EL PODER DE LOS DESEOS. (2).
Descubrir que me encantaba meterme en el culito del gordito me hizo sentir bien y darme cuenta que había más de esos putitos rondando me alteró el morbo. El “debut” de Elena fue para filmarlo y, como dijo Agatha, “odiaría a las mujeres”..
EL “GORDITO” – EL “DEBUT” DE ELENA. (2).
No bien entramos en la casa guardé el auto en la parte trasera y le dije que estábamos solos así que podía andar desnudo porque la calefacción estaba encendida. Ni lerdo ni perezoso Gabriel se bajó del auto y entró en la casa moviendo su culo gordito, en realidad no lo movía para agradarme a mí, lo hacía porque era su forma natural de caminar, lo que sucede que las nalgas del mocoso eran un llamador de violadores, de imaginarme como sería entrar en ese conducto más que estrecho me tenía con la verga a mil.
Lo mandé a guardar sus cosas y puse a calentar la comida, en el ínterin me fui al baño general más grande y busqué en el botiquín algún lubricante para poder entrar en ese culito sin causarle daños. No encontré nada y pasé al baño del dormitorio en suite, allí encontré una pera de goma y me venía de perlas para lavarle las tripas al gordito, era preferible antes de retirar mi verga llena de mierda de su culo, además, en el vaivén de la cogida, cuando estaba sucio, dejaba un olor desagradable, también encontré un tubo de xilocaína y estimé que la madre sería estreñida, algo que en realidad no importaba, ya le había echado el ojo y ese culo flaquito dejaría de estar tan cerrado.
Gabriel bajó las escaleras riéndose solo porque se extrañaba de verse desnudo y le pregunté si alguna vez había chupado una pija de un adulto, “no, nunca lo había hecho hasta hace un rato, pero tu pija es muy grande y no me cabe en la boca”, -dijo compungido-. “Sin embargo, tiene que entrar toda, tenés que aprender a respirar por la nariz y vencer las arcadas, yo te voy a ayudar, vení vamos al sofá porque tenés que comenzar a practicar”. Fuimos al sofá sin que emitiera una sola palabra y esperó parado a mi lado mientras me sacaba los pantalones y el bóxer, luego me senté y le pedí que se arrodillara y comenzara.
Le costaba un montón y me rozaba con los dientes, pero mi calentura podía más, tenía arcadas y tosía cuando la verga estaba por la mitad, pero ahora no tendría contemplaciones y empujé su cabeza notando como el glande transponía su garganta. Salió rápido no bien su nariz tocó mi pelvis, sus ojos parecían dilatados, la saliva hecha baba le corría por el mentón y le hablé ordenando, “seguí, seguí, respirá por la nariz y aguantá un poco”, no estaba en condiciones mentales de negarse e intentó nuevamente.
Otra vez tuve que utilizar las manos y vi parte de su cara roja, entonces lo solté, “de nuevo, intenta de nuevo y respirá por la nariz, tenés que aguantar un poco más”, las lágrimas le caían por las mejillas y los mocos le colgaban de la nariz, pero siguió y vuelta a tratar de mantenerle la nariz pegada a mí. Me di cuenta que las bocas y las gargantas de los pendejos se adaptaba mejor que la de las mujeres adultas y en cuatro o cinco intentos más ya lo tenía resoplando solo y con la verga incrustada en su garganta.
Le costaba, claro que le costaba y resoplaba dejando caer baba a raudales, pero aprendía rapidísimo. De todos modos, lo saqué de allí porque quería ponerlo en otra posición, “¿no te gustó?”, -preguntó un tanto temeroso y chorreando baba-, le dije que me encantaba como me mamaba, pero quería acariciarlo y en esa posición no podía, a la vez le saqué la remera dejándolo completamente desnudo y se tapó los pechos como si se tratara de una nena…
- Tengo tetitas porque soy gordito, -expresó un tanto avergonzado-.
- A mí me gustan mucho tus tetitas, ahora te las voy a acariciar, pero luego te las voy a chupar todas, vas a ver que te va a gustar, ¿te gusta chuparme la verga?
- Sí, al principio me dieron ganas de vomitar porque es muy grande, pero ahora me gusta más, ¿puedo seguir chupándotela?
- Sí, pero ponete estirado sobre el sofá y chupame mientras yo te acaricio.
Con la remera le había secado la cara y antes de que se acostara con la cara pegada a mi entrepierna lo arrimé hacía mí y le besé los labios gruesos que tenía, ni idea tenía de besar, pero abrió la boca y me dejó jugar con la lengua, otra cosa que aprendió enseguida y se le escaparon varios gemidos cuando lo besaba con ganas recorriendo su interior con mi lengua inquieta. “Me gusta que me beses, pero ahora te voy a seguir chupando para tomarme toda la leche porque me dijo Axel que es rica”.
Se puso a la tarea y no tardó en volver a tragársela toda y, por las de él, comenzó a tocarme los huevos con la mano suelta. Se le había ido toda la prepotencia y la arrogancia, tanto que se me dio por pensar que no era sólo por la inducción de mi deseo, tenía mucho que ver el putito dormido que se despertaba. Yo le acariciaba la espalda y bajaba mi mano para recorrer todas sus nalgas duras, redonditas y paradas, haciendo que se moviera gimiendo por el placer. El tubito de la xilocaína estaba a mi alcance y ya habría tiempo para la pera de goma, puse un poco en mis dedos y comencé a jugar directamente con su agujerito, Gabriel chupaba con más ganas y movía las caderas, parándolas como si quisiera que le metiera mis dedos y no lo hice esperar, primero fue el índice, apenas si hizo un intento de contraerse, pero se “comió” todo el dedo sin mayor problema, yo lo hacía girar, movía el dedo para dilatarlo y pronto fue el medio el que se sumó a la penetración.
Ya con los dedos bien adentro de ese culito receptivo imprimí mayor ritmo entrando y saliendo y haciéndolos girar. El nene parecía electrizado y se atoraba pretendiendo tragar más de lo que podía o de lo que había y al verlo tan caliente me comenzó a resultar difícil aguantar la lechada. “Te voy a dar la leche putito, no dejés que se pierde, tragá todo”, -le dije y mientras le metía cuatro dedos y los hacía girar, le llené la garganta de leche, fue tremendo notar como tragaba y se desesperaba por usar la lengua. No dejó que nada saliera y dejó la verga para decirme que la había tragado toda, pero que no era tan rica como la leche de vaca, “seguí chupando, la tenés que dejar bien limpia”, -le dije y fue como “a mi juego me llamaron”-, chupaba y lamía limpiando mi verga que no perdió su vigor, a la par que movía sus caderas porque yo no dejé de penetrar su culito con mis dedos. Lubricación sobraba, la zona la tenía dormida por la xilocaína y llegaba mi momento.
Lo puse de espaldas en el sofá, me arrodillé delante de él y levanté sus piernas llevándolas hacia mi pecho, le acaricié las “tetitas” apretando suavemente los pezones y Gabriel comenzó a dar unos grititos tipo chillidos por el placer que eso le provocaba, sus bolitas estaban duras y su pitito parecía a punto de estallar, “tocá tu verguita y aguantá porque te voy a coger”, -le dije, “bueno, pero, ¿qué te estás poniendo?”, -preguntó al ver que me ponía más xilocaína en mi verga, su “bueno” sonó como si dijera “está por llover”, evidentemente, mi deseo para que se dejara coger sin decir nada, daba resultado-. Le pedí que abriera sus nalgas con las manos y pincelé la zona que, aunque dilatada, se veía chiquita comparada con el glande de la verga que tomaría posesión. Gabriel no se iba a resistir, pero lastimarlo por lastimarlo no estaba incluido en mis razonamientos, entonces teniéndola con mi mano para no empujar a lo loco, moví el glande tratando de ubicar el recto.
Decir no decía nada, pero los gestos de dolor no podía evitarlos, tampoco las lágrimas que caían a los costados de su cara cuando el ariete fue internándose despacio en sus tripas. Esperé con media verga metida en su culito y acaricié sus pezoncitos, “cuando ya no te duela tanto comenzá a moverte vos”, -le dije y asintió moviendo la cabeza. Ver lo mío dentro de ese culito gordito aceleró mi morbo y tuve que contenerme para no penetrarlo por completo, sólo cuando él se movió y me dijo que ya no le dolía, me moví saliendo y entrando, pero sin avanzar, por lo menos no en forma desmedida, porque en cada entrada metía un poco más.
- ¿Te gusta que te coja, putito?, ¿te agrada que te meta la verga en tu culito que es solamente mío?
- Sí, me gusta mucho, me dan como cosquillas en mi pitito y ganas de orinar, pero al principio me dolió un montón, sentía que mi culito se iba a romper todo, tenés una pija muy grande, igual no dije nada, ¿viste que no dije nada cuando me la metías?
- Es verdad, te comportaste muy bien, pero falta un poquito y ese tiene que entrar con más fuerza, ¿estás listo?
- Sí, dale, metela toda.
- Tomá, tomá, ahora sos totalmente mío, -le dije empujando en su interior los últimos tres o cuatro centímetros que faltaba meter-.
Vencer esa última resistencia implicó que Gabriel se olvidara lo de “aguantar” y el grito que salió de su garganta tuvo que ser amortiguado con la palma de mi mano mientras le imprimía ritmo a la penetración. “Me duele mucho Gustavo, me duele mucho, no puedo aguantar, yo quiero, pero no puedo”, -decía sollozando, eso me obligó a aminorar mi ritmo y al ser más cadencioso, se acopló y comenzó a gozar-. Al rato pedía, “dame más, dame más” y me decía que tenía ganas de hacer pis, yo sabía que no era pis y el orgasmo seco acompañado de temblores lo dejó baldado.
Se me habían pasado las ganas de acabar, el segundo siempre me costaba más, pero me asusté un poco con el grito del nene y, como él había acabado, preferí ir a lavarnos. Lo levanté sin sacársela del culito y él me puso las piernas en mi cintura, así lo llevé hasta el baño. Allí se la saqué y vi que el agujero que comenzaba a cerrarse estaba enorme, eso sí, tuve que bañarme porque estaba sucio hasta en los muslos, Gabriel se sentó en el inodoro y luego se metió en la bañera conmigo.
Ya recuperado quería seguir y le tuve que poner los puntos respecto a su comportamiento venidero, yo digitaría los momentos y los tiempos, el sólo tenía que poner la boca y el culo, sin olvidarse del buen trato y el respeto. Como no podía ser de otra manera porque yo lo deseaba, aceptó todo, lo mismo que el voto de silencio hasta con el amiguito. Después le enseñé a lavarse el interior de sus tripas y gozó bastante con eso, pero tuvimos que dejarlo porque el hambre me hacía rugir las tripas y le dije que se apurara. Salí yo primero del baño, volví a calentar la comida en el microondas y cuando la servía apareció Gabriel vistiendo un shorcito de baño negro, de lycra, el cual no alcanzaba a tapar sus nalgas, me tenté y se las toqué, estaba seguro que antes de irme volvería a meterme en ese hoyito recién estrenado… Se sentó en la silla riéndose solo.
- Me duele un poco el culito, pero todavía tengo ganas de más, ¿me vas a coger de nuevo antes de irte?, -preguntó como si me hubiera adivinado el pensamiento-.
- Veremos, veremos, me dijo tu mamá que podías usar la pileta climatizada, en una de esas te cojo en la pileta, ¿querés?
- Síííí, yo quiero, ¿querés que lo llamemos a Axel para que venga a bañarse y te lo cogés a él también?
- No, hoy es sólo tu culito, ya veré que hago con Axel, pero ya sabés que ni palabra de esto.
- No le contaré a nadie, pero, ¿puedo practicar con él?
- Sí, podés, al final sos un vicioso, pero, ojo, sólo con él. Ya que estamos, contame como se llevan tu papá y tu mamá.
- Están siempre peleando, mi papá viene poco por acá, pero cuando vienen discuten a los gritos, ella le dice que él anda con “modelitos” y mi papá le dice que ella debe andar con el profe de tenis o algún otro, al final él se va y ella termina llorando, tendrían que separarse como los padres de un compañerito pues él me dijo que ahora no se pelean más.
- Es que los grandes son muy complicados, tengo otra pregunta más para hacerte, ¿vos conocés a estos chicos?, -le pregunté dándole la lista de cinco chicos que me había dado el profesor de Educación Física-.
- Sí, los conozco, hay tres que son de mi grado y dos que van al otro cuarto, ¿vos los conocés?
- No, esta lista estaba tirada en uno de los pasillos de la escuela y yo la levanté, se le debe haber caído a alguien.
- ¿Querés que te los muestre?, los tengo en las Redes Sociales, esperá ahora traigo la tablet…
Se fue moviendo el culito y yo miré la hora, faltaban más de tres horas para las seis, así que podía reventarle el culito de nuevo. Yo mismo me desconocía, estaba seguro que no me convertiría en un Pedófilo declarado que buscaba culitos para desflorar como un enfermo obsesivo, pero…, si andaban dando vueltas y existían las tendencias, no los perdonaría, ya me había dado cuenta que penetrarlos me generaba un morbo muy especial y mi verga no me dejaba mentir pues al mirarle las nalgas al gordito ya comenzaba a reaccionar. Las fotos que me mostró pertenecían a chicos menuditos, rubiecitos o castaños claros, físicamente parecían un poco más formados que Axel y tenía que ver de contactarlos para averiguar qué era lo que se dejaban hacer o que les gustaba que el profesor les hiciera, pero para eso tendría que hablarlos y aplicar el tema de mis deseos, ya vería como podía hacer para conversar con ellos, pero… por lo pronto, mi verga estaba más interesada en el culito con forma de durazno que tenía a disposición.
No tuve que insistir para nada con Gabriel, sólo le pregunté si quería ir a la pileta y me tomó de la mano para llevarme. El lugar era bellísimo, se accedía desde adentro de la casa a una habitación enorme, allí había una pileta semi olímpica con unos enormes ventanales firmemente sellados que daban a un gran parque, el techo también era de vidrio en su mayor parte, principalmente sobre la pileta y, aun con remera y jeans ahí adentro me puse a transpirar, el agua estaba igual y el termómetro adosado a una pared acusaba 28°.
Me desnudé por completo y Gabriel hizo lo mismo mostrándome las nalgas como si fuera una mujer que se desnuda apuntándote con su culo. Se motivó enseguida al ver mi verga erecta y se lanzó a tragarla como si fuera un manjar, pero ya no tuve que obligarlo con las manos, tosió y tuvo arcadas, pero no cejó en su intento y se cogió la boca el solo. Luego de esto lo puse en el borde de la pileta con el cuerpo hacia afuera y boca abajo, me sentía realizado escuchando sus grititos de placer cuando mi lengua se hizo dueña del asterisco ya no tan cerrado.
Costó un poco más porque no había xilocaína y tuvimos que arreglarnos con saliva y paciencia, pero volví a entrar todo en ese culito gentil, después me pasé un rato largo entrando y saliendo de su conducto estrecho, por momentos era placer sexual con risas que no se podían contener pues lo tenía semi agachado en la parte menos profunda y machacaba su culo como desesperado y entrando hasta dónde me permitía la extensión del ariete, sonaba extraño en el lugar el choque de nuestras pieles y también cuando Gabriel, literalmente, ahogaba sus gritos poniendo la boca sobre el agua.
Primero me asusté con esto, pero fue él quien me dijo que siguiera, que así podía gritar a gusto y le dejé el culo abierto como una flor sin hacer caso de sus gritos amortiguados por el agua de la pileta. No lo esperaba, pero al gordito parecía gustarle con rudeza y no escatimé pijazos, hasta que lo inundé de leche en las tripas. Las piernas me temblaban por el esfuerzo de mantenerlo en esa posición, el aire me faltaba porque se me hacía que había largado los pulmones por la uretra y como pude me senté en la escalinata pidiéndole que no se moviera.
Era la primera vez que tenía el culito lleno de leche y tapándose con una toalla corrió al baño porque decía que se hacía caca, no era para menos, me había pasado de rosca y eso fue como un enema de leche en ese espacio desacostumbrado. “Lo tengo todo abierto, no sé si se podrá cerrar”, -me dijo un tanto asustado al regresar del baño y tuvimos que salir de ese ambiente cálido para ir a un baño común y usar un rato el agua fría del bidet, la pomada antiinflamatoria que encontré en un botiquín también sirvió.
Después, ya más tranquilos, nos cambiamos y merendamos. Aprovechamos esos momentos para conversar y me di cuenta que el gordito no era ningún tonto, sabía muy bien como era cada uno de los mayores que lo rodeaban y, no sé si por el tema del deseo emanado, pero, en lo sexual se entregaría solamente a mí sin obsesiones, urgencias o histerismos, pasaba a ser algo así como un “culito dispuesto ante mis ganas de darle verga”. A las seis, cuando llegó la cocinera le di las novedades, me fui quince minutos después, pensando en que todavía me esperaba otra batalla con una “veterana virgen”, ¡Benditos veintiuno!
Al llegar a casa me quedó bastante tiempo como para ordenar mi departamentito, cambiar las sábanas y perfumar un poco el ambiente. Elena llegó pasadas las ocho de la noche y traía la comida en una fuente, “es asado al horno, lo preparé yo para que lo comamos juntos, mi señor”, -dijo y allí recordé que yo había deseado que se convirtiera en mi esclava sexual-. Yo tenía muy claro este concepto, lo de esclava no era tan literal, simplemente había utilizado ese término para darle a entender que no se negaría a nada que le pidiera y hasta ahí llegaba, jamás emplearía ningún tipo de golpe o de humillaciones físicas con nadie.
La cabellera con cierto volumen que enmarcaba su rostro de poco maquillaje, la blusa, la campera, la pollera similar a la usada en la oficina, pero de distinto color y piernas interminables sobre zapatos de taco medio la hacían ver como una excelsa hembra que podía enloquecer a las fieras. Dejó la fuente sobre la mesa, se sacó la campera y se prestó a la indagatoria visual. “Estás, sencillamente, hermosa”, -le dije y pareció como que le hubiera regalado la joya más cara-.
Su rostro se encendió y me estiró los brazos para recibir el beso que esperaba, su boca se abrió presurosa, caliente, dispuesta y su lengua participó con la mía de ese entrechocar de labios y dientes exigentes, “nunca pensé que me gustaría tanto besarte”, -expresó al separar los labios que parecían latir-. Su entrega manifiesta a “su macho” jamás coincidiría con el “lesbiana recalcitrante” que había proferido Agatha y el ronroneo ante las caricias a sus nalgas duras incentivó mi libido.
- Primero vamos a cenar, pero lo haremos en ropa interior, deseándonos, pero sin tocarnos, ¿te animás?
- Claro que me animo, me animo a todo lo que me pidas, me siento totalmente tuya, -dijo sacándose la blusa abotonada que traía y siguió con la pollera quedándose con las medias, el liguero y los zapatos-.
Me arrepentí enseguida de lo que había dicho, mirarle el sostén de media copa que peleaba por contener sus tetas erguidas y el bóxer con encajes que parecía pelearse con sus nalgas para mantenerlas cubiertas, hicieron que mi pedido tambaleara. Sólo opté por sacarme la ropa, si lo hacía ella, ¡adiós cena! Se quedó parada frente a mí, su mirada de asombro se fijaba en mi pecho y en el bulto que tenía para brindarle, pero no quise preguntar que pensaba, aunque era evidente que no le disgustaba.
Cené como un príncipe vikingo atendido a cuerpo de rey por una valquiria que se desvivía por hacerlo, en la sobremesa se soltó más para contarme cosas de su vida, entre ellas que le gustaba ser la parte femenina de la historia y no permitía demasiadas demostraciones apasionadas, lengua, dedos y algún que otro consolador y hasta allí llegaban sus aspiraciones. Le pregunté entonces si a mí me limitaría del mismo modo, “ni se me ocurre, vos podés pedirme y hacerme lo que quieras, tengo un poco de temor porque será mi primera vez con un hombre y tu bulto no parece de juguete, pero vine dispuesta a entregar todo”.
Eso que me dijo fue el detonante para que me levantara de la silla, la tomara de la mano y la llevara a la habitación. Elena resultó no ser tan participativa, besaba bien, gemía muchísimo cuando le “comía” las tetas y tironeaba de sus pezones con mis labios, hasta que se me ocurrió decirle que deseaba que me demostrara ser una hembra apasionada y caliente por su macho. ¡Hacete cargo Gustavo por los deseos que tenés!…
Según ella, nunca habría tenido una verga de hombre, pero sin dudas que practicaba las mamadas con un consolador, porque se tragó la mía casi sin problemas, claro que su cavidad bucal era distinta y resultó infernal pues pegaba su nariz a mi pelvis al llenarse la garganta y parecía que me la quisiera arrancar cuando se la sacaba de la boca aspirando. “Subí encima de mí, quiero verte”, -le pedí, ya que de seguir así me secaría los huevos aspirando todo mi semen-, no se hizo de rogar y se arrodilló de frente para sentarse sobre la verga que guió con su mano.
Lo de “hembra dominante” resultó ser la denominación de la posición porque allí el que dominó todo fue mi ariete que se deslizaba abriendo su conducto estrecho como el de una pendeja, sus pliegues interiores parecían fundirse con el tronco venoso y la cara y los gestos de Elena se convirtieron en un compendio en que se resumía, la sorpresa, el dolor, el placer y los supuestos traumas que se dejaban de lado. “¡Por Dios, por Dios, esto es maravilloso!”, -decía mientras se auto-penetraba despacio y como tanteando.
Amasar sus pechos y apretar sus pezones erectos ayudaba a su excitación y en una última sentada, como imponiéndose el dolor que sentiría, logró que toda mi verga desapareciera en su interior, yo feliz de la vida y ella aún más, “entró toda Gustavo, entró toda y me encantó”, -decía, a la par que comenzaba a mover sus caderas para tratar de lograr un ritmo cadencioso de entradas y salidas-. Yo no podía moverme mucho, pero me senté, ella se acomodó mejor y aferrando sus nalgas con mis manos, la ayudé tratando de seguir su mismo ritmo, aunque se me hacía difícil porque parecía desatada y saltaba penetrándose con vehemencia. Su cara acusaba algunos dolores al penetrarse con algo de rudeza y también se la notaba feliz, como si hubiera vencido algunos de sus “cucos”.
Mi verga parecía ser apretada por una mano que ejercía una presión, a veces agradable y otras veces no tanto, el dedo medio de una de mis manos incursionaba en su asterisco que no se resistía al ingreso y estalló gritando, “¡qué polvo!, ¡Cristo santo, qué polvo!, llename la concha con leche de hombre, porfa Gusti, hacémela sentir”, -pidió con cierta exigencia que me sonó a ruego y yo no estaba para aguantar más-. Tuve que taparle la boca cuando sintió que mi leche caliente se desparramaba por su interior porque se desmadejó totalmente, su orgasmo se incentivó y me empapó los huevos con su líquido pegajoso, pero no importó, el “polvo” había sido apoteótico y Elena, que se tiró encima de mí vencida por sus temblores, había dejado de ser “virgen de hombre” y quería hablar…
- Necesito más de esto, ya no habrá “plástico” que me alcance, siempre seré tuya Gusti, cogeme todo lo más que puedas, -pidió, un tanto “sacada”-.
- A mí también me encantó, pero el “plástico” no tiene problemas de recuperación, jajaja, dame unos instantes para que tu culo no se vaya de mi casa sin conocer “carne en barra”.
- Es todo tuyo mi señor, sé que tu “carne” me dolerá más que en mi vagina, pero, vos decidís y yo acato. Recién me costó no soltar las lágrimas y ahora no creo que pueda aguantar.
- Te presto la almohada para que llores allí, pero romper te lo voy a romper para que cada vez que te mire en la oficina recuerde como te lo rompí haciéndote gozar.
- ¡Ufff!, la calentura por escucharte me provoca escalofríos y ya quisiera sentirte, pero, además de eso, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Hacer podés hacer las preguntas que quieras, que yo te las conteste es harina de otro costal, ¿qué querés saber?
- Sé que ayer Agatha te llevó a tu casa, esta mañana vino distinta y hoy cuando te fuiste a llevar a la señora me pareció que estaba caliente y no precisamente enojada, por otro lado, no creo que vos puedas comprarte una campera como la que te enviaron, ¿pasó algo con ella?
- Son terribles las mujeres para observar cosas que el normal de los hombres no sabe ver, pero, en este caso, el que calle no es sinónimo de que otorgue y yo voy a callar, además un hombre con códigos no tiene memoria. Si querés averiguar algo en ese aspecto, preguntale a ella, lo mismo pasaría si alguien me preguntara de vos, por otro lado, me encanta recibir regalos, jajaja, sólo deseo que lo tengas presente.
- No hay problemas, si fuera cierto no me molestaría, ya te lo dije, vos decidís y respecto a los regalos, claro que lo tendré presente, yo trabajo para sentirme bien y para no estar atado a los designios paternos, pero mi padre tiene una fábrica enorme, fabrica ropa para grandes marcas y es distribuidor, pocos lo saben y vas a ser el mejor vestido de todo el Estudio.
- Todo lo que sea regalo se agradece y reconozco que no sabía de eso, aunque claro, soy nuevo en el Estudio.
- En realidad, en el piso nadie lo sabe porque uso el apellido común de mi madre, hay un sólo chico en otro piso que lo sabe, es gay y supo de eso en una reunión porque mi pareja de ese momento era una lengua larga. Soy hija única y heredera de un padre viudo y anciano, aunque me mueva y viva como una simple asalariada del Estudio que lleva todos los papeles de los negocios de mi padre, jajaja, los vigilo de cerca.
- Bueno, es toda una sorpresa, en cambio yo vivo a los saltos y no puedo disimularlo, pero quejarse no sirve de nada.
- Sin embargo, estás haciendo una carrera prodigiosa y con unas notas excelentes, pronto vas a recibirte y no te enojes, tuve que averiguarlo porque es parte de mi trabajo.
Al final, se hicieron, algo así como la una de la mañana y nos encontrábamos conversando, los dos desnudos en la cama, yo hablaba acariciando distraídamente las tetas de Elena que tenía como espasmos cuando apretaba sus pezones con suavidad. A mí también me hacía falta hablar con alguien, claro que del tema de las “brujas” y de los deseos no se habló nada, tampoco de mis “polvos” furtivos”, pero Elena se enteró de toda mi vida hasta el presente y de los problemas que pasaban en mi casa con mis viejos.
De pronto, como si fuera algo tácito, dejó de hablar y acercó su cara a mi verga adormilada, se puso a mamarla y creo que, solamente con soplarla, habría logrado también la erección que logró. Yo no me tenía mucha fe con el oral, pero… con intentarlo… para eso la hice girar y se instaló el “69”, me aislé mentalmente de lo que ella me hacía en la verga y me dediqué a chupar, morder y lamer su vagina, absorbiendo su clítoris endurecido todas las veces que se me ocurrió.
La tenía encima, por eso pude contener sus saltos ante cada orgasmo que parecían asaltarla y meter los dedos pulgares en su culito para dilatarlo. En un momento no se aguantó más, se incorporó, se puso en cuatro y me pidió con voz sensual, “por favor Gustavo, haceme la cola como más te guste”. Eso hizo que se me “volaran todos los pájaros” y me arrodillé detrás de sus caderas, posiblemente no esperó el “beso negro” y a mi lengua tratando de penetrar su agujerito, menos mal que se había hecho dueña de la almohada y todos sus gritos morían allí.
Me preparé poniendo saliva en su huequito y Elena me dijo que parara, que le alcanzara su carterita, de adentro sacó un tubito de lubricante anal y me lo dio, me reí con esto y le pregunté porque se le había ocurrido, “lo compré antes de venir, quise estar preparada”. Le comenté que había hecho bien pues yo le quería hacer la cola, pero no lastimarla en el intento, el caso es que le puse a ella, embadurné también mi verga y ¡adentro mi alma!… Elena volvió a ahogar sus gritos en la almohada, mientras la penetraba en forma lenta.
Extrañamente, me resultó más difícil que con Gabriel, ella se tensionaba y se aflojaba sin decir palabra y, con lubricación y todo, hasta a mí me dolía al meterme en sus tripas. Paciencia, lubricantes y tranquilidad hasta que estuve instalado en lo más profundo de su recto, sus nalgas duras amortiguaban mi pelvis cuando comencé a moverme en la cogida, mientras la rubia provocaba sonidos apagados contra la almohada y golpeaba sus puños en la cama. Por momentos me detenía y entonces se la escuchaba clarito, “seguí, seguí, por Dios, esto me supera”.
Traté de que no fuera rudo, pero igual parecía como que le arrancaba el esfínter cuando salía y las entradas iban hasta el fondo porque ella lo asimilaba muy bien y movía las caderas tratando de acoplarse a la cogida monumental que le estaba dando. Lo tremendo fue cuando estalló en un orgasmo bestial, el grito fue con sonido de sollozos y, con sus caderas, movía mi cuerpo tratando de empujar para que la penetración fuera más profunda. “Sí, sí, sí”, dijo mientras temblaba y me llevó con ella.
- No puede ser, no puede ser, tenés que romperme el culito todos los días, este placer que siento no se puede explicar, -decía moviendo las caderas y, verdaderamente, me destruyó-.
- Lo tuyo es superlativo cielo, no pensé que pudieras gozar tanto y trasladarlo, -le dije y es que era verdad-.
- Sos vos, sos vos y tu verga, usame siempre, porfi, usame siempre, -pedía sollozante-
Quedé tirado encima de su cuerpo y me llevó con ella cuando fue enderezando sus rodillas para quedar acostada boca abajo con mi pecho pegado a su espalda. “Quedate así, yo te expulso cuando sea el momento, no te imaginás como te siento, -pidió y agregó-, hoy dejé de ser “virgen de hombre” por mis tres agujeritos, bueno, a esta altura, agujeros, jajaja y no sabés que feliz me siento, ¿no te querés casar conmigo?, jajaja”. Miré su cara torcida cuando me decía esto y le contesté. “Primero dejá que me recupere, luego te contesto”.
Casarme o ponerme de novio no estaba en mis planes, pero…, aunque Elena tenía siete años más que yo, mi porvenir estaría asegurado, además, sabía que no me jodería ni me engañaría nunca merced a los deseos que podría enarbolar según las ocasiones, jamás me pondría un “pero” o tendría alguna salida fuera de lugar. Sería todo según mis deseos, aunque ella no lo sabría, pero, sobre todo, nunca me había pasado de sentirme tan bien conversando con alguien en una cama y tenía un sexo fantástico. De todos modos, había tiempo para todo.
El baño fue conjunto y, como la quería rendida ante mí, la dejé que me bañara con la condición de que me permitiera bañarla a ella, me besó cuando le dije esto y tuve que mantenerla porque se le aflojaron las piernas. Lo de ella había sido “amor a primera cama” o “a primera verga”, para el caso era igual, se la notaba entregada más allá de mis deseos expuestos para que fuera una supuesta esclava sumisa y eso no me desagradaba.
Regresamos a la habitación y le pedí que se quedara conmigo, parecía un chico con juguete nuevo y se metió a la cama sin decir nada más, pero su cara resplandecía. Pronto se quedó dormida apoyando su cabeza en mi pecho mientras yo la abrazaba, pero a mí me costó conciliar el sueño. Una de las cosas que me daba vueltas en la cabeza era algo que me había dicho la “bruja-hija”, respecto a los deseos, “a las dos semanas dejarán de tener efecto y deberás renovarlos o la persona olvidará todo”, eso implicaba, acorde a mi criterio, llevar una agenda para recordar lo que le había dicho a cada persona.
Reconocía que mis posibilidades eran infinitas, pero el orden debería primar ante todas las cosas, mi inteligencia me hacía saber que ese orden era primordial para que no se me escaparan detalles que me pudieran costar arrepentimientos. Otra cosa que me dejó pensando y no tenía muy claro era parte de lo que les escuché hablar a ellas entre sí cuando me tenían medio “dormido”. Recordaba que habían dicho que podría causar algunas muertes. ¿Qué implicaba eso?, ¿acaso yo podía decirle a alguien que deseaba que se suicidara para que éste lo hiciera?
Cuando la había visto tan nerviosa a Elena al no quedarme a hablar con ella en la oficina, me hizo recordar que la “bruja-hija” había dicho que una persona podría incluso morir si yo no le daba la oportunidad de cumplir mi deseo y la “bruja-madre” había dicho que eso no le interesaba, que más tarde o más temprano a todos nos tocaba, que yo sólo tenía que aprender. Tenía claro que el tema de las “muertes” o “supuestas muertes” que podía provocar era algo intrigante, pero no estaba por la labor de averiguarlo. Como fuere, en medio de todas estas elucubraciones, me quedé dormido.
Me despertó el olor y café y tostadas que impregnaba todo el departamentito, el extractor no funcionaba y afuera estaba frio para abrir las ventanas, claro está que Elena no lo sabía. “Buen día cielo, tuve que abrir una ventana porque llené todo el departamento de humo, nos quedamos dormidos”, -me dijo sonriendo y alcanzándome una taza grande de café cortado con un poco de leche-. Eran las diez de la mañana, seguía tan desnuda como en la noche anterior y mi verga no tardó nada en reaccionar, algo que a ella no le pasó desapercibido.
- ¿Necesitás algo vida?, -preguntó mirando hacia mi entrepierna-.
- Sí, te necesito a vos y a tu boca, -le contesté y entendió-.
La mamada fue prodigiosa, me había recalentado mirando sus tetas paradas y su culo altivo, por consiguiente, no tardó mucho en sacarme hasta la última gota de leche y no dejó que nada se escapara de su boca, además, me dejó la verga brillante de saliva. No había sido necesario tan siquiera que la tocara, había tenido un orgasmo con sólo mamarme y sus ojos estaban brillantes de felicidad, “esta es la virginidad que me faltaba, esta leche no tiene mucho gusto, pero es tuya y me encantó”, -expresó relamiéndose-.
Al mediodía fuimos a almorzar a una parrilla de las proximidades, me comí todo y ella contenta de invitarme, yo no hubiese podido pagar la adición, pero Elena solucionó todo con una tarjeta de crédito dorada, además de dejarme el código de un restaurant, también propiedad del padre, que la proveía de comida por medio del delívery. Estaba seguro que ya no pasaría necesidades porque el otro paso fue ir a un Cajero Automático y me dejó efectivo que era el doble de mi sueldo. Se fue de casa como a las cinco de la tarde, pero le dejé claro que uno de mis deseos era que la cortara con todas sus amistades anteriores y que no hiciera de buscona conmigo, a nada de eso podía negarse y se fue contenta con su auto japonés automático.
Al quedarme solo me puse a repasar las materias que debería cursar la semana entrante, mis dos o tres horas diarias de estudios ya era algo totalmente arraigado en mi estilo de vida y, aunque algunas cosas habían cambiado pretendía recibirme antes de que mi padre se deteriorara o se muriera sin que pudiera darle esa alegría, luego de esto me quedó tiempo para navegar un rato por Internet y enterarme de quien era el padre de Elena. No me caí de culo con lo que leía porque estaba sentado en la silla, pero quedé impresionado por la sorpresa.
Mi “futuro suegro” era un magnate y tenía diversificada su fortuna en varios negocios, la fábrica de ropa parecía ser sólo la cara más visible de sus negocios porque había inversiones importantes que rondaban en un 35% de una cadena de hoteles internacionales, el 60% de acciones en tres restaurantes de elite y también acusaba acciones en una compañía petrolera brasileña que tenía Estaciones de Servicio desperdigadas en todo el país. No me quedaban dudas de que Elena no me había contado todo, pero yo tampoco quise averiguar más, ya me enteraría, a continuación de todo esto y ya que estaba con la máquina me puse a confeccionar la agenda poniendo la fecha en que había pedido los deseos, a quien se los había pedido y el texto de los mismos, eso me serviría para estar atento a las dos semanas en que llegarían a vencerse, a fin de renovarlos o no. Quedé satisfecho y sin más por hacer esa noche dormí como nunca.
El domingo a la mañana me tocaron el timbre del Portero Eléctrico y atendí intrigado porque no esperaba a nadie, me preguntaron si yo era “fulano de tal” y ante mi respuesta afirmativa, la persona que me hablaba dijo tener una encomienda para mí. Bajé intrigado para ver de qué se trataba y me encontré una camioneta con el logo de la fábrica de ropa, el muchacho no me dio muchas explicaciones, sólo me dijo que lo habían mandado y me entregó tres bolsos grandes conteniendo ropa. Elena no se había olvidado del “vas a ser el mejor vestido del Estudio”.
Dentro de uno de los bolsos había una nota que decía: “Espero haber acertado con las medidas, gracias por todo, te quiero”. Allí adentro había tres trajes, dos pantalones, cinturones, seis camisas a tono para vestir y otras seis para diario, dos suéteres, seis corbatas, una más linda que la otra, pañuelos de mano y de cuello, dos camperas a la cintura, medias, ropa interior, remeras, dos pares de zapatos de vestir y un sobretodo que me quedaba pintado. Había una fortuna en ropa que yo no hubiese podido gastar ni siquiera juntando mis ingresos de cinco años, mi “futura novia” se había portado de maravillas y estaba más que convencido de que habría más.
Me pasé un rato largo probándome la ropa, estuvo claro que Elena sabía de medidas y, sin que me diera cuenta había aprovechado para tomarlas de mi ropa usada. Uno sólo de los pantalones me quedaba un poco largo, pero habría solución inmediata para eso, la “viejita” del cuarto, por dos monedas lo arreglaba, bastaba con llevarle un pantalón viejo y en menos de media hora te lo tenía listo, algo que hice de inmediato porque era justo el pantalón del traje gris que quería ponerme el lunes.
Ya que estaba en el baile y con algo de dinero fresco, le pedí a la hija de la costurera que me emparejara el cabello, era lo que hacía en un local del barrio y aquí no hubo ninguna necesidad de pedir deseos, la buena relación con los vecinos resultó más productiva y quedé hecho una “pinturita”. Cuando me fui a acostar me di cuenta que había tenido una semana de lo más movida en cuanto a lo físico, pero muy productiva.
Al salir de casa el lunes, con el sobretodo abierto para que se viera el traje, hasta el Encargado del edificio silbó de admiración, “¡qué “pinta” que tenés nene!, las debés tener a todas locas”, -me dijo sonriendo-, no le contesté nada, devolví su saludo con una sonrisa y pensé que apenas habían sido dos mujeres estupendas, pero que una ganaba mucho más por lo económico. Me tomé un taxi, no daba para viajar apretado en un colectivo y llegué relativamente temprano al Estudio. Elena ya estaba allí y su cara se iluminó al verme…
- Buenos días Gusti, estás hermoso, es temprano, ¿querés tomar un café?, -preguntó para que fuera a la cocina y le contesté sonriendo-.
- Más que un café, lo que querría es comerme a besos a una rubia despampanante, gracias por los “regalitos”.
- Es lo menos que te merecías, ¿tomé bien las medidas?, jajaja.
- Mejor que si las hubieras tomado con un centímetro, -expresé acercándome para comerle la boca-.
- ¿Querés hacer algo en el baño?, -preguntó con cierta esperanza al dejar de besarla-.
- Mejor no, no tentemos a la suerte, es mejor que en algunos días salgamos y vayamos a un hotel, me da no sé qué que tengas que venir a mi “cuchitril”.
- A mí me encantó, aunque vos decidís cuándo y dónde, pero eso de tu vivienda tenemos que hablarlo, ¿te gustan las casas?
- Sí, soy un tipo de pueblo, pero las cosas nuestras las dejaremos para cuando estemos solos, yo te aviso, -le dije como para frenarla un poco, pero lo de la casa me interesó-.
Agatha andaba con cara de haber aguantado al Abogado todo el fin de semana, me lo corroboró de pasada y me dijo: “mejor ni hablar”, además, como era de esperar, alabó mi prestancia y le comenté que alguna vez tenía que usar esta ropa, como dando a entender que la tenía de antes, después estuvo muy poco comunicativa conmigo porque había un juicio importante en danza y el Abogado la tenía de un lado para el otro.
Cuando llegó el momento de ir a buscar a los chicos, se acercaron los dos junto a una señora que llevaba a un compañerito de ellos de la mano… “Disculpe que lo moleste joven, yo soy la mamá de Ezequiel y me informaron que usted los va a llevar a la casa de Gabriel, la maestra me dijo que deben reunirse para hacer un trabajo en conjunto, dígale por favor a Graciela que yo lo pasaré a buscar a eso de las seis de la tarde”. Otra mamá y la miré bien antes de contestarle, era una linda mujer de cara, pero se la notaba bastante abandonada de su físico y con varios kilos de más. Finalmente le dije que se quedara tranquila, que yo conducía tranquilo y que le avisaría. Los chicos me saludaron con un beso en la mejilla y se sentaron los tres en el asiento trasero, pero antes le pregunté a Gabriel cómo estaba…
“Bien, no me duele nada”, -me contestó en voz baja y con cierta picardía-. Los tres se pusieron a charlar entre ellos y yo lo miré al nene invitado, era rubio de ojos claros, pero se le notaba la misma tendencia que la madre, apuntaba para ser otro gordito. El nombre Ezequiel me sonaba, me pareció recordarlo de las fotos y saqué la lista de los chicos que me había dado el profesor, “¿cuál es tu apellido Ezequiel?, -le pregunté cruzando los dedos-.
Tal como esperaba, resultó ser uno de los chicos que eran “atendidos” por el profesor, no quería que ninguno de ellos se enterara de estas “intimidades” y me puse a pensar en la manera de lograr que el nene me contara lo que hacía o se dejaba hacer. La oportunidad se presentó al llegar a la casa, la chica del servicio me dijo que tenía que esperar un rato a la señora, expresé que no tenía problemas y luego le hablé a los chicos… “Axel y Gabriel suban a cambiarse y prepárense para almorzar, Ezequiel se quedará conmigo porque deseo que me cuente unas cosas”. Ni punto de discusión, ellos se fueron y me quedé en el auto con el otro gordito.
- ¿Qué quiere que le cuente señor?
- Quiero que me digas que hacías o te dejabas hacer con el profe de Educación Física en su oficina.
- Él me ponía buenas notas y a cambio hacía que me tragara su pito hasta la garganta y me tiraba la leche adentro, además, un día me puso una crema en la cola y me metió el pito hasta el fondo, me dolió mucho, pero me tapaba la boca para que no se escuchara, eso me lo hizo tres veces más y ya me gustaba, pero es un secreto que yo no puedo contar porque si no me echan del colegio.
- Bueno, yo no voy a contar nada, pero deseo que a partir de ahora las mamadas y las cogidas las tengas sólo conmigo y tampoco dirás nada a nadie, ni a tus amiguitos.
- Sí señor, ¿quiere coger ahora en el auto?, -me preguntó con voz inocente y juro que me tenté-.
- No, ahora no te voy a coger, pero quiero que me la chupes un poco y veas la verga que te vas a comer por tu culo gordito, -le dije esto sacando mi verga y abrió los ojos enormes-.
- Es mucho más grandota que la del profesor, voy a tratar de meterla toda en mi boca.
Hizo un par de intentos y sabía lo que hacía, pero no era el lugar y yo no tenía tiempo, entonces le dije que estaba bien, que en otro momento le daría la leche y le pregunté cómo podíamos hacer para vernos, “no sé, hoy mi mamá me dejó venir a la casa de Gabriel, pero siempre estoy solo en la tarde porque mi mamá trabaja hasta las seis de la tarde”, le pedí la dirección y le dije que no dijera nada, que yo le avisaría un día al salir del colegio.
Claro que esto tenía que ser antes de las dos semanas, pero podía aprovechar las tardes en que la señora iba a tenis, lo mandé con los demás chicos y me quedé pensando en el hijo de puta del profesor, usaba siempre la misma técnica, los chicos transaban con él por miedo a repetir el grado y los hacía guardar el secreto para que nos los echaran del colegio. Reconocía que yo resultaba tan hijo de puta como él, pero jamás me hubiese animado a hacerlo por las mías y sin tener la posibilidad de los deseos.
Quedé caliente con la mamada inconclusa del pendejo y con ganas de ponerla, pero lo que pasó a posteriori me solucionó el problema. La Doctora Graciela, mamá de Gabriel entró a la casa caminando, venía de la calle y su cara no anunciaba nada bueno. Lo primero que hizo fue acercarse al auto y me habló de malos modos…
- Menos mal que está aquí, lo pensaba despedir si no me esperaba.
- Buenos días señora, ¿cómo está?, -le dije con algo de sarcasmo-.
- No se haga el lindo conmigo Gustavo, pasé un fin de semana asqueroso, sola, aguantando los berrinches de mi hijo y no necesito que nadie se conduela.
- Está bien, la entiendo, sólo quería decirle que deseo que cambie completamente sus modos conmigo, que haga lo que tenía que hacer y esté dispuesta a aceptar nuevos deseos apenas salgamos de aquí.
- Disculpeme Gustavo, usted no tiene la culpa de lo que me hace el idiota de mi marido, hágame un favor, espéreme unos minutos que me cambio y salimos para el club, ahh, muchas gracias por la atención para con Gabriel, está muy contento con usted, en eso no lo reconozco, ¿cómo hizo?
- Nada, sólo le dije que deseaba respeto y educación, lo mismo que le pido a usted y ya que va a cambiarse, deseo que se ponga la pollerita de jugar tenis sin ropa interior y que me lleve a algún hotel por horas porque allí la vamos a pasar muy bien.
- Sí, sí, seguro, será como dices, enseguida regreso, -dijo antes de salir corriendo hacia el interior de la casa-.
Ya la venía mirando “con cariño” a la Doctora y me cansé de sus malos tratos producto de la amargura que tenía con el inútil del marido, ahora me quitaría la calentura que me había agarrado con Ezequiel y sólo quedaba cogerla hasta que pidiera por la madre y después vería que otro provecho podría sacar de ella.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!