El Niño del Jardín III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por phayao.
El Niño del Jardín III
Estuve esos días dándole muchas vueltas a lo que me había pasado.
¿Cómo había podido suceder? ¿Cómo había podido tener sexo con un niño de 12 años al que apenas conocía? ¿Qué iba a ser de mi si contaba algo?
Salía de casa no más que para ir a trabajar y no quería que me vieran caminar por el vecindario, no fuera que alguien me señalase. Me angustié bastante.
El viernes llegaba y a las seis, ese día, iba David a volver a casa, ¿o no?
Ese pensamiento me torturaba. No sabía cómo salir de esto si él lo contaba a alguien, ¿podría fiarme de él?: mi futuro estaba en sus manos, todo.
La casa ya estaba arreglada, me había quitado toda la ropa y llevaba sólo una bata de seda. Me puse un trago y esperé a que dieran las seis. El reloj del salón dió las campanadas y mi corazón se puso a cien. Subí a mi cuarto y puse otra cinta porno gay en el VDO. No habían pasado ni cinco minutos cuando sonó el timbre; por la pantalla pude ver que era David.
Abrí la puerta y me resguardé para que no me vieran desde la calle. Cruzó el jardín y entró en la casa todo sonriente.
– Hola, Joe.
– Hola, David ¿Cómo estás?
– Muy bien, Joe ¿Puedo entrar?
– Por supuesto. Estás en tu casa. Y cerré la puerta tras él.
– Qué fresquita está, así da gusto.
– ¿Qué les has dicho a tus padres? ¿Saben donde estás?
– Les he dicho que iba a jugar con mis amigos de la calle y me han dicho que no vuelva tarde.
– Vale ¿Quieres beber algo?
– Lo que quiera. me da igual.
– ¿Una Coca-Cola?
– Sí, estaría bien.
Mientras yo iba a la cocina, ví que David comenzaba a quitarse la ropa.
Cuando estaba sirviéndole el refresco, David ya se estaba quitando las últimas prendas y al momento estaba delante de mi con todo su cuerpo desnudo.
– ¿Quieres ya que subamos al dormitorio?
– Lo estoy deseando.
– Vamos para arriba.
Al ir subiendo, ví su culito blanco delante de mi por la escalera y mi polla empezó a responder.
Estaba deseando comerme esas nalgas, ese ojete que se adivinaba y lamerle todo su cuerpo. Llegamos al final de la escalera y enfilamos el dormitorio. Al entrar vió que el televisor mostraba a dos chicos haciendo un 69 y me dijo
– Eso es lo que el otro día estuvimos haciendo usted y yo.
– Efectivamente, ¿Te gustó?
– Me encantó, quisiera volverlo a hacer.
Yo no pude reprimirme más y le abracé y le iba a besar en la boca.
– Voy a dejar el vaso en la mesa, si no le importa, me dijo.
– Pues claro, no se te vaya a derramar.
Mientras él giró para dejar el vaso, yo me abrí la bata y la dejé caer al suelo.
Cuando volvió, ví que ya tenía su verga medio paradita y se lanzó a mi cuello.
Me besó apasionadamente y bajó su mano derecha a mi polla.
– Ya está dura, me dijo.
– Sí claro, se alegra de verte.
– La mía también, mire.
– Ya lo veo.
En ese momento caí en que ni él ni yo, posiblemente, no nos habíamos lavado: yo por puro nerviosismo ni caí en la cuenta y él, quizás con las prisas, por venir justo después de la escuela.
– ¿Quieres que tomemos un baño los dos? le dije.
– Sí, muy bien.
Fuimos al baño y dejé correr el agua para llenar la bañera-jacuzzi. Mientras se llenaba, nos abrazamos de nuevo y nos besamos, metiéndonos las lenguas. Yo tenía la polla contra su barriga y él, al ser más bajo, la tenía debajo de mis huevos, en la entrepierna. Cuando ví que la bañera ya estaba medio llena, me separé de él y eché un buen chorro de gel, con las manos hice una gran capa de espuma y cerré el grifo.
– Venga, entra. Y él metió un pié en la bañera.
– Está calentita, exclamó.
– Claro, a mi me gusta así.
– Pues en mi casa nos duchamos con agua fría.
– Aquí siempre la tendrás calentita.
Se metió, se sentó y yo me senté detrás de él.
– ¡Qué rica está!
– Sí que está buena, sí.
Le abracé por detrás y comencé a lamerle el cuello y las orejas. Mientras, bajé mis manos y empecé a acariciarle el pecho y a masturbarle. Él echó su mano atrás y buscaba mi pene. Lo encontró y lo agarró. Le levanté un poquito y le senté su raja sobre mi polla tiesa.
– ¿Te molesto?, le pregunté.
– Para nada, así me gusta más.
Él echó ambos brazos para atrás, me acarició las piernas. y se recostó sobre mi. Yo seguí acariciando su pecho, masturbándole y mordiendo el lóbulo de sus orejas.
– ¿Estás a gusto?, le pregunté.
– Es como un sueño, me respondió. Abráceme fuerte.
– Lo que tú quieras, le contesté.
Así estuvimos un buen rato; hasta que le dije:
– Vamos a lavarnos bien, y me puse de pié.
Él también se incorporó y tomé el jabón. Le enjaboné bien sus partes y él también las mías, especialmente mi polla, que frotaba con las dos manos. Le froté bien su ano, por el que introduje un dedo bien enjabonado. Me miró y sonrió, ¿adivinaba lo que iba a pasar después?
Tomé la ducha, gradué la temperatura y comencé a quitar la espuma que nos cubría. En esto, él se arrodilla y empieza a chupar mi polla con todas las ganas. Yo me quedé extasiado.
– David, que me da mucho gusto, que me voy a correr. Y él siguió chupando como si no oyese nada.
– David, que sólo estamos empezando, le insistí. Y él siguió.
Le agarré por las axilas y le puse de pié. Le besé intensamente y él me correspondió.
– Vamos a secarnos, le dije. Y salimos del jacuzzi.
Le di su toalla y yo cogí la mía. Nos empezamos a secar y yo comencé a secarle a él y él a mi. Cada vez que cruzábamos nuestras miradas, él sonreía y yo también. Terminamos de secarnos, tiramos las toallas al piso, nos tomamos de la mano y nos fuimos a la cama.
Allí nos tumbamos los dos de costado. Nos acariciamos, nos besamos, nos abrazamos. Yo estaba en la gloria. Deshice el abrazo y bajé lamiendo todo su cuerpo hasta su pene inhiesto. Me lo engullí, le masturbé con la boca y él gemía de placer.
Se movió y puso su cabeza debajo de mis piernas, agarró mi polla y se la metió en la boca; comenzamos un largo 69. Él me succionaba la polla y acariciaba mis nalgas. Yo le levanté el culito, le lamía el ojete y le introducía la lengua. Él hizo lo mismo y grité de placer; al oírlo, él metió su lengua en mi ano y acariciaba con sus labios toda la zona. Yo no podía más, me incorporé, me di la vuelta, acomodé mi pene en su ojete y empecé a empujar.
Entonces reparé que –seguramente- él no había sido penetrado por nadie aún y ahí nme detuve.
– ¿Alguien te la ha metido por aquí?, le pregunté.
– No, nadie. Pero usted puede, si quiere.
– No, no quiero hacerte daño.
– ¿Me va a doler?
– Bueno, si usamos crema, quizás no. Y eché mano del tubo de KY que tenía en el cajón de mi mesilla para mis pajas.
Le apliqué generosamente el lubricante en su virginal culito y eché una buena cantidad en mi polla. Antes de metérsela, le besé largamente y luego se la chupé dejándole mucha saliva. Con la crema que aún me quedaba en la mano le masturbé hasta que me dijo basta.
Entonces -muy suavemente- levantando sus piernas sobre mis hombros, le introduje poco a poco mi verga en su virginal ojete de doce años y tomé posesión –por primera vez- de tan glorioso culito. Él hizo algún gesto de dolor al principio, pero no me dijo nada. Yo seguí introduciendo mi polla muy lentamente en ese glorioso anito, con el temor a que me rechazara, pero no fue así. Cuando ya casi tenía toda mi polla dentro de él, sus manos agarraron mis muslos para hacer más fuerza hacia adentro, para que se le metiese aún más.
No me lo podía creer: ¡Me estaba follando a un niño de 12 años con todas sus ganas! Sin ningún rechazo por su parte; es más, con ganas de hacerlo. Comencé a bombear y él agarró su colita y empezó a masturbarse .Cuanto más fuerte le follaba, con más fuerza se masturbaba. Veía como mi polla entraba y salía de su ano con toda naturalidad. No había ningún gesto de dolor por su parte, sino una gran sonrisa y sus dulces ojos mirándome como extasiados. Un hombre de 32 años cogiendo a un niño de 12 añitos y los dos disfrutando del momento: era increíble.
Yo no no podía aguantar más y estaba notando que me llegaba el orgasmo. Seguía bombeando cada vez más rápido y él mirándome fijamente, con la derecha dándole a su pollita y con la izquierda empujándome para que lo penetrara más.
– ¡David!, grité.
– ¡Joe!, sigue.
– ¡Que me viene!
– ¡A mi también! ¡Sigue!
Y una corriente eléctrica me sacudió todo el cuerpo y noté como llenaba con mi esperma el interior de David. Él dió un par de convulsiones y empezó a echar un liquidito por su pollita que resbalaba por su mano.
Yo saqué mi polla toda tiesa de su culito y bajé a chuparle su penecito; él –rápidamente- se giró y se metió mi polla en su boquita y me la chupó hasta que estuvo toda limpia. Yo no hacía más que gritar de placer.
Los dos nos dejamos caer sobre la cama, mirando al techo y jadeando tras el orgasmo que habíamos vivido. Le agarré la cabeza y le besé los labios. Nuestras leches se mezclaron y seguimos morreándonos largo tiempo, limpiándonos con nuestras lenguas nuestras bocas de ambas leches.
– ¡Ay, David! ¡Qué gusto me has dado!
– Y tú, Joe, a mi. Nunca había sentido esto.
– ¿Te he hecho daño?
– De ninguna manera, me ha gustado mucho. Nunca pensé que había esto.
– ¿No se lo dirás a nadie? ¿verdad?
– ¡No, señor! Esto es entre nosotros, nada más y para siempre.
– Hay gente que no lo entendería y podría traernos problemas a los dos, ¿sabes?.
– Por mi, no se preocupe; yo le quiero bien y no le haría ningún mal. Usted me trata bien y esto que hacemos me gusta; yo nunca diré nada.
– Yo también te quiero, David, y no me gustaría que nos separasen.
– Yo quiero seguir viniéndole a verle y hacer estas cosas; me gustan mucho.
– ¿Cuándo nos podemos volver a ver?, le pregunté.
– Por mi, mañana mismo, que no tengo escuela.
– Pero, ¿tus padres no van a sospechar nada? ¿les dices que vienes a verme?
– No, señor. Yo ahora voy a jugar un rato con mis amigos en la calle y luego me voy a casa; lo normal ¿Quiere que vuelva mañana?
– Por mi, puedes venir cuando desées, pero no quiero que tus padres…
– Por mis padres no se preocupe. Con que yo vaya a la escuela y no les dé problemas, ellos felices. A mi no me preguntan nada. Puede estar tranquilo.
– ¿Y tus hermanos…?
– Esos aún menos, tienen sus amigos y sus novias y conmigo no se meten.
¿Puedo volver mañana?
– Por mi, ya te he dicho que sí, cuando quieras.
– Pues mañana, después de comer, sobre las tres, voy a venir y tendremos más tiempo, toda la tarde, ¿Le parece bien?
– Por mi, encantado, David.
– ¿Me enseñará más cosas de estas?
– Por supuesto que sí, David, ya verás, te gustarán.
(continuará…)
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