El “Noviecito” De Franco II
Franco conduce a su putito virgen fuera de la ciudad para darle caña….
No tardaron mucho en subir al coche y alejarse en dirección a la autopista que conducía a zonas escasamente habitadas, algún chalet que otro pero siempre distanciados para asegurar la intimidad y privacidad de sus dueños. Franco tenía una pequeña cabaña en la zona, protegida de las miradas inoportunas; perfecta para disfrutar del delgado y lampiño cuerpo de su chavalín.
Carlitos se dedicó a mantener su mano bajo el pantalón de su profesor, palpando la caliente dureza del miembro viril adulto que en poco tiempo se aventuraría más allá de su cerrado esfínter. Con algo de dificultad Franco se bajó el pantalón y facilitó la exploración de su orgulloso órgano, de unos 20 cms de largo y gruesa como una lata de bebida energética. Aunque no era la primera vez que el niño la veía en todo su esplendor, no obstante siempre quedaba sin palabras más allá de sus balbuceos.
“Cómeme el rabo, putito,” ordenó el amante adulto.
Sin rechistar el pequeño la sujetó con ambas manos por la base del tronco y abrió la boca todo lo que pudo. “Mmm joder, así putito… hasta la campanilla…” jadeó Franco con voz ronca, llenando la boca de Carlitos con su tranca y sintiendo el glande rozar la parte posterior de su lengua. A pesar de que sus ojos se humedecieron y las arcadas eran más intensas, Carlitos se la tragó entera; sacándola solo cuando creyó ver lucecillas blancas… tosió sin control mientras sus babas se escurrían por toda la longitud de esa polla. Franco no podía estar más complacido de lo guarrillo que era Carlitos a esas alturas.
Con una mano al volante, la otra guió su cabeza de vuelta a su nabo. El niño mantuvo la boca abierta todo lo que podía y tragaba carne dura sin parar, solo se escuchaban los curiosos ruidos que hacía al atragantarse con la magnífica pinga erecta de Franco. De vez en cuando se daba leves golpecitos en la mejilla hinchada de polla, provocando más arcadas y el fluir a raudales de su saliva, empapando cada centímetro de la hombría del joven adulto.
Tomando el siguiente desvío a la derecha del camino, no pasó mucho tiempo para detener el coche frente a una sencilla cabaña rodeada de setos y árboles frutales. Franco sacó la llave del contacto y usó ambas manos para follar a saco la boca de Carlitos.
“Ufff… me encanta cuando usas la lengua…” murmuró jadeante al sentir que Carlitos lamía alrededor del tronco al mismo tiempo que la polla enhiesta abusaba de su boca indefensa.
Echando su asiento hacia atrás, Franco agregó movimientos pélvicos sincronizados, Carlitos no era más que una muñeca hinchable completamente entregado a la frenética acción oral. Clavándosela por completo una vez más, el hombre gruñó y gimió triunfante, sus bolas tensándose y expulsando varios chorros de lefa espesa directamente al fondo de la garganta del niño, que tenía la nariz pegada al recortado vello púbico de Franco, sus ojos abiertos como platos y bizqueando ligeramente al sentir su tráquea obstruida por aquella pitón de carne que palpitaba sin parar liberando su néctar como un volcán.
No desperdició ni una sola gota de esperma, el cual tragó con avidez. Solo cuando sus testículos y polla dejaron de bombear el preciado líquido y seguro de que había tragado toda su corrida, Franco permitió a su noviecito sacarse su polla de la boca y aspirar una larga bocanada de aire. Carlitos recuperó el aliento tras varias aspiraciones y se dedicó a lamer y limpiar los restos de sus babas mezcladas con la leche su macho hasta dejarla brillante. Siempre terminaba su faena dando besitos y leves roces con sus dientecitos al glande púrpura de Franco, que iba recuperando su natural aspecto rojizo luego del orgasmo.
“Guau… eres toda una zorrita hambrienta de lefa. ¿Decidme ahora que quieres que te haga?” repuso Franco con una sonrisa pícara y rostro colorado.
El nene miró a los ojos de su depravado amante y adoptó una expresión coqueta impropia de un niño puro e inocente.
“Folla mi culito,” dijo con voz juguetona.
“No me convencéis… vas a tener que intentarlo de nuevo,” respondió Franco siguiendo el juego.
“Mmm… follame papi… dame toda tu leche atrás,” volvió a insistir Carlitos en el mismo tono juguetón y mimado.
“Tan pequeño y tan puto, ¿dime quién te va a romper el culo?”
“Tú, Franco. Rompe mi culito y dame leche,” pidió Carlitos, acariciando delicadamente el miembro de Franco, que poco a poco recuperaba su anterior dureza.
Se incorporó y acomodó el asiento. Luego hizo que Carlitos abriese la boca y escupió en ella, el niño trago gustoso la saliva de su novio y le echó los brazos al cuello. Franco apretó su esbelto cuerpo contra él y masajeó su culo respingón, introduciendo su lengua en un beso agresivo, el chiquillo apenas le podía seguir y solo se abrazaba a su amante adulto, dejándose hacer.
Tardaron varios minutos en salir del coche, pero cuando lo hicieron, Franco se terminó de quitar el pantalón que había quedado a los tobillos y cargó al pequeño a horcajadas dentro de la cabaña. Carlitos se separó un poco de su pecho y se levantó su blazer, el cuál voló lejos y aterrizó en una pequeña mesa que estaba cerca de la cocina de camino a la única habitación de la cabaña.
También se despojó de su camisa y comenzó a desabotonar la camisa de Franco, que seguía con su pequeño novio a horcajadas, ya al borde de la cama. El chaval lamió y mordió las tetillas duras del amante, sin dejar de hacer contacto visual y mostrándose desinhibido; Franco suspiró y revolvió su cabello, manteniendo su boquita traviesa pegada a sus pectorales firmes y turnándose con cada tetilla.
“Eso es, sigue así… mmm…” gimió con voz ronca y seductora el adulto.
Su polla estaba plenamente recuperada y la curva de ésta apuntaba el glande a las nalgas respingonas y suaves de Carlitos, sin llegar a rozarlas. Arrojando al pequeño sobre la blanda cama, el niño rebotó un poco antes de fijar sus ojos en la venosa herramienta de su novio, lista para la acción.
Al no pesar más que un pollo, le resultaba fácil acomodar su cuerpo de cualquier manera sin esfuerzo. Así que Franco puso a Carlitos a cuatro patas al borde de la cama y de un tirón que arrancó el botón del pantalón, se los bajó hasta las rodillas junto con sus calzoncillos de superhéroes y los dejó caer al suelo luego de sacárselos.
Acarició sus delgadas y suave piernas carentes de vello, arrancando gemidos de placer al niño y un leve temblor. Su pajarito y huevecitos colgaban entre sus piernas, libres de todo vello y su pene de 5 cms erecto.
Lo que atrajo la atención y satisfacción de Franco fue ver un tapón negro sobresalir del culo de Carlitos, de tal manera que la circunferencia del objeto (era la base del butt plug) evitaba que sus nalguitas tersas y redondeadas se juntasen.
Hizo que levantase el culo todo lo posible y el joven adulto se relamió con la visión de ese ojete infantil rellenado por el ancho plug. Franco tiró un poco de la base sin intención de sacarlo y Carlitos encogió los dedos de sus pies.
“Aahhh… despacio,” gimió el niño.
“Calla puto, que tú culo ahora es mío,” dijo Franco y le dio una nalgada. Carlitos ahora jadeó y ronroneó, sumiso.
Instintivamente separó más las piernas y Franco volvió a coger la base del butt plug y tiró. Nuevos y deliciosos gemidos femeninos brotaron de los labios de Carlitos, que sentía como si su culito se estirase un poco más debido a la anchura del juguete. El joven estaba muy cachondo y su rabo palpitante parecía querer estallar si no invadía pronto aquel recto infantil y cerraba el círculo de corrupción de Carlitos.
Lentamente, pausas mediante, el plug comenzó a salir y ensanchar el esfínter de Carlitos, que no paró de gemir y proferir guarradas. El grueso juguete finalmente abandonó el agujero del crío, que quedó con el culo abierto de par en par y teniendo contracciones involuntarias pidiendo ser llenado de nuevo, esta vez con un largo y grueso pollón.
“Por fin…” suspiró Franco, acercando su hinchado glande babeado de presemen al anito dilatado de Carlitos.
Fue puntear el agujero y dos voces profirieron gemidos de placer. Franco sujetó la delgada y estrecha cintura de Carlitos en un agarre firme, manteniéndole en esa posición e impedido de moverse. Tampoco el niño deseaba hacerlo, solo sentía su corazoncito latir en su garganta, a punto de ser desvirgado por su profesor degenerado, su novio.
“Ahí va… no te muevas. Relaja el culo y dolerá menos,” indicó Franco y comenzó a empujar.
Sin mucha resistencia la punta del glande penetró más allá del anillo anal del niño, que apretó mandíbula y puños, dejando escapar un siseo audible entre dientes. Franco se detuvo y sus manos masajearon la espalda baja y nalgas del crío, para volver a reanudar el empalamiento.
“¡Puta madre! Que rico aprietas…” exclamó el empotrador, disfrutando una barbaridad el momento.
El ojete de Carlitos se contraía alrededor del ariete, que lenta y constantemente se abría paso. El pequeño mozo cerró los ojos y comenzó a gemir más fuerte cuando había entrado más allá del glande y comenzaba a encajar la extensión más gruesa de su pinga.
“¡Sácala, Franco! ¡Es muy gorda!” gruñó el niño y trató de tumbarse en la cama. Al hacerlo, solo facilitó las cosas a Franco, que se echó encima y apoyó sus manos en sus hombros.
“Quieto, puto. Os dije que iba a doler al comienzo,” le recordó Franco y Carlitos se quedó inmóvil, aunque mordiendo la sábana.
Por supuesto, Franco sabía exactamente lo que un niño necesitaba y cedió momentáneamente. Carlitos respiró más tranquilo al sentir como la pinga de Franco le daba una tregua, pero de improviso se encontró con un fuerte abrazo de oso, Franco encima de él tratando de no apoyar todo su peso en él y rodeando su cuello con uno de sus fuertes brazos, sentía su cálido aliento en la nuca y su polla atrapada entre su espalda y su cuerpo.
El joven empezó a besar y lamer a su chico, que suspiró suavemente, dejándose hacer. Franco mordió cuidadosamente sus orejas y lamió el lóbulo, avanzando por su cuello y mejilla, cubriendo cada centímetro de piel con sus labios. Carlitos volvió a jadear como chica y frotaba su culito contra el rabo de Franco, rendido por completo a sus caricias; la mano libre del macho se deslizó bajo el cuerpo del niño y encontró su pilila y bolitas, pasando su mano de arriba hacia abajo para incrementar su excitación.
Moviendo las caderas, su tranca se frotaba en medio de sus glúteos, ambos amantes gemían al unísono de verdadero placer y el mismo Carlitos levantó el culo, listo para un segundo intento. Franco continuó llenando de besos su cuello y hombros, y la otra mano abandonó el pene del pequeño y guió su polla al orificio del amor. Conteniendo un gritito, Carlitos buscó la mano de Franco y lamió sus dedos en tanto éste había metido de golpe su glande y empezaba a empujar. No obstante los besos mantenían relajado y excitado al infante, que de esa manera lidiaba con el agudo y ardiente dolor que le causaba la polla de Franco horadando su retaguardia.
Fue entonces cuando las tornas cambiaron, y Franco gemía roncamente de triunfo mientras su polla se adentraba en el estrecho recto de su noviecito. Sus cuerpos sudorosos se fundían en uno y faltando pocos centímetros para conseguir el empalamiento total, Franco se dejó caer sobre Carlitos y clavó sus 20 cms de polla dura en el culito de su pequeño novio.
“¡Aaarrrghh… nnghnnnyyaahh!” chilló el niño.
“Mmm… ufff…” resopló victorioso el lujurioso adulto.
Forcejeó un poco pero no pudo con su novio, mucho más grande y fuerte. Franco no dejó de besar y morder su hombro y orejas, en tanto repetía sin cesar que se relajase y acabaría por disfrutar. Para Carlitos, simplemente palideció y se sintió como si lo hubiesen partido en dos desde su ano, el dolor y escozor en su esfínter era lo único que podía sentir en su pequeño cuerpo, además de sus entrañas llenas, queriendo expulsar al invasor que de una estocada seca había arrebato su virginidad.
Los minutos transcurrieron despacio y aunque el ardor y dolor seguían siendo fuertes, Carlitos notaba que podía soportarlo. Y ya no gemía quejándose, algo que notó Franco de inmediato y entendió que el chiquillo estaba listo para follar. Primero empezó a alejarse un poco, sacando un par de centímetros de su ojete y aplastando su pelvis contra sus nalgas al hundir de nuevo su polla.
“AAAHH… ayyyy,” Carlitos gimió en voz alta y aguda.
El adulto repitió el movimiento con resultados similares. Con cada estocada, iba sacando un poco más de su rabo solo para clavársela toda, pero el ojete del chiquillo aflojaba y el adulto enculador comenzaba a bombear a una marcha más. Sus ojitos parecían querer salirse de las órbitas, ahora bien sujeto de los hombros y Franco llevando el control del metesaca; el chico gemía sin parar y la tranca gorda de su amante salía casi toda antes de perderse en lo más hondo de su recto.
“¡Ayyyy… siiii… aaahhh!” exclamó el pequeño, cada vez más cachondo.
“Toma toda mi polla… zorrita,” jadeó Franco con voz entrecortada sin detener sus embates.
Pronto le hizo ponerse a cuatro patas y reanudó el metesaca, su pelvis golpeando ruidosamente contra sus nalgas y su polla entrando y saliendo de su ojete enrojecido. Las gotas de sudor corrían por el tenso pecho del joven pervertido, deslizándose hacia su abdomen; las embestidas eran largas y duras, sacudiendo el cuerpo del niño cuando sus huevos chocaban contra su culito y Carlitos podía sentir que el glande le llegaba al estómago.
El ritmo potente de su amante, que usaba su cuerpo a su antojo; provocaba en él sensaciones hasta entonces desconocidas. En su mente ya no había espacio para pensar en el dolor, ni mucho menos; Franco lo sabía y no le daba un respiro, el nene se estremecía por partida doble debido a las salvajes estocadas que le arrancaban el aliento y ahogaban sus elevados gemidos de niña y por otra; la descomunal polla rozaba continuamente su diminuta próstata. Sin saberlo, Carlitos se acercaba peligrosamente al orgasmo y Franco aceleraba sus acometidas, petando el ojete del crío sin compasión.
“¡¡¡PARAD… ME ORINOOO!!!” grito el colegial poco después, creyendo que el cosquilleo que sentía en su pilila era el inminente aviso de ir al baño.
Sin embargo, las contracciones del esfínter del pequeño alrededor de su morcilla anunciaban a Franco que su putito estaba a punto de quedar adicto a las pollas y no se detuvo. Carlitos trató de no mojar la cama, mordiéndose el labio pero nada salió de su pene. Unas pulsaciones incontrolables que venían de su culo y se expandían por todo su cuerpo, hicieron temblar su delgada figura sudorosa y perdió fuerzas en brazos y piernas. Poniendo los ojos en blanco, gozando el violento frenesí del orgasmo anal, el ideal para chiquillos como él. Su pollita se sacudía de un lado para otro por las embestidas y el orgasmo, de haber sido unos años mayor sus testículos habrían expulsado sus primeros chorros de semen de forma diferente a como los chicos se desfogaban a base de manuela: con una polla abriéndole el culo.
Franco estaba imparable, como un toro recio. No pudo aguantar más y con grandes gemidos y voces, inundó el recto de Carlitos con un torrente caliente de lefa; la cual segundos después comenzó a escurrirse fuera de su culito y manchar las sábanas. El niño suspiró satisfecho al sentir todo ese pegajoso amor líquido y caliente dentro de él, aliviaba un montón el ardor de su rojizo esfínter y recto, Franco se volvió a tumbar sobre él resoplando después de inaugurar el ano de su noviecito…
… media hora después.
El sonido de golpeteo de piel con piel era fuerte y constante. Específicamente, unos huevazos de macho, grandes y cargados de lefa estrellándose una y otra vez contra la retaguardia suave de un niño. Franco follaba a Carlitos sin contemplaciones, tumbados de costado y acurrucados sobre la cama, el adulto empotrador a su espalda sujetaba las pantorrillas con un antebrazo, quedando sus piernas levantadas y muy cerca de su cara, dejando su culito abierto y palpitante a completa disposición de su novio.
Aunque acrobática, era la ventaja que Carlitos tenía a la hora de satisfacer a su pareja, ser menudo y relativamente flexible para intentar las posturas más inverosímiles. Apenas podía ver por el rabillo del ojo los huevos de Franco ir y venir contra su culo, todavía los restos de semen en su culo servían como el lubricante perfecto para evitar la fricción y por ende, mantener un veloz metesaca.
El pequeño mozo aulló sin control súbitamente, señal de un nuevo orgasmo anal. Tan joven y ya totalmente dominado por la lujuria anal, Carlitos apretaba el esfínter ordeñando la polla de Franco, que aceleraba sus embestidas y taladraba el ojete abierto del niño sin pausa. Minutos más tarde el guapo profesor disparaba más lefa en los intestinos de Carlitos, permaneciendo inmóvil dentro de él, sus rostros ruborizados por el gran esfuerzo y destilando sudor y sexo a raudales.
“Quiero ir al baño…” pudo decir Carlitos después de recobrar las fuerzas y la movilidad, liberadas sus piernas de la acrobática pose.
Por supuesto que era una falsa alarma, pero el chiquillo expulsó unos chorros de semen. Franco no desaprovechó la oportunidad y sentado sobre el WC, Carlitos cabalgó la pinga de Franco y por tercera vez recibió una abundante carga de esperma que se escurrió fuera y terminó en la entrepierna del adulto.
La noche apenas comenzaba. Siendo un niño y una vez cogido el gustillo a ser enculado, Carlitos necesitaba agotar sus energías y nada mejor que follar toda la noche en cualquier rincón de la cabaña. Su culo quedó como bebedero de patos, enrojecido, pegajoso y chorreando leche después de incontables polvos, en varias ocasiones Franco se vino en su boca y para cuando los primeros rayos de sol iluminaban la habitación, ambos yacían agotados y dormidos, manchas de lefa sobre las sábanas. Carlitos se metió la polla de Franco sin ninguna dificultad en el culo y se arrimó todo lo que pudo y cerró los ojos…
“Joder… me has dejado seco…” balbuceó Franco a su nene insaciable.
Fin.
Woooo que buen relato espero cuentes una tercera parte esta chido
Espero que lo de «Fin» sea de broma… La historia da para mucho mas. No quiero pensar que tu imaginación sea tan chiquita como la verga de Carlitos…, ¿o si?.
Bueno, seguramente algo más pueda contarse. Pero en otro relato diferente a éste, ya que aquí solamente sucede su primera vez.
como sigue