El poli
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Tengo una profesión bastante particular, soy médico forense, y a pesar que nada me da más placer que recostarme sobre las nalgas tibias y suaves de un dulce putito, todos los días debo revisar pijas dormidas y culos helados.
Necrofilia? nooooo!, aunque debo reconocer que algunos de mis clientes tienen pijas que aún dormidas son deseables, y culitos que dan ganas de pasarlos por agua tibia y echarles un buen polvo, pero nunca lo he hecho (o casi nunca, jeje).
Aquí en Tribunales creo que todos saben que soy gay, pero nadie dice nada y a mi me interesa bastante poco que digan o no digan, soy muy bueno en mi trabajo, el resto es mi vida y punto.
Mi día transcurre entre hombres y mujeres desnudos que me dejan que los toque por todas partes sin protestar, pero demasiado silenciosos para mi gusto.
Trabajo aburrido y tedioso, a pesar del morbo que a veces me puede generar una pija muerta en un sentido no precisamente metafórico.
Aunque a veces, sólo a veces, pasan cosas.
En marzo me encomendaron dictar un curso básico de medicina forense para oficiales de policía recién egresados de la Academia provincial, y así recibí a una docena de jóvenes sementales de entre 22 y 25 años que venían a mamar ciencia directamente de la fuente, aunque yo hubiera preferido que me mamaran otra cosa, una hora por día durante una semana.
Las primeras cuatro clases fueron bastante pesadas para todos: anatomía, fisiología, química, cuidado de la escena y esas cosas, pero para el quinto día, les tenía preparado algo especial, a la mañana saqué de la heladera a uno de mis "clientes", mi amigo Joaquín, un chico de 20 que había muerto de sobredosis, con un cuerpo bellísimo, una pija de buen porte y un culito que daba ganas de mordérselo aunque estuviera frío.
Llevé a los estudiantes a mi quirófano y naturalmente rodearon la camilla mientras yo comenzaba a explicarles las primeras observaciones visuales que se le hacen a un cliente.
Mi bello Joaquín tenía pudorosamente tapadas sus virtudes por una toalla, pero llegado el momento del análisis de la probable actividad sexual del cliente, destapé a mi Joaquincito y quedaron a la vista su pija perfecta, y sus bolas generosas, con total tranquilidad le tomé la verga mientras seguía explicando y miraba la reacción de mis estudiantes.
Todos evidenciaban bastante asco.
Uno de ellos comentó "ni en pedo le agarro la pija a un muerto".
-A un vivo sí?-, pregunté.
El comentario provocó una risotada general y el pobre que lo hizo, con cara de "trágame tierra", se puso rojo como un tomate.
Pero había un chico que miraba diferente.
Matías Sanchez decía su placa identificatoria.
Matías miraba la verga del pobre Joaquín de manera diferente, fijamente, con ojos con algo entre curiosidad y deseo, ceño fruncido, boca semi abierta, mirando de reojo a sus compañeros cada tanto para chequear que no se percataran de su curiosidad.
Éste es de los míos, me dije.
Expliqué cómo se debía pelar el glande y revisar la uretra para buscar restos de semen, de líquidos vaginales o anales y probables partículas de excremento.
Matías se animó a preguntar si se podía saber qué tipo de relación había tenido, a lo que le contesté que examinado los restos de líquidos en el pene podíamos saber, siempre que no hubiera usado condón, si había tenido sexo vaginal o anal, o ambos, o si simplemente se había masturbado, pero, ya que estaba interesado, si él me ayudaba podíamos investigar un poco más.
Lo hice colocarse del otro lado de la camilla, le indiqué que tomara a Joaquín de las nalgas y me ayudara a girarlo para ponerlo boca abajo.
Curiosamente, o tal vez no, confirmando mi sospecha, no se puso nervioso por esa cosa tan particular de tocar un cadáver, sino que se veía interesado en la experiencia.
Qué culo tenía ese fiambre, por favor!
Matías se quedó al lado de la camilla, mirando con mal disimulado deseo las nalgas impresionantes del fiambre y hasta alguno de sus compañeros hizo algún comentario jocoso sobre el culo de mi frío amigo, era notable!
-Ahora sí, Matías, ya que lo preguntaste, vamos a analizarar si a mi amigo le hicieron sexo anal consentido o si fue violado.
Seguí con mi explicación, abrí nalgas, metí dedos.
A fuer de ser sincero, todos mis estudiantes tenían ya una pizca de morbo, todos tenemos un putito agazapado dentro pero sólo unos pocos elegidos lo dejamos salir.
Matías estaba serio y reconcentrado prestando suma atención a mi explicación.
Finalizada la clase, los oficiales se retiraron conversando animadamente, pero el oficial Matías Sánchez se quedó.
Me miró con cara preocupada.
-Entonces usted doctor puede saber si un hombre tuvo sexo anal consentido o por la fuerza?
-Yo o cualquier médico.
Podemos saber si esa persona fue violada o si es penetrada con alguna regularidad.
Por qué tu pregunta?
Matías se sonrojó y trató de champurrear una explicación cualquiera.
Le puse una mano paternal en el hombro y lo miré serio.
-Sánchez, lo que me diga quedará como secreto profesional.
Matías volvió a levantar la cabeza con una expresión de gran preocupación.
– Además Matías, tengo 41 años y soy soltero y sin novia.
Eso no te dice nada? Matías esbozó una sonrisa y me miró como nos miramos lo putos.
– Cuál es tu miedo?
– Que en alguna revisación médica de rutina, el médico policial detecte que me cogen.
Reí de buena gana.
-Quedate tranquilo Matías, el dedo en el orto no es parte del protocolo, además se puede disimular un poco.
-Cómo?
-Mmm, acá es medio complicado explicarte, pero si querés venir esta noche a casa lo vemos en detalle.
Matías sonrió sin mostrar los dientes, sus ojos quedaron fijos por unos instantes.
-Bueno! A las 9 está bien?
– Perfecto.
Intercambiamos celulares y direcciones y quedamos que a las 9 lo esperaba a cenar.
Le avisé que yo era vegetariano.
Hizo un mohín bien de marica y me dijo -eso quiere decir que no me vas a dar carne durante la cena.
Y después si? Sonreí y le dije si con la cabeza.
-Yo llevo unas masitas con mucho dulce de leche, te va? Si, por supuesto.
Llegué a casa como a las 7, me duché y cambié las sábanas, manchadas de la última paja.
Puse a refrescar ese blush de Sirah que guardaba para los momentos especiales.
Comenzó a llover bastante fuerte.
Preparé unas ensaladas, unos vegetales al wok y unas berenjenas árabes que me habían enseñado a preparar un putito judío que me había cogido algunas veces, aún recuerdo su cabezota circuncisa partiendo en dos mi cristiano trasero!
Por las dudas que no hubiera clima, preparé unos videos gay al lado del equipo del living.
La lluvia pegaba fuerte sobre el techo de chapa del patio, encendí la estufa y vestido con el jean ajustado que me marca mejor el culo y el bulto y un buzo grande me puse a mirar tele.
Se hicieron las 9 y el poli no apareció.
A las 9:25 ya me imaginaba que el puto no iba a venir y me fui al dormitorio a buscar alguna película gay en internet y vivir otra noche de video y paja, cuando al fin sonó el timbre, una vez, dos veces, tres veces seguidas.
Abrí, era Matías completamente mojado y con cara de desesperado.
-Disculpame, no conseguía taxi, me dijo mientras entraba presuroso.
Le ofrecí una camisa mía y un jogging que mi ex dejó olvidado cuando nos separamos.
Matías es pequeño, no más de 1,70 y menudo, de ojos negros y cabello ídem muy cuidado y corto, como corresponde a un oficial de policía, yo en cambio mido 1,85 y, si bien delgado, soy de cuerpo fuerte.
No quise apurar la cosa, así que le di la ropa y lo dejé solo para que se cambiara.
Mi camisa le quedaba grandísima, pero el jogging le quebaba bárbaro, ensalzaba sus nalgas y las hacía más que deseables.
El muy puto sabía que lo que tenía atrás era jamón del medio, cuando salió del baño, me miró a los ojos y levantándose la camisa pegó una vueltita, diciendo -que tal estoy?- Me contuve para no arrodillarme detrás de él y llenarle de mordiscos las nalgas.
Puse la comida sobre la mesita del living, el blush en un balde con hielo, y no sentamos lado a lado en el sillón.
Matías se arrimó bien a mi y me franeleó la pierna con la suya, mientras me miraba con los labios apretados y mirada fogosa.
Yo estaba medio extrañado.
Mi primera impresión de esa mañana era que Matías era un nenito dulce como a mi me gustan, y ahora se me presentaba como una putita calentona y dominante.
Llené dos copas y le propuse un brindis.
-Por lo que va a pasar.
-Por lo que te voy a hacer-, me contestó.
Me dio un beso en los labios y luego bebimos.
Como sucede casi siempre que invito a alguien a cenar, las conversación comenzó sobre mis gustos y razones alimentarias.
Matías era, como buen argentino, un adicto a la carne, así que mi comida le provocaba comentarios jocosos que por el tono francamente me generaban cierta molestia.
Al fin, amablemente amoscado le dije:
-No te hagas problemas Mati, después de la cena vas a tener una abundante dosis de carne bien calentina y jugosa.
-Mmmm, cómo me gusta eso!, en serio me vas a dar tanta carne?
-Sabés Mati, el vegetarianismo es sólo una parte, yo practico Zen, y puedo retardar mi orgasmo todo lo que quiera.
Entonces si estás hambrienta, te puedo dar de comer carne por el culito por horas.
Matías sonrió con sorna.
-En serio?, vos no me conocés Luquita.
Yo soy capaz de hacer acabar hasta a tu amigo frío de esta mañana.
-Te gustó esa pija, no?
-Uy, si hubiera estado solo, se la chupaba y se la hacía parar!
Ya la pedantería del poli me estaba jodiendo, pero no me dio tiempo para poder retrucarle.
Se levantó, cruzó sus piernas sobre las mías, me rodeó el cuello con los brazos y se sentó sobre mis muslos.
Comenzó a besarme.
Lo abracé y comencé también a comerle la boca con la mía, sin dejar que su lengua monologara en mi boca.
Mis manos fueron rápidamente a sus nalgas.
El putito no se había puesto el slip, así que apenas metí las manos debajo del jogging sentí la tibieza y suavidad de su colita.
Matías dejó de besarme.
-Hagamos las cosas bien.
Me hizo incorporar, me desvistió, miró con deseo mis 18 cabezones cm de verga aún dormida pero ni me la tocó.
Se alejó un par de metros y, como si estuviera escuchando el tema de "Nueve semanas y media" comenzó a moverse y sacarse la ropa muy sensualmente, desabotonando su camisa botón por botón y mirándome con ojos de putita.
Mi pija comenzó a ponerse dura.
Cuando estuvo completamente desnudo se arrimó a mi y comenzó a franelear sus nalgas contra mi pija.
No lo dejé seguir.
Lo di vuelta y lo cargué en brazos.
En seguida entendió y rodeó mi cintura con sus piernas.
Lo comencé a besar como para destruirle la boca y, entre beso y beso, casi sin que se diera cuenta, lo acomodé y lo empujé con fuerza para abajo para que le entrara mi glande en seco.
No se lo esperaba.
Gritó de dolor.
-Entendés poli?, ahora mando yo.
Matías se quedó mirándome extrañado.
Le dí un segundo empujoncito chiquito y de nuevo volvió a gritar.
-Si Luqui, ya entendí, me dijo con ojos suplicantes.
Se la saqué despacito, lo apoyé en el piso y lo volví a levantar pero ya tomándolo en brazos, como se lleva una novia a la cama en la noche de bodas, lo besé suave en los labios.
A Matías se le fueron iluminando los ojitos y se le pusieron húmedos, su cuerpo tenso se relajó y en silencio disfrutó de cada uno de los pasos que lentamente lo iban acercando a mi dormitorio, sin sacar sus ojos de los míos.
Lo acosté con su culito en el borde de la cama, tomé el lubricante y las toallitas húmedas y los puse a su lado, me ubiqué entre sus piernas, me incliné sobre él y comencé a besarlo en los labios muy muy suave, le di pequeños mordiscos en sus orejas, besé su cuello, me entretuve largamente en sus tetitas y sus pezones, seguí bajando con mis besos por su pecho y su pancita hasta llegar a su pubis, me detuve largo tiempo besando su vientre entre el ombligo y el comienzo de su bello bosque oscuro.
Chupé apenas un poquito su linda pija.
Matías mientras acariciaba mi cabeza en silencio, sus ojos cerrados, dos hilos brillantes bajando por sus mejillas.
Tomé el lubricante y con mi dedo se lo fui comenzando a meter en su esfínter cerradito y palpitante.
Lo dilaté luego con dos dedos girándoselos dentro y presionando en todas direcciones a ese oscuro túnel de placer que iba a acariciar mi pija.
Le hice tomar las piernas y comencé a besarlo y acariciarlo nuevamente.
Apoyé mi glande en su ya mojado ortito y apenas le pujé.
Su esfínter respondió maravillosamente y mi glande se llenó de sensaciones indecibles.
No había apuro, besé, mordí, acaricié, chupé, y mientras lo hacía mi pija seguía entrando suavemente en el culo del canita.
Matías me acariciaba la espalda con suavidad y apenas se quejaba.
Al final le dí un empujoncito más fuerte para que sintiera el golpe de mi pubis en sus nalgas.
El canita despertó de su ensueño y me miró con amor.
-Ya me la metiste toda Luquita?
-Si, putito, te la comiste entera.
Comencé a bombearlo suave, primero bien cortito y de a poco hacíendolo más largo hasta casi sacar mi pija completamente de su culo y volver a ensartarlo.
Matías gemía con cada penetración y se quejaba con cada sacada, con los ojos cerrados.
Sólo los abría para levantar la cabeza y decirme -soy tuyo Lucas, todo tuyo, mi cola es tuya, comémela por favor, comémela siempre.
Su pija dura, apretada contra mi pubis me mojada con su preseminal todo el vientre.
Luego de media hora de mete y saca, por momentos fuerte, por momentos suave, por momentos quieto mientras le mordía las tetillas o tomándole la cara con las manos lo besaba en los ojos y en los labios, Matías comenzó a quejarse fuerte y su pija comenzó a reclamar más espacio, me incorporé para dejarla libre y entre ayes, el canita me regaló su primera leche, abundante, tibia.
Debí controlarme para que los estertores de su esfínter no me hicieran acabar mientras placenteramente recibía sus trallazos en mi pecho y mi vientre.
Cuando se serenó y comenzó a mirarme con una dulce expresión de felicidad, tomé su semen con mis dedos y lo llevé a mi boca, lo saboreé con un "mmmmm", tomé más semen y se lo dí a probar.
Me chupó los dedos como si fuera la más lujuriosa de las pijas, con la misma intensidad con que le hubiera chupado la verga a mi "cliente".
Para que sus piernas descansaran, sin dejar de cogerlo, con toallitas húmedas limpié todo el semen de mi pecho y de su pubis, sin sacársela lo giré, y de a poco, con toda la habilidad que me había dado el yoga, y con su ayuda, fui maniobrando su cuerpito para dejarlo boca abajo completamente acostado en el centro de mi cama.
Mi lindo policía sonreía, con su mejilla apoyada en mi almohada, mientras yo, completamente apoyado en su espalda, seguía taladrando suavemente su culito, que a esta altura estaba completamente mojado por sus mocos rectales y mi preseminal, y abierto de tal manera que hasta le podría haber metido mi puño sin que le doliera, pero esas cosas no me gustan.
Así seguimos por otra media hora, sexo delicioso para él y para mi, pero de nuevo los huevos de mi bello oficial de policía querían hacer disparar su arma.
Lo puse en perrito y comencé a moverme de forma de excitar más su "punto G".
En segundos las caricias de mi pija a su próstata dieron su fruto y Mati largó, entre gemidos, ayes y contracciones de su esfinter, su segunda carga de leche, tan abundante como la primera.
Se relajó tanto que cayó sobre su propio semen y casi se le sale mi pija del culo.
Seguí dándole, aún me faltaba hacerle sentir algo más, y hasta no lograrlo no pensaba sacársela.
-Perdoname amor, te ensucié la cama.
-No te hagas problemas Mati, ya los juguitos de tu culito lo habían manchado, gozá poli, gozá, disfrutemos de esta noche amor.
-Con caca?, me preguntó asustado.
-No mi amor, te mojaste como si tuvieras concha Mati, quedate tranquilo, estás limpita.
-Limpita? Limpito mi amor, soy hombre.
-Si mi amor, sos hombre, sos mi nene especial, mi putito dulce que mutó su culito en conchita mojada.
– Así está mejor!, dijo regalándome una sonrisa deliciosa.
-Mi conchita es toda tuya, amorcito.
Lo volví a girar y lo llevé contra la cabecera de la cama, le limpié cuidadosamente los restos de semen y lo acomodé con las piernas flexionadas.
En esa posición tan femenina comencé a bombearlo ahora con más intensidad y meneando mi pija en su culito para alcanzar cada rincón y cada fibra nerviosa de su esfínter.
Matías volvió a casi llorar de placer, pero su pija y sus huevos ya no eran parte del juego, su linda verga reposaba dormida diminuta en su pancita, como pijita de nene.
20 minutos más tarde abrió los ojos desmesuradamente y se quedó quieto.
Su esfinter comenzó a contraerse nerviosamente, la tibieza que le regalaba a mi verga se convirtió en calor intenso y luego una descarga de su juguito rectal salió para volver a lubricarlo.
En instantes su ano se relajó tanto que ya mi pija nadaba en su canalito.
Su cuerpo se aflojó, sus brazos cayeron, también sus piernas, quedó hecho una piltrafita pero con una expresión de felicidad y paz en su rostro como nunca había visto.
-Estás bien Mati? Con apenas un susurro, me respondió
-Nunca estuve mejor.
Que me pasó Doctor, que me hiciste?
-Yo?, nada taquerito.
Tu culito lo hizo.
-Hacémelo de nuevo, Lucas!
-Ya no mi amor, es mi hora.
Descansá un poquito.
Se la saqué y con las toallitas húmedas le limpié todo el culito, la rayita, las nalguitas, las bolas cremosas de juguito y restos de su propio semen, el frescor de las toallitas ayudaron a cerrarlo un poquito y dejarlo listo.
Lo llevé de nuevo al borde y se la clavé.
Comencé un mete y saca furioso, largo, su cuerpo se bamboleaba, lo levanté y lo llevé ensartado al living.
Lo puse de rodillas en el sillón, con sus brazos en el respaldo.
Le di con todo.
Matías se quejaba y decía sin parar -rompeme todo, haceme lo que quieras, soy tuyo, soy tuyo, llename de tu leche de macho, sos mi macho Lucas, haceme lo que quieras, soy feliz, soy feliz, soy feliiiiiz!
Cuando sentí que ya me venía, lo coloqué boca abajo y apoyado sobre su espalda, acabé dentro de su culito.
Matías levantó la cabeza, me acarició como pudo y sólo me dijo "gracias".
Nos quedamos un rato uno sobre el otro, nuestras respiraciones agitadas bajando de a poco, nuestros cuerpos sudorosos y calientes bajando de la nube de exitación a las que nos había llegado mi orgasmo y su delicioso culito.
Se la saqué y lo dejé solo un instante.
Saqué el acolchado manchado y abrí las sábanas.
Lo cargué como novia nuevamente, lo deposité sobre las sábanas frescas y me acosté a su lado.
El reloj marcaba la 1:30 de la mañana.
Enseguida me abrazó, me senté contra el respaldo de la cama, el poli se acomodó entre mis piernas y apoyó su cabeza en mi pecho.
Yo lo rodeé con mis brazos y nos quedamos un rato en silencio.
-Cómo estás putito?
-Feliz como nunca lo estuve.
-No te importó dejar de ser un taquero arrogante?- Se puso serio, me miró a los ojos.
– Perdoname amor, no soy así, pero soy cana y me enseñan a ser así.
Además amor, sos mi segundo hombre y yo quería que creyeras que era un tipo experto, que me las sabía todas.
Yo soy un poli, y hasta comiéndome la pija quería ser poli.
-Cómo, cómo?
El oficial Sánchez me contó su historia.
Desde chico sentía atracción por los hombres, pero nunca se había animado.
Había entrado virgen a la escuela de policía, virgen de culo y virgen de pija.
Como él vivía lejos, los fines de semana no regresaba a su casa quedándose solo en la cuadra de cadetes.
El sargento Miranda, un tipo de unos 40 años, evidentemente le sintió el "olorcito a puto" y un sábado, medio de prepo, medio consentido, lo desvirgó.
Durante un año y medio el sargento Miranda se lo cogió durísimo todos los fines de semana, más las noches de guardia más alguna otra noche con alguna excusa para hacerlo ir a su chalet, ya que vivía en la escuela.
En junio del año pasado, lo descubrieron in fraganti culéandose a otro cadete.
Al pobre pibe le dieron la baja deshonrosa y al sargento lo transaladaron a una comisaría donde seguramente ahora se debía estar cogiendo algún otro oficialito joven.
Se decía que en un par de años todo se olvidaba y el sargento Miranda iba a volver a la escuela.
Desde junio, nadie más lo había cogido.
No me había equivocado, Mati era el nenito dulce que yo había imaginado la primera vez que hablamos.
Se había puesto la coraza de poli machote, mandón y pedante porque le habían enseñado que "así debía ser un poli" con o sin uniforme.
Desde esa noche somos pareja.
No, no vivimos juntos, un poli no puede vivir con un macho, un poli nunca es puto, aunque en la escuela seguro a alguno le siguen rompiendo el culo.
Ahora es vegetariano y le enseñé las técnicas zen.
Para qué?, para su bien.
Y para el mío, o se creen que no me gusta la verga?
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