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Fantasías / Parodias, Gays, Infidelidad

El otro hermano

Un triángulo prohibido: yo iba por uno, pero el otro me quemaba con miradas y provocaciones. La tensión explotó una madrugada, cuando su mano me reclamó en secreto. Desde entonces, cada gesto suyo me obsesiona; cojo con uno, pero deseo al hermano. El morbo me consume y la adicción ya no tiene freno..
Yo iba a esa casa a cogerme a su hermano. Literal. Esa era la razón, el acuerdo tácito, el desenfreno. Su cuarto se convirtió en mi refugio nocturno durante meses. Pero lo que no esperaba… era que cada visita iba a terminar convirtiéndose en una tortura silenciosa.

Porque ahí estaba él. El otro. El hermano de mi novio. Más reservado, con un aire distraído, pero con algo en los ojos que me desarmaba. Siempre bajaba la mirada cuando lo saludaba, pero después lo sentía encima, espiándome. Como si me estudiara sin querer, como si quisiera probar algo y no supiera cómo pedirlo.

Entraba sin avisar al cuarto, incluso cuando yo estaba en calzoncillos. Siempre con excusas tontas: “Te dejaron esto” o “¿Quieres algo del refri?”. Pero su mirada se desviaba, siempre, hacia mi abdomen, hacia el bulto en mis boxers. Y luego salía rápido, dejando el ambiente cargado, como si me hubiera rozado sin tocarme.

Una vez, recuerdo que fuimos con un grupo a unas cabañas. Terminamos los tres en la misma cama, medio borrachos, muertos de sueño. Yo quedé en medio. A la madrugada, sentí una mano recorrerme el abdomen. Pensé que era mi novio, medio dormido. Pero cuando esa mano bajó más y empezó a frotar con precisión, entendí que no era él. Era el otro. Su hermano. El que había estado provocándome con miradas todo ese tiempo.

Me hice el dormido, aguantando la respiración. La mano siguió, lenta, firme, hasta que terminé corriéndome en su palma. Quise moverme, detenerlo, pero no pude. La tensión, el morbo, la adrenalina… me paralizaron. Después escuché cómo, en silencio, lamía y chupaba su propia mano, mientras con la otra se pajeaba. El sonido húmedo, los jadeos ahogados, me dejaron temblando. No podía creerlo, pero me prendió como nunca.

Desde ese día, todo se volvió más raro y explícito, ya que estando en su casa, siempre buscaba la manera de atenderme aún cuando su hermano estuviera presente, se volvió muy atento servicial, eso me encantaba tener a los dos hermanos sirviendome cuando yo comía en la mesa, y cuando mi novio no veía él encontraba la forma de pasar cerca, de estirarse frente a mí levantando la playera lo justo para mostrarme su ombligo y esa línea de vello que bajaba hasta su boxer. Lo hacía lento, como si supiera que yo lo estaba devorando con la mirada. Alguna vez incluso se inclinó a propósito para sacar algo del mueble, dejándome ver cómo el short se le bajaba lo suficiente para mostrar la curva de sus nalgas.

Y yo… me volvía loco. Me excitaba tanto que me tocaba después, a escondidas, con rabia, pensando en él. En esa provocación constante, en ese puto ombligo que parecía invitarme a chuparlo, en la forma en que se estiraba para que mis ojos siguieran el camino de vello hasta perderse bajo la tela.

Una vez, después de coger con mi novio, me levanté a tomar agua y lo encontré en la cocina, con shorts flojos y sin camiseta. Hizo su jugada de siempre: brazos arriba, abdomen marcado, vellos asomando. Yo quería arrinconarlo contra la alacena y comerle el cuerpo entero, pero me contuve. Me fui al baño y me la jalé como si me fuera la vida en ello, pensando en cómo me había hecho correrme en su mano aquella madrugada en la cabaña.

La tensión entre nosotros se volvió insoportable. El roce de piernas cuando se sentaba a mi lado, las miradas fugaces, los gestos calculados. Yo me obsesionaba más cada vez. Cogía con mi novio, sí, pero con los ojos cerrados, imaginando que era él. Y cada vez, lo que mi verga pedía era más claro: que tarde o temprano, ese cabrón se iba a arrodillar frente a mí y me iba a pedir que lo hiciera mío.

Y esa idea me volvía adicto a él.

14 Lecturas/27 agosto, 2025/0 Comentarios/por beachboy
Etiquetas: baño, hermano, hermanos, novio, puto, verga
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