El niño de los ojos rotos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sinceramente, jamás pensé que fuese ocurrir algo entre nosotros. Le conocí cuando apenas tenía cuatro años. Yo todavía era muy niño como para pensar en él de otra manera. Pero la vida tiene un montón de sorpresas que dar y tan sólo un par años después lo volví a ver.
Cuando lo conocí fue porque con mi familia fuimos a visitar a sus abuelos en una ciudad de Estados Unidos, en donde el también vivía. En realidad, somos parientes lejanos, pues papá es primo de su abuelo, pero nunca lo vi a él como un familiar, al fin y al cabo sólo lo había visto una vez en toda mi vida. Era un niño realmente precioso. En ese viaje ni siquiera me le acerque. Honestamente, no creí volver a verlo.
Dos o tres años después, él se mudó con su familia a la misma calle en donde yo vivo. No fue coincidencia pues sus abuelos tienen una casa en ésta calle, una casa que siempre estuvo abandonada hasta aquel día. Para entonces él tenía seis años, y yo no me atrevía a nada.
Para cuando él ya tenía ocho años, ya nos conocíamos bastante bien. Él me quería un montón y yo a él. Siempre estaba en mi casa, pues en nuestra calle no vivían muchos niños y él no tenía con quien jugar. Las tardes se nos iban jugando videojuegos y haciendo bromas tontas. Yo lo veía con cariño, pero también empezaba a verlo con otros ojos. Es de esas personas que pueden volver loco a uno.
La primera vez que ocurrió algo estaba solo en mi casa, mi familia se había ido a ver un partido de mi hermano, yo mentí y dije que tenía tareas que hacer, la verdad es que no quería ir. No habían pasado ni quince minutos cuando escuche que alguien llamó a la puerta, no me sorprendí cuando vi parado en el umbral a Cali (así le decía su familia, y hasta la fecha desconozco el porqué), estaba sonriendo de oreja a oreja y sin esperar nada se metió a la casa. Me dijo que quería jugar videojuegos, así que le puse mi consola y un juego de “star Wars”, mientras yo escuchaba música en mi ordenador. En una parte del juego se estancó y ya no supo que hacer, así que me pidió ayuda. Yo me acerqué, lo cargué de donde estaba y lo senté entre mis piernas, pase mis manos por entre sus brazos y tome el control poniendo mis manos encima de las suyas y le indiqué exactamente que botones debía presionar. Fue en ese momento en que me di cuenta de la posición en que estaba, mi pene estaba exactamente entre sus dos preciosas nalgas. Esa idea me excitó de tal manera que tuve una erección al instante. No hice nada, no me quite de donde estaba y él no se movió, quería disfrutar ese momento. No podía controlarme, estaba sudando frió, no creía que eso estuviera pasando, estaba a punto de que mis neuronas se fundieran; cuando lo que finalmente me mato fue lo que dijo cali de la nada:
-No traigo calzones.
-¿qué? pregunte estupefacto.
-Que no traigo ropa interior.
Nunca supe porque hizo ese comentario ni nunca se lo pregunte, no quise saber. En lugar de eso, aproveché la oportunidad que se me abría.
-¿y eso, por qué no te pusiste algo debajo?
-Lo que pasa es que no tengo. Mi mamá estaba apenas lavando la ropa y no tenía nada limpio, así que me puse solo mi pantalón.
– Qué mal, ¿puedo ver?
En cuanto le hice la pregunta me arrepentí, pensé que se asustaría y que se levantaría y se iría. Pero no dijo nada, sólo movió la cabeza afirmativamente, sin pena, sin nada, como desinteresado, como si le hubiese pedido que me enseñara que tan chuecos o alineados tenía los dientes. Me acerque a él y le desabroche el pantalón de mezclilla azul que usaba, fue la primera vez que vi su pene, y me gusto lo que sentí al verlo. Tomé el pequeño pedacito de cali entre mis manos sin pedirle permiso, él solamente se estremeció y no dijo nada más. Después de un rato y sin menos pena le baje el pantalón y jugueteé con su pequeño pene mientras cali seguía tratando de pasar ese nivel del juego. Estuvimos así como media hora, cuando llegaron mis padres y tuve que soltarle, cali se despidió de mí prometiendo que volvería pronto para volver a jugar así. Ese día apenas comenzaba lo que pasaría entre nosotros.
La siguiente vez que nos vimos también estuvimos solos. A decir verdad, creo que yo ya buscaba las oportunidades para quedarnos a solas. Y cali no se quedaba atrás, no creí que fuera tan caliente, siempre que mi hermano se distraía me tocaba por encima del pantalón y cosas por el estilo. Aquella vez lo cargue y lo tendí sobre mi cama, le desabroche el pantalón y sin más me la metí en la boca, chupé y saboreé cada centímetro de su pequeño pene, le pasaba la lengua por sus testículos, en el perineo y de regreso a su verguita. Cali sólo se retorcía y se mordía los labios rojos para no gemir y eso me excitaba más y más. Chupé y chupé hasta que se lo deje rojo. Él se levanto dispuesto a irse.
-Espera. Te toca a ti.
Cali solamente sonrío, se acercó a mí y se arrodillo frente mío y saco de mi pantalón mi pene que estaba a punto de explotar. Se le quedo viendo con ojos curiosos y sin más se lo llevo a la boca. ¡Dios, que sensación! Era lo más rico de este mundo. Estaba tan excitado que no tarde ni diez minutos en venirme en su boca. Él no dijo nada, se lo trago todo. Si no es porque lo conocía, juraría que era todo un experto en el arte del amor por trayectoria y no de nacimiento.
Conmigo aprendió a hacer sexo oral, cada vez que podía se metía mi pito a la boca, y cada vez se volvía mejor y mejor, no cabe duda que la practica hace al maestro. Aprendió a mover la lengua por todo el glande, de arriba a abajo, hacia los lados, en círculos, a estimular el meato. A meterla casi toda sin que le produjera arcadas, y a que le cogiera la boca sin que le doliera la mandíbula. Yo, por mi parte, aprendí lo que le gustaba, no tenía que aprender a respirar y meterme un pito de diecisiete centímetros al mismo tiempo, así que me enfoque en besarle todo el cuerpo y a tocar con la presión, precisión y lugar correctos donde yo ya sabía que por lo menos le arrancaría un suspiro. Nos quedábamos abrazados, transpirando y desnudos por horas.
Duramos mucho tiempo así y no pasábamos de sexo oral, por mi mente nunca paso el penetrarlo u otra cosa. De hecho, si no fuera porque él me lo pidió, tampoco nos hubiésemos besado, pero fue buena idea, el besaba mejor que ninguna otra chica a la que yo había besado antes. Besaba como poseído y con los ojos cerrados, abriendo mucho la boca.
Un día que estábamos de nuevo solos en mi casa, lo cargue para hacer un 69. Estaba a punto de acabar, pero él tuvo una idea.
-Mario, ¿y si me metes el pajarito?
-¿seguro?
-seguro, pero rápido y que no duela.
A mis pendejos quince años yo no sabía cómo penetrar a alguien, jamás lo había hecho. Lo intenté y no pude, por más presión que ejercía su culito no daba paso a mi pene, y por el miedo de lastimarlo desistí. Ese día solo me frote en su ano hasta acabar.
Así estuvimos cerca de dos años, y un día desapareció de mi vida como cuando entro en ella. Yo me fui de vacaciones de verano a chicago y para cuando regrese, él ya se había ido, no dijo nada, supongo que él tampoco sabía que se iría. Al parecer su padre debía mucho dinero a personas de por aquí y una noche sin más, sin decir nada, tomaron sus cosas y escaparon de la ciudad. Creo saber en qué ciudad vive ahora pero no he podido contactarlo, hace poco vino a la ciudad pero por más que intente verlo no me fue posible. Sólo espero que este bien y sea feliz. Era un niño muy frágil y triste que sólo buscaba cariño, fuese del que fuese, espero que nadie se aproveche de eso.
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