EL OSO DEL DOCTOR
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Javier_Madrazo.
Mi nombre es Eduardo, tengo 29 años, soy de estatura promedio, gordito, uso barba y todo mi cuerpo está lleno de bellos, soy lo que en el ambiente gay se considera un oso.
Dedo decir también que soy médico de profesión y que tengo una debilidad muy grande por otros osos como yo.
La historia que quiero relatarles, sucedió apenas hace unos días, me encontraba en mi consultorio trabajando como de costumbre, había sido un día muy pesado debido a que había tenido muchos pacientes.
Se acercaba la hora de irme cuando mi secretaria me avisó que había llegado un paciente sin cita y preguntaba si podría atenderlo porque se sentía muy mal.
Dudé un momento porque estaba cansado, pero al final le dije que lo hiciera pasar.
Cuando el paciente entró casi me caigo de la silla.
Era un macho perfecto.
Alto, como 1.
80 aproximadamente, gordito, pero como es alto más bien se veía fornido.
Una barba de candado muy bien cuidada y una voz de macho que me dejo atónito.
-¡Buenas noches doctor!
Escuche esa voz tan gruesa, tan varonil.
Me sentía tan emocionado, era un hombre como los que pocas veces te encuentras así, por casualidad.
Era casi perfecto.
Lo único que le faltaba para ser perfecto para mí, era tener un cuerpo lleno de pelos por todos lados, y estaba a punto de averiguar si los tenía.
-¡Buenas noches! Contesté amablemente a su saludo.
Dígame, ¿En que lo puedo ayudar?
-Doctor, tengo un dolor de garganta bastante severo.
Hace tres días que me empezó, pero honestamente no soy de ir a doctores, siempre sano yo solo.
El problema es que no eh sanado, y el dolor cada día es más fuerte, y hoy ya no aguanto el dolor en mis articulaciones.
Y lo peor de todo es que mañana tengo un partido de fut bol y no me lo quiero perder.
Por favor ayúdeme doctor.
-Muy bien, empecemos por decirme su nombre.
¿Cómo se llama?
-Roberto, doctor.
-Muy bien Roberto.
Mi nombre es Eduardo.
Por favor siéntese en la cama de exploración y quítese la camisa.
Roberto hizo caso a mis indicaciones.
Mientras tanto yo me colocaba unos guantes, y tomaba mi estetoscopio para revisarlo.
Cuando voltee hacia donde estaba él, sentí choques eléctricos en todo mi cuerpo.
Era una cantidad asombrosa de pelo negro cubriendo todo su pecho.
Una pancita redondita.
Unos pezones redondos y rosados que contrastaban con el negro intenso de sus vellos.
Respire profundo y proseguí a hacer mi trabajo.
Mientras lo revisaba, comenzamos a platicar.
-¿Qué edad tiene usted Roberto?
-42 años, doctor.
-Muy bien.
Entonces, ¿Le gusta mucho el futbol?
-Desde bien chavillo doctor.
EL futbol era mi vida.
Mi sueño era llegar a una liga profesional, pero no se pudo.
-¿Por qué no? ¿Qué pasó?
-Pos siembre eh sido bien caliente doctor.
Siempre eh tenido una debilidad por el sexo.
Y Pues cuando tenía dieciocho años, embaracé a mi novia, tuvimos a nuestro primer hijo y pues no me quedó de otra que empezar a buscar un empleo, para sacar adelante a nuestra familia.
-Eso habla bastante bien de usted Roberto.
Pero si eso fue hace años, ¿Por qué no retomó su sueño cuando su hijo creció un poco?
-¡Ay Doctor! Pues que le digo.
Soy muy caliente, y chamacos los dos, nos dedicamos a hacer chiquitos.
Y hasta con eso, que como fuimos acertados mi mujer y yo, que cada palo era un chiquito mas.
Tengo 5 hijos.
Cuando escuche sentí electricidad por todo mi cuerpo.
Y me di cuenta de que mi verga estaba dura.
Y que mi culito empezaba a latir deseando a ese macho dentro de mí.
Un cabrón guapo, osote, bien macho y lechero.
Era con lo que había soñado toda mi vida.
Moría de ganas de sacarle la verga y mamarla en ese momento.
Pero desafortunadamente estaba enfermo y yo tenía la tarea de curarlo.
Y ¿Usted doctor? ¿También es bien caliente? –Pregunto Roberto-
-Pues a decir verdad, si.
Yo amo el sexo, pero no soy casado.
Así que no me limito, puedo tener sexo con quien sea o con lo que sea.
-¿Con lo que sea? Wow, eso sí que esta interesante doctor.
Explíquese.
-Yo tengo sexo con quien me de placer.
No me importa si es casada, soltera o casado o soltero.
Cuando algo me gusta le hago la lucha.
La conversación estaba tomando el camino perfecto, cuando de repente entro su esposa al consultorio, acompañada de sus cinco hijos.
Recuerdo que me dio tanto coraje, pero que más podía hacer.
Al final termine prescribiendo algunos medicamentos.
Al abandonar el consultorio, Roberto me pidió permiso de echarse unas chelas con sus compas si ganaban, y en mi interior pensé: a ti no puedo negarte nada mi amor.
Pero lo que realmente le dije fue que no había problema, siempre y cuando se sintiera mejor.
Roberto salió del consultorio junto con su familia, y yo me quedé pensando en lo que podría haber sido.
Entonces empecé a jalarme la verga hasta que explote y llené de leche todo mi escritorio.
Habían pasado cinco días desde que Roberto había llegado a consulta.
Yo entre ratos, aún fantaseaba con él.
Estaba sentado pensando ya que mi próxima cita sería hasta dentro de dos horas, cuando de repente mi secretaria preguntó si podría atender un paciente sin cita.
Le dije que si, y lo hizo pasar.
Estaba acomodando un poco mi escritorio cuando escuche esa voz.
-Buenos días, dijo.
Esa inconfundible voz de hombre.
Sin duda era él.
Levante la cabeza y lo confirmé.
Estaba vestido con su uniforme deportivo.
Llevaba puesto sus tacos.
Un jersey del Barca.
Un short muy corto y holgado de color blanco.
Sus piernas ejercitadas por el futbol y llenas de pelo se podía ver a la perfección.
Me puse un poco nervioso porque se me paro al instante, y tenía un poco de miedo que el se diera cuenta.
Entonces, hablé.
-¡Roberto! Adelante, pasa, siéntate.
¿Sigues enfermo?
-De hecho Doc, me siento mucho mejor gracias a ti.
Me excitó mucho oír que me estaba tuteando.
-Me da gusto saber que estés mejor.
Entonces, en que te puedo ayudar.
-Vine a traerte un regalo en agradecimiento por haberme ayudado con mi enfermedad el otro día.
Estoy seguro que te gustara.
-Hombre, no era necesario.
Es mi deber.
Además, ¿Por qué estás tan seguro que me gustará?
Roberto caminó hacia mí.
Se colocó justo en frente hasta quedar cara a cara.
Era tan alto que tenía que levantar la mirada para poder ver sus ojos.
Tomó mi mano, y la llevó a su verga, que para mi sorpresa estaba igual de dura que la mía.
-¿Crees que no me di cuenta el otro día que te morías de ganas por tener mi verga a tu disposición? Pues si me di cuenta, y este es el regalo que te traigo, por que se cuanto lo deseas.
Por un segundo sentí que el tiempo se detuvo.
Aquel hombre que en tan poco tiempo me hiso morir de ganas de que me llenara con su verga, estaba en mi consultorio, precisamente ofreciéndome eso que yo tanto quería; sin embargo, estaba yo en mi trabajo, con un paciente que además es casado y tiene cinco hijos.
No sabía qué hacer, pero tenía que tomar una decisión rápidamente.
Así que respire hondo y apreté su verga con todas mis fuerzas, hasta oír gemidos de placer de él.
-Entonces mi doc… ¿Aceptas mi regalo?
-Yo no respondí nada, simplemente me arrodille, saque la verga de Roberto por el huevo derecho de la pierna de su short y la metía mi boca.
Y comencé a hacer el mejor oral de toda mi vida.
Mame esa verga, de 16 cms, gruesa y peluda, con el olor que caracteriza a esas vergas de macho.
Me sentía extasiado disfrutando mi regalo.
Mientras tanto Roberto gemía cada vez más fuerte.
En un principio tuve miedo de que mi secretaria nos oyera, y pensé pedirle a Roberto que no hiciera ruido, pero decidí callar.
Quería escuchar todo el placer que yo le estaba causando al que en ese momento era mi macho.
Mi hombre.
Seguía mamando esa jugosa y venosa verga, hasta que Roberto me detuvo y me puso de pie y me dijo:
-El regalo es para ti, no tienes que tomarlo.
Yo tengo que entregártelo.
Me empezó a besar.
Metía su lengua en mi boca y hacia círculos.
Entre momento mordía suavemente mis labios.
Mientras tanto usaba ambas manos para acariciar mis nalgas.
Yo sentía que estaba en la gloria.
Ya no me importaba nada, solo quería que ese momento no terminara nunca.
Mientras seguía besándome, comenzó a desabrochar mi cinturón y después mi pantalón.
Este cayó al piso, dejando descubiertas mis piernas peludas, gruesas.
Mi bóxer ajustado tenía aprisionada mi verga, que luchaba por ser liberada.
Empezó a apretar mi verga y acariciar mis huevos por encima de mi bóxer.
De repente escuchaba uno que otro gemido ahogado de Roberto.
Dejó de besar mis labios y empezó a meter su lengua dentro de mi oído derecho.
Yo sentía como mi piel se estremecía, me causaba pilo erección.
Después hizo lo mismo en mi otro oído y mis piernas comenzaron a temblar.
Empezó a lamer mi cuello, y a rasparlo con su barba.
Mientras tanto yo solo podía rodear su cuello con mis brazos y pegar mi cuerpo al suyo en señal de que estaba totalmente satisfecho.
Desabrochó uno a uno los botones de mi camisa y la abrió.
Se encontró con un pecho y un abdomen lleno de pelos, igual al suyo.
Lo miro fijamente por un segundo y después se lanzó sobre mis pezones.
Comenzó a pasar la lengua por cada uno de ellos.
Mientras su lengua daba movimientos circulares sobre mi pezón, el otro era estimulado por la yema de sus dedos pulgar e índice.
Lo acariciaba y luego lo pellizcaba suavemente, y el otro era mordido con su boca.
A este punto mi nivel de excitación era tanto que solo gemía y gemía como un loco.
Empezó a bajar un poco más, besaba lentamente y avanzaba de mi pecho a mi pelvis.
Cuando llegó a mi verga se detuvo un momento, y acto seguido desgarro mi bóxer.
Y de inmediato mi verga de 15 cms quedó liberada.
La metió a su boca y comenzó a mamarla como nunca nadie lo había hecho.
Era un placer indescriptible, jugaba con su lengua, usaba sus labios y sus manos, en una combinación que tenían como resultado una explosión de placer en mi.
Yo no podía hacer nada que retorcerme y apretar fuertemente su cabello.
Después de estar un rato con mi verga me volteó bruscamente, me reclinó contra mi escritorio, levanto mi bata blanca.
Yo intenté quitármela para darle más comodidad pero no me dejó.
Me dijo que lo excitaba mucho verme con la bata puesta.
Metió su cabeza bajo mi pata, me abrió las nalgas con ambas manos y comenzó a darme un beso negro que me llevó a la gloria.
Usaba su lengua, la movía en círculos, lamia las paredes de mis nalgas y de repente daba pequeñas mordidas.
Entre ratos me daba nalgadas, y escupía mi ano para luego usar la saliva como lubricante para intentar meter su lengua dentro de mí.
Yo ya no podía mas y le grité: ¡Ya métemela cabrón!
-¿Ya quieres que te la meta doc?
-Si cabrón, ya me tienes bien caliente, ya no aguanto.
Méteme la verga de una vez.
-Eso es lo que quería escuchar doc.
Quería escucharte pidiendo mi verga.
Pues si la quieres ahí te va.
Roberto levanto mi bata y me metió su verga casi de un solo golpe, pero por increíble que parezca no me dolió nada.
Estaba demasiado caliente y mi cuerpo solo necesitaba tener la verga de Roberto adentro.
Empezó un mete y saca delicioso, yo estaba de pie, con mi pecho recostado sobre mi escritorio.
Roberto me tenia tomado por la cintura, y metía y sacaba su verga a un ritmo constante.
Yo no dejaba de gemir.
De repente, sin esperarlo, Roberto me jaló el cabello y me levanto de la posición en la que estaba hasta ponerme de pie.
El inclinaba sus piernas para poder cogerme bien.
Me tomó de la mano y me llevó a la cama de exploración.
Colocó cada una de mis piernas en sus hombros y comenzó a cogerme nuevamente.
Era todo un espectáculo ver como ese macho me estaba rompiendo el culo.
Ver su pecho peludo, sus brazos largos y gruesos, su barba, pero lo mejor la cara de placer que ponía al meterme la verga.
Entonces yo empecé a decirle:
-Cabrón, que rico me coges.
Méteme toda la verga.
Rompeme el culo papi.
-Te gusta tu regalo mi doc.
Porque a mí me está gustando un chingo como aprieta este culito.
-Me encanta cabrón.
Me encanta mi regalo y quiero tenerlo cada vez que yo quiera, porque es mío.
-Si mi doc.
Es tuyo, y a partir de ahora está a tu disposición.
Roberto me metió una cachetada, y eso lejos de dolerme me excitó mucho más.
Él lo notó y volvió a hacerlo.
Yo ya no podía más, estaba a punto de estallar con tanto placer y le dije, no puedo más, me voy a venir.
Entonces Roberto sacó su verga de mi culo, se acercó a mi cara, y se vino allí.
Llenando toda mi cara de su caliente leche.
En ese momento, yo me vine también, y mi semen voló a todos lados.
Roberto limpió todo el semen de mi cara, y luego me lo dio a beber en un rico beso blanco.
Nos pusimos de pie, yo fui a la regadera a limpiarme un poco, y cuando salí Roberto ya estaba listo para irse.
Se acercó a mí, me dio un pequeño papel doblado a la mitad.
Y se despidió de mi con un tierno beso.
Al salir Roberto, desdoblé el papel para ver que decía:
“No puedo creer que no te hayas podido acordar de mi.
Soy Roberto Guzmán.
Fuimos amigos en la secundaria y siempre estuve enamorado de ti.
Me da gusto volver a verte después de tantos años.
Espero que podamos vernos nuevamente”
De repente vinieron los recuerdos de aquel muchacho delgaducho, que estaba jugando futbol todo el tiempo, y en el cual nunca me fije.
Y no podía creer que hubiera cambiado tanto.
Me disponía a seguirlo para hablar con él, y en ese momento entró mi siguiente paciente.
Relato Ficticio.
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