El Pordiosero
Como un indigente cambió la vida de una familia….
Una de las cosas que a Lucas le gustaba de vivir en ese barrio, era que siempre que regresaba a su casa de la secundaria se encontraba a Nacho sentado en alguna de las bancas del parque. Éste no era otro que el indigente que se había instalado en el lugar hacía unos meses atrás y que siempre pedía limosna a todo el que pasaba por allí, viviendo de la caridad de los habitantes del barrio. Él era un hombre joven, rondando los treinta años, de piel blanca pero algo curtida por el sol, de cabello castaño desalineado y del mismo color era su densa y enmarañada barba; además tenía unos impresionantes ojos verdes y facciones atractivas debajo de todas esas greñas y suciedad. Y como era de esperarse, el mendigo siempre llevaba la misma ropa, prendas usadas y unas cuantas tallas más grandes que su físico delgado, llenas de todo tipo de manchas y agujeros, por donde se asomaban los vellos de su peludo cuerpo; cosa que le causaba mucho morbo al hormonal de Lucas, de 16 años de edad.
– ¡Hey Nacho! ¿Cómo vas el día de hoy…? —Se aventuró a hablarle el chico, cosa que nunca había hecho antes; por lo que se sentía algo nervioso.
El hombre se quitó los audífonos que tenía puestos, de lo que tendría que ser un viejo y bastante gastado discman, y le hizo un gesto de que no le había escuchado.
– Eh…te preguntaba que como ibas el día de hoy… ¿Ya hiciste algo de billete?
– Ni pa’ pagarme una puta me ajusta. —Le contestó Nacho con una confianza que sorprendió al muchacho– Apenas me alcanzó pa’ estas cervecitas.
Y en eso el vagabundo alzó la botella de cerveza que traía en mano y Lucas vio un par más vacías al costado de la banca, y pensó que si gastara el dinero en mejores cosas quizás le fuera mejor.
– ¿Por qué no me das algo de dinerito, eh chaval? —Prosiguió el limosnero– Se te ve bien alimentado, por lo que seguro tienes mucha plata.
Ese último comentario era en alusión a que Lucas es un chico blanquito, de cabello negro liso y bastante gordito; cosa que afectaba un poco su autoestima.
– Pues justamente me han dado mi mesada, pero no veo porque debería darte mi dinero gratis.
– ¡No me jorobes, gordito! Si tienes el billete, no seas maldito y dame un poco aunque sea.
– Mi papá siempre me ha dicho que nada en la vida es gratis. Y él también dice que todos tenemos que trabajar para ganarnos el dinero.
– Pos yo chaval soy un bueno pa’ nada. —Le dijo dándole otro trago a su cerveza.
– No lo creo, para algo bueno has de ser. Además, todos tenemos una cualidad especial.
– Pa’ lo único que sirvo es pa’ coger. Y de especial lo que tengo es… —Y en eso se desabrochó su desgastado jean y hurgando con la mano izquierda sacó sus genitales, falo y testículos– ¡Esto!
Los ojos de Lucas casi se salen de sus cuencas, pues él nunca antes había visto en vivo y en directo el rabo de otro hombre, y ciertamente no esperaba que la verga de ese indigente fuera de esas proporciones tan colosales. Aquel miembro masculino, aun estando flácido, era muy grande y grueso, incluso mucho más de lo que el chico lo tiene en erección. Y aparte de verse tan rollizo y macizo, tiene un impresionante y abultado glande que se sale de su arrugado prepucio.
Y aquellos huevos eran imposiblemente enormes, colgando pesados y cubiertos de los mismos rizos oscuros y sucios que brotaban de la greñuda y apestosa entrepierna de Nacho.
– ¡La tienes gigante! —Y el muchacho se empezó a sentir más nervioso y podía sentir como sus axilas sudaban mucho. Él tendría que ver a los lados para cerciorarse de que nadie los estuviera observado, pero no podía separar su mirada de aquella extraordinaria y suculenta hombría.
– ‘Tonces chaval, ¿me darías tu plata por esto peludo, grandote y caliente? —Le preguntó el mendigo, en lo que con su mano sujetaba aquel gordo trozo de carne viril y lo sacudía por la base para enfatizar lo voluminoso que era.
– Eh…pues este… Si…si me dejas mamártela te daría todo mi dinero. —Le respondió Lucas, experimentando severas palpitaciones y traspirando frío por lo nerviosísimo que estaba; ya que, si Nacho decía que sí, esa sería su primera experiencia sexual.
El vagabundo se sonrió y tomó otro trago de la cerveza que sostenía en la derecha, mientras con la otra mano seguía meneando el pedazote; retrayendo el pellejo y luego volviendo a cubrir un poco su glande, casi como si ya comenzara a pajeársela ahí mismo, en medio del parque.
– ¿Así que eres uno de esos putos a los que les gusta la verga, eh?
– ¡¿Quieres el dinero o no?! —Le espetó el chico, logrando sonar lo más resuelto posible– Es eso o nada… Es billete fácil y lo sabes. Y así podrás tener más cervezas…y hasta una puta.
– ¡Chaval eres un cabrón! Pos si quieres esta vergota, ¡es toda tuya! —Y el limosnero se la empezó a jalonear más, que Lucas notó como aquel morcillozo miembro se endurecía palmo a palmo.
– Bien, pero no aquí…
Se fueron a un viejo edificio abandonado cerca del parque, que era justo el sitio que Nacho usaba para dormir. El lugar tenía todos los vidrios de las ventanas rotos, le faltaba una considerable parte del techo y el piso parecía ser de tierra de tanto polvo acumulado. Además, todas las paredes de bloque gris estaban llenas de grafitis obscenos y por todos lados había regada basura, restos de construcción, llantas y todo tipo de otras cosas.
El indigente ya se había quitado la camiseta, mostrando ese pelo en pecho que tanto excitaba a Lucas; quien ahora estaba de rodillas en el suelo mamando la tremenda verga de ese macho.
– ¡Qué bien te la comes, chaval! —Le dijo el vago de pie, con el jean por los tobillos y observando desde arriba como el muchacho se atoraba con la punta de su gran rabo– ¿Dónde aprendiste a mamarla así de rico, eh? ¿Tu papá te enseñó o qué?
Lucas recordó las veces que morboseaba con hombres en el internet y se dio cuenta de que todos son iguales, todos son unos depravados que se calientan con la imagen de un hijo mamando la verga de su propio padre; así que pensó que lo mejor sería seguirle el juego al perverso mendigo.
– Mmmm…sí…Mmmm…—Le respondió entre las chupadas que le daba a ese duro falo– Pero mi papi no la tiene tan inmensa como la tuya…Mmmm…ni por cerca…Mmmm…
– Sí que eres todo un putito. —Y Nacho escupió a un costado– ¡Cómemela como se lo haces a él!
Ahí el chico sintió como aquel hombre le empujaba en la boca más de su verga, que el glande le tocaba la campanilla y él sentía que las comisuras de sus labios se iban a rasgar.
– ¡Ooohhh…joder! —Continuó el vagabundo entre jadeos– Hacía tiempo que no me ordeñaban las bolas…Ooohhh… Ya veremos cuanto aguantas atragantarte, gordito. ¡Cómetela toda!
Y con eso el sádico macho tomó al muchacho por el cabello y comenzó a follarle por la boca con fuertes movimientos de pelvis, metiendo medio rabo hasta la garganta de Lucas y haciendo que este tuviera unas violentas arcadas.
A pesar de que aquella era la primera felación de ese adolescente y que el semental al que se la hacía era tosco y brusco con él, lo cierto es que el chico demostró aguante y un talento innato; cosa que complació al limosnero, quien sólo había aceptado por el dinero involucrado.
Y después de una de esas tantas embestidas bucales, el vago dejó que el muchacho respirara.
– Esto le va a dar más sabor a mi vergota, putito. —Dijo Nacho al tiempo que empezaba a verter el contenido de la botella por todo su erecto falo– Y cuidadito con desperdiciar que me cuesta.
Pronto aquella cálida cerveza comenzó a escurrir por todo ese aparatoso miembro masculino; desde la hinchada punta, con restos de sebo pegados, por todo el venoso tronco y terminar goteando por los orondos y velludos huevos. Rápidamente Lucas se dispuso a lamer aquel líquido, pasando su lengua por todos esos frondosos genitales, en lo que degustaba los sabores mezclados de esa salada verga, amargas bolas y los malolientes pelos púbicos; pues el hedor de la entrepierna de ese indigente era tan intenso que el chico hasta lo podía saborear también.
– Eso es gordito, lámelo bien todo. ¡Así me gusta! Uff…eres todo un cerdito bien obediente.
– Mmmm… ¡Slurp~! Podría pasarme horas mamándotela…Mmmm… ¡Slurp~!
– Sabes cerdito, tengo unos amigos a los que les gustaría que les comieras la verga así de bien. Nosotros los vagabundos necesitamos algo como esto pa’ alegrarnos el día.
Lucas sabía que a Nacho le calentaba la idea de imaginarlo a él mamándosela a sus amigos mendigos, y la verdad es que, si esos otros hombres la tenían así de formidable y rica, el chico lo haría con gusto y hasta les pagaría encantado.
– Realmente quiero que me la metas por el culo. —Le confesó el muchacho– Pero como soy virgen y la tienes tan gigante me da miedo que me lastimes…
– Putito, aunque te la metiera despacito, tu culito no la aguantaría. Tardarías días pa’ poder sentarte otra vez. Ni las putas expertas la resisten.
Aquella advertencia debió aplacar la lascivia del adolescente; pero no fue así, todo lo contrario, se excitó tanto que se desvistió, sacándose todo el uniforme excepto por las zapatillas.
– ¡Dale, cógeme! —Le pidió Lucas boca abajo en el suelo y usando ambas manos para separarse sus enormes y redondas nalgas, abriéndose el esfínter lo más posible– Pero suavecito por favor.
Aquel ano era rosadito y sin un tan solo pelito, cosa que le gustó mucho a Nacho; el cual estaba tan caliente que ya no le importaba que ese traserote fuera el de un chico y no de una mujer.
– Pos prepárate cerdito, porque por esto te cobraré extra. —Y el limosnero se puso en posición, embocó su colosal mazo fálico y comenzó a empujárselo dentro del culo al muchacho.
– ¡¡AAAHHH!! ¡Para! ¡Ya no! ¡Es demasiada verga! ¡Ya no! ¡Cambié de opinión, para por favor!
– ¡No me jorobes, cabrón! ¡Ahora te jodes! —Y el despiadado de Nacho hizo más fuerza y de un empujón le logró clavar dentro del recto su gran glande, sintiendo como ese ano se rasgaba.
A Lucas le temblaban las piernas, mientras aquel indigente le continuaba clavando más de su rollizo rabo. El abatido adolescente experimentaba un dolor tan agudo que creyó se desmayaría, hasta le faltaba el aire y pensaba que se iba a cagar ahí mismo. Por su parte, el vago seguía metiéndosela cada vez más, usando para ello toda la potencia de su pelvis y su misma virilidad; sintiendo delicioso como ese gordo trasero trataba de resistirse.
– ¡¡AY NO!! ¡Basta! ¡Me lastimas! ¡Ya no, por favor! ¡Me duele mucho! ¡Basta!
– ¡Te voy a coger completo! —Le dijo en lo que la mitad de su vergota estaba adentro– Descuida putito, el dolor pasara o eso creo… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja~!
Todos los machos son iguales, todos son unos degenerados que se ponen más cachondos con la idea de reventar un tierno y virginal culito joven.
Entonces aquel mendigo continuaba montando por detrás a Lucas, estrujándole las nalgotas y taladrándole el recto con poderosos movimientos de meter y sacar; hasta que finalmente pudo introducirle sus ‘24x8cm’ de impresionante verga. Nacho alucinaba con lo bien que se la estaba pasando follando a ese chico de 16 años, que ya sudaba a chorros por culpa de todas sus enérgicas y salvajes embestidas; cosa que intensificaba la peste, que hasta había moscas sobre ellos.
– Eso es cerdito, aprieta más tu gordo culo. —Exclamaba el sucio macho, sintiendo como aquellas entrañas parecían quererle exprimir el rabo– ¡Uff…qué ricura, joder! ¡Ooohhh…!
Aquellos eran espasmos anales que el muchacho tenía de manera involuntaria, mientras su agonía seguía y ese mazo fálico le machacaba todo por dentro.
– ¡¡AGH!! ¡Me estas partiendo en dos, desgraciado! ¡Ay…ya no más!
– Pero bien que te gusta, putito. Y apuesto a que a tu papá le encantaría ver cómo te lo parto.
Aquello se prolongó bastante, ya que el vagabundo en verdad era todo un semental rompe-culos; que necesitaba mucho tiempo para poder eyacular, teniendo que cogerse a Lucas en diferentes posiciones. Hasta que por fin se corrió, llenándole todo el colon con su espeso semen al chico; quien, cuando todo eso acabó, apenas y podía caminar del dolor, sintiendo como su ano estaba destrozado y como le escurría por el interior de sus rollizos muslos la caliente esperma del vago.
…
Esa tarde don Román manejaba rumbo a casa, en lo que le pareció ver salir del viejo edificio abandonado cerca del parque a su hijo mayor y este no iba solo, lo acompañaba el limosnero que él veía por allí siempre que regresaba de la oficina. No le dio mucha importancia, hasta que lo mismo ocurrió al día siguiente; entonces una vez en casa le preguntó a Lucas qué hacía en ese lugar y más importante aún, qué hacía con el indigente del barrio. Su primogénito le contestó que era que él había decido ayudar al pobre hombre, ofreciéndole dinero a cambio de trabajo.
Aquella historia no cuadraba del todo y a pesar del nerviosismo que le sintió a su hijo, terminó creyéndole. Pero a decir verdad, aquella idea le quedó dando vueltas en la cabeza; hasta que él también decidió poner de su parte y ofrecerle una mano a ese menos afortunado.
Así fue como el maduro de casi los cincuenta años, uno de esos tantos días al volver de la oficina, pasó por el parque y fue a buscar al mendigo para hablar con él:
– Hola, buenas. Tú eres Nacho, ¿cierto? —Y cuando vio la expresión del vago, extrañamente se sintió muy nervioso– Eh…mi esposa creo que te ha dado algo de ropa… Sí, de hecho, esa camiseta que traes puesta era mía. Veo que te queda algo grande… Je, Je, Je…
– Puede ser, ¿pero y qué? ¿Pasa algo malo con eso?
– Oh…no, no… ¡Todo está bien! —Y el robusto hombre se sintió sudar en exceso– Eh…es sólo que he visto que mi hijo, Lucas, te ha estado ayudando todos estos días…
Nacho se quedó viendo al sujeto de traje y corbata que tenía delante, mientras ataba los cabos.
– Ah…sí, ¿el gordito? Sí, su hijo me ha estado dando plata por unos trabajitos que le hago.
– Hmmm…ya veo. Pues yo pensaba hacer lo mismo y ofrecerte algo de trabajo en mi casa.
El vagabundo aceptó sin requerir muchas explicaciones; por lo que se montó en el auto del padre de Lucas y lo acompañó a su casa. Cuando llegaron, don Román llevó a Nacho al patio trasero y le indicó cuales serían las tareas que tendría que hacer. La mayoría eran cosas de jardinería, pero también tenía que trasladar varias cajas y cosas pesadas del garaje a la bodega; todo a cambio de algo de dinero y una buena comida caliente al final del día.
Y justo en el momento que el recién contratado indigente estaba moviendo unos pesados fierros, el oficinista volvía para revisar la labor realizada. Ahí el maduro padre de familia se sorprendió un poco, pues Nacho estaba con el torso descubierto y a pesar de ser delgado, éste estaba todo marcado, en especial del pecho y los brazos.
– Veo que te viene bien el trabajito para mantener el físico. —Le dijo en tono casual.
El vago sólo se lo quedó mirando, le sonrió levemente y siguió con la faena, sudando mucho; que todos los pelos de su cuerpo se le pegaban a la piel y su hedor a sobaco de macho ya era el triple. En contraste, el hombre de mediana edad y al igual que su hijo, es blanco y de cabello oscuro; aunque se estaba quedando calvo; y es también muy gordo, con una prominente panza, y algo lampiño, excepto por sus axilas, ingle y el tupido bigote que lleva en su regordete rostro.
– ¿Y vives en ese viejo edificio? —Prosiguió tratando de hacer conversación– Imagino que ha de ser duro dormir allí por las noches.
– Uy sí, patroncito. Me hace falta el calorcito al lado; pero pos siempre me hago varias pajas.
Don Román se asombró con esa contestación, pues su comentario no iba por esa línea.
– Eh…sí, claro…lo entiendo. Así estoy yo ahora que mi mujer anda de viaje. Ya me puedo imaginar cuanto te hará falta la compañía femenina… Je, Je, Je…
– La que sea, jefecito. Pa’ las ganas que siempre ando, cualquier hoyo caliente es bueno.
Eso último lo incomodó todavía más, así que le dijo que cuando terminara pasara por la cocina.
Después de darle de cenar, y compartir un par de cervezas con él, el dueño de casa le ofreció al limosnero la oportunidad de tomar una ducha; la cual fue aceptada. Y al tiempo que Román le mostraba el baño a Nacho, este prácticamente se desvistió frente a él sin ninguna inhibición, y con semejante hombría colgándole entre las peludas piernas, no tendría por qué tenerla; era fijo que éste se sentía orgulloso de su excelsa virilidad y la presumía con orgullo.
– ¡Menudo rabo te cargas, Nacho! —Dijo el maduro, sintiéndose muy desmasculinizado, viendo a aquel mendigo completamente desnudo y con ese asombroso falo balanceándose junto a ese par de tremendos huevos, que seguramente estaban repletos de muchísimo semen.
– Gracias, patroncito. No me puedo quejar. —Y abrió la regadera, dejando la cortina abierta.
Ahí don Román se quedó inmóvil, como un tonto, mirando ido a aquel indigente enjabonarse las velludas axilas y luego pasar a hacer lo mismo con su flácida, pero bien carnosa vergota. Y cuando él pudo reaccionar, tomó del piso la ropa sucia de Nacho y le dijo que la metería en la lavadora, y después de eso se marchó sintiéndose bastante avergonzado y algo extraño.
Al regresar, justo encontró al mendigo secándose las colosales bolas con la toalla, cosa que causó que él casi se atragantara con esa asombrosa imagen. Entonces le prestó uno de sus calzonetas, la cual hubo que ajustar con una correa por la drástica diferencia de cintura, y sin darse cuenta acabó invitando al vagabundo a quedarse a dormir, y por supuesto éste aceptó encantado.
Ya más avanzada la noche, Román no podía conciliar el sueño; pues se reprochaba el haber sido tan impulsivo y dejar que ese indigente pasara la noche en su casa, siendo un perfecto extraño que podría robarles o peor. Así que decidió dejar de dar vueltas en la cama y se fue en pijama a revisar cómo estaban sus hijos y luego bajó para chequear a Nacho. Cuando llegó a la sala, la sorpresa fue hallar a aquel hombre con su grueso miembro masculino de fuera, erecto y escandalosamente enorme; mismo que era atendido con ambas manos en una inequívoca paja.
– ¿Qué pasó, jefecito? ¿Se le olvidó algo? —Preguntó el mendigo desde el sofá, sin inmutarse por haber sido descubierto; de hecho, parecía muy relajado y continuaba tranquilo masturbándose.
– Eh…no… Sólo bajé a la cocina para…para… —Y don Román no pudo evitar nuevamente quedarse ido viendo aquel insuperable trozo de carne viril– ¡Sí que la tienes enorme!
El vago simplemente se rio al ver la cara pasmada del rollizo maduro que ahora tenía enfrente y siguió jalando su macizo rabo con una mano, mientras con la otra se estrujaba sus huevotes.
– Oye Nacho… No… ¿No necesitas que te eche una mano con eso…?
Y sin darse cuenta, el padre de familia estaba hincado en el piso de su sala, en medio de las piernas del vagabundo y con su falo entre las dos manos, masturbándolo a buen ritmo; en lo que el macho barbón y peludo sólo lo miraba con rostro complacido, de ver lo bien que ese gordo le ordeñaba su vergota. Don Román también estaba excitado, la prueba estaba en que su propio miembro palpitaba duro debajo del pantalón de su pijama; escurriéndole mucho líquido seminal, que ya hasta tenía una extendida mancha de viscosa humedad en toda la ingle.
Para ese maduro, el estar jalando otra verga era muy morboso, siempre había tenido curiosidad de experimentar entre hombres, y el hecho de que su primer rabo ajeno fuera indiscutiblemente superior al suyo, lo calentaba demasiado.
– Sí que te cargas tremendo leño, Nacho. —Le comentó a la vez que le corría todo lo posible el venoso prepucio, descubriendo ese rosado y abultado glande; el cual también babeaba muchísimo.
– ¿Le gusta, patroncito? ¿Por qué no le da una probadita? Se nota que quiere.
El limosnero no mentía, a Román se le hacía agua la boca. Entonces no lo pensó más y como pudo engulló todo lo que le cupo de esa vergota. El indigente soltó un suspiro de placer y se quedó viendo con mirada lasciva como ese oficinista panzón, medio pelón y de bigote le comía la hombría tan bien como su hijo Lucas; que hasta pensó que sería una habilidad heredada.
El confundido hombre estaba ya mamando de lleno aquel suculento y carnoso garrote viril, todo lo que él lograba atorarse hasta la faringe; sobrellevando las arcadas iniciales, al punto que pronto cesaron y el maduro hogareño chupaba y lamía a gusto todo ese formidable mazo fálico.
– Sabía que le iba a gustar, jefecito. —Le dijo el mendigo en el momento en que tenía a don Román succionándole una a una sus inmensas bolas velludas y luego éste le pasaba la lengua por todo el tronco de la verga, tragándose los jugos seminales y los restos de su propia saliva de las mamadas previas– Pos desde que me quedó viendo tanto, supe que era un puto cerdo.
El otro hombre pensó en defender su sexualidad, negando esas palabras; pero no pudo o no quiso, pues ya estaba de vuelta comiéndole furiosamente el glande y casi medio rabo.
Y sin aviso, el vicioso vagabundo empezó a eyacular dentro de la boca de Román. Este al sentir los primeros espesos y fuertes disparos de esperma entrar por su garganta, trató de apartarse y sacarse la vergota de Nacho; pero le fue imposible, ya que el indigente había puesto las dos manos sobre su calvicie y lo empujaba hacia abajo con fuerza, evitando que se pudiera zafar y obligándolo a tragar chorro a chorro toda la cuantiosa carga seminal de sus bolas.
En eso el dotado macho se dio cuenta que el maduro estaba atorado y le faltaba el aire; pues incluso parte de su semen chorreaba por la nariz del otro hombre, escurriéndole a borbotones hasta el bigote; así que lo liberó y don Román tosiendo esperma logró recuperar el aliento. Aunque lo más sorprendente fue que Nacho no había terminado y jalándosela rápidamente con la mano, le arrojó a la cara al pelón el resto de su viscosa esperma.
– ¡Ahora límpiamela bien, puto! Y no quiero que desperdicies ni una gota, cómete toda mi leche; incluso la que se cayó al piso. ¡¿Te queda claro, cerdo?!
– Sí, señor. —Y el nuevo sumiso hizo lo que se le ordenó, comenzado por relamerse el bigote.
Y un par de horas después de eso, Lucas bajó para encontrar dormido en el sillón al semental; al cual despertó y cabalgó por largo tiempo, logrando sentarse y clavarse entera esa nervuda vergota peluda, y ordeñar con su culote gordo a ese macho vago dos veces más esa noche.
…
Sonó el timbre y don Román corrió a atender. Al abrir la puerta, del otro lado estaba el viril y varonil limosnero de ojos verdes, greñas castañas y larga barba desalineada. Éste traía la ropa sucia otra vez; ya que tenía varios días de no haberse aparecido y por la misma razón apestaba sumamente fuerte como de costumbre; aunque al maduro hombre eso no le molestaba, a decir verdad, le excitaba oler el alcohol mezclado con el hedor a sobaco de quien ahora era su macho.
– Ya me estaba preocupando. Pensé que no vendrías. —Habló el dueño de casa mientras lo dejaba pasar– Ya me urgía verte, Nacho. Pero te pido por favor que no hagas mucho ruido, mi hijo menor está arriba durmiendo.
– ¿Tienes cervezas? —Fue la respuesta del indigente, en lo que se sacaba la manchada y traspirada camiseta, dejando al descubierto su hediendo torso peludo.
En cuestión de minutos, Román estaba totalmente desnudo con todo su flácido y pálido cuerpo en posición para recibir de perrito la virilidad de su sucio semental; el cual estaba de rodillas detrás de su trasero regordete y ya le estaba metiendo media verga por el recto. Eso ya se había vuelto recurrente entre ellos, un acuerdo en que Nacho se dejaba mamar la verga y se cogía a Román tantas veces era posible; todo a cambio de que este último le pagara por esos servicios. Pero aun así, al Vagabundo siempre le costaba meterle entero todo su formidable falo al maduro hombre; cosa que le encantaba, pues aquel rechoncho culo era una delicia de caliente y estrecho, y el ano siempre parecía rasgarse cada vez que él se la clavaba hasta el grueso y peludo pegue.
– ¿Te gusta qué te parta el culo en dos, no es así puto? —Le dijo el vago, en lo que se echaba otro trago de la botella de cerveza que tenía en una mano y con la otra le propinaba unas sádicas nalgadas a ese gordo trasero, dejándole las rojas marcas de su palma.
– ¡Ay…sí! ¡Destrózame! ¡Métemela toda, por favor Nacho! —Le suplicaba el sumiso de don Román, tratando de no gritar; pero el delicioso dolor que sentía cuando el limosnero lograba introducirla completa, lo hacía gemir demasiado y con una mano se pajeaba como loco su propio rabo.
Al cabo de un rato los borbotones de semen del indigente comenzaron a brotar de su ojete e inundar las entrañas del padre de familia, mismo que también eyaculaba en el piso de su sala. Luego el macho mendigo se la sacó y con un par de jaladas más terminó de soltar el resto de su esperma por toda la espalda y fofas nalgotas de Román.
– Ahora date la vuelta cerdo y límpiamela.
– Sí, señor. —Le contestó el otro hombre; quien a gatas se giraba, y con la boca y lengua limpiaba los restos de semen y sebo del morcillozo miembro masculino de Nacho.
Y cuando el gordo sumiso había acabado con la verga, se puso a mamarle las bolas al vago.
– Abre bien. —Y le escupió dentro de la boca– Ahora tráeme otra cerveza, puto.
Y cuando don Román regresó de la cocina con otra botella helada, vio maravillado como el recio y viril vagabundo se estaba masturbando su nuevamente erecto trozo de carne de macho. Así que él se acotó boca arriba en uno de los sofás, se abrió lo más que pudo de piernas, agarrándose los regordetes muslos, y le suplicó al vagabundo que lo follara otra vez. Ahora el que pedía limosna era el oficinista y no el limosnero.
Nacho le encajó completa su vergota y de una sola clavada, ya que el esfínter del gordo había quedado tan estirado que hasta le podría entrar un puño entero. Pero en lo que le taladraban durísimo el culo, el maduro recibió una llamada a su móvil y como se trataba de su jefe tuvo que atender; todavía recibiendo las embestidas del semental. Casi que no pudo hablar para no dejar escapar gemidos de dolor y placer; pero quedó claro que debía ir de urgencia a la oficina. Entonces tuvo que zafarse del agarre fálico del indigente, quien no quería parar por lo arrecho que seguía; por lo que Román le pagó el doble. Y ya vestidos y en la puerta, recordó a su hijo.
– ¡Samuelito! ¡Está arriba, no me puedo ir y dejarlo solo!
– Pa’ que esté tranquilo, yo me puedo quedar hasta que regresé.
El hombre lo dudo por unos segundos; pero luego recordó que tenía semanas de intimar con ese indigente y realmente sintió que podía confiar en Nacho.
La primera hora pasó sin novedad; con el mendigo acabándose las cervezas de la heladera, mientras veía cómodo la televisión de la sala. En eso bajó del segundo piso Samuel, de 7 añitos, restregándose los ojos con los puños y bostezando.
– Hola, Nacho. —Dijo el niño sin extrañarse de encontrar al vagabundo sin camisa en el sillón, pues el pequeño se había acostumbrado a verlo seguido por casa– ¿A dónde está mi papi?
– Tuvo que irse pa’ el trabajo y yo me quedé pa’ cuidarte. —Le contestó en lo que Samuelito se sentaba a su lado para ver la tele con él– ¿Y tú no tendrías que estar en la escuela?
– Hoy no fui porque me sentía mal.
– Pos yo te veo bien. Seguro es que no querías ir. —Y agarró del cuello al infante con el brazo y con la otra mano le empezó a dar suaves coscorrones, alborotándole el cabello negro a modo de juego; pero aquello acercó el rostro del niño al velludo torso y traspirada axila del vago.
– ¡Ya! No molestes, Nacho. —Y éste lo soltó– ¡Oye, apestas! ¿Hace cuánto que no te bañas?
– Apesto a hombre. Y tú nenito, ya deberías irte acostumbrando a cómo debe oler un macho.
Y nuevamente el indigente tomó a la fuerza a Samuel y lo obligó a pegar su carita contra uno de sus nauseabundos y peludos sobacos.
– ¡Chúpalo! ¡Lámeme los pelos! Y así te harás hombre más rápido… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja~!
El niño se logró zafar, tosiendo del asco y con los ojitos llenos de lágrimas; pero sólo le dijo:
– ¿Es eso cierto? ¿Eso qué dices…?
– Pos claro, nenito. ¿Y es que tu papá no te lo ha enseñado todavía? Entre más estés así con un hombre, un macho peludote como yo, más rápido te saldrán pelos a ti. ¿O no te gustaría eso?
– Sí, sí quiero… Ya quiero hacerme grande. —Confesó el inocente de Samuelito.
– Pos empieza a chupar. —Y Nacho se recostó en el sofá, colocando sus brazos tras la nuca, para que sus axilas llenas de apestosos rizos marrones quedaran al alcance del pequeño.
Entonces el engañado de Samuel se puso a la tarea de lamer los sobacos del mendigo. Asco o no, el decidido niño le exprimió con la boquita todo el sudor de esos pelos axilares y con la lengua se los ensalivó hasta casi dejárselos limpios.
– Saben bien amargo. —Dijo cuando terminó y se separó del vagabundo, restregándose los labios con el dorso de una de sus manitos. Y en eso lo vio, la abultada entrepierna de Nacho; que parecía que su jean había levantado carpa de circo– Oye… ¿Qué tienes metido ahí…?
– Es mi verga. Me la has puesto muy dura, nene.
– ¡¿Qué?! ¿Tan grandota la tienes?
– Sí, ¿quieres verla, nenito?
Y como Samuelito afirmó con la cabeza, el limosnero se desabrochó el desgarrado jean y se sacó la erección de su miembro de 24cm de largo y casi los 8cm de sólido espesor.
– ¡¡QUE ENORME VERGA!! —Gritó el sorprendido niño– ¡¿Cómo es que la tuya es tan enorme?!
– Pos si me la chupas, la tuya crecerá más también. —Y el perverso vago se la sostenía firme con una mano por la base y con la otra se la pajeaba delante del pequeño; mostrándole como se le movía el carnoso y venoso prepucio con cada jaloneo y como del abultado glande le escurrían hilillos de un líquido viscoso y transparente que llamó la atención de Samuel– ¿Ve ese juguito? Si lo lames y te lo comes te pondrás machote como yo. ¿Quieres, nene?
El inocente infante volvió a caer en el engaño del vicioso indigente, y lo cierto es que el niño era muy curioso; así que, siguiendo las instrucciones de Nacho, aprendió a como masturbar aquel extraordinario y pesado pedazote de carne viril, y sin darse cuenta se la estaba mamando.
– Mmmm… ¡Slurp~! ¡Esto si me gusta mucho! Sabe dulcito… Mmmm… ¡Slurp~!
– Eso es… Oh…sí… ¡Ooohhh…así me gusta! Se nota que tú también eres un lechoncito bien putito.
El pequeño no entendió ese comentario; pero como estaba tan entretenido felando esa sabrosa hombría, no le importó y simplemente siguió chupando aquel rollizo glande, que era lo único que le cabía en la boquita; mientras que al mismo tiempo lo masturbaba con ambas manitos.
– ¡Ooohhh…joder! ¡Pero qué familia de putos cerdos que son…! —Y con eso la calentura morbosa de ese mendigo macho alcanzó niveles peligrosos, que una mamada no le bastaría.
Frustrado por antes no haber podido acabarle en el culo al padre, el vago se propuso hacerlo con el hijo de 7 añitos. Así que a la fuerza desnudó al avergonzado de Samuelito y lo acostó boca arriba sobre el sofá, le abrió de piernas y levantándoselas dejó al descubierto su tierno y lampiño culito de niño. Éste último no entendía lo que ese hombre le iba a hacer, hasta que un agudo y desgarrador dolor en su anito le hizo gritar otra vez:
– ¡¡¡AAAAGGHHHH!!! ¡¡ME DUELE!! ¡¡NO!! ¡¡PARA!! ¡¡PARA!!
– ¡Cállate lechoncito y deja de moverte tanto! —Le espetó el vagabundo, sujetándolo por el cuello para dejarlo quieto y así poder seguir empalándolo con fuerza. Al punto que logró meterle la punta de su mazo fálico dentro del exageradamente estrecho recto infantil.
Aquello se sentía delicioso para Nacho, en cambio el pequeño lloraba y suplicaba que lo soltara; pero el excitado indigente no se detuvo claro está. Aunque tampoco pudo seguir metiéndola más, puesto que eso era físicamente imposible y cuando sintió un líquido caliente escurrirle por la vergota hasta las bolas, el mendigo se aplacó un poco y no continuó empujando más de su rabo dentro; pero no lo sacó y en su lugar comenzó con un leve movimiento de “mete y saca”.
Entonces el mendigo ya estaba cogiéndose como podía al niño; usando una de sus manos para masturbar el resto de su verga, ya que sólo le podía bombear el culo con el glande, y con la otra manoseaba el regordete cuerpecito de Samuel; que al igual que su hermano y papá era gordito.
– Uff… Eres un lechoncito puto muy rico… —Le dijo el vago casi en la cara; pues Nacho se había encorvado, dejándose caer sobre el pequeño, y alcanzándole la boquita lo empezó a besar con lujuria desenfrenada, como si el nenito fuera una puta.
Eso le gustó mucho a Samuelito, que se dejaba de ese macho; mientras el dolor de su trasero no menguaba, aunque también sentía rico; que como pudo el niño le devolvió los besos pasionales al limosnero. Este último ya había vuelto a traspirar muchísimo por el calor de mediodía, que su peste a sobaco de macho se acrecentó al punto que hasta se habían metido varias moscas. Y finalmente, con un sonoro alarido masculino, el vagabundo se corrió. Una parte dentro de Samuel y la otra se la arrojó encima, en la carita, chichitas y pancita. Después de eso el hombre cargó al pequeño y se lo llevó al baño, donde ambos se ducharon y besaron nuevamente.
Resultó que aquel pordiosero terminó consiguiendo trabajo a tiempo completo, convirtiéndose en el macho semental de esa familia de cerdos maricones…
—El Fin.
Que delicia imaginar todo este relato. La parte final, donde besa a Samuel. que rico!
Me alegra mucho que te haya gustado 😛
Salu2 😉
Tienes un don para escribir. Me ha encantado
Gracias y salu2!! 😉
Ufff me encantan este tipo de historias morbosas, directamente a mis favoritas me da mucho morbo el tema del olor corporal, los machos peludos y dominantes y un extra si es un indigente, jaja la familia de cerditos que se vuelven perras del vago le da más morbo aún y eso que no hubo acción con más de uno de la familia. Gracias por este relato, las pajas que me haga quedarán a tu honor.
Pues muchas gracias por esa pajas en mi honor 😉 Son muy bien recibidas jeje… 😛
Y me alegra que esta historia haya tenido todo lo que te gusta y por eso ahora sea de tus favoritas.
Salu2!!
Ir leyendo como un indigente se cogía a una familia entera incluso a los menores es la cosa más morbosa que he leído, me encanto, imaginar a ese macho apestoso rompiendole el culo al hijo, luego al papá y al final al niñito uff, tienes un don para escribir relatos calientes
Muchas gracias Sketch0209, me alegra que lo hayas disfrutado y pienses eso… 😛
Salu2!! 😉
Ufff, me encanto, el dominio, el control, todo, solo una pregunta: ¿ podría haber una serie de este pordiosero?. Es un personaje genial.
Gracias, pero me temo que no.
Nacho ya está retirado de mis líneas literarias jejeje… 😛
Salu2!!
que excelente relato uffffff, pajas a nombre del autor de esta fantasia….
Gracias por tus pajas a mi nombre jaja 😉
Salu2!!
Ufff sin duda de mis relatos favoritos y uno de los pocos que elijo leer por placer incluso después de tantas veces*
Muchas gracias! Me alegra que sea de tus favoritos y disfrutes con cada releída.
Te invito a que leas los demás relatos de mi vasto compendio.
Salu2!!