El peón pasó a ser mi marido, y su mujer, mi puta.
El dueño de una finca se acuesta con la mujer de su peón, al tiempo que el peón lo penetra a él..
El peón pasó a ser mi marido, y su mujer, mi puta.
Ya era bien tarde en la noche, yo me encontraba ya tomando mi segundo trago de ron en el bar, cuando entró este un campesino, y aunque tengo uno que otro conocimiento de agronomía, pensé que no estaba de más contratar a un peón para que me ayudase, por lo que en principio le busqué conversación.
Rápidamente él, y yo como que nos caímos bien, y me enteré de que era vecino mío, aunque su propiedad únicamente comprendía la pequeña casa donde se encontraba ubicada.
Al ofrecerle trabajo, de inmediato aceptó, fue cuando el dueño del bar nos comunicó que iba a cerrar, pero el tipo con lo alegre que se había puesto, al conseguir trabajo, me pidió que lo acompañase a su casa, para darle la buena noticia a, su mujer.
Apenas llegamos le dijo a su esposa, quien yo era, y que le había dicho para que se pusiera a trabajar en mi finca.
Yo realmente no pensaba bajarme de mi camioneta, pero ante la insistencia del, así lo hice, y al entrar me encontré con su mujer, no es que sea una mujer bella, pero tampoco es fea.
Es más su cuerpo de por sí solo es bien llamativo, y si la ven únicamente con una bata casera como yo la conocí, quedarían bien impresionado.
Ya estaba por marcharme y seguir para mi casa, cuando él sacó un botellón lleno de aguardiente, preparado por el mismo.
Ante la insistencia tanto del como de su mujer, acepté el quedarme un corto rato para darme ese trago, pero después del primero pasamos a un segundo trago, y luego a un tercero, y después de eso dejé de contarlos.
Los tres nos encontrábamos bebiendo, echando chistes, y hablando de los planes que pensaba poner en práctica en la finca.
De momento no sé qué sucedió exactamente, que me quedé viendo a la mujer del, su curtida bata casera se había abierto parcialmente, y sin mucho esfuerzo de mi parte pude ver las hermosas tetas.
Por eso de no crear una situación incómoda, procuré retirar mis ojos de aquellas llamativas tetas.
Seguimos dándonos los tragos, cuando al volver a dirigir mis ojos a las tetas de ella, me encontré que ya la bata estaba totalmente abierta, y que ella mientras se daba otro trago, y charlaba animadamente con su marido y conmigo, separó sus tremendas piernas, permitiéndome en ese momento ver con toda claridad su llamativo, y peludo coño.
Yo quedé embelesado, con la mirada fija en su hermoso coño, yo tenía más de un mes de divorciado, y antes del divorcio la última ocasión en que me acosté con mi mujer, había sido como dos meses antes.
No fue hasta que sentí la mano del marido sobre mi hombro, preguntándome. “¿Está buena, ¿verdad?”
Yo sin reparo alguno le respondí que si sin poder quitar mis ojos de entre las piernas de su mujer, quien a su vez consciente de que yo la estaba viendo, en lugar de cerrarlas, y arreglarse la bata, se quedó tal, y como estaba, pero pasando sus dedos por entre su coño.
De momento caí en cuenta de que estaba viendo casi por completo desnuda a su mujer, cuando él me preguntó. “¿Le gustaría acostarse con ella, patrón?”
Yo pensaba decirle que no, y tras disculparme retirarme, pero de mi boca salió un claro y rotundo sí.
Como si fuera cosa de película, su mujer se levantó parándose de frente a mí, al tiempo que dejó caer su bata casera al piso, quedando completamente desnuda ante mí.
Yo realmente no tenía la menor idea de que debía hacer, por una parte, deseaba saltarle encima, pero la presencia de su marido me lo impedía.
Y no es que el dijera que algo, no todo lo contrario, entre tanto ella como él se dedicaron a soltar los botones de mi camisa, la correa, y el broche de mi pantalón, hasta que en un abrir y cerrar de ojos yo me encontraba tan desnudo como lo estaba ella.
Ella se sentó a mi lado, colocó sus colorados labios sobre los míos, y comenzamos a besarnos intensamente, en ese instante dejé de pensar en Jairo, y me concentré en ella plenamente.
Ya llevábamos un buen rato besándonos y acariciándonos mutuamente, cuando me llevó hasta un viejo camastro, se recostó, abriendo sus tremendas piernas, me invitó a que la penetrase, esbozando una sensual sonrisa.
Yo no tenía cabeza para otra cosa que no fuera meterle mi verga en ese llamativo coño, ya me estaba colocando, cuando por casuárida voltee a ver dónde se encontraba su marido, y lo vi a nuestro lado tan desnudo como lo estábamos su mujer y yo.
De momento me asaltó el temor, de que mientras yo se lo enterraba a su mujer, él buscase enterrármelo a mí.
Pero apenas la cabeza de mi verga comenzó a desaparecer dentro del peludo coño, todo lo demás dejó de preocuparme.
Por un corto rato supongo que él nos observó, pero de inmediato sentí sus manos sobre mis nalgas, y aunque no les niego que me preocupó, dejé de pensar en ello.
Mi mayor deseo era seguir penetrando a su mujer, sin importarme lo que pudiera pasar, las manos del no tan solo me acariciaban las nalgas, sino que con una toalla húmeda me las lavó con jabón, sentí sus dedos, que suavemente exploraban mi culo, sin que yo me opusiera para nada.
Yo comencé a disfrutar de la atención de los dos, cuando sentí algo que en mi vida había disfrutado, el rostro del marido por completo se encontraba clavado entre mis nalgas y con su lengua me estaba haciendo algo que yo desconocía fuera tan rico.
Al mismo tiempo yo continuaba intensamente disfrutando del coño de su mujer, que se movía como nunca antes había sentido yo moverse a una mujer bajo mi cuerpo.
De lo excitado que me encontraba hasta me dediqué a mamar su hermosas, y bien formadas tetas, mientras que sus gemidos de placer me excitaban mucho más aun de lo que yo podía estar.
En medio de todo eso, sentí las manos de ella, separando mis nalgas, y supe con toda certeza que él me iba a penetrar.
Quizás pude detenerme, pero no quise, poco me importó que mientras yo estaba clavando a su mujer, su marido me clavase a mí.
Así que cuando comencé a sentir que su verga ase abría pasó dentro de mi culo, yo creo que instintivamente, al tiempo que no dejaba de penetrar a su mujer, comencé a mover mis nalgas, restregándolas contra el cuerpo de él.
No les voy a decir que no me dolió, pero el placer que sentí por mucho superaba la sensación de dolor.
Máxime cuando comenzó a mordisquear mi nuca, yo disfrutaba de todo lo que estaba sucediendo en ese momento.
Por un largo rato, continué sacando y metiendo toda mi verga del sabroso coño de la mujer del, mientras que él a su vez no dejaba de hacer lo mismo con mi culo.
Así estuvimos hasta que yo finalmente me vine, y seguramente ella disfrutó de un tremendo orgasmo, ya que no sé cómo, pero me ha clavado sus uñas tanto en mi espalda como en mis nalgas en esos momentos.
Por su parte él continuó divinamente comiéndome el culo, en mi vida había ni tan siquiera contemplado que algún día otro hombre me clavase a mí, pero quizás por eso mismo es que lo disfruté tanto.
Sin que él llegase a venirse, cambiamos de posición, yo me recosté sobre el viejo camastro donde habíamos estado, cuando él me tomó por los tobillos, levantado y separando mis piernas, vi cómo me volvía a penetrar por el culo.
Al tiempo que su mujer colocaba su coño chorreando todo mi semen sobre mi rostro, el cual sin pensarlo dos veces me dediqué a mamar hasta la saciedad.
Ella disfrutó de otro increíble orgasmo producido por la manera en que yo chupaba, y mordisqueaba su inflamado clítoris, y apenas terminó se levantó, pero de inmediato su marido sacó su verga de mi culo, y en un abrir y cerrar de ojos yo se la estaba mamando, con tanto gusto y placer, hasta que finalmente se vino dentro de mi garganta.
Después de eso, me quedé casi dormido, por un rato, luego me levanté como pude me puse mi ropa, y arranqué para mi casa.
Al día siguiente, no dejaba de preguntarme a mí mismo que fue lo que yo había hecho, como había dejado que ese pequeño campesino me comiera el culo, al tiempo que yo no me cansaba de clavarme a su mujer.
No le eché la culpa al aguardiente, ni a que llevaba más de tres meses sin tocar a una mujer, simplemente acepté que todo eso me había gustado, al punto que, si volvía a darse las condiciones, yo estaba dispuesto tanto de acostarme con su mujer nuevamente, como dejar que él me lo volviera a enterrar, toda su verga.
Después de que me preparé un desayuno casi a las doce del día, después de levantarme y darme un buen baño.
Me dirigí a su casa, ellos al verme, actuó como si nada hubiera pasado, su mujer salió vestida únicamente con su bata casera, y nos pusimos de acuerdo para comenzar a trabajar apenas llegase un equipo que yo había comprado, como no toque nada del tema de lo que había sucedido en su casa, quizás pensaron que por lo borracho que yo estaba en esos momentos, no me acordaba de nada de lo que había sucedido.
Lo invité a él dar un recorrido por toda la finca, pero al llegar a mi casa, lo invité a pasar, y tras ofrecerle un trago de ron, el cual gustosamente aceptó le dije. “Te quiero dar las gracias por todo lo que pasó anoche.”
Él se quedó en silencio, y como que estuvo a punto de preguntarme qué había pasado.
Pero continué hablando, y le dije. “Es la primera y espero que no sea la última vez, que me comen el culo como me lo comiste anoche.”
“Además, el coño de tu mujer es riquísimo, y mucho me gustaría volver a clavármela.”
El rostro del peón reflejaba que no salía de su asombro, y como quien duda de lo que le están diciendo me preguntó. “¿Es decir que le gustó que le comiera el culo?”
Yo tranquilamente le respondí que sí, y le dije. “Es más ahora mismo si quieres volver a comerme el culo, y que te mame tu verga estoy completamente dispuesto hacerlo, al fin y al cabo, aquí no hay quien nos venga a fastidiar. Pero eso sí también si puedo, quiero en algún momento volver acostarme con tu mujer, estés tu con nosotros o no.”
Él se apuró el trago de ron, y de inmediato me dijo. “Bueno patrón si quiere ahora mismo me lo puedo volver a clavar como usted dice.”
Emocionadísimo, de inmediato me quité toda la ropa, y conduje a mi peón hasta a mi habitación, donde lo primero que hice fue dedicarme a mamar su verga por un corto rato, antes de que me volviese a clavar sabrosamente toda su verga.
No podía creer que, estando bueno, y sano disfrutase de todo, y cada uno de los fuertes empujones que me daba con su verga a mi culo.
En cierto momento hasta sentí que se me aflojó la voz, cuando le pedía una, y otra vez que me diera más, y más duro, mientras que yo al mismo tiempo no dejaba de masturbarme pensando en el coño de su mujer y así se lo hice saber.
Hoy en día, él más que un simple peón ha pasado a ser mi marido, su mujer, mi mujer, con la que disfruto tanto a solas como acompañados por él, y ambos se han mudado a mi casa, para ser más específico a mi cama.
Diosss pero q rico relatooo