EL PODER DE LOS DESEOS. (16).
Hay que hacer refacciones en el convento y tomo decisiones, asimismo, descubro que hay muchos culitos complacientes viviendo en él..
EL CONVENTO Y SUS HABITANTES. (16).
Esa noche dormí como un bendecido por los Cielo, tranquilo, relajado, sin ruidos y sin el bullicio constante que te ofrece la ciudad aun en el horario nocturno, ni lo escuché a mi padre cuando se iba, me despertó la sensación placentera y el sonido de esa especie de gárgara que se hacía mi madre con su saliva y mi verga erecta incrustada en la garganta. No dejó que me moviera, incrustaba su nariz en mi pubis y movía la lengua arrancándome gemidos de placer, se la sacaba por entero y volvía a engullirla luego de mirarme con su mejor rostro de hembra en celo.
Lógicamente, no tuvo que esforzarse demasiado y se tragó todo sin que ni una sola gota se escapara, luego ella misma se ocupó de lamerme y limpiarme hasta dejar el falo brillante. Luego de esto su cuerpo desnudo se estiró sobre el mío y me saludó, “buen día hijo, me encantó estuvo riquísimo, desespero cuando tengo tu verga cerca”, -dijo dándome un beso y exponiendo la mejor de sus sonrisas-. “Estás cada día más putita mami, andá a preparar unos mates, yo voy a darme una ducha”, -le dije para tratar de zafar de mis ganas de “embocarla”, tenía que dejar algo para Fina y mis “putitas monjas”.
Tomé los mates cebados con cariño y amor por mi madre, estaba totalmente desinhibida y exponiendo su desnudez sin ningún tipo de tapujos. Al momento de vestirse lo hizo delante de mí y no se puso ropa interior debajo de su vestido, “me es más cómodo, sólo bajo el cierre y me tenés a disposición”, -dijo dando entender con sus gestos lo que imaginaba-. A media mañana estábamos estacionando frente al convento y pude mirar mejor la construcción del edificio, sin ninguna duda que le hacían falta algunas reparaciones y pintura, pero eso tenía solución.
Teníamos unos ochenta metros desde la ruta hasta el edificio en sí y luego de transponer el portón de ingreso noté que un muro de unos tres metros de alto se extendía demarcando sus límites, nos salieron a recibir Sor Gabriela, la Madre Superiora y Sor Ángeles, la secretaria, junto a otras dos monjas más “veteranas” y de físicos más ampulosos, en realidad, “gordas” y no lo disimulaban, éstas se mostraron muy solícitas y agradables, pero en las “putitas monjas” se notó el deseos en sus ojos, aquello de “calentarse” y “tenerme ganas” apenas me vieran seguía funcionando.
Ingresamos al convento y estuvimos parados en el medio de un amplio salón, luego fuimos hacia el comedor, había allí largas mesas y estaban todos los chicos sentados que se pararon enseguida al vernos entrar, mis ojos enfocaron rápidamente a una nena de cabello castaño claro, se le notaban unos pechitos incipientes y la mirada que me dedicó excedió el de una simple nena, noté enseguida que le gustó lo que tenía enfrente y se adelantó a saludarnos diciendo que se llamaba Elvira.
La mayoría de ellos bajó los ojos al saludarnos con excepción de dos, uno rubiecito de ojos claros con el cabello alborotado y otro de piel cetrina, cabello oscuro y ojos como carbones, se presentaron, el rubiecito dijo llamarse Isaac y el de piel cetrina Mario, ninguno tenía más de once años, los tres parecían ser los líderes entre ellos, algo que luego me confirmó Gabriela. Las monjas nos mostraron los diez dormitorios de los chicos, eran habitaciones amplias y las camas eran de una sola plaza, decididamente, les hacía falta pintura y dotarlas de un mejor mobiliario.
La cocina también era amplia, un tanto vetusta, pero noté que había gas natural, eso era importante porque los espacios amplios debían ser muy fríos en invierno y eso se podría arreglar con buenas cañerías y calefacción central. Otro tema fueron los baños y las duchas comunes y allí había bastante por hacer. Por último, nos mostraron las habitaciones de las monjas y éstas se pasaban de austeridad, noté que cada vez que entrábamos a alguna dependencia parecía como que, se apagaban los ruidos o lo que se escuchaba desde los pasillos, según me explicó Gabriela eso era debido a las paredes muy gruesas y a las ventanas de vidrios gruesos que permitían concentrarse en los rezos o en los trabajos que allí se realizaban.
Íbamos a salir al exterior para que me mostraran las huertas y unos talleres de cerámica que funcionaban junto a uno de carpintería y escuchamos que Fina preguntaba a los gritos por donde andábamos. Pronto hizo su aparición la MILF del pueblo y nos saludó revoleando los ojos con cierta desilusión al notar la presencia de las monjas gorditas, me apretó el brazo cuando me saludó con un beso en la mejilla y yo también tuve que contenerme para no apretarle las nalgas ante la presencia de las que no formaban parte del “grupo”. Las dos monjas más “veteranas” dijeron de ir a preparar la comida y Gabriela nos dijo de pasar a su privado para conversar de la lista que yo le había pedido. Ingresamos a lo que eran las oficinas de la Dirección y apenas Gabriela cerró la puerta la abracé desde atrás a Fina, le apoyé el “paquete” en sus nalgas y apreté sus dos tetas duras y sin sostén, “tengo “deseos” de romperte el culito y hacerte gritar un rato largo”, -le dije besándole el cuello-. El gemido fue sostenido y fue como un silbato de largada.
Ángeles se le puso delante y la besó comiéndole la boca y Gabriela se prendió soldando los labios a los de mi madre que se desesperaba por meterle las manos por debajo del hábito. “Metelo, haceme la cola, ya vengo preparada”, -dijo Fina y le levanté el vestido para darme cuenta que no traía ropa interior y que su conducto estaba interiormente lubricado. Mis pantalones quedaron a la altura de mis tobillos y acerqué el glande al agujerito palpitante de mi puta MILF. Comencé a penetrarla y cuando ya preparaba el concierto de grititos de dolor y de placer, Ángeles se levantó el hábito y se sentó sobre el escritorio para, luego de abrir las piernas, acercar la cabeza de Fina y estampar su cara en la entrepierna religiosa. Gritar gritaba, pero mucho no se escuchaba, lo único que se escuchaba allí eran los golpes de mi pelvis sobre los glúteos de mi otrora fantasía juvenil y los gemidos de ambas monjas, una mamada por Fina y la otra por mi madre que acercaba su culo para que mis manos se ocuparan de él.
Se mordieron para no gritar un orgasmo casi simultáneo y las vi besarse a mi madre con la Superior del convento mientras yo le llenaba las tripas a Fina que no podía gritar porque Ángeles mantenía su cabeza firmemente soldada a sus labios vaginales. Nos separamos lentamente y Fina corrió a un baño interno que ya conocía bien, mi madre y Ángeles se ocuparon de limpiar mi verga y al rato salió la esposa de Cosme riendo, aunque se tocaba el culo diciendo:
- Sos el único que me hace la cola y cada vez que me la metés me rompés todo.
- Ya sabés que es mía y a vos te encanta.
- Claro que me encanta, pero, por lo que veo, tenés todo un harem de putas, seguramente con los culos rotos.
- Jajaja, nos mandaste con él y teníamos que pagar los honorarios, -acotó Gabriela besándola en los labios-.
- Aunque nosotras aguantamos un poco más y no gritamos tanto, -afirmó Ángeles con una sonrisa-.
- Eso es porque no te escuchaste cuando te lo rompían, tu culito quedó abierto como una flor, estuve tentada de meter mi mano allí, jajaja, -expresó Gabriela recordándole la cogida en casa-.
- Quiero más, ¿cuánto tiempo te vas a quedar?, -preguntó Fina tocándome la verga flácida-.
- Sólo hasta mañana, pero te aviso que vengo castigado por estas tres putitas, la completaste vos y tengo que andar con cremita para la irritación.
- Hace un esfuerzo mi cielo, yo necesito ese “pedazo” en mis tripas.
- Ahora vamos a recomponernos y nos juntamos para almorzar, acá tenés la lista Gustavo, vos verás en qué nos podés ayudar, -acotó Gabriela dándome una larga lista de productos que necesitaban-.
Mientras almorzábamos un asado al horno que estaba delicioso que noté que los chicos comían por igual, repasé la lista y le pregunté a la monja cocinera si los chicos comían siempre así o ese día era especial, “es especial, el presupuesto para las comidas es bastante austero”, -me contestó y supe que una partida de subsidios debería ser destinado a la comida-. La variedad de las empresas de Graciela que yo administraba cubría muchas de las necesidades en mobiliario y ropa, las constructoras podrían aportar el personal de mano de obra y los elementos para refaccionar todo el convento por fuera y por dentro, lo mismo para colocar todo el sistema de calefacción central. Yo tachaba algunas cosas superfluas y agregaba otras a la lista de necesidades a cubrir, Gabriela me miraba intrigada, pero no se animaba a preguntar nada, hasta que no aguantó más y se acercó a mi lado…
- ¿Qué es lo que estás agregando?
- Hay que hacer refacciones y pintar todo el convento, cambiar las camas, poner colchones nuevos y ropa de cama suficiente, además de armarios individuales, cambiar la cocina por una industrial de más hornallas, colocar una heladera más grande, arreglar los baños, cambiar los sanitarios y las duchas, hay que instalar un sistema de calefacción central, agrandar los dormitorios y…
- Pará, pará, no seas apurado, ¿cómo vamos a hacer para costear todo?, ni la Municipalidad ni la Gobernación pondrán un Peso en esto.
- Ni falta que hace, yo administro y tengo poder de decisión sobre varias empresas que utilizaremos, eso sin contar las empresas que tiene mi novia y no será un gasto extra, todo se deduce de los impuestos, les guste o no, pagarán ellos.
- Pero, pero…
- Dejame terminar, hay que poner Internet y enseñar a los chicos el funcionamiento de la Informática, no pueden salir de aquí y encontrarse con que son burros de carga con escasez total de conocimientos modernos. Todo esto implicará un gasto enorme para el común, pero que no es tanto para el conjunto de las empresas, después vendrán los subsidios para hacer frente a profesores y a mejor comida y para que no falte nada, ¿tienen algún vehículo disponible?
- No, vamos al pueblo en bicicleta, estoy enloqueciendo, ¡Fina, nos bajaste un ángel!
- Te dije que se podía contar con él y seguramente tendrá más, -mi madre miraba asombrada y orgullosa-.
- Efectivamente, “deseo” que Fina y mi madre se ocupen de controlar la buena marcha de todo esto, serán administradoras, pero, mis decisiones serán las únicas que cuenten y no quiero a Políticos o arribistas metiendo las narices acá.
- Nosotras dependemos del Obispado y seguramente querrán meter sus manos en todo esto, ya deben estar enterados de la sentencia judicial a nuestro favor.
- Yo me ocupo del Obispo de la zona para que no joda y si es necesario hablaré con el Cardenal Primado, vos Gabriela, serás la encargada del personal religioso y si hay que traer a alguna monja más, ya conocés mis gustos, yo me comunicaré seguido contigo telefónicamente y alguna que otra vez vendré a visitarlas, -con las comunicaciones telefónicas me aseguraría que los “deseos” no claudicaran-.
Después de almorzar dije que daría una vuelta por la huerta, que tendría que hablar por teléfono con algunas personas, entre ellas el Arquitecto de una de las empresas de construcción, ¿qué les parece si me acompañan Elvira, Isaac y Mario y de paso me van contando lo que cultivan y si tienen alguna otra idea para los talleres? Ninguna de ellas puso ningún problema y los chicos se mostraron deseosos de agradarme, nadie sabría jamás que me había gustado el culito parado del rubiecito y el no menos redondito del morochito, sin contar que la cara de putita de la nena me estaba agradando por demás.
Primero hablé con el Arquitecto y le di la dirección para que se llegara el día siguiente con personal que pudiera efectuar labores de pintura, albañilería y electricidad, asimismo que trajera algo de material para comenzar a trabajar desde la mañana. Ya estaba todo en marcha, después se vería que más se necesitaba y tendría que estar presente, había que “desear” que nadie se desfasara ni con los chicos ni con las monjas. Nos sentamos en un banco que había cerca de la entrada de las huertas y hablé con los tres chicos…
- “Deseo” que me cuenten sin mentirme ni tratar de engañarme todo lo referente al sexo, que saben, como se los cogieron y quién se coge a quien aquí en el convento, -les dije mientras me escuchaban atentamente-.
- Yo cuento primero porque soy la mayor, -dijo Elvira imponiéndose ante los varones-.
- Yo después, -acotó el rubiecito Isaac y Mario se quedó callado, pero pronto a contar-.
- Mi mamá trabajaba con hombres y ella me enseñó a chuparla con un “coso” que tenía, primero me ahogaba, pero aprendí a meterlo hasta la garganta, ella no quería que ningún hombre me “agarrara” porque decía que eso había que pagarlo bien.
- ¿Vendió tu virginidad?
- No, porque un novio que tenía me la había hecho chupar varias veces y me hacía tragar la leche y otra vez me la metió en mi culito y me hizo gritar como una loca. Yo no le conté nada a mi mamá porque dijo que me pegaría y otra vez que mi mamá estaba con un hombre, el novio me la volvió a meter fuerte, me lastimó y grité mucho, en eso entró la policía y nos llevaron a todos presos, después me atendieron en un hospital y a los dos días me mandaron acá.
- Pero, al final, ¿te gustó o no te gustó que te hicieran la cola?
- Y, algo me gustó, pero tiene que ser despacio, a veces me la mete el muchacho que nos enseña en la huerta, pero mucho no se puede porque tiene miedo, él no quería y tuve que insistirle porque yo quería saber porque a mí me dolía y a mi mamá le gustaba mucho y siempre les pedía a los hombres que le “hicieran la cola”.
Con lo que me contaba Elvira yo estaba a full y quería acariciarlos y, si se podía, por lo menos hacerme chupar la verga, además ese “virgo” ya tenía las horas contadas y terminaría pidiendo más. Les pregunté entonces si había algún lugar dónde podíamos ir sin que nadie nos molestara por un rato, “el taller de Carpintería está vacío, allí hay un cuartito y yo, a veces, voy con otros nenes y una de las nenas porque quieren que les meta los dedos, con estos dos también porque se las chupan, pero no se les pone muy dura para poder coger”, -dijo con desparpajo y se levantaron para llevarme dando la vuelta por los fondos de la huerta-.
- Acá no viene nadie porque está del otro lado del bosquecito, igual nosotros siempre venimos después de irnos a dormir, -dijo Elvira entrando en un cuartito que tenía una camita y una mesa con dos sillas-.
- Bueno, ahora “deseo” que tengan muchas ganas de ser cogidos y mientras los chicos cuentan, Elvira me la va a chupar toda
- Dale Elvira, chupásela bien y después me coge a mi primero porque hace mucho que no me la meten y me dieron muchas ganas, -acotó el rubiecito-.
- Vos estás muy callado Mario, ¿no te gusta que te cojan?
- Sí, me gusta mucho cuando Elvira me mete los dedos, lo que pasa que a mí me agarraron mis tres hermanos mayores y me lastimaron, me salió sangre, mi mamá se dio cuenta y los mandaron a un reformatorio, pero como ella no podía dejar de trabajar, a mí me mandaron acá, aunque ahora tengo ganas de que me la meta.
- ¡Ohh, qué pedazo de pija!, no me va a entrar en la boca, por el culito capaz me animo, pero me da cosa, -afirmó Elvira al bajarme los pantalones y el bóxer para dejar la verga al aire-.
No le dije nada, la dejé que se esmerara con mi verga inhiesta y acerqué a los chicos para poder acariciar sus nalguitas duras. No tenía lubricante, lo había dejado en la guantera del auto, pero con saliva fue suficiente, dos dedos de cada mano se perdieron en los culitos de los nenes y salvo un par de quejidos porque mis dedos no eran los de Elvira, pronto estuvieron moviéndose y tratando de acercar sus cuerpos haciendo una especie de sentadilla. Mientras eso ocurría la nena se afanaba por meterse la verga hasta la garganta. No le era nada sencillo, se notaba que sabía, pero no pasaba de meterse ¾ partes de la verga ensalivada, los chiquitos se besaban y cuando dejaron de hacerlo el rubiecito me preguntó si ya los iba a coger, al escuchar esto Elvira dejó de mamar y se metió entre los dos chicos, ya estaba sin ropa desde la cintura hacia abajo y acercó sus nalgas diciendo: “Primero yo, que me coja primero a mí”, la decisión y resolución al tomar el tronco y dirigir el glande al agujerito le duró hasta que una cuarta parte de mi verga estuvo instalada en sus tripas.
“Sáquela Doctor, me duele, me duele mucho, es muy grande, no entra, no sea malo, sáquela”, -rogaba con la voz entrecortada por el llanto y se le fue la compostura y la resolución a la mierda-. No me moví, pero no se la saqué y pasé mis manos por debajo de su remera para acariciar sus tetitas incipientes y apretar un poco sus pezones, enseguida el “deseo” tuvo que ver con que se aguantara y le pedí a los chicos que le chuparan las tetitas, resultó, ya no habló, pero su llanto no cesó y se desesperó tratando de zafar cuando entré hasta la mitad. No quería romperla y sin lubricante me era difícil porque su conducto me apretaba horrores. Los levanté a los dos chicos del piso cuando forcé más sus culitos con dos dedos en cada uno y le llené las tripas a la “putita incompleta”. Aunque podía seguir porque mi libido estaba en lo alto preferí dejarlo allí nomás, Isaac me limpió con un trapo húmedo y se agachó pidiendo que se la metiera a él, Elvira salió corriendo para desalojar sus tripas al costado de la casa y entró justo cuando les decía a los chicos que lo dejaríamos para mañana porque quería usar una crema para no lastimarlos.
- Tiene razón chicos, es una pija enorme y me dolió, todavía tengo ganas de más, pero me duele mucho.
- Yo tengo ganas ahora, pero, ¿con crema no nos va a doler?, -preguntó Mario que sabía bien de dolores en su culito-.
- Algo les va a doler, pero no será tanto, Elvira vos preparate porque te la voy a meter por todos lados, vas a tener que traerme a alguna otra nena a la que le guste coger y hay que aprender a lavarse el culito por dentro.
- Bueno, la puedo traer a Amira, parece chiquita, pero el tío se la cogía desde que era más chica. ¿Querés cogernos a todos?
- No sé si a todos, pero, sin pelearse entre ustedes y sin contarle nada a nadie, no quiero que hagan nada con ningún otro adulto y deberán tener sus culitos preparados para que yo los use.
- Es mejor que sea de noche, las monjas se van a dormir temprano y nosotros nos podemos escapar para que nos cojas, -acotó Isaac que no podía contener las ganas-.
- Ya veremos, ahora regresemos a la casa grande y voy a ir a comprar helados para todos.
- Sí, sí, sí, queremos de chocolate y vainilla, -dijeron los tres casi al unísono-.
Volvimos para la casa y las mujeres aún estaban reunidas alrededor de la mesa, estaban haciendo planes sobre los arreglos que había que efectuar y me preguntaron algo con respecto a agrandar los dormitorios para poner a los chicos juntos. Tardé en reaccionar para contestarle a Gabriela, mi mente estaba puesta en los culitos infantiles que andaban dando vuelta por la casa y trataría de “embocar” a todos los que pudiera antes de irme de allí.
- Mañana viene un Arquitecto con algunos operarios, se pondrán a trabajar en las refacciones y hay que buscarle un lugar porque no pueden ir y venir.
- No hay problemas, juntamos las camas de algunos chicos y les hacemos lugar en uno de los dormitorios más alejados, pero nosotras mañana no podremos estar, hace un rato nos llamaron del Obispado y tenemos que presentarnos allí, -acotó Gabriela-.
- No hay problemas, yo las llevo y veremos que quiere el Obispo, ¿es muy lejos?
- Son como cien kilómetros, pero hay que salir temprano.
- Eso no será necesario, yo puedo quedarme a esperar a mi gente y luego las llevo, tardarán menos que al irse en micro.
- Genial, hay que prepararte una habitación, -dijo Ángeles con los ojos brillantes-.
- Que esté alejada, quiero dormir y descansar sin ruidos molestos, -expresé mirándolas a las dos y entendieron que no habría joda-. Ahora me tienen que decir donde se pueden comprar helados porque se los prometí a los chicos.
- Hay que ir al pueblo más cercano, son unos diez kilómetros.
- Bueno, díganme como llegar y mi madre se irá con Fina, si quieren que regresen mañana.
Quedamos de acuerdo con eso, me fui a comprar el helado y no quise que nadie me acompañara, estaba pasado de calentura, el morbo me funcionaba a mil y no quise desperdiciar “polvos” por el camino con ninguna de ellas. Mi madre se despidió, lo mismo hizo Fina y salí del convento pensando en tratar de ubicar una Farmacia para comprar las “pastillitas azules” porque me harían falta, además, si podía, ubicaría un sex-shop para comprar un par de consoladores o algún plug anal, además del gel dilatador, pues me quedaba poco. Acorde a lo que me dijo el empleado de la Farmacia, tuve que irme hasta la ciudad distante a cien kilómetros y el coche respondió a full, si había Policía Caminera ni los vi, el caso es que conseguí lo que quería, un buen consolador con medidas un poco menores que la de mi verga, dos plug anales, tres pomos de gel dilatador con Lidocaína y, aunque me tenté con otras cosas, decidí no llevar nada más, ya vería como hacía Elvira para mantener todo eso oculto, las monjas no hacían requisas, pero, no era cuestión de tentar al Diablo. De regreso compré varias cajas de postres helados que fue lo único que conseguí.
El sol ya se había ocultado cuando entré nuevamente en el camino del convento, ya estaba bastante oscuro en derredor de la mole edilicia y el bosquecito que se veía a un costado de la casa semejaba a un monstruo informe y oscuro, sólo una pequeña lámpara alumbraba la entrada al edificio principal y entendí que las monjas no se largaran a caminar por fuera del edificio después de las diez de la noche. No existían Demonios ni animales salvajes, pero esa oscuridad no era muy tranquilizadora.
Esa noche hubo milanesas con puré de menú y los chicos aplaudieron la iniciativa de la cena, para mejor tenían helado para el postre y la alegría era doble. En el ínterin de la cena hablé con Gabriela sobre esto y acordamos junto con las Cocineras para hacer un menú variado y abundante para cada comida, lo mismo con el desayuno y la merienda, previendo que tendrían una buena heladera de tipo comercial, la empresa distribuidora de alimentos se encargaría de hacerles llegar cada quince días todos los alimentos necesarios, cortes de distintas carnes incluidos.
A las monjas se le caían las lágrimas por lo que yo les planteaba, ese convento que funcionaba como un orfanato para chicos abusados pasaría a ser modelo en su función y los “deseos” insuflados a las monjas para no permitir injerencias de extraños, más la administración de Fina y mi madre apuntaladas todas por mis llamados o visitas con “recordatorios” haría funcionar todo sobre rieles. Ni siquiera me preocupaba por la visita mensual de la Asistente Social que fiscalizaba a los chicos, avisado por Gabriela yo me haría presente cuando tuviera que confeccionar los informes y se “acomodarían” todos, en definitiva, no habría allí ganancias materiales para mí, pero obtendría otros “beneficios” que hacían a mi morbo.
Para las diez de la noche el silencio en el lugar era sepulcral, me encontraba un tanto sobreexcitado esperando a que llegara Elvira y me sorprendió cuando se abrió despacio la puerta y la chiquilla se arrimó hasta mi cama para decirme que los chicos irían en un rato al cuartito del Taller de Carpintería, pero que ella quería sentirme antes como si fuera toda una mujercita. La luz de la luna que entraba por la ventana me hizo notar que estaba totalmente desnuda cuando se sacó por la cabeza una especie de camisón y la metí en la cama sacándome el bóxer. El “deseo” le impediría gritar o gemir en voz alta y mientras la besaba “comiéndole” la boca la dejaba que se retorciera porque mis dedos ponían gel en el agujerito de su vagina apretada y en su culito tentador, “yo me rompí con los dedos”, -me dijo cuándo chupaba sus tetitas y era mejor así, no habría manchas delatadoras. Se movía como una viborita, tenía temblores que se me asemejaban a pequeños orgasmos y la puse en cuatro para poder cogerla a gusto.
“Me duele, me duele, me duele”, -repetía mientras el ariete penetraba y abría su conducto estrecho-, pero, lógicamente, no le haría caso, sus pliegues interiores parecían grabarse en el tronco que precedía al glande, el lugar estaba apretadísimo, pero se la bancaba bien y el gel había cumplido su función. Quedó algo afuera cuando choqué con su útero y el quejido sostenido fue hasta que comencé a entrar y salir, allí comenzó a moverse como si estuviera electrificada y me costaba mantener su cuerpecito ensartado.
El orgasmo se fue gestando y fue una especie de explosión que la dejó temblando, la pendeja gozaba como la que más y eso me encantaba. “Metela en la cola, despacito, pero hasta el fondo y dame la leche ahí”, -pidió girando la cara cuando se sintió recuperada-, allí también había puesto gel y, aunque entré como en cámara lenta, el sollozo no se hizo esperar, no pensaba dejar nada afuera y ella misma se encargó dando un caderazo hacia atrás para calzarla toda, reboté contra sus nalgas mullidas y mi ritmo se incrementó, la cogida fue tremenda y Elvira se dejó caer sobre la cama, aplastada por mi cuerpo, pero sin dejar de moverse, “dale, dale, rompelo más”, -expresaba y supe que esa noche sería tremenda. Acabó cuando le llenaba las tripas y se recuperó rápido, se giró en la cama diciendo que había sido la mejor cogida de su vida, esto me causó gracia y prosiguió: “Es verdad, me dolió un montón, es una pija enorme, pero fue delicioso”, -decía besándome y echando sus bracitos en mi cuello.
Luego me dijo que se había lavado bien el culito, aunque había traído una toallita humedecida y mi limpió cualquier rastro. Allí fue cuando le mostré los “juguetes” que había comprado, le hice ver cómo funcionaban y me dijo que se los cogería a todos con eso, luego me apuró para irnos al cuartito. Antes de salir de mi habitación me tomé la “pastillita” y me llevó por los pasillos oscuros como si caminara en pleno día, lo mismo fue cuando salimos al exterior, mis ojos algo se habían acostumbrado, pero no veía a cuatro en un burro. Al entrar el cuartito estaba oscuro, pero pronto se encendió un velador que tenían en el piso para que no se viera tanta luz desde afuera, allí pude ver que los dos chicos estaban desnudos y con sus pitos parados y Amira que, a pesar de sus casi nueve años parecía de siete, la nena se prendió de mi cuello y me besó sabiendo bien de que se trataba, “vas a ver que a mí no me va a doler”, -me dijo muy segura-.
Me pidieron que me desnudara y que me tirara en la cama, los tres se ocuparon de chuparme y mamarme mientras Elvira se dedicaba a embadurnar sus culitos con el gel y a meterles dedos a mansalva. Los nenes dejaban de mamarme porque se retorcían pidiéndole a Elvira que le metiera más dedos, “no duele, con la crema no nos duele, poné otro dedo”, -le decía Mario que tenía los ojos dados vuelta por el placer-. “Despacito, no te apures”, -le dije a Elvira cuando la vi tomar los dos plug y mirar los culitos de sus amiguitos-. Amira dejaba de mamar y me miraba con los ojos llorosos porque yo le había forzado la garganta, pero la dejé y le pedí que se subiera encima y se penetrara ella. Mi verga estaba ensalivada y su conchita tenía flujos para repartir, igual Elvira me puso gel en el glande, luego esperé a que se lo acomodara en su agujerito. Se quiso apurar y con media verga dentro de sus entrañas amagó con salirse y contuvo el grito a duras penas, el grosor de mi verga no era cosa de chiste y la nena se estaba dando cuenta de eso.
- Tranquila mamita, movete muy despacito y no bajes más, -le dije apretando sus pezones casi inexistentes-.
- No entra papito, mi amor, mi cielo, es muy gruesa, -dijo sorprendiéndome con los epítetos que seguramente ya tenía aprendidos de antes-.
- Te dije, te dije que te iba a costar, recién a mí me la metió toda y también me dolió mucho y eso que soy más grande, -expresó Elvira besándole el cuello desde atrás-.
- Me dan muchas ganas de llorar, pero también me gusta, -decía la muy putita-.
- Dale Isaac, yo te meto el “coso” esté para que se te agrande el culito y vos ponele el otro a Mario, hay que meterlo y sacarlo despacio para que después la verga no te duela.
Ver los culitos en trencito de los nenes y observar como sus nalgas se tragaban los plug, uno ayudado por Elvira y el otro por Isaac, me sacó un poco de quicio, le “desee” a la nena que se aguantara sin quejarse e incentive mis entradas y salidas, si Amira hubiera tenido que gritar habría hecho un escándalo porque hasta a mí me dolió cuando choqué con su útero, lloraba sin parar cuando la cogía con ganas y peor fue cuando le levanté las caderas y cambié de agujero, estuve muy bruto y cuando el glande calzó en el hueco le di un caderazo que “perdió” toda mi verga en su interior. Los ojos se le dieron vuelta y tenía la boca abierta como si fuera una “O” gigante, las lágrimas caían por sus mejillas y le hablé despacio para que se fuera calmando, pronto me hizo caso y se movió mostrándome como la verga entraba y salía de su culito, luego de varias entradas y salidas la dejé salir, se sentó en el piso y trataba de mirarse los huecos dilatados enarbolando una especie de sonrisa boba.
La lubricación con el gel había ayudado para que no hubiera desgarros y ahora quedaban los dos culitos masculinos y a ellos me dediqué. Elvira metía y sacaba el plug del culito de Mario que gozaba sin hacerse problemas por el dolor, tuve cuidado al retirar el plug que tenía insertado Isaac y me mandé a penetrarlo mientras él estaba de rodillas y en cuatro. El rubiecito movía sus caderas, pero se tensó todo cuando el glande traspuso el esfínter, Mario tenía mejor armada sus nalgas, igual me encantó ver como mi verga penetraba el culito del rubio que pedía que fuera más despacio, se notaba que hacía esfuerzos por contener el llanto, pero yo esa noche estaba para romper culitos y no me contuve.
Sólo me quedé un poco quieto cuando estuve instalado pegando mi pelvis a sus nalguitas y los sonidos que emanaban del nene penetrado eran guturales porque tenía su boca contra la almohada, “me duele mucho, me llegó hasta la panza, despacito, despacito porque no se aguanta”, -dijo moviendo la cara-. Eso hizo que comenzara a moverme sacándola toda y volviendo a meterme hasta el fondo, le gustó y pronto movió sus caderas tratando de acompasar la cogida, hasta que se soltó y comenzó a pedir más verga y que lo cogiera fuerte.
Le di con ganas hasta que comenzó a temblar diciendo que le daban las cosquillas y que se hacía pis, su interior me apretaba el tronco e hice esfuerzos para no terminar, aún me faltaba el culito de Mario y cambié de lugar mientras que Elvira se sentaba sobre la cara de Isaac y Amira, ya bastante recuperada, le metía los dedos entre las nalgas. Hice el mismo trabajo, le retiré el plug y cuando esperaba que se pusiera a gritar y a llorar porque su experiencia con vergas no era de lo mejor, me sorprendió, él mismo acomodaba sus caderas cuando el glande ingresaba y se comió todo el tronco sin decir ni pio.
“Dame más fuerte, no me duele nada”, -decía y se movía gozando de las penetraciones-. Tembló una vez con ganas y su esfínter me apretó como si fuera una mano, “otra vez, otra vez”, -decía empujando sus caderas cuando lo penetraba hasta el fondo-. Como fuera, yo no estaba para aguantar mucho más y como ya era evidente que se habían lavado bien, le dije a Elvira que le tocaba tragar, no tuve que repetirlo, giró su cara y absorbió casi todo el tronco con su boca para recibir mi acabada, bastante copiosa. No dejó que nada se escapara y me dijo que mi leche era “riquísima”. Nos acomodamos un poco y Elvira me besó y expresó que mañana en la noche me podría traer a otros dos nenes más, le contesté que ya veríamos porque, en realidad, yo pensaba irme después de dejar todo arreglado, pero era bueno saber que tendría mi propia provisión de culitos gentiles. Me había tomado la “pastillita” y había acabado una sola vez, por ende, mi verga todavía seguía en “pie de guerra”, pero no quise insistir con los chicos, eran un poco pasada la una de la mañana y no quise tentar a la suerte.
Antes de regresar a mi habitación Elvira me llevó a un baño para que me lavara bien y luego de esto me fui a tirar en mi cama, no llegué a dormirme bien, la calentura seguía instalada en mi verga, además, la cama era chica para mi altura y tenía que estar de costado y con las piernas un poco recogidas. Al rato, cuando el cansancio me ganaba la partida, se volvió a abrir la puerta de mi habitación, era Sor Ángeles, tenía puesto un camisón largo y blanco y me movió para despertarme, aunque yo tenía los ojos bien abiertos. Le contesté que ya estaba despierto y la vi sacarse el camisón, la pobre monjita tuvo que tragarse mi verga hasta que traspasó su garganta y la almohada ahogó sus gritos cuando quedó con el culo partido en cuatro y rebosante de leche, para peor fue sólo con abundante saliva y aunque lloró y pataleó, se fue contenta dándome las gracias. Afortunadamente Son Gabriela se dedicó a dormir y me desmayé hasta la mañana en que me llamaron para desayunar.
Luego del desayuno llegó el Arquitecto con el personal a su cargo, le dije lo que quería, los dejé que trabajaran y les di las recomendaciones con “deseos” para que se comportaran bien, después me fui con Gabriela y Ángeles para ver al Obispo. Era evidente que el gordo grasoso quería meter mano a las tierras del convento, pero, muy sutilmente para que las dos monjas no se percataran, dirigí mis “deseos” para lograr que no se metieran con ese orfanato. Salimos de allí con un compromiso escrito del Obispo, ellos no aportarían nada material para el convento, pero tampoco se meterían con las decisiones de la Madre Superiora y no se negarían a los cambios en el personal o posibles nombramientos.
Gabriela estaba eufórica, “estaba segura que su Excelencia nos obligaría de alguna manera a depender más del Obispado”, -decía-, “menos mal que estabas vos, otra vez nos volviste a salvar”, -expresaba y tocaba mi pierna con ganas de pasar a mayores-. Le tuve que decir que todavía estaba irritado, pero que lo dejaría pendiente para la próxima vez que viniera. Ya en el convento el Arquitecto me dijo como se podrían agrandar las habitaciones dejando arcadas para evitar que se resintiera la edificación y que se cambiaría toda la instalación eléctrica, amén de los trabajos de refacciones y pintura, allí nomás le pedí que mandara todo lo necesario con los camiones que se usaban al efecto, que no quería que faltara ni un ladrillo.
Le avisé a mi madre que yo volvería para la casa, me despedí de las monjas haciéndoles saber que comenzaría a mandar lo que necesitaran y tuve una charla con los chicos para que olvidaran todo hasta que yo apareciera nuevamente. Mi madre me cebó unos mates riquísimos y tuve que pararla porque quería “mimos”, al final me dejó dormir tranquilo una regia siesta y era ya oscuro cuando emprendí el regreso, viajé tranquilo y relajado, la experiencia con las monjas y los chicos había sido más que fructífera, ahora había que dedicarse a Elena. Apenas llegué a casa la llamé a Elena, le conté todo lo que había pasado y le dije que ella tendría que decidir sobre las ayudas que debería dar, “no hay problemas por eso, todo pasa por ayuda social deducible, pero no es necesario que yo lo decida, mi padre, antes de irse puso todas las empresas a nombre de los dos, vos podés decidir tanto como si lo hiciera yo”. Eso me dejó totalmente asombrado y le pedí que me explicara bien.
- Eso es lo que me faltó explicarte, puso todas las empresas a nombre de los dos, sólo retirará un porcentaje del 10% de las ganancias para mantenerse cómodo, dice que quiere disfrutar tranquilo y que vos sabrás como proceder con todo y para mí, lo que decidas estará bien.
Ella no sabía de determinados entretelones, pero yo supe al instante que la conversación con “las tías” debía haber sido bastante perentoria y directamente lo habían sacado del juego haciéndole dar un paso al costado. Jamás me enteraría lo que se había hablado entre ellos, salvo que ellas quisieran contármelo en alguna oportunidad pues yo no les preguntaría nada, pero a mí me venía muy bien que mi suegro no anduviera jodiendo tratando de meter baza en lo mío con Elena. Esa noche, en mi cama y en mi casa, descansé muy bien y me levanté totalmente recuperado, ni huella quedaban de los días pasados, me acordé de Fina, pobre MILF, ni siquiera la había saludado cuando me fui del pueblo, ya habría oportunidad de visitarla nuevamente y ponerla nuevamente culo al norte.
El día había amanecido bastante fresquito y me fui a la oficina después de haber tomado algunos mates, allí me encontré con Haydee, estaba hermosa, elegante como siempre, calzaba botas de caña alta, tenía puesta una camisa con volados debajo de una campera de media estación y una pollera tableada que no llegaba a ser minifalda, pero le quedaba a medio muslo y destacaba sus nalgas paradas. La saludé con un beso notando como se le iluminaba la cara, le pedí las novedades y me dijo que llamaría a los Abogados para que me dieran las novedades de las Causas que llevaban, le pedí que no lo hiciera, “si no son novedades importantes, no tengo ganas de escuchar a nadie con dramas”, -le contesté y verdaderamente, no tenía ganas, ya me enteraría si había algún impedimento o escollo en alguna de los Juicios-.
- Lo más importante es lo que tiene para dejarle la Doctora Gracia, felicitaciones, el Señor Arcenosky le pasó el mando de todas sus empresas, todo fue puesto a nombre de su hija Elena y de usted.
- Bueno, gracias, ya me enteré anoche cuando hablé con Elena, que me traiga lo que firmó mi futuro suegro, tengo que estudiar bien eso, con el Estudio, la Administración de las empresas de Graciela y esto no me va a quedar tiempo para nada más.
- Algo de tiempo se tendrá que hacer, mi mamá insiste en que venga a cenar una de estas noches.
- Decile que le agradezco, pero me da no sé qué hacer que cocine para mí, prefiero invitarlas yo a cenar a un buen restaurant.
- Ni hablar, a ella le encanta cocinar, con el tema de la casa y la ida al Salón de Belleza anda hecha una sílfide.
- Bueno, agendame eso para un par de noches, ¿vos cómo andás?
- En el aire Gustavo y con las ganas desatadas, me siento una mujer nueva, sometida a mi hombre, sumisa y con ganas.
- Jajaja, sos terrible, mejor lo dejamos acá porque vas a terminar acostada sobre el escritorio.
- Vos decidís, yo siempre estaré dispuesta.
Se fue moviendo las nalgas y se me cruzó por la cabeza hacerla recostar sobre el escritorio y perder mi verga entre sus nalgas, pero, venía cómodo y con resto, podía aguantar. Al rato me trajeron el papel de la Cesión de Bienes y me entretuve un rato leyendo, era evidente que “las tías” lo habían “apretado” feo a mi suegro, salvo lo que retiraría cada seis meses y que le permitiría vivir como un rey en el exilio, no le había quedado nada a su nombre, todo estaba en partes iguales para con Elena y conmigo, ya sólo me quedaba casarme y tener hijos, pero, por el momento…
Al mediodía me fui a almorzar con mi novia, la fui a buscar a una de las empresas que hacía de Sede Central del entramado empresarial y apenas entré noté que ya estaban todos enterados de la novedad, el trato era casi genuflexo y, aunque yo no necesitaba eso, me hizo bien sentirme “el dueño”, pues, en la práctica, lo era, Elena jamás discutiría nada de lo que a mí se me ocurriese hacer. Se le iluminó la cara y la mirada cuando entré en su despacho sin que nadie me detuviera y me saltó encima para comerme a besos, le apreté las nalgas por sobre su vestido exclusivo y me sentí genial, como esas nalgas no existían.
Yo podía venir cómodo y bien cogido, pero la presencia de Elena me movía toda la estantería, “cerrá la puerta y que no nos molesten”, -le dije-, fue suficiente, trabó la puerta y se acercó a donde estaba sentado, mi verga estaba al aire, mis pantalones en los tobillos y ella se levantó el vestido y se sentó penetrándose por la vagina empapada. El suspiro fue largo, puso mis manos en sus tetas, me abrazó para besarme usando toda su boca y comenzó con un movimiento de caderas que me tuvo a punto enseguida. Subía y bajaba sólo moviendo sus nalgas, se cogía ella sola a placer usando todo mi cuerpo, sus músculos me apretaban y los dos orgasmos casi seguidos le quitaron el aire. Terminaba de temblar en su segundo orgasmo y apretándola fuerte de la cintura me dejé ir, la inundé incentivando su placer, no nos cuidábamos y no nos importaba, lo que tuviera que ser sería.
Elena se quedó aferrada a mí y dejó escapar unos sollozos, yo sabía que tenían que ver con el problema que habíamos tenido y la dejé sin decirle nada, despacio se fue deslizando hasta mis pies y se ocupó de limpiarme con su boca.
- ¿Pedimos el almuerzo acá?, -le pregunté cuando estuvo lista-.
- No, vamos al restaurant, ya pedí una mesa, quiero que me vean con mi hombre, -contestó orgullosa-.
- Se van a poner celosos los buitres que te rondan.
- Jajaja, yo soy la “figurita difícil” para cualquiera de ellos, pero si hace falta me pongo un collar, una correa y me llevás demostrándole a todos quien es mi dueño.
La miré fijo cuando me dijo eso, pero Elena me mantuvo la mirada dejándome claro que no bromeaba con lo que me decía, estaba total y absolutamente entregada a mí y no tendría empachos en demostrarlo. Yo no pensaba ponerle ningún collar ni la compartiría, pero me hacía sentir un tipo distinto su entrega incondicional, ¡BENDITOS DESEOS!
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏