El padre Rolando
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Éramos tres hermanos hombres, mi hermano Lorenzo, que tenia por esa época 16 años, luego Leonardo de 13 y finalmente yo: Libardo de 10; mis hermanos mayores eran buenos chicos, pero tenían un defecto: eran unos “ pingas locas “; por lo menos eso es lo que mi mama; les decía: para la edad que tenían, eran terribles; como eran desarrollados para sus edades eran conquistadores, seductores y muy osados con las chicas, casi no se notaba la diferencia de edades entre ambos, mi papa por su parte se sentía orgulloso de sus hijos, cosa que para mi mama era un dolor de cabeza. La única esperanza de mi madre era yo; “ tu no vas a ser como ellos; yo se que vas a ser diferente; todo un caballerito “ y vaya que tenia razón.
La felicidad dicen no es eterna y mucho menos dura para siempre, mi papa una mañana de enero salio a trabajar y nunca mas lo vimos, murió victima de un accidente, culpa de un borracho que lo atropello junto con otras personas, esperando su bus para ir a trabajar.
Todo esto fue una tragedia para nosotros, mi mama una simple ama de casa se vio obligada a trabajar, hacia varios turnos para cubrir nuestras necesidades y nos dejaba solos, cosa que era insostenible, así que puso a mis hermanos mayores en un colegio interno de corte militarizado y yo a un internado de padre franciscanos; solo nos veíamos los sábados por la noche y todo el domingo.
Al principio sufrimos y sentimos cierto resentimiento con mi mama, pero luego entendimos la situación, teníamos que ponernos en el lugar de ella para entender.
El convento
La primera vez que vi el internado, me causo temor, era un edificio de fines del siglo XVI, enorme y un poco lúgubre, por dentro era diferente, igual se veía muy antiguo pero tenia jardines, muchos cuadros y era interesante ver la cantidad de corredores, sótanos y túneles que tenia, eso lo fui descubriendo cuando me quede ahí.
De la mano de mi madre entremos luego de caminar por un largo corredor a la oficina del padre Rolando, la oficina era grande un poco oscura pero se veía limpia y ordenada, al entrar vimos sentado al famoso padre Rolando, sentado se veía un hombre mestizo, de tez oscura, cara grande, cejas pobladas, labios gruesos, unos grandes y profundos ojos negros, era agradable en su trato pero poco sonriente. Mi mama se acerco a el y le beso la mano, lo mismo me obligo a hacer a mi, cuando me acerque me llamo la atención sus manos, eran grandes, sus dedos eran larguísimos , luego de besarle la mano, me acaricio el rostro y me dijo en voz baja, vas a aprender mucho y vas a ser muy feliz aquí niño.
Luego de preguntas y respuestas y tramites de rigor, mi madre se levanto y se despidió del padre, el se levanto de su asiento y pude notar que era un hombre bastante alto y fuerte, no se le veía tan mayor, yo le calculaba unos 45 años, fuerte pero no gordo, es decir macizo. Nos dejo unos minutos a solas con mi mama para despedirnos, y después interrumpió la despedida, diciendo que necesitaba su despacho. No voy a negar que llore mucho, y también que mi madre me explico mil veces que era por mi bien.
Vi a mi madre partir por el mismo pasillo por donde entramos, se alejo y mi corazón se estrujaba de dolor, el padre Rolando me tenia tomado de los hombros y me los acariciaba en señal de calma, después se agacho a mi oído y me dijo con una voz muy grave y tersa: “ tranquilo, te prometo que aquí serás muy feliz pequeño, me vas a adorar “, me gusto la forma que lo dijo, pero al mismo tiempo sentí una corriente extraña por mi espalda, en ese instante apareció un muchacho bastante simpático como de unos 15 a 16 años, con una tunica blanca, el padre Rolando le hizo una seña y el me tomo de la mano, y me dijo, ven pequeño te llevare a tu cuarto, cargo mi maleta que mi madre dejo conmigo y nos fuimos caminando por otro pasillo, por ratos volteaba a mirar al padre Rolando, que me seguía con la mirada.
Por fin llegamos a mi habitación, no era muy grande, había dos camas pequeñas y algunos muebles, estaba vacía, no había nadie, el joven que me trajo de la mano me pidió que me quede ahí, que acomode mis cosas y que descanse, que tendría una cita por la noche con el padre Rolando, y así lo hice, acomode mis cosas en las gavetas, guarde mi maleta y me tire en la cama a descansar, tenia miedo, pero aun así no me sentía intranquilo. De repente sentí voces; desperté un poco asustado y aturdido, no sabia donde estaba, por fin tome cuenta: estaba en el internado, habían frente a mi unos tres niños, todos casi de mi edad, yo después descubrí que era el mas alto de todos y el mas desarrollado, en la habitación éramos en total 4 niños, uno de 8, dos de 9 y yo finalmente de 10, éramos los mas pequeños de todo el internado, eran niños muy agradables, bonitos diría yo, después de las presentaciones del caso y preguntarnos de todo, me dijeron que los nuevos duermen en el cuarto del padre Rolando; claro obvio pregunte cual era la razón, a lo que contestaron que era para perder el miedo, por que en esa casona penaban, para aprender a rezar y finalmente y lo que mas me intrigo era que el padre Rolando era muy bueno y jugaba con ellos antes de dormir, eso fue lo que mas me gusto; además se veía en el rostro de los pequeños mucha alegría al mencionar los juegos, hubo un comentario que quedo a medias, dijeron algo así como que después jugaríamos con los otros padres y jóvenes seminaristas y diáconos, pero que primero el padre Rolando enseñaba las reglas.
Finalmente llego la hora: sonó la puerta y un joven seminarista me ordeno ponerme mi pijama y acompañarlo, los otros pequeños se fueron rápido a sus camas, dormían dos en cada una, pero esa noche yo no dormiría ahí. Una vez listo y de la mano del chico me fui por un pasillo bastante oscuro, entramos por una puerta bastante pequeña y de ahí unas escaleras estrechas, casi sin luz que bajaban como a un sótano, luego nos detuvimos frente a una pared con una pintura, el seminarista dio unos golpes, después sentí otros golpes de respuesta, empujo la pared y esta se abrió, entonces vi al padre Rolando sentado en un cómodo sillón de cuero negro, estaba con una bata color azul y pantuflas, poca luz y aroma a incienso, el joven me dio una palmadita en la espalda y me empujo despacio hacia el padre, camine despacio y el me abrió los brazos con una gran sonrisa en el rostro, me abrazo fuerte y me beso en la mejilla, me invito a sentarme junto a el, el sillón era rico, bastante cómodo, cuando recordé, el joven seminarista no estaba, desapareció como por arte magia.
Entablamos una linda conversación con el padre Rolando, por momentos me hacia reír, entonces me dijo, que el me enseñaría a jugar un juego que me haría muy feliz y que si lo hacia bien tendría muchas cosas buenas en el internado, eso me hizo poner mucha atención, pero que seria de a pocos la enseñanza, todo ahí era misterioso, casi mágico, el padre se levanto del sillón y me tomo de las manos, me llevo hacia la cama, me puso de rodillas sobre un almohadón rojo vino, me arrodille sobre el y poso mis codos sobre la cama, el hizo lo mismo detrás mío, y me hizo repetir una oración, mientras eso sucedía, sentía cada vez su cuerpo mas pegado al mío, casi podía sentir su respiración en mi oreja, sentía una electricidad por mi cuerpo que aun hoy no se explicar, eran varias letanías, su voz grave y seca era excitante, estaba aprisionado entre la cama y su cuerpo, desde atrás rodeo mis brazos y se unió a mis manos en señal de oración, poco a poco sentí algo duro en mis nalgas; era como una vara grande que casi cubría toda mi raya del poto, me quede quieto, era rara la sensación pero rica, así estuvimos por muchos minutos, el padre se movía extraño detrás de mi, una vez terminadas las letanías, se incorporo y me acaricio la cabeza , yo también me levante y me quedó mirando, me agarro de ambas mejillas y me dijo, aprendes rápido, aquí va tu primer premio, y me beso muy tiernamente en los labios, yo me asuste un poco, pero el me aclaro que solo lo hacia en privado y con sus mejores alumnos, cosa que levanto mi ego, luego me invito a subir a la cama, la cual era enorme, sabanas finas y suaves y almohadas muy muidas, era delicioso estar ahí, el padre se quito la bata y mientras yo me acomodaba en la cama, no me percate que el estaba desnudo, solo lo note cuando sentí su piel bajo las sabanas.
El padre Rolando me atrajo hacia el, mi cabeza quedo sobre su pecho y me empezó a acariciar mi rostro, sus dedos parecían de seda, las caricias invocaban un placer extremo, yo cerré mis ojos y sentí sus yemas pasar por mis labios, acariciaba mis parpados, los beso suavemente, mientras me decía que me relaje, que eso lo hacia para que no sienta nostalgia de mi casa y me sienta feliz ahí, mientras su voz retumbaba en mis tímpanos y me adormecía sus manos estaba relajando mi cuello, la otra mano jugaba con mis cabellos, era como si sus dedos hipnotizaran, me volvió a besar y con una gran habilidad me saco la polera, me acario mi pecho, jugo con mis tetillas, me puso boca abajo y sobo por varios minutos mi espalda, cuando después sentí sus labios, que sensación mas rica, sus labios suaves tersos, su lengua me ponía la piel se gallina, lamia cada centímetro de mi piel, me quito mi pantalon también y la truza, quede desnudo totalmente, me puso otra vez boca arriba, me beso y me fue guiando como besar, fue la primera vez que sentí su saliva, su lengua, entraba a mi boca y como la lengua de una víbora entraba rozando mi paladar, jugaba con mi lengua y descubría cada uno de mis dientes, poco a poco se fue poniendo sobre mi, abrió mis piernas y se acomodo en medio de mi, su peso no me molestaba, sentía que su piel quemaba, sus manos me acariciaban toda la piel, bajo por mi cuello y chupo mis tetillas, cada una por mucho rato, yo me volvía loco de placer, estaba en el cielo, de pronto se apodero de mi ombligo por otro buen rato, escudriño mis ingles , sobo mi sexo que era aun pequeño, sus manos Veniamn vida propia, su boca estaba en un lado y ellas acariciaban otras partes de mi.
Después levanto mis piernas y fue besando y chupando mis huevitos, se los metió a la boca, su boca era mágica, después fue bajando y sentí como su lengua comió mi culo, en el se descontrolo, sentía que esa lengua juguetona hacia cosas increíble, empujaba abriéndose paso a pesar de mi resistencia, su boca mordía mis nalgas, chupaba la entrada como loco, su respiración caliente me ponía loco, sentía electricidad por todo mi cuerpo.
Luego me bajo las piernas, me dio la vuelta y siguió en lo suyo, es decir comerme el culo a besos, me acariciaba las nalgas la amasaba, sus manos recorrían mis piernas largas y delgadas, se sentó sobre mis piernas y sentí algo duro, muy duro y caliente el la ralla de mi culo, abrió mis nalgas y en esa raja el coloco esa vara grande y dura, se movía rítmicamente, sentía una humedad que iba invadiendo la zona, el padre emitía unos ruidos extraños, luego se echo sobre mi y aplico mas fuerza en sus movimientos, y decía cosas raras, como que me amaba, que seria solo suyo, y que me haría muy feliz; en realidad nada me molestaba, no se por que todo lo que estaba pasando me gustaba, estaba feliz, todo ese calor que emanaba su cuerpo me ponía feliz y deseaba mas, derepente sentí algo pegajoso que estaba entre mi espalda y su pecho, el padre gemía y exhalaba muy fuerte, me tenia cogido con sus brazos y piernas, casi no me dejaba respirar, se quedo quieto y en silencio, con la respiración agitada, casi que me dormí, el se puso a un costado y cerro los ojos, yo quede impactado, el padre Rolando desnudo tenia un cuerpo espectacular, las piernas largas duras y fuertes, lo mismo que sus brazos, casi nada de barriga y entre sus piernas un pene grande y bien largo, marrón muy brillante y un glande redondo, parecía un champignon, con un huequito bien grande, que aun conservaba un liquido viscoso en el, sus bolas colgaban enormes , llenas de vello negro, no entendía nada, tampoco quería saber que pasaba, por que todo lo que paso y pasaría en ese internado marcarían mi vida para siempre y me haría muy pero muy felizzzzzz
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