EL PODER DE LOS DESEOS. (22).
La demanda de divorcio me aseguro culitos nuevos y aparece Rodolfo para ayudarme con el demandado. Lo de Edith resulta mejor que lo esperado. Se producen roturas que me satisfacen y me preparo para ver lo que haré con el marido de Antonella..
ANTONELLA E HIJOS – VENEZOLANA MIMOSA. (22).
Bruno se arregló bien la ropa y salió del baño como si nada, la hermana estaba impaciente por preguntarle y él sólo le dijo en voz baja, “la leche es riquísima”, lo que hizo que la hermana me mirara con los ojos brillantes. Antes de llamar a la madre les dije que al salir de la oficina olvidaría todo lo pasado allí, que jugaran entre ellos si querían, (estaba seguro que así lo hacían), pero, el deseo de sentirme en sus culitos perduraría. Luego llamé a la madre y los mandé a que esperaran con Haydee, aunque portándose bien.
- Antonella, tenemos varios problemas para solucionar antes de iniciar una demanda de divorcio como vos querés, -el tuteo se dio como “natural”-.
- Vos dirás Gustavo, yo me pongo a tu disposición.
- En principio, hay que buscar pruebas filmadas de las prácticas de tu marido, por otro lado, además de la sumisión a mí, “deseo” que seas “mi putita” para todo y se terminó eso de ser “putita para amigos”, -le dije levantándome de mi asiento y parándome detrás de ella-.
- Sólo dos veces me acosté con otros tipos, dos idiotas, los demás son “amigos pagos” para tratar de darle celos a mi marido, pero jamás resultó, en cuanto a ser “tu putita exclusiva”, ya lo estoy deseando con todas las ganas, besame, cogeme, acariciame, rompeme toda, castigame, sé el “amo” que nunca pude tener, seré la mejor de las esclavas, -expresó mirándome con los ojos brillantes de deseo-.
Antonella había resultado una sumisa en potencia conjuntada con una mujer caliente de sangre latina. Los pezones y las tetas mismas parecían haberse endurecido y me agaché para besarle el cuello y apretarle los pezones que parecían de piedra, el gemido fue instantáneo y se abandonó mientras temblaba y estallaba en un orgasmo que no pensé que tendría de sentada. Mi verga estaba lista nuevamente, aunque sabía que terminaría cansado por la actividad de la mañana y me costaría después estar con Elena si requería el “polvito” del mediodía, así y todo, la hice parar y apoyar sus tetas en el escritorio y ascendí con mis manos por sus muslos firmes arrastrando su vestido, pronto quedó a mi vista su espectacular culo, duro, firme, trabajado en gimnasio, de nalgas erguidas y apenas tapadas por la tira de la tanga.
“Ficcamelo nel culo” (metémelo en el culo), -acotó en su idioma con voz sensual a la par que movía sus caderas y dejaba notar sus labios íntimos gruesos, cerrados y empapados-. Era muy tentador ese asterisco cerrado y palpitante, pero, no sé cómo es que lo logré, el caso es que no la penetré, la dejé y me quedé con las ganas. Pincelé la zona haciéndole sentir el tamaño del glande y le pedí que se arreglara la ropa saliéndome de ese lugar cálido y, ciertamente, apetitoso y deseable. Antonella giró su cuerpo y estiró la mano para tomarlo entre sus dedos, “¡Oh mío Dio, che cazzo!” (¡Dios mío!, ¡qué verga!), -exclamó-, me quedó claro que en su excitación le salía la “tana” de adentro y eso me encantó.
Le aclaré que primero estudiaría bien el caso de la demanda y después, en uno o dos días pasaría por la casa, la cara de desilusión fue tremenda y el “per favore, per favore” no se hizo esperar, le acaricié el rostro y le pedí que aguantara, “cuando te tenga a gusto y te penetre no quiero suciedades”, -expresé besándole el cuello y noté sus estremecimientos, no me cabían dudas que Antonella sería un bocado para saborear con tranquilidad, eso sin dejar de lado los culitos más chiquitos que, lógicamente, tendrían que aprender a comerse una buena verga sin chistar.
Luego de que Antonella y sus hijos se fueran le pedí a Haydee que me comunicara con el Detective privado que solía hacernos algunos trabajos en el Estudio como empleado abonado a él. Rodolfo era un hombre de unos cuarenta y cinco años, estaba retirado de la Policía provincial en la rama de Investigaciones, bueno lo de “Retirado” es un decir, lo habían retirado luego de veinticinco años de servicio porque se le había ido la mano en un interrogatorio y el interrogado no aguantó. Logró el retiro apelando al pago de algunos favores que le debían y estaba dedicado ahora a la Investigación privada.
Rodolfo es homosexual, no se le nota, no se le cae ninguna pluma, es alto, morocho, musculoso y, según contó, tiene una verga respetable, pero para él, el concepto del sexo sólo se entiende frente a un culo masculino, preferiblemente jóvenes de hasta veinticinco años, las mujeres y lo que representan en cuanto a sexualidad le producen una cierta urticaria, normalmente tiene un trato genial y educado con ellas, pero, en el sexo, ni las registra. ¿Se preguntarán como averigüé todo esto?, es simple y, por lo menos, a mí me resultó simple.
Después de obtener mi Poder y de haber experimentado con varias mujeres, los únicos culitos masculinos que habían probado mi verga habían sido los de Gabriel y Axel, no me llamaban para nada los hombres, pero… quise saber si a ellos les afectaba igual el tema de los “deseos” con respecto al sexo, para saber esto, me pareció buena idea detenerme una noche en un bar gay y hacer las pruebas pertinentes. Me acerqué a sentarme en uno de los asientos de la barra y pedí un gin tónic, luego observé el ambiente, encontré de todo como en botica, había chicos jóvenes de jeans y campera y más veteranos de traje, lo que implicaba cierto status de trabajo o a profesionales, algunos se besaban, otros parecían parejas y, salvo un grupito que hablaban y reían con voces chillonas como si estuvieran en una burbuja, estaba cada cual en la suya.
En cuanto a mí, presencia, buena ropa, joven y marcadamente inexperto en esas lides, pronto tuve a varios que me miraron y a un par que se me acercaron con intenciones de hacer un “levante”. Me deshice de ellos a la primera, el “deseo” funcionaba como “espanta moscones”, no me molestaba su cercanía, su charla insustancial tampoco, pero era marcadamente imposible que pudiera generarme algún tipo de reacción de índole sexual y no intenté nada, Rodolfo se me acercó y se sentó a mi lado.
- ¿Te perdiste?, tenés ganas de experiencias nuevas o estás inseguro, como sea, se nota mucho que no es tu ambiente.
- No, decididamente no lo es, entré con ganas de tomar algo y recién allí me di cuenta, pero ya había ordenado.
- ¿Empresario o Abogado?
- Abogado, ¿tanto se nota?
- La ropa es de buena calidad, aunque no difiere mucho de la de otros que son habitués, pero hay modos y gestos que denuncian a un Profesional en Leyes y a un hetero al 100%, perdón, es mi nariz la que funciona distinta, soy Rodolfo y me dedico a las Investigaciones Privadas.
- Encantado Rodolfo, soy Gustavo y ahora que lo mencionas, tu profesión puede ser necesaria en el Estudio que represento, quiero cambiar algunas cosas y allí nunca hubo un Investigador Privado para ningún caso.
- Es interesante, aunque eso implicaría dedicación absoluta, yo no tengo problemas y me conviene porque mi profesión está bastante devaluada, sería cuestión de ponernos de acuerdo con el tema de los ingresos y en algunas otras cosas, por lo pronto, ya sabés cuales son mis gustos en algunos campos.
- Eso no me jode ni me molesta en tanto y en cuanto se cumpla con los pedidos del Estudio, ¿por qué no tomamos algo y nos ponemos de acuerdo?
De allí fue que, nos sentamos en una especie de reservado sin que les hiciera caso a las miradas suspicaces de otros clientes. En esa conversación, poniendo de por medios mis “deseos”, me enteré de toda la vida de Rodolfo, aprendí de cómo era y reaccionaba y de que había que tener sus cuidados con él. Yo no, tampoco la gente del Estudio, me ocupé muy bien de que respondiera a mis “deseos” y a renovarlos y mantenerlos acorde a lo que la agenda me dictaba.
Haydee lo llamó y hablé con él pidiéndole que me averiguara en su círculo de amistades sobre el esposo de Antonella, le conté lo que sabía sobre sus gustos en chicos jovencitos y le dejé entrever que, aunque ahora estaba de viaje, a su regreso había que montar algo para generar pruebas que me ayudaran para hundirlo en la defensa de sus bienes a repartir. “Eso es bastante fácil, voy a dedicarme a averiguar y, para después tengo a dos mulatos que pueden hacer una buena película con él”, -expresó sabiendo bien lo que yo podría pretender, yo no quería “santidad” en sus acciones y él lo tenía claro-.
Después de haber hablado con Rodolfo la saludé a Haydee y me fui para la empresa a almorzar con Elena, tuvimos que comer a las apuradas porque había que entrevistarse con un CEO de una empresa de China. La reunión estuvo bien y pudimos hacer el negocio pactado en millones de “verdes”, aunque yo estuve presente como una figurita decorativa, Elena apenas participó, todo fue “manejado” por la gente designada para eso, lo que sucedía es que el chino quería que estuvieran los dueños de la empresa en la exposición. La cuestión fue que no hubo “polvito” y me vino bien.
Al regresar a casa me vinieron a la mente los dos hijos de Antonella, estaba claro que el padre les había enseñado bastante bien lo del sexo oral, pero no se animó, no se decidió o tuvo algún tipo de prurito para penetrarlos. Eso lo deducía por lo que me había dicho el nene, en algún momento las ganas de un culito primaron cuando quiso hacerle perder la virginidad anal al varoncito, pero se contuvo ante sus quejas y, con todo el tiempo del mundo, decidió llevarlos despacio, todo se le complicó cuando Antonella lo descubrió con sus amantes. No tenía dudas de que a los chicos les gustaba experimentar con el sexo y yo no tendría tantos pruritos, menos que menos con Matilde, la nena exhibía una sensualidad inusual y el padre ya la había “roto” con los dedos, me encantaría tener esa cara frente a la mía cuando mi verga entrara en cualquiera de sus huecos. Este pensamiento me excitó y cuando bajé del auto tuve que acomodarme el bulto, el “hola Doctor, ¿le preparo el mate?”, me sorprendió, ni recordaba que en casa estaría Edith, pero no venía mal…
- Más que el mate, “deseo” que me trates de “papi” y te conviertas en una putita a mi disposición, -le dije casi sin pensarlo, pero ya estaba dicho y trataría de pasarlo bien-.
- Si papi, quiero ser tu putita para lo que gustes, ¿querés que me saque la ropa?, -preguntó demostrando en su cara el deseo-.
- Sacate todo y quiero verte cuando lo hacés, -le dije yéndome a sentar en el sofá del living mientras me seguía presurosa-.
Ver a la venezolana cuando se sacaba la remera y el sostén común que tenía puesto dejando a la vista sus tetas erguidas coronadas con areolas grandes y oscuras que dejaban asomar pezones duros por la excitación, se arreglaba el cabello y se desabrochaba el jeans para comenzar a bajárselo, me puso la verga como un garrote y comencé a sacarme el pantalón, el saco había quedado en el respaldo de una de las sillas y me apuré dejándome puesto sólo el bóxer, eso le correspondía a “la putita” que tenía enfrente. Se bajó los jeans junto con la ropa interior, pero lo hizo dándome la espalda, sus nalgas destacaron y en su entrepierna se le notaba el bulto de su vagina de labios gruesos que brillaban mojados por su propia excitación. “¿Lo puedo besar papi Doctor?”, -preguntó acercando su cara a la mía-, no le contesté, le “comí” la boca sin más, mi lengua recorrió sus labios y buscó el interior de su boca, Edith se desarmó con sólo el beso y gimió jugando a su vez con su propia lengua.
Mis manos se adueñaron de sus tetas y noté lo duro que eran, además, reconozco que lo hice con ganas de dañarla un poco y le apreté los pezones con mis dedos, el resultado fue agradable, Edith gimió y se quejó, pero de inmediato pareció disfrutar de ese pequeño maltrato pues, además de los gemidos, apartó su boca de la mía y me pidió que los apretara más. Eso sería ya para causarle un daño exagerado y le pedí que se parara y fuera a mi habitación, lo hizo con gracia moviendo sus nalgas al caminar por delante de mí. Se reía como gozando por anticipado y cuando entré en la habitación, al estar frente a la cama se giró y me dio un pequeño empujón para dedicarse luego a sacarme el bóxer. “¡Virgen Santa!, ¡qué “señora” verga!, la quiero ya”, -exclamó tomándola con las dos manos-.
Me acomodé con la cabeza sobre las dos almohadas y, viéndola de rodilla sobre las sábanas, la dejé que hiciera y volcó su cuerpo para arrimar su boca al miembro erguido, “toda”, -le pedí mirándola-. Las ganas la traicionaron y se apuró, el resultado fue con toses, ojos abiertos sorprendidos y llenos de lágrimas. La duda fue sólo de unos instantes y comenzó de nuevo, pero tomando precauciones, la fue tragando de a poco mientras me miraba e intentó un par de veces más, los labios gruesos no aseguraban una cavidad bucal adecuada a lo que yo pretendía y no creí necesario forzarla, pues su lengua se movía como la de una serpiente y lamía desde el interior. Nunca entendí el, “ponía cara de puta”, cuando una mujer excitada te miraba en determinados momentos del acto, pero Edith, con su cara y su mirada, daba veracidad al imaginario popular.
Estuvo a punto de llevarme con ella y la saqué de su boca para pedirle que se acomodara en la cama, no preguntó, sólo se ubicó como más debía gustarle y paró sus nalgas mientras ponía los codos y la cabeza sobre las sábanas, desde allí, con la cabeza torcida me miró esperando la estocada. Me sentía muy caliente, me había excitado mucho pensando en el culito de la nena y Edith estaba allí, entregada y lista para que la penetrara sin compasión, pero ya me había aguantado de terminar con la mamada y ahora sabía que la cosa podría ir para largo, algo que quería aprovechar.
La posición era típica, yo arrodillado detrás de sus caderas, ella con el culo en pompa y tenía delante de mis ojos el hueco rosado y mojado de su vagina, apenas un poco más arriba el agujerito con forma de asterisco, más oscuro, pero no tan cerrado, era lógico, con ese par de nalgas duras y llamativas y un hermoso color de piel mate, no había forma de resistirse para hacérselo, el paisaje mismo te llamaba a esa penetración y a ella no parecía disgustarle. Siendo así no usaría nada más que la lubricación natural y, tomándola con la mano, comencé a pasar mi verga como si pincelara la zona, trasladé gran parte de sus jugos al hueco que parecía latir y lo punteé, lo mismo hice con la vagina, apenas un poco del glande entraba y volvía a pincelar. Así varias veces hasta que Edith no pudo aguantar y gritó como desquiciada, “metela papi, por favor, la necesito, dame verga, no me aguanto esta tortura”, -dijo empujando sus caderas hacia mi pelvis, claro que no la dejaba llegar, ella se desesperaba y a mí me encantaba lograr que así fuera.
La escuché en una especie de sollozo y le mandé media verga por la vagina, fue delicioso entrar allí, su conducto “natural” me recibió mojado, viscoso, caliente y estrecho. A mí me gustó y ella, además de acusar la penetración y emitir un quejido por el dolor momentáneo al sentir que sus carnes se abrían, con el “sí, sí, sí”, retrocedió sus caderas, la dejé que lo hiciera y se ensartara de una. Se olvidó del tamaño y el “ayyyy”, sentido y prolongado, fue como una explosión y la obligó a quedarse quieta, mi respeto no llegó al minuto, pero no hubo necesidad de moverme, ella fue la que se movió incrementando el ritmo.
La venezolana era un espectáculo aparte, se movió acoplándose a mi ritmo y pronto tuvo una catarata de orgasmos, no fueron tan seguidos, pero intensos, viscerales, gozándolos a más no poder y plagado de temblores, gritos ahogados por la cama y contracciones de sus músculos que me transmitían su entrega a través de mi miembro. Nadaba allí dentro cuando salí y apunté al asterisco, nada me impidió entrar sólo el roce más pronunciado porque lo estrecho del lugar lo ameritaba y la clavé sin detenerme. Se desmembró, sus rodillas se vencieron y me llevó con ella mientras gritaba sin que la cama amortiguara demasiado su grito de dolor, para mejor, rápidamente volvió la magia y, aún con lloriqueos y tragando sus propios mocos, sus caderas se movieron incitándome a moverme entrando y saliendo.
Al poco rato sus orgasmos se notaron más violentos, fueron dos haciéndome sentir como si una mano me apretara todo el tronco y cuando comenzaba su tercero, me dejé ir llenándola. Ninguno de los dos podía recuperarse rápido y mucho menos se me ocurría tratar de salir de su interior profanado, estaba seguro que me llevaría sus tripas conmigo o me pelaría la verga como si fuera una banana, así de tremenda era la contracción de su esfínter y yo no me arriesgaría. El “polvo” había sido bestial, bien latino, de sangre caliente y esperé sobre ella dejando que, en su interior, mi verga fuera perdiendo su vigor. En la espera se me ocurrió acariciar sus tetas pasando mis manos por debajo de su cuerpo, “no papi, no, si me tocas no me aflojo, me encanta, pero quedaríamos abotonados como los perros”, -dijo reaccionando y me pareció que se rio recordando alguna situación anterior-.
No lo puedo asegurar, pero creo que nos dormimos un rato compartiendo nuestro sudor, por lo menos yo sé que me dormí y fue Edith la que primero reaccionó tratando de salir por el costado de la cama, ya no había impedimentos, mi verga había quedado como un pedazo de trapo arrugado y me dio la mano para irnos a bañar. Ya dentro de la bañera y bajo la ducha me calenté de nuevo, no intenté nada, pero la vista de su cuerpo cobrizo y desnudo se la hacía parar a un muerto. Ella lo agradeció mirándome a los ojos, “notar que te vuelves a excitar me halaga, pero estoy destruida papi, sabía que iba a estar rico, más, esto superó todas las expectativas”, -afirmó abrazándome-.
Por el momento no quise hacerla olvidar, sólo le pedí discreción y que no me buscara, Edith destilaba dulzura, el tono de su voz sensual me encantaba y no me vendría mal que me brindara caricias y charlas íntimas cuando se encontrara en casa, no todo pasaba por ponerla. Sabía que tenía todo en Elena, pero disfrutar de lo mejor de cada una de las “otras” no me disgustaba, ya se vería que se hacía cuando expirara el tiempo del “deseo” o si era necesario que éste se renovara.
Me quedé descansando y, como era mi gusto, le pedí a Edith que, al estar solos, anduviera en ropa interior por la casa, pero lo que tenía puesto no era de mi gusto y le di dinero para que se comprara otros que me gustaran, “gracias papi, voy a comprar unos hermosos y muy hot, sólo espero que no los rompas cuando me los veas puesto, jajaja”, -dijo con los ojos brillantes-. La actividad de la mañana, mediodía y tarde me pasó facturas y me quedé completamente dormido, sólo me levanté para prepararme algo de cenar, mirar un poco de las Redes Sociales y me volví a dormir, el cuerpo pedía.
La mañana fue normal, no hubo novedades importantes y como a las diez de la mañana me llamó Antonella para decirme que el marido, por intermedio del Administrador de su empresa había despedido al personal de la casa, había retirado la custodia y anulado las tarjetas de crédito.
- ¿Te dejó sin un Peso?, -le pregunté pensando que tendría que poner algo de mi bolsillo-.
- Sí, pero no hay problemas, yo tengo mi propio dinero y no se me cae ningún anillo por limpiar o cocinar.
- ¿Qué dicen los chicos?
- No saben nada, están en el colegio hasta las dos de la tarde, yo puedo bancar el transporte escolar y otros gastos, te contaba para que sepas lo hijo de puta que es.
- Eso está claro, si estás sola te voy a ver porque “deseo” pasar un rato contigo.
- Te espero, ya te dije que soy toda tuya para lo que gustes, seré tu mejor “puttana”.
La llamé a Elena para avisarle que no iría al mediodía porque tenía que ver a un cliente importante y me desligué del compromiso, aun cuando ella no preguntó ni preguntaría nada. La casa de Antonella no era de mi gusto, estaba situada casi en los fondos de ese barrio privado, era grande, ostentosa, de dos plantas, pero con pocas ventanas por donde entrara luz, el parque era grande, bien cuidado y con varios árboles y plantas que lo hacían llamativo. Como los portones estaban abiertos y no había custodios en la garita de seguridad, ingresé con el auto sin que nadie me detuviera.
“La Itálica” tenía puesta sólo su ropa interior, un sostén de media copa y un culote de color negro, me esperó en el dintel de la puerta abierta, los vecinos tenían casas similares y, salvo que usaran prismáticos para ver, estaban bastante lejos. Estacioné directamente frente a la casa y descendí del auto para recibir un abrazo de la rubicunda rubia que buscó mis labios con total desparpajo. “Parezco una chiquilla caliente, vamos a mi habitación”, -me dijo presurosa y exigente-, la seguí mirando su culo de nalgas firmes y pensando que hoy gritaría a gusto porque romper se lo iba a romper. Recordé lo que me había dicho en la oficina y la bajé de la cama tirándole del cabello, “desnudame y arrodillate porque me vas a chupar la verga como nunca lo hiciste”, -expresé con voz dura y sus gestos cambiaron-. “Si mi señor cumpliré con todo lo que me pida”, -respondió y terminó de desnudarme rápido-. Nuevamente la tomé del cabello y le puse la verga ante su boca, le pedí que se la tragara toda y me miró como diciéndome que no podría.
A mí no me importó, mantuve firme su cabeza con mis manos y le penetré la boca, no me detuve hasta que estampé su cara en mi pubis, dos o tres segundos después la dejé salir y tomó aire a raudales como desesperada, alcancé a ver que las lágrimas caían por sus mejillas y le pedí que lo hiciera sola, “ayudame, sola no puedo”, -expresó con una vocecita apenas audible y volví a repetir la misma operación. La mamada se convirtió en un mar de salivas y una especie de gárgaras provocadas con el entrar y salir, pero ya no sostenía su cabeza ni hacía presión, Antonella se ocupaba sola de eso.
Yo sabía que mi veta sádica no era lo que más placer me provocaba y una mamada en esas condiciones tendía más a que se me bajaran los ímpetus que a seguir en ese camino y la saqué de su boca pidiéndole que se pusiera en cuatro, “dejame tomarme tu leche”, -rogó pretendiendo seguir y mostrando algo de desesperación en su pedido-. La muy puta había encontrado su placer con la verga presionando en su garganta, pero, si era por dolor, un buen pijazo le arrancaría lágrimas. El culo latino me tentó cuando lo tuve a tiro y recibió un par de chirlos que le dejaron los dedos marcados, repetí el tratamiento y Antonella tuvo un orgasmo, estoy seguro que lo tuvo por el modo de temblar y de, prácticamente aullar, “sí, sí, eso es lo que quiero, castigame más, agggg, ¡qué placer!”, -expresó en voz alta y no esperé más, eran muy pocas las mujeres que me calentaban hablando, las prefería mudas pues me bastaba con las reacciones de sus caras y sus quejidos, la verga encontró rápido el camino empapado y el caderazo hizo el resto.
¿Quería dolor?, sin dudas que lo sintió porque el grito fue espontáneo cuando sus carnes se abrieron al paso del ariete y le tapé la boca estirándome sobre su cuerpo para que no siguiera gritando cuando aceleré mis movimientos de coito. Ya no noté estrecheces y le solté la boca, pero seguí machacando y disfruté de sus orgasmos cortitos y repetitivos que ayudaban a apretar el tronco. El conducto se amoldó rápido y cambié de lugar porque entendía que le gustaba el anal.
Que estaba usado era evidente, pero, quedó evidenciado que con mi calibre era otro cantar y volvió a gritar, aunque trató de zafar, “aguantala que te gusta”, -le dije tirándole del cabello como si fueran riendas-. No aguantó el llanto, eso me excitaba más que golpearla, pero, a la vez, me incitaba a aguantar para darle una señora cogida y fue lo que hice. Le costó un rato acostumbrarse y comenzar a participar hasta que los orgasmos se presentaron, fueron igual de repetitivos que los anteriores, aunque más violentos y me sorprendió verla como se movía y me apretaba. “No puedo más, no puedo más”, -decía sollozante, pero yo estaba en mi mundo en que sólo contaba el entrar y salir con ganas-. No podía dejar de machacarle el culo, del mismo modo en que ella tenía orgasmos que, en apariencia, no dominaba, hasta que se quedó quieta, todo su cuerpo se aflojó y se desmoronó sobre las sábanas, me llevó por inercia sobre ella y le llené las tripas con gran satisfacción. La verga se me bajó al instante cuando la vi con los ojos dados vuelta y completamente laxa, la giré y me quedé tranquilo cuando noté que respiraba.
Matar no la había matado, “jajaja”, la risa me salió nerviosa porque había pensado un montón de pavadas en un instante y fui al baño para regresar con una toalla húmeda que puse sobre su frente, allí noté que sus ojos se habían normalizado y que sólo los tenía entrecerrados. Verla mejor me aflojó a mí y me tiré a su lado para tratar de distenderme, mi cuerpo pedía un descanso y me entregué a ellos pensando en Antonella.
Estaba buenísima, tenía curvas más que llamativas, un hermoso rostro, gestos insinuantes, tetas, cintura y caderas que excedían las medidas de una súper modelo de mujer, aunque eran medidas que ella compensaba con la altura, sin embargo, yo no estaba complacido, entendía que era una mujer para “levantar a los muertos”, más, para mí, era una mujer que “se dejaba coger”, su participación en el acto era relativa, apenas para sacarte un par de “polvos” y no más, gozaba sin hacerte gozar.
Me sonreí pensando que mi vara era muy alta, en las comparaciones, pero todo tenía su razón de ser, el culito y los gestos sensuales de la nena me daba más vueltas en la cabeza. En ese transcurrir me entre dormí y me desperté sobresaltado y con hambre, miré el reloj del celular y aún faltaban unos cuarenta minutos para que aparecieran los chicos, fui al baño a lavarme y luego, en la cocina, comí un par de emparedados, regresé después al dormitorio y vi que ella comenzaba a despertarse, “me destruiste, nunca gocé tanto con un hombre”, -acotó y enseguida, al mirar la hora me dijo que me tenía que ir porque vendrían los chicos. Le contesté que no se hiciera problemas, que ya me iba y que “deseaba” que siguiera durmiendo profundamente por unas tres horas más. No me dijo nada más, se acomodó tapándose con la sábana y se durmió como si la hubieran desmayado de un golpe. Me puse el bóxer y me fui a esperar a los chicos en el living de la casa, por la ventana vi cuando bajaron del transporte escolar, venían solos y me levanté para abrirles la puerta.
- ¡Qué alegría!, hola Doctor, -exclamó Matilde estirándome los brazos para pasarlos por mi cuello-.
- Estás sólo con el bóxer, ¿dónde está mi mama?, -preguntó Bruno un tanto nervioso-.
- Tranquilos, está durmiendo porque se tomó un par de pastillas para dormir, no despertará hasta después de un rato largo y yo estoy en bóxer porque “deseo” cogérmelos a los dos.
- Sí, sí queremos los dos, pero tenés olor al perfume de mi mamá, ¿estuviste cogiendo con ella?, yo creo que sí, -preguntó la nena con una sonrisa picaresca y dándome un beso en el cuello a la vez que pasaba sus piernas por sobre mis caderas-.
- Eso no importa, ahora nos va a coger a nosotros, voy a buscar la crema que usa papá, -dijo Bruno metiéndose en la habitación de la madre-.
- Pobre mami, mi papá no la cogía porque le gustan más los hombres, yo quiero primero porque el otro día Bruno se tomó tu lechita, -espetó pasando de un tema al otro-.
- Ya estoy preparado, tenías razón Mati, mamá está durmiendo toda desnuda y tiene el culito abierto y todo mojado, jajaja, -expresó Bruno que venía desnudo, riéndose con picardía y recibió el eco de la risa de la hermana mientras me daba el tubito de gel-.
Bruno caminó delante de mí moviendo el culito que pronto sería perforado y Matilde no quiso soltarse de mi cuello, me besaba la oreja cuando me preguntó, “¿me va a doler mucho cuando me la metas?”. Le contesté que algo le iba a doler, pero, “yo “deseo” que aguantes lo más que puedas y que goces mucho”, me prometió que así sería. Me saqué el bóxer antes de subir a la cama de plaza y media de la habitación de Matilde, me acosté y se arrojaron sobre mi verga para darme una mamada en conjunto, tuve que poner un poco de orden porque parecían terneritos hambrientos peleándose por una sola tetina, igual no pensaba terminar así.
Bruno se ponía el gel sin ayuda y le pedí el tubito para ocuparme de Matilde quien se tiró en la cama y se giró poniéndose en cuatro, sus culitos eran hermosos, pero no se veían tan cerrados y les pregunté directamente que era lo que se metían, “un “cosito” que me dio mi papá para agrandar el agujerito”, -dijo Bruno y lo fue a buscar a su dormitorio-. Regresó con un consolador anal, no era muy grande y me quedó claro que el padre lo estaba preparando, sabiendo eso era al pedo tomar tantas precauciones y la tapé a Matilde con mi cuerpo para besarla perdiendo mi lengua en el interior de su boca. “Yo también”, -pidió Bruno y ladeé la cara para comerle la boca a él-, los dos sabían bien lo que hacían y luego de eso, Matilde levantó las piernas y las sostuvo con sus manos detrás de sus rodillas dejando expuestos sus dos agujeritos. Me faltaron dedos para ponerle el gel mientras escuchaba los gemidos de placer y miraba sus gestos de goce, la completó Bruno pidiendo, “cuando se la metas a ella, usá los dedos en mi culito que me gusta mucho”.
La nena estaba lubricada por el gel dilatador y por sus propios jugos, aun así, me costó calzar el glande en su interior, el placer de su estrechez me llegó en oleadas y faltó poco para meterla toda cuando ya el glande estaba en su interior. Se apretaba ella misma sus piernas, cerraba los ojos con fuerza, se quejaba sin llegar a gritar, pero trataba de colaborar moviendo sus caderas para que entrara más. Las rugosidades de su interior no las notaba o aún no estaban o mi verga había alisado todo, sólo pude meter ¾ partes y su interior me impidió seguir.
Sólo me quedaba comenzar a moverme y fue lo que hice mirándola a la cara. Un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas hacia sus orejas y sus ojos, ya abiertos, parecían dilatados al comenzar a gemir, “dale, dale, metela toda, me duele mucho, pero es fantástico”, -decía moviendo las caderas hacia los costados-, fue un rato hasta que comenzó a temblar y tuve que aflojar el vaivén porque me costaba coordinar ya que mientras me movía en el interior de la nena, dos de mis dedos entraban dentro del culito de Bruno y éste se movía y gemía como desbocado. Mi otro mano accionaba por medio del pulgar en el asterisco no tan cerrado de la nena sensual, todo estaba bien, pero no era ni chicha ni limonada, mi miembro bombeaba, mis manos tocaban, mis dedos penetraban y yo me sentía que no estaba gozando de la cogida que pretendía darles a los chicos.
La saqué cuando Matilde comenzaba a temblar nuevamente y me pidió que siguiera, sin embargo, tenía otra cosa en mente. Lo mandé a Bruno a que se sentara en las almohadas y le pedí a la hermana que se pusiera en cuatro, “dale una mamada y metele los dedos, yo te voy a hacer la cola, aguantá y no grites”, -le dije a Matilde y se apresuró a colocarse frente al hermano dejando su culito a mi disposición. Noté que su vagina estaba completamente dilatada y que el asterisco estaba más cerrado, más eso no sería óbice, estaba decidido a romperlo y lo llené de lubricante, hice lo mismo con mi glande y tronco y apunté.
Ella misma se abrió las nalgas con las manos y comencé a entrar, sus quejidos altos se mezclaron con los gemidos que daba Bruno al notar la mamada y los dedos que lo penetraban. El culito blanco, redondo y apetecible de Matilde se tragaba la verga abriéndose hasta lo impensado y no tardé mucho en chocar las pieles. “Esperá un poquito, por favor, me duele mucho, es muy grande”, -dijo con voz suplicante-, dejó de mamar al hermano para eso y éste, en actitud dominante, le volvió a arrimar la cabeza con las manos.
Yo no me movía en su interior, pero llevé las manos hacia sus tetas menos que incipientes, apenas un par de conitos que parecían todo areola y un pequeño pezón, el hecho es que, los apreté y acaricie los conitos lo que motivo que Matilde se aflojara por el goce que esto le producía y las entradas y salidas comenzaron. Me ponía loco ver como la verga entraba completa y salía toda para volver a entrar en ese culito pequeño de nalgas redonditas y paradas, sus músculos actuaban cerrando el orificio cuando salía y se abrían cuando el ariete pretendía querer romper. No me aguanté, era mucha excitación y la llené gritando, en realidad gritamos los tres y nos quedamos quietos tratando de recuperarnos.
Matilde decía que le ardía y le dolía adentro y noté que tenía un par de hilillos de sangre en el ariete, algo se había roto en los bordes de su culito y me sentí bien, opine lo que se opine, a eso había venido. “Me sacaste sangre”, -acotó la nena tocándose y luego mirándose los dedos, pero sin perder su mirada pícara y complacida-, le expliqué que era algo normal y que pronto sanaría-, obvio que luego le puse una pomada cicatrizante que encontré en el botiquín del baño. Bruno estaba impaciente por tener el mismo tratamiento y me tocaba la verga morcillona.
“Cuando mi papá acababa nos íbamos a lavar y después yo se la ponía dura de nuevo con la boca, ¿querés que lo haga?”, -preguntó impaciente, pero le dije que lo haríamos luego de lavarnos y comer algo-. Es lo que hicimos y casi comenzamos de nuevo en el baño porque mientras Matilde, trepada en mí, me besaba jugando con su lengua y le acariciaba las nalgas, Bruno se había prendido a mi verga y la estaba haciendo hablar con su mamada. Me contuve y fuimos a comer lo que ellos tenían preparado de antemano.
“Doler, me dolió, pero me gustó mucho que me cogieras con esa verga grande, jajaja, tengo que caminar con las piernas abiertas”, -expresó Matilde mientras calentaba la comida-. Yo volví a comer un poco de fiambre y Bruno me preguntó si podía sentarse arriba de mis muslos para comer, “quiero sentir en mi culito lo grande que es tu pija”, -acotó rezumando calentura por lo que no tardaría en llegar-. Me separé un poco de la mesa y se sentó sobre mis muslos, mi verga quedó entre sus nalgas, pero la posición era incómoda.
A Bruno se lo notaba muy caliente, la hermana se levantó y le acercó las tetitas para que las chupara, lo hizo sin esperar y los dos gimieron por lo que sentían, “no aguanto, quiero saber lo que es tenerla adentro”, -pidió muy excitado y allí se terminó el almuerzo. Bruno también se me prendió con los brazos al cuello y caminé con él alzado mientras mis manos sobaban a gusto sus nalgas tan o más apetecibles que las de la hermana. “Meteme los dedos”, -alcanzó a decir-, y le mandé dos de una lo que le provocó un gemido que me paró hasta los pelos de la nuca.
Llegué hasta la cama y lo puse con las piernas en mis costados, su pitito estaba totalmente erecto, pero no me molestaba, lo mío era el agujerito que se encontraba debajo de sus testículos y allí apoyé el glande. El hueco parecía querer tragarse la cabeza de mi pene, pero yo sabía que todo el resto sin lubricación le causaría demasiado dolor y le pedí a Matilde que me pusiera lubricante en el tronco. No me moví, dejé el glande instalado en su interior y la nena me lubricó usando toda la palma de su mano, se reía diciéndole al hermano que el culito le quedaría abierto, pero que era delicioso. A Bruno no le había dicho que no gritara ni que se callara, no fue ex profeso, lo había olvidado y me di cuenta cuando comenzó a pedir que no se la metiera más…
- Me duele, me duele, sacala Gustavo, es muy grande, no la aguanto, ya no quiero que me cojas.
- No seas maricón, yo me la aguanté completa, espera que entre toda y vas a ver qué lindo que es, -le decía la hermana acariciándole la cara-.
- No puedo, me duele mucho, -seguía diciendo, las lágrimas asomaban y trataba de zafar del peso de mi cuerpo-.
- Te la voy a meter toda y “deseo” que te calles y te aguantes, -le dije porque no pensaba lidiar con sus berrinches o dolores-.
Dejó de hablar y la mitad que faltaba meter entró como por un tubo, en realidad le entró en su tubo o conducto anal, llámenle como quieras. La resistencia existió, pero fue mínima, algo noté, fue una especie de apertura y mi pelvis chocó contra sus testículos. No esperé adaptación ni le di pelota al grito ahogado de Bruno para comenzar a moverme y darle una cogida fantástica. Mi verga entraba y salía de su culo cumpliendo las funciones de un pistón y, al incorporarme un poco para ver el resultado, Matilde se metió en medio de los dos y le puso la vagina en la cara al hermano. “Ya está, ahora dame besos y chupame las tetitas”, -pidió acercándose a mi boca-. Le “comí” la boca con ganas y luego de eso estiró su cuerpo para que sus pechitos quedaran al alcance de mi boca.
Matilde se movía como una viborita y gemía al haber descubierto una zona que la ponía a mil, Bruno quería decir algo, pero la hermana no lo dejaba y se apoyaba en su cara haciéndolo ahogar y aflojando la presión mientras le tocaba el pito endurecido. Sentí que ya había sido suficiente y apuré el ritmo para llenarle el culito de leche, fue casi como un orgasmo compartido por los tres. Sin dudas que lo había roto, lo noté al sacarle la verga para ver el agujero que le había quedado, algo de sangre había en el tronco, pero no era muy importante, lo que si era seguro es que no lo cerraría tan fácil como la hermana, me había sacado de las casillas ese culito duro, ya para ese momento totalmente desvirgado.
Bruno seguía llorisqueando y lo calmé besándolo con cierta dulzura hasta que me habló con tranquilidad, “me dolió mucho, mucho, pero la aguanté toda, cuando mi papá me la quiera meter no me va a doler tanto porque es más chiquito que vos, jajaja”. Claro que la madre ni ninguno de ellos dos recordaría que esa tarde habían sido cogidos como nunca, pero tampoco contesté lo que me decía porque no sabía que es lo que se me ocurriría con el padre para hacer que no la jodiera más a Antonella. Como fuere, ya me quería ir y les dije de ir a bañarnos, me gustó ver que jugaban inocentes de todo y me ayudaron a enjabonarme entre risas, luego de eso, les hice saber mis “deseos” y les pedí que la dejaran dormir a la madre sin molestarla. No había sido tanto como yo pensaba y me fui de allí, digamos que “descargado”, pero no satisfecho, me estaba pasando muy seguido de sentirme así, sólo me sentía completo con Elena, algo con Haydee y desde el día anterior con Edith. No era tan dramático, pero, consultarlo con “las tías” cuando pudiera no vendría mal.
Me trasladé a tratar de ubicarlo a Rodolfo que debía estar en el departamento que usaba como casa y oficina, le avisé antes por teléfono si podría verlo allí, ante todo el respeto de la vida personal, no fuera cosa que estuviera ocupado con alguno de sus “amiguitos” y yo no estaba ni para hablar de entuertos sexuales. Estaba solo, lo saludé y le pregunté si había averiguado algo del “fulano”, “Sí, algo averigüé en el ambiente, el tipo no demuestra haber “salido del placard”, pero está totalmente enviciado, es totalmente “activo” y paga buen dinero para estar con él, normalmente exige tríos, pero después de unos diez días cambia de “monta” y se busca a otros que lo “atiendan”. Le pregunté si sabía dónde podría estar porque la mujer entendía que se había ido a otro país y no volvería hasta después de una semana.
- No salió del país, está “parando” en la casa que tiene en la Costa, más precisamente en la zona de Cariló, eso fue lo que le dijo uno de sus “amiguitos” de ocasión a su compañero de cuarto cuando pasó a buscar algunas cosas antes de que se fueran los tres.
- Si el dato es seguro, estará de regreso en cinco o seis días más.
- El dato es seguro, estos chiquillos por un sobrecito de “blanca” entregan a la madre. ¿Necesita dejar registrado el cuadro de infidelidad?
- Sí, el tenor de la demanda de divorcio versará sobre infidelidad y hay que demostrar que la suya es superlativa.
- Me imaginé, tengo a dos morochos que pueden hacer el trabajo, se dedican a eso y han instalado cámaras de alta resolución en su departamento, el tema es llevarlo allí porque, según dicen, es un tanto exquisito para elegir a sus “chongos”, si no son de su gusto es difícil que puedan llevarlo por las buenas.
- Eso dejalo por mi cuenta, yo necesito que estos tipos estén preparados para cuando les avise.
- Eso se lo afirmo, son indocumentados, no quieren problemas y para ellos todavía soy policía, sólo deme una hora para avisarles.
Me despedí de Rodolfo diciéndole que lo tendría al tanto y me fui para mi casa. Me había endurecido en muchas cosas y no me importaba mucho lo que pudiera pasarle al susodicho, ni siquiera me molestaba su inclinación sexual, ni lo conocía, pero trataría de sacarle todos sus bienes porque así lo solicitaba mi cliente y, lógicamente, de allí saldría el porcentaje de los honorarios del Estudio, que era lo que más me interesaba.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
No se por que me hice tan adicto a esta historia, no me canso, al contrario me vuelvo más adicto con cada culito que rompe nuestro protagonista, que la historia llege a mis 100 capítulos!!!