EL PODER DE LOS DESEOS. (6).
Las fantasías deben cumplirse y así resultó, mi padre mejora y vuelve a casa, hay otras posibilidades y los “deseos” siguen funcionando a full. Recibo más de lo que esperaba con Graciela y vuelve a aparecer el vecinito..
NEGOCIO Y FINA – ADMINISTRADOR – FEDERICO. (6).
Entramos a la habitación y se giró para besarme, le había dicho que se mostrara, suelta, decidida e incansable, pues bien, me lo comenzó a demostrar desde el primer momento. La morocha parecía querer devorarme con sus besos y entrechocaba su lengua con la mía, no sé antes, pero en ese momento besaba espectacularmente y mis manos se extasiaban recorriendo sus nalgas. En un momento la dejé de besar y la hice girar para ponerme por detrás y apoyarle el bulto mientras le apretaba las tetas, no resultaron tan duras como las de mi madre, pero eran un poco más grandes y ella se enloquecía con mis caricias.
“Sacate la ropa, quiero ver cómo te desnudas para mí”, -le pedí y no tardó en darme el show-. Luego de la camisa, el sostén y las tetas, a pesar de su volumen, no cayeron tanto, sus areolas negras y grandes dejaban notar un pezón como de un centímetro que se notaba durísimo. Sacarse el pantalón merecería un capítulo aparte, lo hizo lento y mostrando sus nalgas de a poco, apenas tapadas por la tirita de la tanga y, aun con las piernas juntas, los labios hinchados de su vagina se hacían notar, para mejor, sus piernas eran perfectas y mientras se sacaba el pantalón pisándolo, me preguntó: “Te gusta el culito que vas a romper”.
Esa voz, esa mirada torciendo la cara y ese culo espectacular que tenía en primer plano, me trastornaron y me saqué la ropa rápido, ya no quería más preliminares. Josefina miró mi verga erecta que parecía palpitar y dejaba salir el precum, sin decir nada se llevó la mano a la boca y abrió los ojos negros y grandes, yo ancho de orgullo y ego masculino porque con “deseos” o no, siempre causaba esa primera impresión.
- Es demasiado grande, no sé si va a entrar, -me dijo con algo de temor-, la de Cosme y la del acopiador fueron las únicas y hace un tiempo que…, -acotó cómo si se excusara y sus gestos habían cambiado-.
- No vas a tener problemas, sentate y dirigí vos.
- ¿En serio?, ¿me vas a dejar?, -preguntó con asombro dejándome claro que una cosa es demostrar “para la tribuna” y otra cosa muy distinta, ser-.
Se sentó sobre mi verga y la tomó con la mano para dirigir el glande a su cavidad, luego comenzó a penetrarse. No lo puedo negar, me encantaba ver las expresiones de las caras de quienes sentían mi verga cuando penetraba sus orificios y Josefina no fue la excepción, hubo muecas de dolor como para repartir, pero, con eso y todo, cuando apoyó en firme sus manos en mi pecho se dejó caer y se penetró totalmente, abrió la boca, miró el techo tomando aire y sus caderas tomaron vida propia.
“¡Qué gusto, virgen santa, qué gusto!”, sus jugos mojaban mi entrepierna y sus orgasmos aparecían casi sin notarse, me daba cuenta por la secreción, por los apretones que le daba a mi pecho con sus manos y por la contracción que me apretaba el tronco. Sus tetas llenaban mis manos y los pezones sobresalidos parecían bolitas de acero entre mis dedos. “Esto es maravillosos, no me aguanto”, -gritó y explotó en un orgasmo enorme que aflojó sus manos y la derrumbó sobre mí-.
La corrí suavemente y quedó boca abajo, la imagen de su espalda y sus glúteos parados era de ensueño, la seguía viendo como una fantasía juvenil y me puse detrás para acariciar con mis manos sus montes gloriosos, pensando a la vez que, el deseo primario con ella tenía que ver con sus entrañas y la acomodé poniéndola de rodillas sin que se resistiera a lo que se le venía. Me estiré y saqué del paquete de preservativos “para clientes” el sobrecito de lubricante y lo fui volcando en el orificio cerrado que me puse a dilatar con la yema de mi dedo medio. Sus gemidos se escuchaban por todo el cuarto y lo alternaba con quejidos cada vez que otro dedo entraba en su culo, pero la resistencia era mínima, ya con el cuarto dedo y moviéndolos para estirar las paredes del esfínter, consideré que era suficiente y dejé caer las últimas gotas que descendieron por el hueco dilatado, lo que restaba, estrujando el sobre, lo dejé gotear sobre el glande y apunté.
Me costó horrores no meterla de un empujón, el culo de Fina era muy tentador, pero aguanté y fui metiéndome despacio y acomodando el glande con la mano. Su queja era constante, parecía estar haciéndose gárgaras cuando el tronco abría sus carnes y yo me sentí extrañamente feliz, le estaba rompiendo el culo a la mujer culpable de mis primeras pajas y eso era impagable. Con media verga metida en su canal estrecho, comencé con los movimientos, ella lloraba, no podía verla, pero la escuchaba y mi morbo crecía.
Luego de varias entradas y salidas sin avanzar noté que sus caderas adquirían un movimiento de acompañamiento y entendí que ese culo debía ser definitivamente roto, fue entonces que empujé con ganas y la ensarté por completo. El grito no lo amortiguó por si sola porque levantó la cabeza y se dejó oír, por eso tuve que posar mi cuerpo sobre el de ella y mis manos aplastaron su cara en la almohada a la vez que incentivaba mis estocadas. “Tu culo es mío y deseo que no grites más, ahora comenzarás a gozar”, -le dije acercando mi boca a su oído-. Fue como milagroso, se soltó completamente, se movía para atrás y adelante hasta que encontró mi propio ritmo y una de sus manos buscó su entrepierna para comenzar una seguidilla de pequeños orgasmos. Era delicioso ver mi tronco cuando salía de ese lugar, otrora fruncido y ahora profanado por el grueso pene que ella ya disfrutaba pidiendo más, pero el que no podía más era yo.
La estocada final volvió a hacer que lanzara un quejido y se desplomó sobre la cama llevándome con ella y allí me seguí moviendo escuchándola pedir más y más. Eso hasta que se zafó de la posición, me hizo girar en la cama, con un trozo de sábana me limpió las heces que quedaron en mi miembro y se lo llevó a la boca. Estaba desesperada, despeinada y desencajada, me miraba con sus profundos ojos verdes y trataba de meterse todo lo que podía en la boca. La saliva abundaba y agitada como estaba se incorporó un poco para poner sus rodillas a mis costados y volvió a sentarse sobre mi verga, pero esta vez dirigió el glande al orificio recién estrenado y se sentó de una, hasta a mí me dolió y ella, mirándome profundo, tal como lo había pedido, no emitió un sonido, pero las lágrimas le caían solas por sus mejillas y su baile de caderas se desató hasta que me “arrancó” lo que quedaba en mis huevos que quedaron secos como pasas.
- Cosme entró en mi culo una sola vez, fue hasta la mitad, pero me quejé tanto que jamás volvió a insistir, hoy al sentir tu verga en mis tripas fue como decir ¡por fin!, será todo tuyo, pero quiero más, cuando regreses quiero más, -me pidió con cara de enajenada-.
- Te lo prometo, así será, -le contesté y extrañamente pensé en mi madre y el strapón que dijo Clarisa que iba a comprar-.
Durante el baño me di cuenta que su culo no estaría dispuesto para más por un rato largo, tenía un par de fisuras chicas que le molestaría unos cuantos días. Ella se dio cuenta de esto y se puso mimosa y cariñosa cuando me dijo que se lo había roto, pero que estaba muy feliz. Algo que también me pareció extraño cuando ya regresábamos en el auto fue que me dijo que no me olvidara de darle alguna “alegría” parecida a Mora, como hablando para sí misma agregó: “Mi hija se merece saber lo que es tener el culo roto por una buena verga”.
No le contesté nada, me había echado un par de “polvos” fenomenales con una mujer inaccesible para el común, mi fantasía de adolescente se había hecho realidad y en el baúl del auto tenía unos tres millones de pesos, ese fin de semana había sido de lo más productivo y me urgía llevarla para pasar por la clínica y saber que sucedía con mi padre. Don Cosme se puso muy contento cuando vio el convenio y el recibo por los ocho millones firmado por los testigos.
- Allí tenés tu problema solucionado gracias a Gustavo, -le dijo Fina dejándole el bolso y se metió en la casa con cara de ofendida, yo me sonreí porque esa actitud dejaba de lado cualquier pregunta por el tiempo insumido-.
- Muchacho, sinceramente, no pensé que podrías, pero esto es… no sabés, salvaste a mi familia, ¿qué es lo que debo pagarte?
- Miré Cosme, Fina me dijo que vació su caja fuerte, de verdad deseo que no se olvide, pero no le voy a dar un importe, esto lo hice bajo cuerda del Estudio, usted sabrá cuál es su deuda, lo que sea estará bien, ya nos volveremos a ver, -expresé pues lo que me diera vendría “de arriba” y lo tendría siempre “agarrado de las pelotas”-. Indudablemente, ya pensaba y actuaba como Abogado.
Ni siquiera me despedí de Mora a la que vi que se acercaba, salí de raje para la Clínica, me preocupé un poco porque todavía estaba allí el auto de mi madre, pero fue una falsa alarma, les había llevado más tiempo del necesario porque quisieron hacer toda una batería de estudios antes de dejarlo ir debido a que le habían cambiado la medicación, además, el Cirujano Oncólogo que lo atendía y debía darle el alta estaba complicado desde hacía rato por una intervención repentina. Ya era de noche cuando llegamos a la casa y nos causó gracia a Clarisa y mí cuando mi madre se giró a mirarnos porque se había dado cuenta que no debía sacarse la ropa.
Mi madre dijo de preparar la cena y mi hermana se fue a ayudarla, yo me quedé hablando con mi padre y le conté de los cambios en el negocio comercial familiar, lógicamente estuvo conforme y no preguntó nada improcedente. La adrenalina de todo lo actuado y la actividad con Fina me habían dejado “planchado”, dudé entre la posibilidad de cenar e irme o quedarme a dormir y salir temprano, opté por salir temprano, pero, en lo inmediato, me fui a recostar porque quería hablar con Elena, ya la extrañaba.
No hubo mayores novedades y se rio con ganas cuando me contó que el padre había vuelto a llamar para saber cuándo regresaría yo pues quería organizar una cena entre los tres para conocerme. Me despedía de ella y entró Clarisa en la habitación, “mandale saludos a mi cuñada”, -gritó-. Elena alcanzó a escuchar y me preguntó si les había contado, “claro, mi cielo, ¿cómo se te ocurre que voy a ocultarte?, ellos también quieren conocerte, ya vendremos juntos”, -le respondí y me pareció escucharla “puchereando”-. Luego de esto mi hermana se sentó a mi lado en la cama y su mano se posó sobre mi verga dormida…
- No me digas nada, siento una atracción especial por tu “aparatito”, me encanta, dormido me encanta y despierto mucho más, jajaja. Estuve charlando de intimidades con Cynthia, me contó que ya tiene experiencia en hombres, que se había acostado un par de veces con un comerciante de la ciudad vecina, pero que le cuesta llegar al orgasmo porque el tipo es un apurado, bueno esas cosas, que no la coge bien.
- Está bien, ¿y con eso? ella tampoco debe saber cómo colaborar.
- Sí, pero me da rabia que se llena la boca como si fuera experimentada y…
- Pará, pará, ¿acaso yo no encontré a una hermanita que se llenaba la boca con su “experiencia” y…?
- Sí, ¡qué estúpida que era!, hoy ya le dije a Raúl que no quería saber nada más con él y no creo que insista, el caso es que le dije a Cynthia que te había visto desnudo cuando te bañabas y que tenés una verga larga y gruesa como un bate de béisbol y que por las fotos de tus amigas en el celular debés mantenerlas muy contentas.
- ¿Cómo se te ocurrió algo así?
- ¿Y qué querés que le dijera?, ¿qué la había sentido y gozado cuando me abrías la conchita y el culito haciéndome enloquecer?, jajaja. Igual no se amilanó e insistió en que si te agarraba te daría vuelta.
- Mirala vos a la nenita, ¿anda buscando guerra?
- Sí, te la tendrías que coger bien cogida y hacerla gritar pidiendo piedad, eso sí, yo quiero verlos.
- ¡Por Dios!, he creado un monstruo libidinoso, esto no lo esperaba de mi “putita” chiquita.
- Tu “putita” sabe que “tu” verga será la única que entre en mí, pero cuando me la metías fue como si se me despertaran todas las ganas y lo de mamá fue… lo máximo, no sé explicarlo.
- Está bien, te lo prometo, cuando vuelva la haré gritar y vos estarás viendo, pero no te desfases y llevalo con calma.
Dudaba que aún me quedara algún resto, pero Clarisa me sacó esa duda y lo último que me quedaba se lo tragó después de una mamada prodigiosa en la que noté que ya no había tantas toses ni arcadas. Bajamos luego para cenar y nos encontramos a nuestros padres sentados frente a la mesa, pero en la misma silla, mi padre cómodamente instalado y mi madre sentada sobre sus piernas, allí eran todos mimos y me puso bien, los “deseos” seguían funcionando.
Dormí como un lirón y nadie me pidió nada, mi hermanita se comportó como una reina satisfecha y salí del pueblo a media mañana después de haber desayunado y de haberme aguantado las ganas de entrar nuevamente en el hermoso culo de mi madre, ya que mi hermana se fue con mi padre al negocio y quedamos un rato solos, momento en que, sin yo pedírselo, se sacó lo que vestía y se movió por el interior de la casa en ropa interior. Ella y yo tuvimos que conformarnos con caricias y besos, a más de algunas lágrimas al despedirme.
Llegué tranquilo y me fui directamente para casa sin avisarle a Elena, sabía que el Estudio, debido a lo sucedido, permanecería cerrado. Acomodé el dinero dentro de un mueble que había en la oficina que funcionaba como mi privado y guardé el bolso que había comprado antes de venirme. El día estaba hermoso, la primavera comenzaba a despuntar y el sol calentaba bastante, salí al medio del patio a disfrutar de ese sol del mediodía, vi que el agua de la pileta debía ser cambiada y busqué de sentarme debajo de un árbol para controlar la agenda de mi tablet.
- Hola, ¿vos sos el nuevo vecino?, -me preguntó una voz que no pude identificar si era de nene o nena, tampoco desde donde provenía-.
- Hola, sí, soy el nuevo vecino, pero no puedo verte.
- Estoy acá, en el balcón de mi casa, -acotó y busqué en las dos casas de alto que había en las inmediaciones, era una a cada costado y hacían un pulmón de aire mayor, ya que después eran todos edificios de alto-.
- Ahh, bueno, pero no puedo verte y estoy ocupado, -dije sentándome dónde había elegido porque verdaderamente no lo había podido ver-.
- Me llamo Federico y estoy encerrado en mi casa, sólo puedo salir al parque, se me cayó la pelota en tu patio y no puedo ir a buscarla porque tenés las puertitas cerradas, -dijo, no entendí nada, pero busqué y encontré la pelota debajo del borde de la pileta-.
- La pelota está acá, aunque, ¿dónde te la tiro?
- Para la casa que tiene la pared con plantas, -agregó y vi la casa con balcón que tenía toda una enredadera que trepaba en la pared y la tiré-. Gracias, señor nuevo vecino, -dijo-.
- Gustavo, yo me llamo Gustavo, -le dije sólo porque él me había dicho que se llamaba Federico-.
Me puse a ver la agenda de la Tablet y tomé conciencia que ese día se cumplían las dos semanas para Agatha y para Gabriel y Axel, lo que implicaba que olvidarían todo lo pasado hasta el momento. Al otro día se vencía lo de Elena, pero me habían dicho que por ella no me hiciera problemas, lo mismo para Graciela, ya vería que resultaba con ambas, de todos modos, me puse a pensar que es lo que haría con Agatha y con los chicos. La Secretaria era buena en su trabajo y con ella cambiarían las tornas porque si todo seguía así, yo sería su jefe, lo de los chicos era distinto y me puse a pensar en un modo de cambiar la temática de dominación por medio de los “deseos”.
“Hacerles la cola” a los nenes me había encantado, ver que mi verga entraba en esos culos chiquitos provocando una dilatación inusitada y, en cierto modo, ilógica, además notar como se adaptaban a mi grosor aguantando mejor que muchas mujeres, resultaba ser algo que rayaba la obsesión, lo podía controlar, pero en el momento, sin dudas que me gustaba, ni hablar cuando los veía “comerse” mi verga hasta la garganta sufriendo y gozando con eso, pero…
Ellos compartían con otras personas, yo no podía controlarlos y esas dos semanas me generaban una incertidumbre total respecto a que alguien descubriera las “intrusiones” experimentadas. No eran problemas que yo no pudiera solucionar haciendo olvidar de todo a los que pudieran investigar, pero, los problemas estarían planteados y yo quería alejarme de los problemas, mucho más si estos estuvieran relacionados por los culitos rotos de los chicos.
Recordé que la bruja-madre le había dicho a la hija que yo iría acumulando experiencias y “adaptando los deseos a medida de mi conveniencia” y pensé en ello. Asimismo, como esos eran gustos que me gustaría darme, llegué a la conclusión que debía adaptar el pedido de los “deseos” al momento específico y después hacerlos olvidar, sería algo así como un “toco y me voy” sin consecuencias posteriores y usarlo no solamente con los chicos.
Pensar en todas esas cosas me puso en “orbita”, mi verga parecía tener pensamientos propios y se erectó incomodándome por la posición, me la acomodé y me fui a la cocina para servirme un refresco. Al abrir la puerta de la heladera se cayó una botella de yogurt líquido y se desparramó una especie de engrudo viscoso por todo el piso, hacía tiempo que estaba allí y busqué algo para secar y limpiar el enchastre. Allí me di cuenta que Elena no tenía nada de eso en la casa, apenas si había una pala y una escoba, además, la heladera estaba casi vacía y yo ya podía darme otro tipo de gustos, entonces recordé que a unos ciento cincuenta metros había visto un supermercado chino y tomando dinero me dirigí a comprar. El lugar en sí me llamó la atención y mucho más el personal que allí había.
En principio, el lugar era luminoso, espacioso, limpio y ordenado, nada que ver con lo que estaba acostumbrado a ver en mi barrio anterior, pero las mujeres chinas que lo atendían, porque eran todas mujeres, salvo por la presencia de un chino grandote que te saludaba al entrar y salir, eran altas para el común de la raza, estaban muy arregladas, bien peinadas y vestían con elegancia, por otra parte, el trato era de una excelente educación.
Pensé enseguida que debían pertenecer a una parte de China que no se conocía o eran elegidas para este trabajo porque hasta las tetas y las nalgas se le notaban más rellenas. Como fuere, comencé a recorrer las góndolas y casi sin darme cuenta había cargado un carrito y medio con mercaderías ya que no fueron sólo los artículos de limpieza, yerba, azúcar, té, café para la máquina express, café común, latas varias de bebidas, tres o cuatro botellas de distintas bebidas alcohólicas, fiambres, quesos, pan, comida rápida, en definitiva, hice una compra tremenda.
Luego de abonar todo en la caja y con efectivo, se acercó una china muy elegante que parecía ser la jefa de todos y me preguntó si tenía auto, “¿tiene coche?”, -expresó y chasqueó los dedos para que se acercara una jovencita de rostro agradable-. Le dije que no, que vivía a pocos metros y allí tomé conciencia de que me resultaría difícil llevar todo lo comprado, pensé que debería hacer varios viajes, pero ella solucionó todo diciéndole a la chica que me acompañara con el carro hasta mi casa. La jovencita acomodó todo con evidente practica y me dijo que le mostrara adónde ir, las veredas de la zona no tenían ni siquiera un desnivel y le resultó fácil empujar el carro atiborrado de productos, es más, no dejó que yo llevara nada y aunque insistía en que caminara delante de ella, yo lo hice a la par.
Eso me permitió notar que el jeans elastizado le marcaba unas nalgas chiquitas y bien formadas, su altura oscilaría en un metro sesenta y cinco y la campera, también de jeans estaba desabrochada y se hacían notar, debajo de su remera, unas tetas, no muy latinas o ampulosas, pero duras y paradas que atraían mi mirada. ¿Cómo sería encamarse con una china?, la pregunta me surgió de improviso y la idea no me desagradó, pregunté algunas pavadas y me enteré que se llamaba Lian o algo por el estilo, que tenía diecisiete años, que hacía diez que estaba en el país, que estaba por terminar el secundario y allí todos eran familia.
No bien llegamos a la casa, se sacó la campera y se puso a ordenar la mercadería dónde yo le indicaba. La china le gustó hasta a mi verga y el “deseo que” salió a la luz, evidentemente no respetaba nacionalidades porque la china, ante mi pedido, se lanzó a mis brazos y le “comí” la boca encerrando sus labios finos con los míos, gemía como las orientales de los videos pornos y lo que me molestaba en las películas, en ese momento me encantó.
Mis manos se habían adueñado de sus nalgas, allí lo que menos faltaba era dureza y firmeza y la lengua oriental se desesperaba en una “lucha amistosa” con la mía. Dejé su boca, me senté en el sofá, ella quedó parada frente a mí y levanté su remera junto con el sostén, sus tetas duras, paradas y con el pezoncito rígido que parecía mirarme quedaron a la altura de mi cara y se las chupé como si fuera un sediento ante agua en el desierto provocando un estremecimiento generalizado en todo su cuerpo y un gemido prolongado.
Ante el orgasmo que la asaltó, una de mis manos apretaba sus dos nalgas y la otra quiso desabrocharle el jeans, pero me contestó con toda una entonación argentina, “soy virgen y quiero seguir siéndolo, te doy la cola, pero ahora no puedo, ya tardé mucho”. No me pareció correcto “desear” sí o sí la cosa en ese momento, además, mantener la virginidad debía ser algo inherente a su cultura y yo no iba a romperla porque sí. Le deslicé unos “deseos” acomodados a lo que pretendía y se fue tranquila.
Las explicaciones sobre la tardanza serían inherentes al acomodo de la mercadería y ambos sabíamos que faltaría a la escuela para llegarse a casa a las nueve de la noche. Le di una buena propina y se fue seria y calma empujando con tranquilidad el carrito vacío. Yo estuve tentado de hacerme una paja violenta, pero ya entendía que no estaba para eso y me fui a dormir un rato de siesta pues más tarde debería ir a casa de Graciela.
Todavía no eran las siete de la tarde cuando llegué a casa de Graciela que me abrazó sin llorar, pero tomándose el tiempo para apoyar sus tetitas en mi cuerpo, “te extrañé y necesito cariños, pero tengo a colegas dando vueltas por la casa y no podemos”, -me dijo y me venía bien, esa noche la prioridad era la chinita-. Todavía no habían entregado el cuerpo, lo harían en la mañana directamente a la Sala del Velatorio. Saludé a un par de colegas de Graciela, me presentó como la adquisición más importante del Estudio y no hubo buenas caras.
En un aparte le dije que se les notaban los colmillos a todos esos lobos, “ya lo sé, si supieran que sos el elegido alguno se me muere en mi living, jajaja”, -expresó en voz baja-. Estuve un rato con Gabriel y noté algunos cambios en su trato, ni problemas que me hice, pero reafirmé el tema del buen trato, el respeto y la sumisión, además de la prohibición de utilizar su culito gordito con nadie, sabía además que Axel estaría igual que él respecto de recordar nada y no perdí tiempo en ir a verlo. Luego de un rato me despedí de Graciela y regresé a casa, de paso la llamé a Elena diciéndole que la vería mañana.
La jovencita china fue puntual y no hizo ningún movimiento extraño hasta que cerré la puerta y dejé en penumbras el living. No sé si hay panteras de cuatro patas en China, sólo sé que importaron una de dos pies que se me tiró encima, me abrazó por el cuello, pasó sus piernas por mi cintura y buscó de besarme con su boca de labios chiquitos y prestos. “Mi culito te tiene ganas y no hay problemas, yo aguanto bien la pija de un profesor que es occidental”, -dijo sin que le preguntara nada, sólo había deseado que no se privara de decir y hacer-. Apretada a mí como una lapa y sosteniéndola de las nalgas, la llevé a la habitación, ella sola se tiró en la cama y se sacó la ropa con apuros más que evidentes diciendo que había traído lubricante y como a mí eso no me generaba ningún morbo, me saqué la ropa casi sin mirarla. La chinita estaba lista y me dijo que tenía un “buen lomo” cuando miró mi espalda, pero cuando me giré cambió la historieta…
“No, no, no me podés meter eso, yo creí que una de diecisiete ya era grande, pero con “eso” me vas a lastimar mucho”, -acotó y era verdad, sus gestos denotaban el miedo ante lo que se imaginaba-. La calmé hablándole despacio con el consabido, “quedate tranquila, si no entra lo dejamos”, pero… le hice saber que deseaba que se la aguantara toda y que no diría una sola palabra para quejarse, que, al final, todo sería goce. ¡Santo remedio!, paró el culito poniéndose en cuatro y apoyó los codos y antebrazos en la sábana.
El culito era chiquito y dos de mis dedos entraban cómodos repartiendo el lubricante, le respetaría la virginidad, pero la chinita con visos de “canchera rioplatense” sabría lo que era una señora verga en el culo. Apoyé el glande y ella sola se aflojó, índice evidente que sabía de auto dilatación y no me quedó más que empujar seguro que ante cualquier resistencia no pensaba parar, el conducto liso se fue abriendo y gritar no gritó, pero con más de media verga metida en el culo se largó a llorar a mares, trataba de mover las caderas para acomodarla mejor y no paraba de llorar y de golpear la cama con los puños.
Llegué al fondo escuchando el ¡agggg! que se escapó de su garganta y se la saqué toda, el “plop” sonó nítido, algunas líneas rojas quedaron en el tronco y emitió un llanto entrecortado, se sorprendió cuando la hice girar y puse sus piernas a los costados de mi cintura, cerré los ojos para no tentarme, llevé el glande con la mano al enorme agujero dilatado de su culo y volví a empujar, no me privaría de mirar su cara y de apretar sus tetas cuando me comenzara a mover con ritmo.
Los gestos de dolor se repitieron, las lágrimas volvieron a brotar, sus hermosos rasgos de jovencita oriental se transformaron en una máscara ridícula y fea, torcía la boca y de sus ojos cerrados sólo se veía una línea, pero me gustó apretar sus tetas duras y darle duro a las entradas y salidas. Con el culo roto, dolorida o no, al poco rato comenzó a colaborar con la cogida y poco tuve que esperar para que se manifestara con una especie de catarata de orgasmos, se sucedían uno detrás del otro, “rompé, rompé, ahora me gusta”, -decía en un perfecto español y hasta sus rasgos habían vuelto a ser hermosos y dulces.
Llegó un momento en que bajó las piernas y aflojó sus manos que apretaban mis antebrazos, abrió los brazos y quedó laxa y como vencida, yo no había terminado y como un poco de mi verga había quedado dentro de su culito, la levanté, volví a pegar con mi pelvis en sus nalgas y estallé dentro de lo profundo de sus tripas. Allí si gritó, pero con evidente placer y salí despacio mirando con ganas su entrepierna, “dame un momento, esto fue tremendo, me va a quedar el culito abierto por varios días, pero valió la pena”, -acotó con voz dulce-.
- Dejame tocarla y mimarla, no lo puedo decir, pero si alguna de mis familiares se entera de esta verga, van a venir en procesión, jajaja, -dijo incorporándose y sentándose en la cama para tocarme, que, dicho sea de paso, estaba impecable y sin restos-.
- ¿Te parece?, ¿les gustan las vergas grandes?
- Ya lo creo, más de una vez lo hablamos, nuestros hombres no pasan de la media, se encuentran, pero…
- Está bien, la próxima vez que vaya a comprar algo, antes de pagar la pondré arriba del mostrador.
- Jajaja, mi tía es la dueña y se puede llegar a morir, pero de gusto, se muestra seria ante todos y se mata con un par de consoladores en las noches, ya la he escuchado varias veces, ¿no le darías una “alegría” rompiendo otro culito chino?
- Es una linda mujer y tiene un buen físico, pero creo que me sacaría corriendo tan sólo si la invito a tomar algo, -dije como para “escapar” del tema-.
- No sé, no sé, tenés un algo “especial” y cuesta resistirse a tus encantos.
No le contesté nada, fuimos a bañarnos y quiso intentar con la boca, pero era muy chica para que pudiera pasar más allá del glande y no llegó a excitarme, además me convencí de que su culito roto no resistiría unos nuevos embates. El “deseo” fue que cuando me viera recordaría todo lo pasado en mi cama, pero no insistiría y, claro está, lo del silencio total, eso si yo volvía por el supermercado antes de dos semanas. Se fue despacio diciendo que volvería a la casa afirmando que se habían suspendido las clases porque apenas si podía caminar. Me preparé algo de comer y me puse a pensar que, definitivamente, no era un gusto para repetir, sus nalgas y pechos no me generaban el mismo morbo que los de las latinas y/o los de las rubias “mortales” como Elena.
Dormí bien recuperándome del trajín y me despertó Elena a las ocho de la mañana para avisarme que a las diez comenzaría el velatorio, le pedí que pasara por casa, iríamos al mediodía y luego almorzaríamos en algún lugar cercano, “si te apurás todavía me encontrás en bóxer, jajaja”, me jugaba a que vendría pronto. Cuando llegó vi que estaba preciosa, el traje sastre entallado le quedaba genial y no le daban las manos, los brazos y la boca para acariciarme, abrazarme o besarme, yo estaba igual, necesita su presencia y saber que estaría a mi lado. No pudimos hacer mucho, el tiempo nos apremiaba y nos fuimos a cumplir con las formalidades.
Apenas llegamos nos separamos y la busqué a Graciela y a Gabriel que me saludaron con seriedad, el ambiente no daba para jolgorio, pero a la viuda le brillaron los ojos. Desde allí en más, apareció Agatha que había estado conversando con uno y otro de los Abogados presentes y comenzó a clavarse los clavos de su propio ataúd.
- ¿Qué hacés nene?, era hora de que llegaras, fijate de atender cualquier cosa que necesite la señora Graciela y el hijo del finado.
- ¿Eso también es parte de mi trabajo?
- Pensá lo que quieras, no me importa, vos vas a hacer lo que yo te diga, seguís estando a mi cargo, parece que ella quiere volver al Estudio y hay que andar con pies de plomo, cualquier cosa me preguntás, yo voy a conversar con los posibles aspirantes a ocupar el lugar.
- ¿No dijiste que ella va a volver a ocuparse?
- Sí, pero va a elegir a un Encargado y hay que estar atentos, haceme quedar bien porque si no te pongo de patitas en la calle.
- ¿Te parece?, yo te diría que trates de “cuidar tu quintita”, andá a ver quién te puede tirar una soga, de lo mío me ocupo yo.
- Estás demasiado impertinente, creo que te queda poca vida con nosotros, -dijo antes de irse a conversar con dos Abogados que tenían sus oficinas en el Estudio-.
La miré irse y acercarse a los colegas del muerto haciendo gestos de circunstancias, decidida, como decían los Políticos “a hacer “rosca” para acomodarse”, seguramente especulaba con que la viuda no sabría de lo suyo con el finado y tenía mucho que perder si se descubría eso, yo ya me había enterado que hasta el departamento que tenía era del Abogado que nunca quiso ponerlo a su nombre, además de darme cuenta que el tema de los “deseos” con ella había pasado al olvido y no me interesaba recordárselo. La vi a Elena conversando con Graciela y me acerqué luego de que ésta se apartó.
- ¿Necesitás algo preciosa?, te cuento que todos los entuertos que se están “manejando” acá resultan agobiantes, se “pisan la cabeza” unos a otros.
- Dejalos que hablen, yo me estoy divirtiendo al mirarlos conversar e imaginar sus planes, ¿qué te dijo esa Agatha?
- ¡Epa, no se te escapa nada!, está tremenda la Secretaria en jefe, me ordenó que te atendiera bien y que no te provoque quejas, ahh y amenazó despedirme si no lo hacía bien, no sé, ¿será que tengo que sacarte la ropa?
- No seas malo Gustavo, ganas no me faltan, mi culito te necesita, -dijo mirándome seria para disimular, pero con la mirada brillante-. Te quiero decir algo más porque antes no tuve oportunidad.
- Dale, contá, soy todo oídos…
- Modifiqué el contrato, tipo legado que te autoriza a ser el Encargado General del Estudio…
- Bueno, vos dirás… -expresé con ciertas dudas-.
- Te nombré administrador de todos mis bienes, incluidos los de mi marido que pasarán en breve a ser míos, tengo todo firmado y certificado en una carpeta que te vas a llevar ahora, igual estaré unos días con vos en el Estudio, pocos, menos de un mes, además quería pedirte que me dejaras irme con Alma a disfrutar de un crucero, falta poco para que terminen las clases, ya arreglamos con el Director del colegio y nos llevaríamos a los chicos.
- Por lo del crucero no habría problemas, me parece muy bien, pero, ¿Administrador de todos tus bienes?
- Sí, ya te fijé un buen ingreso por ese trabajo, quiero que vendas todo lo que era de mi esposo y limpies sus cuentas bancarias, un Juez amigo ya elevó esta petición legal a los Bancos, junto al contrato hay un listado de todo lo mío y lo de él, podrás hacer y deshacer, mañana o pasado lo hablamos mejor en la oficina, llevate esta carpeta y estudiala, yo tengo que quedarme, pero vos podés irte porque ya vi que no te agrada el ambiente.
Me dio una carpeta bastante voluminosa que sacó de un bolso grande de mano que tenía en una silla a su lado y me despedí de ella dándole un beso en la mejilla. Agatha ni se dio cuenta cuando me fui, seguía enfrascada en las conversaciones con sus posibles nuevos amantes sin saber que a mí ya no me agradaba para nada. La que sí me vio cuando iba para la puerta fue Elena y me siguió después de que la miré y le señalé la puerta con la mirada.
- ¿Qué sucedió amor?, ¿tuviste problemas con la viuda?, -me preguntó cuándo subíamos al auto-.
- Vos lo dijiste, problemas, en plural, pero creo que me benefician bastante, voy a tener que tomar más decisiones de las que esperaba, aunque, a esta altura se me da por pensar que me es más conveniente darle nietos a tu padre que meterme en todos estos entuertos, jajaja.
- Lo de los nietos es una idea estupenda, me está por dar algo de la alegría al escucharte, pero no se lo digas así a mi padre porque se nos va en un infarto, jajaja. ¿Qué pasó?
- Vamos a almorzar a un buen restaurant, quiero estar tranquilo para ver parte de todo lo que está en esta carpeta, tomá, mirá lo que hay adentro y decime que opinás.
Le entregué la carpeta y a medida que leía lo allí detallado abría grandes los ojos y algún que otro “Ohh” de sorpresa se escapaba de su boca. Leía y me miraba hasta que me dijo que eso era increíble, le pedí entonces que me fuera contando porque yo hasta el momento no sabía nada de nada y, en realidad, la intriga me carcomía.
- Según esto, además de ser “casi” dueño del Estudio, pasás a manejar y a decidir sobre una fortuna en bienes y efectivo, hay propiedades, autos, empresas diversas, acciones, cuentas en el exterior y lo del finado es solamente una décima parte, todo lo demás es de ella, seguramente es lo que heredó de su padre, -afirmó-.
- Me dijo que me había fijado un ingreso para hacer esto, pero no me dijo cuanto y ahora estoy pensando que se me viene otro problema.
- Tu ingreso será de cincuenta mil dólares por mes, más lo del Estudio y allí es un 20% de las ganancias, jajaja, estoy saliendo con un millonario.
- No jodas con eso, justo vos…
- Es broma amor, sabés que eso es lo que menos me importa, pero, nunca viene mal, jajaja. ¿Cuál decís que es el otro problema?
- Atender todo eso me va a impedir ocuparme por completo del Estudio, tendré que elegir a Abogados nuevos y buenos a los que endosarles los casos, no podré estar en la misa y en la procesión.
- En eso tenés razón, pero es un ramo muy jodido, tendrás que hacerte fama de duro y no permitir ningún traspié, creo que voy a renunciar y quedarme en casa, jajaja.
- Ni lo sueñes, ahora te necesito más que nunca.
- No sé, no sé, puede que, si después de almorzar me hacés gritar un rato contra la almohada, me quedó a ayudarte, veremos, jajaja.
- Estás muy putita, pero estoy seguro que te quedarás.
- Con vos seguro que sí, pero “TÚ” putita y me encanta serlo.
Almorzamos de lo mejor en un restaurant selecto en el cual, indudablemente, conocían a Elena, esto debido al trato que le dispensaron. Me aclaró que antes solía venir con el padre y el pequeño “privado” del lugar me permitió, además de darle algunos mimos a mi novia, leer en detalle todo lo de la carpeta. No podía negarlo, me sentía de lo mejor y ancho de orgullo, estaba seguro de poder con todo, pero, eso sí, los “deseos” deberían funcionar a full, no sólo para hacer “limpiezas” en el Estudio, sino también para saber elegir al nuevo personal.
Estaba en la duda sobre si consultarlas a las “brujas” o no, pero, en lo inmediato, todos esos acontecimientos me habían calentado actuando en mi entrepierna y la presencia de Elena no hacía mucho por calmarme, bastó un “vamos a casa” y llamó rápido al camarero para pagar con su tarjeta. No bien ingresamos al living comenzó a sacarse la ropa y después todo fue un desmadre. Gritó bastante apoyando la cabeza en la almohada y luego lo hizo también de patitas al hombro, pero en este caso, poniéndose la almohada sobre la cara.
Parecía que yo podía seguir toda la tarde y la noche, ella feliz de la vida, pero un llamado de su padre nos cortó la “inspiración”. El llamado tenía que ver con un contrato celebrado con el finado esposo de Graciela y él, estaba allí de por medio la confianza entre ambos, pero ahora que había fallecido se puso a revisar y se dio cuenta que había sido estafado con una serie de Acciones de Bolsa de una de sus empresas. En esencia quería saber si ella seguiría trabajando en el Estudio, pues sabía, cómo empresario que era, que se producirían despidos. “Andá, decile a tu padre que se quede tranquilo, explicale la situación e informale que revisaremos eso, perder no va a perder”, -le dije-, claro que eso motivo que se levantara, se bañara rápido y se cambiara para irse, le avisé que no se hiciera problemas que yo me quedaría estudiando todo lo que tenía la carpeta.
Eran un poco más de las cuatro de la tarde cuando se despidió y me di cuenta que seguía recaliente y con ganas de seguir cogiendo, pero, las cosas se habían dado así y no quedaba otra que aguantar. Después de bañarme tranquilo me puse una bermuda y una remera de manga larga, el sol calentaba bastante y, con una copa de refresco, me fui al parque a estudiar todo el mejunje de bienes y propiedades de Graciela.
- Hola Gustavo, soy Federico, estoy jugando solo con mi pelota, ¿puedo ir a tu casa a conversar con vos?, -me preguntó la voz del nene vecino y me sorprendió-.
- Ahh, hola Federico, me hiciste asustar, la pared tiene como tres metros de alto, no creo que puedas saltar.
- No puedo porque es muy alto, tendrías que abrirme las puertitas, -pensé que era una joda-.
- ¿De qué puertitas me hablás?, ¿estás jugando a “Alicia en el País de las Maravillas”, jajaja.
- No, eso es para nenas, tenés que abrir las puertitas del gas que ya no se usa, están trabadas del lado de tu casa, -recién allí me percaté que había una vieja casilla de gas de las usadas para tubos grandes que ya no se usaba y estaba semi tapada por una planta de glicinas-.
- Ya las estoy viendo, pero yo no tengo llaves de esas puertitas, además tu mamá se puede enojar.
- No tienen llaves, hay una traba entre las dos manijas y mi mamá no vuelve hasta las ocho de la noche, además ya hice todos los deberes y no puedo ver nada en la computadora.
El nene tenía razón, había una traba que mantenía las puertas bien cerradas y la saqué, abrí las “puertitas” y me encontré con que no había tubos de gas, además, me topé con una casilla similar del otro lado, esto porque la fina pared que dividía las dos casillas estaba incompleta, sólo una mitad cumplía las funciones de división de los tubos que en un tiempo se habrían usado allí. “Ya las abrí, vení si querés”, -le dije-, de inmediato apareció un nene rubiecito con los cabellos cortados muy cortitos, pero con un jopo más largo que le caía de costado sobre la frente. Tenía ojos claros, unos diez años, se le notaban facciones muy agradables y lo comparé enseguida con los físicos de Gabriel y de Axel, estaba en un término medio al de estos dos, ni gordito, ni tan menudito y vestía un shorcito de lycra bastante corto, una remera y un suéter fino, en los pies tenía zoquetes y zapatillas deportivas.
- Hola Gustavo, yo soy tu vecino Federico, -me dijo muy suelto de cuerpo y me estiró la mano muy seriecito-.
- Hola Federico, yo soy tu vecino Gustavo y me alegra que estés en mi casa, -le dije devolviéndole el saludo y apretando su mano, aunque de modo delicado-. Te aclaro que deseo que me cuentes todo lo que pregunto sin mentirme en nada y nunca contarás de estas charlas. ¿Cómo sabías de estas “puertitas” para entrar?, pregunté pensando que el nene no sabía que se había metido en la guarida de un lobo calentón-
- Está bien Gustavo, -contestó sin mosquearse-. Lo sabía porque cuando era más chiquito era un secreto que teníamos con la abuelita que vivía acá y ella me daba caramelos por las “puertitas”.
- ¿Hace mucho de esto?
- Ahora tengo diez y estoy por cumplir once y eso fue cuando tenía como siete u ocho, -era lógico, según Elena esa casa se había comprado hacía unos tres años a los familiares de la viejita que vivía allí-.
- Bueno, vamos adentro porque voy a servirme algo, ¿tomaste la leche?, ¿querés merendar? ¿por qué te quedás solo?, es raro ver a un nene solo en una casa tan grande.
- Quiero tomar coca, en mi casa no me compran. Es que mi mamá trabaja vendiendo autos y algunas noches se va a cuidar a una viejita del otro barrio, -sin poder evitarlo pensé mal de ella-. Hace mucho que me quedo solo, antes venía una chica a cuidarme, pero se metía con el novio en la habitación y yo igual estaba solo, pero, por lo menos podía espiarlos sin que supieran, jajaja.
- Eras un pillo, los veías coger sin que se dieran cuenta y seguro que te calentabas, -le dije alcanzándole una latita y con mi morbo poniéndose a punto-.
- Sí, estaba bueno, ella gritaba un poquito cuando se la metía por el culito, pero le gustaba, aunque eso no se lo dije nunca a mi mamá. Tampoco le dije que miraba videos en la compu, pero se dio cuenta sola y ahora no puedo ver más porque está bloqueada.
- Seguro que fue porque no pudiste borrar el historial, ¿qué veías ahí?
- Un compañero del cole me dio una dirección para buscar, pero igual podés buscar tetas, culos o videos porno y te aparecen las páginas. Yo veía de todo, de hombres con hombres, mujeres con mujeres, chicos jóvenes con viejas y chicas jóvenes con viejos, me daban unas cosquillas bárbaras en el pito.
- Seguro que tenés noviecitas o noviecitos en el cole.
- No las nenas son todas unas taradas y los nenes que son novios son putos, yo tengo dos amiguitos que se dan besos y se tocan el culito cuando nadie los ve, esos son putos y no me gustan, pero para mí, las dos mejores mujeres de mi vida son mi mamá y mi seño, mi mamá más porque anda en tanga por la casa, a veces se le ven las tetas y a mí se me pone muy duro el pitito.
- ¿Tu papá no viene a la casa?
- No lo conozco a mi papá, me dijo mi mamá que se murió cuando yo era muy chiquito, mi mamá tuvo dos novios, pero vinieron varias veces y después no volvieron más, por favor Gustavo, ¿puedo tomar otra coca?
Tenía modos muy educados y actitudes de nene criado con ciertos mimos, pero no parecía afeminado, algo que a mí no me importaba en absoluto, ya se me habían cruzado los culitos de Gabriel y de Axel por la cabeza más todo lo que había pasado con ellos y con las ganas que demostraban para que los cogiera, no me molestaría “desear” que Federico, por lo menos, me diera una regia mamada. Le pedí que sacara otra latita de la heladera y aproveché para fijarme como estaba de nalgas, las piernas y muslos estaban bien formados y parte de sus apetecibles nalgas parecían querer escapar de su shorcito ajustado, decididamente, ya se me notaban los colmillos y mi verga comenzaba a reaccionar.
- Vení, sentate a mi lado y te diré que deseo que te calientes y tengas ganas de que te bese y te toque todo el cuerpo, que te muestres coqueto y muy putito para acariciarme y pedirme que querés chuparme la verga y que te coja profundo, deseo que me demuestres muchas ganas y que te desnudes apenas te lo pida, no podrás negarte a nada y gozarás con todo lo que te haga, después te diré otros deseos más, -no hizo ningún gesto, destapó la latita, tomó un sorbo, se paró frente a mí y habló-…
- Gustavo, mi pitito se puso durísimo y tengo ganas de que me beses y me toques todo el cuerpo, donde quieras, ¿te gusta mi culito?, ¿me dejás que te vea la verga que tenés?
Me lo dijo mezclando la timidez con las ganas, se mordía los labios y movía las caderas juntando los muslos al sacarse la ropa porque así se lo pedí. A mí se me habían parado hasta las uñas y me saqué la bermuda para que tuviera acceso irrestricto a mi verga erecta y expectante. “Tu verga es más grande que la de los videos, quiero tocártela toda y chuparla”, -dijo estirando la mano, pero le dije que primero tenía que aprender a besarme en la boca-.
Se sentó en mis piernas y me provocó un gusto enorme “comerle” la boca al pendejo, movía mi lengua lo más que podía en el interior de su boca y le enseñé a mover la suya, en poco tiempo disfrutaba de mi lengua y me daba la suya intercambiando las chupadas. Una de sus manos la había llevado a mi verga, me la apretaba con cierta dulzura y la movía haciéndome una paja sutil y deliciosa, mientras el dedo medio de mi mano, debidamente ensalivado recorría el pequeño hueco fruncido provocándole suspiros y gemidos de un placer que se haría mayor.
Le dije de irnos a la cama de la habitación y caminó delante de mi moviendo las nalgas como algo natural, aunque de un modo ciertamente afectado, sin dudas, quería mostrarlas y hacer que las deseara. Pasé antes por el baño y ante la falta de lubricante porque la china se había llevado el tubito que había usado, utilicé el pote de jabón líquido. Lo acomodé de costado para que tuviera la cara pegada a mi verga y lo dejé que hiciera para dedicarme con mis dedos enjabonados a su culito virgen.
La mamada le costaba, no estaba acostumbrado ni sabía, le tuve que explicar para que no usara sus dientes y algo mejoró, así como mejoraron sus movimientos y sus quejidos que pasaron a ser gemidos cuando medio dedo estuvo dentro de su conducto apretado. “Quiero que me cojas, quiero que me cojas, quiero ser tu putito”, -dijo apartando su boca de la verga y dos dedos penetraron profundos en su ano virgen-. Se movía como electrizado y gemía cuando mis dedos penetraban profundo y los hacía girar para dilatar su esfínter, gritaba diciendo algo de las cosquillas e imaginé que estaba teniendo un orgasmo seco.
No me daba por cogerlo en ese momento, le pediría que guardara silencio y recién al día siguiente al mediodía le rompería el culo con más tiempo, estaba seguro que estaría al borde de la desesperación porque yo no había cumplido en ese momento con lo deseado. Me dediqué a hacer entrar y salir mis dedos de su culo y poniendo una mano en su cabeza lo obligué a tragar toda la leche que le solté en la boca, “no desperdicies ni una gota”, -le dije antes de comenzar a llenarlo y cumplió con creces tragando como con hambre-.
De todos modos, como me dejó la verga llena de saliva, mirando y acariciando su culito me tenté, lo hice poner al borde de la cama y, tras pedirle que se abriera los cantos, apoyé el glande más o menos lubricado en el agujerito tentador y palpitante, sólo me bastó empujar para que entrara la cabeza y allí me quedé escuchando que se quejaba por el cuerpo extraño.
- Gozá, tenés que gozar y mañana te la voy a meter toda, hoy no te voy a coger, -le dije al oído y tuvo un enorme estremecimiento por esto-.
- Mañana es un montón de tiempo, metela ahora. –pidió casi como con un ruego-.
- No, lo dejamos para mañana, ¿te gusta ser putito?
- Tuyo sí, pero no me gusta ser puto como mis amiguitos, yo no quiero dejar que nadie me coja.
Le pedí que no dijera nada de nada y que si me veía en la calle no me reconocería, además le pedí, siempre con “deseos” que buscara si la madre tenía consoladores y que practicara con uno de ellos usando algo de crema, estaba seguro que la madre tenía, además que, si era como él decía, probablemente fuera Escort de alguna agencia, mantener una casa en ese barrio no era para cualquiera y, a menos que fuera la dueña de una concesionaria de venta de autos…, aparte, eso de cuidar a una viejita de noche se me antojó como cuento para chicos.
En la mañana me tocaría ir temprano a la cremación del finado jefe y luego volvería para casa anteponiendo cualquier excusa pues Federico me estaría esperando un tanto nervioso y apurado, sin dudas que habría que atender a ese culito, para esa altura, imaginaba que más que pedigüeño.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
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