nadie. Luego subí, casi como dejando lo mejor para el final, a mi habitación.
Mientras me acercaba veía que la puerta estaba abierta, me acerqué despacio, cada paso me generaba una mezcla de sensaciones… Logré pararme delante de la puerta, y pude ver a ese niño de 11 años, recostado en su cama, con las nalguitas apuntando hacia la puerta. Era precioso, todo su cuerpo tenía una piel bronceada, y sus nalgas eran bien pálidas.
Escuchaba un sonido que salía de su boca, era una especie de ronquido, eso me sorprendió, no sabía que yo roncaba….. Me acerqué despacio hasta él, me arrodillé al lado de su cama, y despacio comencé a besar sus nalguitas, esos besos se convirtieron en lamidas conforme veía que no se despertaba.
Comencé a acariciarle la espalda con mi mano derecha, y las piernas con la izquierda. La situación no sólo era excitante, también me parecía tierna. Comencé a percibir olores del ambiente, de él, de todo en general. Todo me recordaba a mi infancia, mi pene me palpitaba. Había pasado media hora desde que aparecí ahí, y unos quince minutos desde que estaba saboreando a ese pequeño “pajerito” que dormía profundamente. Y no era para menos! Es que se había hecho tres pajas consecutivas, y todas fueron las primeras de su corta vida.
Me desvestí rápidamente, con mi mano derecha me masturbaba, con la izquierda trataba de separar cuidadosamente esas preciosas pompas redondas y blancas que escondían un hermoso asterisco rosado, virgen… Y yo sabía perfectamente que ese sabroso ano recién bañado, era virgen. Pues ese niño era yo mismo a los 11 años.
Me arrodillé a la altura de sus nalgas, con mis rodillas en los costados de su cadera, y mis huevos peludos y pene (de 18cm), acariciando sus nalgas y su precioso ano. Él seguía dormido, cada tanto disminuía su respiración pero no despertaba.
Yo sentía que me venia, y lo hice sobre su raja. Mi raja, virgen y lampiña. Custodiadas por dos hermosas nalgas redondas y blancas. Era un sueño, todo era una locura!.
Pero el hecho de que el nene no se despertara, me excitó mucho, por lo que mi pene seguía duró y en contacto con su raja, y mis huevos en contacto directo con sus suaves y grandes nalguas de chico de 11 años.
Me bajé de la cama, me arrodillé frente a su boca. Me enamoré de sus labios, eran carnosos y rosados. Acompañaban a su carita de nene, era precioso, así que le di, con mucho cuidado de no despertarlo, varios besos en esos preciosos labios. Y apoyé mi la cabeza de mi pene en esa boquita, y me comencé a masturbar. Me masturbaba de forma frenética, sintiendo la suavidad de su cara en la punta de mi verga. Era magistral! Y no pude evitar venirme en su rostro, lo salpiqué todo, la oreja izquierda, los ojos cerrados, la nariz, la boca, el cuello… No pude evitarlo, estaba muy frenético.
Cuando terminé, decidí que no me iba a ir, sin antes mamar esa preciosa carnecita que no lograba ver por la posición en que estaba el chico, pues estaba acostado boca abajo.
Con cuidado, intenté girarlo para ponerlo boca arriba, pero en cada movimiento, el niño, daba señales de estar por despertar. Decidí, entonces, voltearlo de un solo movimiento, y evitar que despertara.
Pasé mi mano izquierda por debajo de su cintura, tocando su pubis que descansaba sobre el colchón de su cama. E hice lo mismo con mi mano derecha, pero en su pecho. Y de un sólo movimiento logré dejarlo boca arriba. Y pude verlo, era mágico. Me enamoré de su cuerpo, dejé pasar unos segundos asegurándome de que no se haya despertado. Mirando la hermosa imagen que tenía frente a mi.
Ese niño de 11 años, de piel dorada, con un pubis pálido y lampiño, y un pedacito de carne que salía de esa zona, con unas bolitas arosantadas que todavía no se habían desarrollado. Era tierno y excitante, ver su cara angelical, todavía dormido, escuchando su respiración.
Aproveché su sueño pesado, y con cuidado abrí sus piernas y me coloqué entre ellas, con mi cabeza a la altura de su verguita, todavía dormida. Todo me excitaba, no sólo su pubis suave, también sus piernas “rechonchas”, no tenía sobrepeso, pero todavía tenía el cuerpo de un niño con su característica suavidad. No dejé punto sin besar, me lo quería “comer a besos y lamidas”. Me encantaba el sabor, el olor… Viendo que seguía durmiendo, y escuchando que, su respiración, por momentos variaba su intensidad, pero que no cortaba el sueño. Decidí que era hora de meterme ese pedacito de pene en mi boca.
Lo agarré con mi mano derecha, y comencé a estimularlo, veía como crecía de unos 9cm a unos 12cm. Todo un hermoso ejemplar de 11 de edad. Con mi mano izquierda no dejaba de manosear ese cuerpo. Lo recorría todo, su pecho, su abdomen, sus esponjosas piernas.
Comencé besando sus preciosas bolitas, literalmente las mordía con mis labios, jugaba con ellas en mi boca. El sabor era maravilloso, sentía frescura, sentía su suavidad. Le bajé el prepucio a su penecito, y me metí esa cabecita rosada en la boca. Tenía un gusto suave, creo que sentía el aroma a su última pajita en la cocina, pero no puedo asegurarlo.
Me metí todo su pene en la boca, su verguita estaba dura, apenas tocaba el final de mi lengua. Mi barbilla estaba en contacto directo con sus testículos lampiños, y mi nariz con su pubis.
Sentía como, de su pene, salía líquido preseminal. Por mi mente estaba eufórico, mi mirada se centraba en su zona púbica. Pero mis oídos estaban atentos a cualquier cambio en la respiración de ese chico que, alguna vez, fui yo mismo.
Seguí mamando, pero recordé lo que me había dicho la mujer de la tienda. Miré mi reloj, toda la situación había tardado una hora y cuarenta minutos. “El tiempo voló”. Pensé .
Dejé de mamar esa verguita, y comencé a subir con besos, por su pubis, su barriga, su pecho, su cuello, y le di un beso de lengua, intenso. Me quedé sorprendido por el sueño pesado que tenía, no podía ser que no despierte… Eso me generó mucho morbo: ”cualquiera me podría haber hecho cualquier cosa cuando era niño y yo ni enterado”, imaginé.
Me puse de pié, lo tapé con una manta hasta el cuello, me vestí. Antes de salir de la habitación, vi un slip blanco tirado en el suelo, al lado de la puerta. Era parecido al de la foto, así que lo agarré y me lo puse en la nariz. Sentí su aroma, tenía olor a haber sido usado recientemente. Imaginé que era el calzón con el que estuvo en la escuela todo el día, compartiendo su tiempo con sus compañeritos, y el mismo calzón con el que se masturbó por primera vez… Definitivamente, decidí meterlo en mi bolsillo y salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mí.
Me dirigí al baño, allí miré nuevamente mi reloj, quedaban 5 minutos antes de que el sistema me regrese al presente. Así que aproveché y me di una buena ducha, era excitante saber que me estaba pasando por mi cuerpo el jabón que ese maravilloso nene se había pasado por el suyo momentos antes.
No me había terminado de bañar, cuando sentí un ruido metálico y una fuerte sensación de estar siendo “succionado”. Atiné a agarrar mi ropa, y cerré los ojos.
Cuando me quise acordar, estaba nuevamente en ese sarcófago extraño. El sarcófago se abrió, y la mujer se quedó mirándome con una sonrisa en la cara, pues yo estaba desnudo con mi ropa en la mano…
Esa es mi historia, si les gustó, por favor dejen comentarios. Si quieren que escriba otra de éstas, haganmelo saber.
Wow!!! Que relato tan exitante/! Esa una de mis mas grandes fantasías. Ojala el autor siga escribiendo