El placer de un encuentro casual
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Se sentó junto a mí, conversamos un rato, me dijo que era estilista y vivía cerca. Me invitó a una cerveza. Se notaba que andaba libidinoso y con ganas de tener sexo. Supongo que no había tenido sexo hace mucho, al igual que yo. Al cerrar el bar nos fuimos caminando y me invitó a ir a su casa. Supongo que tenía una mezcla de curiosidad y ganas de tener sexo, así que acepté. Llegamos a su casa y me invitó a ponerme cómodo, enseguida subió a su dormitorio y bajó completamente desnudo.
Se quedó mirándome con cierta sorpresa al ver mi apatía. Entonces dijo: admítelo, tú y yo en el fondo deseamos exactamente lo mismo. ¿Ah así?, le dije, fingiendo no saber de qué hablaba. Y él contestó: podemos pasarla bien si quieres o irte a tu casa a dormir. Pareces un tipo agradable y yo tengo muchas ganas de una buena mamada. Créeme que la pasaremos bien sabroso. Me quedé pensativo un momento, entonces le pedí permiso para ir al baño.
Al rato salí del baño desnudo y me dirigí a la sala, al ver mi pene sin un solo bello se quedó mirándolo lujuriosamente. Me acerqué hasta la mesa y puse mi pie derecho sobre la silla en una pose sensual, dejándolo ver mi pene más de cerca e invitándolo a tocarlo. ¡Éste es mi gusanillo buscador de placer!, le dije. Mmm, ¡qué rico lo tienes!, exclamó. Entonces comenzó a lamerlo, poniéndose puso erecto y finalmente comenzó a chuparlo. En ese punto, todas mis dudas se habían disipado, sólo quería experimentar el placer de una sabrosa mamada.
Sentía aquel cosquilleo tan sabroso y delirante en el gorro. Sólo podía gemir y musitar. Aaaaah ¡Dios!, aaag, ¡qué sensación! Es tan exquisitaaaa… aaag, mmmm, aaaagg… Chúpame rico, así, aaggg, aaah. Lo lamía con su lengua como si fuera un helado, luego lo chupaba, lo frotaba con su mano, lo besaba y vuelta a empezar. Después puso mi glande en su boca y con la punta de la lengua comenzó a masajear el frenillo. Luego de un rato comencé a eyacular en su cara y su pecho, mientras él frotaba mi pene con su mano para ayudarme a expulsar todo el semen.
Entonces llegó mi turno de felarlo. Su pene sin circuncidar, era suave y firme. Estaba totalmente rasurado. Me encantaba ver como surgía su gorro al empujar y halar su prepucio, parecía un gusano saliendo de su capullo. Al lamerlo se sentía tibio como una salchicha cocida. Luego él se sentó en una silla reclinable y me senté en sus regazos, quedando frente a frente y comencé a frotar mi pene con el suyo, lo cual resultó muy excitante. Enseguida tomé un poco de lubricante, lo apliqué sobre ambos penes y comencé a masturbarlos con una mano, luego empecé a levantarlos y bajarlos, de manera tal que los frenillos de ambos se rozaban mutuamente. Comencé a acelerar el ritmo hasta que ambos comenzamos a eyacular en medio de fuertes sollozos.
Una vez que terminamos, subimos a su cuarto y nos acostamos en su cama, se puso detrás de mí comenzó a acariciarme el pecho y las costillas, luego me sujetó el pene y comenzó a masturbarlo, mientras chupada y mordisqueaba mi pezón derecho. Luego me puso lubricante en el gorro y comenzó a masajearlo, especialmente en el frenillo, lo cual resultó muy estimulante. Yo estaba extasiado, frunciendo los labios y jadeando, mientras trataba de acariciar su pene. Comenzó a besarme el cuello hasta llegar a mis labios, comenzó a lamerlos para luego besarnos apasionadamente. En seguida se puso sobre mí y comenzamos a rozar nuestros penes, mientras nos acariciábamos. Luego nos pusimos en posición de 69, yo encima de él, comenzamos a felarnos y a masturbarnos mutuamente. Mientras tanto, él me aplicó lubricante en el ano y comenzó a masajearlo suavemente en forma circular y a penetrarlo con su dedo índice, preparándolo para lo que vendría a continuación.
Enseguida me acosté boca abajo. Él se acostó sobre mí y comenzó a introducir su pene en mi ano lentamente, hasta tocar con su glande el pequeño abultamiento de mi próstata. Comenzó a balancearse y al rato empecé a sentir una sensación muy placentera, mi pene se puso erecto y comenzó a prolongarse al ser empujado por su pene desde adentro, mientras me agarraba los pezones y lamía mis labios. Había un gran espejo a un costado de la cama en el que podía ver su pene incrustado entre mis nalgas en plena sodomía, excitándome aún más. Aaaaah ¡oooh!, aaaggg, que ricooo! aagg, ummm, aaaagg, aaah!
Después de un rato comencé a eyacular y las contracciones de mi ano comenzaron a apretar su pene como si fuera una mano ordeñando una ubre, mientras él gemía de satisfacción. Enseguida sacó su pene y comenzó a eyacular sobre mí, mientras restregaba su pene entre mis nalgas. De esta forma, lo que comenzó como un encuentro casual en un bar, terminó en un encuentro íntimo en el que abundaron la saliva, los gemidos, las caricias y sobre todo, los chorros de semen. Al final, dormimos un poco más y nos despedimos al amanecer.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!