EL PADRE DE MI ALUMNO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jorge_406.
Cuando terminé mi carrera como profesor y solicité mi trabajo en el Ministerio de Educación, a pesar de que había estudiado para profesor de una especialidad, el cargo que me ofrecieron fue como maestro de una escuela y además, en una de las zonas marginales más peligrosas de Caracas. Quiero decirles que mi primera intención fue rechazarlo pero, ante un consejo de la jefe de personal del Ministerio de Educación, reflexioné. Ella me dijo: – Tu todavía eres muy joven y eres muy inteligente, pues he revisado tu expediente e incluso vi que tienes mención, así que valdría la pena que lo intentarás siquiera como experiencia profesional -. (Ante esta argumentación pensé para mis adentros, no del todo convencido, ¿qué más me queda?, a calarme a mis marginales se ha dicho.) Aunque al inició la vaina me parecía horrenda (y no era que me parecía sino que en efecto lo era) pronto aprendí a apreciar a las personas y ellas a mí. Siempre he pensado que, aunque no soy particularmente hermoso ni físicamente espectacular (déjenme decirles que tengo mis atributos y además… los sé utilizar muy bien, ¡verga!… modesto el niño o no?), nunca paso desapercibido donde voy. Los primeros dos meses fueron espantosos, imagínense el panorama: cerro, rancho, barranco y marginalidad, por arriba, por debajo, por delante y por detrás. Aunque fuésemos aestros nos tocaba hacer unas colas enormes para subirnos en los jeeps, y para rematar con ese sol que rajaba piedra a las 12:30 del mediodía, ¡mi pana… la vaina era arrecha!, además yo nunca había vivido en zonas marginales y para serles sincero me sacaba la piedra la gente marginal; pues no entendía ni quería entender, su manera de actuar y de vivir. Cuando llegué a la Escuela, ¡SUSTO!, ahí si que de verdad quería salir corriendo pues aquella vaina era feísima, las paredes pintadas de un color azul petróleo, sin agua ni baños, y mis alumnitos (para rematar me habían clavado uno de los primeros grados, cosa que empeoraba la situación pues no sabía como tratarlos) parecían, salvo raras y contadas excepciones (de mil uno y de cien ninguno), animalitos salvajes sin ningún tipo de hábitos ni educación. ¿Qué tal mi tour marginal?… espero que les haya gustado pues ahora comienza lo bueno. Desesperanzado como estaba (más bien desesperado), había algo dentro de mí que me impulsaba a abandonar aquel lugar dantesco, pero otra parte de mí (no sé si llamarla ética o qué carajo) me decía que aquellos niños necesitaban a alguien que los ayudara, además si noté un detalle bien particular y era que en su mayoría los chamitos eran muy lindos tanto físicamente como afectivamente. Después conocería a muchos padres y en su mayoría eran andinos, que aunque sin cultura eran, en algunos casos, muy bien parecidos (y aunque muchas personas critiquen a los gays y nos tilden de aberrados y depravados en el fondo creo que somos tremendos pendejos sentimentales pero eso sí pónganse las pilas para que no los jodan más de lo necesario) Bueno a lo que nos interesa, siempre he sido un chamo (ya no tanto), bastante cuidadoso en el vestir y sé que no paso desapercibido, lo que me lo han corroborado mis compañeros de trabajo y mis amigos. El asunto comenzó cuando hice la primera reunión de padres y representantes (mis colegas me dijeron: – pana danos el dato pues batiste el record de asistencia de los representantes, ¿qué hiciste?-); la asistencia fue masiva, creo que más por la curiosidad de los padres que por cualquier otra cosa, lo cierto es que hubo un aspecto de la reunión que me llamó la atención y era un padre (¡por supuesto!), no sólo por su aspecto físico: Alto, delgado, catire, atlético, amable, en realidad no estaba acorde con la otra gran masa de representantes que estaba allí; durante la reunión, Félix (no el gato) que así se llamaba el padre de uno de mis alumnos, me miraba con mucha atención y no me quitaba la vista, cosa que hasta cierto punto me parecía incómoda pues, aunque es cierto que me gustan los hombres, siempre he sentido un respeto especial por mi profesión, mis alumnos, sus padres y mis compañeros de trabajo (además eso de empatarse con compañeros de trabajo me parece recontra pavoso). El asunto es que una vez terminada la reunión Félix se acercó y con una voz muy seria me dijo: – Maestro, ¿puedo hablar con usted?-, disimulando mi asombro le contesté: – Como no señor, pase por aquí-, pasamos a un aula vacía y le invité a tomar asiento; acto seguido, yo bastante nervioso (¡quien no ante ese monumento de hombre!) e intentando controlar mi mente fantasiosa, le dije: -Usted me dirá en qué le puedo servir. – Maestro realmente estoy bastante preocupado por felito (así le decían a su niño), pues con la maestra anterior tuvo muchos problemas, porque decía que no le gustaba incluso, mi hijo no ha venido mas a clases, pues ya han pasado más de dos meses sin maestro. Yo bastante confundido (para ese entonces un chamo de 21 años y sin experiencia, recién graduado e imagínense, para rematar como maestro), sólo atine a responderle, pues sinceramente lo veía bastante preocupado: – Señor… ¿cómo me dijo que se llamaba? – Félix. – Bueno Sr. Félix, no se preocupe, vamos a ver qué podemos hacer. Imagínense ustedes, yo qué coño podía hacer pero que más me quedaba, lo que me hubiera gustado es decirle a Félix lo que habría podido hacer con él, pero ni modo. El asunto fue que el lunes cuando comenzaron las clases felito fue el primero en llegar y que maravilla estaba acompañado por su papá (y papasote para mí). De verdad durante el fin de semana no había podido dejar de pensar en ese caso, imagínense ustedes; un maestro nuevo, sin experiencia, sin saber qué hacer y con un chamo que no quería ir a la escuela ¡SUSTO!… después de mucho pensar me dije a mí mismo – lo mejor es actuar naturalmente y ser sincero, no dicen que los chamos lo son. Así que cuando vi a felito me le acerqué (el chamito era igualito a padre pero en pequeñito, igualito que en la comiquitas), me agaché y le dije: – Hola, ¿Cómo estás?… bienvenido a la escuela, vas a ver cómo nos divertiremos bastante. Al día siguiente cuál sería mi sorpresa cuando en la entrada del cerro estaba Félix esperándome para subirme hasta la escuela, Wao -pensé dentro de mí- ¡tú me dirás!, luego reflexionando me volví a decir: -chamo cálmate no te pongas elucubrante- y le pregunte: – Sr. Félix, ¿Dónde está Felito? – Aunque no lo creas ¡Felito está en la escuela!, lo acabo de dejar allí y me dijo que tú si le gustabas y que tú si eras un maestro de verdad, no como la otra bruja gritona. Sin saber qué decir y bastante apenado, aunque usted no lo crea, le dije: – Bueno Sr. Félix, gracias por el comentario. – No me agradezcas pues es la verdad, sabes algo… las cosas a la gente hay que decírselas cuando están vivas y cuando las puedes ver- (po…ño…ño…ñoi…) La verdad es que sentí como algo, ¿será un ataque? (¿Qué creen ustedes?), pero me dije: calma y cordura… cuidado te estrellas, no te vuelvas loco, acuérdate que es uno de tus representantes y además tienes la evidencia en tu salón de clase de que el tipo es casado, así que papito no invente… que no va a pode’. Sin saber qué decir me quedé callado y por estar distraído no me había dado cuenta que Félix era uno de los choferes de la línea de los Jeeps, pero luego de reflexionar me extrañó que durante el viaje no había tomado ningún otro pasajero. Para acortar el cuento, día tras día, Félix me esperaba en la entrada del cerro y me llevaba hasta la escuela y luego de la escuela a la pata del cerro, durante el trayecto me contaba muchas de sus cosas y yo sólo lo oía y le acotaba una que otra cosa, pude ver entonces que Félix era un tipo más inteligente de lo que parecía (aquí el guevón era yo). Cierta vez, se inició un paro de profesores, por lo que la orden que recibimos fue no subir a la escuela, así que cuando lo vi a las dos semanas (me había hecho bastante falta) me dijo un poquito molesto: – Carajo yo pensé que mi amigo me había lanzado por la poceta, porque ¿somos amigos o no?-, al sentir la forma de su reclamo me dio cierto susto y no atiné a otra cosa que decir: – ¡eso supongo!, ¿y tu que crees?-; esbozando una sonrisa – ¡Claro que sí!-, pero el detalle que me asustó y me gustó fue el de colocar su mano sobre la mía y apretármela, sin saber qué hacer, instintivamente le quité la mano y no atiné a decir más nada durante el camino, pues no sabía qué hacer, mientras que dentro de mi pensaba -verga pana, la vaina se me está complicando, mejor es que no te metas más en peos y cortes la vaina por lo sano, así que esa tarde, como pude, me fui en otro jeep. Al día siguiente yo venía dispuesto a calarme mi margicola para subir en los jeeps de la línea con aquel sol que, como ya dije, rajaba piedra; cuando de pronto siento que me están llamando: – maestro, maestro-, cuando volteé era Félix y cuando me acerqué, con una sonrisa me dijo: – Súbase su majestad- – No vale, no te preocupes- pero él insistió. Cuando me monte me dijo: – No seas tan altanero que eso es malo Al subirme me dijo: – No me malinterpretes lo de ayer. – (Yo le respondí haciéndome el guevón o como diría mi abuela, metiendo cuña pa’ saca estaca) ¿Qué cosa vale?. – (Él se sonrió medio malicioso) La agarradita de mano. Yo no sabía que decirle y él me emplazó: – Sabes una vaina… una cosa es parecer y otra ser y de pendejo no tengo nada, tu sabes que me traes loco y que yo también te gusto. Verga pana, cuando oí aquello casi me tiro por la ventana del jeep, pero me dije: – cálmate y maneja la situación- – ¿De dónde sacas eso? – De tus gestos, tu cuerpo me dice que te gusto, así como me imagino que lo mismo sientes tú o no? – Aja, suponte que sea verdad, tu crees que a estas alturas yo estoy dispuesto a hacer el papel de mariquito segundón… o es que pretendes que hagamos un trío con tu mujer. Mientras Félix me oía en su cara se dibujaba una sonrisa que, para serles sincero, me sacaba de mis casillas y para terminar la conversación, pues casi llegábamos a la escuela, le dije: – Por lo visto aquí yo no soy el único marico, pero por lo menos como que sí el más honrado-. En la tarde aunque me logré escabullir, luego Félix me encontró nuevamente: – su majestad, su majestad, súbase (aquel tipo era encantador) Una vez adentro me dijo: – ¿Podemos hablar? Yo un poco descompuesto le dije: – yo ya dije lo que tenía que decir, si quieres habla tú – Chamito cálmate, no sé a cuál mujer te refieres, por si no te has dado cuenta felito si es mi hijo, pero no vivo con su mamá, vivo con mi mamá, pues mi ex mujer se fue pal coño con otro tipo, además no he buscado otra porque me he dado cuenta que me gustan los hombres OK? (cuando oí aquello me sentí apenado) ¿no te has dado cuenta que felito o está conmigo o está con mi mamá?. Luego me dijo: – Entonces, vamos a dejarnos de pendejeras… ¿me aceptas o no?, ¿sabes algo?… quiero hacerte el amor" (¡susto, claro que quería!). – Ah! y tu que crees, que yo ando de regalado por ahí, repartiendo a diestra y siniestra, pues no pana. La situación era delicada, pues había quedado en evidencia de todas maneras, como quiera que sea, ya nos habíamos quitado las caretas pero no quería complicarme la vida. A todas estas me sentía aliviado pues sólo me quedaba el día jueves y por fortuna el viernes era el día del maestro y habían decidido darlo libre. Al llegar a mi casa llamé al director, quien me tenía bastante aprecio, y le dije que disculpara pero que se me había pasado por alto que debía arreglar unos asuntos de pasaporte y visa por lo que le solicitaba que me colocara un suplente al día siguiente, le manifesté que no se preocupara, pues yo lo pagaría, una vez que colgué el teléfono pensé para mis adentros – espero que el lunes la cosa ya se haya calmado-, pero estaba más pelado que nunca. Al día siguiente, me levanté temprano, fui al gimnasio y luego a comprar algunas cosas, en realidad necesitaba despejarme, incluso invité a uno de mis mejores amigos que, aunque es hetero, nos llevamos del carajo y siempre nos hemos tratado como hermanos, así que llegue a mi casa como a las 7:30 p.m. Al llegar a la casa mi mamá me dijo: – Te han llamado como cuatro veces-; yo, despreocupadamente pues no era raro para mí, le dije: – ah sí! y ¿quién?-; me contestó: – en realidad no sé, pues sólo ha dicho que es de parte de un amigo-, yo le respondí: -¿quién será?- y no le di más importancia al asunto. Cómo a las 8:30 de la noche sonó el teléfono y… verga, casi me muero… era Félix, gageando: – por fa.. por fa…por favor.. ¿se encuentra Daniel? – (yo no salía de mi asombro, pero me pase de coño e’ madre y le dije aún reconociendo su voz) ¿De parte?… (silencio) ¿de parte de quién?… (silencio), – De un amigo. – Bueno que yo sepa mis amigos tienen nombre. – Disculpa Daniel… (lo interrumpí) – Chamo no es por nada, pero tú como que eres un poquito insistente ¿no? – No te molestes (no joda, que iba a estar molesto, lo que pasaba era que me estaba haciendo el duro, pero nada, el carajo me traía loco), ¿qué te paso que no fuiste a la escuela? – Pues nada, tenía que hacer una diligencia, ¿por qué? – Por nada, fui y cuando no te encontré le dije al Director, que si era tan amable de darme tu teléfono porque necesitaba hablar urgente contigo. – Aja que bien, ¿y entonces… echa pa’ fuera?. – No vale lo que quiero contigo no te lo puedo decir por teléfono… – Bueno pana… entonces cómo hacemos porque yo ya estoy en el cafetal y no me puedo mover. – Bueno yo sé que es un poco tarde, pero pensé que como mañana estabas libre podíamos hablar. (yo intentando desanimarlo… pues no me parecía muy juicioso el rumbo que estaban tomando las cosas) – ¿y quién te dijo a ti que yo mañana estaba libre? (verga súper venenoso). – Bueno yo pensé… – Pues te equivocaste. – Daniel si quieres… tú pones el sitio y yo voy… (verga… cedí) – Bueno está bien, nos vemos en Plaza las Américas… ¿cómo a que hora?. – No sé di tú Danni (y entonces, eso me mató!!!) – ¿Te parece bien a las 2:00, qué tal si almorzamos? – Si tu quieres… – Bueno hablamos… Esa noche no pude dormir casi, en realidad concilié el sueño como a las 4:00 de la mañana y cuando me desperté… ¡verga!, eran las 11:00, me paré como un tiro y comencé a cepillarme, afeitarme y a llenar la bañera… a las 12:45 oí el teléfono y al contestar era Félix… – Aló…. ¿cómo estás? – Bien y tú? – Bien, te llamaba para que sepas que voy en camino – Pero vas a llegar muy rápido. – No, ando sin carro. – Ah bueno, hablamos entonces. Yo tenía mi carrito que había usado en la universidad y lo saqué del estacionamiento aunque no lo usaba muy frecuentemente, pues en el cerro no había donde dejarlo, aún estaba en muy buen estado (pues siempre he sido cuidadoso con los carros), así que me monté y justo a las 2:00 p.m. llegué a Plaza las Américas, me senté y ¡oh sorpresa!… casi me muero… no podía creerlo… ¡sí era Félix!, traía una chaqueta de cuero negra y un pantalón negro, una franela gris, con una cadena y una esclava dorada que le hacía juego… era todo un espectáculo de hombre… – Hola, ¿Cómo estás? – ¿te hice esperar? – No vale acabo de llegar – ¿me puedo sentar?… – Claro… Mientras almorzábamos me fue difícil quitarle los ojos de encima, aunque intentaba disimular, veía cómo él también me observaba… Ese día aquel carajo me parecía más bello que nunca, traía una especie de barba sin afeitar, sus manos blancas, gruesas, grandes y velludas, contrastaban con el negro de la chaqueta y la cadena que rodeaba su cuello hacía que éste se viera más grueso y viril. Además sus gestos eran súper varoniles y su trato sencillo y afectuoso. Cuando terminamos de comer el restaurante se había llenado bastante….¿Danni, damos una vuelta, te parece?…. bueno, al pararse, observe disimuladamente su parte baja y ¡verga… se veía enorme!, cosa que pude corroborar después. El tipo era todo un genio, sabía cómo hacerte sentir bien… – ¿Danní sabes algo?… – No, no me lo has dicho… (sonrió) – Perdona que sea tan directo, pero creo que ya somos bastantes grandecitos, aunque ahorita me siento como un adolescente (risas), quiero hacer el amor contigo, ¿qué opinas? – (¡me quedé mudo!) Félix, mejor vámonos – ¿pero Danni, cuál es el problema o es que no te gusto?, ¿por qué no me hablas claro? – Cónchale (sentía que las piernas me temblaban). lo que pasa es que no sé sí debamos… tú eres el papá de mi alumno… no sé… – ¿Eso que tiene que ver?, quiero a mi hijo y he sido responsable… no entiendo que tiene que ver contigo y conmigo… además qué puedo hacer si me gustan los hombres… Seguimos caminando en silencio (pana sin cuento ninguno, mi mente fantaseaba, uff), al montarnos en el carro, Félix se me fue encima y me dio mi latazo, ya no quería o mejor dicho no podía, había resistido demasiado la tentación, su cuerpo pegado al mío… era demasiado y sentía como iba creciendo un enorme bulto en su pantalón… delicadamente pero con firmeza llevó mi mano hasta su guevo ¡WAO!, era enorme, rápidamente pasó su mano por mi muslo y lo acariciaba haciendo círculos con su dedo sobre mi pierna, era demasiado. – ¿Adónde vamos?, preguntó – No se di tú. – Conozco un sitio… te animas? – Toma, mejor maneja tú. Al llegar a la habitación me dijo: – Por fin solos… y ahora si que no te vas a escapar. Sentir el deseo de Félix era exquisito, vi como rápidamente se quitaba la chaqueta, la camisa, los zapatos, ¡los pantalones!, yo estaba paralizado… -¿qué te pasa no te vas a desvestir?, bueno tranquilo… yo te ayudo -. Félix, con una enorme erección, se pegó a mí y comenzó a besarme… era todo un maestro, comenzó a pasarme la lengua por los labios y yo sentía que me estremecía, de repente me vi sobre la cama con Félix encima de mí, sentí como su duro guevo chocaba contra el mío y como bajaba a mis tetillas y mi abdomen con su lengua, de repente comenzó a deslizar sus manos por la parte posterior de mi interior. – ¿Sabes algo?, me parece mentira estar aquí contigo. – Ah sí y ¿por qué será? – Aunque tú no lo creas te admiro y te respeto mucho, sé que eres un chamo bien inteligente y estudioso (eso me halagaba), además tú eres medio sifrino. – ¿te parece? – Bueno yo creo que sí, además eso es una de las vainas que me gusta de ti, además de tu trasero y tu boca. – (sonriendo) Gracias. – Relájate, vas a ver que lo disfrutarás… Con sus dientes comenzó a bajarme el bóxer y con su lengua a acariciarme, me ponía la piel de gallina y yo comenzaba a estremecerme, de repente me colocó en cuatro patas y empezó a darme pequeños y suaves mordiscos en las nalgas, mientras que con su dedo masajeaba suavemente mi ano… instintivamente apreté, pues no me atraía mucho la idea… Félix me dijo: -¿qué pasa, te molesta?-, -no, no es eso-, -¿entonces?-, pero antes de que yo le respondiera introdujo su lengua en mi boca y buscaba frenéticamente mi lengua, mientras con sus manos llevaba las mías a su guevo, mientras que de un solo tirón se bajo su interior; -¿te gusta?-, su guevo era realmente hermoso, blanco, venoso, aunque no era circuncidado, su cabeza estaba descubierta y podía verse el abundante lubricante que había expulsado… -¿qué te parece?-, le respondí -¡enorme!-, sé que se sintió halagado y me respondió: -¿si, te parece?-, sonriendo me dijo: – no te preocupes, no hace daño-; me ayudo a sentarme en la orilla de la cama mientras parado frente a mí, su guevo quedo justo frente a mi boca, sin decir palabra alguna comenzó a meterlo, aunque lo hacía con cuidado , era bastante grande y grueso, podía sentir cuando comencé a mamarlo cómo al pasar mi lengua por su prepucio y el huequito de su cabeza, se estremecía y gemía de placer, comencé a pasar mi lengua con movimientos circulares alrededor de su cabeza y de pronto me dijo: – cuidado, si sigues así, se va a acabar la diversión, pues me voy a venir-. Sin decir más me acostó en la cama y comenzó a besarme en la boca, bajando hasta mi guevo, mamándolo con una maestría insuperable, de repente me dijo: – ¿Danní, quiero hacerte mío, si… quiero que me sientas dentro de ti (la idea no me agradaba mucho pues tenía cierta resistencia a que me penetraran), quiero que me sientas (pensé dentro de mí, verga, me va a reventar el culo, tenía un guevo como de 21 cms. y bien grueso), dudé, bueno… no sé, – tranquilo- me replicó Félix, sé que debes pensar que como soy así sin estudios soy torpe, pero no, además no te olvides que me gustas mucho… Luego siguió besándome y cuando me di cuenta, sentía como introducía su lengua de una manera rítmica en mi ano, la sensación era increíble, de repente le dije: – Félix papá, creo que nos estamos precipitando, mira, además no tenemos preservativo – Tranquilo… yo traje algo por allí (del bolsillo interno de su chaqueta sacó una cajita con preservativos y un tubo de lubricante) – ¡Aja bandido… venías dispuesto a montarme en la olla! – No te creas, pues te veía bastante duro- se sonrió y guiñándome el ojo me dijo – ¿qué te parece si me pones el preservativo?, ¿te animas?. Tener aquel enorme guevo entre mis manos y además de un carajo que me traía loco, era como dice Enrique Iglesias "casi una experiencia religiosa", pero lo bueno estaba por empezar… Félix me dijo… – ¿cuál es tu posición preferida? – Depende, bueno hay varias. – (sonriendo) ¿Qué te parece si las probamos?, pero quiero, si estas de acuerdo, que me hagas acabar cabalgándome. – Bueno, vamos a ver… Acostado de lado sentí como Félix, muy delicadamente, se fue pegando a mi espalda y su pene presionaba contra mis nalgas, de repente me dijo: – relájate-, sentí como introducía su dedo medio en mi ano y cómo este se dilataba con facilidad por lo que supuse que había usado lubricante, muy lentamente lo fue introduciendo mientras me decía al oído: – relájate, respira profundo-, después me colocó en cuatro patas sobre la cama y él parado en el suelo me dijo: – tranquilo, que no te va a doler-. Lentamente comenzó a presionar la enorme cabeza de su guevo sobre mi ano y sentí como empezó a entrar, al principio sentí dolor y contraje mi ano… – tranquilo… hazme caso y vas a ver como lo disfrutas, cuando yo te diga que respires hondo hazlo o que aprietes o aflojes el culo, hazlo-; le respondí –OK- Así fue cómo cuando me di cuenta, tenía ese enorme machete dentro de mí… Félix se comenzó a mover lentamente primero, pero luego aceleró el ritmo hasta que sentía cómo su pelvis pegaba contra mis nalgas con fuerza… -¿te gusta Danní, te gusta?-; sentía como sus enormes manos tomaban mi cadera y su pelvis se movía con movimientos circulares que me ocasionaban gran placer, -¿te gusta?… ¿qué sientes?, ¡Danni, me parece mentira, yo estoy feliz!-. Oírlo me producía una extraña sensación no sólo de placer, sino de ternura, era algo indescriptible, luego me dijo: – no te muevas, espera un poco porque sino voy a acabar- Con sus embestidas sentía como todo dentro de mí parecía revolverse, luego se acostó en la cama y me dijo: – cabálgame-; yo no lo había hecho nunca pero me resultó más fácil de lo que pensé, pues apenas presioné mi ano contra su guevo, sentí como éste entró suavemente e incluso como sus bolas pegaban contra mi culo; me dijo: – sube y baja, ven y te ayudo… dale, dale, más rápido-, sentí cómo me agarraba con fuerza por mis caderas y decía: – más fuerte, mas fuerte, más rápido…-, su respiración se hacía más jadeante y él intentaba presionarme más y más contra sí, yo sentía una sensación extraña, como si me estuvieran retorciendo todo por dentro, de repente oí a Félix gritar: ¡ay Danni, me vengo, me vengo!-, mientras por el roce de su pene contra mi próstata me producía a mí una eyaculación, que salía con tanta fuerza que fue a dar a su frente, nariz y boca. Al terminar me dijo: – chamo menos mal que no eran balas, pues sino me hubieran matado-, lentamente me ayudó a bajarme y besándome tiernamente se acostó totalmente sobre mí. Como pueden ver, Félix además de un excelente padre, fue también un excelente amante… ¿no lo creen ustedes?.
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