El patio.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Corría el verano de 2009, yo disponía de 13 años por aquél entonces. Pelo largo castaño, cuerpo delgado, marcado, pero tampoco en exceso, ojos marrones, y un pene de tamaño medio, de unos 15 cm erecto. Como siempre me ha gustado el hecho de tener una apariencia algo infantil, siempre iba depilado, aunque no niego que a veces me dejaba un triángulo en la zona púbica. Manuel tenía 12. Un chico pijo, de media melena rubia (si, estaba de moda ese pelo por aquél entonces), muy amanerado en su forma de hablar, ojos color verde, como la albahaca, delgado, muy delgado de cuerpo, un buen trasero, estaba muy guapo para su edad.
Comencemos con el relato tras esta breve descripción. Era un día de Julio, en el sur de España. Hacía un calor horrible, quizó unos 40ºC. Desde siempre, mi familia y la familia de Manuel han sido muy amigos, desde que nosotros nos mudamos de ciudad. Siempre nos acogieron bien. Alfonso, el padre de Manu, y mi padre mantenían en común una afición, pasear por el campo en busca de aves a las que fotografiar, paisajes, y demás. Sin embargo, nuestras madres eran completamente opuestas a ellos. Siempre buscaban un resquicio para escaparse e ir de tiendas.
Coincidió que un día, todos se fueron de viaje, exceptuando a mi hermana y a la hermana de Manuel (obviamente no voy a dar datos de ellas porque no las considero importantes en esta historia), que se quedaron porque habían quedado con unas amigas para ir a tomar algo a la ciudad. No volverían hasta bien entrada la madrugada. Serían las 5 de la tarde cuando Manuel y yo nos quedamos completamente solos. A Manu siempre le habían encantado las muñecas como las Barbies, y yo era más de videojuegos. Por lo que, Manu y yo hicimos un trato. Estábamos jugando juntos un rato con las muñecas y otro rato jugábamos al FIFA en la Xbox, pero no sabíamos que íbamos a acabar dándonos un baño de agua en el patio.
Hacía demasiado calor en aquella habitación infantil, decorada con pósters de grupos de música adolescentes, con muñecas vestidas de distinta manera en cada balda de lz estantería blanca que tenía. Decidí quitarme la camiseta y el pantalón y quedarme solo en calzoncillos (no iba con otra intención). Manu se quedó mirándome a mi paquete, que no estaba nada abultado, y al fijarme, el volteó la cabeza,
Tras media hora jugando, le propuse el darnos el dichoso remojón con el agua que salía de la manguera. Por supuesto, él accedió, total, ni dios se iba a dar cuenta de que nos habíamos bañado, porque nuestras hermanas iban a volver muy tarde y no en buenas condiciones y nuestros padres llegaban dentro de unos tres días o así. Llevé todos los aperos del baño, esponjas, jabones, gel, champú, toallas… Y le dije a Manu: "¿Por qué no empiezas tu dándote el baño y te remojo yo?" Él prefirió que yo fuera el primero.
Sin más dilación, me quité la prenda que me sobraba y accioné la manivela del agua. Manu empezaba a enchufarme con la manguera por todo el cuerpo. Notaba cómo las gotas resbalaban por todo mi cuerpo y muchas de ellas regresaban al suelo saltando desde mi pene. Me enjaboné, pubis, nalgas, entre las nalgas, mi entrepierna, todo, y cuando terminé, decidí quedarme desnudo, hacía demasiado calor y sabía que no me iba a poner enfermo.
Cuando vi que Manu comenzó a desnudarse, vi ese pequeño pene en una erección de unos 12cm, completamente tieso entre esas dos piernitas de alambre, morenas, con la marca del speedo que empleaba para bañarse. Empezó a enjabonarse, pero le dije que ya le enjabonaba yo. Moría por tocarle por todos los sitios imaginables. Cuando le pasaba el gel por su pecho, notaba cómo sus pezones estaban erizados, no podía evitar tocárselos. Él se acariciaba el pene y me cogía de la nuca a pesar de la diferencia de estatura, y gemía al acercar mi pene a su ano, y ni les cuento el suspiro que daba cuando le rozaba la punta de mi glande con su perineo.
Tras terminar de enjabonarlo, decidí ir un paso más allá. Yo sabía que el chico se masturbaba analmente, no me digan con qué, pero me lo admitió que le gustaba, y aproveché que no era virgen para introducirme en él. Me encantaba la manera en la que echaba sus caderas hacia atrás para facilitarme la penetración. El ritmo se aceleraba, cada vez era más fuerte el choque de la carne contra la carne. Llevé su mano hacia su pequeño miembro que parecía que iba a explotar y comenzamos a hacerse una paja, él con su mano por encima de la mía y yo con mi mano le masajeaba los testículos.
Le senté, me moría de ganas por comerme su pequeño manjar. Se le secó un poco la piel mientras nos dábamos un beso y le tenía cogido en mi regazo. Le senté en una silla, hice sus caderas hacia delante, y mientras una de mis manos pajeaba ese penecito, mi boca iba hacia su glande, mi lengua lamía todo. Sus testículos, su perineo, su ano… El chico prácticamente gritaba del placer. Mientras le mamaba ese pedacito de carne, decidí meterle un dedito en su culo, para poder así masajear su próstata y hacer que se corriera más fácil. Así fue, el semen que emanaba de su uretra se mezcló con mi saliva. Sabía salado, sabor que me gustaba.
La cosa no quedó ahí. El decidió hacer lo mismo que hice yo. No vean qué mamada me hizo. Se la tragaba entera, me pajeaba con la saliva que estaba en mi pene, la volvía a meter, la lamía, me lamía los huevos… Y obviamente, como quise llegar, le dije que me metiera un dedo en el ano. El al principio renqueó un poco, pero al agarrarle uno de los dedos y ensalivarlo bien en mi boca, accedió sin mucha convicción. Le dije que pronto iba a llegar al orgasmo, y que iba a soltar mi semen en su boca. Que conste que le advertí, pero el chiquillo no se apartó, y todo el semen fue a parar a su cavidad oral. Lo tragó. Las gotas que se quedaron en mi pene y que se escurrían al ser mezcladas con la saliva, las lamió como si de un helado se tratase…
Poco a poco les iré contando más aventuras con Manuel. Si les ha gustado, no duden en dejar un comentario.
Atentamente:
M.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!