El niño más gordo del Campamento.
Hay que alimentar al nene más guapo del campamento de verano..
El campamento infantil duraba 3 semanas y había niños de 4 a 9 años. Tenía mucha reputación por que los niños salían encantados y felices al volver con sus familias. Los monitores debíamos pasar pruebas más exigentes que en otros campamentos, pero se compensaba con creces con el sueldo, que era muy superior a los de otras empresas. Y ahí estaba trabajando yo, un chico de 18 años entusiasmado con su primer trabajo.
El campamento estaba organizados por grupos de edades, y yo trabajaba en el de los 6 años con otros tres monitores. Casi todos los grupos de monitores eran mixtos, pero la organización ese año había sido un desastre y nosotros éramos 4 chicos, lo que supuso algún problema con el tema llevar a las niñas al baño, pero nada que nuestra profesionalidad no pudiera resolver.
Después de la comida siempre toca siesta para los niños, es una hora que casi podía considerarse de descanso para los monitores, siempre que no pase nada. En el cuarto día de trabajo me llama la atención que Damián, un compañero mío de 20 años, no estuviera en la hora de la siesta, y que tampoco estuviera uno de los niños, Jaime. Me había comentado Sergio, otro de mis compañeros, de 18 años como yo, que Damián se había llevado al niño a coordinación por unos asuntos que no se había enterado mucho. Me sorprendía que coordinación pidiese que un niño se saltara la siesta, ya que es una hora importante para que aguanten toda la tarde de buen humor.
Al día siguiente ocurrió igual, y al siguiente no sólo faltaba Damián y Jaime, también Fede estaba ausente en la hora de la siesta. Las cosas se ponían feas ya que dos monitores me parecían pocos si surgía alguna emergencia. Al cuarto día de las ausencias vigilé a Damián sin que se diera cuenta. Después de la comida, él y Fede fueron a buscar a Jaime mientras los grupos salían en orden del comedor. Con todo el movimiento, salían los tres por la puerta de atrás, una reservada solo a los empleados.
Les seguí pidiendo a Sergio que se ocupara de todo unos momentos. ¿Por qué se llevarían mis compañeros a un niño todos los días sin dejarle dormir? Siguiéndoles veo que llegan al almacén del comedor, que mientras los niños comen los cocineros recogen todo y se van a su descanso hasta la noche. Estaba bastante oscuro y no se veía mucho así que esperé al otro lado de la puerta, escuchando.
-Otro día te llevas el premio por ser el chico más gordito del campamento, Jaime.
Era la voz de Damián sin duda, hablaba muy animado con su tono de campamento, muy bien entrenado al tener más experiencia que yo.
-Cada día ya sabes que damos el premio al niño más gordo, es tradición en este campamento por que nos llena de orgullo que vengan niños tan gordos como tu.
Ese era Fede, que era mucho más serio que Damián, aunque en ese momento trataba de disimularlo con un impostado frenesí.
-Los chicos gordos son lo más guapos y los más populares aquí. ¿Tienes ganas de recibir tu regalo, Jaime?
-Si, me gustó mucho el regalo de ayer.
-¡Que casualidad! Por que el regalo de ayer fue postre de nata y hoy también tenemos postre de nata de regalo.
-Para ello ya sabes las reglas, Jaime. Deberás ponerte estas gafas especiales y no quitártelas en lo que te comes el postre especial.
Si ya pintaba oscuro el asunto, con lo de no quitarse unas «gafas especiales» me saltaron todas las alarmas. Todos los monitores tenemos formación contra el abuso sexual y esto tenía todas las papeletas. Tenía que ver lo que estaban haciendo. El almacén es bastante estanco, y apenas tiene ventanas, pero en el pasillo donde estaba escuchando si había ventanas a la altura del techo, alargadas. Me subí con cuidado de no hacer ruido a un mueble donde se guarda la vajilla limpia para llegar a poder asomarme a la ventana. Lo que vi confirmaba mis sospechas.
El niño, Jaime, que sí que era el niño más gordo del campamento, y con diferencia, era un pequeño que sufría obesidad, un niño muy bueno y risueño, pero con problemas sociales por la crueldad de sus compañeros. Era un niño de 6 años que pesaba 45 kilos, una bola con cara regordeta y piernas que se separaban más de lo normal al no poder juntarlas por su volumen. Era una bola afable que no se me ocurriría quien pudiera querer hacerle daño. Sin embargo ahí estaban Damián y Fede.
El niño estaba con las gafas que usábamos en muchos juegos que no permitían ver nada del exterior y a cada lado estaban Fede y Damián con los pantalones por los tobillos, con sus pollas duras. Se pasaban un bote de nata montada que agitaban y se echaban en sus rabos.
-Aquí está la primera ración Jaime, empezamos siempre con poco para ajustar el nivel de nata a tus gustos.
Damián se acerco a la rechoncha cara del niño con nata en el glande. El niño al haber escuchado su voz se giró hacia él. ¿Llevaban 4 días haciendo esto? Fede había dicho que el día anterior también ganó el postre de nata…
Lo que vi me impactó sobremanera. Jaime, con su sonrisa tan característica y querida por todos los monitores, abrió la boca y su propio monitor le metió el glande en ella. El pequeño cerro la boca alrededor de esa polla gruesa de un chico de 20 años. Damián se mordió el puño para evitar gemir y cuando Jaime se saco su polla de la boca no tenía nada de nata.
-¿Qué tal así, Jaime?
-Lo prefiero con más nata, siempre me quedo con hambre en la comida.
Era cierto que el pobre Jaime tenía una dieta especial en el campamento para controlar su peso.
-¡Claro! A los chicos más gordos del campamento, como eres tu, Jaime, le damos menos comidas para que disfruten de este postre doble sin que se llenen. ¿A que está bien pensado?
Fede le hablaba al niño como si no estuviera poniéndose nada en los primeros cinco centímetros de su larga polla para metérsela en la boca de un niño de tan solo seis años. Al escuchar a Fede Jaime se giró en su dirección, contento de tener más nata que tragarse. Abrió la boca de buena gana y Fede le introdujo la parte de su polla embadurnada en nata. Era mucha polla para un niño tan pequeño, incluso uno con los mofletes tan gordos como Jaime. Pero el niño no se quejaba, solo succionaba como un ternero de la polla del monitor. La altura del niño era la perfecta para que ninguno estuviera incomodo. Mientras Jaime le limpiaba la polla a Fede, Damián ya estaba echándose más nata en la suya, casi la mitad de sus 20cm estaban cubiertos de nata. Los dos monitores se miraban sonriendo, tenían a ese pequeño haciéndoles sexo oral mediante engaños. Según el protocolo debía avisar a coordinación y dirección, pero primero quería hablar con ellos. No quería que fueran a la cárcel por mí. Me asombré cuando Damián le metió al redondo niño la mitad de su polla en la boca. El niño se le veía incomodo pero no se quejaba ni se apartaba, intentaba lidiar con ese pollón para limpiarle toda la nata. Sus grandes mofletes se inflaban y su lengua me movía por toda su boca buscando más nata. Tendría que tener el glande de su monitor en la garganta prácticamente. Cuando se sacó la polla estaba tan limpia como en las anteriores veces.
-Me gusta así de nata.
Fede escuchando al niño se echó un poco más de nata en su polla, abarcando más de la mitad de su rabo de 18 centímetros.
-Pues aquí tienes, Jaime, no quedan muchas más raciones, no te dejes nada.
La cara de Fede era de absoluto deleite al tener a ese niño obeso limpiándole toda la polla. El niño empezaba a sudar por el esfuerzo pero no se quejaba. Había dicho hasta que le gustaba ¿Cómo era posible?
-Aquí va el relleno, Jaime, recuerda no morder.
Fede agarró la cabeza del niño y le clavó más aún la polla dentro. El niño hizo ademán de echarse para atrás pero Fede no le dejó hasta soltar la última gota de semen. Volvió a salir su polla reluciente, brillante de saliva de niño. Damián tenía casi toda su polla cubierta de semen.
-Siempre al final es un poco más difícil, Jaime, pero estamos aquí para ayudarte. Sabes que te queremos mucho ¿Verdad?
-Si, y yo a vosotros.
Jaime decía esas cosas tan tiernas delante de una polla erecta deseosa de violarle la garganta sin saberlo. Yo estaba muy turbado pero no podía dejar de mirar. ¿Acaso también iba a tragarse el semen de Damián?
-Voy a ayudarte para que tragues más nata, así crecerás bien gordo como nos gustas y siempre te llevarás el premio del postre especial.
-Si, me gusta mucho el postre.
Damián sin esperar a que terminara de hablar el pequeño Jaime le metió de nuevo la polla en la boca. Esta vez fue más bruco y Jaime cerro los labios antes de tener toda la polla con nada dentro de la boca, con lo que se manchó su redonda cara. Damián se estaba follando la boca del niño sin importarle si le limpiaba la polla con su lengua o no. Le metía el rabo hasta que no le cabía más a ese pobre obeso. El niño tragaba con dificultad y trataba de comerse toda la nata que pudiera, pues aún tenía hambre. A Damián no parecía importarle si el pobre angelito se quedaba con hambre y solo le dijo que se tragara todo el relleno al llenarle la boca de leche.
Cuando le saco la polla de la boca al niño vio como tenía el vientre lleno de nata y el niño toda la cara pringada.
Los dos adultos rieron afablemente.
-Caray, Jaime, siempre acabas pringado, eres el mejor.
Jaime se rebañaba la nata de su cara para tragársela, aún con las gafas puestas. Los adultos se vistieron rápidamente mientras el niño se entretenía comiendo nata. No me quedaba mucho tiempo para escabullirme así que rápidamente me fui a mi puesto.
Esa noche después de cenar, cuando los niños se acuestan y los monitores tienen unos momentos libres hasta irse también a dormir fui a hablar con Damián.
-Damián, tenemos que hablar. No me es fácil decirlo así que seré directo. He visto como Fede y tu abusabais del pobre Jaime.
Damián se puso blanco un segundo, antes de mirarme de arriba a abajo. No éramos muy conocidos al yo llevar tan poco tiempo en el campamento así que imagino que le sorprendería mi claridad.
-Veamos, ¿Qué has visto exactamente? Lo mismo lo que a ti te parece abuso es un procedimiento estándar de actuación.
-Hoy he visto como Fede y tu le metíais vuestros penes en la boca al niño. Claro que eso es un abuso.
-Vamos, vamos, Antonio, Jaime lleva viniendo dos años aquí y si se queda sin su postre se pondrá muy triste.
-¿Llevas dos años abusando de él?
-Ya te digo que no es un abuso, Antonio, no me escuchas. Jaime adora su nata y su relleno especial. Todos los días le damos un premio que nadie más tiene, ¿Cómo va a ser eso malo? Bastante mal lo pasa el niño como para quitarle eso.
Me quedé en shock al ver que Damián no reconocía sus actos ni que hiciera mal con ellos. Así que decidí hablar con Fede, me daba algo más de miedo, pero seguro que entraba en razón.
-Fede, he hablado ya con Damián sobre un grave problema, pero no ha atendido a razones. Seguro que tu sabes llegar a una solución.
-Buenas, Antonio, claro. ¿Qué sucede?
El interés genuino de Fede me dio muchas fuerzas para decírselo sin tapujos.
-He descubierto que le dais polla a Jaime los dos.
-Y ¿Quieres unirte?
No ganaba para sustos en ese trabajo.
-¡No! ¿Cómo se te ocurre? Es un niño de 6 años, no debería estar comiendo pollas.
-Mira, Jaime ha nacido para comer pollas, cuando le ves sabes que eso es lo que le llena, lo que le gusta y para lo que sirve.
No entendía nada. La naturalidad con la que hablaban de abusar de un niño me daba escalofríos.
-Vamos a hablar los tres ahora mismo, Fede. Vamos buscar a Damian.
Fede se levantó resignado y tranquilo. El que más nervioso estaba con todo este tema era yo, el más inocente (a parte, claro está, del pobre Jaime).
Una vez reunidos los tres les expliqué la gravedad del asunto.
-Chicos, yo he intentado avisaros antes, pero es que tengo la obligación de avisar y activar el protocolo de abuso sexual.
Mis dos compañeros estaban igual de tranquilos que antes. Se miraron y sin decirse nada barajaron las distintas opciones que tenían.
-Muy bien, Antonio.- Dijo Fede.- Nos comprometemos a no darle a Jaime su postre. Pero tendrás que ocuparte de él en la comida y en la hora de la siesta. Así estarás seguro de que se ha acabado el tema.
Me alegre tanto de que se solucionara todo que les invite a una coca-cola a cada uno. Me fui contento a dormir sabiendo que mañana el campamento estaría libre de abusos sexuales.
Al día siguiente me senté al lado del pequeño gran Jaime en la comida. De primero tenía acelgas cocidas mientras las demás niños disfrutaban de una lasaña de carne. De segundo se comió una merluza hervida sin sal y con un toque de limón cuando sus compañeros comían unos filetes rusos. Me entristecí mucho cuando Jaime no tenía postre mientras sus compañeros sí. Además, tenía que quedarse hasta el final, viéndoles disfrutar del postre, ya que todos debían salir en orden. Pero Jaime no parecía entristecido por todo eso. Sus ojos brillaban con una esperanza inocente y enorme. Al sonar la campana todos los niños se levantaron por orden, pero cuando le tocaba el turno al grupo de Jaime él no se levantó.
-Vamos, Jaime, hay que ir a la hora de la siesta.
Jaime me miró con sus pequeños ojos verdes perplejo. Le cogí de la mano y nos fuimos del comedor por la puerta principal. Jaime estaba haciendo pucheros durante todo el camino. Iba cada vez más lento a medida que llegábamos a la cabaña.
-Pero, ¿y mi premio?
-Jaime, esos premios ya no se darán nunca más. Se han cancelado.
-Pero… ¿Ya no soy el más gordo?
Sus lagrimas caían por sus gordos mofletes. El pobre no entendía que sus premios eran algo malo para él.
-No te preocupes Jaime, yo ahora iré a la cafetería y te compraré un buen bollo de crema.
Se tranquilizó un poco al escuchar eso pero llegó a su cama sollozando y desconsolado. Cuando le acosté deseándole felices sueños me fui a la cafetería a comprarle su bollo. Le cogí uno bastante grande incluso para un adulto. Encontrar semejante y suculento bollo me animo mucho y fui a ver a Jaime con la mejor de las caras y de las sonrisas. Debía mantenerme fuerte para animar al pequeño. Cuando llegue me lo encontré en la cama llorando en silencio contra la almohada. Su enorme culo estaba fuera de la manta ya que apenas le cubría el tamaño infantil. sus enormes carnes se agitaban al ritmo de los sollozos. No advirtió mi presencia.
-Jaime, te he traído el mejor bollo que había en la cafetería. ¡Mira que grande es!
Jaime se sobresaltó y se incorporó en la cama. Con las piernas extendidas apenas podía tener el tronco erguido, así que se sentó en un lado de la cama, yo me senté junto a él.
-Mira, tiene forma de corazón y esta cubierto de crema pastelera, tiene muy buena pinta ¿a que si?
Jaima cogió el bollo con sus dos manos. Sujetándolo el bollo parecía aún más grande pero Jaime empezó a comérselo con ganas. Me alegraba que hubiera recuperado el ánimo sin que ningún adulto se aprovechara sexualmente de él. A partir de ahora empezaría un nuevo capítulo de su vida, más bonito. Se acabó entero el bollo en menos tiempo del que esperaba y la melancolía se adueñó de su rostro de nuevo.
-¿Qué pasa, Jaime, no te ha gustado el bollo?
-El bollo sí… pero no es mi premio. Lo mejor del premio no es la nata ni el chocolate, ni la miel. No me gusta la miel, pero, lo que quiero decir es que lo mejor del premio es el relleno. Este bollo no tiene relleno.
Tenía muy fresco lo que vi el día anterior de toda la impresión que me causo. El obeso niño de seis años me decía que lo que más le gustaba, más que los bollos, era la leche de hombre. ¿Cómo podía un niño tan pequeño manifestarme su gusto por el semen?
-Pero, Jaime, el relleno es una cosa que no es para niños…
-¿Por qué no?
-Por que… sirve para tareas de adultos solamente. Es un ingrediente muy especial que guardamos todos los hombres, pero sólo se lo damos a las personas que de verdad amamos…
Su cara cambió como un relámpago. Cuando vi sus pequeños ojitos me di cuenta de mis palabras. Jaime era un chico muy inteligente y sensible. Con que facilidad se le hace daño a un pobre niño, pensé entristecido. ¿Me estaba convirtiendo en el malo de la historia?
-¿Damián y Fede no me van a dar mas relleno por que han dejado de quererme?
-No. Ellos te quieren mucho.
Fue un jarro de agua fría la sinceridad con la que expresaba sus sentimientos. No podía permitir que esos monstruos se aprovecharan de un niño. Así que me armé de coraje y decidí llevar a Jaime al director del campamento.
-Escucha, Jaime, tu eres el niño más querido del campamento. Todos te adoramos, por eso, voy a ser sincero contigo. Fede y Damián te quieres más que a ningún otro niño que conozcan, pero se han aprovechado de tu cariño y han hecho algo malísimo. Algo que no se debe hacer. ¿Qué os decimos cuando veis que un compañero hace algo mal? Que nos lo digáis ¿Verdad? Pues ahora son mis compañeros lo que han hecho algo mal, y voy a ir a ver al director. ¿Me acompañarías para darme valor y hablar con el?
El pequeño estaba muy confundido, pero le contagié el falso entusiasmo. Pedirle ayuda fue clave para que accediera a ir conmigo a ver al director, el Señor Martínez. El Señor Martínez era un hombre de 63 años con un físico envidiable, parecía un actor del cine consagrado, pero era intimidante y muy tajante con los asuntos de sus empleados. No quería recurrir a él por la fama que tenía, pero me sentía acorralado con toda esta situación. Fui de la mano de Jaime, no sé si yo llevándole a él o él llevándome a mi.
La secretaría nos hizo esperar unos diez interminables minutos en los que Jaime volvió a sollozar, del miedo y por su falta de semen. Cuando por fin nos dejó pasar la secretaría entramos al despacho del director. Una gran sala muy señorial que contrastaba con el resto del edificio. Detrás de una enorme mesa de madera maciza estaba el Señor Martínez, mirándonos fijamente con mucha seriedad.
-Es la hora de la siesta, ¿Qué hace un niño despierto?
-Le he despertado yo, Señor Martínez.-Empecé con el valor recobrado.- He traído a Jaime por que ayer vi un suceso que no se puede consentir con Damián y Fede que llevan haciendo mucho tiempo, según mis investigaciones.
-Vaya al grano, Antonio.
-Mis compañeros llevan abusando sexualmente de Jaime mucho tiempo. Le obligan a practicarles felaciones con engaños y tapándole los ojos para que no vea nada.
El Señor Martínez palideció. Miró a aquel obeso niño que no dejaba de sollozar.
-¿Por eso lloras? ¿Fuiste a pedir ayuda a Antonio?
Le espetó con severidad. Me sorprendió ese tono de reproche tan brusco y agresivo dirigido a un simple niño, parecía que le estaba regañando.
-No..
Le dije al pobre Jaime que se sentara en una de las mesas que estaban delante de la mesa del director, ya que él no nos ofreció sentarnos. Yo me senté en la otra silla, a su lado.
-¿Entonces por qué lloras?
Su pregunta fue casi un grito iracundo. ¿Le estaría sobrepasando la situación como a mí?
-Bueno porque… porque hoy no me han dado mi premio.
-¿Qué premio?
El director se levantó de un salto, y se dirigió al pobre niño que estaba atemorizado. Se sentó en la mesa delante del niño, que se empequeñeció, haciéndose más esférico aún. Su carita regordeta estaba roja y se frotaba las manos con nerviosismo.
-El premio del niño más gordo del campamento.
La cara de incredulidad del Señor Martínez dio paso antes de que pudiese reaccionar a una sonora carcajada. Se golpeaba la pierna con la mano al ritmo de sus largas carcajadas, se reía de una forma humillante para nosotros dos.
-¡Señor Martínez! Es un asunto serio.
-Sí, sí, perdón. Y dime, Jaimito, ¿En que consiste ese premio?
-En un postre especial.
-El postre eran las pollas de Damián y Fede con nata por encima.
-¿Qué es una polla?
-Jaime, querido, déjame contarle al Señor Director todo. Señor engañaban a Jaime tapándole los ojos y diciéndole que se tomara su postre especial, que no era más que los rabos de esos pervertidos con nada. Incluso se han llegado a correr en su boca diciendo que su semen era «el relleno».
El Señor Martínez no me miraba, sólo miraba al obeso niño.
-¿Todo esto es verdad, Jaime?
-No… no lo se. A mi me tocaba el premio al niño más gordo y me daban el postre. Me ponía las gafas negras por que quien vea el postre no puede comérselo. Y no se puede morder, sólo lamer como un polo, con cuidado, y tragando toda la nata que encuentre. Yo lo hacía muy bien y no dejaba nunca nata, hasta hoy, que no me han dado ni postre ni relleno. A mi me encanta el relleno.
-¿El relleno, dices?
-Sí, en la última tanda siempre toca el relleno. Hoy es el primer día de todo este verano que no he comido relleno. -Su voz empezaba a alzarse, y sus lágrimas a salir a borbotones. – ¡Quiero mi relleno!
Sin mirarme siquiera, no apartando la vista de Jaime, El Señor Martínez me preguntó.
-¿Es verdad todo lo que me has contado, Antonio?
-¡Se lo juro! Incluso intenté hablar con ellos para arreglar la situación…
Me mandó callar levantando la mano.
-¿Quieres relleno, Jaimito?
El Señor Martínez empezó a sobarse el paquete delante del niño.
-¡Sí!
-Pero, Señor Martínez…
El director se dejó de tocar la polla por encima del pantalón para mandarme callar de nuevo de la misma forma.
-Yo tengo relleno, Jaimito. Pero esta vez deberás tomártelo como un niño mayor, sin nada y sin gafas, lo verás todo ¿quieres?
-Pero si veo el postre no me lo podré comer.
-Eso sólo pasa con mis subordinados, Jaimito. Yo soy el director de este campamento y te permito ver el postre y comértelo. ¿quieres?
-¡Sí!
Contesto Jaime dejando de llorar y sonriendo. De repente era el Jaime de siempre, risueño, encantador. El director se bajó la bragueta y se sacó una polla de 23 centímetros, la tenía durísima y apuntaba al niñito de seis años que tenía a escasos centímetros de distancia.
-Este es el postre que tanto te gusta, Jaimito.
Jaime no apartaba la mirada de esa enorme polla. De su boca, siempre medio abierta, cayeron unas cuantas babas a la rolliza barbilla.
-¿Es eso? ¿Y la nata?
-Esta vez no habrá nata, Jaimito, eres un niño mayor y debes comerte el postre tal cual. ¿Te gusta?
El director movió su cintura para que su polla se moviera de un lado a otro de forma hipnótica. No me podía creer nada de lo que estaba pasando.
Jaime no respondió, en lugar de eso abrió la boca, acercándose a la polla del director. El Señor Martínez se incorporó para facilitar la tarea a ese niño tan gordo. Su glande desapareció entre los grandes mofletes. Dentro de su boca se notaba que Jaime estaba barriendo todo el glande con su lengua, acostumbrado a limpiar la nata de la polla de mis compañeros. La cara del Señor Martínez se ablandó en cuanto el niño empezó a mover su lengüecita.
-Dios, es la mejor mamada que me han hecho nunca.
Tomé consciencia en ese momento de todo lo que pasaba. ¿Cómo podía ser que un niño hiciera mejor mamadas que cualquier persona adulta? Era contranatura todo lo que sucedía en este campamento. Al contrario de lo que pudiera parecer en un principio el director dejaba hacer al niño sin marcar ningún ritmo ni penetrar más allá de lo que el niño se metía en la boca por su propia voluntad. Al principio se entretenía con el glande solamente pero pronto empezó a meterse más centímetros de esa polla interminable en su pequeña boquita. Su lengua se movía alrededor del rabo con una facilidad asombrosa, ya que la polla del director le llenaba por completo la boca.
Por primera vez el director me miró a la cara.
-¿Entonces has dicho que los responsables son Damián y Fede?
Asentí sin poder hablar. Estaba hablando con un adulto que estaba abusando de un niño como si tal cosa. El Señor Martínez pulso un botón del teléfono de su mesa y mientras hablaba empezó a abrir la camisa del pijama del niño. Dejó al descubierto dos tetas inmensas, que caían hacia los lados como unas enormes ubres. Se puso a acariciar las tetas como si fuesen las de una mujer.
-Ana, anula mi reunión con coordinación, la haremos en tres horas. Haz llamar a los integrantes del grupo 6, salvo a Antonio, evidentemente, que ya está aquí. Hazles pasar inmediatamente, no se moleste en acompañarles.
Un «si, señor» sonó del otro lado del teléfono. El director dejó de pulsar el botón e inmediatamente soltó un gemido, como si yo no estuviera delante.
-Menudas tetitas tienes, Jaimito, son una delicia.
Jaimito miró hacia arriba sin sacar la polla del director. Ambos se miraron, sonrientes.
-Sigue comiendo así el postre y tendrás el relleno dentro de poco, Jaimito.
El señor Martínez se recostó ligeramente en la mesa, abandonándose a esa boquita de 6 años que con maestría le limpiaba un cuarto de su polla. El pobrecito se llenaba la boca hasta la garganta el sólo hasta provocarse pequeñas arcadas ¿estás cosas le habían enseñado Damián y Fede?
Por primera vez en toda la mamada el director movió sus caderas. Sus gemidos empezaron a convertirse en bufidos y resoplos. Mi jefe se iba a correr en la boca de un niño de 6 años, como llevaba pidiendo toda la tarde el crío, consiguiendo al fin su apreciado semen. Los enormes carrillos del niño se hincharon llenándose de leche. El señor Martínez impidió que Jaime se apartara una vez dejó de correrse. Jaime pareció encantado de seguir un rato más con la polla de un señor diez veces mayor que él en la boca. Cuando la sacó el director ya tenía la polla flácida, y reluciente.
Se sentó dejándose caer en su butacón. Miré al niño, que me devolvió la mirada sonriendo.
-Es el mejor relleno que he probado nunca.
Me dijo. Estaba estupefacto, en shock.
-Eso es por que te comes el postre como nadie, Jaimito.
En ese momento entraron mis tres compañeros. Primero entro Sergio, despreocupado, ajeno a todo lo que había pasado. Detrás de él entraron Damián y Fede, bastante blancos. Jaime seguía con la camisa desabrochada, pero no lo notaron al estar de espaldas a la puerta.
El señor Martínez volvió a tener cara seria, disimulaba muy bien que seguía con la sensación del mejor orgasmo que había tenido desde su juventud.
-Sergio, ¿Usted sabía lo que hacían sus dos compañeros que le acompañan con Jaimito?
Sergio se dio la vuelta para ver a nuestros compañeros, que palidecieron aún más, agachando la cabeza. Luego miró a jaimito y se fijó en sus tetazas al aire. Agitó su cabeza para aclararse.
-No, ¿Qué debía saber?
-Se lo contaré yo ya que su compañero, Antonio, se anda por las ramas. sus compañeros engañaban a este crío para que les hiciera felaciones, sin profiláctico y eyaculando en la boca del crío. ¿Algo que decir?
Sergio no llegó a entender del todo por la sorpresa lo que quería decir nuestro jefe. Miró a su alrededor buscando una explicación. Yo no me atrevía hablar después del varapalo recibido.
-¿Qué opina de los actos de sus compañeros?
-… Pero… ¿cómo… cómo un niño tan pequeño puede meterse la polla de un adulto en la boca? No le cabe.
-Le aseguro yo que si es capaz de hacerle una felación a un hombre adulto. ¿Verdad, Damián?
Damián dio un salto del susto. Sólo asintió sin dejar de mirar al suelo.
-Se lo vamos a demostrar. Damián, Federico, sáquense las poyas.
Hubo un largo silencio. Todos comprendíamos que nuestro trabajo pendía de un hilo y que contradecir al señor Martínez solo podía significar acabar en la calle. Fede fue el primero en empezar a desabrocharse el pantalón. Se metió la mano en la bragueta y la sacó acompañada de su poya, que estaba floja. Damián siguió su ejemplo. Allí estaban los dos pervertidos humillados, como debía ser. Pero mi triunfo duró poco.
-Jaimito ¿Quieres más relleno?
Jaimito se entusiasmo. Asintiendo y diciendo que sí.
-Te lo darán Fede y Damián como has hecho todo este tiempo. Pero recuerda que ahora no debes tomarlo con nata y puedes mirar y tocar todo lo que desees.
Jaime sin perder tiempo saltó torpemente con su gran cuerpo de la silla y fue a ver a sus amigos. Toda su inmensa tripa se agitaba al andar y sus tetas bailaban al son de sus pasos. Viendo al crío que tanto les ha comido la polla enseñando sus tetas de mujer, los dos hombres empezaron a ponerse cachondos y sus pollas duras.
El crío, que acostumbraba a estar con los ojos tapados en estas ocasiones, no sabía bien como empezar. El director le animó diciéndole:
-Este es tu esperado premio por ser el niño más gordo del Campamento. Debemos alimentarte bien. Vamos, empieza a comer.
Con esas palabras tan sucias y pervertidas impropias de una persona decente mi jefe animó a Jaime y este empezó a tragarse la polla de Fede. Unas lamidas después Jaime reconoció esa poya que tantas veces se había comido, pero nunca había visto. Y empezó a hacerle una mamada con alegría y energía. Su cabeza redonda se movía sin necesidad de marcarle ningún ritmo y Fede, que no podía sorprenderse de la gran habilidad del niño, lamentó no haber sido más sincero con él y enseñarle la polla para dejarse hacer. El que también se había animado era Damián, viendo que el jefe iba a ser un compinche se acercó a su compañero y le paso el brazo por los hombros, todo para que las puntas de sus poyas estuvieran juntas. Ahora, después de una tarde de amargura, Jaime tenía su doble postre, y se lo tragaba con sus dos enormes carrillos. Pasaba de una polla a otra sin apenas respirar y se la iba metiendo cada vez más a medida que las poyas estaban más resbaladizas con su saliva. Los dos amigos se abrazaban y gemían descubriendo lo fantástico que puede ser dejar al nene hacer lo que le plazca. Era una visión tan perturbadora que no podía apartar la vista. Sergio, el Señor Martínez y yo contemplábamos la escena de forma muy diferente. El jefe pensaba en todos los contactos que pudieran estar interesados en un niño obeso para conseguir favores. Yo estaba aún horrorizado por la escena, aún cuando todo el mundo lo veía natural, a mí me parecía un escándalo. Pero la sorpresa fue Sergio que se sobaba el pantalón mirando al niño engullir poya.
-Jaimito.- Dijo el Director del Campamento, devolviéndonos a todos los adultos a la realidad. Jaimito gimió a modo de contestación, no se sacaba nunca una poya de la boca hasta que no la exprimía.- Hoy, aparte del relleno que estás acostumbrado a tomar, has tomado el mío. – En ese momento Damián y Fede giraron sus cabezas para ver al director.- ¿Quieres más relleno?
La importancia de la pregunta hizo al pequeño obeso sacarse la polla de Damián de la boca. Tenía metido un poco más de la mitad de su enorme polla, un record histórico del crío.
-Siempre quiero más, es lo que más me gusta.
El Señor Martínez nos miró a Sergio y a mí, sonriente.
-Caballeros, se van a sacar las pollas y van a correrse en la boca de Jaimito, sino, me encargaré personalmente de que no encuentren trabajo nunca.
Sergio con la misma alegría que compartían todos los adultos (y el niño) de la sala no tardó en sacarse una polla de 17 centímetros. En ese momento todos entendimos a qué se refería cuando pensaba que a un niño no le podría caber una polla adulta en la boca. Su grosor era inmenso. Un poco aplanada, pero su ancho era el doble de la polla de sus compañeros, un monstruo que Jaime vio con felicidad. Ese día el pequeño estaba descubriendo que cada polla es especial y todas requieren de cuidados personalizados. Empezó a lamerla como a un helado, permitiéndonos ver a los demás los mágicos movimientos de su lengua. Sergio no perdió el tiempo y rápidamente se puso a sobar las tetas colgadas del crío como había hecho su jefe hace unos minutos. A Jaime parecía gustarle, era todo un mariconcito. En ese momento pensé que de mayor seguro que iba a ser chapero, o travesti. Mi jefe me miraba inquisitivamente. No era una opción no ceder, pero me preocupaba no funcionar con tanta presión. Me levante de la silla y me acerqué a la pervertida orgía que se había formado tan rápidamente. El obeso del niño no paraba de cambiarse la polla de la boca. A las que no se la estaba chupando las acariciaba en la punta, por que había descubierto que salía juguito si se acariciaba, juguito que enseguida lo lamía para bebérselo todo.
En ese momento esa pesadilla en la que se había convertido este trabajo de verano alcanzó su punto álgido. El horror de ver mi mano sacando mi polla para ofrecérsela a un niño se hizo durante unos segundos insoportable.
Hasta que Jaime se la metió entera en la boca. Mi polla flácido experimentó un calor y una humedad sobrehumana. La lengua del niño estaba a la altura de las expectativas creadas. En pocos segundos el niño disfrutaba de mi polla dura en su boca y yo sentía que me desmayaba del placer. Toda preocupación y miedo desaparecieron tragadas por ese angelito de la guardia. El niño continuó devorándonos las pollas, dando vueltas en el circulo de perversión que habíamos creado los cuatro compañeros. La sonrisa del niño no desaparecía ni en los momentos más difíciles de soportar en la garganta la polla de un adulto. Poco a poco a todos nos entraron ganas de corrernos. Avisamos al niño, que se puso mas feliz aún por tener tanto relleno.
-¿Entonces me quereis?
Preguntó en lo que cambiaba la polla de Sergio por la mía. Un rayo de placer me atravesó por la dulzura de la pregunta mezclada con el vicio de la putita mamona que era el niño. Su lengua giraba alrededor de mi glande mientras su garganta aspiraba con fuerza. No pude más y mientras le decía que le quería más que a ningún niño del campamento, le llene la boca con 5 lefazos bien cargados. Casi me desmayo al notar como tragaba el niño sin sacarse mi polla de su boca. Tres tragos gloriosos y a la vez eternos de placer y dolor. El siguiente fue Damián que mientras le daba de comer su relleno le decía que siempre le había querido. Sergió por su parte se pajeo con el glande dentro de su boquita para darle su merecido premio. Le dijo que era el niño más gordo y guapo del campamento y que no iba a permitir que lo dejara de ser nunca. Fede se la clavo hasta la garganta, haciendo agitarse toda la grasa del enorme cuerpo del niño, y descargando directamente en el esófago le decía que le amaba con locura.
Como sigue? necesito mas.