El niño de los helados
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Amigos lectores…soy el autor del relato “El niño con pijama de mujer”. Agradezco mucho sus comentarios, saber que muchos de ustedes también han tenido vivencias similares a las mías me abrió los ojos y me permitió disfrutar de más de un niño. Hasta ese entonces jamás había tenido este tipo de encuentros sexuales, me consideraba un hetero en toda su esencia, pero tras haber tenido relaciones con aquel niño de pijama de mujer simplemente me fui por un tubo…día por medio cogí con ese chico que finalmente resultó llamarse Hugo, la putita del vecindario, al cual dejé de frecuentar desde hace dos meses cuando conocí a José Alberto, un niño de 12 años que aún me tiene con la verga parada con solo recordar lo vivido el día de ayer. Hoy he decidido nuevamente compartir mi vivencia con ustedes. La experiencia que viví ayer fue un trabajo perseverante de casi dos meses de ardiente paciencia. Este relato es real.
Hace más o menos dos meses en un día martes (lo recuerdo bien) regresaba con mi mujer del trabajo. El día era de un calor abrumador e intenso, apenas comenzábamos julio y en nuestra ciudad el verano parece haberse asentado definitivamente. Mucha gente ya usa ropas ligeras, y los niños, especialmente, ya relucen sus culitos levantados y vírgenes, ocultos bajo diminutos shorts. De camino a casa, y ante las insoportables temperaturas, invité a mi mujer a servirnos un helado en una de las conocidas heladerías de mi ciudad.
Ya iba en la mitad de mi helado cuando un niño de no más de 12 años ingresó al local. Tenía más o menos un metro y cincuenta y cinco de alto. Su cabello era corto y de un color rubio oscuro, aunque brillante en las puntas, sus ojos levemente color miel y cejas bien pronunciadas, sobre su respingada nariz se contaban unas cuantas pecas; y su piel era intensamente dorada, fina y hermosa. Venía vestido con una playera azul sin mangas, una talla más grande que la adecuada para su edad, húmeda en su parte baja, y en lugar de shorts o bermuda calzaba unas sungas negras de aquellas que usan los nadadores de piscina. Sus cabellos estaban a estaban a medio secar, en sus espectaculares piernecitas aún traía arena de playa y en sus pies calzaba unas zapatillas de agua de color azul. Al parecer venía a retirar un pedido especial, porque la vendedora ya le tenía lista una cubeta tipo cassatta y un helado de cono de dos sabores para él. Al momento de pagar, una de las monedas se le cayó al suelo y el niño tuvo que agacharse para recogerla, y recién ahí pude apreciar la dimensión de aquel culito que me levantó carpa de golpe.
Casi no escuchaba la voz de mi mujer que parecía venir de muy lejos, mi vista se había perdido en aquel virginal culo cuya playera azul grande no me dejó ver en un principio, se distinguían claramente sus exquisitas y soñadas nalgas que dejaban a mi completa imaginación la forma de su ano. “…Amor, ¿estás ahí?”- dijo mi mujer- “…lo siento amor, me distraje medio segundo”- expliqué. Seguí contemplando de reojo lo que más pude a aquel manjar delicioso, probablemente no lo volvería a ver nunca más, tomó su pedido, y disponía a marcharse- “adiós Josecito” se despidió la vendedora, y fue cuando mi mujer observó con más detenimiento al menor… -“José Alberto, ¿eres tú? ¿Cómo está mi niño hermoso?”
Mi corazón dio un vuelco profundo. Mi mujer conocía al chico, era su profesora de música en uno de los colegios más caros de esta ciudad. El niño al oírla, se acercó y la saludó feliz con un beso en la mejilla, y acto seguido me miró fijamente con sus ojos miel –“gusto en conocerte muchacho”- le dije y le extendí la mano. La tomé, era suave y delicada, pequeña, no pude evitar pensar si ya se estimulaba con esa manito. “El gusto es mío señor”- me dijo con una voz dulce y fina. Tras conversar unos minutos con mi mujer, tuve que disimular mi erección al tenerlo tan cerca, estaba a una palma de distancia para manosearlo, cuanto hubiera querido, y sin embargo mi impulsividad me llevó a dar el primer paso: “¿andas solito, quieres que te llevemos a algún lado?
Resultó que todas las tardes José Alberto iba a la playa, y al volver a casa pasaba a retirar un pedido de helado para su infeliz madre que ya llevaba 4 meses separada. Como ese día, en días venideros con mi mujer pasábamos nuevamente a la heladería y nos llevábamos a Josecito en la camioneta, no vivía muy lejos pero le ahorrábamos un par de cuadras. A pesar de que al niño le gustaba caminar, se empezó a hacer frecuente nuestra visita a la heladería y a darle aventones a aquel niño rubio del culito hermoso, que siempre vestía de sunga y polera. Con el tiempo conocimos a su madre quien comenzaba a invitarnos a su departamento a tomar el té, agradecida del buen trato que le teníamos a José Alberto.
Ya habían pasado casi dos meses de haberlo conocido. Su cabello había crecido un poco y los destellos rubios parecían haberse acentuado. Sucedió que el día de ayer a mi mujer le asignaron horas extra programáticas en el colegio con los chicos más grandes, por lo que saldría más tarde. Me vine conduciendo por la costa después del trabajo, y me frené en seco cuando vi a José Alberto por la arena solo en sunga (o speedo). Su pechito era único, bien formado, con su abdomen plano y en desarrollo a punta, y su culito se movía al compás de su trote. Se secaba la cara con una toalla de dibujos animados, como pude me estacioné, y como en la camioneta siempre llevo ropa de verano me cambié y fui tras él. Al llegar donde él se sorprendió mucho, naturalmente pregunto -“y la profesora”- “no vino Josecito, está trabajando aún”- “ah, qué pena, tenía muchas ganas de verla, pero en fin, ¿nos bañamos?”
La invitación inocente del chico me hizo estremecer. Sin hacerme de rogar, y sin llevar toalla siquiera me metí al mar con él. Era un espectáculo único verlo con su cuerpecito mojado y semidesnudo, piquero tras piquero lo veía hundir su culito para volver a asomar sus rubios cabellos mojados en agua de mar – “lánceme desde sus hombros tío”- y yo feliz lo cogía de las caderas y lo cargaba para después lanzarlo. Cuando venían olas grandes él se me abalanzaba y me abrazaba para protegerse, y mi verga casi se salía del short por la descomunal erección al sentirlo tan pegado a mí. En un par de veces jugando lo abrazaba por atrás y juntaba su duro culito con mi verga para tirarnos juntos al agua. Aprovechándome de los juegos, en más de una ocasión lo toquetee, le besaba la espaldita, lo cargaba como bebé. Algunas personas que se encontraban cerca simplemente reían al vernos disfrutar así. Creían que sólo se trataba de un buen padre que se daba tiempo con su hijo.
Ya pasada la tarde, decidí que era hora de irnos. Me sequé con su infantil toalla y tomé al niño de la mano sin preguntarle si deseaba transporte. Al llegar a la camioneta de doble cabina ambos nos sentamos atrás, los vidrios traseros son polarizados y nada se ve desde afuera- “trajiste ropa de recambio Josecito”- y él “si, traje una playera y un short”- “¿nos cambiamos Josecito?”- me miró con algo de recelo, casi desconfianza- “mi mamá dice que nadie debe verme desnudo”- el remordimiento me caló en lo profundo, me invadió el temor de mi solicitud prohibida –“lo siento Josecito, disculpa, creo que esperaré afuera de la camioneta para que te cambies tranquilo…me avisas cuando estés listo”. El niño se quedó impávido y hasta preocupado por mi reacción, pasaron dos minutos cuando Josecito abrió la puerta levemente y me dijo “ya puedes entrar”, esperaba verlo vestido y dispuesto, sin embargo al entrar a la camioneta pude contemplar su desnudez total. Era realmente muy, muy, muy hermoso, se encontraba sentado aunque como echado de mala gana- “¿qué pasa Josecito, por qué no estás vestido?” –“es por esto que no me gusta que me vean desnudo”- dijo, y me indicó la parte baja de su pene, que para sus doce años era largo, como de unos 10 centímetros lacio. En su pene tenía una peca grande cafecita, lo cual parecía acomplejarlo bastante, pero sin embargo seguía siendo hermosa, sin pelitos, lampiña, dorada igual que su natural cuerpo. Aun no veía su glande que se encontraba cubierta por un largo prepucio- “pero Josecito, es hermosa y no tiene nada de malo, todas las verguitas son diferentes entre sí”- le dije, y me quité de mi playera y el short.
La boca de Josecito se abrió por la impresión- “es enorme, y vaya cuantos pelos tiene”- rio- “ves Josecito, no hay nada de malo, así es que me gustaría que ya no sientas más pena por tu verguita, es parte de tu cuerpo…es hermosa y así como está, está muy bien”. Al oírlo, José Alberto se me abalanzó para darme un abrazo, puso sus piernas alrededor de las mías y juntó su verguita con la mía que ya se encontraba en total erección. Naturalmente su intención era simplemente darme un abrazo de gratitud y de alivio, aunque la mía era muy distinta. Su desnudez me embriagó por completo y comencé a acariciar sus cabellos, su espalda, y finalmente sus nalguitas- “eres muy hermoso Josecito, realmente un niño muy hermoso, y me encanta que me abraces así como lo estás haciendo”.
El niño me siguió abrazando, era evidente que de sexualidad aún no sabía nada, su inocencia era total y yo me estaba aprovechando de ella. Mientras lo acariciaba el niño por instinto comenzó a moverse, su verguita de 10 centímetros ya casi alcanzaba los 14 y se frotaba con la mía de 19 cms- “eres muy hermoso Josecito, lo más hermoso que he visto jamás”- le susurraba al oído, y más aumentaba su movimiento de caderas. “Mira mi verguita ha crecido como la tuya”- me decía- “Oh Josecito, Oh Josecito, que hermoso eres mi niño, que hermoso eres…”- y comencé a besar suavemente sus mejillas, el niño devolvía mis besos muy cerca de la boca, mientras seguíamos frotándonos, mi excitación comenzaba a alojarse en mi ingle, y a pesar de no estar penetrándolo, aumentaba cada vez más- “Oh Josecito, mi niño, mi rubiecito lindo”- poco a poco José Alberto dejaba caer su cuello hacia atrás, suspiraba y cerraba los ojos sin dejar de moverse, mientras que suavemente le besaba el cuellito, muy suavemente lo lamía y lo volvía a besar, y poco a poco también lamía sus pequeños pezoncitos- “tío, siento muchas cosquillas en la pancita, oh, oh, oh”- decía mientras seguía moviéndose- “te gusta Josecito”- “sí tío, y mucho, ¿cómo se llama este juego?”- y poco a poco el niño comenzó a acariciarme también, me besaba mucho las mejillas, cerca de los labios aún sin tocarlos. Sus labios eran rojizos, suaves, como tallados a mano, hasta que por querer besar sus mejillas al mismo tiempo que José Alberto nuestros labios al fin se encontraron, lo besaba incrédulo, Josecito se dejaba llevar y poco a poco asomaba su lengua. El beso ya era intenso y el movimiento de cópula también, se frotaba junto a mí con mayor celeridad y apretaba más sus piernecitas lampiñas y únicas.
No sé por qué, pero lo acosté boca arriba mientras él aún suspiraba, y le dije: “tu verguita es hermosa mi niño, y nunca más me la vuelvas a ocultar”- y comencé a besarla, el niño comenzó a gemir sutilmente, besaba su lunarcito que tanto le acomplejaba, al sentirse liberado de su vergüenza se abrió al placer, su glandecito rosado ya estaba asomado y comencé a besarlo también, hasta que poquito a poco lo fui succionando. José Alberto movía sus caderas penetrando mi boca, sus manos estaban en mi cabeza y ya gemía sin recelo, al punto que tuve que taparle la boca.
Adentro de la camioneta el calor era insoportable, pero no nos importaba y seguíamos en lo nuestro aunque el cuerpo estuviese bañado en sudor dulce. “Tengo mucha cosquilla tío, mucha cosquillita, paremos, paremos que no aguanto más, oh, oh, ohhhhh”, y a pesar de que el niño aún no tenía semen, acabó en mi boca, era evidente porque su cadera estaba totalmente levantada y su pijita dura estaba enterrada tras mis labios que ya tocaban su indemne pubis. Extrañamente y sin haberlo penetrado sentía que iba a explotar, y al ver al niño acostado con sus manos en la cabeza y de piernas abiertas, mostrándome su descomunal desnudez, tomé mi verga que estaba a full de palpitante, la agité un par de veces y estallé eyaculando por litros sobre su verguita aún erecta, su abdomen, y pecho. Su ombliguito había hecho una piscina de mis fluidos, con mi mano derecha esparcí el semen por todo su pecho y tetillas, y me eché suavemente sobre él para besarlo tiernamente mientras seguíamos gimiendo y terminar de frotar mi pichula revienta con la suya.
Ya repuestos y vestidos, emprendimos en rumbo a su casa. Iba en el asiento del copiloto, me miraba y sonreía, por mi parte lo miraba y sobaba su pierna izquierda. Al verlo fijamente a sus ojos miel entendía qué había pasado, entendí el por qué no lo había penetrado ni le había pedido siquiera lamer mi verga; inconscientemente yo quería que el primer placer fuera para él. Al llegar a la puerta de su departamento, me dijo -“nunca había jugado a ese juego de las cosquillas, nunca había sentido algo así…pero ¿cómo se llama el juego?- preguntó. Sin pensarlo dos veces le pregunté- “¿realmente te ha gustado?”- “Sí tío, y mucho, ¿volveremos a jugarlo alguna otra vez?”- preguntó mirando como si la inocencia no la fuese a perder jamás en la vida- “sólo si es entre tú y yo Josecito…creo que si alguien más sabe que jugamos a las cosquillas no querrán que volvamos a jugar nuevamente”- Josecito con algo de temor dijo enérgicamente –“nadie se enterará tío, te lo juro, pero volvamos a jugarlo…ha sido genial, el mejor día de mi vida”. Lo miré con ternura, y lo tomé nuevamente en brazos para darle un tierno beso de despedida. No sé por qué, pero las palabras se me arrancaron de los labios sin poder impedirlo- “te amo Josecito…” – “y yo a ti tío”- para darnos un último beso.
Sé que lo que tenga que suceder, va a suceder, quizás mañana, quizás pasado, o cuando se deba. Sé que un día de estos podré desvirgar su culito virgen y apretadito, así como también tengo la certeza de que mi glande se encontrará con sus labios de niño y su traviesa lengua. Para cuando ocurra, tomaré mi computador portátil y lo compartiré con ustedes apenas pueda…sé que me entenderán y jamás me juzgarán como lo hace el resto del mundo lleno de tabúes.
CONTINUARÁ…
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