EL PODER DE LOS DESEOS. (26)
Nuevamente la actividad sexual está repartida, tenía razón Agna, la hermana estaba mejor que ella y finalmente logró conciliar todo para que Antonella obtenga lo que quiere.
PAREJA FEMENINA – HELGA – SESIÓN DE BIENES. (26).
Ninguna se dio cuenta de mi presencia y el hermoso y atendido culo de Haydee parecía estar esperándome, me acerqué en silencio a sus nalgas paradas y observé el agujerito que, sin estar dilatado, acusaba el paso de mis anteriores culeadas porque se nota, a fe cierta que se nota cuando un ano ha sido usado del modo en que había sido usado el de mi Secretaria. El asterisco marrón me encantaba y eso, sumado a los gemidos de ambas féminas por el placer que se procuraban, me incentivó aún más, de todos modos, faltaba lubricación y, mi verga se la procuró en su vagina empapada. Apuntar el glande y empujar fue un sólo movimiento, Haydee dio un grito cuando entré sin detenerme en su hueco “natural”, aunque enseguida se mezcló con el redoble de sus gemidos de placer, todo se trasladó a Greta porque aparte de besarla con más ganas, sus manos se adueñaron de sus tetas y la hizo delirar a su amiga apretándole los pezones y más dedos se perdieron en su interior, de seguido empujando sus nalgas, descendió por el cuerpo de la castaña y se prendió a su entrepierna para usar su boca.
Luego de unos minutos de bombeo todo se aunó en un orgasmo casi simultáneo de las dos mujeres, una gozando de la penetración en su culo deseoso y la otra por las lamidas que recibía en su clítoris y, no tuve más que dejarme ir en el interior de las tripas de la “colo”. “Hola mi hombre, no te pudimos esperar”, -me dijo Haydee recuperándose y girando el cuerpo para prenderse a mi boca-. Los aromas íntimos de Greta reinaban en la boca de mi Secretaria y eso ayudó bastante a que me mantuviera firme, quizás no tanto como una estaca, pero sabía que muy pronto respondería al cien. Greta también hizo gala de su fijación por su Abogado y se me arrojó a los brazos gritando que yo era su salvador y luego de besarme como enloquecida bajó su rostro a mi entrepierna y endureció con su boca al semidormido ariete. De allí a tragárselo por entero y a pegar su nariz en mi pelvis fue un mero trámite, ella sola se cogía la boca mientras Haydee me besaba jugando con su lengua y le metía los dedos a la amiga que gemía por la felación que realizaba y por los dedos de la “colo”.
Ni por asomo pensaba terminar en la boca de Greta y se la saqué, no hacía falta hablar mucho, la acomodé poniéndola en cuatro y su voz sonó cautivadora y sensual cuando me dijo: “Haceme la cola Gustavo, tu verga me desespera”. El sexo anal era su preferido y no me anduve con chiquitas la penetré de una y de un caderazo, ni me hice problemas por su posible grito, Haydee se había colocado con las piernas abiertas frente a su boca y su vagina absorbió la expresión de dolor de la conductora televisiva. No sé se salvó ninguno de los agujeros de Greta porque luego de un par de minutos de bombeo, cambié a mitad de uno de sus orgasmos y su concha me recibió anegada y complacida, después fue un ratito en cada hueco escuchando como orgasmaba con desesperación y se aunaban sus gemidos a los gritos ahogados de Haydee porque ésta se había puesto una almohada en la cara para evitar las manifestaciones de sus propios orgasmos. Finalmente, no quise aguantar y le llené las tripas, “cartón lleno para mí”, había cumplido con las dos y las incentivé a que siguieran entre ellas.
El espectáculo daba para seguir, verlas hacer un “69” furioso u orgasmando como desaforadas mientras cabalgaban y practicaban una “tijera”, me había puesto la verga a full, pero hubiera sido auto exigirme y no estaba por la labor, ya había tenido las descargas suficientes, en realidad tenía más ganas de irme a mi casa que seguir con las “batallas de cama” y no era porque las mujeres no lo ameritaran, simplemente estaba aprendiendo a contener mis ganas y a no volverme loquito por un “polvo” más o menos.
Al rato, mientras ambas se recuperaban de sus orgasmos, afloró el “deseo” para que se hicieran íntimas, yo me fui a bañar y me cambié para irme, Haydee, la que estaba más recompuesta de las dos me miró demostrando una cierta inseguridad en lo que estaba haciendo con Greta, de algún modo eso parecía una despedida y sólo me limité a tirarle un beso con la mano y a saludarla desde la puerta del cuarto, ya vería como manejaba sus inseguridades, pero, por lo pronto, me fui de allí contento, no podía decir que estaba totalmente satisfecho, aunque, peor es nada.
Faltaba poco para llegar a casa y al darme cuenta de la hora, casi las siete de la tarde, la llamé a Antonella para disculparme por no haber ido a su casa, inventé una excusa cualquiera, no podía decirle que el culo de Haydee y el de Greta no se comparaban con el de ella o el de sus chicos y seguí mi camino conduciendo despacio. A poco de llegar me di cuenta que me aburriría allí adentro y me iría a dormir una siesta a deshora, no era el mejor programa, estaba claro que tener dinero, posición y disponibilidad de tiempo no siempre te permite estar satisfecho, yo no era de pasarme el día detrás de un escritorio o dando órdenes trabajando en el Estudio o en la Administración, me salía bien eso de delegar en otros, dominaba bien esto, lo que, por otro lado, implicaba que aparecieran lapsus de tiempo en que no sabía qué hacer para llenarlos.
No tenía ganas de aburrirme en casa, pero tenía hambre y se me ocurrió que, aunque Edith me habría dejado comida preparada y sólo me bastaría con poner algo en el microondas, me podría dar el gusto de comer un asadito “fatto in casa”. Desde jovencito en el pueblo que no me ponía a hacer un asado, la parrilla estaba disponible en la casa y era tiempo de ponerla en funcionamiento, pensé en la carne, algo de Vacío, unas tiras de Asado no muy gruesas, un par de Mollejas, un buen vino y compartiría el asado sólo conmigo mismo. Seguí de largo y me fui para el supermercado de Yun, allí encontraría lo que buscaba y no había en la casa. No bien ingresé en el local, la china me recibió con un mar de sonrisas en su rostro, “hola Doctor Gustavo, hacía rato que no le veía por acá”, -me dijo amablemente al saludarme-.
Tenía puesta una remera blanca de mangas largas y una pollera semi entubada, ni siquiera recuerdo el color porque mis ojos se quedaron fijos en los montes que remarcaban sus tetas, hermosas, las que había tenido el gusto de tenerlas en mis manos y mi boca. Le comenté que venía a comprar algo de carne y unas achuras porque estaba antojado con comer un rico asadito, “asado al horno es rico”, -expresó con marcada dificultad para pronunciar la “r”-. La china Yun siempre me había tenido ganas y ya se le notaban los pezones endurecidos debajo de la remera y el sostén, lo que sucedía es que nunca actuaría por sí, su entrega abierta se lograba con el “deseo” de por medio y yo no había activado nada, pero… la idea me rondó la cabeza cuando le contesté que pensaba hacerlo yo en la parrilla.
Me sonrió de un modo indescifrable, no supe si se estaba riendo porque yo me haría un asado o porque le gustaba la idea y la comida, “hmmm, asado a la parrilla es más rico todavía, dichoso usted que sabe”, -me contestó graciosamente pasándose la lengua por los labios- y ya no me pareció tan bizarra la idea de “usar” a la china de “postre” y darle una buena cogida, decididamente, me decidió el “hola señor” que me brindó Gao, el chinito gordito seguía usando esos shorcitos de lycra que le marcaban el culito parado y dejaban ver la parte baja de sus nalgas.
- Si de verdad te gusta tanto el asado a la parrilla, “deseo” que vengas a casa después de que cierres y cenamos los tres.
- Ohh, sí Doctor Gustavo, yo estoy a su disposición para lo que desee, pero aún tengo para dos horas más antes de cerrar.
- No importa, yo te espero, de paso podría llevarme a Gao a casa para que me ayude.
- Sí, sí, enseguida, Gao, acompaña a Doctor y ayuda, -le ordenó al sobrinito-, Doctor, ¿necesita que lleve vino o postre?, -me preguntó solícita-.
- No preciosa, vino tengo del bueno y el postre será tu culito, te espero, -le contesté acercándome a su oído-.
- Sí, Doctor, sí Doctor, ya mismo yo prepararme, -acotó con la voz un tanto temblorosa y creo que se le aflojaron las piernas porque se apoyó en un estante-.
Evidentemente, esos imponderables surgían y, aunque me encontraba o venía bien servido y no se me hubiese ocurrido ir a buscarla a la china y a su sobrino, el culito del chinito había activado alguna especie de “chip” y allí estaba, comprando la carne y las otras cosas que necesitaba con la presencia a mi lado de Gao que me miraba sin entender nada. Pensaba sólo en la china y de inmediato caí en la cuenta que a él no le había deslizado mi “deseo”, estaba a mi lado y ayudándome por la orden de la tía y me lancé. Ya había puesto las cosas que podía necesitar en el carrito y nos encontrábamos frente al carnicero, éste se metió en la cámara para cortar la carne que yo le había pedido y le hablé al gordito en voz baja mientras le acariciaba el cabello cortito…
- Gao, “deseo” que me ayudes con esto y en casa me vas a dar una buena mamada, -el cambio de su cara y su actitud fue instantánea, pero titubeó e hizo un par de pucheros-.
- Sí, señor Gustavo, perdóneme, perdóneme, le juro que no pasará más, -expresó dejando caer algunas lágrimas-.
- ¿Qué te sucedió?, ¿te dejaste coger por otro?, contame lo que hiciste antes que… -mi voz sonó dura y lo tomé de los escasos pelos-.
- No, no, nadie, pero tenía muchas ganas y le saqué el “coso” de plástico a mi mamá y me lo metí todo, me dolió mucho y si me coge su pito me va a doler mucho más.
- Está bien, no tengas miedo yo “deseo” que no te duela nada y además voy a usar lubricante, apenas entremos en mi casa te desnudás y te preparás.
- Sí, señor Gustavo, usted es bueno y yo ya quiero sentirlo, aunque me duela.
Se calmó enseguida de su arranque medio histérico y se puso a preguntarme de Yessica, le conté que ahora vivía en otra casa y no siguió con el interrogatorio. El carnicero regresó con mi pedido y nos fuimos para la caja, Yun no me quiso cobrar, ya me lo había dicho antes por la ayuda que le supe brindar, lo que yo comprara personalmente en su negocio no tendría costo para mí, por ese motivo no conocía a Edith quien compraba allí las cosas más chicas, todo el pedido grande era realizado en un supermercado de una multinacional. Gao llevaba una de las bolsas más chicas y no bien entró en la casa, dejó la bolsa en la cocina y regresó al living donde comenzó a sacarse la ropa mientras yo cerraba puertas y cubría las ventanas cerradas con las cortinas. El chinito, en estado de “deseo” sabía bien cómo actuar y me preguntó si podía ir al baño para lavarse el culito, le dije que lo hiciera y lo miré irse moviendo esas nalgas que ocultaban el hueco que, en poco rato, tendría perforado al extremo.
Decidí no apurarme y me puse a hacer un fuego liviano para limpiar la parrilla, esto no me llevó mucho tiempo y después puse las briquetas dejando un hueco que sirviera de oxigenación, las brasas se irían formando despacio y no necesitaba mucho, el kilo y medio de carne, más las achuras no me llevarían demasiado tiempo de cocción, tampoco tendría que apurarlo pues me gustaba la carne cocinada y jugosa, no “viva” o chorreando sangre como se estila en otros lados. Después llegó el tiempo de salar la carne y noté que Gao, con su pitito parado, sus tetas de gordito y su cara de “ganas” estaba parado a mi lado. Me lavé las manos en la cocina y lo senté sobre la mesada, me reí porque hizo un pequeño mohín de disgusto al sentir el frio del mármol en sus nalgas y me echó los brazos al cuello, “está frio”, -agregó antes de prenderse a mis labios para besarme-. Prenderse es un decir, digamos que “hizo punta”, después fueron mis labios los que parecieron comerle la boca y provocaron sus gemidos mientras mi lengua se paseaba por el interior de su boca. Le puse un repasador sobre el mármol para poder apoyar su espalda y sus piernitas gorditas las llevé al costado de mi cuerpo.
Así lo tenía a mi merced y mi glande buscó solo el agujerito palpitante de su ano lubricado, Gao sabía que además de lavarse el interior de su culito, debía lubricárselo bien para que no le doliera tanto. Me calentaba ver al chinito cerrando los ojos con fuerza mientras el glande entraba despacio en su interior pues para aguantar hacía gestos y abría la boca, hasta que se sorprendió cuando me detuve, “porfa Gustavo, metela rápido hasta el fondo, cogeme fuerte, cuando entras despacito me tiembla toda la panza, me gusta, pero mi pitito parece que fuera a reventar”, -pedía excitado y con su verguita endurecida que se movía sola-. El muy putito se enloquecía con mi verga en su culito y me moví sin penetrarlo más hasta que le saltaron las lágrimas por la desesperación, su verguita se movía, expulsaba unas pequeñas gotas y, temblando, Gao gritaba que le daban las cosquillas a la par que su esfínter me apretaba el glande como si quisiera estrangularlo.
Lo dejé recuperarse y lo ensarté por completo escuchando un gritito de dolor aunado con el placer de ser cogido. Sus huevitos chocaban con mi pelvis y lo levanté para llevarlo al sofá, su cara me contaba del placer que sentía cuando yo caminaba con él ensartado hasta mis bolas, sus ojos permanecían cerrados, pero esbozaba una sonrisa de satisfacción que me ponía bien. Ya sobre el sofá apoyé su espalda en él y le di ritmo a mis entradas y salidas, Gao no podía moverse demasiado por el peso de mi cuerpo, gemía y se quejaba acusando el dolor de las penetraciones, pero, aun así, trataba de acoplarse acercando más su culito cada vez que lo embestía.
Finalmente lo llené de leche y se la saqué rápido haciéndolo quejar, se quedó acostado allí mientras yo me iba a desparramar las brasas y a poner la carne en el fuego, luego de esto me fui a lavar dándome una ducha acelerada, cuando estuve listo lo mandé a Gao a lavarse, se fue contento moviendo el culito gordito, pero antes de subir las escaleras me dijo que le había gustado mucho y que sintió el culito todo lleno. Al regresar ya cambiado, “deseé” que apenas termináramos de cenar se fuera a la habitación a jugar con la compu y que no saliera de ella hasta que lo fuera a buscar. Yo me serví una bebida energizante, nada más que porque se me ocurrió, energía para hacerle tronar el culo a la china me sobraba. Gao, ya cambiado, me ayudó a preparar la mesa y el muy putito se sonreía diciéndome que le gustaría que me lo cogiera de nuevo, también me preguntó algo que me hizo dudar y, a la vez, se me cruzó una idea pervertida por la cabeza, igual no la concreté y fue lo de hacerlo participar a Gao con la tía, él quiso saber:
- Te la vas a coger a mi tía mientras yo esté en la habitación.
- No, nada que ver, me gusta charlar con tu tía y se me ocurrió invitarla, pero…
- Viste, viste, seguro que la coges duro como a mí, ¿puedo mirar?
- No, vos ya sabés lo que tenés que hacer y lo que yo deseo.
- Bueno, pero ella comenta con otra mujer del negocio que le gustaría y después usa el “coso” de plástico más grande, yo la veo y creo que tiene ganas.
El timbre del portón de entrada sonó, no terminó de hablar y lo mandé a abrir, tampoco me hice tantos problemas por lo que el chinito decía, sabía que apenas termináramos de cenar se iría a encerrar y, al irse de casa, ambos olvidarían las cogidas recibidas. Yun se había cambiado, la pollera era más amplia y no llegaba a ser minifalda, pero la remera debajo de la campera desabrochada era ajustada y sus tetas sin sostén se notaban llenas y erguidas. La saludé con un beso y sin que Gao viera le apreté un pezón lo que la hizo expulsar el primer suspiro.
Los dos se acomodaron, felicitó al sobrino por haber puesto la mesa con los platos, vasos y cubiertos, serví las achuras y luego la carne y departimos sobre la marcha del supermercado, amén de otras cosas que no vienen al caso y de contarme que no tuvo más problemas por el tema del custodio “suicidado”. No bien terminamos el helado de postre que había traído ella, Gao dijo que se iría a la habitación a jugar con la computadora como antes lo hacía con Yessica, Yun ya me había rozado el “bulto” un par de veces y se sintió aliviada de que se fuera. Escuché que Gao cerraba la puerta del cuarto y le hablé a la tía “deseando” que se desnudara y demostrara todas sus ganas, tardó décimas para quedar vestida sólo con su piel porque no traía ninguna clase de ropa interior. Yo me había puesto una remera con un pantalón de cintura elastizada y se acuclilló para sacármelo, también en esto fue rápida y quedó mi verga erguida a centímetros de sus ojos y, claro está, de su boca, entonces no perdió nada de tiempo y se la tragó.
Yun ya me había demostrado ser bastante sumisa y mis manos en su cabeza ayudaron a que se la tragara toda sin que me importaran sus ahogos, sus ojos anegados de lágrimas o sus arcadas. Resoplaba y escupía sus babas cuando se la sacaba de la boca y ella sola volvía a intentar, se quedaba sin aire porque por la boca no podía respirar y su nariz quedaba aplastada contra mi pelvis, hasta que lo hizo sola, no tenía necesidad de seguir usando mis manos para obligarla, como fuere, me estaba dando un regio placer, pero no pensaba en terminar así y la hice incorporar para llevarla a mi habitación. Estaba enfervorizada y al tomarla de las axilas dio un salto y se encaramó cruzando sus piernas a la altura de mis caderas, su vagina se encontraba totalmente anegada y depilada como a mí me gustaba, no le costó acomodarse para que el glande coincidiera con el hueco y se ensartó ella misma aguantando el grito por la penetración rápida y profunda.
En esa posición, ella pasando sus manos por mi nuca, yo sosteniéndola por las nalgas y mi verga totalmente instalada en su vagina, la llevé a mi cuarto. Allí no se salvó ninguno de sus huecos eróticos, se sometió completamente y recibió verga a mansalva, con la china me provocaba el cogerla duro y, como a ella no le desagradaba, le di para que tuviera y guardara. Al final, con el culo lleno de leche dejó salir sus lágrimas y se quedó tiesa en la cama, tuve que esperar un buen rato para que se recuperara y, además, ayudarla a bañarse porque le costaba moverse. Se fueron los dos contentos de haber pasado una linda noche de asado, pero, sin recordar sobre las cogidas, aunque los culos les quedaron como para un “mirame y no me toques”.
El miércoles no hubo mayores novedades y, a media mañana, desde el Estudio me fui a la empresa para estar con Elena, la idea era dedicarme en exclusiva a mi mujer y aprovechamos a salir a almorzar en uno de los restaurants de la cadena, comimos de lo mejor y me dijo mimosa que le faltaba el postre, ergo: Nos metimos en un hotel y nos pasamos dos horas practicando sexo con amor y mimos. Gritó a gusto cuando su culo fantástico me recibió, pero, se tomó el tiempo para decirme: “Me encanta cuando me lo rompés, pero recordá que los “nenes” tienen que ir a parar a otro lado”, claro que estaba loquísima y ovulando, por ende, recibió lo que buscábamos.
En los días restantes me estuve portando como un señorito francés, pero no me venía mal, posiblemente a Edith y a Haydee no les agradaba esto, pero, no era cuestión de andar siempre con el pito en la mano o metiéndolo en lo primero que se cuadrara. El jueves por la mañana me llamó Agna, la alemana me dijo que la hermana y el cuñado me esperaban para cenar en la casa, la cena era de traje oscuro y se comía a las nueve de la noche, pero podía ir un poco antes para conversar. Me había resultado un poco “acartonado” y como si fuera protocolar, pero acepté y dije que allí estaría. Le avisé a Elena mientras almorzábamos y se alegró por no ir conmigo, por aquello de “que ponerme” y “no fui al Estilista”, yo sabía que sería así, además quería ir solo. Cuando llegué a la casa noté que había dos autos estacionados con dos hombres adentro cada uno, algo que no había notado cuando me tocó llevar a Agna y a su sobrino Brant. Me recibieron en la puerta las dos mujeres rubias y pude percatarme que Agna no me había mentido cuando me dijo que la hermana era más linda que ella.
La rubia alta de nombre Helga, no llegaba a los treinta años y me solucionó el problema del saludo porque ella misma se ofreció a darme un beso en la mejilla y no le disgustó lo que tenía enfrente, luego del saludo a la hermana, ingresamos al hermoso living de la casa, allí nos esperaba un alemán grandote de nombre Burt, era un poco más alto que yo, de unos cuarenta años y con rasgos duros que parecían trasladarse a los gestos, aunque se mostró muy diplomático y me saludó estirándome la mano. Tomamos una copa mientras esperábamos la cena y Agna, ante mi pregunta por cómo andaba Brant me hizo saber que el sobrino me mandaba saludos, pero, me quedó claro que los chicos no compartían la mesa de los mayores, independientemente de esto, le hice saber a los padres que había quedado impresionado por lo educado que se había comportado el nene conmigo, claro que de los gritos al ser cogido y de cómo gozó la nueva experiencia no se enteraron.
El tajo en el costado del vestido de Helga me mostraba unas piernas espectaculares, la sonrisa me hacía saber que era “materia dispuesta” y las tetas erguidas que el escote dejaba entrever me pusieron a tono, por consiguiente, antes de sentarnos a la mesa ya sabían los tres que mi “deseo” pasaba por dejar de lado lo diplomático y que deberíamos hablar “a calzón quitado”. Agna se mostraba como si yo fuera una posible pareja y me quedó claro que todo era en virtud del disimulo ante su hermana. Para los postres y habiendo hablado de algunos asuntos comerciales que podían interesarme por el tema de exportar productos de las empresas que teníamos con Elena, algo para lo que Burt se mostró muy interesado, lo mismo que la posibilidad de hacer un contrato con el Estudio Jurídico para atender casos del personal de la Embajada que no tuviera representación diplomática, pasamos al bar que había en un rincón del living para tomar una copa, algo así como para favorecer la digestión.
Allí no daba para esperar más y cuando Burt se levantó para ir al baño y Agna se disculpó para algo similar, el “deseo” hacia Helga tuvo que ver con tener sexo con ella y con que se excitara pensando en mí. Así, de sopetón, cualquier mujer podría haber saltado ofendida o negarse de plano, pero el Poder era infalible y su rostro acusó enseguida sus ganas de ser poseída. “¿Cuándo y dónde?”, -preguntó como si actuara impelida por un resorte-. Le di una tarjeta personal con mi número y mi dirección, la miró y expresó: “Desde el momento en que te vayas, dame una hora y estoy allí, no te puedo contar lo que siento”.
No hacía falta, ya me lo imaginaba, el caso es que, cuando regresó Burt, nos pusimos de acuerdo en que se podrían hacer unos contratos para exportar productos y que me pasaría una lista de los productos que se necesitarían acorde al mercado y preferencias de los alemanes. Ya se mostraba como un amigo de años conmigo y quedamos en estar en contacto permanente, luego dije que me iba a retirar y ninguno puso objeciones. Me fui para casa pensando en cómo haría Helga para zafar, pero también pensé que no sería la primera vez que lo hacía.
Era medianoche cuando vi que las luces del auto encaraban hacia el portón y lo abrí con el control, sin que se lo dijera llevó el auto hacia la parte trasera de la casa y allí salí a recibirla, vestía igual, salvo por una campera que se había puesto encima de su vestido y sus piernas quedaron a la vista cuando descendió, el tajo del vestido estaba estratégicamente ubicado y ella sabía cómo mostrar. “Mi hermana me dijo que había estado en tu casa, no recordaba muchos detalles, pero sí que habías entrado el auto hasta rodear la casa”. Respiré cuando me dijo que no había detalles, de lo contrario me hubiera preocupado bastante.
“Tenés una casa hermosa”, -acotó antes de echarme los brazos al cuello y prenderse a mi boca con cierta desesperación-, claro que no la dejé sola con la iniciativa y mi boca respondió a su urgencia-, el beso se hizo apasionado y mis manos se encargaron de sus nalgas que descubrí duras y receptivas porque un gemido de placer se escapó cuando las apreté y, como, con los tacos, era de mi misma altura no tuve necesidad de moverme para recorrer, además de sus nalgas, su cintura y su espalda. Le gustó que apretara sus omóplatos y me salió decirle que estaba buscando las alas. “Si las tengo deben ser negras”, -me dijo sonriendo y pasamos al living-. “Hazme lo que quieras, soy toda tuya”, -agregó con una sonrisa erotizada en su rostro-. A la luz del living y, debajo de la enorme araña que allí había, resultaba como una aparición angelical de manual, alta, rubia casi blanca, un rostro bellísimo y lo mejor fue cuando se soltó el vestido y éste cayó a sus pies ayudado por el sutil contoneo de sus caderas. La ropa interior no existía y sus tetas de pezones endurecidos me apuntaban insinuantes.
- Sos hermosa, -atiné a decirle-.
- Vos no te quedas atrás, -dijo tocándome el pecho porque ya me había despojado de la camisa-, dejame que te saque el pantalón, ojalá me toque algo que me haga vibrar, disimulo, pero estoy muy caliente contigo, -agregó-.
- Espero no defraudarte, aunque, a esta altura, ya estamos “jugados”, -contesté viendo cómo se acuclillaba y me bajaba el pantalón junto con el bóxer-.
- ¡Cristo!, esta verga es una belleza, deja… -no llegó a terminar la frase y se la metió en la boca tratando de que ingresara lo que más podía-.
La alemana sabía bien lo que hacía, pero no pudo evitar las arcadas, además el grosor la obligaba a abrir sus labios al máximo y se la sacó de la boca expulsando saliva a raudales, “atorame la boca, cógela con ganas, pero acá no, vamos a una cama”, -pidió apretando el tronco con su mano y le señalé las escaleras, sus nalgas duras me marcaron el camino y acepto que eran de lo mejorcito que había tenido a mano, ergo: la seguí imaginando todo lo que iba a gozar con su cuerpo y, ni borracho le pediría que no gritara o que se aguantara los orgasmos.
Me empujó suavemente al llegar a la cama y quedé boca arriba, ella subió gateando y se acercó mirándome como si fuera a devorarme, “ya veremos quien se devora a quien”, -pensé para mí y la pedí que girara para poder concretar el “69”. “Al fin me tocó una grande y gruesa”, -dijo antes de tratar de tragarla, no podía ni pudo, pero su conchita de labios cerrados y totalmente depilada estaba a disposición de mi boca y lengua, por consiguiente, no desaproveché la oportunidad y me prendí absorbiendo sus jugos.
Helga se puso como loca con esto y dejó mi verga de lado para gozar gimiendo a viva voz, el primer orgasmo me sorprendió por lo prematuro, pero el, “seguí, seguí, jamás pude orgasmar tan rápido”, me hizo entender que el “deseo” funcionaba plenamente. Esto me incentivó y, aun dándome cuenta que no se dedicaba de pleno a la mamada, me esmeré con sus labios, su clítoris endurecido y su agujerito desbordante de jugos que mi lengua se ocupaba de recoger. La posición no me permitía llegar bien con la lengua a su ano, pero el pulgar lo empapé y entró haciéndole dar un gemido agradecida porque lo esperaba con una dilatación natural. La mamada no había resultado, ella estaba excitadísima y había terminado un par de veces con mi boca y mi lengua, se imponía la penetración y no quise esperar más, “cogeme como quiera vos, pero me gusta cuando estoy en cuatro como una perrita”, -me dijo cuándo le pedí que se girara-. Recorrí su espalda con mis palmas y logré con esto que se estremeciera como si tuviera escalofríos, a la par de esto, mi verga se apoyaba en sus nalgas y buscaba como desesperada ubicarla en algún hueco para ensartarse sola, yo lo tenía claro y me alejaba cuando ella buscaba moviendo sus caderas.
Finalmente, arrodillado detrás de ella y bien ubicado, pincelé el glande endurecido en sus huecos, uno más seco, pero que conocía de vergas porque dilataba a voluntad y el otro empapado con sus jugos abundantes y allí me decidí a entrar. Lo hice lento, tranquilo, sabía que mi grosor se haría sentir y noté que sus carnes se abrían a la par que la escuchaba quejarse por el tamaño, “¡Madre santa!, me estás abriendo en canal, me duele, me duele, siempre me tocaron “fideos” y ahora quiero más, mucho más”, -decía en voz alta a la vez que trataba de profundizar la penetración-. Le gustara o no a quien quisiera, las penetraciones las dirigía yo, pero en este caso no estaba mal darle el gusto a la alemana y, aunque faltaba introducir media verga, apuré y di el caderazo sin que me importara si chocaba o no en su interior, entrar, entró toda, pero Helga dio un grito sostenido que no esperaba cuando choqué en el final de su conducto. “¡Me rompiste, me rompiste!, ¡qué dolor!, no te muevas, pensé que podría”, -dijo con la voz llorosa-, ganas de seguir no me faltaban, pero tuve que esperar, yo también había sentido el cimbronazo en la punta de mi verga.
Casi totalmente instalado en ella acaricié sus nalgas y su cintura, se me caían las babas para hacerle la cola sin dilación, pero estaba convencido que la esposa del Diplomático se iba a llevar una buena cogida, mejor que la que se había llevado su puta hermana y me aguanté hasta que ella sola comenzó a mover sutilmente las caderas. Sola fue acelerando sus movimientos y, claro está, comencé a fijar el ritmo para que se volviera a desesperar con las entradas y salidas y los orgasmos aparecieran nuevamente, eran cortos y casi consecutivos. El pistoneo generaba un ruido que suele ser característico y eso me ponía a mil y antes los pedidos de “más, dame más” de Helga, mis pulgares mojados con sus jugos jugaron en su puerta trasera, “me lo vas a romper todo, pero no te lo puedo negar, por favor hacelo con cuidado”, -me dijo sabiendo que el próximo paso era su culo redondo y espectacular impropio de una rubia nórdica, pero no iba a ponerme a preguntar sus orígenes y cambié de hueco para apuntar el glande a su otro destino.
Aunque había dilatado bien, no encontraba el recto y costaba introducirlo, por ende, tuve que hacer fuerza y un cuarto de verga entró de una provocando otro grito destemplado que la rubia trataba de aminorar poniendo la boca en la almohada, “no puedo, por favor, no puedo, nunca me la dieron por ahí con ese tamaño”, -decía y volví a esperar-, tampoco era para esperar toda la noche para romper un culo y me moví saliendo y entrando, pero tratando de no avanzar, algo que fui haciendo cada vez al empujar un poco más. “Sí, sí, sí, me duele, pero sos un dulce”, -decía la alemana ya entregada y dispuesta a que le rompiera el culo sin anteponer más remilgos-. Se me escapó un suspiro de satisfacción y a ella uno en forma de quejido cuando toda mi verga se perdió en su interior, mi pelvis “besó” sus nalgas y el baile continuó, pero el ritmo se intensificó y hasta pareció lubricarse mejor, las entradas y salidas pasaron a ser un poco más rudas y generaron quejidos, pero se mezclaban con gemidos y pedidos para que no la perdonara, “no lo perdones, seguí que me está gustando”, -gritaba exigiendo y le di-.
Un orgasmo la desmadejó ante la intensidad y el siguiente, cuando le eché el líquido caliente en sus tripas, la terminó de desarmar, gritó como si la estuviera torturando y, en realidad, la que me torturó fue ella porque el apretón al tronco fue tremendo y me abracé a sus tetas cuando se derrumbó de cara a la cama. “No salgas, no salgas, dejala adentro, casi me muero del dolor, pero me encantó”, -dijo sonando a satisfecha-. Me sonaba a aspaviento y por la cabeza se me cruzó decirle que la hermana y el hijo la habían aguantado mejor, pero, lógicamente, obvié esta afirmación.
Luego de un rato en que mezclamos nuestros sudores, Helga me expulsó y me preguntó si nos bañábamos juntos, le contesté afirmativamente y se levantó con cuidado, pero caminó con gracia hacia el baño y movió el culo recién perforado a sabiendas de que se lo estaba mirando. En el juego del baño y las enjabonadas, se terminó arrodillando y volvió a llevarse el miembro a la boca, lo intentó, pero no pudo hacerme una mamada decente y le dije que eso lo tenía que pagar de alguna forma, “te gusta así”, -dijo parando el culito cuando apoyó las manos en el borde de la bañera-. Hubo un par de quejidos cuando entré nuevamente en ese culito dilatado, pero ya no fue tan dramático y gozaba distinto la cogida anal reiterada. Me quise sacar una duda porque me intrigaba que se hubiera ido de la casa siendo tan tarde y le pregunté cómo había hecho.
- Fue simple, dije que me iba a tomar unas copas con un grupo de amigas, nosotras solemos salir tarde.
- ¿Nadie te puso “peros”?
- No, para nada, con mi marido intimamos poco, es de ponerla y acabar rápido, además, ni por asomo tiene lo que vos tenés, nunca me satisfizo y cada dos por tres le meto los cuernos, aunque nunca como contigo, creo que ya elegí el tamaño que me encanta.
- Sí, bueno, está todo bien, pero…
- Ya lo sé, no me digas nada, aunque, cuando se pueda, jajaja… Tampoco vas a tener problemas con mi esposo, él se pone muy contento cuando me voy de casa pues mi hermana se ocupa de él.
- No digas… ¿con tu hermana?
- Sí, Agna y él creen que yo no lo sé, pero han dejado demasiadas huellas y no me importa, me hace un favor, ella se come el “maní” y yo me como está hermosa verga que me hace tronar el culito como ahora, -decía moviendo las caderas con ganas-.
Al final vuelta a bañarnos y yo no quería más, estaba molido y ella no estaba mejor, apenas regresó a la habitación para cambiarse se tiró en la cama y dijo que la dejara descansar un rato, echar no la iba a echar y opté por acostarme a su lado, era un poco más de las tres de la mañana y ya veríamos que se hacía cuando fuera de día, en ese momento lo importante era dormir y los dos nos quedamos haciéndole compañía a Morfeo.
Con cuatro horas de sueño estaba más que satisfecho y me levanté para preparar el desayuno, al cambiarme miré el culo de Helga, parado, duro, especial para un mañanero y como llamándome, me sentí tentado, pero preferí bajar a hacerme el mate, de paso preparé café y fue el olor el que la acercó a la cocina, bajó desnuda, aunque se había peinado y arreglado, verdaderamente, era una aparición angelical descendiendo por las escaleras, me saludó con un piquito y me dijo que estaba toda dolorida, pero feliz de la vida y de… la verga bien usada. Esto generó risas de los dos y se sirvió café que tomó comiendo tostadas con dulce, “todavía no me acostumbro al mate, pero me resulta muy erótico eso de chupar la bombilla”, -agregó sonriendo con picardía-. Le comenté que tenía que irme al Estudio, pero que ella se quedara lo que creyera conveniente y, por dentro, me alegré que ese no fuera uno de los días en que tenía que venir Edith, no era por un posible tema de celos, pero estaba seguro que, si la venezolana entraba en la habitación y la encontraba desnuda y con el culito parado a Helga, todavía estaríamos entre las sábanas.
Salimos los dos juntos de casa y me prometió que iba a tratar de portarse bien, pero que no podría evitar comentar lo que había pasado con su hermana y sus amigas, “estoy seguro que con ellas podemos hacer una reunión en tu casa, aunque tendrías que hacerte un puré de pastillitas azules, jajaja”, -expresó riendo a carcajadas y, de verdad, que metía miedo esa posible reunión-. Le pedí que tratara de ser discreta, “a mi novia no le gusta que salga con otras mujeres”, -le dije dejando entrever que sólo era un decir-. Por esa respuesta preguntó si mi novia era una persona conocida y le conté quien era, en realidad, no le conté, sólo le dije el nombre y ella se sobresaltó…
- Me parece que no sólo seré discreta, creo que no abriré la boca, si tu novia se entera de este desliz es capaz de lograr que nos envíen de nuevo a Alemania, es una persona muy poderosa y ahora me doy cuenta que tú también lo eres.
- No creo que sea para tanto, posiblemente la conocerás porque ella es mi socia en las empresas que importarán los productos.
- Lo dicho, si hubiera sabido que no eras tan sólo un afamado Abogado, no sé si me hubiera animado a venir. Mejor que no la conozca, arreglá esas cosas sólo con mi marido, ya le tengo un poco de envidia, jajaja.
Lo que no sabría nunca es que no hubiera podido negarse, luego chanzas más, chanzas menos, nos despedimos fogosamente y nos fuimos los dos juntos de casa. Llegué al Estudio y después de saludarla a Haydee con un rico beso y un no menos rico apretón a sus nalgas, le pedí un cortado y las novedades del día. No bien me trajo todo, me avisó que había llamado la señora Antonella y me aboqué de lleno a ese tema, tenía que ir a la casa de la “tana” y luego llamarlo a Rodolfo para ir a ver al puto reventado del marido, lo de “reventado” era porque el video me eximía de otro comentario, así lo habían dejado los mulatos.
Antonella estaba un tanto alterada, lo mismo los chicos porque el marido había querido entrar en la casa, algo que no pudo hacer porque había cambiado la cerradura y tuvieron un altercado, rejas de la ventana de por medio. El “deseo” tuvo que ver con que recordaran todo lo mío y les exigí tranquilidad porque hablaríamos de todo su tema. Matilde tenía muy claro lo que tenía que decir y a Bruno lo “ablandaría” ese mismo día, por lo pronto los mandé a su habitación y, no bien lo hicieron acaricié a su madre y la besé. Antonella estaba jugada pidiendo verga con los ojos y las manos, pero no haría nada con ella, lo que había que hacer estaba enfocado en Bruno.
- Tenías toda la razón y, afortunadamente, pude conseguir pruebas de la infidelidad de tu marido con otros hombres, pero con eso no alcanzaría para quitarle todo como vos pretendés.
- ¿Qué es lo que hay que hacer?, yo quiero dejarlo en pelotas y sin un Peso partido al medio.
- No es fácil, las Leyes no están todas a tu favor, principalmente porque vos no estás casada bajo las Leyes de este país, habrá que presentar testigos de la convivencia y documentación de los hijos, incluso pruebas de ADN, así y todo, con todo eso a tu favor, sólo podrás acceder a una buena indemnización y a una suculenta mensualidad, pero ni hablar de tocar los bienes empresariales.
- ¡No puede ser, eso es injusto!, yo soy la que sufro la humillación por sus “debilidades” como hombre, además ahora tengo necesidades que no puedo solventar.
- Es que por ese lado más no puedo hacer, la demanda de divorcio es un litigio de orden Civil y para que le retiren todos los bienes transfiriéndotelos a vos es necesario un problema de, por lo menos, el Fuero Penal, ¿tenés alguna denuncia que puedas solventar con pruebas y mandarlo preso?
- ¿No es suficiente prueba que se acueste con otros hombres y descuide a sus hijos y a la esposa?
- No para quitarle los bienes y menos ahora que le dan una importancia extrema al tema del LGBT, a la igualdad de Género y a la libertad de elegir como usar el culo. Mirá, si el tipo es un pervertido habría que buscar en otro lado, ¿nunca le hizo nada a tus hijos?
- ¡¿Qué decís?!, no, ni pensarlo, bueno, ya no sé qué pensar, les puedo preguntar.
- Si algo pasó con ellos deben estar aleccionados para no decirte nada a vos. Yo tengo mis dudas, no te enojes, pero Bruno tiene muchos moditos, digamos “delicados”, quedate aquí, “deseo” que no aparezcas por nada, yo voy a hablar con ellos a solas y veremos que resulta.
Antonella se quedó pensativa y preocupada, yo sabía que iba a experimentar un cimbronazo tremendo, pero ella se lo había buscado al insistir tanto para dejarlo en la calle al marido, como dice el dicho: “Si te gusta el durazno, aguantate la pelusa”, por otro lado, a mí no me movía ningún tipo de remordimiento por lo que le podría pasar al tipo, para mejor, me comería un hermoso culito recién estrenado y bien preparado, “deseos” de por medio, mantendrían la versión en conjunto para hundirlo al padre.
Matilde y Bruno me estaban esperando, los dos sabían que al activar el “deseo” iban a ser cogidos y no le escapaban al bulto porque era lo que querían. Después de varios besos y caricias la tuve que convencer a Matilde recordándole que ella ya había sido cogida antes por mí, que ya había gozado y en su mente germinó la idea lógica de que ahora le tocaba al hermano, “está bien, pero puedo jugar con el “coso” de plástico”, -me preguntó mostrándome un consolador de medidas respetables, le dije que sí y pregunté a la vez porque tenían eso.
- Mamá lo puso en una bolsa y lo tiró, nosotros la vimos y nos lo guardamos porque sirve para que nos lo metamos en el culito y mi vaginita, -explicó Matilde sin ninguna vergüenza-.
- Sí, a veces ella me lo mete a mí o yo se lo meto a ella.
- Bueno Matilde, jugá con eso y luego vamos a charlar sobre lo que deben hacer, preparate Bruno, quiero tu culito.
- Dale, ¿querés que me ponga en el borde de la cama?, ya me puse crema, pero entrá despacio porque Matilde es muy bruta y me hace doler, -acotó dejando claro que practicaban entre ellos porque la cabeza ya la tenían bastante podrida-.
Bruno se colocó en el borde de la cama dejando su culito expuesto porque era bastante alta y le arrimé el glande notando que ya estaba algo dilatado, Matilde gemía haciendo entrar el consolador en su vagina y empujé tratando de no ser brusco. No buscaba el sexo en sí, sólo quería dejar en claro que ese culito había sido cogido por una verga adulta hacía muy poco, igualmente, los quejidos primero y los gemidos después del putito lograron que me calentara y una vez que lo hube penetrado a fondo, apliqué un buen ritmo haciéndolo pedir por más. Los gemidos de la nena por su auto cogida con el “plástico” y los del hermano diciendo que le daban “las cosquillas en el pito” y sumado a eso las contracciones de su estrecho canal anal lograron que por poco no me perdiera y le llenara el culo de leche, pero no podía ni debía dejar ningún rastro en que se pudiera ubicar el ADN y le saqué la verga del culo provocando un quejido que ahogó en las sábanas, los dos estuvieron atentos a esto y se prendieron al glande para tragarse la leche entre los dos, ahora venía lo más complicado.
Luego de lavarnos les pedí que se vistieran y hablé con ellos, pronto estuvieron consustanciados en decir lo que yo les marcaba y defenderían esa posición aun cuando los torturaran, después la llamé a Antonella y allí se enteró que el padre hacía tiempo que venía manteniendo relaciones con los chicos, que había estado en la casa esa mañana y había penetrado a los dos hijos, lo cual fue descubierto por ella y por eso las discusiones y los gritos que lo llevaron a escapar de la casa. Los tres se grabaron en la mente era versión y nadie los haría cambiar de parecer, debido a esto me habían llamado a mí y nos dirigimos a hacer la denuncia.
A punto de salir lo llamé a Rodolfo para que nos encontráramos en la comisaría pues pensaba dejarla a la madre y los chicos con la Asistente Social y con el Médico Legista para irme con mi hombre de confianza a hacerle firmar todos los papeles de la transferencia al futuro preso por abuso y violación. En la Comisaría la atención fue de lo más deferente y llamaron con urgencia a los Profesionales que atenderían y contendrían a los chicos y a la madre, Rodolfo y yo salimos de raje para la empresa a verlo al “fulano” antes de que llegara la policía a buscarlo.
No bien nos atendió, al marido de Antonella lo “ataqué” con los “deseos” instándolo a que firmara toda la sesión de sus bienes en favor de la esposa, ante la mirada atónita de Rodolfo que no entendía que estaba pasando, pero tampoco se animaba a preguntar, el hombre firmó todo sin poner ninguna traba, yo guardé todos los papeles que haría luego certificar por el Escribano, le dejé en la computadora un pendrive con una copia del video y nos retiramos de allí, no sin antes decirle que tendría que olvidar nuestra presencia, lo mismo hice con la secretaria que nos había atendido, sabía que tendría que aplicar los “deseos” con Rodolfo porque había visto demasiado, pero eso no me preocupaba.
De regresó a la Comisaría lo dejé con Antonella y sus hijos, él los vigilaría acompañándolos luego a la casa y me sonreí al emprender nuevamente la marcha, Rodolfo había preguntado tímidamente por lo experimentado, “¿cómo es eso?, ¿con sólo desear le hacen caso?”, -inquirió y fue la única mención que hizo del tema, de inmediato olvidó todo lo pasado desde que salimos de la Comisaría y hasta el regreso a la misma-. Yo me fui a almorzar con Elena y a cumplir con mi cuota de “nenitos”, estaba seguro e ilusionado en que eso resultaría.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Oooó seeee «este pequeño momento… se llama felicidad» 💦💦💦🤤🤤🤤
No se por que tengo ganas desde hace rato que embarazada a su mamá xd