El pequeño futbolista
Aunque lo mejor venía cuando le daba algún calambre y forzosamente debía masajear sus piernas y cuando había suerte, sus muslos. Aprovechaba esos momentos para, indiscretamente, llevar mi mano un poco más allá y en varias ocasiones logré tocar su trasero, que se sentía suave y firme al mismo tiempo..
A los 15 estaba en una escuela de fútbol de mi ciudad. Habían chicos de todas las edades y como el campo era enorme algunas de las categorías entrenábamos en horario compartido. Así fue como un buen día llegó un chiquillo de no más de 1,50 de estatura, piel tostada y cuerpo tonificado para su tamaño. Se notaba muy seguro al caminar. Su cabello era negro y caía sobre sus cejas con la típica chasquilla recta que todos tuvimos alguna vez, rapado a los costados. Pero lo que más me llamó la atención fue su culo respingado y redondo que se dibujaba a la perfección sobre la tela de su ropa de entrenar. La forma en que rebotaba con cada trote y movimiento era hipnótica y fue motivo de comentario desde el primer día.
Pasados los días supe que se llamaba Matías y que le decían «Diño» por su gran talento. Mi mayor sorpresa vino cuando me enteré que tenía 12 años y que como estaba aventajado entrenaba junto a los de 14. Hasta ese momento le calculaba unos 10 años como mucho, por su estatura y porque media más o menos lo mismo que los de esa edad en el club. A las semanas ya habíamos hecho migas, aunque debo decir que intencioné un poco el acercamiento al comienzo, luego se dió de manera natural porque el entrenador de su categoría a veces me pedía ayuda cuando yo terminaba mis entrenamientos. Sin presumir, yo también era bastante talentoso.
Aprovechaba cada que podía para estar cerca de Matías y buscaba formas de tocar su pequeño cuerpo sin que nadie notara nada raro. Le ayudaba con sus estiramientos, le explicaba algunos conceptos y a veces lo retaba a jugar un uno versus uno. Aunque lo mejor venía cuando le daba algún calambre y forzosamente debía masajear sus piernas y cuando había suerte, sus muslos. Aprovechaba esos momentos para, indiscretamente, llevar mi mano un poco más allá y en varias ocasiones logré tocar su trasero, que se sentía suave y firme al mismo tiempo.
Cuando pasaron aproximadamente tres meses ya éramos amigos. En las escuelas de fútbol no son atípicas las amistades entre chicos de distintas edades, así que nadie lo veía como algo raro o malo. Al comienzo sus padres lo iban a buscar en auto pero con el tiempo le permitían volver a pie, siempre y cuando fuera conmigo pues su casa me quedaba de camino a la mía. Conocía a sus padres y ellos a los míos. Había ya bastante confianza y aquello fue lo que gatilló que casi a fin de año, Lucía, su madre, fuera hasta mi casa para hablar con la mía y conmigo pues quería pedirnos un favor. Resulta que una tía de su esposo había fallecido en la mañana y el tuvo que viajar. Ella no lo quería dejar solo, pero tampoco quería que Mati estuviera en un ambiente de tanta tristeza, y que si mi madre podía cuidarlo el fin de semana. Ofreció pagarle y todo, pero mi madre respondió que no sería molestia, al contrario. Que fuera y estuviera tranquila y que le mandaba un abrazo a Guille, que lo sentía mucho. Así estuvieron una media hora conversando en lo que yo me fui a mi cuarto. Mi cabeza ya estaba volando en todas las posibilidades que tendría al tener a Matías en casa durante un fin de semana completo. Si bien antes habían estado junto a su familia, nunca se había quedado a dormir.
Llegó la tarde y cuando sonó el timbre bajé raudo las escaleras. Abrí la puerta y ahí estaba Mati con una bermuda gris que le quedaba un poco grande y una camiseta roja del Manchester United que hacía contraste con su piel tostada. Traía el cabello un poco húmedo y un bolso que supuse traía ropa y casi le doblaba en tamaño. Nos saludamos con un juego de manos que habíamos inventado y pasaron. Mientras nuestras madres conversaban llevé a Matías a mi habitación para que dejara su equipaje. Entró como Pedro por su casa y prendió la consola.
– ¿Nos echamos unos fifas? – el enano era un adicto a la play y especialmente a los juegos de fútbol, así que sabiendo que nuestras madres tendrían un tiempo de conversar, acepté.
– Vale — le dije — pero si pierdes duermes en el sofá — Me miró extrañado al tiempo que me reprochaba.
– ¿Dónde queda eso de la hospitalidad a las visitas? — soltó mientras se reía. Me reí con él y comenzamos a jugar. La verdad es que ambos éramos bastante buenos, pero no había forma en que me pudiera ganar y terminé venciendo por 3 a 1.
– Esto es injusto. Siempre elijes un equipo de mierda para que yo me confíe y pierda — reclamó inflando un poco las mejillas.
– Pero entonces para qué te confías — solté mientras reía a carcajadas por su rabieta. Él solo chasqueó la lengua como respuesta, cruzando los brazos — Vale, vale, voy a ser bondadoso y te dejaré dormir en mi cama — giró la cabeza con falsa indignación hacia la puerta, dándome la espalda — Tampoco te iba a tirar a dormir al sofá, que era una broma, relájate — insistí.
– Así que vengo a tu casa y me haces sufrir en vano, eh? — respondió a la par que se abalanzaba sobre mi para picarme las costillas. Si en algo era experto el enano era en picar las costillas. Dios, cómo estresaba. Entre sus risas y las mías logré tomar sus brazos por las muñecas, y sin mucho esfuerzo lo empuje hasta que cayó de espaldas en mi cama.
– Ahora me toca a mí — dije
– No porf- sin dejar que rogara comencé a hacerle cosquillas por todo el cuerpo, el cuello era la zona que más le provocaba desesperación – Ya jaja b-basta — el pobre suplicaba mientras lloraba de risa y se retorcía como una lombriz. Entre el roce y el jugueteo, con mi antebrazo sentí algo duro en su entrepierna. Mati se dió cuenta y su rostro comenzó a ponerse rojo como un tomate.
– Bueno bueno, ya estuvo, suficiente castigo — dije intentando sonar lo más natural posible — Espero que hayas aprendido a respetar a tus mayores — Mati se rió con la cabeza escondida en el pecho mientras juntaba sus piernas para ocultar su erección disimuladamente. Se hizo un silencio un tanto incómodo, así que le dije que iría por jugo y ya volvía. Justo cuando iba a bajar las escaleras mi madre nos llamó a ambos. Lucía ya se iba. Se despidió con un abrazo de Matías y un sermón enorme de cómo debía portarse y hacer caso en todo. Me contenía la risa mientras escuchaba cómo el enano solo respondía que si a todo sin chistar. Sus mejillas estaban ruborizadas, aunque no sabía si por lo que había ocurrido recién o porque su madre le estaba poniendo en ridículo. Mi madre la acompañó a la salida y le dije a Mati que fuéramos a la cocina por jugo. El me siguió sin decir nada.
Serví dos vasos y le alcancé uno. Lo recibió sin dirigirme la mirada y dejo caer un «gracias» ahogado.
– ¿Pasa algo, enano? – inquirí intentando sonar despreocupado.
– Nada, nada — se apresuró en contestar mientras me regalaba una sonrisa forzada.
– Bien — respondí — entonces volvamos arriba para una revancha — le dije a la par que le daba una nalgada. Me eché a correr hacia el cuarto y Matías intentaba pillarme.
– Me ha dolido — se quejaba mientras reía — Seguro y me has dejado marcada la mano, burro — dijo mientras hacia muecas de dolor y se acariciaba la zona como si quemara. Yo solo reía. Se fue hacia el espejo y bajó su bermuda por el lado izquierdo, dejando al descubierto una parte de su culo. No pude evitar quedar hipnotizado mirando esa forma tan redonda, lampiña, blanca a diferencia del resto de su cuerpo… Dios, sentía que se me caería la baba por la boca en cualquier momento — ¡Mira! Esa es la forma de tus dedos, serás cabrón — Mati se quejaba mientras me veía de reojo por el reflejo. Fingí preocupación solo para acercarme hacia el y descaradamente, poner mi mano sobre su trasero descubierto, justo por encima de dónde se marcaban los dedos. El cuerpo de Mati se tensó al tiempo que el contacto producía un corrientazo en mi abdomen, que pronto se trasladó a mi entrepierna.
– Pues si, calza perfecta. Es mi mano — dije casi en un susurro, haciéndome el desentendido y, sin quitar la mano, comencé a mover suavemente mi dedo pulgar. Realmente no controlaba lo que hacía, solo me dejé llevar y Mati se dejaba hacer con la mirada clavada en el movimiento de mi mano. Sentí que algo presionaba el interior de mi pecho con furia. Quería lanzarlo a la cama, meter mi cara ahí y no salir en una hora. Deseaba tanto met-
– ¿Q-qué haces? — escuché de pronto en un hilo de voz. Sin darme cuenta, había comenzado a acariciar descaradamente la zona, apretando con fuerza. Sentí cómo el calor se iba directo a mi cara y me aparté inmediatamente, como si de pronto Matías quemara.
No supe que responder y los pasos de mi madre por las escaleras nos pusieron en estado de alerta. Matías se subió rápido la bermuda y yo me aparté para volver a tomar el mando de la play. Mi madre se asomó por la puerta para decirnos que la cena estaría lista en 10 minutos y se nos quedó viendo.
– ¿Está todo bien? — preguntó de pronto, mirándonos con duda. Sentí un sudor frío recorrer mi espalda. Si Matías se chivaba…
– Sí, todo bien — respondió este al ver que yo no decía nada — Solo que Samu no me quería dejar al Real Madrid para jugar una partida.
Vaya chiquillo astuto, pensé. Mi madre blanqueó los ojos como respuesta y añadió:
– Nada de juegos hasta después de cenar. Y tú — dijo mirándome a mí — Será mejor que ayudes a Matías a desempacar en vez de molestarlo — solo me limité a asentir con la cabeza. Mi madre volvió al primer piso y cuando me dí vuelta, el enano miraba por la habitación buscando algo que hacer. Aclaré un poco la voz para hablar, pero se me adelantó.
– ¿Y, va la revancha? — preferí no decir lo que iba a decir y, al igual que el, hacer como si nada hubiera ocurrido.
Alcanzamos a jugar una partida más hasta que mi madre nos llamó a cenar. Estuve mas callado que de costumbre, pero Matías y mi madre no pararon de hablar y ponerme en ridículo, claro. Cuando terminamos lavé los trastes en lo que Mati se metía a la ducha. Pasados unos 15 minutos subí hasta mi habitación y cuando abrí la puerta me encontré de plano con Matías desnudo dándome la espalda. Si bien fueron solo unos segundos, pude apreciar su cuerpo ahora sí como debe ser: sus piernas fuertes al igual que su espalda, una cintura pequeña que hacia ver aún más grande ese culo esponjoso que cargaba. Antes que se girara asustado cerré la puerta tras de mi y me quedé dandole la espalda a el.
– Disculpa — dije — No sabía que ya habías salido de la ducha — y era cierto, aunque agradecía no haber tocado la puerta.
– Da igual — respondió como si no le importara — Total, ya me manoseaste, que veas no es nada — sentenció.
Carajo. De nuevo apareció el sudor frío ¿Qué significaba eso? ¿Estaba molesto? ¿Me iba a delatar? Seguí de espaldas en silencio hasta que volvió a hablar.
– Listo, ya puedes voltear.
Cuando me giré, tenía puesto un pijama corto de color gris que hacía juego, iba descalzo y ya se estaba alistando para meterse a la cama. Sin decir nada, cogí una toalla y un pijama de mi armario y me dirigí al baño. Cuando abrí la puerta me encontré con un poco de vapor y la ropa de Matías tirada en el piso. La tomé con fastidio para meterla en el cesto y entonces algo llamó mi atención. Unos pequeños bóxer de color verde estaban enredados a la bermuda. Nunca antes había hecho algo así, pero sentí mucha curiosidad por olfatearlos. Primero los acomodé y estiré. La parte frontal tenía esa típica bolsita que se hace cuando ya tiene un tiempo la ropa interior y se marca la silueta del pene y los huevos. No se veía nada despreciable para su edad y tamaño. Fue la primera parte que me llevé a la cara. Instintivamente cerré los ojos, concentrando mis sentidos en esa escencia. Era una mezcla muy agradable entre sudor y algo más que no podía describir. Luego, por la parte del culo, sentí un olor bastante parecido aunque un poco más intenso. El deleite estuvo por la parte de dentro. Unas pequeñas manchas de humedad que parecían ser orina y algo blanquecino y seco. De nuevo los insistintos más bajos me vencieron y me llevé con deseo a la nariz aquella parte de la tela, inspirando profundo y sintiendo casi el mismo olor pero mezclado con algo más fuerte. No sabría decir si era un olor agradable o no, pero me tenía empalmado a más no poder. Pasé la lengua por toda la tela y un intenso sabor salado inundó mi boca. Sentía que me iba a correr sin siquiera tocarme. Mi mano se fue directo a mi entrepierna, comenzando a darle atención a mi miembro de unos 15 centímetros. No tardé mucho en correrme dejando un desastre en el piso. Dejé el bóxer a un lado para limpiar y meterme por fin a la ducha. Habré estado cuestión de 20 minutos bajo el agua fría, meditando y medio arrepentido de lo que acababa de hacer, pero también mentalizadome en que a juzgar por la reacción de Mati, lo más cerca que iba a estar de su intimidad sería ese bóxer, y que más vale que no intentara nada raro ahora que íbamos a compartir la cama.
Para cuando volví a la habitación, Mati estaba jugando a algo en su teléfono, acostado hacia el rincón de la cama sin prestarme atención. Me incorporé a su lado, dejando un buen espacio entre ambos. No dejaba de pensar en que la había cagado con lo de hace rato y no quería que se sintiera aún más incómodo. Tampoco sabía cómo abordar la situación. Vamos, que ahí figuraba yo con las manos juntas sobre el abdomen y la mirada clavada en el techo.
– Sobre lo de hace un rato… — comencé a hablar con más miedo que seguridad de lo que iba a decir — perdóname, ¿Vale? No debí hacerlo, está mal y te pido disculpas — Matías seguía concentrado en el juego mientras yo aguardaba alguna respuesta, pero solo hubo silencio. Pasados unos minutos y un poco molesto, le di las buenas noches y me giré dándole la espalda. A los segundos sentí cómo pasaba un brazo por encima de mí para dejar su móvil en la mesita y se volvía a incorporar. Pasados unos minutos, por fin habló.
– ¿Por qué supones que lo de hace rato no me gustó? – soltó en un susurro. Abrí los ojos como plato y tragué saliva… ¿Acaso…?
Continuará
Que rico, esperare con ansias la siguiente parte.
gran realto como continua por favor
Excelente relato… Como sigue??
Como sigue?
Uuff.. me encanta como escribes, necesito mas de esta historia 🫦
Gran relato, me encanta esta historia… Como sigue??
Como sigue??
Hola Samuel.HGH
Entre a tu perfil, vi lo del blog pero entro al link y no me aparece nada