EL PRIMER ORGASMO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Emmanuel.
Cruzaba la plaza central de mi ciudad y me crucé con Mario. Sonrió con alegría, nos dimos un apretón de mano seguido de un abrazo. Fue mi mejor amigo de la infancia. Éramos inseparables en la niñez. Cuando tenía 15 años emigró con su familia a otro barrio y la distancia fue menguando visiblemente nuestra comunicación. Cada uno siguió su propia vida. Hoy tenemos 25 años. Soy docente y además trabajo en la Empresa de mi padre. Mario es policía y está haciendo una excelente carrera.
Ambos íbamos apurados por lo que cada uno preguntó generalidades acerca del otro y luego nos saludamos con un beso en la mejilla. En Argentina ese gesto es habitual.
Después siguió su camino y no pude resistir mirar hacia atrás para observarlo. Su uniforme le quedaba formidable. Su camisa se perdía dentro del pantalón de policía siempre apretado. Espalda ancha, cintura atlética y un culo que se pronunciaba espléndido: redondo y levantado. Miré insistentemente esos glúteos que se movían en sintonía con el caminar viril de mi amigo y recordé:
“pensar que fue ese culo el que provocó mi primer orgasmo y él nunca se enteró que aquel día mi calzoncillo contenía por primera vez semen que derramaba a borbotones mientras lo tomaba de la cintura y mi pene se apoyaba con fuerza sobre él”.
Estaba mirándole cuando él también se dio vuelta y me saludó con una mano. Sonreí y seguí mi camino. Mis pensamientos se remontaron a ese día. Teníamos alrededor de 13 años. En la pubertad me di cuenta de mi orientación homosexual. Me gustaban muchos chicos aunque estaba enamorado de un adolescente de nuestra edad que vivía al frente de mi casa.
Mario me gustaba aunque no estaba enamorado de él. Provocaba mis deseos debido a que poseía un cuerpo musculoso. Desde niño él era sí. Me llamaba la atención sus piernas gruesas y fornidas. Cuando jugábamos a la luchita apretaba mi cuerpo al suyo y sentía un gusto que cada vez era mas audaz.
Mario sentía por mí un gran aprecio. Se sentía mi protector ya que mi aspecto físico era más pequeño y además porque no sabía pelear. Siempre me defendía.
Aquel día fue a buscarme como todas las tardes a mi casa y mi madre le dijo que me había mandado a llevar una caja a la casa de mi tía. Mario conocía ese domicilio y salió a buscarme. Cuando llegó me encontró que estaba merendando. Mi tía lo hizo pasar y también le sirvió la merienda. Estuvimos en esa casa como una hora y como anochecía nos despedimos de mi tía y regresamos.
Al salir de aquella casa pensé que iríamos caminando pues la bicicleta de él carecía tanto de caño como de parrilla. Solo tenía el pequeño asiento en el que ponía su trasero para movilizarse. Me dice: “¿querés que te lleve?”. Le respondí: “No entraremos los dos”. Él me dijo: “seguro que si. Yo necesito solo un pedacito, el resto del asiento úsalo vos”. Mi excitación irrumpió en el acto. Con solo imaginarme que iríamos pegados por esa situación sentí que se me paraba la pija. En la adolescencia sobran los motivos para la erección.
Me senté. Él se paró delante, hizo envión y en un primer momento no se sentó. Pedaleaba mientras movía su culo de un lado a otro para acelerar el movimiento de la bicicleta. Yo no veía la hora que se sentara. Estaba anocheciendo y eso ayudaba a la privacidad aunque estábamos en la calle. Después de una cuadra y con la bicicleta en movimiento se sentó. Me estremecí cuando sus nalgas posaron en mi pene que estaba duro y parado. Sus formidables glúteos arrinconaban mi verga y yo no me corría para atrás. Si lo hacía me caía de la bice. Lo aferraba de la cintura por la velocidad y esa posición pegaba nuestro cuerpo.
La situación llegó a su apogeo cuando tuvo que pedalear de nuevo, aunque esta vez no levantó su culo sino que lo dejó donde lo tenía sentado. Mi pene se apoyaba de punta a punta sobre esas formidables nalgas que tanto deseaba. El movimiento de sus piernas pedaleando producía que sus redondas nalgas se movieron rítmicamente al pedaleo y frotaran mi pene. Él no se daba cuenta de lo que producía. Yo me sentía por las nubes y poco segundos después experimenté una sensación nunca vivida. Se estremeció mi cuerpo entero y me invadió un gozo total y sentí que me salía semen a borbotones. Era la primera vez en mi vida que tenía un orgasmo.
En mi caso, no fue una masturbación la que me llevó a esa experiencia sino la fricción ocasional del hermoso culo de mi amigo sobre mi pija. Quedé con el calzoncillo mojado y puse mi cabeza sobre su espalda. Lo tomé fuerte de la cintura y no sé en que momento estábamos en nuestro vecindario. Esta situación provocó en aquellos días que cotidianamente me hiciera excitantes pajas pensando en aquella experiencia.
Nunca le dije semejante cosa y si no me lancé con él fue porque estaba enamorado de mi vecino del frente que pienso que sentía lo mismo que yo, pero nunca nos atrevimos a nada.
Hoy 12 años después volví a observar con la misma obsesión el culo de Mario.
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