El primero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por armetr.
El reloj de buró marcaba las 12:30 am cuando regresó a su dormitorio después de la fiesta de bienvenida, nada fuera de lo extraordinario: adolescentes que probaban por primera vez la libertad de la universidad al vivir lejos de casa; mucho alcohol y chicas dispuestas a cualquier cosa, sin estar conscientes de la carga moral del día siguiente. Así había pasado su primer día como universitario, Zack, rodeado de gente nueva y con niveles de alcohol en el cuerpo que su madre nunca hubiese aprobado.
Tratando de conciliar el sueño, pasadas la una y cuarto de la madrugada, escucha los incesantes murmullos en el pasillo de su compañero de cuarto; el chico que causara furor entre las compañeras de clase por su estilizado cuerpo y su linda cara: Caleth.
Zack había quedado impresionado con su compañero de cuarto, era una sensación extraña de la cual trataba de huir cada que se presentaba; pero sin importar cuánto luchara contra ésta, la verdad era que gustaba de los hombres y su nuevo roommate, era simplemente cautivador: alto, atlético, tez clara y los ojos más verdes que Zack hubiera visto nunca, acentuado todo por sus pobladas cejas y su cabellera sin hechura completamente negra, le conferían un aspecto varonil e irresistible.
Mientras escucha como Caleth vomita hasta su desayuno, Zack fantasea con la posibilidad de poseer a su nuevo conocido, no, la idea que realmente le atrae es ser la perra de Caleth; lo imagina desnudo, con su perfecto cuerpo pétreo frente al suyo, acariciándole, besándose de manera apasionada, tomando su verga y lamiendo suavemente hasta introducirla de lleno en su boca. Imagina sus gemidos y la expresión en su rostro mientras le susurra al oído “hazme tuyo”, el tibio contacto de su piel, los rasguños en su espalda, y el lento y profundo suspiro de placer al penetrarlo… No se percata de lo mucho que se ha enfrascado en su entelequia y cuando regresa a la realidad se sorprende masturbándose con suaves movimientos; ensimismado en su onanismo capta la respiración de su compañero en la cama continua.
Se sobresalta y deja de inmediato su faena, apenado gira la cabeza hacia el lecho de Caleth temiendo encontrarse con la cara de desapruebo de éste. Lo mira, está cabizbajo, reposa sobre la mano izquierda que tiene apoyada sobre el colchón, juguetea con su pene con la mano derecha. Zack no puede creerlo, sonríe al contemplar la imagen y Caleth le regresa la sonrisa.
– Te he escuchado susurrar mi nombre
– No, yo… se trata de otro… – Zack ruega a Dios porque se lo trague la tierra, pero Dios está muy ocupado para atender su llamado.
– No te preocupes, hasta cierto punto es halagador – tiene nauseas de nuevo pero se contiene – dime qué estabas imaginando…
Zack no responde, el pánico lo hace presa suya. No puede hacer frente a su homosexualidad, no puede contarle a Caleth las perversiones que ocurrían en su mente. “Susurrar su nombre” vaya que si era estúpido. Balbucea algo inaudible y corre hacia el baño, echa el cerrojo; ahora está seguro.
Se deja caer sobre las frías baldosas y reposa su espalda en la puerta, llora silenciosamente pero su llanto está cargado de dolor y vergüenza; para de sollozar y escucha cómo se acerca Caleth. Trata de abrir la puerta pero ésta no cedera…
– ¡Zack! Abre la puerta – Caleth no es consciente de lo que hace, el alcohol aún surte efecto en su cuerpo, se apoya contra la madera de la puerta y trata de sacar a Zack de allí, no está seguro del para qué pero tiene algo en mente. – No puedes permanecer ahí por siempre, sal…
Caleth tiene razón y Zack lo sabe, se arma de valor y empieza a hilar una serie de oraciones en su mente que seguro le darán como resultado una buena disculpa y una explicación de su comportamiento. Lo ha decido, abre la puerta y Caleth le cae encima.
Tumbados en el piso gélido de aquel pequeño cuarto, Zack trata de articular la primera palabra de su discurso de disculpa, pero Caleth no lo permite: aprovechando su posición sobre Zack, lo toma con la mano derecha aplastando sus mejillas contra su mandíbula, y posando sus labios contra los suyos.
Zack está en un estado de letargo por la impresión del beso, sale de él cuando siente un mordisco en su oreja, los labios de Caleth recorren su cara, su cuello, bajan por su pecho, se detienen en sus pezones, los muerde, un leve dolor pero es delicioso, bajo por su abdomen y retira su ropa interior. Su sexo palpita, nunca había estado más excitado; Caleth dirige sus labios hacia aquella verga dura y caliente, pero Zack tiene otros planes.
Le levanta la cara por la barbilla y lo besa apasionadamente, hunde sus labios en su piel blanca y recorre cada centímetro, mientras sus manos buscan desesperadas su falo, lo encuentra: duro, caliente, húmedo; lo masturba con ímpetu, pasa sus labios por el ombligo, llega hasta su verga, un beso en el glande, pequeñas lamidas, introduce un poco a la vez. Caleth gime de placer, toma el control de la situación, coge por el pelo a Zack y retira su verga, se levanta del piso y levanta a su sumiso compañero. Con fiereza lo pone de frente a la pared y sin aviso previo comienza la penetración.
El dolor es insoportable, Zack intenta retirarse pero es demasiado debilucho, sus gritos son ahogados por la mano de Caleth que comienza un vaivén cada vez más acelerado, el dolor desaparece y el placer raudo ocupa su lugar, la sensación es exquisita, siente el tibio aliento de su hombre en la nuca, goza con sus gemidos, se estremece y sus cuerpos se acoplan a la perfección.
Caleth gime con más intensidad, se mueve con mucha más furia, un bufido casi animal, deja sus uñas marcadas en el pecho de Zack, su piel nívea adquiere una totalidad rojiza y quema al tacto. Zack goza con todo ello, un temblor casi imperceptible en su amante y la cálida percepción del semen recorriendo sus entrañas…
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