El niño del jardín
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Llevaba ya unas semanas trabajando, cuando una tarde apareció por mi casa un pequeño, de unos 12 años, pidiendo que le diese algún trabajo en el jardín para sacarse un dinero. Era de piel tostada, trigueño, con ojos azules y una preciosa sonrisa. La verdad es que no lo necesitaba, pues venía todas las semanas un jardinero para segar el césped y mantener las plantas limpias y sanas, pero le dije que podía recoger las hojas que hubiera desperdigadas y cualquier papel que el viento hubiese depositado. Le dí una bolsa y le dije que me avisara cuando terminase.
A los pocos minutos sonó el timbre de la puerta y me dió la bolsa con las hojas; le dí lo convenido y me despedí de él.
Al día siguiente, más o menos a la misma hora, volvió a presentarse, y así dia tras día. La verdad es que no lo necesitaba para nada y el tener que ir a abrir la puerta -la sirvienta sólo venía por las mañanas y hasta después del almuerza- me resultaba una molestia, pues interrumpía lo que estuviese haciendo y me desconcentraba. Le pedí varias veces que no viniese todos los días, que con una vez a la semana ya era bastante, pero él seguía viniendo igual.
Un lunes por la tarde, después de un fuerte aguacero, sonó el timbre de la puerta y allí estaba él, con su sonrisa habitual y ofreciéndose para limpiar el jardín. Le di la bolsa y me fui a seguir con lo mío. Cuando hubo terminado, me pidió si
podía ir a lavarse las manos, pues las tenía manchadas de barro, le indiqué donde estaba el lavabo y, al volver a mi trabajo se me pasó por la cabeza una idea para que sus visitas cesasen o no fueran tan habituales.
Me dirigí al cuarto de baño y me puse detrás de él para enseñarle como se usaba el jabón líquido que él seguramente no había visto nunca antes. Al tenerle rodeado con mi cuerpo sentí una enorme erección y me arrimé más a él. El seguía lavándose las manos, una y otra vez. Al notar mi polla sobre su culo, giró la cabeza y me sonrió. Yo le pregunté si le había molestado y él me contestó que en absoluto. Tomó la toalla y se las empezó a secar.
Yo me aparté un poco y me enderecé la polla dentro del pantalón, abrí este y la saqué. Él la miró, me miró y volvió a sonreir.
"¿Te gusta?", le pregunté.
"Sí", me respondió. Era muy poco hablador.
"Puedes tocarla, si quieres".
Y él acercó timidamente su mano a mi verga.
Mi corazón empezó a latir tan fuerte que temía me fuese a estallar allí mismo.
Yo desconocía las leyes de ese país respecto a las relaciones sexuales con menores, pero aquella situación era tan intensa y tan nueva para mí que decidí ver en qué terminaba.
El seguía acariciando mi miembro y yo decidí echarle mano a su paquete. Me asombré de que él la tuviese también tiesa.
"¿No te importa? ¿Te molesto?", pregunté yo.
"Para nada", me contestó.
Y así estuvimos unos minutos.
Le acaricié la cabeza, le abrí el pantalón y se la saqué.
Lo que ví me dejó desconcertado: una verga casi tan grande como la mía y unos pelitos que asomaban en su pubis.
"Haz como yo", le dije mientras empezaba a masturbarle.
Él empezó a subir y bajar su mano por mi polla y aquello me puso a cien.
"¿Te gusta?", le pregunté.
"Sí, me da mucho gusto", me contestó con una voz entrecortada por los nervios.
"Pues si sólo vienes los viernes a recoger las hojas podemos hacer esto después"
"Vale, sólo los viernes".
Le di un beso en la mejilla y le guardé la polla en su pantalón.
Él retiró su mano y yo me acomodé como pude la verga en el mio.
"Esto no se lo digas a nadie o no me volverás a ver"
"¡Noo!", fué su respuesta inmediata.
Le abrí la puerta y nos despedimos.
"Hasta el viernes", me dijo.
"Hasta el viernes", le contesté.
Me pasé todos aquellos días pensando en lo que había hecho y las consecuencias que podría tener.
¿Se lo dirá a álguien? ¿Vendrá su padre a chantagearme o a pegarme un tiro? ¿Se presentará el viernes?
La verdad que ya estaba arrepentido de lo que me había atrevido a hacer.
"Soy tonto; me he dejado llevar por mis impulsos en vez de haberme controlado", pensaba yo.
Por otra parte, yo no le había violentado en absoluto y le había preguntado si quería hacerlo.
Podía haberme dicho que no o haber echado a correr. Fuí yo el que decidió terminar entonces y no ir a más.
El caso es que me volví a sumergir en el trabajo y eso me ayudó a no volver a pensar en el tema.
Estaba yo despidiéndo a unos amigos a la puerta del jardín, cuando le veo venir por la cuesta hacia mi casa.
"¿Ya está este aquí otra vez? ¿Qué día es hoy? ¡Es viernes! Me había olvidado.
Marcha el coche de mis amigos y yo me vuelvo hacia la casa, pero no entro.
Era buena señal que viniese solo.
Al poco llega él y entra al jardín.
"Buenas tardes, señor"
"Buenas tardes, eh, um (no sabía su nombre)"
"David", me dice sacándome de dudas.
"Buenas tardes, David", "Perdona, no te había preguntado como te llamabas"
"Es igual, no se preocupe, ¿Le limpio el jardín?"
"Sí. vale" y dejé la puerta abierta.
Me puse a recoger del salón las tazas de café y las copas, cuando oigo el timbre de la puerta.
"¿Qué pasa? David"
"Que no tengo bolsa para meter las hojas"
"¡Ah!, bueno; ahora te traigo una"
Cuando se la dí, me miró a los ojos, sonrió y me preguntó:
"¿Luego puedo lavarme las manos?"
"Naturalmente", le contesté.
Aquello ya me tranquilizó más y me dió la pista de que algo podía pasar de nuevo.
Cuando estaba dejando las cosas en la cocina, de nuevo suena el timbre.
"Pasa, David. Estoy en la cocina"
"Y ¿dónde está la cocina?"
"Sigue de frente, atravesando el salón"
"Hoy había pocas hojas", me dice.
"Sí, ayer estuvo el jardinero"
"¿Dónde me puedo lavar las manos?"
"Pues aquí mismo, en el fregadero"
"¿Con qué me seco?"
"Toma, con este paño"
Mientras se secaba las manos me miraba con una sonrisa maliciosa.
Yo empecé a excitarme, pensando en qué vendría después.
Deja el paño en el colgador y empieza a tocarse el paquete.
"¿Quieres que hagamos algo, David?"
"¡Sí!" y seguía manoseando la verga sobre el pantalón.
"¿De verdad que no te importa?"
"¡No!, me gusta" contestó.
"Vale, vamos al salón y voy a cerrar la puerta"
Cuando me volví, ya se había sacado la verga y la estaba acariciando.
Yo hice lo mismo y los dos nos miramos fijamente mientras sonreíamos.
Se acercó y me cogió el miembro con su mano; yo también se lo agarré y empecé a masturbarle.
"¿Te has duchado hoy, David?"
"Sí, no más antes de venir"
"Eso está bien" y me senté en sofá.
Tenía su verga delante de mis ojos y no me podía creer que aquello perteneciese a un chavo de 12 años.
Le empujé por las nalgas y acerqué mi boca a su enorme miembro.
"¿Quieres que te la chupe?"
"Haga usted lo que quiera, señor, a mi no me importa"
"Pero, ¿te gustaría que te la chupase?"
"Pues claro, señor"
"Si yo te la chupo, ¿luego tú me la chupas a mi?"
"Sin problema, señor".
"Pero no me llames "señor", mi nombre es Joe"
"Pues sí, señor Joe, lo que usted me pida".
Aquello me volvió a encender y empecé a primero a lamerle la polla, que olía a jabón.
Primero le acaricié el capullo con mi lengua y luego fuí bajando mis labios por su polla
hasta tenerla toda en mi boca. David suspiraba de vez en cuando.
"¿Te hago daño?"
"¡No!, está muy rico, siga".
Y así seguimos un rato hasta que pensé que ya era hora de cambiar los papeles.
Me levanté y me quité la ropa. Le bajé los pantalones a David y lo senté en el sofá.
Acerqué mi polla a su boca y David se la metió como si no hubiese mañana.
"Tranqui, David. Cuidado con los dientes; chúpala como si fuese una piruleta"
"Umm, fale; pedone" dijo sin sacársela.
Yo alucinaba: un niño de 12 años chupándome la polla con todas sus ganas.
Me parecía irreal; no creía que lo estuviese viviendo, parecía que estaba en un sueño.
David seguía mamándome la verga con toda intensidad y yo notaba que estaba cerca del clímax.
Él, mientras sostenía mi polla con su izquierda, estaba masturbándose con la derecha.
¿Qué hago? ¿Me corro en su boca? ¿Se retirará cuando empiece a echarle la leche?
Para evitar sorpresas tomé la decisión de no correrme en dentro esta vez.
"¡Ah!, ya. ¡Agh!" y empecé a echar chorros de semen por encima de su hombro, sobre el respaldo del sofá.
Al tiempo noté que unas gotas de su leche caían en mi pié izquierdo y su sonrisa iluminaba su cara.
"¡Qué fuerte! Al mismo tiempo", me dijo.
"Sí, pana. Al mismo tiempo; eso es buena señal"
"¿Señal de qué?", me preguntó.
"Pues de que nos damos bien", le contesté.
"Se ha ensuaciado esto un poco, lo siento", me dijo disculpándose.
"No te preocupes, se limpia rápido"
"¿Lo has pasado bien?"
"¡Chévere!, muy bien. Quisiera seguir"
"Seguiremos, pero otro día. Ahora se te hace tarde"
"¿Vuelvo el viernes?"
"Naturalmente, puedes volver el viernes que viene"
"El martes es fiesta y no tenemos escuela, ¿puedo venir?
"Ok, te espero el martes"
"¿Podré volver también el viernes?"
"Vale. Tú ven el martes y ya hablamos"
Mientras nos volvíamos a vestir volví a ver aquella sonrisa que le iluminaba la cara.
Esta vez fué él quien se acercó a mí y me dió un beso en la mejilla.
"Gracias y hasta el martes"
"Hasta el martes, David"
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