El nene 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
En el barrio, frente a casa vivía Damián. Para el momento de este relato, yo andaría por los 18 y Damián alrededor de los 10 años. Con su hermano, Lorenzo, de 19, en la lejana pubertad, habíamos tenido dos o tres encuentros sexuales, muy fisiológicos, muy higiénicos, pero nunca había surgido esa química necesaria para repetir, él se sacaba la temprana leche con mi culito y yo le llenaba el orto con la mía y, como nunca hubo conexión, ahí terminó la cosa.
Dami era un chico perfectamente normal que vivía la vida normal de un chico de 10 años, pero de a poco comenzó a cambiar, engordó un poquito, se hizo bien culoncito y se fue volviendo cada vez más afeminado, caminaba meneando la cola, hacía gestos con las manos y hablaba con los modos de una señorita. A los grandes, mis padres, los demás vecinos, eso les causaba gracia. Yo en cambio veía en Damián un puto en potencia y no entendía cómo ni por qué en pocos meses se había afeminado así. A veces pensaba, suponía, que Juan, luego de dejarnos, se lo cogía a mansalva, pero nunca me animé a preguntárselo.
Damián entraba y salía de casa en todo momento y a cualquier hora, lo mismo que yo en la suya para conversar con el hermano o en la de Juan, para tomar mate, charlar, mirar tele o intercambiarnos algún libro. La vida normal de un barrio donde los padres eran amigos y los hijos éramos un poco hijos de todos. Esos barrios donde uno se queda a comer sin avisar antes y donde si uno se mandaba una macana en la calle y algún padre de un amigo te veía, te llevaba de la oreja a tu casa y te zamarreaba hasta pasarle el comando de la oreja a tu vieja, que seguía con el zamarreo. Vida tribal la del barrio, hoy ya casi imposible.
Una tarde de calor, durante las vacaciones de verano, estaba yo solo mirando TV en un sillón del living, bien desparramado y cómodo viendo una película vieja, vestido con un short de baño y una remera agujereada. En ese momento llegó Damián, también con un shortcito, y como muchas otras veces se sentó en mis piernas para mirar tele conmigo. Me acomodé en el sillón un poco y lo alcé para acomodarlo, sus piernas entre las mías, su espalda contra el brazo del sillón y sus nalgas sobre mi muslo derecho. Pero Damián estaba incómodo, no le gustaba la posición, se levantó, pasó una pierna a cada lado de la mía y se sentó a caballo de mi muslo. Pero tampoco era lo que buscaba, no se quedaba quieto, siguió meneándose sobre mi muslo hasta lograr que sus nalgas se abrieran y su raja quedara bien apoyada sobre mi pierna. Me llamó un poco la atención, pero lo dejé hacer.
A los pocos minutos, comenzó a moverse nuevamente. Yo, que quería ver tranquilo la película, ya me estaba amoscando, pero por afecto no le decía nada. Dami se bajó de mi pierna, se sentó entre las mías y siguió su trabajo de movimiento y meneo hasta quedar bien sentado sobre mi pija. Allí comencé a sospechar sus intenciones, y a pesar que no quería y que me daba vergüenza que me pasara, se me empezó a parar la pija. Dami lo notó en seguida y, regalándome una sonrisa no exenta de sensualidad a pesar de sus 10 años, acomodó mejor aún su culito para sentirla. Por más que trataba de impedirlo, mi pija cabeceaba, y cada cabezazo era recibido con una sonrisa y una mirada de Dami que se notaba disfrutaba enormemente de la situación. Yo me sentía más que incómodo, me ruboricé, ¿cómo podía ser que se me parara por la presión de las nalgas de un nene?, ¿qué clase de degenerado era? No, basta!, tomé a Dami de los hombros y lo volví a sentar sobre mi pierna.
El chico, con cara de no entender qué pasaba, se quedó un rato quieto sobre mi pierna, pero luego de unos minutos, volvió a ocupar su posición entre mis piernas con una mirada entre suplicante y desafiante. Otra vez!, y para mi nuevamente el oprobio de la erección más dura aún. Lo volví a sacar. Este juego se repitió 2 o 3 veces más, hasta que visiblemente molesto, me levanté del sillón, busqué una silla, la puse al lado del sillón y con bastante rudeza saqué a Damián del sillón y lo senté en la silla. En no más de 10 minutos, Dami dijo "chau" y se fue para la casa.
Evidentemente Damián era un putito, no me asombraba para nada que un chico de 10 años fuera puto porque de hecho yo comencé mis juegos sexuales con Juan con menos de 6 años, y a los 10 yo era también bien puto. Pero lo mío había sido siempre con Juan, que tenía mi misma edad o con algún otro compa. Nunca se me hubiera ocurrido hacerlo con un mayor y tampoco un mayor me lo propuso nunca. Era otra cosa, era un juego prohibido, pero era un juego entre amigos, entre chicos.
Algunas semanas más tarde llegó a casa Martín, un primo por parte de mi vieja, que vivía en Córdoba, a pasar unas semanas de sus vacaciones con nosotros. Martín tenía 17, era morocho, bien formado, de carácter amable pero bastante callado. Una mañana salí a hacer unas compras con mi madre y quedaron en casa Damián y Martín. Una hora después regresé solo ya que mi madre se quedó conversando con una vecina. La casa parecía vacía, no encontraba a ninguno de los dos. Los busqué por el fondo, pero tampoco estaban. Entonces sentí unos cuchicheos que llegaban de la azotea. Subí despacio la escalera y cuando llegué arriba, pude ver a Damián acostado en el piso con el shortcito bajo, con Martín encima, y la tremenda verga oscura de Martín fuera de su bragueta entrando y saliendo ritmicamente del blanquísimo culito redondo y gordito de Damián.
-¿Pero qué están haciendo?-, no pude dejar de gritarles. Allí salieron del embeleso sexual en el que estaban, Damián con una sonrisa de oreja a oreja y Martín con cara de terror. Se la sacó y la guardó. Damián se subió el pantaloncito como si nada hubiera pasado. En seguida Martín se excusó:
¨¿Y qué querés?, él me busca, me busca y me busca!, al final me encuentra!¨. Yo salí con toda mi andanada de moral: que Damián era un nene, que esas cosas a un nene no se le hacen, que si se enteraba la madre él lo iba a pasar muy mal, que hasta podía terminar en cana, que pensara si lo lastimaba y le hacía sangrar el culo qué iba a hacer y todos los argumentos imaginables en contra de tener sexo con un menor.
Damián mientras tanto miraba divertido sin hacerse el menor problema. Cuando lo vi tan pancho, me enojé más aún: -Y vos!, andate ya para tu casa y ni se te ocurra contar lo que hiciste acá!
Esa noche volví a hablar con Martín, ya tranquilamente. Compartíamos cama, ya que en casa solamente teníamos el dormitorio de mis padres y un sofá cama en el living donde dormía yo, por lo que Martín dormía conmigo. Volví, esta vez sin enojo, a repetirle los argumentos de la mañana y a pedirle que por favor no lo volviera a hacer ya que si la cosa se sabía, no iba a ser solamente un problema para él sino también para mis viejos. Martín comprendió y me prometió que por más provocaciones que Damián le hiciera, antes de volver a cogerlo, se cortaba la pija, figuradamente, por supuesto. Ahí pensé que sería un gran desperdicio cortar esa bella herramienta que mi primo calzaba, habiendo cerca un culito deseoso de probarla. Además esa intimidad de estar los dos solos en slips y lado a lado en la misma cama, sabiendo ahora que Martín no rechazaba una relación homo, me excitaba tremendamente, así que tomé valor, y por primera vez en mi vida me animé a develar mi sexualidad a otro chico.
-Martín, si te cuento algo, me prometés que no se lo vas a contar a nadie?
-Tranquilo Carlos, si alguien sabe lo que viste esta mañana, me incinero para toda la vida, y tengo confianza en vos que no lo vas a batir, así que contame lo que quieras que de mis labios nunca saldrá.
Me puse serio.
– Martín, yo también
– ¿Vos también te lo cogiste a Damián?
– No. -Hice un rato de silencio hasta animarme.- Yo también me la como.
-¿Vos?, no puede ser!
– Martín, le dije suavemente, -si alguien me decía que vos te cogías a un pibe, chico o grande, yo también iba a decir "no puede ser", pero es.
-Si, tenés razón.
El corazón me latía a mil. No sabía cómo seguir, no encontraba las palabras, me decía, qué boludo, mejor me hubiese callado la boca, pero ya me había tirado al agua, tenía que terminar. Los dos estábamos acostados de espaldas, lado a lado, con apenas el calzoncillo y cubiertos por una sábana, en la semi oscuridad que daba el televisor encendido y con mis padres roncando plácidamente en su dormitorio, alejado del living. Su cuerpo contra mi brazo se sentía tibio, palpitante.
-Si vos querés cogerme……, o……., si vos querés que te coja…..
-Es que estoy re-preocupado Carlitos, mirá si Damián cuenta que me lo cogí…..
-Quedate tranquilo Martín, no creo que seas el primero en romper ese culo, y además, si esta tarde no vino la vieja a colgarnos de las bolas, ya fue, no contó ni va a contar.
– Bueno, entonces voy a tratar de dormir.
-Ok, que descanses
Me acomodé para el costado. Martín no me había dicho nada, fue como si no hubiese escuchado mi propuesta, por la preocupación o porque me rechazaba? Bue, mejor era dejarlo pasar. De todas maneras yo no estaba muy caliente que digamos y podía dormir como cualquier otra noche. Seguí pensando en Damián hasta que de a poco la modorra fue entorpeciendo mis pensamientos y me quedé dormido.
No habría pasado ni media hora cuando comencé a despertar porque sentía que me estaban dedeando suavecito el tujes. Parecía que Martín estaba contestando a mi propuesta. -Querés ponerla?, -Si, -Esperá que me acomodo. Me saqué el calzoncillo, y me ensalivé todo lo que pude la entrada, me quedé de costado y acuclillé las piernas para que mi ortito le quedara más accesible. Martín comenzó a empujar, pero de bruto no la pegaba con el esfinter, entonces levanté mi pierna izquierda, le busqué la pija y se la llevé a mi entrada. El primer empujón me hizo ver las estrellas, la cabezota de Martín ya me estaba abriendo el culo, me mordí los labios y lo dejé hacer. En 4 o 5 empujones ya me la había metido toda. Le pedí que se quedara quieto para poder relajar mi esfinter.
-Mierda!, sos mucho más cerrado que Damián
-Hace tres años que no me la ponían Martín, que querés? Era verdad, ya habían pasado tres años de mi último encuentro con Juan, de la última "despedida". Pero, ¿qué pija, grande o chica, cabezona o como sea no se puede tragar un culito de 18 años?, en un minuto ya me había dilatado y Martín empezó a hacerme el mete y saca.
La posición no le gustaba mucho, así que me ordenó que me pusiera boca abajo. Enseguida me acomodé, se puso entre mis piernas, se fue agachando y me la clavó de una. Mmmm, qué rico que se sentía! En esos tres años sin coger, aunque fuera a pura paja, mi erotismo había evolucionado, mi culo era otro. En tiempos de Juan, salvo esa vez tan especial, dejarme no me daba placer, simplemente lo hacía, y mientras Juan me bombeaba, yo podía estar mirando una revista o hablando de futbol. Y no era porque Juan no supiera hacer bien su trabajo, tenía una hermosa pija, y la usaba muy bien, pero mi ano no me transmitía la menor sensación. Mi deseo de ser penetrado era puramente mental. En cambio ahora era diferente, la pija de Martín excitaba maravillosamente las terminales nerviosas de mi esfinter y de mi perineo y cada entrada y salida me llenaba de descargas de placer, de olas de lujuria que nacían de mi culito y me inundaban la pelvis. Sin embargo algo me hizo bajar a tierra, el ruido que hacía el sofá cama con cada mete y saca era tremendo! El elástico de flejes era recontra batilana, hacía un ruido infernal.
-Pará Martín, que con todo este ñic ñic vamos a despertar a mi vieja.
-Uy, si, a ver si me descubren por segunda vez
Nos levantamos, fuimos al famoso sillón donde Damiancito no me dejaba en paz, me incliné apoyando los codos en los brazos del sillón, Martín me tomó de la cintura, me la mandó a guardar de nuevo, y empezó un furioso mete saca ya esta vez silencioso, con sólo el chaf chaf de su pubis contra mis nalgas y el cuic cuic de los jugos de mi culo (jugos?, sí, era la primera vez que mi culo se mojaba). Mi pija, dura como piedra, se bamboleaba con cada embestida y comencé a notar que me brotaba líquido pre-seminal como nunca antes. Tuve que pedirle a Martín que me alcanzara el slip para evitar mojar el sillón con mi pre-seminal. Fue bastante cómico caminar los dos sin sacarme la pija del culo para alcanzar el slip y regresar al sillón, siempre ensartado.
Sentía ganas de quejarme, de decirle cosas a Martín, de expresar mi placer, pero me contuve. No quería mostrarme demasiado puto en ese primer encuentro. Además todo era muy nuevo para mí, tenía que madurar en mi cabeza ese placer que ahora sentía en el culo.
Luego de un rato de silencioso y feroz mete y saca, con un último empujón, Matías me llenó de leche, suspiró y me la sacó. Se miró la pija y se fue a acostar. Yo me quedé un rato más en la posición descansando de la embestida y, visto que no iba a recibir ni siquiera un "umm que rico culito que tenés Charly", me fui a acostar también, boca abajo, a su lado.
-Te gustó Martín?
-Si
Ante tanta verborragia, preferí entonces quedarme callado. Yo no había acabado, estaba muy caliente, y empecé a amoscarme, primero jugué un rato con su pija y luego, ante su silencio, le pregunté.
-Ahora te vas a dejar vos?
-No, no quiero
No había mucho para hacer, mi propuesta fue incondicional, no podía reclamarle nada. Me puse boca arriba y me empecé a manosear. En minutos Martín estaba roncando. Decidí pajearme, me puse el slip y me fui al baño, me senté en el inodoro, me inspeccioné el ojete con los dedos, estaba cerrado como siempre por suerte y luego me masturbé despacito, como siempre pensando en el culito de Juan, en su bella sonrisa y en su mirada excitada cuando me decía "Charly, vamos a coger?"
Al otro día Damiancito, para nuestra tranquilidad, no se hizo ver, y de hecho durante el resto de la estadía de Martín en casa, rara vez vino solo y siempre evitó quedar a solas con alguno de nosotros.
A Martín, a pesar de su mutismo, parece que le había gustado bastante mi culito porque me cogía noche tras noche, yo gozaba en silencio noche tras noche y luego de acabar, sin más miramientos él se dormía. Pasada una semana de recibir su leche en mi orto y marchar a masturbarme mientras él roncaba, la siguiente noche apenas llegamos a la cama, decidí plantarme.
– Che Martín, si te dijera que no me gusta que me rompas el culo, te mentiría, pero no te das cuenta que me quedo caliente y que me tengo que ir a hacer la paja?
– Y bueno, si sos puto, con eso no te alcanza?
– No Martín, a mi también me gusta COGER!, no te das cuenta que te lo pregunto cada noche?
Martín en realidad venía haciéndose el boludo, mientras yo le diera el culo, el tenía lo que quería, pero ahora tenía que tomar un decisión.
– Mirá Martín, te lo digo de frente, te quiero romper el culo igual que como me lo rompés vos, si te va seguimos. Si no te va, empezá a pajearte porque mi culo no lo tocás más.
Martín se quedó pensativo. Respiró hondo y luego comenzó a hablar.
– Mirá Carlos, yo hasta ahora me había cogido 5 ó 6 putos, al paso nomás, en una plaza del Cerro de las Rosas donde se juntan los maricas. Nunca nadie me pidió el culo, sólo querían pija y yo se las daba. Les echaba un polvo, me subía la bragueta y cada uno por su lado. Vos sos el primero al que le he echado más de un polvo y creía que eras como los anteriores.
Cada noche quería dormirme en el acto después de cogerte porque sabía que venía tu pregunta, y sabía que tarde o temprano no te ibas a conformar con el "no". Pero bueno, esto queda entre nosotros, te quiero seguir cogiendo, me entendés?
No hacía falta más. Martín acababa de ofrecerme su culito virgen, wow! No perdí un segundo, me asumí como macho alfa y comencé a ordenar.
-Desnudate y ponete contra el sillón en la misma posición en la que me pongo yo para que me cojas. Martín, con cara de susto pero obediente apoyó los brazos en el sillón y dejó su culito preparado para mí. Inmediatamente tensó todo su cuerpo y cerró los ojos bien apretados, como para aguantar el dolor de su vida. No se imaginaba cómo iba a comenzar a prepararlo. Por primera vez me puse a contemplar sus nalgas: era medio peludito, seguramente con los años tendría el típico culo peludo de macho, pero en ese momento, con sus 17, la vellosidad recién comenzaba, durito, parado, oscuro como todo su cuerpo y con marcas de bronceado que denotaban que se tostaba en slip en la terraza, metiéndose el slip en el orto, porque parecía bronceado de tanga. Que cuidara así de su culo era buen indicio. Le abrí las nalgas para comenzar.
-Despacio por favor, imploró. No se esperaba lo que venía, porque yo me arrodillé detrás de él y le toqué el centro del esfinter con la punta de mi lengua. El respingo fue inmediato. -¿Qué hacés? No respondí. Comencé a chuparle el culo despacito, pasando mi lengua por todos los pliegues de su asterisquito virgen, por la cara interna de sus nalgas, por su perineo llegando hasta sus bolas, y subiendo despacito hasta arriba de nuevo. Mientras, mis manos acariciaban y apretaban sus morenas colinas, y en el movimiento mis pulgares masajeaban al pasar su perineo y buscaban el borde de su esfinter, para hermanarse con mi lengua. Su cuerpo se fue distendiendo. La primera pujadita de mi lengua para entrar en su canal fue recibida con un "ahhh", uno solo, le pasaba como a mí, no quería mostrar placer. Mi lengua fue y vino, penetró cada vez más en su canalito y mi saliva mojó todo lo que pudo.
Cuando lo noté relajado, pasé a la segunda etapa de mi tratamiento. Me chupé bien el índice y cuidando de no lastimarlo con la uña, se lo fui metiendo en el culo, no dijo nada, pero cuando se lo sacaba, su esfinter me apretaba muy fuerte el dedo, evidentemente estaba sintiendo esa sensación de que te cagás que pasa en las primeras veces, lo serené con un -tranquilo, todo va bien, te duele?, -no, no me duele, pero no me gusta. Mi dedo entró y salió, se movió en círculos tratando de separar las paredes del esfinter y agrandar el canal. Cuando se lo saqué, suspiró de alivio.
– No te pongas contento, porque ahora te va a doler un poco. Junté índice y mayor y con cuidado se los fui metiendo. Un ahogado "ay" fue su primer respuesta y luego su respiración se agitó, como que le dolía pero aguantaba. Le di bien duro con los dos dedos hasta que su respiración se hizo normal nuevamente. Era el momento.
Me escupí la verga y se la empecé a meter. -Ay, cómo arde! me quema, sacala!, -ni en pedo, aguantá ahora. Olvidándome que era su primera vez, di dos o tres empujones fuertes y se la dejé ensartada hasta el fondo. Martín lagrimeaba. -Ya está esperá un ratito y vas a ver que te deja de doler.
Esperé que se distendiera un poco y comencé a hacerle un mete y saca cortito y despacito. Cada pujada le arrancaba un ay! Su esfinter seguía apretado y hasta me hacía doler un poco la pija con cada movimiento. Tenía que hacer algo. Se la saqué y le dije -quedate así, esperame. Salí rajando al baño y rebusqué hasta encontrar una crema de mi vieja, creo que Hinds. Me unté abundantemente la verga y me puse una cantidad en la mano para metérsela dentro del agujerito. Recién allí tomé conciencia que había salido del living completamente en bolas y con la pija dura como fierro, atravesado la cocina y pasado delante de la pieza de mis viejos con las bolas al viento, la calentura me había cegado y la verdad, si alguno de mis viejos hubiera estado despierto, en flor de quilombo me hubiera metido. Antes de salir del baño, me envolví con una toalla y asomé la cabeza por la puerta del baño, todo tranquilo!
Llegué sin problemas de nuevo al living, donde Martín me esperaba con el culito parado como lo había dejado. Se había secado las lágrimas pero apenas me vio aparecer su miedo se hizo evidente.
-Tranquilo Martín, ahora va a andar bien. Le metí cuanta crema pude dentro del canalito, lo que sobró me lo unté sobre mi ya oleosa pija y se la comencé a meter despacito. Ahora sí, la lubricación hizo lo suyo y mi pija se deslizó adentro como por un tobogán. El mete saca comenzó a ser sabroso, y fui aumentando de a poco la intensidad.
-Te sigue doliendo Martín? -No, ya no, seguí. Yo iba complementando la cogida con caricias en la espalda, con toques en el bajo vientre y con palabras dulces respecto de lo bello de su culito. A veces lo levantaba para que apoyara toda su espalda contra mi pecho, y le mordía entonces despacito el cuello, le apretaba los pechitos y le manoseaba la pija que estaba dura y babosa.
Costó un buen rato, pero al fin Martín comenzó a quejarse, su primer ahhh me llenó de euforia, y fue increscendo hasta que me obligó a pedirle:
-Callate Martín, te van a oír. -mmmm, Sí, perdón, ahhh, que ricoooo!, metémela más Carlitos!
-Si put…, Martincito, vamos a cambiar de pose para que te calce más a fondo. Acostate de espaldas en el sillón y agarrate las piernas
Le acomodé un almohadón debajo para subirle un poquito la cadera y, con el anito abierto y a flor de piel se la mandé a guardar a fondo. Casi gritó de placer pero le llevé la mano a la boca para que se diera cuenta y se calló. Ese centímetro o poco más de profundidad que había logrado meterle en esa pose había tocado puntos híper sensibles en su interior que lo llevaron al éxtasis. Me miraba fascinado, me acariciaba el pecho, tocaba mi pubis y acompañaba la entrada de mi verga en su culo en el mete y saca. Yo enloquecido de placer con todo ese retorno que le daba a mis mimos. De pronto abrió los ojos desmesuradamente y comenzó a apretar espasmódicamente el esfínter.
-Que te pasa, Martín, que me hacés? – No sé Charly, no sé qué me pasa, me dijo con la respiración agitada. En pocos segundos, esa ordeñada me hizo acabar, rico, largo, sentido, entonces Martín se distendió, su esfinter se dilató y el chico se llenó de una inmensa paz. Soltó sus piernas, me las apoyó sobre los hombros y se quedó con los ojos cerrados, los brazos relajados sobre el sillón y una sonrisa beatífica. Se la fui sacando despacito.
-No Charly, no me la saques por favor, siento el culito vacío, dejala adentro.
-Tus deseos son órdenes put.. Martincito. Y se la mandé a fondo nuevamente
-Decilo, no te hagas problemas, puto, putito, putita, lo que quieras, me gusta!
-Te gustó putito? -Siiii, nunca me imaginé que me iba a gustar, y menos que me iba a gustar tanto! Damiancito es un pibe muy inteligente, sabe lo que es bueno.
Reímos. Seguimos conversando de pavadas, riéndonos, bromeando, hablando de los recuerdos que le quedarían de su desvirgada y de a poco mi pija se fue durmiendo y abandonando sola el culito de Martín, ya no era una decisión nuestra, sino un acuerdo amable entre su esfinter y mi verga, que se habían hecho amigos y cuya amistad duraría muuucho.
Nobleza obliga, le ofrecí mi culo, pero Martín estaba tan cansado y relajado que sólo quería dormir. Limpiamos la chanchada lo mejor que pudimos, tiramos desodorante y nos dormimos, por primera vez abrazados.
El resto del mes Damián apenas apareció por casa y cuando lo hacía evitaba quedarse solo con Martín o conmigo. Poco importaba, porque cada noche Martín y yo nos dimos sin asco, todas las noches sin faltar una. Fue mi oportunidad para darle a Martín unas lecciones de sexo entre machos (o entre putos, que es lo mismo). No era cuestión de solamente desvirgarle el culito. Lo único que le costó un poco, como a todos, fue acostumbrarse a recibir el semen en la boca. Luego de habituarse, tragarlo era fácil. No es una cuestión del sabor del semen, sino de su turgencia, ese líquido espeso en la boca se siente raro (con los años, encontré que la sensación de una descarga abundante de semen en la boca es similar a la que se siente cuando uno come una ostra cruda, pero tibio, por lo que si las ostras son comida "gourmet", la lechecita de macho también!).
Lamentablemente llegó el momento de irse, el sábado a la noche Martín debía tomar de nuevo el micro a Córdoba. Ese viernes a la noche nos dimos con todo, con pasión, con furia y lujuria, comenzamos con un maravilloso 69 pija con pija que no dejamos hasta acabarnos mutuamente en la boca, nuestras lenguas aún con restos de semen fueron a lamer culito, metimos dedos, metimos pija, acariciamos mejillas con pijas mojadas, volvimos a chupar y nos cogimos en todas las poses que se nos ocurrieron. A las 4 de la mañana terminamos exhaustos abrazados desnudos en la cama, pringosos de semen y de jugos anales. Si nos íbamos a bañar, mis viejos iban a sospechar, pero en ese estado no podíamos quedar porque el olor a culeada nos invadía y delataba. Despacito fui el baño a buscar un toallón, dos toallas y una jarrita con agua. Puse el toallón en el piso y le pedí a Martín que se acostara boca abajo. Humedecí una toalla y comencé a frotarlo despacito, desde las rodillas al cuello, suavecito alternando con caricias. Llegado a sus nalgas, el tratamiento fue especial. Le besé cada centímetro de sus bellas colinas, se lo abrí, le lamí el ortito y disfruté cada restito de semen y de juguito que le había quedado en el esfinter. Lo hice dar vuelta y volviendo a humedecer la toalla limpié su bello rostro y su torso varonil, y mientras la toalla se encargaba de los muslos, mi boca le dejó la pija bien limpia. El silencio era total, nada más que nuestra respiración en la penumbra del cuarto.
Luego me acosté yo y me dio el mismo tratamiento, deleitante, suave, intimo y único.
Devolví las cosas al baño y al lavadero y volví a la cama, donde Martín me esperaba, me dio un fuerte abrazo y mirándome a los ojos arrimó sus labios a los míos y me besó. Mi primer beso, nunca había besado a nadie. Ni a Juan ni a mí se nos había ocurrido que el beso podía ser parte de una relación entre dos hombres y, como yo jamás había estado con una mujer, mis labios eran vírgenes aún. Y ahora a Martín, putito reciente, se le ocurría besarme en los labios! Y la verdad la sensación fue maravillosa, le correspondí con otro roce de labios y los dos torpemente, aprendiendo, fuimos haciendo de ese roce inicial, un apasionado beso de amor, de lenguas entrelazadas y bocas tratando de devorar al amado. Amado?, si, lo vivido ese mes había ido emigrando de los genitales al corazón y de la cogida a lo bestia de dos adolescentes a hacer el amor entre dos hombres. Pero bueno, los dos sabíamos que no podía pasar a más, así que sólo quedamos en que en las vacaciones de invierno, Martín volvería a casa, cosa que hizo, y que el próximo verano, yo me iría a pasar los tres meses de vacaciones a su casa de Córdoba, cosa que hice.
El sábado nos levantamos tarde, mi viejo había preparado un asado para despedir al sobrino y pasada la siesta (donde nos ingeniamos para echarnos los polvitos de despedida), mi primo, como correspondía, fue a despedirse de los vecinos, entre ellos, por supuesto, de la familia de Damiancito. La madre, siempre efusiva, lo abrazó con mucho cariño, mientras Damián los miraba sonriendo. Luego, de paso, la señora me abrazó y me besó a mí, diciendo, -Ay, Carlitos!, si todos los chicos fueran tan buenos como ustedes! Por dentro yo me moría de remordimiento, si la pobre señora supiera que Martincito le había cogido el hijito y que Carlitos era su cómplice!
Esa noche Martín se fue y volví a dormir solo. Fue una larga noche para mí, lo extrañaba a mi negrito, a mi putito recién desvirgado y no podía dormir. Fui al baño, me desnudé, me senté en el bidet recostado contra la pared, levanté mis piernas y empecé a meterme los dedos en el culo, y mientras me cogía con los dedos, me comencé a masturbar. Mis labios murmuraban un nombre, Martín, Martincito, putito, te amo! Luego de esa paja volví a la cama y recién pude conciliar el sueño.
A partir del domingo, Damián comenzó a venir a casa con la misma asiduidad que antes de Martín…. y con las mismas intenciones.
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