el niño de los ojos rotos II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al inicio tan sólo hablamos de cosas banales. Yo tenía muchísimo interés de saber que había pasado en su vida, cómo estaba su familia o en dónde se habían metido en todos estos años. Al paso, fue contestándome todas mis preguntas y duramos casi un mes hablando de esto y de aquello, con la única noticia interesante de que ya vivía otra vez en la ciudad. No me atreví a preguntarle si podíamos vernos, pero moría de ganas.
Al poco, fue preguntándome que si recordaba todas las cosas que hacíamos, de cuanto nos divertimos en mi casa y que extrañaba todas esas cosas. Yo quise imaginarme que me preguntaba sobre nuestros pequeños encuentros dónde el sexo y el amor se mezclaban de una manera un tanto extraña y dejaban el aroma de su infantil cuerpo impregnado en mi cama. Pero no tuve el valor de preguntárselo, y sólo le conteste que sí recordaba, que siempre que lo hacía me sacaba una sonrisa.
Paso menos de un mes y él me pregunto que si podíamos vernos, me dijo que si quería ir a su casa a jugar videojuegos. Le conteste que sí. Estaba temblando y con los nervios a flor de piel cuando le marque para decirle que ya iba en camino. En su casa sólo estaba su hermano, sus padres se habían ido a trabajar. Empezamos a jugar juegos de guerra, y cada vez que su hermano se iba a la planta baja por cualquier razón él se acostaba en la cama y dejaba ver su abdomen, era liso y sin ninguna mata de pelo, era perfecto y yo tenía un montón de ganas de llenarlo de besos. Pero resistí. Otra vez no me osé a tocarlo, pero sentía que me estaba provocando. Poco antes de despedirme él me pregunto que si podía quedarse a dormir conmigo ese día. Tenía casa sola y sin rechistar contesté que sí. Sus padres no tuvieron inconvenientes así que él y su hermano se subieron a mi coche y emprendimos el viaje de regreso a mi casa.
Cuando llegamos tan sólo pedimos una pizza y jugamos en la consola. No creí que fuera a pasar nada, pero quería ingeniarme una forma de poder sacar el tema de lo que hubo entre nosotros, pero no pude encontrar las palabras ni el tiempo y lo deje pasar.
Al llegar la noche decidimos que dormiríamos en la habitación de mis padres puesto que su cama es muy espaciosa, Cali no quería dormir en las orillas así que se quedó en medio y yo a su izquierda. Ya medio adormilado empecé a sentir su respiración entre cortada lo cual me despertó de golpe y me acerqué a su oído y susurrando le pregunté que si se encontraba bien, él no respondió así que puse mi mano en su vientre y volví a susurrar de nuevo la pregunta, esta vez por respuesta colocó su mano sobre la mía, no quise saber si lo hizo conscientemente o fue un reflejo, pero yo no aparte mi mano de ahí. Estaba disfrutando de aquel momento. A los cinco minutos empezó a bajar su mano entrelazada con la mía hasta su sexo. Cuando al fin lo toqué fue cuando me perdí por completo. A decir verdad, me sorprendí un tanto, esperaba encontrarme aquel pene de no más de seis centímetros que cabía perfectamente en mi boca (fui un tonto al esperar eso, ya que Cali me había alcanzado en estatura y su voz había cambiado totalmente. A pesar de sus doce años, Cali parecía de por lo menos 14). Pero eso no me importo, seguía siendo el mismo niño caliente que conocí desde que tenía cuatro años. Así que empecé por tocar su bulto por encima del pijama, y sentía cada palpitación de esa espectacular verga, sentía como iba creciendo entre mis caricias y sus leves gemidos. Y cuando por fin alcanzo lo que yo creí como su más potente erección metí mi mano en su ropa interior. Tenía un pito de lo más cálido al tacto, podía sentir su cabeza estremeciéndose, era un pene suave que muy a duras penas era más largo que mi mano pero aún era delgado. A Cali le faltaba por crecer todavía más. Empecé a masturbarlo lentamente para no despertar a su hermano, pero Cali empezó a gemir suavemente y eso me volvió loco, así que empecé a acelerar el ritmo de la masturbación. Aunque su hermano ni se inmuto, tomé la espalda baja de Cali con mi mano y lo acerque al otro extremo de la cama, así tendríamos técnicamente el espacio de una cama normal para nosotros solos. Cuando Cali empezó a hacer un movimiento pélvico de penetración supe que estaba calientísimo, así que baje hasta que mis labios estaban casi tocando esa verga de adolecente y fue cuando por fin hablo:
-¡Por favor!- me dijo suplicante en un susurro.
Yo ni corto ni perezoso empecé a engullir aquel rabo que ya tenía un olor de un muchacho en desarrollo. Para nuestro deleite me sorprendí a mí mismo pudiendo meterme su pene hasta la base, los pocos vellos púbicos que la adornaban se me metían en la nariz. Empecé lento, usaba mucho mi lengua, se la pasaba por todo el glande, tratando de recordar cómo es que a Cali le gustaban las mamadas. Baje hasta su testículos y comencé a lamerlos uno por uno los mordisqueaba delicadamente mientras la respiración de Cali se aceleraba de a poco. Le besé todo el cuerpo y cuando por fin vi que ya no podía más, baje de nuevo hasta su pene y me lo metí completo a la boca, chupando frenéticamente con sus manos aprisionando mi nuca hasta que se vino en mi boca. Era poco semen, pero ya tenía la consistencia del normal. Me quedé un rato con su pene en la boca hasta que sus espasmos cesaron. Y sin más Cali tomo el elástico de su pijama y la subió hasta por encima del ombligo lo que me obligo a soltarlo, se dio media vuelta, se acercó a su hermano y se quedó dormido. Yo no entendía la situación, me quedé muy confundido. El sueño me venció cuando aún no decidía si me sentía usado o culpable por lo que había pasado.
A la mañana siguiente Cali se despertó enojado, me miraba, me hacía un desplante y se volteaba o se iba de la habitación en la que estaba.
-Cali, ¿estás enojado conmigo?
-No.- contestaba seriamente.
-¿debería pedir perdón?
-No.- insistía. –No me importa, pero vete con mi hermano a ver la tele, quiero estar solo.
Eso me desconcertó de sobremanera y al mismo tiempo hizo que me enojara mucho. Pero decidí no volver a sacar el tema durante todo ese día. Para eso de las cinco de la tarde fui y los deje a su casa. Sus papas me agradecieron y el hermano de Cali se despidió de mí cómo si jamás me fuera a volver a ver, él también me abrazó. Aún lo sentía distante.
Al día siguiente Cali ya estaba planeando que otro fin de semana podía quedarse de nuevo en mi casa, pero le dije que no estaba seguro pues mi familia tenía que irse para que él pudiera venir. Sinceramente no estaba seguro de querer volver a encontrarme en aquella situación. Pero Cali fue insistente y me dijo que si entonces él no podía venir que yo fuera a su casa una tarde a jugar videojuegos.
No le seguía las ideas a Cali. Apenas el día anterior parecía enojadísimo conmigo por lo que había pasado y ya estaba pidiéndome que nos volviéramos a ver sabiendo que tendríamos mil y una oportunidades de que todo aquello se volviera a repetir.
Y tenía razón. Los tres jugamos videojuegos, comimos palomitas de maíz y todo parecía normal. Llegue a pensar que me había equivocado y que tal vez Cali solamente quería pasar un buen rato conmigo sin que tuviéramos nada sexual. Cabe destacar que Cali es demasiado bueno jugando Halo y todos esos juegos de disparos, así que nos arrasó a su hermano y a mí en un santiamén, por lo que su hermano cansado de que lo matará cada quince segundos salió al patio un tanto enojado a patear el balón así que Cali y yo nos quedamos a solas a seguir jugando. La diferencia fue que cada vez que me mataba (cada malditos diez segundos) acercaba su rostro al mío, nariz con nariz casi sus labios rosando los míos y decía cosas como “¡ja!, otra vez te gane” o “estás muerto niño” y se queda un segundo (los que han estado un mísero segundo así con alguien me darán la razón de que eso es una eternidad) veía mis labios y se alejaba para poder matarme una vez más. Eso me pudo, comencé a excitarme y a temblar. Estaba decidido a que la próxima vez que lo volviera a hacer lo besaría.
Mi mono salto. Cambio de arma. Un disparo. Falló. Doblé a la derecha. Headshot. Me había vuelto a matar.
-Muerto de nuevo, nene.- dijo acercando su nariz a la mía. Esta vez su cabeza estaba un tanto ladeada. Estaba perfecto. Posé la vista en sus labios, intentando que fuese lo bastante clara para dejar escapar mis intenciones. Me acerqué lentamente para robarle aquel beso. Fui muy lento y se quitó. ¡Maldito!, lo odie tanto. Me tenía hecho un mar de sentimientos, con la piel achinada, la cabeza hecha bolas y una erección que juraba hubiera podido penetrar una piedra en aquel instante. Si quería dejar en claro quien mandaba y que él podía hacerme como le placiera sabía lo que estaba haciendo. Aparentemente Cali no sólo sabía jugar bien a los videojuegos.
Para rematar el día fuimos a unos viejos vagones de trenes que quedaban a no más de quince minutos de caminata de su casa. Era un verdadero cementerio de vagones oxidados y altaneros que se habían jubilado por lo menos antes de que yo naciera. Estuvimos explorando cerca de media hora y yo moría por estar de nuevo a solas con él y que me explicara el por qué demonios de su comportamiento tan extraño. Tuve que esperar hasta que su hermano fue a recoger piedras para lanzarlas contra uno de los pocos cristales que aún seguían enteros.
-Cali, ¿qué rayos sucedió hace rato?-. Dije intentando poner un tono de desesperación-por-respuesta en mi voz.
-nada en realidad.- respondió en tono burlón. –simplemente quería retarte.-
-eres una mala persona, ¿lo sabes?-
-no tanto.- indicó cabizbajo. –todavía no termino-. Arremetió
-¿a qué te refieres?
-Mario, me voy ¿sabes?- pude notar el cambio de semblante, de repente se puso serio y su tono se tornó triste.
-¿Te vas?, ¿cómo qué te vas?, ¿A dónde?- dije mientras sentía como el miedo se expandía por mi cuerpo. Creí que el alma se me iba a los pies.
-A Texas, con mis abuelos. Mi hermano y yo.- sentenció abatido. Sentí que envejecía diez años de golpe. Y debió de notarse en mi rostro. Pues en ese momento el hermano de Cali llego y nos miró atónito probablemente sintiendo la tensión de la atmosfera.
-Mario ya sabe que nos vamos a ir.- aclaro Cali. –Dinos Mario, ¿qué se siente perder a una persona así?, ¿me extrañarás?- volvía el tonito burlón.
-No inventes Cali, no seas extremista. Así no son las cosas, además nos podemos ver en vacaciones ¿cierto, Mario?-
-cierto. Y para que conste no te extrañaré casi nada Cali.- dije intentando salvar algo de orgullo.
Alcancé a vislumbrar la sonrisa que se dibuja en el rostro de Cali de reojo. El cementerio de trenes empezó a parecerme demasiado triste.
-No te vayas.- le susurre al oído cuando regresábamos a casa. Fingía no escuchar. –te encontré no’más pa’ volverte a perder, pinche vida.-
-así es la vida a veces, ni modo.- dijo cortante. –Y para que consté yo creo que me vas a extrañar muchísimo.- y me besó los labios.
-no te puedes ir sin que me pagues lo que me debes.- conseguí decirle en el umbral antes de despedirme de ellos. Por su cara deduje que no entendió, pero ese era el boleto a mi siguiente jugada.
-hasta mañana.- contestaron ambos.
Lo que había pasado apenas unos minutos atrás me parecía un sueño lejano enterrado entre brumas. Y con ese sabor de boca regresé a mi casa. Esto cada vez me dejaba más y más confundido. Tenía ganas de zarandearlo y decirle que parase aquel juego. Y al mismo tiempo moría por morderle el cuello, desabotonarle la camisa y darle un beso la frente y lamerle los muslos. Todo eso me hacía sentir el niño de los ojos rotos.
continuara.
pd. Deje el relato hasta aquí para no volverlo tedioso. claro que seguiré escribiendo. por cierto, tengo a cali dormido aquí a mi lado 🙂
por favor dejen su opinión
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!