EL PODER DE LOS DESEOS. (9).
Federico siempre me responde, pero me encontré un tanto obsesionado y desequilibrado con la carpeta que no había aparecido en casa de Mercedes. Hago contacto con la esposa del Senador y bueno, me resulta difícil resistir….
PAULA – LA CARPETA II. (9).
No llegué a salir por “las puertitas”, enseguida recordé que tenía la llave y regresé para entrar por la puerta del frente, lo encontré sentado, estaba jugando a los juegos de la computadora y me agradó que dejara todo y corriera a abrazarme, su trompita se lanzó a mi boca y le devoré los labios sosteniéndolo por las nalgas a las que apreté y, si alguna duda me daba vueltas en la cabeza, la desestimé de inmediato, “tengo ganas y estoy limpito” me dijo al dejar de besarme-. Su cara y mirada trasuntaba todo el deseo renacido y la verga se me puso a mil, “bueno, vengo a darte gusto, primero te cojo, después comemos y luego vamos a ver a tu mamá, pero primero sacate el short y subí las escaleras delante de mí, quiero ver bien el culito que voy a perforar”. No tardó nada, lo hizo con gracia y caminó delante moviendo las nalgas con gracia y una deliciosa afectación.
- Estás muy putito bebé, se te nota que tenés puesto en plug y caminás moviendo el culito.
- Sí, lo desinfecté bien con alcohol en gel y me lo puse con una crema que tiene mi mamá y el culito lo muevo para que te guste y quieras entrar, yo quiero tu verga, ¿me la vas a dejar chupar?
- Sólo chupar no, te la tenés que tragar, ¿ya te olvidaste?
- No, me acuerdo también de cómo me gusta tu leche, ¿vas a dejar que me la tome toda?
- Estoy un poco cansado, pero si puedo te la dejo en el culito y en la boca, ¿querés?
- Sí, la quiero, además me lavé bien como me enseñaste.
Me desnudé yo sólo mientras lo miraba arrodillado sobre su cama y parando el culito para hacérmelo desear, en realidad, no tenía por qué hacerlo, mi verga ya había decidido y las neuronas estaban prisioneras del glande. “¡Faaa, está enorme!”, -dijo tomándola con las dos manos y acercando su boca-. Yo me senté apoyando la espalda en el respaldo y le señalé la verga, él sabía lo que debía hacer, comenzó lamiendo todo el precum y absorbiendo todo el glande como si su boquita fuera una sopapa, después se largó a tragar.
En un momento ya no me pudo mirar y tosió un par de veces, teniendo algunas arcadas cuando pasaba de la mitad, pero seguía intentando y mis sensaciones eran hermosas, su saliva ya mojaba mis huevos y lo hice poner de costado para tener sus nalgas a mano. Allí no había necesidad de dedos, el plug tenía su culito suficientemente dilatado y lo moví entrándolo y sacándolo, algo que Federico aguantó a la vez que sus gemidos se hacían reiterados y tembló sin esperarlo. “Meteme tu verga”, -pidió dejando de mamar y yo no quería ni había ido a perder tiempo-.
También le quería ver bien la cara cuando mi verga entraba en sus tripas porque, “deseos” o no de por medio, él podía aguantar sus gritos, pero el dolor de la penetración lo experimentaba igual y a mí me encantaba que la sintieran, entonces le dije que se sentara encima y se la metiera él. Enseguida se acomodó, se sacó el plug él mismo y colocó el glande en su agujerito, “acariciame la cola mientras me la estás metiendo”, -me pidió antes de prenderse a mi boca y dejarse caer lentamente-. Un cuarto de pija entró sin problemas, la dilatación anterior ayudaba, pero desde ahí en adelante, la historia se complicó, dejó de besarme y en la cara ya no se vieron gestos eran rictus de dolor, se mordía los labios, abría los ojos grandes, se quejaba quedamente, pero no detuvo su descenso hasta que apoyó sus nalgas en mis muslos y se puso a temblar como con escalofríos.
“Esperá un poquito, mi culito me duele mucho”, -pidió con la voz estrangulada y me quedé quieto firmemente instalado en el fondo de sus tripas-. De todos modos, no fue mucho lo que esperé, Federico comenzó a mover sus caderas, hasta que se apoyó con sus manos en mis hombros y la danza del salir y entrar corrió por su cuenta. Yo ya había tenido mi cuota de sadismo al verlo experimentar el dolor de la penetración, ahora tocaba el goce compartido y no me defraudó. Se cogía a gusto saltando con mi verga en sus tripas, la usaba prácticamente como un consolador de carne y a mí no me molestaba, Federico estaba enfervorizado o, por lo menos eso era lo que denotaba, pedía más aun sabiendo que más no podía entrar y su pitito duro parecía agitarse cuando temblaba haciéndome sentir las contracciones en todo el tronco, yo ya no podía aguantar y le dije que estuviera atento porque le daría leche en el culito y en la boca.
Acabé con ganas apretando sus nalgas con mis manos y lo solté porque se giró luego de dos “lechazos” en sus tripas, se salió y se metió más de medio tronco en la boca recibiendo el resto de mis líquidos. Llegó un momento en que no pude tolerar la absorción que me propinada con su boca ávida de leche de su “macho” y apenas si llegó a limpiarme con la lengua cuando la saqué de su boca y me miró con culpa…
- ¿Hice algo mal?, -preguntó-.
- No Fede, para nada, a veces quedo muy sensible y no tolero las chupadas ni tu lengua, enseguida se me pasa, en un rato, al bañarnos, te la vuelvo a meter porque quiero ver cuando entra a fondo.
- Sí, dale, a mí me gusta que me la metas como vos quieras.
- ¿Te está gustando que te cojan?
- No, sólo me gusta con tu pija y con nadie más, aunque ahora hay un compañerito que quiere que yo lo coja.
- ¡Epa!, ¿cómo es eso?
- ¿Viste que te conté que había dos que se daban besitos y se tocaban los culitos?, bueno, ya no son más “noviecitos”. Me contó una compañerita que se pelearon porque uno de ellos se dejó coger en el baño con un chico de Séptimo grado y el otro dice que yo le gusto, un día se me acercó y me dijo, que si yo quería podía cogerlo a él.
- ¿Cómo es que entre ustedes se cuentan esas cosas?
- Nosotros hablamos y nos contamos todo lo que pasa en el cole, además la “seño” siempre nos dice que no debemos tratar mal a los chicos que se quieren con chicos y a las chicas que se quieren con chicas, que todo es amor y debemos respetar sus gustos.
- ¿Todo se cuentan?, -pregunté algo preocupado, pero más enojado con las docentes que hacen apología de la homosexualidad o incentivan a los chicos a ser putitos o lesbianas defendiendo postulados de Ideología de Género-.
- No, todo no, yo no cuento nada de que me gusta que vos me la metas hasta bien adentro o lo que pasa afuera del cole, pero lo de adentro, siempre hay alguno que se entera.
- Bueno y, ¿qué querés hacer con ese compañerito?
- Yo no sé si voy a poder porque mi pitito es chiquito y él tiene el culito gordito, ¿no querés que le diga que venga a casa y te lo cogés vos y después yo?
Le dije que lo pensaría, pero no quería entrar en esa variante, pensé que la había dejado de lado cuando me alejé de Gabriel y de Axel, de hecho, el mismo Federico había sido una tentación a la que no me quise resistir, pero convertirlo en una especie de constante era para generarme problemas que no quería. Aun sabiendo que no llevaba las de perder y que podía acomodar las cosas a mi gusto, los culitos infantiles me dejarían sin resto para atender el de Elena o el de cualquier otra que apareciera.
Como fuere, la charla me llevó a imaginar el culito de ese nene, la verga se me puso durísima y no esperé a ir al baño, lo puse a Federico en posición de cuatro, miré el agujerito semi dilatado y me deleite viendo como entraba mi garrote nuevamente en su culito. Ni pelota que le di a los gritos que ahogaba en la almohada, eso también era parte de mi sadismo y afirmándome en sus caderas, le imprimí un ritmo duro y parejo a las entradas y salidas. Hasta que ya no sólo se le caían las lágrimas por el dolor sino también por el placer que le ocasionaba la cogida. A pesar de su culito abierto, dilatado y que parecía pedir auxilio quedó feliz de la vida, luego lo mandé a bañarse mientras yo le preparaba algo de comer y después le dije que no podría llevarlo a ver a la madre porque había recordado que tenía algo que hacer. No puso ninguna objeción, la ducha me la di en mi casa y me zambullí de cabeza en la cama, el cansancio me había ganado la partida y a eso había venido más temprano.
Me desperté solo y antes de que volvieran las chicas, fue porque me llamó Elena por teléfono para preguntarme si podían quedarse un rato más en un pub de Palermo, le contesté que no había mayor problema y no bien corté la comunicación recordé al Senador corrupto que había mandado a los sicarios, imaginé que el tipo estaría muy preocupado porque no había aparecido esa famosa carpeta que andaban buscando y por las muertes de las personas que le respondían, entonces me senté en la computadora para averiguar más. Las fotos me mostraron a un tipo, más o menos de mi altura, morocho, corpulento, entrecano, de unos cincuenta años y con una incipiente panza cervecera. Tenía una hermosa casa en un selecto barrio, estaba casado con una hermosa cuarentona trigueña que parecía no privarse de darse gustos con la ropa o con su mantenimiento físico.
Internet me dio los datos de la mujer en cuestión y a ella había que apuntar para saber si se había llevado o no la carpeta y para eso yo no necesitaba de violencia física. Había dos o tres motivos para que me interesara en eso, si yo obtenía la carpeta lo presentaría ante la Justicia haciéndolo renunciar antes a la Banca para que no estuviera protegido por los Fueros, esos que les venían muy bien a los Políticos para zafar de sus trapisondas, eso haría que no la jodiera más a la mamá de Federico y por último, también estaba intrigado por lo que se vería allí y tendría que salir a la luz, máxime si ameritaba ordenar muertes por eso. Además, convertirme en un Investigador Privado “sui generis” no me venía mal, ya me había probado a mí mismo que estaba capacitado para sortear dificultades, mejor aun cuando, para averiguar lo que fuere, sólo tenía que “desear”. Pensaba más y más en esto y las ideas se me presentaban del mismo modo en que las descartaba, me notaba muy acelerado.
De pronto me sentí como encerrado en casa y pensé en salir a tomar algo yo también, pasé con el auto por el frente de una confitería y supe que me sentiría extraño allí, no estaba acostumbrado a salir a tomar copas ni copitas, antes porque me había dedicado a full al estudio, luego porque no podía distraer ningún Peso, tampoco me gustaba demasiado eso de tomar en una mesa solo o en una barra y buscar mujeres era una tontería, en casa y a mi alrededor sobraban.
Me di cuenta que estaba a pocos metros del hospital y se me ocurrió ir a verla a Mercedes, reconozco que ni siquiera era preocupación por su salud, pero no dejaba de ser una manera de “matar el tiempo”. En el piso de internaciones me negaron el paso porque no era horario de visitas, pero, ahora podía, un billete “bajo cuerda” solucionó el problema y la enfermera del área me acompañó a la habitación. Estaba en una habitación compartida junto a una paciente totalmente dopada, así que pudimos hablar tranquilos.
- Hola Gustavo, vos sos mi ángel de la guarda, aparecés siempre que te necesito.
- Hola Mercedes, ¿cómo estás y qué necesitás?
- No puedo moverme bien, parece que tuviera un globo enorme en la cara, dicen que me dieron cinco puntos y a mí me parecen que fueron cincuenta, además me dan unos pinchazos tremendos cuando me muevo, por lo demás, estoy genial, jajajaj…, augg, ni reírme puedo, ¿lo viste a Federico?, ¿cómo está?, -acotó frunciendo su cara toda amoratada-.
- Sí, lo vi antes de venir, está bien, comió, ya se bañó, bueno, ya sabés que parece estar acostumbrado a estar solo. Ya me imagino lo que estás necesitando, ni me percaté antes, -le dije mirando que sólo tenía puesta una bata de hospital que la cubría poco y nada-.
- Espejos no te voy a pedir, debo estar hecha un monstruo, pero creo que pasado mañana me dan de alta y hasta entonces, por lo menos un camisón o ropa interior y algo para asearme.
- Dale, mañana te alcanzo todo antes de irme al Estudio, ¿cómo andás de dinero?
- En realidad, nada, apenas si tuve tiempo para traer mis documentos, igual Federico tiene algo en mi mesa de noche, aunque él no gasta, yo no trabajé estos días y ya sabés como es mi “trabajo”.
- Está bien, no te hagas dramas, yo te dejó algo para que mandes a comprar alguna pavada y me hago cargo de una medicación que hay que abonar. No, no se te ocurra negarte, no te voy a dar pelota, me imagino que los “conocidos o amigos” en esta se deben “borrar”. En la ambulancia me nombraste a un Senador “fulano”, ese menos que menos, ¿no?
- Te imaginás bien, “conocidos y amigos” dejan de existir y ese Senador es un miserable total, no sé por qué, pero lo tuve en la cabeza toda la noche, lo “atendí” hace como cinco días, el tipo está muy bien, pero sólo le gusta mirar cuando una se toca y putearla a la mujer por el dinero que gasta, luego se duerme como un chancho.
Me fui de allí sin haber averiguado mucho y convencido que el tema a tratar era con la mujer del tipo, pero además me dolió verla a Mercedes, evidentemente los golpes en la cara habían sido varios, tenía un parche enorme que casi le tapaba el ojo y varias partes de la cara con moretones que metían miedo, la mano estaba enyesada hasta casi el antebrazo y sus movimientos eran muy limitados pues le dolía todo a pesar de la faja elástica ceñida por debajo de sus tetas, aunque me di cuenta que me jodía más por Federico que por ella misma, ya vería de ayudarlos.
Cuando regresé a casa ya habían vuelto las chicas y me extrañó no verla a Elena, le pregunté a Clarisa y me dijo riendo que quería una cama a gritos, “la hicimos ir de un lado al otro, además dijo que mañana tenía un trabajo de locos y prefería irse a la casa”. Alegué que me extrañaba que no me hubiese llamado y expresó: “Casi te llama, pero prefirió no molestarte, igual iba a estar en la casa”. Claro que esto me lo decía en un tono normal asistida por Cynthia, lo que no era normal eran los cuerpos semi desnudos que se mostraban ante mí moviéndose con naturalidad.
- Le pedimos a Elena que nos comprara algo para nosotras, ¿querés que te mostremos?, -dijo mi hermana Clarisa cuando estábamos tomando el café después de la cena-.
- No sé qué será, pero, sí, podés mostrarme, -le contesté y fue a buscar su compra mientras Cynthia, se paraba detrás de mí, me besaba el cuello y apoyaba sus tetas en mi espalda-.
- Parece que vinieron mimosas, ¿no?
- Mimosas y caliente, además me tenés que hacer la cola y hay algo que me va a ayudar, -afirmó y yo pensé en un plug-. No era un plug, Clarisa regresó con dos strapones de buenas proporciones y puso los “juguetes sexuales” sobre la mesa junto con las correas, además de un pote de lubricante dilatador anal.
- ¿Le dijeron a Elena que era para usarlos conmigo?, -pregunté-…
- No, le dijimos que era sólo para nosotras para cuando nos quedábamos solas, incluso nos dio algunas indicaciones de dónde tocarnos para recibir más placer.
No había mucho que preguntar, mis manos estaban inquietas tocando partes de sus cuerpos y noté que estaban empapadas, entonces dije de no perder tiempo y que fuéramos a mi dormitorio. Cynthia hizo punta y caminé detrás con Clarisa, el short que me había puesto parecía a punto de reventar y ella me acariciaba mientras me decía, “acordate que quiero ver cuando le rompes el culito”. No había nada para afirmar o negar, esa noche me sentía como si hubiera tomado viagra.
Era evidente que no habría preliminares, los tres estábamos re calientes y sabíamos a qué íbamos. Cynthia se puso en cuatro apenas subió a la cama esperando por mí, pero le dije a mi hermana que se pusiera el strapón, era bastante más chico que lo mío y vendría bien para dilatar ese asterisco que se veía bastante cerrado. Lubriqué bien el lugar ayudado por mis dedos y mientras Clarisa se acomodaba el pene de plástico le hice señas para que comenzara ella y le señalé su culito, me fascinaba el culito de mi hermana, entendió enseguida y me dijo que ella lo quería sólo con saliva.
Ante él, “deseo que te coja primero Clarisa”, Cynthia respondió con un movimiento de sus nalgas y esperó confiada, mi hermana había lubricado su strapón a la par que se metía mi verga en la boca y se la tragaba entera haciendo que las babas chorrearan y cubrieran toda la verga, nadie hablaba, sólo nos preparábamos como en un ritual y luego se puso detrás de la amiga dirigiendo el glande rígido a su agujerito para comenzar a penetrar el agujerito que parecía latir. El quejido de Cynthia se hizo sentir y ahogaba sus posibles gritos en la almohada, “no lo puedo creer, te estoy rompiendo el culito, amiga”, -le decía Clarisa que avanzaba torpe por aquello de que las hembras no tienen incorporado el ancestral movimiento del coito como los machos-.
Yo me aferré a las caderas de mi hermana, “no grites”, -le dije cuando calcé el glande en el recto, luego empujé-. Gritar no gritó y trató de relajarse, pero ninguna podía aguantar mi verga gruesa sin quejarse y sonó como si la estuviera matando. No tardé mucho en estar completamente metido en su interior estrecho y luego tomé fuerte sus caderas para darle ritmo a mis entradas y salidas y a las de ella con su amiga. Quedaron las dos completamente ensartadas, la de abajo no se movía hasta que se notaron sus temblores y mi hermana tampoco aguantó demasiado ante mi ritmo y acabó gritando su placer y dejándose caer sobre la espalda de su amiga. “Me encantó, me encantó, hacerle la cola a Cynthia, no sé definirlo”, -dijo saliendo del culito recién penetrado y volcándose a un costado, “dale vos, dale vos”, -pidió tratando de mirar de cerca-.
Yo seguía re duro y apunté al culito abierto y ya no le fue tan cómodo, no quise apurarme y miré cuando el grueso tronco abría sus carnes y se deslizaba lubricado e impasible. Menos mal que también le dije que no gritara, pero el dolor la superó y al chocar las pieles escuchamos sus sollozos. “¡Ayyy, Dios mío, no la aguanto, es muy grande, piedad, Gustavo por favor, piedad”, decía en voz alta y llorosa mientras golpeaba la cama con los puños. No le hice caso, ella quería verga, yo quería cogerla y me moví con ganas, luego de varias embestidas y de movimientos con algo de ritmo, se aflojó, pero cuando iba a gozar cambié de hueco y aquí no hubo lentitud que valiera ni dolor que se aplacara con un “deseo”. Clarisa abría los ojos grandes sorprendida del salir y entrar profundo en uno y otro lado, estaba como hipnotizada mirando la cogida a su amiga y sus dedos se movieron solos para masturbarse a acabar a los gritos.
Cynthia pareció desmadejarse cuando le sobrevino un orgasmo tremendo y yo me dejé ir dentro de lo profundo de sus tripas. “Haceme lo mismo a mí”, -pidió Clarisa, pero yo me notaba excitado, aunque sin ganas de seguir y “desee” que se fueran a su habitación e hicieran lo mismo con sus “juguetes”. Quedé bastante conforme y ellas tuvieron que ayudarse mutuamente para irse a su habitación, no importaba tanto, yo sabía que se recuperarían rápido para ponerse a “jugar” entre ellas.
Me tuve que bañar porque parece que removí bastante el interior de las tripas de Cynthia y regresé a la cama dispuesto a dormir sin que nadie molestara ni interrumpiera. Me desperté como a las cuatro de la mañana, había estado soñando y, como muy pocas veces me pasaba, recordando que en el sueño le estada dando una soberana cogida a la trigueña esposa del Senador mientras ella me decía que me había ganado la carpeta. Casi como por lógica, además de sorprendido por esto, mi despertar vino acompañado de una erección descomunal que quise ignorar.
Me levanté, fui al baño y me vestí, me notaba acelerado, bajé para ponerme a ordenar la cocina pues habían quedado los platos sin lavar y todo desordenado. Me esforcé por tratar de recordar detalles del sueño que me había asaltado, pero ya sólo recordaba las palabras, “te ganaste la carpeta” que me resonaban en la cabeza. Encendí la computadora para volver a ver las fotos de la mujer y descubrí que estaba mejor de lo que me había parecido antes y me volví a excitar, decididamente con ganas de “ponerla”, pero no pensé en las chicas que dormían, un culito más apretado se me cruzó por la cabeza y tomé las llaves de la casa de al lado.
Federico dormía plácidamente en un costado de su cama de plaza y media, estaba tapado por una sábana y el cubrecama, me desnudé, abrí la cama del otro costado, vi que estaba desnudo, con el plug puesto y me acosté a su lado acomodándolo en cucharita, ronroneó cuando le saqué el plug muy despacito y llevé mi glande hacia su agujerito para comenzar a entrar. Se despertó semi tapado por mi cuerpo y le dije que se quedara tranquilo que había venido a cuidarlo y a cogerlo.
“Sí Gustavo, poneme tu verga hasta adentro”, -pidió con voz de sueño que a mí se me antojó de lo más sensual-. Su culito dilatado me recibió sin mayor problema hasta que metí ¾ partes de mi verga, lo más grueso costó un poco y se quejó, pero no me importó, lo moví a gusto poniéndolo boca abajo y quedé arriba tapándolo completamente. “¿Te gusta que te coja?”, -le pregunté totalmente excitado-… “Sí, me gusta, pero me está doliendo”, -expresó a punto de llorar, pero para mí fue lo mismo que si me dijera “rompeme todo”-.
Comencé a bombearlo con ganas, saliendo por completo y volviendo a entrar con ganas hasta lo más que podía. Federico se quejaba, lloraba y me pedía que parara, lo escuchaba perfectamente, pero me molestaba y aplasté su cara en la almohada redoblando mis entradas y salidas. Lo cogía con rudeza, con saña y apenas si pudo mover la cara para no ahogarse, aunque yo seguí hasta que me vacié por completo en el fondo de sus tripas y me quedé quieto hasta que con una voz que no parecía la mía le ordené, “deseo que no llores más y que te aguantes pensando que fue lo mejor que te pasó”.
Salí de él, me acosté mirando el techo y la habitación comenzó a girar, se me cruzaban las imágenes del marido de Graciela saltando por la ventana, las caras de horror de la flaca y el flaquito mirando la pistola automática que les apuntaba y al grandote recibiendo los disparos de los policías, estaba totalmente desequilibrado, lo peor es que me daba cuenta y, aún mareado, me levanté de la cama y me fui al baño para meterme debajo de la ducha fría. Me temblaban hasta las uñas, pero me fui calmando de a poco. Enseguida relacioné todo con lo que me habían dicho las brujas sobre las secuelas de las decisiones que tomaba y que podían costarles la vida a otros. Era evidente que no era tan sencillo y el desequilibrio no sólo me podía perjudicar a mí, sino que podía afectar a la gente de mi entorno, estaba claro que pensarlo y tratar de actuar bien no era lo mismo que experimentar en cuerpo y, posiblemente, en alma ese desbarajuste que se producía.
Regresé a la habitación y me lo encontré a Federico sentado en la cama, me miraba con temor y tuve que “desear” que aceptara mis disculpas, que pensara que había sido “normal” y que tratara de seguir durmiendo. “No importa Gustavo, el culito me quedó doliendo un poquito, pero me gustó que vinieras a cogerme”, -acotó sonriendo y acomodándose nuevamente para dormir-. Me acosté junto a él y lo abracé pensando que no debería volver a tener ese tipo de reacciones y que tenía que consultar a la bruja-madre porque ella me había dicho que, me enseñarían a lograr que estuviera siempre equilibrado.
Constaté que Federico se había dormido completamente, me incorporé despacio, me vestí, busqué algo de ropa de la madre, la puse en una bolsa de las que te dan cuando vas de compras, verifiqué que tenía algo de dinero en la mesa de noche, agregué algo más y regresé a mi casa. Allí me cambié poniéndome un traje, le dejé una nota y dinero a Clarisa pidiéndole que se tomara un taxi para ir al hospital a dejar esa ropa para “fulana de tal” que estaba en tal habitación y, aunque aún no había aclarado, me fui para el Estudio.
Al llegar a la tranquilidad del Estudio vacío me desplomé en el sillón de mi escritorio, me sentía como si me hubieran dado una paliza, pero sabiendo que todo era mental. De a poco fui organizando mis ideas pensando en cómo abordarla a la mujer del Senador, se me ocurrió enfrentarla cuando saliera a realizar alguna diligencia o cuando fuera al gimnasio o a la peluquería y, de pronto, me comencé a reír solo por la sarta de pelotudeces que estaba pensando. Dicen que la experiencia es un Grado y me di cuenta que recién estaba aspirando a tenerlo, pues yo podría, simplemente, ir a tocar el timbre de la casa, enfrentarme a ella y decirle, “deseo que”, todo lo demás sería “soplar y hacer botellas”. “Deseo que me invite a pasar, que me escuche y que me conteste con la verdad a todo lo que le pregunte”, algo así debería ser la introducción cuando me la encontrara de frente.
Independientemente de eso, no tenía ganas de esperar la llegada de Elena para preguntarle si había averiguado algo más del fulano en cuestión y encendí la computadora para buscar de ahondar más en la mujer. ¡Ahh, las benditas Redes Sociales!, allí aparecía el nombre de la mujer, casado con Paula XXXX decía y, aunque no tenía la dirección, si estaba la mención al barrio en que vivía el matrimonio y, para mejor, la foto de la casa. El barrio selecto me daba la oportunidad de recorrerlo, ubicar la casa y, entendí que lo demás sería fácil.
El Político en cuestión representaba a una de las Provincias que tenía uno de los peores índices de pobreza, pero hacía ya ocho años que estaba radicado en la capital del país y vivía en opulencias sin darle mucha bola a los que lo habían votado, o sí, aunque sólo en época de elecciones. Siempre creí que lo peor que tenían los Políticos y lo tenían incorporado desde que hacían campaña era su necesidad de “hincarle los dientes al queso” y, una vez que lo lograban, trataban de no soltarlo por nada.
Sin duda que ganaban bien, pero la vida que se daban y las casas en que vivían implicaba entrar en gastos que con sus sueldos no podían mantener y eso era “algo” que la Justicia o la propia cofradía de esbirros que conformaban los tres Poderes de las Democracias no querían ver. Tonto no era y sabía que no podía ponerme a pelear contra molinos de viento y que tenía ya mis propios “muertos en el placard”, pero no dejaban de provocarme una cierta rebeldía esos tipos que pretendía estar varios escalones más arriba que el común y arrogarse la potestad de eliminar a quien les molestaba o podía descubrir su corrupción.
“Jajajaja”, la carcajada me brotó sola pues yo estaba aprendiendo a ser igual a muchos de ellos, aunque corría con una ventaja enorme, sabía que jamás haría algo que perjudicara a alguien que necesitara, además tenía el Poder y si bien es cierto que no andaría haciendo denuncias a tontas y a locas que pudieran taparse y amañarse, también era cierto que podría lograr que ellos mismos se auto denunciaran y “a confesión de partes, relevo de pruebas”, la idea estaba tomando cuerpo, pero, en este caso en particular, necesitaba la carpeta. La llegada de Elena me sacó de mis pensamientos y, aunque ya estaba muy tranquilo y con los pies sobre la tierra, hacerle pasar un mal rato por no haberse quedado en casa y decidir irse sin consultarme, merecía un pequeño “ajuste de clavijas” y desear que se sintiera muy mal por eso no estaría de más. El saludo de mi parte fue frío y algo distante.
- Hola vida, buenos días, ¡qué temprano que llegaste!, -dijo acercándose para darme un beso, pero se encontró sólo con mi mejilla y mi seriedad-.
- Buen día Elena, vine temprano porque no pude dormir bien, pero, eso es lógico que no lo supieras porque no te quedaste en casa, bueno, bah, en la casa que me prestaste. ¿Tenés lo que te pedí del Senador “Fulano”?
- ¿Por qué me decís así?, la casa es lo que menos me importa, ¿estás enojado porque no me quedé? Lo hice para no importunarte por si querías…
- Vamos a ver si algunas cosas quedan claras, yo deseo que vos seas mía y eso implica no hacer lo que te da la gana sin consultarme antes o tratar de adivinar lo que quiero, ahora bien, si no lo entendés así y querés hacer la vida de mierda que tenías antes eligiendo a unas parejas asquerosas o estando sola y amargada, es tu decisión, yo no me opondré.
- No mi cielo, yo te amo y te necesito sólo a vos y no quiero a nadie más mi lado, ¡ohh, por Dios, creí que hacía bien y me equivoqué!
- Deseo que camines un mil por ciento a mi lado, pero si pretendés que voy a tolerar que te desplaces por otra vereda o hagas algo sin mi consentimiento, te equivocás feo, prefiero que me lo digas y yo me arreglaré solo con mis sentimientos.
- No, no, no me digas así, yo seré tu novia, tu amante, tu mujer, tu todo y no pediré nada para mí y no preguntaré, sólo quiero estar a tu lado sin condiciones, por favor, créeme.
- Está bien, pero voy a estar muy atento, ¿tenés los datos que te pedí?
- Sí, sí, ya te alcanzó, -acotó compungida-.
Salió de la oficina con los ojos llorosos y regresó enseguida con un papel en la mano, “arreglate un poco en mi baño privado y alcanzame las novedades”. Se metió en mi baño y me di cuenta que ya no sentía ese placer dañino, ni siquiera lo sentía con ella desde que comencé a hablarle, eso había sido solamente para saber si persistían en mí esas ganas de dañar y posiblemente para alabar a mi ego refrescando “concepto deseados”. Todo se atemperó cuando salió del baño porque el beso y las caricias fueron distintas y eso la puso de buen humor.
Atendí los pedidos de los Abogados de las otras áreas, me puse al tanto de los casos nuevos que aparecían y contesté el llamado de una Periodista de televisión que quería hacer un programa haciendo hincapié en los Profesionales jóvenes y la Justicia. Le pedí un par de días para atender otros temas que tenía pendientes, pero le dije que me interesaba y estaríamos en contacto. No me desagradaba para nada la “veterana” rubia de atractivos pechos y una cena con “postre” no vendría nada mal, sin dejar de lado que me podía ayudar a desenmascarar a un corrupto.
Un par de mimos y de “manos perdidas” cuando Elena entraba a mi oficina por algún tema, nos pusieron de excelente tono a los dos. Un poco antes del mediodía estaba recorriendo en mi auto las calles de ese barrio selecto para tratar de individualizar la casa a la que quería arribar, no me costó tanto, la foto ayudaba, no eran más de cinco o seis manzanas con excelentes propiedades y el auto de alta gama se mimetizaba perfectamente con los de la zona.
El Guardia de Seguridad de una empresa privada que estaba en el interior y junto al portón de rejas me cedió el paso ante mi deseo de ingresar y llegué hasta el frente de la enorme casa de dos plantas. Lo mismo pasó con la mujer que me abrió la puerta y me hizo ingresar a la casa haciéndome saber que estaba ella con la cocinera y que la señora Paula estaba usando su cinta para caminar, tampoco hubo problemas para que me llevara a su presencia y la seguí sintiendo que cada “deseo” satisfecho me daba más seguridad y aplomo.
La mujer estaba dando la espalda a la puerta de ingreso a la habitación que tenía varios aparatos de gimnasio y caminaba sobre una cinta. Su cabello que se notaba abundante estaba recogido por una vincha ancha y cubría su cuerpo transpirado por una especie de traje de baño enterizo negro y muy cavado que cubría un poco de sus nalgas y su espalda, sus piernas eran firmes y con zapatillas mediría un metro con setenta. Se sorprendió cuando me vio parado frente a ella con la mujer que me había llevado, pero disimuló bien, me miró de arriba abajo y no le desagradó lo que vio, a mí tampoco, su cuerpo era escultural y sus tetas llamaban a las miradas, paró la máquina y me preguntó quién era empleando un tono de severidad.
Me presenté como el Doctor Gustavo XXXX, seguido del “deseo” para tener una conversación en privado con ella, el cual resultó de aceptación inmediata, enseguida despidió a la empleada diciendo que no la molestaran hasta que les avisara y que dejaran el almuerzo en su habitación, la completó con, “cuando venga mi hijo que se ocupe de sus cosas”. Desde el, “usted dirá” que profirió, surgieron una serie de “deseos” que comenzaron con el de que se bañara, aunque yo estuviera presente y que me contestara con la verdad a todo lo que le preguntara. “Cada cual con sus gustos y sus quilombos matrimoniales”, -pensé, porque no me entraba en la cabeza lo de salir con prostitutas caras para un “polvo” de mala muerte o para masturbarse, según hacía el marido-. La tal Paula estaba tan bien o mejor que Mercedes y llegar a “desear” que se calentara conmigo y me sedujera para llevarme a la cama, me salió del alma, bueno, los “tironcitos” en la entrepierna y el morbo adrenalítico por la situación, ayudaron.
- Me voy a bañar porque estoy toda transpirada, estás muy elegante y tenés un buen cuerpo de atleta, pero acá está muy calefaccionado y te vas a transpirar todo, ¿por qué no te ponés cómodo y te sacás la ropa?, -me pidió mientras se sacaba el atuendo que usaba y quedaba desnuda apuntándome con sus tetas de pezones endurecidos-.
- ¿Siempre sos tan dada con las visitas?, -pregunté sólo por decir algo porque conocía la respuesta-.
- No, para nada, normalmente no recibo a nadie, no sé cómo llegaste hasta mi gimnasio, pero lo que importa es que estás y muy bien por lo que veo, -contestó mirándome con ganas al ver que me sacaba la camisa-.
- ¿Venís a ser como la “señora mala de la película” que está encerrada en su casa?
- Algo así, es por el hijo de puta de mi marido, cree que la casa es un feudo de su provincia y actúa como si fuera un capo mafioso, pero, jajaja, a veces me escapo y tengo “vida social”, jajaja. Hoy tiene sesión y no regresa hasta la noche, ¿por qué no aprovechás y te bañás conmigo?, tengo ganas de enjabonarte y de que me enjabones todo el cuerpo, -expresó mirándome y decidida a secarme como si fuera una araña a su presa-.
El baño era espacioso y estaba conectado al gimnasio por un lado y al dormitorio por el otro, toda mi ropa quedó acomodada en una especie de banco grande que allí había y por último me bajé el bóxer dejando a la vista mi verga semi erecta. “¡Ohh, si eso crece me va a resultar un poco difícil!”, -exclamó asombrada y estirando la mano para acariciar el glande con una mano y el tronco con la otra-. Dejaba caer el agua sobre su espalda y me abrió los brazos esperando el contacto que no tardó en producirse. Los labios de la trigueña eran llenos y más que aptos para ser besados, pero no pasó de un beso y se acuclilló en la bañera como si adorara al falo que pronto se llevó a la boca. Sin dudas que sabía bien lo que hacía, pero a duras penas llegó a meterse un poco más de la mitad, estaba más apurada por sentirla adentro.
- Ponémela, me encanta que me cojan en el baño, -pidió levantando una pierna y apoyándola sobre el borde de la bañera-.
- Seguramente debés tener muchos amantes, sos hermosa.
- Algunos, pero, más que amantes son siempre un “toco y me voy”, además, tengo la ventaja de que no pago por eso como hace el impotente Señor Feudal. ¡Ayyy, mierda, nunca me tocó ninguna tan larga y gruesa!, -dijo cuando sintió que mi verga la penetraba todo lo que más podía debido a la posición-.
- En la cama la vas a gozar más y por todos lados, ya deseo que pares la colita y me pidas de entrar.
- ¿La cola también?, esa no la entrego así porque sí, pero contigo, no sé, sé que va a ser diferente, ¡ayyy, seguí, seguí que voy a acabar!, -expresó moviéndose y poniendo los ojos en blanco junto con los temblores mientras se tomaba de las canillas de la ducha-.
Luego de su orgasmo que tampoco fue como para “tirar manteca al techo”, me felicitó por el aguante y me dio una toalla para secarnos, se notó acostumbrado a proceder así y no hice nada por cambiar sus modos. Luego me tomó de la mano y me pidió de pasar al dormitorio, “vení, vamos a la cama y me contás el motivo de tu visita”, -acotó y caminó moviendo las caderas-. Paula se puso en cuatro apenas subió a la cama y mientras la penetraba por la vagina haciéndole sentir un poco de rigor, le dije que deseaba que me diera la carpeta que le había sacado al marido. “Está bien, yo te la doy, pero tenés cuidado con eso, es mi seguro para seguir viviendo cómoda a costilla de sus ingresos, eso sí, cogeme bien cogida y después la buscamos juntos porque la tengo en una caja de seguridad”. Por la respuesta que me dio mis ímpetus se aceleraron, el bombeo se hizo incesante y comenzó a gozar como descosida, no fue tan así cuando cambié de agujero, pero en este caso el que gocé más fui yo, aunque ella no se privó de un buen orgasmo anal cuando la llené.
Acostumbrada a decidir con sus amantes de ocasión y aleccionada por los “deseos” que le había impartido, se recuperó rápido, “picamos” algo de la comida fría que le habían dejado y como ninguno nos habíamos vestido, yo esperando por su decisión, tomó conciencia de ello y me dijo de darnos una ducha rápida, me apuró para pasar al baño y que nos vistiéramos rápido para ir hasta el banco antes de que cerraran. Pretendía decidir a las apuradas, pero por momentos se cortaba como esperando que yo la guiara y me hacía dudar de cómo reaccionaría, por eso trataba de seguirle el tren como un “perrito faldero”, pero pronto a usar el “deseo” si fuera necesario.
Me asombraba porque, a pesar de que lo esperaba, me había resultado demasiado fácil y no veía la hora de que se terminara porque Paula se ponía mimosa diciendo que se iba a convertir en mi amante principal y que nos teníamos que ver más seguido, pero ya me había dado muestras de que era una mujer “no conveniente”, por otro lado, si los datos valían la pena y podía hacer que el marido fuera vapuleado por sus pares y por la Justicia, ella también saldría “salpicada” y no quería tenerla cerca.
Entró en el Banco pisando fuerte y segura, adoptando la pose de ser la “Señora del Senador”, la atendieron con celeridad y pasamos al sitio de las Cajas de Seguridad, “el Doctor viene conmigo”, -dijo y nadie alegó nada en contrario-. Al quedar solos abrió la pequeña caja que había sacado y me entregó una carpeta con unas quince o veinte hojas que parecían ser originales y un pendrive que contenía todos los videos. Las hojas correspondían a una licitación para hacer un gasoducto por un gasto multimillonario y había nombres, cifras totales, parciales, importes de coimas, otros datos que había que estudiar, entonces le pregunté…
- ¿Cómo conseguiste todo esto?
- Porque él cree que “se las sabe todas”, pero la Secretaria es amiga mía y me avisó que había hablado con una puta, yo tengo las llaves del departamento que usa para eso, los esperé, los vi entrar y me quedé esperando en una confitería, sabía que la chica se iría rápido y él se dormiría, lo hace siempre.
- ¿Vos sabías de la carpeta?
- No, pero sabía que la noche anterior había tenido una reunión con empresarios y, en esas, siempre hay coimas, yo quería sacarle dinero para comprarme unas cosas que me gustaban. Si había dinero él lo guardaría en la caja fuerte y yo conozco el código para abrirla, jajaja, es tan básico que sólo usa dos para todo, la fecha de nacimiento de mi hijo y el nombre de la madre, jajaja, si no, se olvida.
- Me imagino, no había dinero y la carpeta te haría obtenerlo.
- No mi cielo, vos viste otra película, dinero había y un montón, la caja estaba llena y me llevaría un rato juntarlo, no soy tonta, yo le saco uno o dos billetes por fajo, ni él ni los otros que reciben se fijan si falta algo, pero tengo un spray que hace dormir a los caballos, se lo eché en la cara y saqué lo que quería mientras miraba lo de la carpeta.
- Vos me querés decir que le pagan a él y luego reparte entre otros, lo que no entiendo es cómo fue que se dejó filmar.
- Yo si lo entiendo, me conozco toda la trama, hasta los de la Izquierda se prenden a levantar la mano si hay billetes, debe haber sido uno de los empresarios porque ya jodió a varios prometiéndole cosas que después no se cumplían y quiso asegurarse, lo que no sé es como llegó de nuevo a él. Ayy, cariño, te estoy contando y acá adentro me dan unas ganas que no te imaginás, igual no se puede, pero nos podemos ver mañana en la noche, ¿te parece?
- Me encantaría, -le dije dándole un piquito mientras ella sacaba varios billetes de cien Dólares y se los guardaba en la cartera-.
Me ayudó a guardar la carpeta debajo de mi camisa y aprovechó para sobarme un poco la verga que no reaccionó, “no sé cómo hacer para esperar a la noche de mañana, quizás te llamo antes”, -agregó con la voz ronca por la calentura-. Nos fuimos del Banco hacia el estacionamiento y ya en el auto me dijo que la dejara frente a un shopping importante porque tenía que comprarse algunas cosas, eso sí, ni pestañeó cuando en un último deseo le dije que deseaba que apenas entrara al shopping se olvidara de todo lo sucedido esa tarde.
No había circulado más de doscientos metros cuando me entraron dos mensajes, uno de Clarisa diciendo que habían ido al hospital en el horario de visitas y lo habían llevado a Federico a ver a la madre, el otro mensaje fue el que me interesó más e hizo que se me pararan los pelos de la nuca, tuve plena conciencia, estaba seguro que alguna cosa había hecho mal o estaba haciendo mal. El mensaje era de “la tía”, pidiendo que la llamara urgente y me estacioné a un costado para hacerlo.
- Hola, soy…
- Ni me digas quien sos, ¿te crees que soy idiota y no lo sé?, -contestó y preguntó con un tono de dureza en la voz que nunca le había escuchado-. No me interrumpas y dejame hablar, estás haciendo cagadas porque te dejás asaltar por miedos y canalizás todo por medio de la agresión y eso debe cambiar.
- Sí, lo reconozco, estaba pensando en llamarte porque tengo unas reacciones que no esperaba, incluso una especie de visiones.
- ¡Visiones las pelotas!, la estabas llevando bien y te saliste del cuadro, es todo producto de tu cabeza en que se te junta la mierda, además me apuro y te llamo yo porque siempre vas a buscar una excusa para dilatar la llamada. Mi hija está furiosa con tu proceder y dice que vas a fracasar, pero yo quiero seguir insistiendo y aún soy la que manda. Anotá unas palabras que te voy a decir…
- Sí, sí, dame un segundo, -me apuré a escribir sintiendo que la cagada era peor de lo que yo mismo pensaba-.
- ¿Anotaste?, bien, cada vez que creas que se te va la cabeza o que querés actuar con algo de violencia, decí esas palabras para vos mismo, yo ya estoy “trabajando” para evitar todo eso y no te digo que vengas a verme porque tengo un “pimpollito” de los que se creen “macho-man” esperando en mi cama y pienso pasarla muy bien.
- ¿Sólo tengo que pensar estas palabras?
- Sí, te vas a calmar sin darte cuenta, otra cosa más, salvo Elena, tu madre y tu hermana, todos los demás culos que aparezcan tienen que ser como el de recién, como el de la mujer que te dio la carpeta, “si te he visto no me acuerdo” y tenés que sacarte de encima a esa chica Cynthia y a los vecinos, mátalos, múdalos, haz lo que creas conveniente, pero en tres días no deben estar a tu alrededor y no, no tengo ganas de decirte nada más, sólo hacé lo que te digo.
- Sí, quedate tranquila, -expresé tratando de no ser dubitativo-.
- Todo lo demás está bien mi príncipe, te dejo porque me voy a nutrir de savia joven, jajaja, -terminó la conversación usando un tono de voz impregnado de dulzura y, sin embargo, me dio un escalofrío que recorrió toda mi columna.
Regresé a la oficina y me encontré a una Elena de lo más cariñosa, hubo besos, caricias, manos, pero fuimos interrumpidos por un cliente y se cortó el rollo cuando podíamos haber pasado a mayores, igual lo que nos interesaba a los dos, eso de prodigarnos caricias y besos estaba cumplido, por otra parte, todos en la oficina sabían que ella no era la amante-secretaria del Director del Estudio, era la novia con compromiso de por medio y no existían comentario “bajo cuerda” por eso. Atendí al cliente y luego de que se fue la llamé a Clarisa.
- Hola hermanita putita mía, ¿todo bien por ahí?
- Hola mi vida, si, bueno más o menos, ya te cuento. Vino Federico a desayunar y aprovechamos a llevarlo a ver a la madre, le dejamos la ropa y charlamos un poco con ella, ¡pobre chica, parece un monstruo!, nos agradeció muchísimo lo que hacíamos por el nene, luego fuimos a la Facultad y ya averiguamos todo lo que quería saber Cynthia, volvimos a almorzar, Fede se fue a la casa y en la tarde nos tomamos un taxi y nos fuimos a pleno centro, caminamos como locas por la calle Florida, fuimos al Obelisco, a la plaza Libertador y a Retiro, recién regresamos.
- Fue todo bien, ¿Por qué me decís, más o menos?
- Cynthia está hablando por teléfono con la madre, parece que el padre se descompuso y lo internaron, si es así vamos a tener que regresar antes.
- Esperemos que no sea nada, cualquier cosa que haya que salir de raje me avisás y las llevo, -le contesté pensando en la bruja-madre-.
Luego de cortar la comunicación la llamé a Elena para avisarle de esa novedad y me dijo que, si quería irme, lo hiciera sin problemas porque no había nada agendado. Decidí hacerlo avisando que la tendría al tanto, aunque lo que más me urgía era estar tranquilo y despojado de obsesiones para estudiar todo lo de la bendita carpeta.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Amo esta saga, ojala pudieras meter mas sexo gay, tambien usar el deseo en hombre
Que el.prota pervierta mentes de heteros hasta hacerlos sus putitas
10/10 gran capítulo