EL NENE BUENO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Lucas y a continuación les contare sobre mis inicios.
Nunca hasta entonces había sentido atracción por alguien de mí mismo género.
Yo tenía 17, estaba de vacaciones en casa de mi tío, quien vivía con su esposa y un único hijo de 9.
Él, mi primo, se llama Julián, era un nene muy bonito, con rasgos femeninos, que confundían a cualquiera.
Cada tanto se me escapaba un “nena” al hablar con él y esto lo enfadaba mucho.
No lo hacía apropósito, era inevitable no verlo como una nena debido no solo a sus rasgos, sino al delicado carácter que poseía.
Estábamos en época de invierno, hacía bastante frío, con lo cual pasábamos mucho tiempo en casa.
Y yo no tenía más opciones que navegar en la computadora, como compartía cuarto con Julián, nos turnábamos para usarla.
Una tarde, que estaba cuidando a mi primo porque sus padres salieron, luego de hablar por teléfono con mi novia, quedé muy caliente.
No habíamos tenido sexo aun, ella solo me masturbaba con la mano y yo a ella le había practicado oral una sola vez, por lo tanto era un virgen a los 17.
Hacía mucho frío, pero yo estaba ardiendo.
Tenía como una terrible comezón en la cabeza del pene, que palpitaba como si quisiera salirse de mis pantalones.
La erección no bajaba por nada, mi verga estaba dura, sacudiendo mis calzoncillos, queriendo descargar todo el semen que se acumulaba dentro.
Julián estaba con la computadora, y bajo el respaldo de la silla podía verse un trasero redondito y apretadito dentro de unos pantalones ajustados.
Esto me conmocionó, era un nene, de mí mismo género, y era mi primo.
No podía ser.
—¿Hay un olor raro? —preguntó mi primo.
Llevaba tiempo caliente y el líquido pre seminal estaba no solo en mis calzoncillos, su olor ya se sentía en el aire.
—No sé, debe ser la humedad de la lluvia que se viene.
—No, no es eso.
Me levanté para irme a limpiar y de paso a descargar todo, pero olvidé mi erección y Julián lo notó enseguida.
Vi su carita de asombro y curiosidad y noté que me ponía colorado de vergüenza.
—Es tu turno… de usar la computadora Lucas.
—Está bien —dije.
Intenté distraerme con la computadora hasta que me bajara la erección.
Pero era imposible, y a través del monitor podía ver el rostro de mi primo, muy pensativo.
Aparentemente había despertado en él, una curiosidad inmensa.
Me puse a jugar a un video juego en la computadora y pronto mi primo se acercó a ver de que trataba y quiso que le dejara jugar también.
Se sentó a mi lado en una silla que apenas cabíamos los dos.
Cuando fue su turno le dije que se sentara en mi regazo y así lo guiaría con mis manos hasta que aprendiera usar las teclas para cada movimiento.
Pero el se sentó sobre mi verga, aplastándome también los testículos.
Cerré los ojos, primero por el dolor y luego por el extremo placer.
Julián daba brincos de emoción por el juego y yo aprovechaba para empujar mi punzante verga contra su trasero.
Mis manos se posaron en su cinturita y lenta y cuidadosamente lo guíe, sin que él lo notara, a que me cabalgara como a un caballo.
Un caballo con la verga dura y húmeda por una feroz calentura.
—¿Te divierte el juego primito?
—Sí, está muy bueno Lucas.
Mis manos comenzaron a acariciarle el vientre bajo la remera.
Su piel era suave y blanquita que sentía como las venas de mi pene se hinchaban con fuerza de lo lindo que era.
—¿A que no podes matar a ese zombi de un solo disparo?
—Sí puedo, es fácil.
Julián, quien no tenía muy buena puntería, fallaba siempre al intentar darle en la cabeza.
—Perdiste, apostemos a ver quién mata más zombis de un solo disparo.
—¡Dale!
—El que falla se tiene que sacar una prenda de ropa.
—¿Una prenda, cualquier prenda?
—Sí, no me digas que tenés miedo, ¿no serás una nena?
—¡No! Bueno dale, juguemos.
Julián falló y se sacó las zapatillas, luego las medias, luego la remera y más tarde el pantalón, quedando en calzoncillos.
Unos ajustados y blanquitos.
—No fallaste ni uno, no se vale, me quedo sin ropa.
Su piel blanca como la leche me encendía y mis manos rosaban sus piernitas delicadas mientras mi punzante verga empujaba contra sus nalgas redonditas.
—No tengo la culpa de ser tan bueno, pero está bien —dije—.
¿Qué prenda me saco?
—Tu camiseta.
—Bueno, me saco la camiseta.
Julián observó mi torso, un torso tonificado.
—Tus pezones están duritos —dijo entre risas.
—Si mis pezones, Juli.
Continuamos el juego y perdí apropósito una vez más.
Me saqué las zapatillas y las medias.
Mi primo falló una vez más y no quiso sacarse sus calzoncillos.
—No es justo, primito te los tenes que sacar, son las reglas.
—Es que me da vergüenza.
—Somos hombres, no seas nena.
Julián se los sacó enseguida al escuchar esa palabra.
Su pitito se tambaleaba vergonzoso de un lado a otro, y sus nalgas rosaditas rebotaban entre sí, hasta sentarse de golpe contra mi verga dura y causándome mucho dolor en las pelotas.
—Despacio Juli.
—Perdón, primo.
Seguimos jugando y no fallaba ni un solo disparo.
Esto molestaba a mi primito quien quería que me quedara desnudo.
—Bueno, listo.
Se acabó el juego.
—No se vale te falta sacarte los pantalones.
—Pero no fallé.
A demás no puedo sacarme los pantalones, sos muy nene para verme.
—¡Pero dijiste que éramos hombres!
—Sí, pero no está bien que vos me veas a mí.
Julián enojado se abalanzó contra el cierre de mis jeans, lo bajó y me tironeó de los pantalones hasta sacármelos, mientras yo me reía.
—¡Pará! Ya está, me sacaste los pantalones qué más queres.
—¿Qué tenes ahí?
Julián señalo mi erección oculta bajo mis húmedos calzoncillos negros.
—Lo mismo que vos.
—No, tenes otra cosa, qué es…
—Pasa que es más grande primito.
—Ese olor…
Me levanté de la silla con mi tremenda erección y me bajé los calzoncillos.
—¡Esto es un pito!
—¡Es enorme!
—¿Querés tocarlo?
—Que peludo, primo.
Julián estaba impresionado y colorado de la vergüenza.
Sus manitos agarraron el rugoso y venoso tronco.
Sus dedos torpes se deslizaban hasta un glande brilloso.
De vez en cuando se miraba su pene y luego el mío para compararse.
—Dentro de unos años vas a tener un pito parecido al mio, pero no tan grande.
Él me miró con esos ojitos curiosos y no pude resistirme más.
—Primito es hora de jugar a otro juego.
—¿Otro juego, cuál?
—Se llama “El nene bueno”
—¿Cómo se juega?
—El nene bueno obedece a su primo mayor en todo.
—Bueno Lucas, quiero jugar.
Con una de mis sudorosas medias cubrí la boca de Julián para que no gritara.
Lo lancé a la cama, y sostuve ambos brazos con mi mano izquierda.
Él no podía deshacerse de mí, jamás.
Rápidamente le abrí el anito con mi lengua, mi saliva lubrico el orificio hasta que creí que estaba listo.
Abrí sus piernas delicadas, usé la fuerza.
Mi verga punzante perdió su cabeza dentro del agujero.
Mi glande se escocía de placer y dolor.
Pronto entró unos centímetros más y a los minutos toda mi verga le destrozaba sus conductos.
Fui suave y me volví salvaje.
No podía escuchar a mi primo gritar ni mucho menos ver su mar de lágrimas.
Solo se retorcía como una lombriz.
Mi verga empujaba, temblaba húmeda y salía ensangrentada y más dura que antes, Fueron los mejores minutos de mi vida, lo penetré duro y delicioso, hasta derramar toda mi leche dentro.
Segundos después su ano expulsaba mi semen y bebí hasta la última gota blanquecina.
Cuando le quite la media de la boca a mi primito y lo liberé de mis manos, esté se acurrucó en la cama, cubriéndose con las sabanas.
No dijo ni una palabra.
Comencé a preocuparme a la hora, él no se movía ni me hablaba, sus padres llegarían en cualquier momento.
Me cambié y me senté frente a la computadora.
Trate de no pensar en lo que había hecho.
Mi pene estaba dormido al fin y ahora pensaba con la cabeza en frio.
Al cabo de media hora, siento a mi primo aproximarse y sin mirarme se sienta nuevamente en mi regazo, contra mi pene y pelotas.
Sonríe.
—¡Juguemos otra vez, primo!
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