El niño con pijama de mujer
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me levanté como de costumbre para ir de compras al almacén por algo de desayunar. Mi mujer ya se había ido a su trabajo, y por mi parte tenía algunas horas de descanso de más ya que debía trabajar por la tarde. Una vez en el almacén, y habiendo comprado unos pocos insumos, me senté en una de las sillas tipo coca cola que habían para tomar un refresco, a mi lado había dos hombres de avanzada edad, viejos y desagradables que por su apariencia trabajaban en algún taller mecánico. Tomaba mi refresco matutino, cuando lo que vi llegar despertó en mí una descomunal erección.
Un niño, de no más de 11 años, hacía su entrada al concurrido almacén. Su rostro era angelical, tenía sus cabellos oscuros y su tez clara, sus ojos eran color marrón claro, delgado y muy alto para su edad, con rasgos finamente femeninos. Vestía un pijama que inequívocamente parecía de mujer, la parte de arriba era una como una playera muy corta y sin mangas que dejaba entrever su hermoso ombligo, y la parte de abajo unas pantaletas en extremo corta, muy por arriba de sus muslos y proximando su culito levantado y firme, acompañado de un encaje de cinta que le daban todo el toque femenino. Calzaba unas sandalias tipo hawaianas, sus pantorrillas eran finas y pronunciadas; y se fue adentrando poco a poco al abarrotado negocio, lleno de viejas que van a comprar para el almuerzo y uno que otro abastecedor. A pesar de que he sido hetero toda mi vida, no pude evitar levantarme y volver a entrar al negocio para comprar lo que fuese. Quería verlo de más cerca, y si era posible, rozarlo con mi cuerpo, y como si el demonio hubiese escuchado mis súplicas, el muchacho en su afán por hacer la fila y conseguir su compra se puso delante de mí, dándome su colita la que aún no podía rozar. Sin embargo, y al llegar cada vez más y más gente que apretujaba fue inevitable pegar mi verga en sus nalgas, maldita sea, pude notar que mi líquido preseminal manchaba mis boxers, su culito era firme y exquisito, mi erección era total, y cuando el muchacho lo notó tuve que desentenderme y cambiarme de lugar.
Tras conseguir otro refresco, me volví a sentar junto a los desagradables viejos que, según fui notando, no le quitaban la vista al pequeño muchacho. Lo miraban con una avidez y una depravación total, sin importar quien o quienes pudieran notarlo. El niño abandonaba el negocio, me disponía a caminar detrás de él para volver a mi casa cuando uno de los ancianos me agarra del brazo y me susurra con cuidado: – “hijo, aproveche que la están regalando…a esa pequeña putita ya se la han tirado más de alguno por estos lados, supe que el último que se lo sirvió fue Jaime, el del taller mecánico, ¿lo conoce?…bueno, él me lo contó. Y tranquilo que el chico después no dice nada, vive con la abuela Mercedes y tiene colegio por la tarde, así es que aproveche amigo…que pase una linda mañana”- y me miraba sonriente, entre malévolo y satisfactorio.
Dejé el negocio, impávido por lo que aquel viejo me había revelado, los viejos reían a carcajadas mientras volvía a mi casa. Pude ver el culito del niño una vez más dentro de un ciber, buscaba un material para una tarea, pero el internet ese día se había caído. Lo vi algo preocupado y acongojado, y no sé por qué ni cómo tuve el valor de acercármele y hablar con aquel ángel por primera vez:
– Disculpa niño, supe que eras el nieto de doña Mercedes… ¿hay algo que necesites? Te veo preocupado.
– Me estás siguiendo- dijo- ya lo noté.
– No, no es cierto, cómo crees- le dije- pasa que yo vivo en esos departamentos, me dirigía a mi casa y no tengo por qué seguirte. Pero si no necesitas nada pues bueno, tampoco tienes por qué molestarte.
– ¿Tienes algún libro de poemas de autores españoles?- preguntó- lo necesito para una tarea, es para el día de hoy.
– Sí, creo que sí- le dije, que para mi suerte soy un amante de la literatura- Bueno, si no encuentras quien más te preste uno puedes pasar a mi departamento…es aquel de ahí, la primera puerta subiendo las escaleras.
Lo dejé y me fui a mi hogar, muy nervioso y culpable por lo que pretendía querer. Pasaron los minutos, paso una hora y el chico no apareció. Creí evidente que no querría aparecer, era la lógica en un menor el no meterse en casas extrañas. Sin embargo, el corazón me dio un brinco cuando sentí tocar la puerta, y al abrir, el niño con pijama de mujer esperaba en el umbral.
Lo hice pasar, miraba mi casa con detención toda la casa y con total libertad fue recorriendo todos los lugares. Busqué el libro que necesitaba y se le entregué. Me senté en el sofá mientras el niño permanecía de pie examinando el libro.
– Y… ¿es lo que necesitas? – pregunté-
– Sí, la verdad que sí- dijo- en fin, gracias.
– Bueno, cualquier cosa que necesites puedes volver.
Me miró una vez más antes de irse, como preguntándose “y ahora qué”. Era realmente muy hermoso, sus piernas no tenían un solo pelito, su pechito también era muy pronunciado. Su tez blanca de porcelana era deslumbrante y su culito era descomunal, lo acompañé a la puerta, y me dijo- “bueno, adiós, y muchas gracias”- y se empinó en punta de pies para darme un beso en la mejilla derecha, muy cerca de los labios. Abrió la puerta y no pude evitar darle un buen agarrón en una nalga, yo estaba como poseído, no entendí por qué lo había hecho. El niño dio un gemido extraño y se sobresaltó, me miró una vez más como molesto y volvió a abrir la puerta, pero fue inevitable. Con una mano cerré la puerta y con la otra lo cogí a la altura de su ombligo, lo atraje hasta juntar mi verga con su culito de gacela y comencé a besarlo como loco por donde pudiese.
Me perdía en su cuello, sus orejitas y sus labios, el niño gemía y al principio oponía algo de resistencia, pero cuando mi mano izquierda llego a su pequeño paquete noté cuán parada tenía la verguita. Estaba excitadísimo, gemía extrañamente como una putita en celo, dejaba caer su cabeza hacia atrás y empinaba aún más su respingado culo, al ritmo de un vaivén en el cual me rozaba el paquete hasta hacerlo doler. Comencé a quitarme los jeans y los bóxers sin dejar de lamerlo, coloqué mi pichula de 19 centímetros entre sus nalgas, pasando por debajo de la pantaleta de pijama y comencé a sobar sus tetillas, las que se encontraban duras y bien paradas; y sin previo aviso el niño rápidamente se dejó caer de rodillas y comenzó a darme sexo oral tan salvajemente como si el mundo se fuese a acabar. Su boca, a pesar de ser pequeña se devoraba toda mi pieza, su lengua recorría cada centímetro de mi tronco, y de vez en cuando sacaba mi verga de su boquita para agarrarla a lengüetazos. No tardó mucho en empezar a devorar mis apretadas bolas, para volver nuevamente a chupar todo mi glande. Acariciaba sus suaves cabellos mientras lo veía mamar, era un espectáculo único y excitante, lo puse de pie y de un tirón le arranqué la pantaleta y lo cogí en posición de koala, besaba sus labios entre asustado y consternado, jamás en mi vida había tenido sexo con un chico.
Mientras lo besaba le quité su playera sin mangas, y tenía para mí su desnudez total, lo puse de pie con sus manos apoyadas en la puerta, me puse de rodillas y ahí mismo empecé a lamer su culito, mi lengua revoloteaba todo su ano desvirgado, besaba sus nalgas, las apretaba, las mordía, y mi lengua volvía a buscar la cavidad de su botoncito apretado. Escupí un par de veces más para lubricarlo, el gemía como ebrio por el placer, no importando si alguna vecina intrusa pudiese escuchar. Mi verga estaba tan dura que no di más, me puse de pie y ubiqué mi glande en su culito; el niño se empinó de tal manera que parecía una gacela sacada de un cuento de Disney, lentamente fui entrando en su interior humectado solo por el precum y mis salivas, hasta que mi velludo pubis dio con el coxis de aquel chico increíble, no podía creer que estaba culeándome a ese niño deseado por todo el barrio, el ritmo era tan frenético que el tiempo parecía haberse acelerado. Mis manos no soltaban sus caderas y él seguía con sus manos en la puerta, y sin salirme de él lo abracé y lo conduje hasta el sillón, en donde me senté y lo hice cabalgar.
Sus pies se apoyaron sobre mis rodillas y con sus manos sobaba sus tetillas, con las mías sobaba su pequeña verguita, hermosa y rosada, sin pelitos, linda y única. Así lo tuve por un buen rato, hasta que lo saqué y lo subí al sillón de pie, para meterme su pichulita erecta a mi boca; él parecía entender cada una de mis siniestras intenciones, y mientras lo succionaba el muchacho me cogía por la cabeza y movía sus caderas. Yo apretaba su culito rico y lo masajeaba, hasta el punto que el chico exclamó “voy a acabar” y gemía y gemía de tal manera que unas cuantas gotitas de su semen pre púber se derramaron en mi boca. Su néctar era dulce, su bombeo se hizo más pausado y lento, hasta detenerse. Aproveché el momento, y como sus piernas se encontraban abiertas lo senté sobre las mías. Con mis manos abrí sus nalgas y ubiqué mi miembro en su entrada, y aprovechando el peso de su cuerpo lo dejé caer sobre mi pichula que le entró hasta el fondo, movía mis caderas y el niño, a pesar de haber acabado, seguía gimiendo. Mis manos recorrían su pechito parado, apretaba sus tetillas de vez en cuando y las besaba. Al sentir sus piernecitas alrededor de las mías, el calor de su cuerpo en mis manos y mi verga en su humectado culito no pude más y estallé, sentía como si litros y litros de leche lo llenaran por dentro, gemí como jamás lo había hecho antes, sobaba sus bracitos delgados y su pecho desnudo, sus caderas y todo lo que pillaba. Con los espasmos aún en el cuerpo lo abracé, y nos fundimos en un beso largo y prolongado.
Estuvimos así por un buen rato, hasta que decidió que era hora de irse. Tomó el libro y se aventó a la puerta, me miró por última vez y se me abalanzó como un koala, con sus piernas rodeando mis caderas para un último y exquisito beso. Solo tenía 11 añitos, y me había llevado al paraíso. Al recordar que esto ocurrió hace un par de horas atrás hace que mi cuerpo tiemble con todas las emociones juntas, tenía que desahogarme y contarlo, aunque sea a ustedes lectores a los cuales no conozco ni me conocen. Confío que en los próximos días, o quien sabe más tarde si salgo a servirme otro refresco, pueda volver a verlo y estar con él una vez más. Y aunque parezca extraño, en ningúnmomento le pregunté su nombre al dulce muchacho de rasgos femeninos…para mí siempre será el niño con pijama de mujer.
FIN
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