El niñero: Amantes
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Me revolví desesperado, y miré a mi costado: James no estaba.
Mi padre entró, y me saludó normalmente.
Por la puerta vi a los otros padres, los chicos, y a James.
Suspiré aliviado.
Mi padre salió y aproveché para vestirme.
Desayunamos alegremente, mientras que con James nos lanzábamos miradas cómplices.
-¿En qué momento te fuiste? –pregunté a James, una vez que estábamos en la playa-.
Me desperté muy asustado.
-Me desperté temprano –dijo-.
No creí que fuera necesario avisarte.
Te veías bien durmiendo.
Durante el fin de semana me liberé de responsabilidades y pude divertirme como cualquier chico normal.
Con los chicos jugamos en el agua, y con James aprovechábamos para darnos entonadas caricias.
Me excitaba verlo corriendo por la arena: su short se adhería mágicamente a sus nalgas, y su piel brillaba con el sol.
Muchas veces tuve que quedarme acostado para que no vieran mi erección.
-Estoy caliente –dijo James cuando entró por sorpresa al baño-.
Tu verga me llama.
-Yo igual estoy caliente, pero no podemos hacer nada hasta que se vayan-.
-Pero ahora… aquí –Se acercó tentadoramente.
Se saboreó los labios.
-No, James.
Puede entrar alguien –Di un paso atrás.
-Lo podemos hacer rápido –Su mano viajó a mi paquete-.
¿Ves? Ya estás duro.
-Pues no debería –me defendí.
Estúpido pene que se controla solo.
-Ándale… están todos en la playa –Comenzó a arrodillarse.
Me tenía acribillado contra la pared.
-James… -mi voz tembló cuando dejó libre mi erección.
Me miró con dulzura.
¡Dios! No podía negarme a esa mirada.
Lentamente y con morbo, su boca se fue abriendo y engullendo mi pene.
La primera succión fue ruidosa, y me hizo temblar por miedo a que alguien la escuchara.
Éste chico quería adrenalina.
Sus manos se aferraron a mis nalgas, y solo se empujaba toda mi verga en su boca.
Me miró y vi sus ojos húmedos… Mis piernas temblaron.
El nivel de excitación que este chico me producía, era inconmensurable.
Mi verga entraba y salía de su boca a una velocidad infartarte, y todo controlado por él.
Se levantó un momento, y me besó con hambre.
Sus manos se fueron a su short y se los bajó.
Su pene palpitaba duro y baboso.
Le di una nalgada, y luego bajó nuevamente.
Continuó la mamada, a la vez que se realizaba una monumental paja.
Sentimos un ruido, y luego unos pasos acercándose.
Nos congelamos casi sin respirar.
Mi verga quedó encerrada en su boca, y no nos atrevimos a mover ni un solo músculo.
-¿Hay alguien? –preguntó Agustín.
-S… Sí –carraspeé.
Mi vos temblaba, mientras mi pene palpitaba en el paladar de James.
-Benjamín, ¿Has visto a James?-.
-Eh… -miré al chico que estaba atravesado por mi pene-.
No.
-Ah… ok.
Si lo ves dile que lo estamos esperando-.
-Bueno-.
Mi hermano se fue y volví a respirar.
James suspiró aliviado.
Mi pene aun no se bajaba, al contrario, palpitaba con más fuerza.
James supo aprovechar eso, y arremetió con fuerza.
Se tragaba mi polla casi completa, mientras se masturbaba con violencia.
Mi respiración aumentó, y supe que llegaría a mi clímax.
-Me… me voy… a correr –gemí.
-Lo espero, papu –respondió.
Segundos después, mi glande expulsaba chorros de caliente semen en su boquita.
Miré hacia James, y vi que tragaba con gula a la vez que se corría en su mano.
Acaricié su rostro y jugué en su cabello.
Arrastré una gota de mi leche que se había quedado en sus labios, y la llevé hasta dentro de su boca.
Succionó mi dedo de forma erótica.
Saboreé mis labios.
¡Jebús! Fue muy intenso.
Abrí la puerta del baño muy despacio, y dejé que él saliera primero.
Segundos después, salí yo.
-James, ¿Dónde estabas? –preguntó Erick.
-Eh… -dudó.
-Había ido detrás de la cabaña –improvisé-.
Como yo estaba en el baño, tuvo que ir a hacer sus cosas a otra parte.
-Sí, eso –me miró con regaño.
¿Qué esperaba? Fue lo mejor y más creíble que se me ocurrió.
El domingo en la noche nuestros padres comenzaban a preparar las cosas para irse.
Eso significaba que volvía a estar a cargo otra semana más, y que podríamos volver a incursionar con James con más tranquilidad.
Las miradas provocativas cada vez eran más intensas.
Ambos estábamos con ganas de volver a follar, ya que la mamada en el baño en vez de habernos aliviado, nos estimuló aún más.
Cuando al fin nos quedamos solos, los chicos comenzaron a jugar en la PS3.
Me quedé mirando como jugaban y como adoptaban posturas competitivas.
Un plan voyerista se maquinó en mi mente, y no perdía nada con intentarlo.
-¿Quién es el mejor jugando? -pregunté de manera insidiosa-.
-Yo, obvio -dijo Pablo.
-Tu eres una rata -dijo Erick-.
Pero yo soy el mejor.
-Yo solo me divierto -respondió con madurez Eduardo-.
No me interesa ser mejor que nadie.
-Bueno, bueno -sonreí con malicia luego de que todos contestaran-.
Ya que todos, excepto Eduardo, dicen ser los mejores, propongo que armemos un torneo.
-¡Ya! -gritó Pablo emocionado-.
-Pero con una dificultad -me miraron con atención-.
Cada vez que pierdan, tendrán que pagar con alguna penitencia.
-¿Qué penitencia? -preguntó James.
En sus ojos veía que estaba entendiendo mis cochinos planes-.
-Mmm -Fingí pensar-.
Tiene que ser algo que estimule a que hagan su máximo trabajo….
Tiene que ser un castigo de verdad, para que se tomen en serio el juego.
(Mentira.
Solo quería que no pensaran que la penitencia la hacía por morboso).
-¡Ya sé! -me levanté.
Todos me miraron expectantes-.
Tienen que pagar con una prenda de ropa.
-Omg -dijo mi hermano.
-¡Acepto! -exclamó con emoción James.
-Mmm, yo igual -sonrió Eduardo.
Sonreí en mi interior.
Eduardo era muy sexi, por lo que era una de mis prioridades-.
-Está bien -aceptó Agustín-.
-Yo igual -dijo Erick alzando su mano.
-Bueno, yo igual -Se resignó Pablo-.
-Pero tú también juegas -dijo James.
Lo miré sorprendido.
Sonrió de manera maliciosa.
-¿Qué? Soy un asco en estos juegos -Entré en pánico.
Mi erección sería muy evidente si me ponía a jugar con ellos y perdía.
-Tengo una idea -salió Eduardo-.
Yo tampoco soy muy bueno, así que podríamos pagar juntos.
Así no quedamos desnudos tan rápido.
-Está bien-.
El juego comenzó.
La primera ronda terminó con Eduardo sin calcetines; James, sin su gorra; Agustín, se quitó su pañoleta; Erick , sin camisa; Y Pablo como ganador.
Luego de cuatro rondas, muchas peleas, y muchos gritos y risas, las cosas estaban así: Eduardo y yo, solo estábamos en boxers; Pablo estaba con boxers y calcetines; James estaba desnudo; Agustín con boxers; y Erick desnudo.
James y Erick tuvieron que dejar de jugar ya que no tenían nada más que sacarse.
Pablo era el visible ganador, pues solo quedaba una ronda más.
El desempate estaba entre Agustín, Eduardo y yo.
Cómo ya tenía un poco de práctica, decidí separarme de Eduardo y así hacer tres equipos.
Al final, solo quedábamos Eduardo y yo.
Agustín había quedado desnudo.
El juego era uno de estrategia, y supe que me iría bien.
Estuvo muy peleado y fue muy emocionante, pero terminé siendo el vencedor.
Me deleité cuando lo vi sacarse ese bóxer.
Me levanté rápidamente y me senté en el sofá.
Tomé una almohada y, disimuladamente, lo coloqué entre mis piernas.
Desde ahí, admiré los resultados de mi plan: Prácticamente todos desnudos, salvo Pablo, pero él no era de mi interés.
Eduardo tenía un muy buen cuerpo.
Era el que más desarrollado estaba.
Su rostro era serio, pero todavía aniñado, y muy sexi.
Erick, era el que seguía a Eduardo.
Ya tenía una mata de pelos púbicos, aunque con una verga ligeramente más pequeña que la de Eduardo.
Mi erección aumento, y comencé a sentirme incómodo.
James se percató de mi incomodidad, y buscó provocarme aún más.
Se sentó frente a mí con sus piernas ligeramente abiertas, dejándome una panorámica bastante excitante.
Por un momento, no pude apartar la vista de esa imagen.
Mi erección subió al máximo, y el calor invadió mis mejillas.
Tenía que salir de ahí antes de que los demás se dieran cuenta que ya casi me estaba follando la almohada.
-Ya, chicos -los interrumpí-, es hora de ir a dormir.
-¿Qué hora es? -preguntó mi hermano.
-2:15 AM -respondí-.
-Aún es temprano -replicó Erick-.
-Nop, no lo es.
Mañana me tienen que ayudar a asear un poco la casa, así que tenemos que tomar desayuno temprano-.
-Pero….
-comenzó Pablo-.
-Pero nada -zanjé-.
A dormir.
Revolotearon unos minutos más, se tomaron las ultimas bebidas y luego se fueron a sus colchonetas.
Miré a James y rápidamente me contestó con su coqueta mirada.
Me levanté intentando dar la espalda para que no me vieran la erección, y me encerré en el baño.
Me di una pequeña ducha y me preparé para el reencuentro con mi amante.
Cuando salí a verificar que hacían, vi que estaban todos acostados, pero seguían murmurando.
Eduardo me hizo una señal de buenas noches, y con una sonrisa, se la contesté.
Pasaron cerca de 15 tediosos y desesperantes minutos, hasta que la puerta de mi habitación se abrió.
James apareció con una sonrisa provocadora y unos sexis boxers blancos.
Caminó rápidamente y se sentó junto a mí.
-¡Dios! -gimió-.
Que espera tan larga.
-¿Estabas ansioso? -pregunté mordiéndome el labio.
-No sé si iba a aguantar un día más sin sentir tu verga en mi culo-.
Casi me corro con esa confesión.
No quise dilatar más la situación y me lancé a sus labios.
En segundos, nos encontrábamos sobre las sabanas completamente desnudos, tocándonos cada recóndito lugar de nuestro cuerpo.
Acosté a James de espaldas, y comencé a lamer su pecho y cuello.
Sus débiles gemidos me provocaban intensificar mi labor, mordiendo y succionando sus tetillas.
Su boca se encontraba ligeramente abierta, y su mirada estaba casi perdida en el espacio.
Bajé por su vientre, y llegué a su lampiño pubis.
Lamí lentamente toda la zona alrededor de su ya duro pene.
Me deleité cuando vi que todos sus poros se crisparon.
Lo torturé unos minutos así.
Lamiendo y jugueteando en su pubis y testículos, pero sin tocar su húmedo pene.
Cuando vi que la cantidad de lubricación que expulsaba era demasiado, decidí que era suficiente.
Sin darle tiempo para prepararse, me engullí todo su pene y extraje su preciado elixir transparente.
Tuvo que taparse la boca para evitar un estruendoso gemido.
Luego de unos minutos tuve que dejar su verga, pues lo estaba llevando al orgasmo y aun no queríamos que se corriera.
Coloqué mis manos detrás de sus rodillas y levanté sus piernas dejándolas a la altura de su vientre.
Desde ahí me quedaba una vista ampliada en ultra HD de su hermoso y delicado ano.
Su excitante color rojizo le daba un aspecto tan puro y pulcro que me provocaba reventarlo a pollazos.
Mi caliente lengua acarició ese lugar, y rápidamente su ano respondió al estímulo con una brusca contracción.
Al cabo de unos segundos, y de unas cuantas lamidas y mordidas, decidí incursionar con mis falanges.
Llevé mi dedo índice a su boca y, sin decirle nada, lo llenó de su saliva.
Luego lo bajé y comencé a frotarlo en su ano.
Apliqué un poco de presión y lentamente lo fui internando en su caliente y húmeda cueva.
Un delicado gemido escapó de su boca al mismo instante en que su carne se contraía contra mi dedo.
Su pene temblaba con cada movimiento de mi dedo en su interior, lo cual era una señal de que mi trabajo era más que satisfactorio para él.
Al cabo de unos segundos, decidí que debía introducir un segundo dedo.
Sus piernas se retorcieron cuando comencé a jugar con ambos dentro de él.
No aguanté más y concluí que ya era momento de darme placer.
Mi pene estaba mega duro y húmedo, gritando por un poco de atención.
Me senté en la cama y James comenzó a mamar.
Por suerte era más bajo que yo, pues de esa manera lograba jugar con mis dedos en su culo, a la vez que él saboreaba mi glande.
Los minutos pasaban y el deseo aumentaba.
Sus mejillas estaban tan rojas como su cabello y sus ojos brillaban por la excitación.
Esa imagen me enloqueció, lo tomé de los hombros y lo lancé a mi costado.
Rápidamente me senté sobre sus piernas y con mi pene en las manos, comencé a buscar su ano.
James relajó su culito, y lentamente comencé a enterrar mi carne en su pequeño orificio.
Sus gemidos me erizaban la piel, y la manera con que su recto se contraía me tenía al borde del orgasmo.
Lamí su cuello y hombro para relajarlo y consolarlo hasta que por fin estuve completamente dentro de él.
Su interior ardía como el infierno, y era tan estrecho que me preocupaba romperlo.
Comencé a bombearlo una vez que estuvo listo, y sus gemidos de placer no se tardaron en aparecer.
Mientras lo embestía jugaba con sus nalgas, abriéndolas y juntándolas, disfrutando ver cómo mi grueso pene taladraba ese ya irritado ano juvenil.
Cuando sentí que mi orgasmo estaba cerca, decidí cambiarlo de posición para ver su cara mientras me corría.
Cuando lo giré descubrí que él ya había tenido su orgasmo ya que había una mancha de humedad en el lugar donde estaba su pene.
Coloqué sus piernas en mis hombros y, haciendo contacto visual, comencé a penetrarlo lentamente.
Amaba sacar completo mi pene y ver como su ano dilatado boqueaba, y luego meterlo con violencia mientras James se retorcía de placer.
Instantáneamente su pene se volvió a endurecer y lo tomé entre mis dedos.
Me incliné y busqué sus labios para jugar con nuestras lenguas mientras lo penetraba y masturbaba.
Su boca ya estaba ligeramente abierta y sus ojos estaban entrecerrados y perdidos en la lujuria.
Lo taladré con fuerza y aumenté la velocidad de la paja que le realizaba.
Sus gemidos se ahogaron en mis labios al mismo tiempo en que un líquido caliente comenzaba a derramarse en mi mano.
Su boca se abrió lanzando un grito sordo, mientras yo disfrutaba de sus contracciones anales para llegar a un intenso y pecaminoso orgasmo.
Llené su interior de espesa leche y caí completamente seco de fuerzas.
Mi cronotropismo cardiaco estaba por las nubes, y sentía que en cualquier momento me rompía alguna costilla.
Quedamos desfallecidos por unos minutos, todavía sin creer lo intenso que había sido todo.
Creo que ambos esperábamos eso de una manera anhelante.
Cuando su respiración se reguló, logró emitir la primera frase:
-Me iré al infierno -resopló-.
Ese orgasmo no tiene perdón de Dios.
Creí que toda mi energía se iba por mi verga mientras me corría.
-Si me voy al infierno por sentir esto, me iría feliz por la ruta panorámica -dije con una sonrisa-.
-Siento que mi culo está lleno.
Y en efecto, de su culo chorreaba un río de leche.
Lo recogí con mis dedos y se lo introduje en su culo nuevamente.
Su ano estaba muy abierto y de un rojo muy intenso.
Nos levantamos y nos fuimos a asear.
Apliqué un poco de crema en su culito, y luego volvimos a la cama.
-No quiero irme -dijo con tristeza-.
Quiero dormir contigo.
-Es peligroso -contesté-.
Ya lo sabes.
-Dame un beso de buenas noches -me suplicó.
Y sin esperar respuestas, se lanzó sobre mi boca haciendo que cayéramos sobre el colchón.
Lo besé a fondo y acaricié su desnudes.
Sus labios besaron mi pecho y llegaron a mi pene.
-También me tengo que despedir de él -sonrió-.
Mis manos se fueron a sus nalgas resignado.
Cerré mis ojos y disfruté de la despedida.
Fue cuando una conocida voz cortó el momento:
-¿Qué pasó? -dijo la voz aun adormecida-.
Sentí un ruido y…
El silencio fue ensordecedor.
James y yo nos quedamos congelados como si eso nos fuera hacer invisibles.
-Te lo puedo explicar… -dije sin siquiera saber cómo rayos iba a explicar por qué mis manos estaban en las nalgas de James y mi verga en su boca.
Me sentí estúpido por no haberle puesto el puto pestillo a la puerta.
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