EL PODER DE LOS DESEOS. (4).
Lo de Elena resulta genial, el Abogado se pone más en idiota y se clava la tapa de su propio ataúd. Surgen unos tríos impensados y en mi casa paterna nada es color de rosas, aunque todo tiene solución..
LA CASA – SENTENCIA – TRÍOS – FAMILIA. (4).
Volvimos a despertarnos tarde, en realidad, yo lo hice después de que Elena terminara de ducharse y se pusiera a preparar el desayuno y le pedí de tomarlo en la cocina, que me levantaba a darme una ducha y enseguida estaba con ella. Sin que lo supiera, me daba por estar un rato debajo del agua pensando en lo conversado con las dos mujeres en la madrugada, tenían razón en lo que me dijeron, yo no me hacía tantos problemas por señalar a uno o a otro para sacármelos de encima, entendí que surgirían sin pensarlo y, posiblemente, no me afectarían, lo que me tenía más preocupado era la aceleración de cosas que parecían venirse.
Cuando me fui a la cocina, vi que Elena estaba esplendorosa, el cabello estaba suelto, bien peinado y tenía puesto un culotte que dejaba ver parte de sus nalgas, no tenía sostén, pero sus pechos estaban semi tapados por un delantal corto para cocinar que bajaba desde su cuello y se ataba en la cintura. “estás preciosa mi cielo”, -le dije al mirarla-… “Me arreglé para vos, pero no te saques el bóxer, porfi, estoy en carne viva, jajaja”. Nos reímos los dos por el modo en que lo dijo y la besé preguntándole si quería que la ayudara en algo, lógicamente, me dijo que no, que sólo me sentara a la mesa.
Hubo tostadas con mermelada y café con leche, ella me decía que le encantaba el olor de las tostadas hechas de pan cortado en rebanadas finas, que recordaba que las comían en la casa antes de que el padre se fuera a la fábrica y la llevara a ella al colegio. ¿Y tu madre?, -pregunté-. Me contó que la madre desayunaba con ellos, pero como estaba delicada de salud se volvía para el dormitorio apenas se iban, “eso sí, se levantaba todas las mañanas a prepararlo, decía que era su obligación de esposa y madre, pobre mamá, ahora sé lo que sentía al atender a “su hombre””.
Mientras desayunábamos y recordábamos lo de dormir “en cucharita”, expresó que no pensaba que se quedaría tan dormida teniéndome a mí adentro, -claro está, ella no sabía de las visitas “raras”-, allí recordé que me habían dicho que le podría contar y le dije que tenía algo que contarle, pero que no tenía que salir de ella. “mi cielo, justo a mí me decís de guardar secretos, no se va a enterar ni mi espejo”, contestó más que segura.
- Resulta que logré una muy buena relación con la esposa del Abogado y con su hijo ex caprichoso porque anda hecho una seda conmigo, el caso es que hablamos de mis notas, de mis estudios, me mostró que tiene una biblioteca con libros de Leyes que, además de caros, son casi imposibles de conseguir y me hizo algunas consultas sobre algunos casos que tuve posibilidad de pispiar, para mejor, conoce todos los casos que se llevan allí porque es Abogada y Escribana.
- Me había dicho Agatha que era una asquerosa y las veces que vino al Estudio apenas si saludó, pero a vos no se te resisten, jajaja.
- En el Estudio se debe de haber puesto en dueña, además no se lleva nada bien con el marido y quiere cambiar muchas cosas del Estudio, incluso a Abogados y empleados afines a ellos, pero primero tiene que divorciarse y eso le haría perder mucho, mucho dinero, me dijo.
- ¡¿Ella es la dueña del Estudio?!, no te puedo creer, ¿qué es “el cuervo” entonces?, nosotras le decimos así.
- Créelo porque es así, el Estudio era del padre, pero éste al morir dejó testado que él podía ser sólo un Encargado y si ella le daba más injerencia perdería todo control sobre sus bienes, esto parece que lo puso loco y desde allí se rompió la relación.
- Parece que te tiene en muy alta estima, porque para contarte todo eso…
- Es que cada lunes, tenía que hacerle de paño de lágrimas porque el tipo no para en la casa y me “usaba” como anti depresivo, jajaja.
- Lo de los fines de semana lo sé, “el cuervo” vive en un semi piso de la Avenida Libertador, eso me lo dijo Agatha, que, como sabrás… bueno, su relación es vox populi. Entonces deben ser pocos los que saben que él no es el dueño verdadero.
- Eso no importa, el caso es que este lunes estaba rabiosa y me mostró un papel en que me nombraba Encargado General del Estudio, dijo que no le importaba que todavía no tuviera el Título, que ella firmaría y se haría presente casi todos los días, eso sí, no tenía fecha y sólo se efectivizaría si lograba divorciarse, que ya había juntado suficientes pruebas pues parece que Agatha no es la única.
- Eso también lo sé, suele hacerse ver con varias modelos y actrices dejándola a Agatha de lado, pero, pará, pará, ¿me estás diciendo que te ofrece ser casi el dueño del Estudio?
- Sí, de aquí a seis meses o un año y la verdad es que… me encantaría, no cualquiera puede acceder a eso apenas recibido.
- ¿Y yo?
- Bueno, vos sabés que yo soy un poco “tiro al aire”, pero, si eso se da y arreglamos algunos “tantos” entre nosotros, en un año o un poquito más podés llegar a ser la esposa del Encargado semi dueño del Estudio.
- Conmigo no tenés que arreglar ningún “tanto”, yo voy a estar a tu lado, seas un “tiro al aire” o no, sólo necesito que seas feliz, pero, pero, ¿me estás diciendo que serías mi esposo, algo así, como pareja, para vivir juntos, casarnos y eso?, ¡ayyy, por Dios! ¿fumaste algo raro?
- “Algo así”, no, además no fumo nada, te entiendo si no querés darle bola a un pendejo, pero yo pensé que formalizar la relación no estaría mal.
- Sí, sí, sí, acepto lo que decidas y te prometo que jamás tendrás una queja de mí, ¡ohh, por Dios, no lo puedo creer!
Salir con una o con muchas no me hacía conocedor de las reacciones de las mujeres y pensé que la había cagado totalmente cuando vi la reacción de Elena. No paraba de llorar, se reía, se levantaba de la silla, caminaba, se agarraba la cabeza, se volvía a sentar y vuelta a llorar como si se hubiera acabado el Mundo. No sabía qué hacer ni que decir, me limité a dejar que se agotara y después me abrazara o si quería, me mandara al Demonio, lo que menos recordaba en ese momento es lo que me había dicho la bruja-madre. Se me ocurrió abrazarla mientras se iba calmando de a poco…
- Estoy feliz amor, la felicidad no me cabe en el cuerpo, reconozco que estuve muy equivocada en mis cosas, pero hacerte feliz a vos será a partir de hoy mi único objetivo. Ya sabés que yo no necesito de Títulos ni Honores, pero si eso ayuda a tus logros serán prioridades de mi vida, quiero ser tu amante, novia, concubina, esposa, madre de tus hijos, vos pedís, yo obedezco, te juro que será así en todo.
- Bueno cielo, vamos a ir despacio con el noviazgo, el compromiso y la boda, jajaja, por ahora lo sabremos sólo los dos o en todo caso tu padre y los míos, pero nadie más, eso si tu padre lo acepta porque no quisiera que me viera como un caza-fortunas.
- ¿Mi papá?, cuando mi padre sepa que estoy de novia o comprometida con un hombre y te conozca, te besa los pies, creo que es lo que siempre deseó.
Luego de un rato de tranquilidad y de algunos mimos y besos tirados en el sofá, recordó que tenía que ir a mostrarme la casa que tenía para que yo viviera. Nos cambiamos y nos fuimos, yo no quería demostrar nada, pero estaba más que contento por cómo se estaban dando las cosas y si en el medio de todas esas cosas estaba Elena, mejor que mejor. Mientras conducía me iba contando cosas sobre la casa, se la había regalado el padre cuando se puso de novio con el único que tuvo, estaba más ilusionado el “viejo” que ella en eso y la eligió personalmente, pero como las cosas no funcionaron ni siquiera la conoció, mucho menos sus otras “parejas”.
En realidad, después de varios años, yo sería el único que la habitaría. El barrio recoleto y tranquilo estaba, efectivamente, cerca del centro de la ciudad y a pasos de las avenidas principales, Rejas en el frente, un pequeño espacio con jardín de unos cinco metros, tenía dos pisos con balcones, arcadas, dos columnas en el frente sosteniendo el porch de entrada, puertas de dos cuerpos, ventanas amplias y sobre uno de los vértices una especie de torre terminada en una pequeña cúpula, esa se notaba como la habitación principal con cuatro ventanas en derredor de la torre, parecía un castillo inglés en miniatura.
El portón se abría con un control y el auto ingresó en lo que parecía un garaje largo, pasaba por debajo de la torre y desembocaba en el fondo de la casa donde aparecía un parque inmenso con árboles, pileta de unos 5×10 metros, un quincho cerrado al costado con parrilla incluida y eso lo deduje en principio por la chimenea de la misma, todo estaba conservado y en óptimas condiciones. Bajé del auto maravillado ante lo que veía y desde allí noté que estaba rodeado de edificios de alto, resultaba ser un pequeño pulmón entre tanto cemento, pero sol no le faltaba.
Si la parte exterior me había asombrado, en el interior no fue distinto, allí no faltaba nada y la planta baja, con la cocina, el living, el comedor, una pequeña habitación, el baño y las puertas corredizas que comunicaban con el parque se veían espectaculares y amplias. La escalera de acceso a la planta alta era amplia y de escalones blancos y largos y las habitaciones eran de lo más acogedoras con baños incluidos, salvo la principal que además del baño, tenía vestidor y esas ventanas cuadriplicadas que te dejaban ver casi todo el largo de la cuadra. Todo era moderno y contrastaba con el estilo exterior.
“Yo la habitaba cuando me daban las ganas de estar sola, venía me quedaba un par de días, compraba algunas cosas y me iba, del mantenimiento interior y exterior y la lavandería se ocupa gente que atiende esos servicios en la fábrica, sólo tenés que determinar los días con ellos, ¿te gusta?”, -preguntó Elena un tanto nerviosa esperando mi reacción-. Le contesté que sí, que era una maravilla y que no veía la hora de mudarme. “Si querés podés venirte ya, hay algo de ropa mía en el placard principal, pero me la puedo llevar”. Le gustó que le dijera que podía quedar ahí, “las veces que te quedes acá, la vas a necesitar”, -le dije besándola con ganas-.
De regreso a mi departamentito para acarrear algunas cosas, Elena iba eufórica y la escuché decir que jamás se aparecería por la casa sin avisarme antes, pero yo le prestaba poca atención, iba pensando en los modos en que tendría que “pagar” por ese Poder conferido. Ya me habían dado una pista clara y no tendría necesidad de tomar cartas en el asunto o ensuciarme las manos con violencias innecesarias, sólo sería desear y que la otra persona me escuchara, pero tendría que cuidarme muy bien sobre lo que podía desear en determinados momentos, de una discusión, por ejemplo.
Era lo único que me preocupaba, incluso tendría que aprender a hablar lo justo y necesario pues ya me había dado cuenta que el “temita” de desear me era sencillo y, muchas veces, aparecían unos detrás del otro, era evidente que, para estos casos particulares, debería pensar bien lo que debía decir para causar o provocar lo que quería y eso no me quitaba el sueño, no creía que me fuera a afectar a posteriori. “¿Por dónde andás vida?”, -preguntó Elena al notar que estaba pensando en algo-. “Pensaba en la contraseña del WiFi y que tengo que traer la computadora”, -contesté rápido-.
Elena me dijo que el lugar tenía todos los servicios y que luego me pasaría la contraseña. Nos habíamos olvidado de almorzar y preparó algo en el departamento con el sobrante de la noche anterior mientras yo preparaba mi ropa, algunos libros y desarmaba la computadora pensando en que, como no tenía personal de servicio y tampoco lo quería, iba a utilizar la habitación chica de la planta baja para armar mi pequeño privado.
El caso es que hicimos dos viajes llevando todo y se impuso el “polvo”, tranquilo y amoroso en la nueva cama “King”. Ella se fue de la casa como a las diez de la noche diciendo que hablaría un largo rato con el padre esa noche y que mandaría a controlar el auto en la mañana para que lo pudiera utilizar tranquilo. Esa noche no cené, las emociones me superaban y me quedé un rato largo mirando el parque iluminado a través de las enormes ventanas corredizas interiores, eso sí, le di uso al barcito del living tomándome un buen trago de Fernet con coca.
Nuevamente llegué temprano a la oficina, volví a ir de traje y nuevamente lo hice en un taxi, ni siquiera sabía que colectivos debería utilizar desde allí. Estaba pletórico, pero los acontecimientos comenzaron de desarrollarse vertiginosamente como si estuvieran programados pues en el Estudios estaba todo el mundo alterado y yo comencé a recibir sopapos de entrada. La primera que me trató con cierto desplante fue Agatha, no tardó ella misma en pedirme disculpas, pero la mala reacción la tuvo, el Abogado estaba con el “culo dado vuelta” y le gritó a Agatha, “dale nena, decile al pendejo que deje de rascarse las bolas y que vaya a llevar esos papeles”, se refería a unos papeles que debía llevar a un piso posterior y ya estaba saliendo para hacerlo. Lo escuché y desde allí comencé a rumiar broncas contra el idiota, “está nervioso”, -deslizó la “figurita decorativa” cuando me detuve al escucharlo gritar-.
Me fui sin contestarle e hice lo que me habían mandado a hacer. La mala onda continuó toda la mañana y todavía me quedaba pedirle autorización para faltar el viernes, algo que hice un rato antes de salir a buscar a Gabriel. Le dije a la rubia que no me presentaría el día siguiente y le expliqué el problema, aunque muy por encima, “mejor andá a hablar con él, no sé qué le pasa hoy, está insoportable”, -me contestó y golpeé la puerta del Abogado que me “ladró” diciendo que pasara-. No le pedí permiso para ausentarme, sólo le dije que no concurriría al día siguiente porque mi padre tenía un problema de salud y tenía que acompañarlo a realizarse unos estudios. No me preguntó de qué se trataba, quedó claro que “el otro” le importaba tres mierdas y parándose detrás del escritorio, me agredió de forma gratuita…
- A mí me importan tres carajos la enfermedad de tu padre, no hace un mes que estás trabajando acá y ya querés hacer lo que se te da la gana, un hijo de puta me renuncia y otro quiere tomarse franco porque sí, bajo ningún punto de vista, mañana venís o venís o estás despedido. No creas que porque sos el chofer de mi mujer tenés acá algún tipo de prerrogativas.
- El trabajo con su mujer no tiene nada que ver, yo se lo diré a ella, pero, aunque reaccione igual que usted, yo el día me lo voy a tomar igual, el del problema es mi padre, no es ningún expediente legal.
- Mirá nene, ya te dije que lo de tu padre no me importa, ¿qué es lo que no entendés?, yo lo único que deseo es que no me compliques la vida, si te gusta bien y si no te gusta también.
- Sin embargo, yo deseo que, levante el teléfono y le diga a Agatha que estoy autorizado a no venir mañana, además deseo que mañana se muestre tan alterado como hoy y que al mediodía se tome varios whiskys, luego suba a la terraza y se arroje de cabeza al asfalto, así se les terminan los problemas a todos, -se lo dije como si me surgiera desde muy adentro, pero firme, seguro y sin perder la calma-.
Ya estaba, la sangre parecía hervirme en el cuerpo y se me llenó el culo de preguntas, pero ya estaba dicho, saliera gallo o gallareta, la ruleta estaba girando, yo estaría en mi pueblo y ya me enteraría de lo que pasara o dejara de pasar en el Estudio. El tipo me miró de un modo extraño y sin desviar la vista de mi cara le avisó a Agatha por el intercomunicador que yo estaba autorizado a faltar el día siguiente, luego se sentó, se estiró en la silla y cerró los ojos, yo no dije más nada, giré y salí de la oficina con las piernas temblando.
“¿Lo convenciste?”, me preguntó la rubia, “jamás tuve que convencerlo de nada, igual me iba a tomar el día, mi padre me importa más que los ataques de locura o el histerismo de ese idiota que vos te llevás a la cama”, -le contesté porque su actitud de interesada sólo en figurar me molestaba bastante-. De todos modos, no me hice tantos problemas sabía que su dependencia conmigo pasaba sólo por el sexo, había sido la primera y no había insistido con más, únicamente le había pedido que respondiera cuando estábamos en una cama y el regalo que fue la campera, no había nada más y la agenda me lo ratificó.
De pasada cuando me iba le conté a Elena, muy por encima, lo que había pasado y que el tipo parecía estar bastante “sacado”, pero que al final me había autorizado. Como fuere, la experiencia, además de nueva era muy fuerte y las piernas me seguían temblando cuando conducía y también cuando esperaba a los chicos en la puerta del colegio. Venían los dos riendo y me saludaron afectuosamente, pero ninguno de los dos quería denunciar ante el otro algún tipo de mimos para conmigo y me fui con ellos pensando en cómo hacer para tenerlos juntos.
Graciela me recibió vestida con sus polleritas de tenis y una remera escotada, ilógica para la temperatura ambiente, pero entendí que venía del calor del interior de la casa. Saludó a los chicos, Gabriel se metió en la casa y Axel se fue a la suya, ella se apoyó en el marco de la ventanilla baja y mostró su escote preguntándome si no me quería quedar a almorzar con ellos dos porque las empleadas no estaban. Hacerme la película me costó poco pues en su cara se notaba el deseo, además tenía que decirle del “faltazo” para el día siguiente.
Comenzó a contarme que el día anterior lo había pasado sola, pero que le había servido para trabajar en su estrategia para ver de presentar su demanda de divorcio, de pronto cambió el tono de su charla, agachándose un poco me arrimó las nalguitas al bulto y me dijo: “Pensé mucho en vos y no traigo nada debajo”. La rubia delgadita estaba acelerada y no tardé en ponerme a tono, la cortamos porque venía Gabriel, pero yo ya estaba maquinando en el modo y dónde entraría en ese culito flaquito.
Comí muy bien y se esmeró en la atención, yo me sonreía por dentro porque, a cada costado de la mesa, tenía a una madre y a su hijo con los ojos brillantes porque estaban deseando tenerme dentro de sus culitos. Para el momento de los cafés Gabriel se fue para su habitación y aproveché a hablar con Graciela para decirle lo de mi padre, sabía que ella no se negaría y además se condolió de mi problema deseando que todo saliera bien, aparte me hizo saber que se encargaría de los chicos y el colegio. Al rato apareció Axel, dijo que venía a jugar un rato con Gabriel y me hizo saber que la madre quería que yo pasara por la casa.
- Ayer Alma me habló muy bien de vos, ya se siente bien de la pierna y me parece que lo que ahora quiere es que le “atiendas” otras necesidades, esa es otra que cuando puede…
- Estaría bien darme una vuelta por su casa, espero que no te pongas celosa.
- No, celosa no, no voy a pedirlo, pero pensé que…
- Comprendo, querés tener tu culito lleno, ¿y si hacemos otra cosa y matamos dos pájaros de un tiro?
- ¿Qué vas a inventar?, me das un poquito de miedo vos, jajaja.
- ¿Por qué no vamos los dos y la convencemos de pasarla bien los tres, ¿te animás?
- Ya te dije que vos decidís, no tengo experiencia, pero para caminar sólo hay que dar el primer paso.
- ¿Tenés algún “juguetito sexual”?
- Yo no, pero sé que ella tiene, vive caliente y deseando tener algo entre las piernas, jajaja.
Le dijimos a los chicos que se portaran bien porque los dejaríamos un rato a solas para ir a la casa de la vecina, yo le guiñé un ojo a Gabriel, el cual entendió que podía hacer cosas junto a Axel y nos fuimos caminando. Graciela iba sonriendo, pero con algunas dudas lógicas que se le notaban, aunque no se atrevía a plantearlas, en cambio yo sabía bien que no podrían negarse a mis deseos y ya me imaginaba entrando en ese culo flaquito y en el otro casi perfecto a la vez que las escuchaba gritar por el dolor y el placer que mi verga les brindaría.
La cara de Alma cuando nos vio llegar fue de absoluta desilusión y se le notó, tanto que Graciela me comentó por lo bajo: “¿qué te dije?, ésta quería que la vinieras a “atender” a ella sola”. Me reí y no le contesté, sólo me acerqué a Alma, la saludé con un beso en la mejilla y le pregunté cómo andaba del tobillo, esperando que me diera algún “pie” para lanzarle el deseo que nos beneficiaría a los tres.…
- Bien Gustavo, ahora mucho mejor, pero desearía que no me doliera cuando camino.
- Si es por deseos, yo deseo que se desnuden las dos y comiencen a besarse, hoy vamos a hacer un trío, -les dije y las dejé para acercarme a cerrar la puerta del lado de adentro-.
Luego de cerrar la puerta me giré y me encontré con espectáculo como para que se me pararan hasta los pelos de las cejas. Graciela estaba completamente desnuda, pero a Alma aún le quedaba puesto el shorcito de lycra que llevaba puesto, la que llevaba la “voz cantante” era Alma que la tenía apoyada sobre el borde de la mesa a Graciela y le comía la boca con desesperación, la flaquita devolvía los besos como podía y con las dos manos apretaba las nalgas duras de la más rellena que quería subirla sobre la mesa.
Tardé un suspiro en sacarme la ropa y tenía un empalme brutal, la verga me dolía cuando me acerqué al hermoso culo de Alma, traté de ponerle la verga entre las nalgas y Graciela no me dejó porque la tomó en sus manos, “necesito algún lubricante para metértela en la cola”, -le dije a Alma arrimándome a su oído-, lo que me contestó completó la tarde, “sólo sacame el short, mi culito está todo lubricado porque te estaba esperando, ponela así mientras la chupo toda a Graciela”, -dijo segura de lo que quería y la flaquita se acomodó subiendo más a la mesa y abriendo las piernas todo lo que podía-.
Punteé con el glande para ubicar el recto y me di cuenta que ese agujero estaba dilatado y bastante usado, pero ni problema que me hice, estaba convencido de que mi grosor lo sentiría igual. Le metí media verga de un saque y gritó sacando la boca de la concha de su vecina, ¡por Dios Gustavo, ¿qué me metiste?!, esperá un poco, me partiste, te hacía normal”, -dijo con la voz cargada de asombro-. Esta vez fue Graciela la que habló: “Aguantá y seguí chupando Alma, a mí me hace desmayar cuando me rompe el culo”, -expresó usando las manos para apretar la cabeza de la mamá de Axel en su entrepierna-.
Le costaba y quería salir de esa posición, pero la fuerza de la flaquita era más de la que aparentaba, ya no eran sólo sus manos, las piernas también habían atrapado la cintura de la penetrada y a ésta no le quedó más remedio que aguantar mis movimientos de entradas y salidas. Claro que no todo fue martirio o dolor, no tardó mucho en mover las caderas y activar más su lengua haciendo que Graciela comenzara a dar gritos por los orgasmos que no podía contener.
A todo esto, yo ya rebotaba contra las nalgas de Alma cuyos quejidos se habían convertido en gemidos deliciosos que me incentivaban, los sonidos se desparramaban por el living de la casa y aseguro que es gratificante escucharlos cuando al pene no le queda espacio por recorrer y la pelvis choca contra un par de nalgas duras. Las ganas ya no se aguantaban, yo estaba a punto y en ese momento escuché los pedidos de Graciela, “quiero que me hagas desmayar, por favor Gustavo, lo necesito”. Vino justo y eso ayudó a calmarme.
El “plop” denunció el hueco abierto que le quedó a Alma, pero eso no le importaba nada más que a mi morbo, la “Barbie” se quejó y se enderezó para mirarme a mi bajando la vista al miembro perforador, “¡Bestia sanguinaria!, jajaja, ¿todo eso me metiste?, ahora lo quiero ver entrando en el culito de la putita de mi vecina”, -expresó, preguntó y exigió ubicándose acuclillada al lado de las caderas de Graciela que apoyaba sus codos en el asiento de una silla y movía el culito sin que llegara a ser un perreo, yo atiné a alcanzarle un almohadón que ubicó delante de su cara.
El agujerito entre las nalgas flaquitas parecía abrirse y cerrarse y yo sabía que no diría nada si la metía sin respetar dolores ni quejas, por eso, una vez que ubiqué el glande en el recto, empujé sin dudarlo. El almohadón cumplió su función, ahogó el grito destemplado de Graciela haciendo que Alma, de forma casi automática se llevara una mano a la entrepierna y otra apretara su propia teta. El conducto liso pareció tragarse todo el tronco y no entró más porque la física misma de los cuerpos lo impedía y ya no me quedaba más que entrar y salir.
Fue bastante duro para mi verga, pero más lo fue para el culito de Graciela, “¡ahhh, seguí rompiendo!”, -pedía desaforada y los temblores de sus orgasmos no tardaron en llegar, se juntaron con los gritos provocados por la masturbación de los dedos de Alma y ya no pude aguantar nada más, los dos primeros escupitajos quedaron dentro de las tripas de Graciela y la saqué para arrimar el glande a la boca de Alma que, agarrando mi verga con la mano, absorbió el glande y se tomó todo el resto temblando como poseída.
La flaquita aguantó sin desmayarse, pero las piernas no me sostenían y arrimé una silla para sentarme, sentado y todo, mis muslos parecían tener vida propia al temblar, no los podía amortiguar ni poniendo mis manos abiertas sobre ellos, definitivamente, un “polvo” de esas características no es aconsejable en esa posición. Sabía que las dos estaban dispuestas a lo que sea conmigo, pero creo que entendieron de mi abandono porque se desentendieron de mí y se tiraron sobre la mesa comiéndose a besos, a la par que se metían manos por dónde fuere.
Tomé mi ropa y me di una ducha, me cambié y cuando salí seguían las dos prendidas, pero ahora sobre el sofá amplio, las saludé diciendo que las vería la semana entrante, Graciela me miró con toda la cara mojada y me dijo como rogando, “me quedo un ratito más, ¿sí?”. Le hice una seña con el pulgar levantado y toqué las suaves y hermosas nalgas de Alma, luego salí y me fui caminando y pensando que esas dos ya no estarían aburridas en sus casas al estar solas. Mi verga estaba morcillona, el momento había sido erótico y morboso como para un solo “polvo” y se me dio por imaginar que estarían haciendo los nenes.
Entré por la puerta trasera y fui a la habitación de Gabriel, el cuadro no podía ser mejor, los dos estaban desnudos en la cama, se chupaban sus pititos y se metían los dedos en sus culitos mientras gemían y el menudito Axel, torciendo la boca, le pedía a su amigo que metiera más dedos sin miedo. Sobre la cama había dos cepillos que seguramente eran de Graciela y sus mangos habían sido usados como precarios consoladores, además estaba el tubito de Xilocaína. Cerré la puerta haciendo ruido y los dos se enderezaron asustados y dando un salto, se calmaron enseguida apenas me vieron y aproveché para decirles que cuando hacían algo similar a lo que hacían debían cerrar todas las puertas, asintieron y me “atacaron” los dos haciéndome caer sobre la cama, “queremos verga, queremos verga”, -pedían gritando en voz baja y como jugando, ergo: no tardaron en sacarme el pantalón-. El ariete estaba a full y Axel fue el primero en llevárselo a la boca.
La mamada del pendejo no acababa de sorprenderme y Gabriel se acercó para que lo besara, algo que hice comiéndole la boca con deleite porque sus labios gorditos llamaban a eso. Axel ya metía y sacaba por completo el miembro de su boca poniendo algo de ritmo en su accionar, entonces el gordito me pidió que los cogiera a los dos, mi verga estaba a full y “¿qué daño le hacía una mancha más al tigre?… “Bueno, ponele el gel en el culito a tu amigo y espero que le entre toda”, -le dije manoteando el tubito ya usado-. “Dejá de chuparlo porque te la va a meter a vos primero”, -acotó el gordito hablándole al amigo, a la vez que le metía los dedos llenos de gel-, tardó poco y Axel se acomodó en cuatro sin yo pedírselo. Yo estaba seguro de poder aguantar un poco más y comencé a puntearlo arrodillándome detrás mientras me reía solo pensando que la mamá de culo flaco tenía un hijo de culo gordito y viceversa.
Fui despacio escuchando los quejidos de Axel contra la almohada y me moví antes de proseguir porque el segundo esfínter me bloqueó el paso, “dale, dale, yo me aguanto”, -decía sollozante y le daría el gusto-. El empujón más fuerte y el lubricante que también tenía mi verga ayudó a que entrara todo en ese culito pedigüeño, mi cuerpo no dejaba que se moviera porque se había desplomado sobre la cama y me dejé caer sobre él, lloraba y gritaba contra la almohada, pero se la había “comido” toda.
“Aguantate, no seas maricón, a mí me la mete toda y yo no grito”, -le decía Gabriel acercando la boca al oído de su amiguito que comenzó a calmarse y a mover sutilmente las caderas, lo que motivó que me cogiera a ese culito con ganas. Luego de varios movimientos Axel temblaba hablando algo de las cosquillas de su pitito y pedía más verga, entonces fue cuando Gabriel me tocó el brazo y me dijo que ya se había puesto gel en la cola y miré que ya estaba colocado igual que el amiguito.
Ese culo gordito y apetecible me gustaba más y sabía que, aunque le doliera aguantaría un poco más de rudeza, entonces salí de Axel provocando un pequeño grito junto al “plop” que se escuchó, no me importó y me puse detrás de Gabriel para comenzar la otra penetración. Debió haber practicado bastante con el mango del cepillo el vicioso, porque no tuve impedimentos para que se tragara rápido toda mi verga. La sintió bastante y también ahogó los gritos en la almohada, pero enseguida se movió exigiendo más.
Aquí me desfasé un poco más y me lo cogí con más ganas hasta que sus temblores se hicieron presentes y ya no daba para seguir aguantando. Axel me hacía señas con un dedo apuntando a su boca y salí del culo gordito pidiéndole a los dos que pusieran sus caras juntas, si se las metía en la boca, aunque no estaba sucia, les dormiría la zona y apunté, fue un gusto ver cómo, con sus ojos cerrados, recibían toda la lechada en pleno rostro y no bien terminé los dos se pusieron a limpiarse con lamidas y gemidos.
Axel me dijo que le dolía el culito y lo revisé mientras seguían con sus lamidas, estaba rojo y dilatado con una pequeña línea de sangre, pero no parecía importante y yo me sentí bien, el culito flaquito había sido definitivamente roto. Les dije que fueran a bañarse porque ya vendrían sus madres, eso sirvió para apurarlos y mientras yo me lavaba les expliqué que debían ponerse en el bidet y echarse agua fría. Salía contento de allí y muy satisfecho con el rally inesperado, mi cuerpo y mi cabeza pedía sueño a gritos y cuando estacioné el auto me encontré con que me esperaba Elena para dejarme el suyo.
Me saludó echándome los brazos al cuello y luego del beso me preguntó cómo me había ido con la esposa del Abogado, la pera me temblaba porque estaba seguro que no podría rendir con ella, igual le contesté que me había ido bien, que no me había puesto ningún problema. Le pregunté si nos íbamos para casa y su respuesta me generó un alivio inmediato, “no mi vida, no te enojes, pero quedé en ir a cenar con mi papá y quiero conversar tranquila con él”. Expresé aliviado que no me enojaba y que me parecía bien, ella me deseo buen viaje y esperaba que saliera todo de maravillas.
Se tomó un taxi desde el estacionamiento del Estudio y yo me fui para casa, aunque a mitad de camino tuve que hacer un desvió, por costumbre, me estaba dirigiendo al departamentito y ya no viviría más allí, di la vuelta más convencido que nunca de que mi vida había cambiado para mejor, mantenerse así y lograr más, dependía tan sólo de mí. Al llegar comí algo porque estaba atacado por el hambre y antes de las diez de la noche estaba sumido en el más profundo sueño.
Me desperté a las seis como cuando tenía que ir al Estudio, desayuné después de darme un regio baño y me sentía con todas las pilas, a las siete de la mañana estaba saliendo con rumbo al pueblo y, decididamente, no es lo mismo viajar en un ómnibus, con lo que implica movilizarse a la parada, esperar y viajar al pueblo en él, a tener que hacerlo en un auto automático que parece que se manejara solo. Me había costado un poco salir de la capital, pero ya una vez en la ruta, repavimentada y bien señalizada, todo se hacía más fácil.
Los postes de las alambradas pasaban rápido y aminoré un poco la marcha, el auto gastaba poco y Elena había llenado el tanque antes de prestármelo, por lo tanto, no debería detenerme en ninguna estación de servicio, un par de entradas de pueblos quedaron atrás y ya me acercaba a la jurisdicción de la ciudad cabecera del Partido. En el mismo sentido no había tenido casi tránsito, pero, de frente, los camiones cargados de cajones de verdura o de hacienda en pie pasaban de continuo, toda esa zona era Agrícola-Ganadera por excelencia y el campo trabajaba para aportar los alimentos que consumíamos en las ciudades, algunos no entendían que sin el campo…
Pasé por el costado del centro de la Ciudad capital del Distrito y encaré para el pueblo que estaba a menos de quince kilómetros, el lugar ya se me había hecho más que conocido. Al entrar en el pueblo propiamente dicho noté que había construcciones nuevas terminadas y a medio hacer, índice evidente que algunas cosas se hacían bien desde el lado de los “vampiros” que nos gobernaban, que, mal que nos pusiera, habían sido elegidos para hacer el bien, sin tener en cuenta que el primer bien que hacían era para ellos y “desangrando” a quienes podían.
Di un par de vueltas por el pueblo y me llené los ojos y la cabeza con lo que miraba y recordaba, las edificaciones conocidas, la escuela, la iglesia, el club del barrio con su cancha de tribunas de madera en un costado, los comercios de la avenida principal y el negocio de mi viejo al que recién en ese momento le subían las cortinas. Al tipo no lo conocía y mi madre no estaba, algo comprensible y me dirigí para mi casa, ya antes de llegar al chalet en que vivían mis padres observé las casas de mis vecinos, todo parecía estar igual y no vi a nadie conocido en las calles.
Finalmente, apenas pasadas las ocho y media, estacioné frente al chalet familiar, descendí, cerré el auto y toqué el timbre en el portón, fue mi madre la que abrió la puerta, tenía puesto un camisón corto a media pierna y calzaba zapatillas con taco de yute, el cabello lo tenía distinto, con un corte que le daba más volumen y, acorde a como venía yo con mi libido y mi morbo un tanto acelerado, la vi como a una MILF que se venía a mi encuentro con los brazos extendidos y dando gritos de alegría.
“¡Gustavo, Gustavo, mi cielo, hijo, viniste!”, -me dijo gritando y abrazándome al cuello mientras me llenaba la cara de besos-. Lógicamente, por lo expresado anteriormente, no pude dejar de notar que sus tetas tenían un volumen importante, estaban bastante duras y no tenía sostén, lo supe enseguida cuando se clavaron en mi pecho y al abrazar su espalda libre de elásticos. Ella era la “alta” en la familia y sus zapatillas con taco la equiparaba bastante con mi altura, aun así, quedaba más baja que yo y al caminar delante de mi arrastrándome de la mano pude observar que sus piernas estaban muy bien formadas y que sus nalgas tapadas por una vedettina un poco más oscura estaban erguidas y no se movían flojas al caminar.
- Clarisa, Clarisa, dejá de dormir, vino tu hermano, -gritó haciéndose oír en toda la casa-.
- Dejala dormir un rato más mamá, ella va a la escuela a la tarde y hoy no creo que vaya– alegué en favor de mi hermana-.
- No la defiendas, anoche volvió a regresar de madrugada y ya no sé qué hacer con ella.
- Está en la edad, mientras se cuide… -arriesgué y ciertamente mi mentalidad de hermano “cuida-conchas” había cambiado-.
- Ni siquiera sé si se cuida, anda de noviecita con el hijo del “Cholo” y ese es un pobre diablo.
- Peor vos que andás mostrando el culo mientras papá está internado, -dijo mi hermana con voz dura dirigiéndose a ella y luego me abrazó fuerte dándome un beso prolongado en la mejilla-. Estoy muy feliz de verte hermanito, dejame mirarte bien, -dijo apartándose un poco de mí-, cuando te vean mis amigas se mojan todas, jajaja.
- ¡Nena, pará un poco y anda a vestirte!, -gritó mi madre Clara-.
Recién allí me di cuenta que mi hermanita de casi dieciséis tenía un cuerpo de infarto, sólo estaba tapado por un sostén de media copa que apenas contenía sus tetas, más que evidente de areolas grandes y un culotte que dejaba asomar sus nalgas prietas, la completaba con el cabello largo de color castaño claro atado con una cola que le llegaba a media espalda.
- Bueno, parece que el hijo del “Cholo” tiene de donde agarrarse, jajaja, -le dije en tono de chanza y como para que la libido no se acumulara en el “paquete”-.
- Es un idiota, a mí me gustan de espaldas anchas y cinco o seis años mayores, así como vos, lástima que sos mi hermano, jajaja.
- Bueno, bueno, anda a cambiarte y no te muestres tan, tan… -le dijo mi madre ordenándole-.
- A mí no me levantes la voz ni me digas que hacer, no me gusta que lo hagan y tanto menos vos, -le contestó denotando una cierta inquina-.
- Cada vez está peor, no le lleves el apunte, -acotó tomándome del brazo y dándome un mate-.
Era evidente que allí había un par de secretos “non santos” dando vueltas y no me hubiese costado nada hacerlas vomitar palabras para contármelos, pero en ese momento lo que más me interesaba era mi padre y pregunté por él. Ya me tomaría el tiempo para hacerlas hablar a mi madre y a mi hermana y descubrir que me había querido decir la bruja-madre cuando habló de, “antes de que se tuerzan”. Me senté mirándola y no precisamente usando una mirada de hijo, mis ojos se centraron en el escote que dejaba asomar parte de sus tetas y el pronunciado canal que existía entre ellas, mujer al fin, bajó la vista y se dio cuenta que estaba enseñando más que “lo que debía” y que, por supuesto, mis ojos de hijo no deberían ver…
- Ya te cuento todo hijo, esperá un poco que me voy a cambiar, -dijo parándose apurada-.
- Pensé que no te habías dado cuenta, ¿estás acostumbrada a salir a abrir el portón casi en pelotas?
- No, Gusti, ¿cómo me decís algo así?, salí apurada porque vi que eras vos.
- Me imagino, aunque me parece que muchas cosas han cambiado desde que no estoy acá.
- Esas son ideas tuyas equivocadas, primero miré porque no sabía que tenías auto y cuando vi que eras vos no pensé en nada más que en abrazarte. ¿Cuándo compraste ese auto tan lindo?
- No lo compré, me lo prestó mi novia para venir a acompañar a papá por su examen.
- ¿Tenés novia y no dijiste nada?, ¿desde cuándo?, ¿cómo es?
- Anda a cambiarte mamá y después me contás de papá.
Al poco rato regresó usando un jeans elastizado que ajustaba y marcaba su espléndido culo y sus muslos, además de una camisa blanca que dejaba notar el sostén blanco y sus tetas de talla 100 o quizás un poco más. La volví a mirar escrutando y no le dije nada, la madre que yo conocía no usaba esas ropas tan ajustadas ni llevaba el cabello tan suelto y con volumen. La noté, no sé si nerviosa, pero un poco inquieta o avergonzada por mis miradas.
- Bueno, te voy a contar, dentro de tu todo, tu padre está bien, aunque tiene picos de depresión y muchas veces…
- Esperá, esperá un poco, -le dije pensando en los deseos, era al pedo tratar de escuchar y creerme todo lo que podía decirme cuando existían dudas o mentiras que podrían flotar-, ¿sabés qué es lo que más deseo en este momento?
- No sé nene, no tengo idea.
- En primer lugar, deseo que, en todo lo que debas decirme o yo pueda preguntar no exista ninguna respuesta que tenga que ver con dudas, mentiras o engaños, también deseo que, a partir de este momento entiendas y creas que yo seré el único hombre en tus pensamientos, incluso hasta para el sexo, sin tabúes, pudores o remilgos, que me atiendas a cuerpo de rey y no me niegues nada de lo que se me ocurra, disfrutando incluso con ello, que haya paz y armonía en esta casa, sin discusiones de ninguna índole y, que estés atenta porque ya veré que más me surge.
- ¿Qué es eso de los deseos que le dijiste a mamá?, -preguntó inquisidora mi hermana apareciendo de repente-.
- ¿Escuchaste todos los deseos que le detallé a mamá?, -pregunté algo sorprendido porque no la esperaba, pero no le demostré nada-.
- Sí, los escuché de pe a pa, aunque hay algunos que no comprendo, ¿me podés explicar?, -preguntó adoptando una actitud desafiante mientras mi madre sólo miraba-.
- Bien, deseo que los mismos deseos que le expliqué a mamá sean extensivos para vos y que estés también atenta, otra cosa más, cuando les cuente de mi novia ella pasará a ser como una diosa para ustedes, ahora podés seguir contando de papá, -dije dirigiéndome a mi madre-.
- Te decía que con los miedos y las depresiones se suele poner insoportable, anoche se quedó en el hospital porque lo vienen preparando para este examen, lo pospusieron y ya me avisaron que lo harán a las tres de la tarde y tenemos que estar ahí para que se sienta apoyado, aunque él no sabe que será tan jodido.
- Bien, entonces voy a aprovechar para descansar un rato hasta antes de almorzar, ¿mi habitación sigue estando?
- Está, pero desarmada, yo me llevé la cama a mi habitación para que se quedara mi amiga Silvia, ¿te acordás de Silvia?, si querés te podés quedar allí, yo tengo que cambiarme, pero no me molestará que me mires.
- Gustavito, ¿te preparo las milanesas como a vos te gustan?, -preguntó mi madre besándome en la mejilla muy cerca de la comisura de los labios-.
- Sí, además me gusta que las mujeres que me rodean me atiendan en ropa interior y aquí hay buena calefacción, sólo habrá que cerrar puertas y ventanas.
- Listo, yo la ayudo a mami y cierro todo, -dijo mi hermana esmerándose en complacerme.
Me fui a la habitación sabiendo que ese fin de semana sería incestuoso y harto placentero, no había ido con esa idea en la cabeza, nunca se me había ocurrido antes mirar con deseos a mi madre ni a mi hermana, indudablemente tenía que ver con el Poder de los Deseos, porque, es justo reconocerlo, tampoco nunca se me hubiera ocurrido penetrar el culito de un nene. Como sea, tanto mi madre como mi hermana daban señales de cierta liberalidad que no me agradaba, mi madre con sus nuevos modos y vestimentas pregonaba a los cuatro vientos que corneaba a mi padre y mi hermana ya debía estar probando vergas y yo cambiaría eso.
Como a la media hora de estar recostado, a pesar de la penumbra de la habitación y la comodidad de la que había sido “mí” cama durante mucho tiempo, no me podía dormir, pensaba en muchas cosas a la vez, en Elena y lo que podría haber resultado de la conversación con el padre, entendía que era necesario para ella, aunque yo podría haber solucionado cualquier problema teniendo una charla a solas con él, ya veríamos.
Otra cosa que me venía a la mente era pensar en cómo la debería estar pasando el Abogado antes de tomar su decisión final y esto, en cierto modo, me preocupaba, no por lo que podía pasar el tipo en un rato o por la posible jefatura del Estudio, tenía que ver con los modos de canalizar y olvidar estas cosas, pues ya me lo había dicho la bruja-madre, si me afectaban desestabilizaría todo lo logrado y a mi entorno, lo otro tenía que ver con las peleas de mi madre y mi hermana, parecían odiarse cuando se habían hablado antes. El ingreso de mi hermana al cuarto tratando de no hacer ruido me despabiló completamente.
- No te hagas problemas por el ruido, no puedo dormirme.
- ¡Ayy, tonto, me asustaste!, vine a buscar un conjunto de tanga y sostén que no llegué a estrenar, mamá ya está casi en bolas, -dijo sacándose la bermuda de jeans que tenía puesto y la remera de mangas largas, pero no podía verla bien por la penumbra-.
- Vení, recostate aquí a mi lado, deseo que me cuentes el porqué de esa bronca enorme con mami.
- Porque el día que había decidido entregarle mi virginidad a Raúl, el hijo del “Cholo”, nos fuimos a un hotel que está al otro lado de la ciudad, yo tenía mucho miedo porque soy menor y apenas un poco antes de entrar se nos adelantó una camioneta, adentro iba mamá con el tipo que tiene de Encargado en la Ferretería.
- ¡Mierda! ¿Qué fue lo que hiciste?
- Me dio una bronca bárbara porque papá siempre se preocupó por todos nosotros y justo ahora que estaba muy enfermo ella lo iba a cornear o ya lo estaba corneando, bajé del auto, corrí y cuando estaba por entrar toda la camioneta le golpeé el vidrio y le hice un escándalo, la traté de puta para abajo, le dije lo peor que se me ocurrió, el tipo estaba duro.
- Me imagino la situación.
- Difícil que puedas imaginártela, yo gritaba, ella lloraba tapándose la cara y me juraba que era la primera vez. Raúl ni se movió del auto y tampoco se enteró quien era la mujer porque no le quise decir, nos tuvimos que ir, después en casa, ella me explicó que al final no entró y que no lo haría nunca más, pero yo le dije que semejante puta no podía ser mi madre y que había perdido toda autoridad conmigo, jamás la voy a perdonar y si no me fui de casa fue por papá.
- ¿Quién es el tipo?
- Se llama Darío, antes estuvo de empleado y después los convenció a los dos para que estuvieran tranquilos y quedó como Encargado, como a los dos meses se compró una camioneta 4×4 0Km y estoy segura que no fue con el sueldo, hace como un año que está y mamá comenzó a cambiar desde hace unos seis meses. Primero me dijo que necesitaba sentirse bien con ella misma, que la situación de papá la estaba desmoralizando y eso, yo la comprendí, pero luego sucedió lo del hotel y me cuesta estar en casa con ella, bueno, hasta ahora que viniste vos porque pusiste paz.
- Vamos a tener que hacer un borrón y cuenta nueva con mamá, posiblemente sola y con todos los problemas el tipo la engatusó y entró como un caballo, yo hubiera hecho lo mismo.
- Sí, pero ella merece un castigo, aunque ahora, no sé…
- Jajaja, ¿qué querés hacer¡, ¿acaso ponerla culito para arriba y darle de cintazos?
- Es lo menos que se merece, ¿acaso a nosotros no nos calentó el culo cuando hicimos algo mal?
- Bueno, no me des ideas porque esas cosas me excitan, jajaja, -al estar en bóxer pronto se notó la protuberancia del bulto pues la idea de castigar a mi madre a cintazos antes o después de romperle el culo no me desagradó.
- ¡Gustavo!, ¿Por Dios hermanito! ¡¿Ese bulto es de tu verga?!, -preguntó incorporándose para acercar su cara-.
- Sí, es mi verga, pero no la toques porque deseo que ésta verga te penetre por todos tus agujeritos y no creo que puedas aguantarla.
- ¡Pobre de vos!, ya me hicieron la cola dos veces y se la mamé a Raúl varias veces más, dejame verla, ya quiero chupártela y que me la metas por todos lados, no me importa dejar de ser virgen con vos, -decía enfervorizada y apoyó la mano sobre el bulto después de haberse sacado el sostén-.
- Está bien, pero quiero que sepas algunas cosas y las acates sin discusiones, coger conmigo implica aceptar todas mis imposiciones, no habrá pruritos ni vergüenzas, lo harás sólo cuando yo quiera y con quien yo quiera, además deberán terminarse los amiguitos hombres, todo eso deseo que tomes en cuenta, además de todo lo que dije frente a mamá.
- ¿Podemos comenzar?, -preguntó y la noté hirviendo de calentura-.
- Sí, pero no podemos coger ahora, necesito tiempo para preparar tus agujeros y mucho lubricante, vamos a ver si podés darme una buena mamada tragándola lo más que puedas, colócate como para un “69”.
Primero me sacó el bóxer y en su cara y sus ojos se notó el asombro, mi verga no era joda para cualquier chiquilla, luego se paró al costado de la cama, se bajó despacio el culotte que tenía puesto y prendí la luz del velador para verla bien. Eso era un manjar a mi disposición, las tetas erguidas de mi hermanita eran casi tan grandes como las de mi madre, tenía una areola grande y un pezón chiquito que, seguramente, cuando le tocara amamantar, crecería lo suyo y sería más delicioso.
La cintura era bastante fina y las caderas estaban acordes con sus nalgas paradas y duras, allí no había un gramo de más y no parecía ser de aquellas que con el paso de tres o cuatro años se ensanchan perdiendo el atractivo y firmeza de carnes que a mí me agradaba. Los muslos conocían de ejercicios y cuando pasó su pierna sobre mi cabeza noté su concha de labios bastantes gruesos y cerrados en que se dejaban ver varias gotas. “No me gustan muchas lamidas o mamaditas, tendrás que tragar”, -le dije notando su lengua en el glande-.
Mucho no pudo tragar, se notaba que forzaba su boca, algunas veces me rozaba con los dientes, pero podía aguantar sin problemas, el tema fue cuando deposité mis labios en su vagina y le di una lamida profunda recorriendo sus labios íntimos y degustando el sabor de sus líquidos. Ni siquiera llegué a meter o tratar de meter mi lengua en su orificio estrecho, tampoco toqué su clítoris chiquito y por lo que luego noté, muy receptivo.
Mi querida hermana Clarisa pareció enloquecer, tenía media verga dentro de su boca, hacía ruidos como si fueran gárgaras y no movía la cabeza, eso sí sus caderas parecieron asaltadas por temblores y contracciones que apretaban la yema del pulgar que apenas había introducido en su ano. La cosa era de una calentura extrema y me demostró que era multiorgásmica. Los sonidos de su boca pasaron a ser gemidos casi incontrolables y no me importó nada, soldé mi boca a su vagina, moví mi lengua como desesperado tratando de penetrar su orificio y tratando de tragar todos los jugos que expulsaba.
Sus gemidos parecían gritos, ya no era el pulgar el que había metido en su culito, para ese momento eran el índice y el medio los que se movían entrando y saliendo, el brazo estaba incómodo, pero me arreglaba igual. Ya había hecho anal me había dicho y por el modo en que apretaba mis dedos supe que gritaría como desesperada cuando entraba con mi verga por allí, porque, no en ese momento, pero entrar iba a entrar.
No sé cuántos orgasmos llevaba o cuántos gemidos ostentosos había dado, pero llegó el momento en que su boca sería llenada de leche, lo hice con ganas y allí fue cuando, por debajo de la pierna de mi hermana, vi que la puerta se entreabría, Clara, mi madre tenía los ojos bien abiertos con la vista clavada en la cara de Clarisa y en la verga chorreante que asomaba de su boca. Una mano se aferraba al marco de la puerta y la otra la tenía en la entrepierna con los dedos perdidos dentro de su vagina depilada. Con ella no tendría ningún tipo de contemplaciones…
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Gran episodio, me encanta los nenes primero y ahora la hermana sexy y la madre puta, 💯