EL PODER DE LOS DESEOS. (19).
El Cura termina “castrado” por sus propias manos y el ayudante de la huerta se salva porque cambio a último momento mi modo de pensar. Aparece un culo gordo y gozador y no le hago ascos. Hay que atender a la venezolana y me queda una cena pendiente..
CURA CASTRADO – CULO GORDO – EDITH. (19).
Luego de charlar varias cosas que a Elena se le ocurrió hacer algo con el tema de la escolaridad de los chicos, lo cual motivó que las monjas, mi madre, Fina y ella se encerraran para determinar que había que comprar, llegó el momento de almorzar, lo hicimos rápido y ellas siguieron con sus ideas, yo no estaba con ánimo de participar, motivo por el cual me quedé solo como un hongo, tenía ganas de tirarme a dormir una regia siesta, nadie diría nada, aunque traté de no incomodar a las monjas pidiéndole un lugar. Tampoco podría hacerlo con comodidad, los obreros continuaban con su trabajo y había ruidos que no se podían disimular, ergo: Salí a caminar para el lado del bosquecito y desde la parte más profunda de ese lugar, nada tenebroso, pero, casi pegado a un sector del muro había helechos altos y tupidos que no dejaban ver la pared, el cuadro se completaba con enredaderas que ascendían a los árboles, era una especie de sotobosque y desde allí salían risas, gemidos y algunos quejidos.
Busqué una entrada que encontré disimulada y tuve que arrodillarme para entrar gateando hasta desembocar en una especie de cuarto conformado por paredes vegetales, el piso eran hierbas apisonadas y era difícil estar parado en el lugar porque su altura no excedía el metro con cincuenta o puede que un poco más. El flaco alto de unos veinte años que daba la espalda a la entrada del lugar la tenía ensartada a Amira que estaba en cuatro, el muchacho se movía como enajenado provocando que la nena se quejara y le dijera que era un bruto. Recordé enseguida al muchacho que ayudaba en los temas de la huerta, la situación y el lugar me evitaba de ir a buscarlo, porque ese era uno de los que se cogía a Elvira (en ese momento supe que, seguramente a otros más) y ya lo tenía “apuntado” para ir a “conversar” con él. Como todo “Alfa” no quería saber nada con que algún otro usara “mis” culitos y reaccioné dándole un golpe en las asentaderas desnudas al muchacho que se movía como desesperado.
Fue casi instantáneo, el flaco gritó asustado y dio un salto recostándose sobre las paredes vegetales, Amira se giró quedando boca arriba y con las piernas abiertas dejando expuesta su vagina dilatada y enrojecida. “Deseé” que se quedaran quietos e hice que Amira recordara lo sucedido conmigo en el cuartito, la nena se puso roja hasta las orejas y se arrodilló pidiéndome perdón, “él quería y Elvira me mandó porque le empezó a salir sangre”, -me dijo tartamudeando-, por lo menos me sirvió para saber que tendría que comenzar a cuidarme con Elvira la muy putita había comenzado a menstruar. Comprendí enseguida que el error era mío, por un lado, les pedía que no me fueran infieles y por el otro lado les pedía que olvidaran lo que hacían, ¿cómo podían serme fieles si no recordaban lo que habían tenido conmigo? Ya arreglaría eso, lo miré al muchacho con mi mejor cara de tipo enojado y él bajó la vista sin atreverse a decir ni “pío”.
- ¿Qué tenés que decir?, estás cogiéndote a una nena y eso te lleva directo a la cárcel, -le dije sonriéndome por dentro porque a mí tendrían que encerrarme bajo siete llaves-.
- Ya lo sé, por favor señor, necesito el trabajo, es que ellos y ellas quieren y me lo piden, lo mismo que Sor Alicia.
- ¿Cómo es eso de Sor Alicia?, es la cocinera, ¿verdad?
- Sí ella dice que guarda la virginidad para el Señor, pero quiere que se la dé por el culazo que tiene y a mí, no tienen mucho que insistirme.
- ¿Dónde te la cogés?, -inquirí pensando que ese convento era un puterío-.
- En la habitación, dice que no se escucha nada y cuando puede me lleva ahí, pero con Sor Ana no pasa nada.
- ¿Hiciste algún intento?, -pregunté pensando que la pobre era tan fea que nunca le debe haber visto la cara a Dios-.
- No, es inaccesible, lo mismo que Sor Gabriela y Sor Ángeles y bueno, tampoco me gusta, me arreglo con los chicos que vienen a buscarme, porque le juro que son ellos los que insisten.
Mientras hablaba con el muchacho que estaba bastante asustado me di cuenta que no debía mantener la posición de “Macho Alfa”, yo no estaría siempre por allí y los chicos, por abusos o no, ya tenían incorporado el tema sexual, su libido desarrollada y sus propias necesidades. Además, no podía contener la risa pensando en el culo parado de la obesa cocinera mientras esperaba que el flaco se la “guardara” en su conducto anal, ¿cómo se vería la cocinera recibiendo mi verga por su culo duro?, porque duro se lo notaba, esto atento a que veía que el muchacho no estaba tan bien dotado.
Le pedí a Amira que se vistiera y la mandé a que, sin que nadie se enterara, me trajera a Raúl, la charla me llevó a querer probar la boca del nenito, lo había escuchado decirle al Cura que él sólo la chupaba y no estaría mal ver que tanta experiencia tenía. La nena salió corriendo luego de salir agachada del lugar y yo “deseé” varias cosas con el Encargado de la huerta, lo dejaría que siguiera con sus cogidas, pero sin obligar a nadie, le expliqué que tendría que usar condones con Elvira o “embocarla” sólo por el culo. Le expliqué algunas otras cosas más respecto al trato y a tratar de no desesperarse cuando los penetraba, le dije de la importancia de usar lubricante, para eso le regalaría luego un tubo de gel de repuesto que tenía en el auto.
Se mostró interesado en lo que le explicaba y me hizo varias preguntas que le contesté sin dudar. Al rato entró Amira con Raulito, éste venía asustado y temblaba al mirarme, los ojos de la nena y el muchacho brillaron cuando les dije que podían seguir en lo que hacían y la pendeja no tardó en volver a sacarse la ropa.
- Dásela por el culito que le gusta, -le dije a Damián que así se llamaba el joven-. Raulito, acercate, “deseo” que me des una mamada y luego vemos, acordate que yo vi al Cura cuando te la metía.
- Sí señor, pero, pero, su verga es enorme, no sé si me va a entrar toda en la boca, -dijo temeroso cuando me bajé los pantalones y me vio-.
- Comenzá despacito con besos y contame cómo fue que aprendiste, incentivaba mi morbo escucharlos contar de sus primeras veces-.
- Yo vivía solo con mi hermanastro que era grande, él estaba en las pandillas, un día vino drogado y me dijo que se la chupara o me pegaba, tuve miedo porque se ponía muy violento y lo hice. Me ahogaba y lloraba, pero él sacó una navaja y me dijo que si no la tragaba toda me cortaba las orejas. Yo tenía seis años y mucho miedo.
- Veo que tenés las dos orejas, así que debés haber aprendido.
- Sí, me agarraba la cabeza y la metía toda, me largaba cuando yo me estaba por asfixiar, lo hizo varias veces hasta que me echó la leche en la garganta, pero ni le sentí gusto. Desde esa vez, cada vez que estaba en casa tenía que mamarlo y tomarme la leche, una vez intentó cogerme, pero lloré tanto que desistió, él hacía fuerza, pero no entraba.
- ¿Al final te cogió?
- No, nunca, a veces traía amigos a la casa y me hacía chuparlos, pero no dejaba que me tocaran el culito, decía que mi culito sería sólo para él, fue el Cura el que me la metió.
- ¿Qué pasó?, ¿por qué estás acá?
- Porque lo mataron en un tiroteo con otra pandilla y me quedé solo, además la Asistente Social me hizo contarle todo y me mandaron al Juzgado para ubicarme en algún lugar.
- Está bien, ahora tratá de tragarla toda, -le dije notando que hacía un buen trabajo con sus manos y su lengüita-.
Raulito se afanaba por metérsela hasta la garganta, tosía y le daban arcadas, pero se recuperaba rápido, me miraba con la boca en el glande y volvía a intentar, en el interín lo reté a Damián porque le machacaba el culito a Amira y la hacía gritar, ni cuenta me había dado en darle el lubricante y con saliva costaba más, “despacio idiota, así no hay posibilidades de que goce”. Mi hizo caso y la muy putita me pidió que después la cogiera yo, la ignoré y seguí con Raulito que ya se tragaba toda mi verga, pero la sacaba rápido de su boca al ahogarse, le expliqué entonces que respirara sólo por la nariz y la cosa mejoró.
Estiré mi mano para acariciarle el culito y, ya que estaba… le toqué el agujerito, la yema de mi dedo ingresó fácil, aún estaba un tanto dilatado e hizo un amago para salirse del lugar. “Seguí mamando y yo “deseo” que te den muchas ganas de que te coja con mi verga, pero me tenés que pedir que primero te meta los dedos”, como no podría ser de otra manera, comenzó a mover las caderas y a pedir que le pusiera más dedos para que mi verga pudiera entrar sin que le doliera. Tras cartón y casi sin darme cuenta Raulito se metía toda mi “aparato” en la garganta, lo toqué porque no lo podía creer y el bulto de mi verga moviéndose en su garganta se hacía notar, eso sólo me puso a mil y le mandé dos dedos lubricados, apenas si hizo un quejido y pronto los dedos fueron tres, no los podía meter profundamente, pero, no importaba, servían para moverlos circularmente y ayudar a la dilatación, no pensaba irme de ese “cuartito vegetal” sin haberle roto el culito.
El idiota que estaba con Amira ya había terminado y quedó tirado sobre el piso de hojas como si le hubiera pasado una aplanadora por encima, “éste no sabe coger, metésela a Raulito y después a mí”, -pidió acercando su cara al culito perforado por mis dedos-. Era el momento y apenas saqué los dedos se puso en cuatro esperando el “pijazo”, sin apuro y con tranquilidad puse el glande en su agujerito y busqué acomodarlo al recto, lo cogería como en cámara lenta y se me hacía agua la boca imaginando lo estrecho que estaría el lugar. Tuve que pedirle que se callara la boca cuando amagó a gritar porque ya había entrado el glande y un poco del tronco, me hizo caso, pero sollozó sin poder aguantar el dolor y, como estaba difícil y muy apretado, yo comencé a moverme para entrar un poco más en cada bombeada, iba a ser una rotura de culito memorable. El grito de Elena pronunciando mi nombre me frenó en seco, enseguida se escuchó a mi madre que también me llamaba y la cogida se interrumpió, se la saqué del culito y ninguno se movió o dijo nada.
Damián se asustó y quiso salir, Amira lo frenó y se arrastró para poder mirar desde un costado, me dijo que se estaban yendo para el otro lado, como fuera, no podía seguir con el culito de Raulito y mucho menos aspirar a metérsela a la nena y, como pude, me puse la ropa luego de limpiarme un poco el miembro con el shorcito del nene. Les di las recomendaciones pertinentes a Damián prohibiéndole tocar a Raulito y salí de allí con cuidado, me fui a los fondos de la huerta y salí de allí como si estuviera por esos lados.
- ¿Por dónde andabas cielo, me preocupé?, -dijo Elena al acercarse con mi madre-.
- Nene, te podría haber puesto otra ropa, te ensuciaste todo, -acotó mi madre, metiéndose en el tema-.
- Estaba viendo unos sembrados, ¿por qué me joden cuando estoy disfrutando de la huerta?, -dije molesto, aunque yo sabía que mi molestia era por otro motivo-.
- Disculpá cariño, queríamos ir al pueblo a comprar unas cosas y necesitamos las llaves del auto, creo que las trajiste contigo y Fina ya se fue llevándose el de ella.
- Pues no, están sobre un mueble que hay en el comedor, las dejé allí por costumbre, vamos, voy a tomar unos mates y les muestro.
Regresamos a la edificación grande y sentía una frustración tremenda, se me notó enseguida y ni Elena ni mi madre abrieron la boca para decir nada más, si algo sabían esas dos era que cuando yo estaba “en las mías” no me gustaba que me interrumpieran. Se fueron las cuatro diciendo que tardarían un poco más de una hora y, luego de pasar por el baño y lavarme bien, me fui a la cocina a prepararme unos mates. Allí me encontré con Sor Alicia que estaba ordenando todo y recordando lo que me había dicho Damián, mi verga comenzó a reaccionar. Nunca se me hubiera ocurrido mirar un culo que era el doble en tamaño que aquellos a los que estaba acostumbrado, pero la imagen que me vino a la mente imaginando el culo parado de la monja y a Damián machacando enfurecido esas ancas, me hizo cambiar las perspectivas y le presté otra atención.
La miré de otra manera y la panza no la podía disimular, pero se notaba que había unas tetas importantes debajo de esas ropas oscuras. El culo era grande, pero denotaba dureza y eso ya era algo a favor, me molestaban esos culos grandes de jovencitas que se movían como flanes, “gustos son gustos, decía una vieja y se comía los mocos”, pues bien, a algunos podrían gustarles esas caderonas flojas proclives a la celulitis prematura, a mí me desagradaban, pero en el caso de la monja era distinto, allí había muslos firmes y nalgas duras.
- Escúcheme Sor Alicia, “deseo” meterle mi verga muy profundamente en su culo, ¿dónde podemos estar solos?, la monja dio un respingo y en su cara de gordita de piel tersa se dibujó el placer expresado en su sonrisa y en su mirada-.
- ¡Ayyy, Cristo Santo!, yo también lo deseo, deme cinco o diez minutos para lavarme y vaya a mi habitación, -expresó sin disimular sus ganas-.
Me quedé solo con el mate en la mano y riéndome, me había fallado con Raulito, aunque igual me iba a coger un culo gordo, pero me daba cuenta y más me divertía pensar que en ese convento existían demasiadas ganas escondidas, vaya uno a saber qué tipo de perversión tenía Sor Ana, la pobre era muy fea como para intentar nada, pero, seguramente con algo o alguien se sacaría las ganas, de hecho, no me cupieron dudas que, con preguntarle a Sor Alicia, se me aclararían las dudas.
Luego de tres o cuatro mates más me fui para el dormitorio de la monja gorda, entré y trabé la puerta desde adentro, Sor Alicia desde el borde de la cama me dijo que ya estaba lista y resultó un cuadro risueño ver sus piernas macizas y su culo grande y blanco que sobresalían en medio de sus ropas negras que tapaban el resto de su torso y su cabeza. Lo otro que se veía bien eran sus zapatos de tacos bajos y sus medias blancas de tres cuartos que cubrían sus gemelos, “mi conchita es del Señor”, -aclaró desde debajo de su hábito invertido sobre su cabeza-.
“Yo “deseo” penetrarte por donde quiera y el Señor no se disgustará”, -le dije observando que no se depilaba-. Normalmente no me hubiese agradado encontrarme con una entrepierna en que se destacaran los pelos, pero venía con ganas de descarga y traté de obviarlo. Puse suficiente lubricante sobre el glande y el tronco y me arrimé a la cama acercando el miembro a su asterisco que parecía abrirse como si latiera. “Sin miedo” -me dijo cuándo “pincelé” el agujerito con el glande-, decidí no contradecirla y empujé notando como su conducto se abría.
No le fue tan sencillo a la monja, ella no había visto el grosor de mi verga, pero la sintió y vaya que la sintió. No me detuve hasta chocar con sus nalgas y debía ser cierto que las paredes anchas absorbían los gritos, de lo contrario hubieran venido los obreros a ver a quien estaban matando. “No la aguanto Cristo, Dios mío, no la aguanto”, -dijo después de gritar como marrana-. Luego fue aminorando los gritos y aunque se la escuchaba sollozar, se bancó los “vergazos” absorbiendo sus propios mocos. No estaba nada mal, allí todo era de carnes duras, no había flojedades y me encantaba entrar en esas estrecheces afirmando mis manos en sus caderas.
“Siga, siga, un poco más”, -pidió Sor Alicia comiéndose la verga hasta los huevos-, los dolores habían disminuido y, luego de un rato de bombeo con ritmo, comenzó a temblar, su orgasmo fue tremendo, su mole se movía y metí las manos bajo su hábito para apretar sus tetas, su espalda me aguantó el peso y su orgasmo pareció incrementarse cuando liberé sus tetas del sostén enorme y pellizqué sus pezones, su llanto se escuchó nuevamente, pero no era por dolor. ¡Madre bendita, ¿qué es esto?!, -decía desaforada-, ¡nunca me pasó nada igual!, eso me hizo pensar que Sor Alicia desconocía lo que era un orgasmo con todas las de la Ley y estaba disfrutando como nunca, no daba señales de recuperarse cuando la saqué de su culo y cambié de orificio, se tensó como nunca y pensé que se iba a retobar o me sacaría de allí con un caderazo, pero, mis “deseos” obraban maravillas y comenzó a aflojarse.
Pensé que me iba a encontrar con un pedazo de cartón grueso haciendo las funciones de himen y me costaría, pero me sorprendí al notar que Sor Alicia ya le había entregado su virginidad al Señor, o por lo menos a algún señor o cirio o vela o algo similar. Su gemido fue tremendo cuando comencé a avanzar por su estrecho conducto vaginal. Su flujo parecía manar como de una vertiente y caía por sus muslos, sus pelos estaban empapados, ya no me importaba si la verga estaba sucia o no, lo estaba, pero luego sería un problema de ella, yo entraba y salía bombeando con ganas y los temblores aparecieron nuevamente, esa vez fue distinto, tuvo visos de orgasmo violento y sus músculos vaginales me apretaron llevándome con ella cuando se desplomó en la cama.
Quedé como haciendo vaivén sobre su culo duro mientras ella temblaba como poseída, tuve que esperar a que se calmara y le pedí que se pusiera en la misma posición anterior, lo hizo y su culo no tardó en volver a recibirme, grititos mediantes y pedidos de más y más, bombeé un rato hasta que le llené las tripas de leche. Casi me hace vomitar con lo que hizo a posteriori, se giró con una agilidad inusitada para su volumen, se sacó el hábito de la cabeza y se metió la verga en la boca, no importó que estuviera sucia o que tuviera algunas vetas de sangre de su culo rajado, me la limpió sabiendo bien lo que hacía. Luego se puso una toalla debajo de sus nalgas, se sentó en la cama y se tomó las manos con la cara, pensé que se venía una escena de llanto y arrepentimiento, sin embargo, lo que escuché fue una especie de carcajada que dejaba adivinar que Sor Alicia se sentía muy bien.
- Me llegó la horma del zapato, nunca tuve unos orgasmos como estos, ni recuerdo si los tuve y me aguanté una “señora verga”, si me la hubieras mostrado antes no sé si me animaba, jajaja.
- Me alegro que la hayas pasado bien.
- ¿Bien, decís?, fue maravilloso, no tengo palabras.
- Yo no la voy mucho con las religiosidades, prefiero pensar que todas ustedes son mujeres, aunque respeto sus creencias, pero, ¿cómo se arregla sexualmente una monja como Sor Ana?
- Somos mujeres, aunque algunas hagamos votos que, a la larga, no cumplimos a rajatablas, Sor Ana entra dentro de las generales de la Ley, pero a ella el físico y la mala onda le juegan en contra, igual, siempre se pierde algún cirio de la capilla y nadie dice nada, jajaja.
En definitiva, era como yo siempre pensé, por más “uniformes” que se pongan encima o ideas enquistadas, en cualquier Religión no dejan de ser hombres y mujeres que se plantean unas “peleas” tremendas entre sus instintos y lo que se debería ser acorde a cánones determinados, pero, los instintos siguen estando y en muchos de ellos florecen y se manifiestan. Como sea, había sido un “señor polvo”, no daba para “tirar manteca al techo”, pero, había sido placentero, me fui a lavar nuevamente, aunque necesitaba un baño en toda regla, la monja si se fue a bañar, más no daba para meterme al baño de ellas.
Lógicamente que olvidaría todo lo acontecido en su habitación y sobre su cama, pero sentiría una rara sensación en su ano cuando me viera, bueno, no tan rara, el tema tenía que ver con la sensación placentera de sentir mi verga aún en sus entrañas, ya vería como lo acusaba Sor Alicia en su rubicundo rostro. De todos modos, continué un rato con el mate luego de volver a calentar el agua y las esperé a las mujeres que habían ido al pueblo, clamaba por un baño caliente que me daría en casa de mi madre antes de regresar a la ciudad.
Iluso de mí, me había hecho a la idea de pasar un día agradable, tranquilo y sin sexo, pero me aparecieron imponderables que había pasado por alto, amén de un culito y un culazo que no esperaba, todo eso me pasaba facturas y cuando más ganas tenía de regresar a mi casa volvieron las mujeres todas alborotadas. Al final no habían podido comprar nada, tampoco supe ni pregunté qué era lo que querían comprar, sólo me contaron que al pasar por la Iglesia vieron a una ambulancia y a dos patrulleros estacionados en la puerta y Sor Gabriela quiso averiguar porque era.
Enterarse que el Cura gordito de ojos porcinos que daba misas y hacía las confesiones en el convento se había quitado la vida auto mutilándose encerrado en su habitación, alteró sobremanera a las monjas y, por consiguiente, a Elena y a mi madre, para ellas era incomprensible que un hombre de Dios se suicidara (como si ese fuera el único pecado mortal en que se cagaban). No sólo eso, vinieron acompañadas por un patrullero de la policía provincial. Ya ni me acordaba del tema del Cura, lo había eliminado de mi mente, pero al ver al patrullero supe porque venía, me presenté con el Oficial a cargo como Abogado y Representante Legal del convento y éste me informó que solamente habían traído a una Asistente Social que haría unas preguntas a los chicos.
No pude negarme, traían un pedido judicial, igualmente no me hice demasiados problemas, en las declaraciones de las monjas y de los supuestos chicos interrogados, no existían indicios de algún tipo de mal comportamiento por parte del Cura para con los menores, del mismo modo, todos lo habían visto irse contento y tranquilo al regresar al pueblo después de haber cumplido con ellos. Todo eso, “deseos” mediantes, quedó expuesto en el informe de la Asistente Social con las recomendaciones de no insistir con esos chicos por el trastorno emocional que les podía ocasionar enterarse de la muerte del Cura.
Luego de que se fueron los policías y la Representante del Juzgado, llegó el momento de conversaciones entre ellas, pero yo me la pasé riendo interiormente porque la veía a Sor Alicia tocándose las nalgas disimuladamente al mirarme. Cuando lo consideré prudente, le dije a Elena que era hora de irnos, mi madre y mi novia reaccionaron más rápido que bomberos a mi pedido y procedieron a despedirse, lo mismo hice yo y dejamos el lugar.
En el viaje me contaron algunas cosas que habían decidido respecto a dotar de cosas nuevas al convento, computadoras incluidas, pero no les di mayor bola, estaba con la idea fija de darme un regio baño. Les dije a ambas que quería bañarme, comer alguna pavada e irme apenas fuera posible, “¿te saturaste del pueblo hijo?”, -preguntó mi madre de forma risueña-, Elena le hizo eco con la chanza y les confirmé que regresar tan seguido no era lo mío, pero que no tenía problemas en venir cada quince días a darme una vuelta rápida. Elena me dio un beso, contenta con mi decisión y vi por el espejo retrovisor que a mi madre le brillaron los ojos con un deseo latente.
En la casa estaba Clarisa y nos presentó a Bruno, su flamante novio, Elena lo saludó y mi madre y mi hermana me miraron esperando algún tipo de reacción, ambas tenían temores debido a la relación que mantenía subrepticiamente con ellas, pero lo saludé amistosamente y le pedí que me aguantara un rato porque quería bañarme y fue lo que hice. Al salir del baño ya cambiado y renovado, me dijo Elena de quedarnos a cenar porque Bruno venía a pedirle la mano a mi padre, me causaban gracia ese tipo de cosas y le dije a Bruno, “mi padre no te pondrá ninguna traba, él sabe bien que la que elige es Clarisa”, el muchacho insistía con el tema y le dije se sentarnos a hablar a solas. Nos fuimos a la habitación de mi hermana y, lógicamente, debido a los “deseos” no pudo ocultarme nada de sus intenciones, estaba hasta las trancas con Clarisa, quedé seguro que le otorgaría una fidelidad que ella sólo rompería conmigo y tuvo su primera aceptación.
Desistí de quedarnos para la cena alegando que tendría que madrugar al día siguiente y nos despedimos de ellos en la casa, luego pasé por el negocio a despedirnos de mi padre y emprendimos el regreso. Elena estaba contenta y satisfecha de las decisiones que se habían tomado en el convento, pero coincidió conmigo que no era para estar viniendo tan seguido, “es tranquilo y apacible, pero nosotros estamos acostumbrados a otro ritmo”, -me dijo-.
Aproveché el tiro enseguida para decirle que yo vendría cada quince o veinte días porque a mí, como pueblerino que era, no me afectaba tanto (eso sin dejar de lado los culitos que quería disfrutar), estuvo de acuerdo con eso y se recostó sobre mi hombro en actitud mimosa, lo cual me obligó a reducir la velocidad. Al poco rato la descubrí completamente dormida y la acomodé sobre mis piernas para conducir mejor. Se despertó cuando estábamos llegando a su casa y, como la idea era bañarse e irse a dormir, la despedí con varios besos a los que se prendió sin que llegaran a ser apasionados.
Llegar e instalarme en mi casa me provocaba otra clase de quietud, me estiré todo como desperezándome cuando ingresé en ella y, como que parecían estar esperándome, vibró mi celular, apareció el nombre “tías” en la pantalla y atendí apurado. “Hola mi cielo, no te asustes, está todo bien, te llamo sólo para aclararte algo”, -me dijo-, esto me provocó una calma imbuida de determinada inquietud, pero me dediqué a escuchar.
- Hola, ¿qué cuenta mi reina preferida?
- Ahh, bueno, parece que estás contento, ¿será porque te cargaste a un Cura?, jajaja.
- ¿No debía?
- No, para nada, él se lo merecía, además, si no lo merecía, tampoco importa, vos decidís y punto, no existe ninguna investidura superior, te llamo para sacarte algunas dudas, primero, tu suegro se quiso pasar de listo, no nos hizo caso y que agradezca que lo está pasando bien en el lugar que está, no volverá a joderte para nada.
- Mejor así, de todos modos, no iba a preguntarles, ustedes sabrán lo que deciden.
- Excelente forma de pensar, lo otro tiene que ver con tu “amiguito”, lo que venís notando es cierto, el uso de los “deseos” estimula tu libido y tu morbo, usalo sin problemas, salvo los cansancios lógicos, no te afectará para nada y tu recuperación después de una larga “batalla”, si bien no será inmediata, en unas pocas horas estarás en buenas condiciones nuevamente, jajaja.
- Pensé que me estaba “dominando”.
- Jajaja, por eso te lo aclaro, vos sabrás como ocultás tus “embocadas”, no te digo nada nuevo, pero, si tenés oportunidad usalo a gusto, mi hija y yo somos las únicas que podríamos “secarte”, aunque eso no puede suceder.
- Como siempre, me sacás un peso enorme de encima.
- Otra cosa más, jajaja, perdoname la risa, pero lo del culo gordo de la monja estuvo sensacional, jajaja.
- Son terribles, pero eso me hace pensar que están pendientes de todos mis “polvos”, ¿no jode eso mi intimidad?
- No, para nada, sólo de algunos y es cuando vos mismo estás “sobrecargado” o sorprendido, por ejemplo, con tu novia o tu madre y hermana no existen tonos de alarma, no sé cómo explicártelo, cuando son “polvos” normales no nos avisás nada, eso es sólo cuando vos considerás algo como que excede tus expectativas. Así pasó con el primer “polvo” con las monjas, de otros no nos enteramos, ¿se entiende?
- Sí, se entiende, trataré de coger “normal”, jajaja.
- Jajaja, no vas a poder, eso no se puede “manejar” a gusto, además a nosotras nos incentiva el morbo, jajaja. Otra cosa más, ¿estás preparado para tener descendencia?
- No me digas que…
- Aún no, pero en cualquier momento “le prende la vacuna” a tu novia, digamos que se están “alineando los planetas”, jajaja, igual haga tranquilo mijo, nosotras te avisaremos antes que nadie, jajaja.
- Parece que hoy estás con todas las pilas puestas.
- Es verdad, estoy contenta porque no me equivoqué contigo, seguí así y no nos me falles.
Me mandó un beso y cortó la comunicación, enseguida supe que me tenía que quedar sólo con lo que me había dicho, pero me quedaba claro que no se podía joder con ellas o tomarlas a la ligera y si antes lo creía, con lo de mi suegro estaba más convencido, la bruja-madre tenía razón, la había sacado bastante barata. Por otro lado, me sentí conforme, lo de mis ganas repentinas tenía que ver efectivamente con los “deseos” proferidos, pero lo podía “manejar” y eso me hacía sentir mejor. Lo de los “polvos” en unos imaginarios videos con imágenes que sólo a ellas les llegaban, tampoco me quitaba el sueño y si ayudaban a su morbo, mejor que mejor, me quedaron algunas dudas sobre la supuesta gravidez de Elena a futuro, pero de eso me enteraría de primera mano. Tenía todavía el teléfono en la mano y lo puse a cargar antes de comer algo e irme a dormir, lo hice con una satisfacción muy íntima, ya mañana se vería.
En la mañana me quedé un poco más en la cama hasta escuchar que Edith ingresaba en la casa, recién allí me levanté y me metí en el baño, me cambié y bajé vestido de sport, hoy no iría tan “acartonado” al Estudio. La venezolana me esperaba con las cosas del mate preparadas y el agua caliente metida en el termo, “lo escuché que estaba en el baño y supuse que quería tomar sus mates”, -dijo con una sonrisa radiante-. “Estuviste acertada me encanta el mate, pero no te voy a convidar, siempre tomo solo”, me contestó que no había problemas porque ella no le encontraba el gusto y me miró con ganas de largarse a hablar.
- Dale, decime, ¿qué tenés ganas de preguntarme?
- De preguntarle nada, quería contarle, el Profesor nos trató con mano de seda, nos hizo tres preguntas a cada una y no repreguntó, nos ayudó y nos dijo que ya estaba bien. Éramos como treinta los que rendíamos y aprobó sólo a otro más, le puso un seis y lo paseó por todo el programa.
- ¿Les pareció a ustedes o…?
- No, lo estuvimos observando porque estábamos nerviosas, a nosotras nos trató distinto y eso fue por lo que usted habló con él.
- Sí, algo de eso hubo, me debía algunos favores.
- ¡Huyy Doctor, eso nos salvó la carrera!, nos hubiésemos quedado empantanadas, ¡tenemos que pagarle el favor!
- Hay un solo pago que acepto, “deseo” acostarme con vos y con tu amiga Maira, la flaquita de anteojos. “Deseo” que ambas estén muy calientes conmigo y no me nieguen nada.
- Sí Doctor, ardo en ganas, no le dije a Maira que viniera, pero puede comenzar conmigo, por favor Doctor, estoy hirviendo, -dijo sacándose la ropa de la parte superior del cuerpo, allí noté y vi que sus tetas eran hermosas y plenas-.
- No, ahora no, tengo que irme al Estudio, arreglá con Maira para venir en otro momento, si ella no está no hay pago de favor.
- Pero, pero, por favor Doctor, quédese un poquito más.
- Me tengo que ir, pero vamos a ver y saber que tal te desenvolvés con la boca.
Había pedido un “deseo” y mi verga reaccionó como electrizada, me bajé los pantalones y el bóxer a media pierna y Edith se dejó caer de rodillas tapándose la boca con la mano y abriendo los ojos por la sorpresa, “Cristo Santo, nunca se me hubiera ocurrido que tuviera tamaña verga”, -acotó estirando una mano para sopesarla-. “Si no te animás lo dejamos acá”, -le dije amagando con vestirme nuevamente-. “Ni se le ocurra Doctor, tengo que poder con ese monumento al falo”. Le pedí que no quería besitos ni lamidas, se la tenía que tragar toda, Edith se puso pálida por el pedido, pero su boca de labios bastante gruesos se puso a la tarea sin esperar nada más. La salivaba e iba tragando despacio, cuando le daba tos o amagaba con alguna arcada se retiraba y volvía a intentar con ganas, estaba como enfebrecida, usaba una mano nada más que para dirigirla, no hacía ningún movimiento como para masturbarme, ni falta que hacía tampoco, mi “aparato” estaba firme, duro y palpitante, la otra mano se había aferrado a mi nalga y la apretaba clavando sus dedos.
Tres cuartas partes del falo entró en su boca y volvió a sacarlo por una arcada y me habló mirándome con sus ojos vidriosos y llorosos, “no puedo Doctor, es muy grande, ayúdeme”, -dijo sabiendo bien lo que pedía-. Volvió a tragar y cuando amagó con la arcada mantuve firme su cabeza y el caderazo, sin ser violento, hizo el resto, Edith estampó su nariz en mi pelvis y, chorreando saliva, se la sacó de la boca despavorida por la falta de aire, igualmente, no tardó en volver a tragarla y esta vez lo hizo sola. No movía la lengua, todavía no dominaba bien lo que me llevaba al cielo de parte de Elena o mi madre, pero las ganas de mamarla no disminuían y se esmeraba chocando su nariz en mi pelvis. Se estaba dando una cogida de boca espectacular, es más, hasta tuvo la delicadeza de poner su remera sobre mi pantalón para que su saliva no lo mojara. Se dio cuenta que estaba por terminar porque mi verga latía con profusión y tomó mis nalgas con sus dos manos pidiendo implícitamente que la llenara así.
El primero de la mañana salió con ganas inundándole la garganta, Edith hizo un amago de arcada porque la cantidad la superó, pero no dejó caer ni una gota, chupó como hambrienta eliminando cualquier gota y después me limpió la verga con lamidas que iban desde la base al glande, la secó un poco con la remera que había usado y corrió hasta el baño a traer una toalla húmeda en una de sus esquinas, la pasó limpiando cualquier posible huella y me secó concienzudamente. “No pensé que podría”, -expresó mirándome con los ojos brillantes-. Había quedado muy caliente y parecía que tenía escalofríos mientras me miraba vestirme, después me dijo que le avisaría a Maira para venir lo antes posible. Le pedí que me avisara y le di un piquito apretándole los pezones oscuros, duros, erguidos y apetecibles, cuando me giré para irme escuché los suspiros y gemidos, pero no volví la cabeza, seguramente se mataría a dedos, pero eso era un tema de ella. Salí de casa pensando que el “polvo” con esas dos mujeres sería sensacional, por lo pronto Edith era un posible volcán en erupción y la flaquita de anteojitos la “jugaba de callada”, ambas eran de temer.
En el Estudio había trabajo para repartir, nada que me involucrara directamente o que necesitara de mis “deseos”, pero había juicios a salir, consultas y asesoramientos, muchos de los cuales tuve que atender personalmente. Haydee había recibido un piquito cuando entré y luego de un par de horas se acercó a traerme un cortado bien caliente, le alabé la pollera que por poco no llegaba a ser minifalda y que dejaba ver sus exquisitas piernas, me agradeció y deslizó un “es lo único que tengo puesto”, -dio a entender clarito que no tenía ropa interior, pero la llegada de un cliente dejó todo en la nada-. No pude salir para ir a almorzar con Elena, pero le dije que me resarciría a la noche llevándola a cenar, se puso contenta y contestó que ella elegiría el lugar porque no quería ir a cenar a los restaurantes de los que éramos dueños, lógicamente, no le puse ningún “pero”, con ella a mi lado cualquier lugar me parecía bien y sabía que no sería ninguna fonda. Me tuvieron un poco loco en la oficina, no estaba acostumbrado a tanto movimiento o, por lo menos, no lo notaba porque me iba temprano, el caso es que salí tarde y me fui a buscarla a Elena.
Mi novia podía darse el gusto de usar ropa de diseñador, a mí me encantaba eso y, aparte de sentirse bien con eso, me daba el gusto. Podía ponerse un jeans, una remera y campera y calzar zapatillas cuando íbamos al pueblo, pero seguían siendo de marca, por otro lado, estaba seguro que si no fuera ropa de marca no se notaría, el físico, la cara, sus modos y gestos hacían que cualquier cosa que se pusiera encima pasara por algo “fino”. Me recibió con besos y abrazos que no disimulaba y de no ser porque tenía una mesa reservada a una hora determinada, hubiéramos pasado un rato más en su oficina. Me llevó a un restaurant francés bastante renombrado, claro que eso de pasar desapercibidos era una utopía, había dado su nombre en la reserva y el propio dueño del restaurant junto con el chef se acercaron a saludarnos a la mesa y a recomendarnos los platos de comida. Comimos de lo mejor y nos tomamos casi una botella de champaña de primerísima marca, pero, definitivamente, con un par de milanesas a la napolitana me hubiera sentido más que satisfecho. Menos mal que el postre en casa de Elena fue para alquilar balcones.
Me regresé para casa porque no tenía ropa para cambiarme, en el auto encendí y enchufé el celular al cargador, de inmediato sonó el pitido de un mensaje, luego otro y otro, todos eran de Edith, “mi amiga Maira indispuesta, estoy desesperada”, -escribía-. Me imaginaba como estaría la pobre, pero en ese momento era tarde y yo no estaba para “chiches”, no contesté los mensajes y me fui a dormir apenas llegué, Edith volvería a casa en dos días y yo sabía lo que pasaba cuando los “deseos” no se cumplían de inmediato, la venezolana se treparía a las paredes, claro que ni problemas que me hice.
La mañana del día siguiente fue también bastante movida, apenas llegué y luego de saludarla a Haydee le pedí que me trajera las novedades, al rato me acercó unos papeles, ante mi seña se puso al lado de mi asiento y pasé una mano por debajo de su pollera para acariciarle los muslos y estacionarla en sus nalgas desnudas, “¿siempre andas sin ropa interior?”, -le pregunté al notar que sólo me encontré con piel-. “Apenas llego a la oficina me la saco, ya te lo dije, quiero estar siempre lista para vos”, -contestó sin dudar-. No pensaba hacer más que acariciarla, esas nalgas duras, paradas y que yo sabía, predispuestas, me encantaban, además notar los escalofríos y los suspiros de mi Secretaria al tocarla, me hacía sentir bien, no era algo netamente sexual, era algo así como un relax, ni siquiera me excitaba y no desviaba mi vista de los papeles que estaba viendo, pero, Haydee hizo un comentario que cambió todo…
- Ayer mi mamá preguntó por vos.
- ¿Fue por algo en especial?
- No, fue algo casual, lo especial fue la “película” que me hice pensando en lo que me dijiste de hacer con las dos, no creo que se niegue si se lo pido.
- ¿Seguís con la idea de hacer un trío con tu madre?
- Antes ni lo hubiera pensado, ahora, desde que me dijiste que te gustaría, la miro distinto, si a vos te viene bien, estoy segura que voy a disfrutarlo. Otro en el que “pegaste” bárbaro fue en Julio, mi hijo nos escuchó y preguntó cuándo vas a volver a visitarnos, me alegra por él, siempre fue parco con la gente y contigo se brinda de otro modo.
- ¿No me querrán casar en esa casa?
- No, jajaja, nada que ver, pero que las mujeres te queremos tener un rato largo en una cama no hay dudas, jajaja.
La charla me llevó a imaginarme a los dos culos similares y lo caliente que era la mamá de Haydee cuando mi verga la punteaba en cualquiera de sus agujeritos, sin contar lo de Julito que se “comía” todo mi “aparato” con deleite por su boca y su culito pidiéndome que lo haga “putito”, pero sólo para mí y esos pensamientos desembocaron en una erección tremenda, mis dedos se movieron solos y busqué el asterisco de la morocha, lo encontré lubricado y ésta gimió contagiándome sus ganas. Ni siquiera tuve que decirlo, se señalé la puerta con un movimiento de la cabeza y se movió a trabarla mientras me bajaba el pantalón, luego volvió y apoyó el torso sobre el escritorio. Sus nalgas quedaron tapadas solo por la mitad al levantársele la pollera y me miró girando su rostro, sus ojos me lo dijeron todo y entré despacio en su vagina inundada. La sintió, siempre la sentía y emitió un quejido de dolor que se transformó en gemidos y en un orgasmo placentero y contenido al moverme con ritmo, de seguido, llevó sus manos a las nalgas y se las abrió para explicitarme un mudo pedido.
Tampoco tenía que pedirme nada, a los dos nos encantaba el anal, su lubricación vaginal adosaba a mi miembro y la que se había puesto en el interior de su ano fue más que suficiente para entrar sin impedimentos. Sus sonidos eran ininteligibles porque mordía un block anotador y se acopló rápido cuando comenzaron a escucharse los sonidos de las pieles que chocaban. Entrando y saliendo de su culo exigente quise tardar un poco más, pero lo estrecho del lugar, mis ganas repentinas y sus temblores, me llevaron a llenarla aferrando sus caderas. “Sentirla entrar es sensacional, imaginarme el culo de mi madre abierto por tu verga, me lleva a estar excitada todo el día”, -dijo de camino al baño porque mi semen se escapaba de su agujerito-. Al regresar arreglada la miré con seriedad, “buscá una noche de viernes para ir a cenar a tu casa, decile a tu madre que le voy a aceptar que cocine para mí”, -expresé y me lo afirmó con un movimiento de aceptación, luego se fue regresando a su papel de Secretaria y me quedé pensando que me volvería a comer tres regios culos porque Julito no se salvaría.
GUILLEOS1 – Continuara… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Looooooool, vaya capitulo 10/10, me gusto desde el principio el asunto de la iglesia y como evolución la historia, tiene mucho más potencial la historia para más, espero que haya muchos más xd