El nuevo vigilante
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por 26elingr.
Estudiaba la universidad por lo cual tuve que mudarme de mi pequeña ciudad a la ciudad de Guadalajara con mi tía, hermana de mi papá. Estaba en sexto semestre, con 20 años recién cumplidos, cuando todo sucedió. La casa de mis tíos estaba en un fraccionamiento de casas pequeñas que ofrece el gobierno a obreros; mis compatriotas mexicanos entenderán de qué tipo de casas hablo. En fin, recién iba a iniciar el semestre cuando una noche en la cena mi tía nos contó que habría un nuevo velador por el vecindario para saber quién era. Para aquellas personas que no sepan que es un velador, es usualmente un vigilante nocturno que en caso de algún delito su deber es llamar a la policía.
No presté mucha atención ya que seguía distraído porque en una semana y media entraría de nuevo a la universidad. A la siguiente semana lo conocí ya que pasó a cobrar una cuota por su trabajo, el tocó la puerta y por pura coincidencia abrí yo. Me encontré con un muchacho como de entre 27 y 28 años de edad, no muy alto, casi de mi estatura, entre metro setenta y metro setenta y cinco. Delgado. Muy guapo, eso sí. Cabello corto oscuro y ojos negros, piel morena clara. Con barba y bigote a medio crecer.
–Hola, buenos días. Soy el velador y vengo a cobrar la cuota.
El me ofreció su mano, al estrecharla supe que era un hombre seguro de sí mismo, fue un apretón fuerte y firme. Le dije que le hablaría a mi tía para que ella le pagara entré a la cocina donde estaba y le informé. Fue como lo conocí, la verdad ni supe su nombre pero en ese entonces no me interesaba. Está bien, yo era lo suficientemente gay como para fijarme en un hombre asi, pero simplemente me parecía atractivo, eso era todo.
A la siguiente semana entré a la universidad donde me enteré de mi horario. El día que me llamó mas la atención fue el miércoles, ya que a diferencia de otros días entraría hasta las tres de la tarde y saldría a las seis. Fue entonces que ese primer miércoles me di cuenta.
Mi tía sale al súper a comprar la despensa de la semana el miércoles por la mañana. Mi tío regresa de trabajar hasta media tarde y mis dos primas regresan de la secundaría a la hora que yo me iría a la universidad. Así que estaría solo en casa de mis tíos por al menos dos horas y pico, al menos hasta que regresará mi tía del súper. Pero eso no significaba que estaría solo, también que yo era el que tendría que pagar la cuota al velador, lo podría pagar con el dinero que me daban mis papás.
Para el siguiente miércoles fue la misma rutina, el tocó la puerta y yo le pagué la cuota. Así de simple. Las siguientes semanas eran lo mismo. Hasta que en uno de esos días hubo otra interacción.
–¿Qué tal? Buenos días joven. Ya vengo por la cuota
–Sí, aquí la tiene.
–Gracias joven. Oiga, verdad que esta solo por la mañana.
–Si ¿por?
–No, por nada, solo me fije en eso. Como he visto a su tía, la que no se ni como se llama, la que sale al súper, por eso me lo preguntaba.
–Oh, se llama Laura, y yo soy Fernando. Ahí para que nos conozcas.
–Mire, hasta hoy supe cómo se llamaba usted y su tía. Yo soy Emanuel. Bueno pues con permiso. Nos vemos joven que tenga buen día.
La verdad no me molestaba en lo absoluto pagarle de mi dinero a Emanuel, ya que de cierta forma era también como le pagaba a mi tía por dejarme quedar en su casa mientras estudiaba.
Los días continuaban y cada miércoles el velador Emanuel estaba ahí en la puerta en punto de las 11:00 am. La relación seguía igual, llegó a esas en las que platicábamos un poco, pero solo eso. Con mi tía era con quien el llevaba mejor relación, mi tía era muy amable y sonriente y al poco tiempo ella y Emanuel se hablaban bien.
Después de dos meses, Emanuel empezó a hablar con toda la familia al grado que nos llevábamos muy bien con él. Yo por ejemplo, cada vez que iba a cobrar me quedaba platicando con él varios minutos, unas veces llegó a media hora o más.
Un martes de abril, estaba llegando de la universidad por la tarde cuando por sorpresa me encuentro a Emanuel comiendo en el comedor, por educación no pregunté solo saludé y subí a la habitación. Arriba le pregunté a una de mis primas que hacía él aquí. Resulta que su esposa lo mando a la calle a conseguir un empleo de verdad, ya que gana poco siendo velador, además de que espera un bebé y apenas sobreviven ellos dos. Así que le dijo que no volviera a su hogar a menos con un empleo donde ganara más, dice que tenía mucha hambre pero no tenía dinero y como tenemos buena relación, pidió por favor que le diéramos de comer solo por esta vez.
Esa información me extrañó ya que no sabía otra cosa de él que no fuera su nombre. Fue entonces que mi indiferencia hacía el disminuyo y me hizo verlo con un hombre con problemas reales.
Los siguientes miércoles trataba de comprenderlo, había dejado de ser el muchacho de la cuota y pasó a hacer el hombre de familia con problemas. Cada vez que venía platicaba con él acerca de sus problemas. Peleas, principalmente. Dinero, comida, ropa, él bebé. De alguna forma Emanuel se abría a contar sus problemas, era obvio que necesitara desahogarse, me sentía a veces tan mal de como peleaba con su esposa que me daba lastima, algunas veces llegué a comprarle fruta o pan, sé que no resolvería mucho pero era algo. Semanas después, Mayo, para ser exacto. Emanuel consiguió empleo en la construcción de un centro comercial. Así que los miércoles que pedía la cuota tendría que venir corriendo e irse casi de inmediato. Las primeras semanas Emanuel llegaba exhausto por venir corriendo en pleno sol. Pedía la cuota y se iba.
Un miércoles llegó más temprano de lo usual. Decía que esta vez no llevaba almuerzo y quería saber si yo podía ofrecerle algo. Sin dudarlo lo pasé y le ofrecí unos huevos revueltos y un jugo de naranja. Al terminal me pidió usar el baño, le señalé el que estaba debajo de las escaleras. Lavé los platos y subiría a mi habitación por el móvil pero para subir las escaleras tienes que pasar al lado de la puerta del baño. Al pasar un sonido me distrajo. Era la respiración de Emanuel, era acelerada y soltaba ligerísimos… ¿Suspiros? ¿Emanuel se estaba masturbando? La curiosidad me mató, cerré mis ojos para escuchar mejor, podría jurar que casi escuché como sus pelotas se agitaban. A los pocos segundos soltó un gemido, se había corrido. Entonces se escuchó el agua del lavamanos y casi de inmediato salió el, para que no descubriera que lo espíe hice como que venía bajando de las escaleras. Cuando salió de la casa de inmediato entré al baño para encontrar alguna señal de que Emanuel se había masturbado, y así era.
Una ligera línea blanquecina se distinguía del lavamanos blanco. Lo tomé con el dedo. Era semen de Emanuel. Tocar su semen fue un poco repugnante, vaya que sucio que correrse en el lavamanos, aunque era del velador guapo. Estuve tentando a comerlo, pero mi sentido común me obligo a lavarlo de mi mano y del lavamanos.
Dos semanas después sucedió lo mismo, el vino pidiendo algo de almorzar, yo le ofrecí, acto seguido entró al baño e hizo lo mismo, se masturbó y se corrió de nuevo en el lavamanos, esta vez, había dejado una línea de semen más gruesa y espesa. En ese momento me pregunté si su esposa embarazada y las constantes peleas hacían que ya no tuvieran intimidad y tendría que recurrir a tocarse el mismo. Justo entonces me di cuenta que quizá su debilidad emocional de Emanuel me estaba atrayendo, quizá era lastima la que le tenía. Pero me gustaba, me gustaba Emanuel.
Junio recién entraba. Emanuel no había venido más que por su cuota, llegaba corriendo empapado en sudor por el calor y se iba corriendo en el mismo calor. Fue entonces que sucedió.
El segundo miércoles de Junio llegó Emanuel temprano pidiendo almuerzo. Como veces anteriores, lo pasé al comedor, le preparé unos sándwiches, al terminarlos él fue al baño. Y al igual me preparé a espiarlo. Efectivamente a los pocos minutos empezaron los pujidos y gemidos. Cerré mis ojos y me imaginé a Emanuel desnudo. Fue entonces que no lo soporté. Quizá era el calor de Junio, quizá era la debilidad emocional de Emanuel, quizá era yo que hacía mucho no tenía relaciones. Quizá era todo.
Tomé todo el valor que tengo y arriesgándome a que él saliera corriendo y me propinara una buena golpiza. Abrí la puerta del baño. Emanuel se dio media vuelta, con la mano izquierda sujetaba por encima del pecho su playera gris, mostrando su delgado cuerpo. Una alfombrilla de vello oscuro cubría desde su pecho hasta su abdomen, por debajo de su ombligo hasta llegar a su pubis. Con su mano derecha sostenía su verga dura y roja de la punta. Era velluda y venosa, no se cuán grande sabría decir que era pero tenía buen tamaño. La cara de Emanuel se puso roja de la vergüenza pero no se cubrió. Se quedó congelado.
–¿Qué haces?–. Apenas pudo hablar. Traté de retractarme y decir que por error había entrado y salir huyendo. Pero no pude, rogué al cielo, mar y tierra para que funcionara.
–Ayudarte–. Dije igual de nervioso. Me acerqué hasta quedar frente a Emanuel, los dos teníamos nervios, se nos notaba.
–No soy gay–. Dijo entrecortado.
–Solo quiero que te sientas mejor–. Dije al tiempo que tome su verga semi flácida ya. El dio un pequeño salto pero no se apartó. Sin dejar de mirarlo comencé a masturbarlo el me miraba con expresión furiosa pero no me impedía hacerle nada. Miré sus labios y comencé a besarlo. No hacía nada, estaba congelado. Sus labios estaban húmedos y tenían cierto sabor a cigarro. Volví a mirarlo, esta vez tenía una expresión más suave. Volví a besarlo y esta vez me devolvió el beso, movió sus labios y con mi mano podía sentir como su erección regresaba. Dejé de besarlo y comencé a bajar, terminé de rodillas frente a su verga, el me miraba desde arriba esperando a que lo hiciera. Tomé su verga y la acaricié, dejé que Emanuel se acostumbrara al tacto de otro hombre. Toqué también sus velludas pelotas, se veía que estaban cargadas de semen ya que le colgaban bastante. Finalmente abrí mi boca y me llevé el trozo de Emanuel. Emanuel dio un gemido y se apoyó a espaldas del lavamanos.
Emanuel ya estaba excitado cuando abrí la puerta del baño, pues detecté un sabor salado, entre semen y orina. Comencé el vaivén de mi boca metiendo y sacando su verga, debo decir que estaba deliciosa, lo suficientemente grande y ancha para comerla, no toda, pero si la mayor parte. Con mi mano masajeaba las velludas bolas de Emanuel. Dejaba de comerme su verga y la tomaba con mi mano y la acariciaba y con la lengua la restregaba por todo su rojo glande, miraba a Emanuel que tenía cerrados sus ojos y con sus manos se apoyaba en el lavamos. Continúe haciendo lo mío, me comía su verga, me la sacaba, lo masturbaba, lo lamía, masajeaba sus pelotas. En cierto momento fue que entonces Emanuel ya había postrado sus manos en mi cabeza y de cierto modo me excitaba más. Sentir sus gruesas manos dirigir el movimiento con que le chupaba la verga. Entonces Emanuel empezó a gemir, se correría. Y por extraño que suene, no quería que hiciera eso.
Me saqué su enrojecida verga y me puse de pie.
–Todavía no te corras.
Le subí el pantalón, tome su mano derecha y lo saqué del baño. Lo dirigí a hasta mi habitación.
Una vez dentro, busque un condón que tenía, bajé de nuevo el pantalón de Emanuel y seguía teniendo su verga bien erecta, me puse de rodillas de nuevo, saqué el condón y comencé a ponérselo.
–¿Qué haces? No te voy a coger, ya te dije que no soy gay.
No dije nada, terminé de ponérselo, me puse de pie lo bese de nuevo mientras acariciaba su sabrosa verga. Bajé mis manos, tomé su playera y se la quité dejando al aire su delgado y velludo cuerpo. Lo empujé para que quedara sentado en mi cama, de nuevo me puse de rodillas y comencé a desabrochar sus botas sucias, de inmediato al quitarle la primera, mi nariz aspiró un aroma a sudor de su bota, probamente por trabajar tanto, el mismo olor salió de la bota derecha. Jalé su pantalón junto con sus bóxers negros y con sus calcetines apestosos, dejándolo completamente desnudo. Llegó mi turno. Me desnudé sin problema, era delgado, casi la misma complexión física que la de Emanuel. Mi verga estaba también ya totalmente erecta. Le estaba dando la espalda ya a Emanuel para sentarme en sus piernas cuando él me toma por mi verga y comienza a masturbarme. Era algo torpe, obvio jamás había tocado a otro hombre, pero su torpeza era excitante. Su áspera mano me haría venirme en cualquier momento así que lo aparté y finalmente le di la espalda.
Él se abrió de piernas, con mi mano derecha tomé su verga y la dirigí a mi culo, una vez hecho, comencé a hacer presión hacia abajo. Entró poco a poco, hacía mucho no me cogían puesto que estaba estrecho y me dolía, mientras Emanuel solo soltaba fuertes gemidos. Finalmente su verga entró en mi culo. Sin decir nada Emanuel comenzó a penetrarme, se movía de arriba para abajo, lento y suave, en un principio me dolió pero mi culo cedió y me abrí. Empecé a ayudar a Emanuel y yo comencé también a moverme de arriba para abajo. Me encantaba. Sentir su verga dentro de mí era algo increíble. Al poco tiempo, los dos estábamos gimiendo y no importaba si alguien nos descubría dándonos placer. Para cuando me di cuenta. Emanuel había dejado de cogerme lento, los minutos pasaron para darme cuenta que Emanuel me estaba embistiendo con su verga. El saltaba en mi cama y yo saltaba en su verga. En la habitación se sentía el calor y se respiraba el sudor de Emanuel.
En un momento, Emanuel me abrazó por la espalda sin dejar de embestirme, yo sentí que entraba al paraíso, sentir el cuerpo de Emanuel junto al mío me llenó de muchas maneras.
Fue entonces que de un movimiento, Emanuel se levantó y casi me tira. Sin dejar de cogerme, me embestía de pie. Yo no estaba cómodo ya que no tenía en que apoyarme. Pero a Emanuel parecía encantarle pues me tomó por las caderas para cogerme mejor, ahora gemía como un animal. Un animal bañado en sudor.
–Cógeme en la cama–. Le dije
A lo que dejó que me pusiera en cuatro arriba de la cama, seguido él se subió, abrí las nalgas y me penetró. La cama se movía mucho para el ritmo salvaje de las embestidas de Emanuel. Él me tomó de nuevo por mis caderas y me cogía muy rápido, tanto que sus pelotas velludas chocaban con las mías.
–Me vengo. Te voy a dar mi leche–. Dijo Emanuel. Dándome las últimas y fuertes embestidas se descargó en el condón. En cada chorro que soltaba me daba una embestida. Cuando terminó de echar la última gota de semen sacó su verga de mi culo, vi que de la punta del codón colgaba todo aquel esperma blanco. Quitó el condón, le hizo un nudo y lo arrojó al piso
–¿Quieres de mi leche?–. Preguntó Emanuel. –Aún hay poco–. Dijo sacudiéndose la verga.
Inmediatamente él se puso de pie y yo desde la cama le limpie su verga. Comencé a masturbarme puesto que en cualquier momento explotaría. Emanuel estaba flácido de nuevo, su verga colgaba para abajo y sus pelotas velludas se miraban más chicas, le hacía falta descargar ese semen.
Emanuel se sentó en el borde de la cama con una mirada pensativa; pero yo seguía con la verga erecta así que me senté a su lado y empecé a masturbarme, Emanuel me miraba dándome placer, miraba como me masturbaba, después recorría con su vista todo mi cuerpo, finalmente Emanuel empezó a acariciarme la pierna derecha y eso me excitaba. Yo gemía como loco, a los pocos segundos solté un gemido fuerte y me corrí. Los chorros de semen me cayeron en el abdomen y en el pubis.
Me puse de pie y de una caja de pañuelos desechables limpie mi semen. Pero Emanuel seguía desnudo en mi cama; pensativo.
–¿Qué ocurre?–. Volví a sentarme junto a él.
–Nada–. Respondió sin verme. –No había cogido en meses–.
No sabía que responder a eso, así que me quedé en silencio.
–Acabo de serle infiel a mi esposa–. Dijo y sentí que me clavaban un puñal en el corazón. El remordimiento me envolvió; bajé la mirada totalmente avergonzado de mí, mi familia me había criado bien, esto no estaba nada bien. –Pero me gustó–. Dijo Emanuel, mirándome con una sonrisa. –No soy gay. Quiero dejarlo claro. Pero me gustó cogerte–. Dijo Emanuel; de nuevo me acariciando mi pierna, aliviando algo de mi remordimiento.
Emanuel se vistió al igual que yo, lo acompañé hasta la puerta, pero antes de irse, me pidió mi número de teléfono.
Continuara…
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