EL NIÑO -PARTE FINAL-
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Así fue que, desde mi primera relación sexual completa con el Niño, continué disfrutándolo durante todos los días, bien que siempre cuando los dos juntos ibamos a pasar unas horas en la playa del río. Hacerlo en pleno día y en ese lugar abierto, tenía sus incomodidades: la leve tensión que me provocaba pensar que podíamos ser vistos por otras personas. Si bien ello no le quitaba la sensación placentera, sí perturbaba un poco el pleno disfrute.
Día tras día, estando solos en la playa del río, se repitieron las relaciones y los coitos, a lo que el niño Vicente respondía siempre gustoso, dándome muchísimo placer y teniéndolo él también.
Pocos días antes de la finalización de mis forzadas vacaciones allí y de tener que regresar a mi casa familiar, pude tener un disfrute mucho más completo. En efecto, un día los familiares que me hospedaban debían viajar a otro pueblo cercano por trámites y compras, para regresar recién muy al atardecer. Como yo no quise acompañarlos, prefirieron dejarme en la casa y, como el tiempo no estaba bueno y estaría solo, me prohibieron que vaya a la playa o deje la casa por ninguna circunstancia, todo ello por seguridad. Así lo prometí.
El día en cuestión, como todas las mañanas después del desayuno, apareció Vicente para pasar el día con nosotros como era su costumbre, ya que su madre estaba ocupada en sus propios afanes y menesteres. Al retirarse, mis familiares me repitieron que no abandone la casa por nada y que, si Vicente se quedaba como siempre, lo cuidara y atendiera bien, indicándome que en la cocina había suficiente comida para que los dos pasáramos el día hasta que regresen al atardecer.
Mis familiares ya se disponían a partir, iban y venían por la casa, daban vueltas, pero no se retiraban de una buena vez. Yo estaba muy ansioso e impaciente, lo veía a mi pequeño amante Vicente corretear de un lado a otro, moviendo su cuerpecito y sacudiendo su pelito largo. Cuando mi gente finalmente se fue, yo ya jadeaba como un búfalo por la excitación y la ansiedad.
Dejé pasar un buen rato, para verificar que mis familiares no regresaran a buscar nada olvidado, mientras entretuve a Vicente con juegos y diversiones. Serví dos vasos de leche con galletas para compartir con él, y estuvimos así hablando y riendo un buen tiempo, mientras yo disfrutaba de la sensación de apremio y ansiedad erótica. No quería precipitarme, pronto me iría y deseaba gozar al máximo este momento que se me regalaba. Por otra parte, venía teniendo muchas relaciones sexuales con el niño, ya conocía todas las delicias y sensaciones que me hacía vivir con su cuerpo, y esta vez estaríamos tranquilos en la casa, sin poder ser perturbados por nada, en mayor plenitud.
Cuando ya no pude soportar más, le dije al niño que viniera conmigo y me fui lentamente hacia el cuarto que yo ocupaba. Vicente me siguió con una sonrisa traviesa y los ojitos brillándole, porque ya sabía que ocurriría.
Una vez en el cuarto, cerré bien la puerta, corrí las cortinas de la ventana, y comencé a quitarme lentamente la remera y el pantalón corto que llevaba puestos. Quedé desnudo, jadeante y ya con una enorme erección. Vicente me contempló y se acercó –como siempre- a tocar y apretar mis huevos y mi verga. Lo dejé hacer, mientras le sacaba su ropita hasta dejarlo desnudo y notar que él también –con sus 11 años- tenía erecta su verguita.
Recorrí todo su cuerpo con mis manos, lo acosté en la cama y me recosté a su lado sin dejar de frotarlo especialmente en sus huevitos y su verga y en su cola. Puse toda mi lengua en su boca, revolviéndola un largo rato y al mismo tiempo –luego de salivar dos de mis dedos- se los fui introduciendo en su ya desvirgado ano. Así lo tuve, dándole lengua en la boca, y chupándole el cuello, las axilas, los pezones, la pancita, su verguita y sus huevos, sin dejar de entrar y sacar y revolver mis dedos en su ano. Vicente se entregaba y se estremecía de placer.
En un momento lo levanté de las caderas y lamí y chupé sus nalgas y su ano largamente. Luego me senté en la cama y lo hice sentarse sobre mí, y lo fui penetrando suavemente. Como sólo estaba lubricado con la saliva de mis chupadas, mi enorme verga tardó en entrar en su culito, por lo que tuve que empujar con el movimiento de sus caderas. En los días previos lo había cojido mucho, estaba dilatado y le gustaba, pero yo le pedí que gritara un poquito, porque me excitaba sentir sus chillidos.
Cuando estuvo completamente penetrado, me recosté sobre la cama quedando él sentado sobre mí y clavado en mi verga. Entonces le pedí que se moviera subiendo y bajando, como cabalgado. Luego de unos cuantos minutos de disfrute en esa posición y sin quitarle mi pija del culito, lo fui llevando con mis brazos hasta que quedara él acostado y yo en cuclillas. Ahí fue que le abrí totalmente las piernitas, lo tomé de la cadera y comencé a bombear fuertemente. Eyaculé abundantemente dentro de él y lo mantuve penetrado un rato.
Salvo un rato que nos detuvimos para comer, lo tuve todo el resto del día así, chupándolo y penetrándolo en distintas posiciones, en la cama, en el suelo, de parados, de sentados. En todos los casos, eyaculé bien dentro de él, o en su boca. Promediando la tarde, tenía el ano tan dilatado que podía entrar parte de mi lengua. Cuando ya no tenía más fuerzas para eyacular, hacía que Vicente chupara mi pija para mantener mi excitación. Lo que más me erotizaba era su entrega pasiva a todo lo que le hacía, y ver cómo disfrutaba cada coito. Con el correr de las horas, su cuerpito caliente y sudado por el calor del verano me estimulaba más y más. Me dolían los huevos de tanto eyacular, y la cabeza de mi verga estaba roja por tantas penetraciones.
Ya bien al atardecer, extenuado, lo bañé para acondicionarlo bien y lo llevé a su casa, dejándoselo a su madre. Pronto me iría y sentí angustia de pensar que no volvería a gozar con él en esa forma tan intensa.
Hasta ese tiempo, si bien había tenido experiencias de sexo, nunca lo había hecho tantas veces en un día y en forma tan placentera.
Regresé a mi casa, pensando en la cantidad de semen que había dejado dentro de ese cuerpecito caliente, y en lo que había disfrutado.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!