EL PODER DE LOS DESEOS. (18).
Cumplo con Edith y, aun sin apurarme, ahora sólo resta “cobrar” esa deuda. Olvidarme de cumplir algunos “deseos” puede ser dramático, sin darme cuenta el gordito-cortito había quedado de lado. Una nueva vuelta por el pueblo para ir al convento donde volví a hacerle pagar al que me las hacía..
EL GORDITO-CORTITO – REPARTIÉNDOME. (18).
Bañado, perfumado, cambiado y de punta en blanco llegué a la Universidad una media hora antes de que comenzara el examen, sabía que el Profesor era un animal de costumbres y podía estar en sólo dos lugares, bien en su oficina o en la sala dónde tomaría el oral a una enorme cantidad de alumnos, muchos de los cuales volvían a intentar eximirse de esa materia casi fundamental. Tuve suerte en el primer intento, estaba en la oficina acompañado de sus dos ayudantes de práctica. No tenía Secretaria, golpeé al pretender entrar y salió uno de sus ayudantes para decirme que el Profesor no atendía a alumnos antes del examen, no le llevé el apunte, me limité a darle mi tarjeta personal con el logo del Estudio Jurídico y su palidez fue notoria. Yo no dejaba de ser un caso raro en esa Universidad, me había recibido muy jovencito con muy buenas notas y estaba al frente de uno de los Estudios Jurídicos con más renombre en el país, “creo que enseguida lo atiende Doctor”, -me dijo el ayudante sin siquiera preguntarle.
Me hizo pasar anunciándole que lo buscaban y el veterano Profesor levantó la vista de unos papeles que tenía en el escritorio, lo noté más viejo, aunque con la misma cara de amargado de siempre o peor. Afortunadamente no eran todos así, pero la gran mayoría se dedican a ejercer como Profesores porque su mediocridad no les daba para ejercer la práctica de su profesión, mucha Teoría, Libros y Poder para ejercer determinada presión sobre los alumnos, pero, si los dejaban todo un día recorriendo los pasillos de los Tribunales terminaban internados en un hospicio.
- ¿Cómo le va Doctor?, qué raro usted a esta hora en la Universidad.
- ¿Qué dice Doctor?, veo que no cambian sus métodos, vengo a verlo porque “deseo” hablar unas palabras a solas con usted, -de inmediato hizo salir a sus Ayudantes-.
- Bien, usted dirá…
- “Deseo” que les dé una mano a tres de mis pasantes, ayúdelas con las respuestas y no tienen que sacar menos de un “ocho” en su calificación, aquí tiene los nombres y después que ellas salgan del salón con sus notas olvidará usted todo lo hablado conmigo.
- Perfecto Doctor, no se hable más, se hará como usted dice.
Me fui de allí luego de saludarlo y juro que me vi tentado de hacerle hacer alguna cagada, no sé, la primera maldad que se me ocurrió es que le pidiera sexo a una alumna para aprobar, pero a viva voz o tocarle las tetas a otra mientras exponía, no me olvidaba que fue el único Profesor que me había bajado el promedio de mis notas, con él fue el año en que tuve un promedio de 8,75, todo por ese puto “seis” que me puso a regañadientes. Como fuere, alguna se me ocurriría, pero no ese día, ese día-noche tenía que salir todo bien.
Apenas salí de la oficina del Profesor y doblé en el primer pasillo escuché un chistido, me volví y era Edith con sus dos amigas, enseguida me las presentó, las dos morochas de cabello semi corto y con una altura similar, no llegaban al metro con setenta, Maira tenía unos anteojos redondos, facha de “mosquita muerta”, estaba de pollera, remera y una campera liviana, pero, las dos tetas ocultas debajo de la campera abierta no coincidían con su físico esmirriado. La otra se llamaba Luna, vestía de jeans, campera incluida y no estaba mal, aunque era “del montón”.
- Estaba preocupada y no sabía que hacer Doctor, -acotó Edith un tanto nerviosa, al igual que sus compañeras-.
- No hay problemas, ya hablé, no las va a presionar, luego hablamos, no quiero que nos vean juntos, pero espero no menos que un “ocho”.
- La Virgen de Coromoto lo escuche Doctor, si sacamos un “ocho” le hacemos una fiesta.
- Jajaja, no hables de “fiesta” conmigo, siempre soy muy mal pensado.
- Pasado mañana le cuento, jajaja, nosotras somos muy “amigas”.
No la quise hacer más larga y me fui de allí, contento y con el ego alabado porque las miradas de las amigas de Edith habían sido muy alevosas, aunque, verdaderamente, la única que me interesaba era la venezolana. Por otro lado, había utilizado los “deseos” y sentía los “tironcitos” en la entrepierna, pero estuve decidido a imponerme y no dejarme llevar, admito que pensé en Elena y en el culito del gordito que había conocido en el Tigre, pero era preferible irme para casa y fue lo que hice.
Me puse cómodo después de darme una buena ducha que me ayudó con mis “ardores” y repasé algunas cosas que venía estudiando, no daba para mucho más, a lo sumo un par de recorrido por las Redes Sociales y la continuación de las noticias por el tema del desfalco con las tarifas de energía, algo que había que seguir, más o menos de cerca, porque “a rey muerto, rey puesto” y no sería nada raro que alguno quisiera heredar la posta con ese impuesto u otro para seguir cagando a la gente usando a la empresa.
Me fui a dormir pensando que el día siguiente ya era jueves, los días se pasaban volando y se me ocurrió que podríamos irnos con Elena el viernes a la tarde al pueblo, era probable que, estando con mi novia, las posibilidades de andar metiendo mi verga en otros culos y culitos disminuían, pero, ese era el “juego”, a lo sumo habría que buscarle la vuelta, me había encantado lo caliente y desenvuelta que había resultado Amira, la nenita había sufrido un poco mi verga, aunque también le había encantado y Elvira siempre podía conseguir algún culito más.
El jueves pasó sin novedad, salvo algunas chanzas en la mañana con Haydee porque aún seguía dolorida de su culito anteriormente maltratado y el consabido “polvo” con Elena sobre el sofá de su oficina en horas del mediodía. Por lo demás, el día se me hizo largo y aburrido. Edith me había llamado enloquecida de contenta porque las notas, para ella y sus amigas, habían sido un “ocho” y que, extrañamente, el Profesor las había ayudado calmándolas y ayudándolas con las respuestas, comentó que tenía ganas de darme un “regalo” (fue muy suspicaz cuando lo dijo) con la amiga Maira, la de anteojitos, pero le dije que se tomara el día porque yo no estaría en casa.
El viernes me levanté, bañé, cambié, puse alguna muda dentro de un pequeño bolso de mano, mis cosas de baño y me senté a disfrutar de unos regios mates, el silencio de la casa era algo así como mi cómplice y disfruté de las infusiones, luego encaré para el Estudio. Iba conduciendo y pensé concretamente en la posibilidad de hacer un trío con Haydee y con Dora, su madre, seguramente sería un “polvo” para recordar, las dos morochas era un “fuego candente” y no me disgustaría “usarlas” a gusto, además, a ellas no les importaría y colaborarían con ganas. Acababa de almorzar con Elena y pensaba retirarme a mi casa, pensaba pasar una tarde descansada esperando el momento en que mi novia se desocupara y así salir para el pueblo. Ni siquiera habíamos tenido algunos “roces” íntimos con ella, quería estar descansado para conducir tranquilo. Apenas subía al auto cuando vibró mi celular, era un número desconocido y lo atendí igual…
- Hola Doctor, disculpe que lo moleste, soy Amalia, la mamá de Dani, el nene que usted sacó del agua.
- Si señora, la recuerdo, ¿cómo anda el gordito?
- Tengo un problema enorme Doctor, no come, no duerme, tiene temperatura, llora constantemente y pide verlo a usted, yo sé que debe estar muy ocupado, pero no sé qué hacer.
- No entiendo señora, ¿qué quiere usted que haga?, -le pregunté recordando que había deseado que Dani me la chupara, que me diera su culito y luego me había desentendido completamente de él y eso le estaba generando problemas graves.
- Necesitaría que venga a verlo y hablara un par de palabras con él, no sé qué más hacer, el Médico que vino a verlo dice que es todo producto de lo que pasó, pero parece un zombi.
- Está bien, me agarra con tiempo, deme una media hora y dígame dónde la encuentro.
- Le paso la dirección de mi trabajo, yo estaré esperándolo y luego vamos a mi casa.
Yo ya sabía lo que le podía estar pasando, pero, lógicamente, no podía ni opinar del tema, luego de encontrarnos nos fuimos para su domicilio, entramos con la madre a la casa y me sorprendí, en nene estaba acurrucado en un sofá, tenía los ojos como idos, el ambiente estaba bien calefaccionado y tenía puesto sólo un slip que no llegaba a tapar bien sus pulposas nalgas. “Hola Dani, vine a verte”, -le dije y recién allí se giró esbozando una sonrisa-, fue lo único que expresó porque vio que también estaba la madre y lo siguiente que hizo fue estirarme los brazos para abrazarme. Me sentía incómodo con la situación y la madre opinó, “me siento muy mal, esto es todo por la falta de la imagen paterna”.
Le pedí que no se hiciera ninguna “película” y que le diera algo caliente para tomar, “un café con leche le vendría bien”, -acoté-, fue para la cocina a prepararlo y antes de que el nene se largara a hablar le hice señas para que no lo hiciera, luego fui a la cocina detrás de la madre. “Amalia, “deseo” que te despreocupes y me dejes a mí con el nene, quiero que regreses al trabajo y te quedes tranquila, llamame antes de volver”. Me agradeció, se despidió del nene que ya se notaba que estaba mejor y me dijo que hiciera lo que creyera necesario, aunque ella ya lo veía mucho mejor, “andá tranquila, esto es todo producto de la tensión que pasó cuando cayó al agua y recién ahora está dejando salir todo”, -le dije porque se me ocurrió en el momento, además, le servía de excusa en su trabajo-. La madre se fue y lo miré a Dani, aun sin saber nada sobre vergas y cogidas o culito roto, el gordito cortito desesperaba por tener mi verga en su boca y en sus tripas, para mejor, ganas de satisfacerlo no me faltaban
- Tremendo susto se llevó tu mamá, ¿te vinieron todas las ganas de golpe?, -le pregunté sonriendo-.
- Pero vos me lo dijiste, dijiste que te la tenía que chupar y que me la ibas a meter en el culito. No viniste y yo no podía dormir a la noche, transpiré mucho, el cuerpo se me ponía muy caliente, me mareaba y me daban ganas de gritar, mi mamá se asustó porque me preguntaba y yo no sabía decirle que me pasaba, lo único que quería es que vinieras.
- Yo quiero cogerte y abrirte despacio ese culito gordito, lo que sucede es que sos muy chiquito y no sé si aguantarás, si nunca hiciste nada te va a doler mucho, -le dije, aunque tenía ganas de cogerlo a full-.
- No importa, vos meteme el pito y yo te digo cuando no aguanto, porfi, vos solo podés meterlo en mi culito.
Estaba desencajado y yo ya no tenía ninguna excusa, le dije que se desnudara y me esperara en su cuarto porque iba hasta el auto a buscar algo, “bueno, pero, ¿me vas a meter todo el pito en el culito cuando vuelvas?”, -preguntó deseoso y ya mi morbo andaba por las nubes-. Fui a buscar el gel y al regresar trabé bien las puertas, luego me fui a la habitación de Dani. La imagen era para inmortalizarla, el gordito estaba tirado en la cama, boca abajo y su culito duro y parado sobresalía como si fuera un “llamador de vergas”.
- “Deseo” que estés muy caliente, con muchas ganas y que disfrutes, pero no quiero que grites ni te quejes en voz alta, te va a doler y luego te va a gustar.
- Sí, te lo prometo, ¿no te la tengo que chupar antes?, yo ya sé porque vi un video.
- Ya veremos, primero deja que te agrande un poco el agujerito del culito, -le dije sacándome los pantalones y el bóxer-.
- ¡Ohh, tenés un pito enorme!, -exclamó cuando vio el falo erecto-.
- Sí y todo esto te tiene que entrar en el culito, se llama verga y vas a ver que será toda tuya.
Me senté a un costado de su cuerpo y acaricié su espalda hasta concentrarme en sus nalgas, apenas lo hice comenzó a gemir y a moverse y fue mejor aun cuando mis dedos con el gel hicieron contacto con su asterisco que parecía latir. Ya que estaba lo hice poner de costado y le dije que se llevara la verga a la boca, pero que no usara sus dientes, tuvo que abrir grande su cavidad bucal, aunque enseguida se me demostró como un glotón y absorbía el glande como si fuera una tetina. Se tensó cuando metí dos de mis dedos en su interior, emitió un tenue quejido lastimero y siguió con la mamada. Apenas si podía meterse un cuarto de verga en su boca, además, la posición no ayudaba y me rozaba con los dientes, pero demostraba entusiasmo en la nueva tarea. Yo no le escatimaba lubricante con Lidocaína y ya había metido tres de mis dedos, los empujaba y los movía circularmente notando como dilataba su esfínter. Dani paraba sus nalgas buscando más acción y se sacó la verga de la boca para decirme que le gustaba y le dolía muy poquito, no tenía sentido esperar más, había que coger ese culito.
Su cuerpito era muy chiquito en comparación con el mío y lo hice colocar boca abajo, el cubrecama enrollado y las almohadas quedaron debajo de su vientre y él quedó con el torso apoyado en la cama y el culito parado a la espera del ariete que lo rompiera. Mis manos recorrían su piel tersa que se le encrespaba cuando mis dedos la rozaban, Dani gemía complacido y se me antojó como “carne para un sacrificio”, asimismo, me extrañaba que no se hubiese quejado más cuando trabajé con los dedos en su esfínter, mis manos son acordes a mi físico y parecía que el nene ayudaba en la dilatación. “No me duele porque yo hago caca grande”, -contestó cuando le pregunté-, ya veríamos que pasaba cuando algo entrara y no fuera caca.
Con el glande y gran parte del tronco bien lubricados, me apoyé y, sin forzar, empujé en el asterisco, sin ninguna duda que Dani lo abría y cerraba a voluntad, pero, a pesar de las ganas, me tuve que contener para no mandarme de una, ¡se veía tan redondito y chiquito!… Ahogó una exclamación de dolor cuando el glande y parte del tronco ingresaron en su conducto estrecho, me detuve unos segundos escuchándolo tragar sus mocos y seguí, entró un poco más de la mitad ayudado por el gel y el conducto me ofreció resistencias, entonces me moví entrando y saliendo suavemente.
- Me dolió un poco, bueno… mucho cuando empezaste a entrar, pero ahora me gusta, tu verga está caliente y dura y me da cosquillas en la panza, creo que me hice pis, -decía moviendo el culito al encuentro de mis entradas-.
- Tu culito me encanta, es suavecito y mullido, me gusta mucho cogerte despacito.
- ¿Esto es coger?, entonces me gusta que me cojan, jajaja, siento mi culito como si tuviera un palo adentro, pero me dan cosas en el pito y me hace temblar, -expresaba Dani que ya movía sus nalgas con más libertad-. ¿Ya me la metiste toda?
- Falta algo y tengo ganas de metertela de golpe.
- Dale, dale ya no me duele y me gusta sentirte, -dijo tratando de levantar sus nalgas, aunque se notaba en la voz que no le era fácil tener semejante verga en sus tripas-.
Su esencia de putito afloraba desde su primera cogida y no era cuestión de frustrarlo, me acomodé tapando su cuerpo con el mío y di el caderazo. El cortito dio un pequeño grito, clavó la boca en las sábanas y se le escaparon los sonidos de algunos sollozos, pero aguantó el “pijazo” como el mejor, me quedé quieto buscando que se acostumbrara, algo que entendía difícil porque la verga latiendo se notaba enorme dentro de su culito redondito, duro y tragón. Llegaba el momento de llenarle el culito de leche, quería dársela en la boca, pero la verga salía con gel, algo de mierda y unas manchitas de sangre, bastante malo me sentí al estar rompiéndolo como para también llenarle la boca de porquerías. El nene volvió a temblar y a contraerse producto de mis salidas y entradas profundas y aproveché el momento para inundar sus tripas, su cuerpo era un bollito debajo del mío y no me contuve, el “ahhhhh” sonó complacido cuando me vacié.
Lo levanté y lo llevé al baño manteniéndolo “ensartado”, si la sacaba de su culito en la cama haría un enchastre monumental y, aun cuando hubo unos quejidos, Dani se reía porque decía sentir mucho “el palo” en su culito. No tenían bañera y no pude ver su asterisco abierto porque se la saqué, lo senté rápido en el inodoro y me giré para lavarme en el lavatorio mientras él vaciaba sus intestinos, luego abrí el agua caliente de la ducha y cuando estuvo a punto le dije que entrara detrás de las cortinas para lavarlo. Usé un rociador que tenía y él se agachó mientras yo le mandaba agua entre sus nalgas, me senté en un banquito que allí había y no dejé rastros lavando bien su culito y todo su cuerpo, luego saqué el rociador y me bañé yo, Dani aprovechó y se adueñó de mi verga morcillona para metérsela toda en la boca, me hizo calentar nuevamente porque medio atragantado decía que le encantaba y se esforzaba para que entrara toda, mi mano tapaba prácticamente todas sus nalgas y había jabón en gel.
Lo senté de frente para besarlo y comerle los labios, no sabía mucho, pero no importaba, abría la boca y se dejaba recorrer el interior con mi lengua, “cogeme de nuevo”, -pidió al liberarse de mis besos y lo acomodé llevando el glande con mi mano hasta su asterisco, aun dilatado, le costó y hacía un sinfín de gestos a medida que se la “tragaba” con sus nalgas, yo bajé la cabeza para chupar sus tetitas de gordito y lo tomé de los hombros para sentarlo de golpe. No pudo evitar gritar y las lágrimas le afloraron, ya no me importaba si lo rompía del todo y me levanté del banquito para apoyar su espalda en la pared, él había cruzado sus piernitas por mis caderas y entré y salí con ganas sin darle ni cinco de pelota a sus quejas, “me duele, me duele, me duele”, -decía, pero se aferraba tratando de mover el culito para gozar de su primera vez, me hice a la idea de terminar rápido y cuando estuve a punto la saqué de su culo limpito y se la mandé en la boca, entró hasta la mitad y en medio de toses y arcadas, le llené la garganta con lo que quedaba.
Todavía caían algunas lágrimas cuando le dije que me la tenía que limpiar con su lengua, lo hizo bastante bien y quedé satisfecho, le había dado la cogida prometida y lo senté en el bidet para que el agua fría ayudara a que el asterisco se contrajera. Ya me quería ir, lo sequé viendo que su culito de nalgas redondas tapaba bien el ano aun enrojecido y dilatado, “deseé” que se cambiara, que no hiciera asustar más a la madre y que se dejara coger por sus compañeros más grandes, ¡qué joder, la verga le gustaba y había que dejarlo liberado!… Faltaba lo más importante, que se olvidara de mí, lo mismo hice llamando por teléfono a la madre, avisándole que Dani estaba bien, que se había quedado dormido y que me olvidara apenas cortara la comunicación, la “colorada” no valía como para intentar un “polvo” con ella y me evitaba problemas. Ordené la casa antes de irme y regresé a mi casa, por el culito del gordito había sacrificado gran parte de mi descanso y apenas llegué me tiré en la cama para relajarme. Me despertó Elena llamándome para saber cuándo salíamos y me fui a buscarla.
Estaba con un estilo deportivo de jeans, remera y zapatillas, pero resplandecía, conversamos de trivialidades, me cebó mates durante el viaje y, como llegamos un poco tarde, nos fuimos a directamente a un hotel, si paraba en casa de mis padres revolucionaría todo y ameritaba estar solo con mi novia. Recordé el culito del gordito mientras la penetraba y se quejaba mezclando el dolor y el placer por el tamaño de mi verga, pero eso me sonaba como música a mis oídos, sus conductos seguían siendo estrechos y no había que prohibirle nada para que aguantara.
Su boca me hizo delirar, su culito otro tanto y terminé llenándole la vagina, me reía con ella porque le dije que, a ese paso, iba a tener quintillizos. Dormir abrazado a ella o, mejor dicho, con ella abrazándome recostada sobre mi cuerpo me otorgaba una paz inusitada, no importaba si había cierta incomodidad, en medio de la noche nos acomodábamos sin darnos cuenta, lo importante era dormirnos abrazados. A las nueve de la mañana estábamos frente a la puerta de la casa de mis padres y toqué la bocina del auto, mi madre no tardó en salir y comenzar a dar gritos de alegría.
Me saludo a mí con un abrazo aplastando sus tetas en mi torso y después me dejó de lado para dedicarse a “chusmear” con mi novia sus “cosas de mujeres”. Mi hermana tampoco estaba y ya me imaginaba que Clarisa andaba “apuntando sus cañones” hacia alguna pareja, aunque todavía no tenía claro si era mujer u hombre, lógicamente no quise preguntar para no ponerla en un predicamento a mi madre, ya me enteraría por boca de mi hermana, de todos modos, no me sentí molesto, claro está que, de existir alguien, averiguaría bien como era, a mí no podría mentirme.
Elena habló con mi madre sobre el convento, cambiaron algunas impresiones y dijeron de irse para el lugar, como imaginarán “Pepino el conductor” tuvo que conducir el auto, pero no me jodía, estando allí buscaría el modo de irme para el cuartito del taller, algún culito complaciente encontraría. Sor Gabriela nos recibió con abrazos, pero fue un tanto comedida conmigo, en cambio Sor Ángeles fue más demostrativa al abrazarme y besarme en la mejilla, aunque no lo fue menos con mi madre y con Elena cuando se la presentaron.
No vi mejoras de pintura en el frente, apenas algunos remaches en las paredes y varias grietas tapadas con las llamadas “llaves”, pero al ingresar al convento el cambio fue sustancial, el gran recibidor o living estaba pintado en su totalidad, alabé el trabajo mientras las otras monjas y algunos chicos nos saludaban y nos llevaron a recorrer las habitaciones. Habían cambiado todo, las camas nuevas estaban bien distribuidas, cada una tenía un placard chico para las pertenencias y grandes arcadas separaban lo que antes eran habitaciones únicas que pasaron a ser más grandes. Noté que había enchufes nuevos, índice evidente que habían trabajado en la red eléctrica interna del convento, además, grandes tubos para los que serían las conexiones para calefacción, columnas cubrían los que estaban junto a las paredes y en el techo se veían descubiertos, pero bien acomodados, saludamos a los operarios que trabajaban en el lugar y pasamos para el lado de la cocina, la heladera y la cocina de acero inoxidable brillaban nuevas y estaba todo muy pulcro y ordenado.
Gabriela nos explicó que trabajaban en los baños y en los dormitorios de las chicas y los de ellas, era indudable que la pintura y los arreglos junto a los muebles nuevos, daban mejor onda al lugar. La Madre Superiora nos explicó que las mejoras, la mejor comida y el lugar en sí implicaba que mandaran más chicos, aun cuando no fueran sólo abusados, estaban en conversaciones por esto, lo que implicaba más personal, una Psicóloga en el lugar, una Asistente Social y con Internet se podrían cursar materias de nivel Secundario. Estaban todas entusiasmadas hablando, decidieron almorzar allí y yo dije que me daría una vuelta por la huerta y las otras instalaciones, faltaba como hora y media para que estuviera listo el almuerzo y “deseé” que no me jodieran hasta esa hora, así me aseguraba que nadie me buscara y le hice una seña con la cabeza a Elvira cuando me fui para el lado de la huerta, la nena entendió enseguida y cuando llegué al cuartito no tardó en arribar trayendo a Amira y a un nene rubiecito de unos nueve años que aparentaba ser un sumiso en potencia.
Las dos nenas se comportaban muy modositas y pensé que algo había cambiado o que tendría que actualizar mis “deseos”, pero Elvira me dijo que Carlitos no sabía nada de mí y estaba un poco asustado, aunque ya había probado sus dedos y que le gustaba mucho cuando le metía el “coso” más grande que les había llevado, según me contó y él corroboró, desde los ocho era cogido por el tío con el cual vivía, la tía los descubrió, el adulto fue preso y la tía no quiso seguir teniéndolo en la casa, por eso es que estaba en el convento. “Bueno Carlitos, no tengas miedo, conmigo vas a sentir mucho placer”, -le dije acariciando su espalda y luego parte de sus mejillas, lo que provocó que volcara su cara sobre mi palma como si necesitara de más caricias-, “ahora “deseo” que tengan muchas ganas de ser cogidos y que comiencen a chupármela”, -les dije a los tres y fue como una campana de largada-. Elvira comenzó a besar a Carlitos y se tocaban todo el cuerpo a medida que se desnudaban, era una batalla de lenguas y de manos que se sabían acostumbradas a desnudarse rápido.
Mientras tanto, yo me había sentado en la cama y la dejaba a Amira que me sacara los pantalones, los ojos le brillaban a la putita y me pidió que se la metiera por el culito, “ponete crema para que no me duela tanto, vos tenés la pijota muy grande”, -dijo babeándose de las ganas-. Si había algo que no olvidaba cuando iba al convento era el lubricante anal con Lidocaína, siempre lo llevaba en el auto, pero, ante la posibilidad de “ponerla” moraba en el bolsillo interior de mi saco, en ese momento, campera.
Se sacó rápido el pantalón de gimnasia que tenía, lo hizo junto a su ropa interior y quedó con la remera y la camperita puesta, ella misma sabía que lo que más interesaban eran sus agujeritos. Se acomodó dejando su culito a disposición de mis dedos y procedí con el gel escuchando sus gemidos de satisfacción. A mi costado Elvira y Carlitos estaban completamente desnudos, la pre adolescente se había metido un plug en el culo y se notaba que fruncía y relajaba sus músculos anales para sentirlo mejor. Igualmente, lo más interesante estaba dado porque le metía al nene el consolador completo en su culito predispuesto, no era tan grande como mi verga, pero tenía un tamaño respetable que parecía no sentir y el muy putito colaboraba moviendo sus caderas acoplando las entradas y salidas, gemía levantando la voz y le hice señas a la nena para que lo acallara, ni siquiera le habló, fue más expeditiva y le tapó la boca con la mano libre mientras movía la otra con ritmo de cogida profunda.
Ya le había dilatado el agujerito a Amira y me pedía con la voz excitada que se la metiera, que quería sentirla dentro de su panza, eso pidió y no la hice esperar. Moví el glande para que entrara despacio y comencé a empujar viendo como su culito se abría y se tragaba toda la cabeza de mi verga, “despacio, despacio que me duele, es muy grande”, -decía con un hilo de voz, pero no amagaba a quitarse-.
- Me encanta ver como mi verga se pierde dentro de tu culito chiquito.
- A mí también me gusta, me duele, pero parece que me metieras un palo duro y caliente que va a llegar a mi panza, ¿por la conchita también me la vas a meter?
- Sí mi cielo, por todos lados, -le dije notando al sacarla que mi verga no estaba sucia y aproveché-.
Cambié de lugar y emitió un quejido mezclado con placer cuando se la metí en la conchita anegada, lubricaba como la que más y se enloqueció cuando daba un par de bombazos en un lado y luego pasaba al otro, “no me dejes nada afuera”, -alcanzó a decir antes de temblar, contraerse y volver a temblar, se movió tanto que mi verga se salió y ella se tiró en la cama quedándose quieta, su orgasmo había sido devastador. “¡Cómo se nota que le gusta coger!”, -acotó Elvira y me pidió que se la metiera a ella por su conchita recientemente desvirgada-. Sólo atiné a sentarme en la camita y ella no perdió tiempo se sentó encima y dirigió el glande con su mano, era aún más estrecha que Amira y ahogó un grito cuando se la metió toda por el apuro, yo también sentí cuando el glande chocó con su útero y le pedí que se moviera con suavidad, “no lo puedo evitar, me gusta mucho más que por el culito, Carlitos quiere que lo cojas duro, así me pidió”.
Lo miré al pendejito y estaba de espaldas en un costado de la camita, había levantado las piernas y se metía el sólo el consolador a la vez que emitía sonidos emanados de su propio placer. Varios entradas y salidas más en la conchita de Elvira y ella también explotó en un orgasmo impensado que la dejó satisfecha, yo tenía los huevos a reventar y me aguanté sus temblores pensando en el culo del nenito. Se la saqué despacio y ella me lo agradeció con la mirada, entonces me corrí hacia Carlitos.
Abrió los ojos cuando le retiré el consolador y sin cambiar la posición me pidió que le diera un besito mientras se la metía. Elvira había dicho que quería rudeza y lo recordé justo cuando le apoyé el glande, el orificio estaba dilatado por el consolador y no hubo mayor problema cuando entré una cuarta parte de mi verga, después la cosa se complicó. Noté la resistencia que me brindaba su conducto, era algo lógico porque mi grosor excedía bastante al del consolador y le “comí” la boca antes de meterle toda la verga de una y sin contemplaciones.
Se movió, pataleó y trató de gritar, pero mi boca se tragó su grito, los ojos se le agrandaron llenándose de lágrimas y me miraba como pidiendo piedad, pero yo iba por mi descarga, no me faltaba mucho y bombeé como desesperado dentro de su culito desacostumbrado a mi grosor. Aminoré un poco cuando lo sentí gemir, se notaba que le gustaba y movía las caderas buscando más verga, entonces me apuré y me dejé ir llenándole las tripas. Las últimas escupidas se las dejé mirándola a Amira aferrada con su boca a la entrepierna de Elvira que se retorcía.
Era toda una orgía plagada de cuerpos de infantes y escuché a Carlitos que me pedía con voz temblorosa, “no la saques, todavía me duele, la sentí más que la primera vez que mi tío me cogió”, -decía moviéndose con su culito lleno-. Les recordé mi “deseo” para que se olvidaran de ese momento, me resultaba más sencillo que andar diciéndole que guardaran el secreto y todo el “verso” que se estilaba en esos casos, yo sabía que, si alguien preguntaba porque notaba sus culitos dilatados, nadie sabría decir quien había sido. Ellos se cambiaron, lo mismo hice yo y cada cual salió para distintos lados, yo me fui a los fondos de la huerta y los vi a Isaac y a Mario que me saludaron con la mano en alto, al igual que, varios otros chicos, estaban trabajando en los surcos de plantines. Desde allí regresé a la cocina del convento, la mesa ya estaba servida y pasé al baño primero, me lavé bien, no quedó ninguna huella de los que habíamos hecho con los chicos y regresé a almorzar.
Gabriela se había sentado a mi lado y hablaba suelta con las demás, pero su mano se había internado por debajo de la mesa y me tocaba el muslo, más lejos no podía llegar por la posición de las sillas. Me extrañó ese rasgo de audacia en la Madre Superiora y la miré a Sor Ángeles, no daba a entender nada, pero sus ojos brillaban como buscando “guerra” y no precisamente con balas, entonces recordé que aún estaban imbuidas del “deseo” que las llevaba a “calentarse” apenas me veían, con los chicos había terminado sólo una vez e imaginando a las monjas me excité de nuevo.
Elvira gritó desde su mesa preguntando si hoy no había helado y recibió un reto de la monja cocinera, pero Elena dijo que se les podría comprar, yo dije que no tenía ganas de manejar hasta el pueblo y mi madre junto con Elena se ofrecieron para ir en el auto. Nadie se opuso y hubo una algarabía general cuando se levantaron para ir por los helados. La cocinera les dijo a los chicos que los llamarían y procedió a levantar todo, Gabriela y Ángeles me propusieron mostrarme un presupuesto sobre la compra del calefactor central. Imaginé lo que esas dos “putitas religiosas” querían y me fui con las dos al privado de Gabriela, la monja más “veterana” trabó la puerta apenas entramos y Ángeles se sacó el hábito en un santiamén, la siguió Gabriela y ambas se quedaron con las cofias puestas, no sé si a ellas les daría morbo eso, pero a mí me calentaba horrores y me prendí indistintamente a las bocas de una y otra acariciando sus tetas sin sostén. No esperaba las tangas que tenían puestas, aunque eso no hizo más que exacerbar mi libido y las dejé que me sacaran el pantalón y el bóxer.
Mi verga se mostró erecta y dispuesta a recibir la boca de Sor Gabriela que se había arrodillado, la atrapó con las dos manos como si rezara y jugó con el glande pasando la lengua en el meato y en derredor, tardó muy poco en tragarla toda y atorarse la garganta, pero sabía bien lo que hacía y continuó mamando. Sor Ángeles acercó sus tetas medianas para que las chupara y mis manos se ocuparon de su conchita anegada y del asterisco que latía. “¡Ay Señor, ay Señor!”, -decía la monja más joven mientras los dedos de mi mano hurgaban en sus dos agujeritos a la vez, “cogenos porque no tenemos mucho tiempo”, -dijo Sor Gabriela dejando mi verga toda ensalivada-. De inmediato se sacó la tanga y apoyó el torso sobre el escritorio de gruesa madera, Sor Ángeles hizo lo mismo a su lado y, uno más sumido y el otro más mullido, sus dos culos quedaron expuestos ante mi verga enfebrecida.
La antigüedad es un grado y la primera que recibió el pijazo hasta el fondo y sin detenerme fue Gabriela, entró como cuchillo caliente en mantequilla y ella misma se tapó la boca con su mano para no gritar, entré y salí varias veces escuchándola gemir y cuando comenzó a temblar cambié de lugar. Ángeles se había incorporado y seguía el ritmo de las penetraciones acariciando las tetas llenas de la Madre Superiora, ésta gemía y recibía un beso de su subalterna monja que evitaba el grito por su rotura de culo. Pasó igual, varias entradas y salidas después, tembló como enfebrecida y quedó tirada sobre el escritorio tratando de recuperarse del orgasmo tremendo que había experimentado, Ángeles no perdió tiempo y se colocó del mismo modo, sus conductos eran más estrechos, pero ella mordió parte del hábito para no gritar (acorde a los pijazos hubiera sido un escándalo), Lo de la vagina fue bastante pasable, pero con el culo no se aguantó y los sollozos no tardaron en aparecer, “por favor, por favor, me duele, me lo estás volviendo a romper”, -decía sin que le llevara el apunte, de todos modos no se resistía y volvía a gemir apoyando más el culo en mi pelvis-.
Las dos estaban limpias y cuando Ángeles tuvo su orgasmo entendí que mi tiempo de acabar había llegado, les pedí que se prepararan para tomarse toda mi leche y se arrodillaron al unísono, apenas lo saqué del culo de la religiosa más jovencita, se disputaron la leche entre las dos y lograron que nada cayera en el suelo, lo poco que quedó en sus caras fue limpiado por ellas misma en base a lengüetazos y besos. El “rapidito doble” había sido sensacional y me volví a calentar cuando las vi vestirse con sus ropas negras, pero no había tiempo para más.
Al rato regresaron las compradoras de helados y la algarabía se instaló de nuevo entre los chicos, quedamos en regresar al día siguiente y nos fuimos luego de despedirnos, menos mal que había surgido lo de los helados y que no había venido Fina, sino no sé de qué me hubiese disfrazado para tener contentas a esas hembras desatadas. El morbo seguía instalado, la libido no había disminuido y los culos de mi mamá y de mi novia parecía que se movían para mí, pero, conducir de regreso a la casa de mi madre y escuchar las conversaciones sobre lo hablado entre ella, atemperó todo. En la casa estaba Clarisa y nos saludó a los gritos y con abrazos y besos, yo dije de ir a tirarme un rato a su habitación y me contestó que ella iba a bañarse, que sacaba una ropa y salía. Me tiré en la cama viendo que se movía por el cuarto y, sin decir “agua va”, le pregunté:
- ¿Con quién estás cogiendo vos?
- No te enojes, por favor Gustavo, es un chico vecino del pueblo, siempre me gustó y una cosa llevó a la otra, quiere salir conmigo formalmente y hablar con papá, -expresó dejando traslucir el temor por mi supuesta reacción-.
- ¿Qué pasó con Cynthia?, -pregunté sin darle bola a lo que me decía del muchacho y lo notó-.
- Anda en la de ella y no perdona a nadie, está peor que Mora que ya les pide a los viejos que se la cojan y yo no quiero eso.
- Quiero conocer al muchacho y después te diré, -le dije esbozando una sonrisa al enterarme del desenfreno “deseado” de mi ex “noviecita”-.
- Te va a agradar, es muy buen tipo, igual vos podés “entrarme” a mí cuando quieras, ya sabés que mi culo y mi conchita estarán siempre a tu disposición, siento que te necesitaré siempre, sólo tenés que pedirlo.
- Eso espero hermana, andá que quiero dormir un rato de siesta.
Se fue como si se hubiera sacado un gran peso de encima y a mí me venía bastante bien, con ella cumpliría muy de vez en cuando, tanto como para que no se descuadrara, eso atendiendo a lo que me habían dicho “las tías” respecto de su proceder si no las cogía, por lo menos, una vez por año. Estaba oscuro cuando me desperté, mi madre y Elena les habían sacado humo a las lenguas y no paraban, ahora el tema era el de tratar de ver si se podían poner a los chicos en adopción, pero yo no quise opinar al respecto. Un poco antes de que llegara mi padre del negocio apareció Fina, elegante como siempre, aunque quedaba un poco disminuida ante Elena, pero eso sólo yo lo notaba. Se saludaron y se prendieron, a hablar a “tres lenguas”, yo me fui a buscar a mi padre, lo hice caminando y saludé a varias personas conocidas, era agradable notar en sus bocas el respetuoso, “¿cómo está Doctor?” o ¿qué dice Doctor?, era distinto, no era el mismo tono cotidiano, aquí se notaba cierto orgullo en “el Doctor” que había nacido y se había criado en ese pueblo.
El “viejo” estaba cerrando cuando llegué al negocio y luego de los abrazos por los saludos, le dije de ir a tomar algo a la confitería-bar, no era de hacerlo con otros, pero conmigo era “especial”, el dueño nos saludó y lo mismo hizo el camarero, mi padre optó por la cerveza y yo le entré a un gin-tonic, la cerveza no era de mi agrado, luego se lanzó a contarme de la marcha del negocio y me armé de paciencia, su vida era el negocio y la familia. Un par de señoras lo saludaron desde otra mesa y le pregunté capciosamente si no andaba haciendo alguna “diablura”, “estás loco nene, ¿querés que me muera?, bastante tengo con tu madre que está hecha una pendeja”, nuestras carcajadas sonaron en todo el lugar.
Recién se había ido Fina cuando regresamos, cenamos en familia y cuando mi madre dijo de armarnos la habitación le dijimos que ya teníamos una en el hotel del otro pueblo y no hubo lugar a ningún “pero”, después del café nos retiramos y por los modos “mimosos” de Elena, me felicité por la siestita que me había ayudado en la recuperación porque la noche estuvo, sino demasiado, por lo menos, “movida”, nos pasamos un rato largo en nuestro metiers preferido y luego de “llenarla”, Elena comentó que tenía muchos deseos de ser mamá, “seguiremos intentando mi cielo”, -le contesté, ¿qué más podría decir?-.
En la mañana entregamos la habitación y nos pusimos a desayunar, ya me había dicho Elena que nos vendrían a buscar y aparecieron mi madre y Fina, venían en el auto de la MILF y emprendimos la marcha hacia el convento, pasaríamos todo el día allí, algo que no me hacía mucha gracia, demasiados culitos complacientes dando vueltas y yo no andaba con ganas de “jueguitos”, claro que las ganas podían aparecer de sopetón, pero eso no era lo que estaba buscando.
Era domingo y habían terminado de dar la misa, llegamos cuando todos se dispersaban y me vino de maravillas, yo no era muy creyente de las liturgias religiosas, los obreros habían seguido trabajando porque los relevos los hacían los martes a la mañana y luego de que salieron los chicos y se dispersaron por la zona del parque y los bosques, Gabriela no dijo de presentarnos al cura que venía los domingos, así lo hizo luego de llamarlo y me dio muy mala impresión. El gordo petiso se mostró muy “chupacirios”, ya había estado hablando con las monjas y nos saludó agradeciendo lo que hacíamos por los chicos y por el convento, le avisó a Gabriela que no se quedaría a almorzar porque iba a tomar un par de confesiones y se iría rápido, el comentario fue normal, quizás poniendo un poco de manifiesto su supuesta autoridad sobre las monjas, algo que solía darse, pero que en ese caso no injería en Gabriela, precisamente por órdenes del Obispo.
Como fuere, le capté un brillo en sus ojos de porcino cuando miró a unos de los nenes más chiquitos que esperaba junto al confesionario de la capilla, éste tenía los ojos bajos y retorcía sus dedos en actitud absolutamente pasiva. Lo había visto al nene cuando estaban todos juntos, pero no era de los que había llevado Elvira a que los “conociera”, mi mente retorcida y miles de historias que se tejían respecto a los abusos de los curas hacia los chicos me hizo sospechar y cuando nos íbamos de la capilla vi, de reojo, que lo metía dentro del confesionario.
Me agarró un ataque de lo que intuí como “Derechos de Pertenencia”, a mis chicos del convento no debería tocarlos nadie y acompañé a las mujeres pensando en cómo hacer para atrapar al cura con las “manos en la masa” o sobre el chico que para el caso es lo mismo. Les dije a las féminas que yo “deseaba” caminar un rato por el bosquecito, ninguna puso objeciones y como la capilla estaba separada del edificio principal, fui por atrás, no había cerraduras que lo impidieran e ingresé por lo que sería la sacristía. La capilla estaba completamente vacía y caminé tratando de no hacer ruido, algo que me facilitó el calzar zapatillas deportivas. “No puedo, no puedo, me duele mucho, no sea malo Padre”, -lo escuché al nene que rogaba y no tuve dudas de lo que pasaba-, me quedé detrás de una columna porque si me acercaba me podría ver por los costados del confesionario y seguí escuchando…
- Metela en la boca y ponele más saliva, tiene que entrar para sacarte todo lo malo.
- Yo sólo sé chuparla Padre, nunca me la metieron.
- Por eso tuviste los problemas que tuviste, hace fuerza como si quisieras hacer caca y sentate despacio.
- No, ayyy, me duele, me duele, sáquela Padre, mi culito es muy chiquito.
- Aguantá carajo, yo te voy a curar las mañas, -le dijo y le siguió un llanto del nene que imaginé que la había recibido toda en su culito-.
Yo “deseo” que los dos se queden quietos como están, quiero ver bien lo que hacen”, -dije haciendo que ambos escucharan y abrí la puerta del confesionario. “No es lo que usted piensa señor”, -atinó a decir el Cura con un gesto de sorpresa en la cara y me causó gracia-. El nene estaba desnudo de la cintura hacia abajo sentado de frente al Cura que lo mantenía ensartado, el culito blanquito y la verga, por cierto, bastante chica, se veía metida hasta la mitad en el ano del pequeño. El nene me miraba a mí y lo miraba al Cura sin saber qué hacer, le pregunté el nombre y me dijo que se llamaba Raúl.
- Está bien Raúl, más tarde hablaré con vos, ahora vestite y anda tranquilo con los demás chicos, si alguno te pregunta, el Cura no te hizo nada, en cuanto a usted… -le dije mirándolo mientras el nene se ponía la ropa-.
- Esto es parte del castigo de confesión, lo que sucede…, -trataba de explicar lo inexplicable y se confundía al tratar de razonar algo coherente-.
- No me hable, espere que salga Raúl y me va tener que contar un par de cosas, baje su sotana, lo que muestra es deplorable, -le exigí y no tardó en hacerlo-.
Apenas se fue el nene le pedí que me contara con cuantos chicos había hecho lo mismo, sentía que una rabia sorda y maligna me asaltaba, pero traté de controlarme. Me contestó que había abusado de tres chicos más, los más chiquitos, pero porque ellos querían y más rabia me dio, no le había pedido que me dijera toda la verdad y me estaba mintiendo en la cara, por otro lado, me daba cuenta que ni siquiera lo había grabado ni tenía pruebas, todo se presentaba muy engorroso.
Solucioné el tema de la veracidad con otro “deseo” y le pregunté si tenía fotos de los chicos, me contestó que no tenía de ese convento, pero que si tenía de otros chicos de una escuela subvencionada por el Obispado. Aproveché también para preguntarle si el Obispo estaba metido en el tema de los abusos y me dijo que él no lo sabía y que tampoco se comentaba nada sobre eso. En mi mente caminaba la idea de hacerle pagar lo que hacía, pero una denuncia sin pruebas iba a alborotar todo el convento y los chicos serían interrogados. No me hacía problemas por lo que podían decir de mí, hacerlos olvidar de lo que habíamos hecho me cubría las espaldas, pero estaba furioso porque es como si fueran sólo míos y el Cura les había puesto la mano encima, bueno, no tan sólo la mano, entonces me decidí y no se me movió un pelo…
- Por hoy ya terminó, “deseo” que salude y váyase tranquilo a su casa, se encerrará en ella, allí tomará el cuchillo más filoso que tenga y manteniendo su pene estirado le dará un tajo cercenándolo, quédese tranquilo, “deseo” que no sienta dolor y dejé que la sangre mane, será su manera de purificarse para que se le vaya el Demonio interior.
Probablemente se desangraría, pero me importaba tres cuernos, tampoco me importaba mandarlo al Infierno con cierto sarcasmo, al contrario, sentí cierta satisfacción en esto. Después de que saludó y se fue, me fui a verla a Elvira, le dije que me trajera a los chicos que me había nombrado el Cura, “¿querés que los lleve al cuartito?”, -preguntó la putita esperanzada-. Le contesté que no, con verlos en el patio me alcanzaba y quería hablar con ellos a solas.
Tardó poco en aparecer con los cuatro chicos y me dejó solo con ellos quienes que me miraban sorprendidos, nadie sabía que pasaba, salvo Raulito que miraba al suelo y estaba ruborizado. “Chicos, presten atención, “deseo” que no recuerden nada de lo que pueden haber pasado con el Cura, si cualquiera les pregunta, siempre se comportó bien y nunca los tocó”, todos asistieron y los dejé ir, salvo a Raulito al que detuve para decirle que más tarde me tenía que contar lo de las “chupadas” que sabía hacer. “Bueno”, contestó y regresé con las mujeres sintiéndome mucho más calmado.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Adoro esta historia, por favor que haya más
Desde que empezó de de las monjas solo me gusta más y más, por favor que esta serie nunca termine, o si termina que sea en los 30-40 capítulos que torne para mucho mas